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miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XV - CAJA DE PANDORA



HUETER






<<La guerra, la guerra nunca acabó>> recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día. Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras... caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana con todo.

Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.

Podrían pasar años y años que las habitaciones del Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas, botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.

A Hueter no le importaba, había dormido en sitios mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran tranquilas en el Transtorno.

Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en un cenicero.

-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con un trapo viejo.

-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil distinguirle.

-¿Y estas que horas son de llegar?

-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.

-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía con su empeño por dejar la barra limpia.

Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca transgénica.

Debido a la escasez de animales supervivientes después de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas, mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran antes de la guerra.

-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la hamburguesa.

-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.

Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café <<No es como el mío pero también vale>>.

-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín. Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas por las calles de Penélope.

Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el, susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un aspecto pálido.

-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o que?- quiso averiguar.

-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.

Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así que decidió actuar como si nada pasara.

La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.

-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.

-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.

Momentos después se despidió de todos los presentes en el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto. Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.

Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.

-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.

-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter. Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente escaneó la autorización.

-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar. ¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.

<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.

Era como antaño, habían pasado muchos años desde su última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra "suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor enemigo del Luxury Odín.

No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar <<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el robot lo echo fuera del Luxury Odín.

Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales, la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre no se correspondía con el original.

-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-

-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.

-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.

El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación. <<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.

Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en forma de vela. 
ruleta vieja




Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker, Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las suyas propias.

Hueter cambió todas las chapas que disponía por fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.

Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en ascensor.

Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder sin el código de seguridad.

Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta. El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada. Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que incitaba a beber.

Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia las mesas para apostar según su plan.

Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que buenos actores!>>.

Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;

-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver las múltiples caries que habían invadido su boca.

-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en tono burlesco -¡Sitraaannnggg!

<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados, orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.

-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.

-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo "pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.

-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!

El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga, traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien era el más borracho.

La primera botella acabó, tanto Jacq como su contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos, Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.

Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella ya estaba servida.

A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer, tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.

Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa, rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.

Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.

-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de sus fichas, todos menos Hueter.

Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.

-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!

<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía el montón de fichas por parte del camarero.

Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las escaleras para no tener que esperar el ascensor.

En el salón de juego todos los sentimientos del pasado le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose cada vez mas a las mesas de ruleta.

-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas dinero que cuando entró.

viernes, 28 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIV - EL MUNDO AL REVÉS



MOSARRETA




Soñó que volvía a caminar. Campos de hierba verde, un sol radiante y al fondo el amor de su vida. Corría hacia el, tan bella, con el pelo negro caoba, esas caderas que tanto recorría con sus labios, beso a beso, subiendo poco a poco por su cintura, sus pechos y finalmente besar aquellos labios carnosos y ver aquella cara de pánfila que tan cachondo le ponía -¡Yejova!- repetía una y otra vez -¡Yejova!- gritaba con mas fuerza, el campo cada vez era mas gris, la imagen de su amada mas difusa.

-¡Mierda!- despertó con el ruido de las gotas cayendo constantemente al suelo encharcado de las alcantarillas. Cristine estaba en la misma posición que la noche anterior, inmóvil <<¿Se habrá intoxicado con la carne del hombre pez?-pensaba mientras observaba como la chica dormía- Estará cansada>>.

Maldecía cada mañana al despertar el día en que intentó violarla y esta le dejó tullido. Le dolían aunque no pudiera moverlas. Siempre se preguntaba porque quiso hacerlo. Era feliz, tenia una mujer bonita que le amaba, un trabajo que le reportaba grandes sumas de chapas, pero todo cambió de la noche a la mañana. El alcohol, las drogas, prostitución y por último violador en serie <<¡Menudo currículo!¡Normal que mi mujer me abandonara!>> Sentía una sensación extraña, tenia mucho que agradecerle a Cristine, se había convertido en un gilipollas integral, pero gracias a ese cuchillazo dejo de serlo, hizo verle que lo había perdido todo, hasta las ganas de vivir. Después todo cambió, quería volver a ser el mismo de antes y recuperar a Yejova, aunque sin pelo y en silla de ruedas y sobretodo después de lo que había hecho, iba a ser tarea difícil

-¡Gracias!- dijo en voz alta, pero la chica no respondió seguía dormida -¡Venga despierta!- gritó - es hora de ponerse en marcha, no tenemos todo el día.
Alcantarillas posguerra


-¿Que hora es?- respondió Cristine mientras se desperezaba.

-¡Y yo que cojones se!¿Tengo cara de tener un Rolex?

Aun quedaban brasas en la hoguera, medio consumidas después de muchas horas encendida. Aprovecharon para prepararse el desayuno, y una vez fritos los restos del hombre pez, comieron un poco para llenar el estomago.

Mosarreta llevaba varios días comiendo lo mismo, pero aquella carne tan tierna era de las mejores que había probado nunca y hasta ahora no se cansaba de comerla. Tenia la sensación de que era adictivo puesto que cuanto mas la comía mas le gustaba, y a su compañera parecía pasarle lo mismo <<Mejor ser adicto a esto que no morir de hambre>>.

Una vez terminaron de comer Mosarreta guardo el resto en una mochila que llevaba colgada en la parte trasera de su silla de ruedas. Esta era automática, pero la falta de luz solar en las alcantarillas mermaron las baterías, así que no tenia mas remedio que empujar las ruedas con sus manos.

-¡En marcha!-ordenó. Mosarreta conocía algunas zonas del alcantarillado, había pasado las ultimas semanas vagando sin un rumbo claro buscando una salida, con tan mala fortuna que sin darse cuenta acabó volviendo al lugar por donde había entrado. Al menos ahora volvía a estar orientado y sabia que dirección tomar.

-Tranquila estas zonas están limpias. Al menos lo estaban cuando pasé por aquí hace unos días- los túneles parecían todos iguales, apestaban todos igual.

Mosarreta iba delante, empujando la silla con sus manos, apoyada en las piernas su fiel arma. Cristine de vez en cuando le ayudaba a sortear algún escalón mas alto de lo normal.

-¿Como acabaste aquí abajo?¿De quien huías?- quiso saber. Le extrañaba que el ojito derecho del jefe de la banda de los Trajes Grises andara por aquellos agujeros.

-Arnazi intentó violarme, pero le paré los pies a tiempo rajándole la garganta con el mismo cuchillo que utilice para...

-No sigas. Entiendo que quieres decirme. Vaya... vaya... la niña nos ha salido guerrera. Así que el jefe esta muerto- aquellas noticias le dejaron petrificado. Sin un líder la banda de los Trajes Grises acabaría por desaparecer. Arnazi no había elegido ningún sustituto para relevarle en el puesto, ninguno de los integrantes de la banda aceptaría la autoproclamación de nadie como nuevo jefe y mucho menos les veía lo suficientemente inteligentes como para echarlo a votación.

-¡Aquí es donde cometí el fallo!- llevaban un buen rato caminando por un túnel amplio, este a su final se dividía en otros dos mas estrechos, pero perfectamente transitables. La vez anterior Mosarreta eligió el camino de la derecha, estuvo casi una semana explorando pero no encontró ninguna salida. Túneles inundados, otros bloqueados y mas de una abominación como la que atacó a Cristine.

Cuando escapó del calabozo con su compañero, este le dijo que tenían que dirigirse en la medida de lo posible siempre hacia el norte y a pocas horas caminando encontrarían la salida. Lo que su compañero no le informó es que en la bifurcación los dos túneles tomaban dirección norte.

-Tenemos que ir por la izquierda. Aunque te advierto que a partir de aquí podemos toparnos con cualquier cosa- aquella zona no estaba explorada.

El túnel parecía inacabable. Metros y metros de húmeda oscuridad Sin previo aviso una de las trampillas de la parte superior del túnel cedió, cayendo con ella un montón de basura precedida por una criatura. Entre tanta oscuridad y salpicaduras de agua sucia Mosarreta no lograba ver bien que tenia enfrente, pero por la silueta y el inconfundible chascarrido procedente de la boca de aquel ser, se trataba de un hombre pez. Rápidamente echó mano de su viejo rifle, demasiado tarde, la criatura le propinó un fuerte zarpazo y lo tiró de la silla.

Mosarreta intentaba arrastrarse con sus manos pero resbalaba cada dos por tres debido al agua. El arma estaba muy lejos, detrás de la criatura, esta no debía ver muy bien puesto que no paraba de lanzar golpes al aire. <<¡Maldita zorra!-pensaba con rabia, mientras seguía arrastrándose con dificultad- ¡Ha huido!>>.

Escuchó un disparo, el sonido retumbó en las paredes del estrecho túnel, un poco de sangre salpicó a Mosarreta pero la criatura seguía dando golpes al vacío. Otro disparo impacto contra el abdomen de la abominación, esta cayó al suelo de rodillas <<¡Mierda me ha visto!>>, arrastrándose hacia el la criatura le cogió de un tobillo, intentó cogerle del otro pero un golpe la apartó. En ese momento Mosarreta vió que era Cristine, estaba de pie delante suyo apuntando fijamente al hombre pez. Respiró y disparó, la abominación pataleó y poco después dejo de moverse. El último disparo de la chica había impactado de lleno en la cabeza del hombre pez dejando un agujero enorme en el ojo.

Mosarreta observaba desde el suelo como Cristine seguía apuntando firmemente al cuerpo sin vida de aquella criatura.

-¡Déjalo, ya esta muerto, no desaprovechemos munición!- dijo mientras jadeaba, le costaba hablar-¡Gracias!¡Pensé que te habías marchado!

-¿Porque?¡Tu me salvaste la otra vez!¡Ahora estamos en paz!

-Una cosa- Mosarreta hizo una observación-La próxima vez dispara directamente a la cabeza.

Con la ayuda de Cristine volvió a sentarse en la silla, y siguieron por el túnel, dejando atrás el cadáver del hombre pez.

Le dolía el costado, el golpe de la criatura había sido muy fuerte, mas aun el sucio suelo lleno de agua sucia y putrefacta donde impacto de lado. Aun sentía el olor a rancio <<Debo apestar a podrido>> aunque no sabia bien si era solo él o el aroma de las alcantarillas. Podría pasar meses en aquel agujero que nunca se acostumbraría a aquellos olores.

El final del túnel desembocó en un gran espació donde cruzaban cuatro túneles, uno de ellos bloqueado por lo que debía ser un derrumbamiento.

-Debemos seguir al norte, ya estamos cerca creo...

Aquel lugar estaba poco iluminado, pequeños rayos de sol se colaban por rendijas y pequeños agujeros en la parte superior. En el centro unos barriles de metal tirados en el suelo medio cubiertos por el agua. Alrededor ningún indicio de amenaza.

Siguiendo las indicaciones de su compañero muerto continuaron hacia el norte dejando a su derecha otro túnel a simple vista similar al que habían venido.

-¿Donde creéis que vais?- alguien les interrumpió cuando ya habían cruzado casi por completo aquel lugar. La voz procedía del otro túnel, de entre las sombras salió un hombre alto y delgado vestido con bata médica, amarillenta y llena de manchas de sangre y barro. Tenia el pelo sucio y enmarañado, una larga y espesa barba canosa le cubría el rostro, sus pequeños ojos negros estaban acompañados por grandes ojeras fruto de muchos días en la oscuridad o de un deficiente descanso.

-¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí?- preguntó Cristine, pero antes de obtener respuesta un grito atroz se escuchó retumbando en las paredes de aquel lugar. Una manada de necrófagos salvajes, apareció entre la oscuridad del túnel situado al norte. El hombre misterioso desenfundó una pistola de plasma y abrió fuego a discreción contra los necrófagos.

El hombre vestido de medico no parecía ser muy hábil con las armas puesto que alcanzaron rápidamente a Cristine. Uno de ellos se abalanzó sobre la chica de un gran salto. Los dos cayeron al suelo forcejeando, el necrófago intentaba morderla en el cuello, pero de un codazo se lo quito de encima.

<< ¡Cuanto bicho!>> pensaba al mismo tiempo que disparaba su viejo rifle, con poco acierto. Los necrófagos no paraban de moverse y eran muy ágiles.

Un grupo de personas salieron del túnel donde estaba el hombre de la barba canosa, armados con palos metálicos, cuchillos o cualquier cosa contundente para golpear. Niños y adultos inundaron aquel lugar, redujeron los necrófagos a un montón de carne y huesos.

-¡Rápido todo el mundo adentro!- gritó el hombre vestido de medico, haciendo un movimiento con su mano señalando el túnel por donde habían salido.

Como un rebaño de ovejas todos acataron las ordenes de aquel hombre, incluidos Mosarreta y su compañera.

-¡Gracias!- agradeció Cristine.

-¿Quienes sois?- había estado muchos días vagando por las alcantarillas y en ningún momento vio señales de vida humana. No obtuvo respuesta, todos allí presentes caminaban en silencio por el túnel, Mosarreta al igual que Cristine iba un poco mas rezagado, todo aquello le pillaba por sorpresa.

Pocos metros después, llegaron a otro espacio similar al anterior. Tenia todas las salidas bloqueadas a excepción del túnel por donde habían venido. Iluminado por hogueras encendidas dentro de bidones de metal, causaba un efecto amarillento intermitente en las paredes. El suelo seco, lleno de objetos, camas improvisadas. Colchones viejos, sabanas sucias, esterillas de playa rotas, neveras desconectadas emulando una despensa y taquillas metálicas oxidadas. Daba la sencación de que toda la mierda de las alcantarillas la hubieran llevado a aquel lugar para crear un hogar.

-Perdonar pero no había tiempo que perder, podrían habernos seguido- murmuró el médico- Soy Neil Tarzard, seguidor de la "Orden de San Juan de Dios" y antiguo doctor del Notocar cuando este era un laboratorio para investigar necrófagos.

-Soy Mosarreta y esta es mi compañera Cristine, ambos fugitivos del Notocar.

-Como todos los aquí presentes- respondió Neil Tarzard.

-¿Y que hacéis aquí? ¡La salida esta al norte!

-Ya lo sabemos, todo el mundo lo sabe, pero no hay salida- se encogió de hombros- La salida esta siguiendo el túnel por donde salieron los necrófagos, pero aquella zona esta infestada de Moradores de las Cloacas y algunos necrófagos, lo que hace imposible llegar al destino.

-Entiendo- Mosarreta cruzó los brazos y se frotó la barba, un trozo de barro seco le cayó a las piernas- ¿Entonces vivís aquí y ya esta?

-Mejor dicho morimos aquí- Neil señaló unos cuantos cadáveres descuartizados al fondo de la sala. Por su apariencia parecía que estuvieran alimentándose de ellos. Mosarreta frunció el ceño extrañado al ver aquel cuadro.

-¿Estáis..?

-... si comiéndonos a los muertos- interrumpió - No se si lo habrás notado pero la carne de Morador es adictiva a parte de tóxica. Puedes alimentarte unos días, pero cuanto mas la comes mas quieres hasta convertirse en una droga.

-¿Como sabes tu todo eso?¿También los habéis estudiado?- aquella historia le resultaba muy extraña. El laboratorio hacia décadas que había sido cerrado y aquel hombre parecía demasiado joven para ser un extrabajador del mismo.

-Nosotros creamos a los Moradores de las Cloacas- respondió Neil mirando al suelo, dándole una patada a una lata vacía- fue un error. Inoculamos un virus en varios sujetos necrófagos creyendo que habíamos dado con la cura. Pero no fue así, al tercer día de incubación comenzaron a mutar, algunos de ellos murieron pero otros se convirtieron en esas criaturas diabólicas..

-Un momento- interrumpió Mosarreta- Si eras trabajador del laboratorio ¿como es que eres tan joven?

-No soy joven, soy necrófago, tengo tantos años que ya perdí la cuenta. La barba y el pelo largo me camufla un poco mi condición- había que fijarse mucho para comprobar que en aquellas zonas donde Neil carecía de pelo también carecía de piel, aunque a lo lejos era casi imposible diferenciarlo- Aquello fue un poco caótico, murieron dos compañeros pero conseguimos reducirlos.

-¿Y como acabaron aquí abajo?

-Los teníamos sedados y atados a las camas del laboratorio, pero una noche escaparon unos cuantos por las alcantarillas y otros por la superficie. Los de la superficie murieron achicharrados por el sol, sin embargo los de las alcantarillas sobrevivieron, y eso no fue lo peor, aprendieron a reproducirse.

-Basta ya de historias, llevo todo el día de camino ¿hay cerveza? Me muero por una buena cerveza- entre el tiempo que Mosarreta había pasado en prisión y los últimos días en las alcantarillas, hacia meses que no probaba otra bebida que no fuera agua sucia. Por primera vez se sentía libre.

-No tenemos muchas, pero sírvete una. En la nevera al lado de donde están los tres hermanos que llegaron hace dos días- Neil Tarzard señaló una de las neveras, estaba a medio cerrar, al lado sentados en el suelo jugando con un balón hecho de trozos de tela tres niños. Mosarreta se acercó a la nevera para coger una cerveza. Les miró detenidamente mientras estiraba el brazo para coger una de las botellas.

-¿Y vuestros padres?- preguntó al ver sus caras de tristeza.

-Unos hombres malos nos cogieron hace mucho tiempo y nos llevaron lejos de mamá- respondió el mas pequeño de todos-Mamá nos está buscando, pero no sabe donde estamos.

sábado, 22 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIII - LOS BAJOS FONDOS



JACQ




Bjarme Risa finalizó su actuación conforme la comenzó, sin pena ni gloria. Dos números más la precedieron. El primero un cantante de poca monta con su vieja guitarra española. El siguiente era el número especial de la noche. Jacq miraba babeando como la bailarina que estaba actuando en esos momentos movía los pechos al son de la música.

Morena de pelo largo, piel tersa, caderas estrechas, destacaba por sus voluptuosos pechos. Eran grandes como jamás había visto Jacq. <<Si todos los pechos fueran así no existiría hambre en el mundo - fantaseaba - seguro que con una mano no puedo cubrirlas>>. La excitación aumentaba por momentos, sentía como le apretaban cada vez más los pantalones. La bailarina por su parte seguía contorneándose, ganándose todo tipo de piropos y sandeces de los varones allí presentes sin llegarse a quitar ninguna prenda.

Jacq despertó de su fantasía erótica de golpe.

-¡Deja de mirarle las tetas a la bailarina y atiende que esto es importante!- Poli su hermana le propinó una colleja que sonó en todo el local, pero nadie se percató excepto Jacq que notaba como le picaba el pescuezo.

-El plan es el siguiente- explicaba Hueter-mi amigo Delasno nos ha conseguido tres autorizaciones para entrar en el Luxury Odín, son de tres miembros de la Hermandad del Rayo. Los encontraron muertos a las afueras de la ciudad y les robaron los pases además de las armas y las servoarmaduras. Hoy dormiremos aquí, ya mañana temprano entraremos. Por cierto Jacq ¿quien era el negro que hablaba antes con vosotros?

-Tengo unos asuntillos pendientes con el, si todo sale bien tendremos un nuevo integrante en nuestro grupo sin coste alguno.

-Ve con cuidado amigo estas calles están repletas de indeseables. No me fío un pelo alguien que no conozco- aportó Hueter.

-Ya lo se compadre, me lo dejaste bien claro el día en que nos conocimos- Jacq dejo escapar una carcajada. No dio tiempo ni a acabarse la cuarta cerveza, cuando el show de la morena pechugona termino, con el consiguiente abucheo de los espectadores al comprobar que finalmente no se deshizo de ninguna prenda.

Era la hora, ya no había más actuaciones y la gente comenzaba a abandonar el bar. Jacq salió solo al lugar de encuentro. << ¡Otra noche mas sin dormir!>> Le gustaban los días largos, sobre todo pasar las noches en vela.

Echó mano del paquete de tabaco para encenderse un cigarro, quedaban pocos, debía subministrarlos bien, no sabia donde encontrar tabaco por aquella zona, aunque con tanto antro seguro que alguno de ellos vendería.

La gente parecía no dormir en aquella ciudad, los yonkis del callejón estaban aun mas colocados y el sonido los gritos, conversaciones, disparos era el mismo que el de la tarde anterior.

El cigarro le duro lo justo para llegar al puesto de los guardaespaldas.

-¡Tu!- señalo a James Black al tiempo que dejaba caer el cigarro al suelo dándole la última calada -¿Cual es tu tarifa?

-Cien chapas por viaje y persona- el negro sabia disimular. Hablaba como si no se conocieran.

-Esta bien quedas contratado, voy yo solo. Vamos- la voz de Jacq sonaba un poco forzada, pero a ojos de los compañeros de James Black parecía un viajero cualquiera dispuesto a fundirse el dinero en los casinos.

Caminaron unos metros sin mediar palabra, James Black le seguía cubriendo las espaldas tal y como hacia con sus auténticos clientes.

-¡Dame la pasta o te rajo!- la voz no era la de su compañero, Jacq notaba como algún objeto le pinchaba suavemente la parte lumbar izquierda. Sin tiempo a girarse escuchó un disparo cercano, quedando salpicado de sangre. El cuerpo del presunto atracador, cayó muerto con un agujero en la cabeza del diámetro de una botella de cerveza, creando un charco de sangre en el suelo.

-Un drogadicto menos- bufó James Black.

-¿Como sabes que es drogadicto?- preguntó Jacq desconcertado.

-Si hubiera sido alguien en su sano juicio, no habría atacado tan directamente a una persona que va acompañada por uno de los nuestros. Por aquí- señaló con el dedo una calle a su derecha, de proporciones similares a la que transitaban.

Sea cual fuera la calle en Penélope, todas estaban muy poco iluminadas. Había farolas pero la mitad con las bombillas fundidas o rotas, otras habían corrido peor suerte al encontrarse tiradas en el suelo fruto de reyertas o batallas dentro de la ciudad. Dicho panorama dejaba la ciudad con una iluminación deficiente, hasta tal punto que en algunos rincones estaban completamente a oscuras, rincones aprovechados por ladrones mas especializados que el yonki que había intentado atracar a Jacq anteriormente. James Black esta vez iba delante, siguiendo la ruta más segura para evitar otros posibles altercados. Jacq no podía entender como una ciudad así podía estar rodeando por completo la ciudad más rica de la región.
Esclavitud


-No te equivoques Jacq, esta ciudad esta podrida. El dinero entra en el Luxury Odín y ya no vuelve a salir. Adinerados con los bolsillos llenos de chapas entran creyéndose los dueños del mundo, para salir a las pocas horas en ropa interior y sin una mísera moneda. La mayoría se quedan aquí vagando en pena, buscando algún trabajo que les haga recuperar parte de lo perdido. Pero lo que no absorbe el Odín termina por absorberlo Penélope, drogadicción, alcoholismo, prostitución y ludopatía por doquier tanto en un lugar como en otro hacen que las personas terminen completamente locas esperando a que alguien les meta un tiro en la cabeza en un intento de robar dinero para comer o drogarse o simplemente de una sobredosis de Anexis.

-¡Macho me estas acojonando!- Jacq sintió un fuerte escalofrío al escuchar el relato que sin ton ni son le había contado el guardaespaldas.

-Historias aparte Jacq es el edificio que tienes ahí delante, donde están los dos guardias- señalo haciendo un movimiento con la cabeza- yo les distraeré. Sube escaleras arriba, no hay perdida, encontrarás una habitación grande que da al otro lado de la calle donde me has recogido, Cosmi Turbas esta durmiendo, duerme muy profundamente, aun así se lo mas sigiloso que puedas. El transmisor es como una de las radios del ejército. Solo pulsa el botón reset, una vez lo hayas hecho tira este dado por la ventana y espera a mi regreso-abrió la mano y dejo caer un dado amarillento en la palma de la mano de Jacq- ¿Entendiste?

Jacq asintió con la cabeza. Acto seguido James el guardaespaldas se acercó corriendo hacia los guardias de la puerta, esta estaba abierta, no podía estar de otro modo porque carecía de puerta física. Una mentira muy buena debió contarles puesto que salieron todos corriendo hacia la parte delantera del edificio de inmediato.

Era el turno de Jacq, con paso firme y rápido se adentro en el edificio sin ser visto por nadie. Conforme subía las escaleras por aquel pasillo oscuro escuchaba los ronquidos cada vez más fuertes de Cosmi Turbas.

James Black tenía razón, el señor Turbas dormía a pierna suelta, un hombre calvo de pelo canoso, durmiendo en una cama vieja del antiguo mundo, luciendo su gran barriga con los botones de la camisa desabrochados.

Era una habitación grande y polvorienta, con el suelo lleno de objetos, lo que dificultaba el silencioso avance de Jacq. La cama estaba situada a su izquierda, enfrente una mesa redonda de madera, encima de la mesa estaba el transmisor de frecuencia. Conforme le había informado el James el guardaespaldas era muy parecido a una de las radios del ejército.

Jacq llegó a la mesa no sin antes tropezar un par de veces con botellas de cristal que había tiradas en el suelo. Cosmi Turbas hizo intención de despertarse, para fortuna de Jacq el intento fue fallido.

Siguiendo las órdenes de James pulsó el botón reset, le parecía curioso puesto que era demasiado obvio, pero tampoco le importaba saber más del asunto. Acto seguido tiró el dado por la ventana y se quedo quieto en la habitación como si de una sombra se tratase.

El sonido del dado golpeando el suelo de la calle repetidas veces dio paso a la voz de James Black; - ¡Compañeros somos libres! ¡Podemos quitarnos los collarines que tantos años de esclavitud nos han brindado!- instantes después James entraba en la habitación.

-¿Que coño haces?- preguntó Jacq. El guardaespaldas estaba poniéndole el collarín alrededor del cuello a Cosmi Turbas.

-Jacq hazme un ultimo favor, vuelve a darle otra vez al botón de reset.

Sin poner oposición hizo lo que le pidió y pulsó de nuevo el botón de reset. El collarín esta vez rodeando el cuello del esclavista Cosmi, comenzó a emitir un sonido agudo, bastante molesto. El hombre al escuchar el zumbido se levanto de un sobresalto.

-Pero que...-

-¡Cállate!- interrumpió con toda calma James Black el sobresalto del esclavista- Aunque sea por unos segundos vas a saborear lo que hemos sentido nosotros durante años.

-Si voy a morir ahora no lo haré solo - Cosmi Turbas se abalanzó sobre James Black, intentaba pegarse lo máximo posible al que había sido su esclavo durante muchos años para que así el collarín les hiciera explotar a los dos. Jacq no se lo pensó dos veces, cogió una de las botellas de cristal del suelo y le dio de lleno en todo el rostro al señor Turbas, esté cayó de espaldas sobre la cama y el collarín exploto. El cuerpo sin vida quedo tirado en la cama, sin cabeza y con las sabanas y paredes de los alrededores teñidas de sangre.

-¡Gracias!- James Black le agradeció el oportuno botellazo- Si no llega a ser por ti ahora mismo yo tampoco tendría cabeza. Te debo la vida y la libertad.

-¿Entonces ahora vendrás con nosotros?

-Es lo menos que puedo hacer por ti. Aunque por lo que tengo entendido vais a entrar en el Luxury Odín. Yo por mi parte prefiero quedarme aquí. Ahora con Cosmi Turbas fuera de circulación el negocio es nuestro. Una vez volváis os estaré esperando, mientras me dedicare a lo que he hecho toda mi vida, ser guardaespaldas.

Jacq se sentía alterado y confuso. Aquellas palabras de agradecimiento le hicieron cambiar de perspectiva, después de todo, el mundo aun tenia esperanza, se merecía otra oportunidad. Si el había sido capaz de liberar desinteresadamente de la esclavitud perpetua a una persona que conoció unas pocas horas atrás, cualquier persona era capaz de hacer el bien. Aunque hubieran pasado mas de doscientos años de la guerra, esta nunca finalizó, solo cambió sus enemigos.