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domingo, 20 de septiembre de 2015

CAPÍTULO XLVII – DESERTORES



JAMES BLACK


Varios días después del ataque en el pueblo de Gala Macarra y acompañado por Altramuz el mercader chiflado, y su burro de carga, James Black llegó por fin a la base del Ejército del Pueblo Libre, donde Gala, le había mandado en busca de ayuda y protección para el pueblo.
Consigo llevaba una cuantiosa suma de dinero del antiguo mundo. Un dinero que habían tomado prestado de la pensión de una tal Rose, que al parecer, ya no vivía allí o se había marchado recientemente sin dar explicación alguna.
Nada más llegar a la base, se vieron sorprendidos por el ataque de soldados enemigos al ejército del Pueblo Libre. Sin darse cuenta, se vieron en medio de un fuego cruzado, pero gracias a la inesperada colaboración de un supermutante, no tuvieron que lamentar males mayores. El cuerpo de este, acabó dándose de bruces contra el suelo, muerto, con parte del pecho y el brazo izquierdo mutilados, hechos pedazos, esparcidos por doquier a causa del impacto de un misil procedente del bando enemigo.
-¿Qué coño era eso?-gritó uno de los soldados desde lo alto de un torreón de vigilancia destartalado, hecho a base de restos de madera.
-¡Ese chiflado se ha puesto en medio y todos han saltado por los aires!-respondió otro de los soldados, un tipo con la cabeza rapada y una cicatriz bastante espantosa en la cara. Era el último obstáculo para que James Black pudiera acceder a la base.
-¿Es Potito?-preguntó el soldado de la torre, con cara de preocupación.
-¡Para nada!-vaciló el de la cicatriz-Este parece mucho mas grande, a saber donde andará ese granuja. Ambos comenzaron a divagar sobre el paradero del tal Potito.
-¡Perdonar!-interrumpió el mercader-Quizás a vuestro jefe, le interese la mercancía que aquí mi amigo y yo le traemos-dijo al mismo tiempo que enseñaba unas pistolas que llevaba el burro de carga, guardadas en uno de los sacos que colgaban de su lomo.
-¡Últimamente el jefe anda bastante rácano y no suministra armamento nuevo!-lamentó el de la cicatriz, observando la mercancía-Parecen de juguete en comparación con las del ejército, pero si queréis intentar negociar con nuestro maestro de armas deberéis abonar cien chapas, de lo contrario no podré dejaros pisar el suelo de la base.
A James aquello le recordó al Odín, pagar por entrar, al menos esta entrada era bastante barata si la comparaba con la que cobraban para acceder a la zona de casinos. Altramuz dejó caer sobre la mano del soldado, un saquito de tela con el pago acordado dentro.
-¿Quieres contarlos o te fías de nosotros?-protestó señalando el saquito.
-¡No tengo todo el día para contar moneditas!-espetó el soldado-pero si me has engañado te acordarás de mi.
Chapa insignia de acceso a la base del ejército del pueblo libre
Antes de pasar, el soldado de la cicatriz les dio tanto al mercader como a James un broche insignia. Este era de plástico, redondo y con una aguja detrás para colgárselo de la ropa. El broche de James, tenía dibujado una especie de necrófago con cara de mala hostia y un largo pelo blanco. Había escrito algo en letras rojas, siguiendo el borde redondo del broche, pero James apenas sabía leer y le daba vergüenza preguntar qué era lo que ponía. << ¡De todos modos no parece estar en mi lengua!-pensó al ver el dibujo-¡Seguro que ellos tampoco saben lo que pone!>>
-¡Abróchatelo!-ordenó el soldado-Si mis compañeros no ven el broche pensarán que eres un intruso y dispararán nada más verte. Son las órdenes…
Una vez puestas las marcas, el soldado dio una orden a través de un interfono que había instalado justo detrás de él y momentos después, como por arte de magia, la puerta se abrió.
-El maestro de armas se encuentra en el barracón situado al fondo a la derecha, no tiene pérdida. Si no está os esperáis. Y sobre todo no toquéis nada que no sea vuestro-explicó el soldado antes de dejarles pasar a la base.
-¿Habías estado aquí antes?-preguntó James Black al mercader con voz bajita.
-¡Alguna vez que otra!
-¿Y son siempre tan toca pelotas?
-Más o menos-respondió Altramuz dejando escapar una fuerte risotada.
Todos en aquel sitio vestían con una indumentaria similar a la del soldado de la entrada. El que menos, calzaba un arma de plasma, sin embargo, estas parecían más bien estar decorando el traje ya que se encontraban en bastante mal estado y le surgía la duda, de si aquellos chismes, dispararían al apretar el gatillo.
A su paso, todos los soldados actuaban de la misma forma, mirando tanto a él como al mercader, fijamente de arriba abajo con cara de pocos amigos, y cuando parecían ver el broche colgando del pecho, entonces hacían como que miraban a otro lado. James, tenía la sensación de que su presencia en aquel lugar les incomodaba. Pero no entendía por qué.
Sin desviarse ni un momento de la ruta indicada por el soldado de la cicatriz, llegaron al barracón del maestro de armas. Era similar a los que habían visto por el camino, solo que la entrada de este, estaba protegida por dos soldados, con cara de mala leche y una postura tan recta, que parecía como si les hubieran metido un palo largo por el culo.
No tenía puerta, un mostrador repleto de armas, ropa militar y demás trastos hacía de separación entre el interior del barracón y el patio de la base. Había armas de casi todas las clases y tamaños, amontonadas sin orden alguno y llenas de polvo en muchos casos. En el interior, un hombre adulto, de pelo canoso y perilla recortada, intentaba reparar una de las metralletas. James no entendía mucho más allá de las pistolas que solía llevar en Penélope para proteger a los ricachones, tampoco sabía el nombre original de ningún arma, solo disparar y matar, pero de lo que si estaba seguro, era de la pupa que podía hacer un arma de aquellas características en buen estado.
-¡Buenas forasteros!-dijo el maestro de armas nada más verles-¿Qué se les ofrece?
-Traemos un pequeño cargamento de armas de mano DC15S-Altramuz cuidadosamente abrió el saco donde guardaba las armas, y sacó una de ellas para mostrársela al maestro de armas de la base.
-¿Y para esto habéis entrado?-dijo mirando con desprecio la mercancía de Altramuz-¿No traéis nada mejor?
-¡Entrar para nada, siempre la misma historia!-maldijo el mercader encogiéndose de hombros-¡Con lo que cuesta conseguirlas! ¡Puta mierda!
-¡Tranquilo hombre yo te las comprarle!-gritó James interrumpiendo el asedio de palabrotas que emanaban de la boca de Altramuz. El maestro de armas dejó sus quehaceres y se levantó de la silla.
-Tú no pareces ser uno de esos chanchulleros como tu amigo, que vienen aquí, a vender mierda esperando que les paguemos un dineral por ella-el maestro, quedó mirándole fijamente, apoyado firmemente sobre el mostrador-por tu cara, hay algo de lo que yo tengo que te interesa.
-¡Protección!-respondió James sin casi dejar terminar al maestro.
-¿Para vuestra mierda de negocio?-preguntó en tono burlón.
-Para un pueblo situado al sureste de aquí.
-Esto te costaría un montón de chapas que o mucho me equivoco o no tienes-el maestro se dejo caer con desgana en la silla y cogió de nuevo la metralleta para seguir con las labores de reparación-el caso es que aunque las tuvieras, en este momento Pececito, ha declarado el nivel máximo de emergencia. Hace unas horas escuchamos un mensaje de ese loco que pone música en la radio, alertando de una amenaza, un ejército muy peligroso con servoarmaduras blancas, pero no le hicimos mucho caso. No sé si habéis sido testigos hace un momento, del ataque que han llevado a cabo esos mal nacidos, pero el jefazo, ha ordenado la retirada de todas las tropas del exterior y su regreso a la base para protegerla. Si estás interesado en alguna de mis armas con mucho gusto negociaré contigo, de lo contrario podéis iros por donde habéis venido.
Las palabras del maestro de armas fueron como una patada en las pelotas para James Black.
-Vámonos James, aquí ya nada podemos hacer-lamentó Altramuz, haciendo intención de largarse.
-¿Y no puedo hablar con ese tal Pececito?-era lo único que se le ocurría en aquel momento-Igual podría hacerle cambiar de opinión.
-¡Las ordenes del superior son tajantes y ningún civil puede visitar sus estancias!-gritó uno de los soldados que custodiaba el puesto.
-Ya has oído a uno de mis perros, si no quieres comprar nada largo de aquí-al maestro de armas también parecía incomodarle su presencia.
-¿Cuánto por la metralleta?-al menos no se iría con las manos vacías de aquel sitio. Después de una dura negociación con el maestro de armas, James Black consiguió hacerse con la metralleta y algo de munición. Pagó el precio acordado con parte del dinero que Gala le había dado. Si no había mercenarios que protegieran el pueblo, el sería el mercenario que se encargaría de tal tarea. Al fin y al cabo era lo único que sabía hacer, y se le daba muy bien.
Les separaban unos pocos barracones antes de regresar al puesto del soldado de la cicatriz, para devolverle las insignias y marcharse de aquel lugar, cuando un soldado bajito y calvo se cruzó en su camino, llamando su atención haciendo un tímido siseo con los dientes, invitándoles a seguirle con un pequeño gesto de su mano izquierda.
-¡Venid cojones!-dijo en voz bajita-¡Esto os va a interesar!
Tanto James como Altramuz, se sorprendieron al ver a aquel hombre.  El poco pelo que aun le brotaba de los laterales de la cabeza era casi todo blanco, al igual que la poblada barba que lucía. Tan bajito, que al rifle que llevaba colgado de la espalda, le quedaba apenas un palmo para ir arrastrándolo por el suelo. Vestía como el resto de los soldados de la base, así que sin duda se trataba de uno de ellos. Aunque la expresión de su rostro daba cierta confianza, factor que provocó que James y Altramuz, se desviaran del camino de salida para seguir a aquel peculiar personaje.
A pocos pasos de donde tuvieron el encuentro, había reunidos un grupo de unos cinco soldados. Todos ellos, incluido el hombre bajito, parecían ser viejas glorias del ejército, puesto que allí no parecía estar de moda el cabello de color oscuro, y ni que decir a juzgar del volumen las panzas de estos, de lo bien alimentados que parecían estar.
-¡Que no te engañen las primeras impresiones!-dijo el hombre bajito.
-Perdona… ¿Quiénes sois? Y… ¿Qué queréis de nosotros?-interrumpió James, que no sabía si dar media vuelta e irse para no meterse en ningún lio, o esperar para evitar otro posible problema por marcharse.
-Somos el escuadrón Solaris-respondió sin titubear el soldado-En otros tiempos fuimos la élite del ejército del Pueblo Libre, nuestras armas y nuestra destreza, servían para proteger a los más débiles.
-¿Y qué os ha pasado?-dijo Altramuz con bastante guasa-¿Os los comisteis?
<< ¿Te quieres callar bocazas?-en ese momento James habría matado a su compañero de viaje, sin embargo, optó por seguir callado y esperar a que el hombre terminara de contar su historia-¡Si salimos de aquí con vida yo mismo seré quien te quite la tuya mamón!>>
-¡Que chistoso tu!-espetó el soldado-No te hará tanta gracia cuando los soldados de coraza blanca, te empalen y te crucifiquen boca abajo. Y no creas que estarás muerto y no lo notaras no…
-¡Eh basta ya!-interrumpió otro soldado, un hombre grande, de voz bastante grave-¡Queremos que nos contraten no que huyan!
Las palabras de aquel tipo, sentaron como un buen chute de la droga más potente de Penélope en las venas de James Black.
-Es verdad-el tipo bajito se encogió de hombros. Estaba anocheciendo, y la luz de la luna se reflejaba en la calva de este, cosa que a James le hacía bastante gracia-Soy Faka, y estos personajes son Bástian…-uno a uno fue señalándolos con el dedo índice-…Hornillos, Devnull, Devian y el chaval de las gafas que tienes ahí mas apartado, fue el último en unirse al grupo, no sabemos cómo se llama, vino aquí haciéndose llamar “sombrero rojo” y así se quedó.
-Yo soy James Black, y este valiente imbécil es Altramuz, mercaderes ambulantes.
-Al mercader le conocemos, ha venido bastantes veces por estos lares pero a ti es la primera vez que te vemos.
-¡Dejaros de historias y decidnos que queréis!-James comenzaba a impacientarse con tanto protocolo-¡Se supone que ya debíamos estar fuera de la base!
-Servidor sabe escuchar conversaciones ajenas, no lo he podido evitar. Sabemos que has intentado negociar protección con el maestro de armas y que este os la ha denegado.
-¡Así es!-lamentó James Black.
-¡Estáis de suerte!-Faka, sacó del bolsillo de su camiseta una pipa y un paquete de plástico, con lo que parecía ser tabaco en su interior-Os vamos a prestar tan ansiada protección.
-¿Y las ordenes de vuestros superiores?
-¿Ese montón de mierda?-espetó mientras vertía un poco de tabaco en la pipa-¡Están acabados!-encendió la pipa y de su boca comenzó a salir humo al mismo tiempo que hablaba-Pececito cree que protegiendo esta base va a salvar su culo, y lo único que va a conseguir es morirse de hambre y quedarse sin munición.
-Íbamos a aprovechar que esta noche tenemos que patrullar por los exteriores de la base-interrumpió el tal Bástian-para marcharnos bien lejos de aquí.
-¿Huis como cobardes y ahora esperáis que os contratemos?-a James no le convencía el rumbo que estaba tomando aquella conversación.
-¡Moriremos de todos modos si nos enfrentamos al ejercito del que hablan las radios!-lamentó Faka-al menos, si os acompañamos moriremos haciendo aquello que se nos daba tan bien, protegiendo a los más débiles. Mejor así que no sucumbiendo a la locura, de un líder que se dejó llevar por la codicia y al que solo le importa él mismo-hizo una pausa para fumar de su pipa-no somos los únicos que vamos a desertar créeme.
James tomó un poco de tiempo para reflexionar, valoró entre tener que regresar al pueblo de Gala con el armamento que había adquirido como única protección, o presentarse allí con algo parecido a un escuadrón de mercenarios. Tampoco había nada que perder por intentarlo.
-¡Esta bien!-dijo sintiéndose victorioso-¡Acepto el trato!
-¡Es justo lo que queríamos oír!-respondió Faka con voz alegre-A media noche comienza nuestra ronda. Al otro lado del río hay un asentamiento de civiles. Esperarnos en el mercado.
-¡No sé si te habrás percatado pero ninguno de nosotros sabe la hora que es!-dijo James con bastante sarcasmo.
-¡Lo sé!-fumó los restos de la pipa-¡Confiad en nosotros!
Sellaron el trato con un buen apretón de manos, nada más, ni dinero ni ningún tipo de trueque, solo palabras.
Finalmente, salieron de la base, no sin antes dejar la insignia al soldado de la cicatriz. Este les miró con cara de enfadado, y les recriminó que se habían pasado del tiempo permitido. Altramuz soltó otras cincuenta chapas como multa por el tiempo excedido.
-¡Ahí te pudras con ellas!-espetó mientras las lanzaba al suelo.
-Serás…-el soldado agotó todo el repertorio de insultos hacia el mercader-¡Entérate, mientras yo esté aquí no volverás a entrar!
<< ¡Yo desde luego espero no volver aquí!-pensó mientras se alejaban de la base>>
Tan solo cruzar el río avistaron el asentamiento del que se refería Faka. Penélope estaba muy demacrada, pero en comparación con aquel lugar, parecía un paraíso.
Situado en una de las entradas a la gran metrópoli, centenares de personas hacían lo posible por sobrevivir en aquellas calles. Peleas callejeras por un trozo de carne podrido de a saber que abominación, mujeres llenas de heridas ofreciendo sus favores sexuales, personas que casi no podían tenerse en pié pidiendo por un chute más. Aquel lugar era el fiel reflejo, de cómo había quedado la humanidad después de tanta guerra.
-¡Esto es solo la entrada!-dijo Altramuz con voz temblorosa-No quieras saber que se esconde mas allá.
-¿Has estado alguna vez?
-No pero según hablan las malas lenguas, esto son las puertas del infierno y ahí dentro está el infierno.
Pasaron las horas entre gritos, ruidos extraños y algún disparo lejano, pero poco a poco todo aquel alboroto fue calmándose. Ya solo quedaban los zombis en pié, toxicómanos que al parecer nunca tenían suficiente y siempre buscaban una dosis más. James Black estaba cansado de verlos en Penélope, sentía pena por ellos y al mismo tiempo les metería una bala en la sesera para acabar con su sufrimiento.
Finalmente la espera tuvo su recompensa, a lo lejos, divisaron a Faka y sus secuaces. El escuadrón Solaris era difícil de confundir.
-¡Vámonos!-gritó el soldado bajito a lo lejos-¡No hay tiempo que perder!

sábado, 30 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXIII - NIÑERA





JAMES BLACK



-¡Ponme otra!-gritó al camarero, un hombre mayor que intentaba ligar a la otra punta de la barra con una de las prostitutas del local. James Black buscaba consuelo en el fondo de un vaso de Whisky vacío. Cada vez estaba más convencido de que no encontraría lo que buscaba en ese antro, y mucho menos emborrachándose hasta perder la conciencia. Pero el olor a mujer y el alcohol, ayudaban bastante a olvidar el mal trago que supuso ver como todas aquellas personas desaparecían engullidos por la nube que generó la explosión del cohete. El cohete que aquel malnacido soldado del Notocar disparó contra el grupo.
<< ¡Espero que ese hijo de puta muriera también en la explosión!>>, se repetía una y otra vez refiriéndose al soldado.
Un grupo de personas incluyéndole a él y tres niños que a la postre, serían los niños que tanto interés tenían en encontrar Jacq y el necrófago quedaron aislados en aquel oscuro túnel. La explosión hizo que un aluvión de escombros bloqueara el acceso, por lo que les fue imposible buscar más supervivientes. Solo les quedó cruzar los dedos para no tener que vérselas con ninguna criatura e intentar salir por el otro lado del túnel.
James Black lideró la expedición de regreso a la superficie, pero la suerte no estaba de su lado ese día. Dos moradores de las cloacas les atacaron por sorpresa, la escasa munición y los palos que muchos de los supervivientes llevaban por armas no fueron suficientes para repeler la amenaza. Las abominaciones hicieron presa a un pobre desgraciado que por mucho que el resto de humanos intentaran ayudarle golpeando a las bestias, no pudo escapar de sus garras. James Black nunca olvidaría el sonido de la piel desgarrándose y los gritos de aquel hombre a manos de los moradores mientras el resto de supervivientes corrían sin mirar atrás.
-¿Aun no has bebido suficiente forastero?-preguntó el camarero con el ceño fruncido.
-¡Tengo mucho que olvidar!
Una vez en la superficie y gracias a la buena orientación de Perfecto, uno de tantos habitantes de Mostonia que había sido víctima de las capturas de la banda de los Trajes Grises, encontraron una senda segura evitando cualquier posible amenaza. Aquel hombre, un mercader en decadencia a causa de las drogas, conocía la zona como si fuera la palma de su mano.
Por las historias que contaban los supervivientes, aquel pueblo había sufrido el azote de la codicia de la banda de los Trajes Grises. Todos ellos eran habitantes de este pueblo levantado de la nada, que por desgracia estaba demasiado cercano a la prisión donde los malnacidos integrantes de la banda habían decidido asentar su base.
-¡Mientras pagues no tengo nada que objetar!-dijo el camarero mientras rellenaba el vaso. James había perdido la cuenta, ya no sabía cuántos vasos había tomado aquella solitaria noche, en aquel antro de mala muerte. Tampoco sabía cuántas meretrices habían intentado seducirle para cobrarle por echar un polvo, aunque ninguna lo había conseguido. Aquella noche no se sentía atraído por ninguna mujer.
-¡Menos mal que te encuentro!-dijo Gala Macarra a sus espaldas, al principio pensaba que era otra de las prostitutas, pero rápidamente reconoció su voz-¡Pensé que te habías marchado del pueblo!
-¿Y a donde voy a ir?-dijo con tristeza-¡No tengo dinero, no tengo amigos, no tengo casa donde cobijarme!-dio un largo trago al Whisky-¡Que cojones hago yo en este puto mundo!
-¡Todos tenemos alguna función en este mundo!-Gala lo miró con cara de sentir lástima-¡Gracias a ti los pequeños volvieron sanos y salvos!
-¡Pero murió mucha gente en aquella encrucijada!
-No te tortures de esa manera. No fuiste tú quien apretó el gatillo, no tuviste nada que ver con la muerte de aquellas personas, y tampoco fuiste quien los hizo presos- las palabras de Gala aliviaron su pesar.
Al llegar a Mostonia la alegría inundó las calles de aquel decadente poblado, abrazos, besos, lágrimas de felicidad para los que volvieron a su hogar y para sus familiares, excepto para los tres niños. Después de tanto tiempo alejados de los brazos de su madre, estaban como locos por volver a ver a Rose, pero los cálidos abrazos como solo una madre sabe darlos nunca llegaron. Se quedaron horas y horas delante de la pensión, acompañados por James esperando a una madre que nunca llegó. Gala se enteró tarde de la noticia al estar en su puesto del mercado, en cuanto se hizo sabedora cerró la tienda de inmediato y fue en busca de los pequeños. A partir de ese momento Gala se hizo cargo de ellos, con la esperanza de que Rose volviera pronto, pero habían pasado varios días y nadie parecía saber nada de su desaparición.
-¿Cómo te han dejado entrar aquí?-preguntó James extrañado. En la puerta había un cartel en el cual se especificaba que solo estaba permitido el acceso a mujeres que trabajaran en aquel local, las palabras exactas eran "Solo pueden entrar las putas". Que el supiera Gala no trabajaba como prostituta por lo que su presencia en aquel antro no le cuadraba.
-No lo sabe casi nadie, pero el dueño es mi hermano-respondió Gala con voz bajita-Aunque no sea una furcia yo si puedo entrar.
-¿Y porque me buscabas?
-Los mercaderes ambulantes andan diciendo que el Notocar ha sido reducido a cenizas, pensé que te alegraría saberlo.
La noche mejoraba por momentos, las palabras de Gala le hicieron ver que aun existía la justicia en el mundo y avivaba esperanzas de que sus compañeros Jacq y Hueter, después de todo sobrevivieran y fueran los causantes de impartir tal correccional.
-¿No se ha sabido quien fue?-preguntó con intriga.
-¡No!-Gala se encogió de hombros-¡Tampoco de las personas que estaban presas!
-¡Ya entiendo!-James sabía que Gala no le buscaba solo para darle la buena noticia-¡Lo que queréis es que vaya allí en busca de Rose! ¿No es así?
Gala asintió con la cabeza. Levantó la mano y pidió otras dos copas de Whisky a su hermano. James Black sin darse cuenta, había agotado hasta el último sorbo de su copa.
-¡La última y os dais el piro que me espantáis a la clientela!-protestó el camarero mientras servía las copas en dos vasos limpios.
-¡Descuida, que ya nos vamos!-dijo Gala dejando caer un montón de chapas sobre la barra, suficientes para pagar el gasto en Whisky de James-Nuestro pueblo necesita guerreros como tú, echa un vistazo y corrobora la información de los mercaderes. A cambio, construiremos una bonita choza para que puedas formar parte de nuestra pequeña comunidad. 
Una casa, aquello era el regalo más bonito que le podrían haber hecho después de que Jacq le regalara la libertad.
-¡Trato hecho!-era la primera vez en toda la noche que James Black sonreía.
De repente un ensordecedor grito seguido de múltiples disparos interrumpió aquel agradable momento.
-¿Que cojones ha sido eso?-protestó el camarero.
-¡Ha venido de fuera!-gritó Gala. Aquello alertó a todos los presentes en el prostíbulo, sacaron sus respectivas armas y salieron a las afueras para ver que había pasado.

Solo las prostitutas quedaron adentro, James miraba con preocupación cuanto le rodeaba, al ir desarmado se sentía como si fuera desnudo. Todo estaba demasiado tranquilo, hasta que un hombre vestido con una extraña servoarmadura blanca, apareció en una esquina de la calle principal del pueblo.
-¡Rendíos en nombre de la Pena del Alba!-gritó el extraño a lo lejos.
-¿Y si no lo hacemos que pasara?-preguntó uno de los parroquianos del burdel.
-¡Lo haréis a la fuerza!
No debió pensarlo detenidamente aquel desgraciado, la muchedumbre procedente del prostíbulo abrió fuego sin darle tiempo a reaccionar.
-¡Valiente imbécil!-espetó otro de los parroquianos.
-¡James ahí tienes un arma!-dijo Gala señalando hacia el hombre muerto.
La esquina estaba lo suficientemente cerca como para no separarse mucho del grupo. James seguía sin fiarse de la situación, seguramente habría más locos como aquel hombre, sueltos por el pueblo. Cuidadosamente se acercó hacia la posición del extraño acribillado a balazos. Al coger el arma, un rifle táctico SVU, James Black comprobó que estaba fría, no había sido disparada recientemente por lo que aquel desgraciado no era el causante de los disparos que escucharon en el bar.
De la nada amaneció otra bala pasando a escasos centímetros del brazo con el que sujetaba el arma e impactando en uno de los tablones de madera, que constituían la pared de una de las casas cercanas.
Asustado y con claros síntomas de embriaguez corrió dando tumbos sin saber hacia dónde se dirigía, para ponerse a cubierto. En su carrera tropezó con un viejo coche abandonado, empotrándose contra el asiento del copiloto.
Pataleó durante un breve periodo de tiempo hasta que pudo quedar sentado. Desde el interior del coche observó detenidamente por la mira telescópica del rifle que le había sustraído al cadáver momentos antes. Comprobó como dos hombres, vestidos de igual forma que el anterior, disparaban desde el tejado de una de las casas colindantes a la calle del burdel. Tenía un buen ángulo y si no fuera por la borrachera que llevaba encima lo más seguro es que ahora mismo ya estuvieran los dos muertos.
Tranquilamente dejó caer el rifle en el salpicadero del coche, apoyado sería más fácil que centrara el disparo. James Black volvió a observar por la mira telescópica y centró el disparo en la cabeza de uno de los atacantes del tejado. Apretó el gatillo, la explosión sonó con contundencia en el cañón del rifle y el hombre se precipitó desde lo alto de la casa. James no pudo ver como se estrellaba en el suelo porque la fachada le tapaba la vista, en cualquier caso el alcohol no había mermado tanto su puntería.
El otro individuo inmediatamente se puso a cubierto. Desde su posición se hacía imposible que James Black pudiera alcanzarlo.
<< ¡Porque te escondes capullo!>> Sigilosamente salió del coche, la tensión del momento estaba haciendo que la borrachera pasase más rápido de lo que lo habría hecho en condiciones normales. Pegó su espalda contra la pared de una casa en ruinas al lado del coche abandonado. Sin separarse un milímetro de la pared se deslizó poco a poco hacia la casa donde se encontraba el segundo individuo. Conforme se acercaba a la zona James Black escuchaba cada vez más fuerte los disparos, seguramente Gala y el resto de parroquianos del prostíbulo estarían en un fuego cruzado con aquellos indeseables desconocidos.
Al asomar la cabeza por la esquina de la casa, donde supuestamente estaba el compañero de su víctima, James vio que estaba en lo cierto. Algunos parroquianos yacían muertos en el suelo, otros, entre los cuales se hallaba Gala se atrincheraban en las inmediaciones del burdel y resistían como podían los ataques de cinco hombres vestidos con aquella extraña armadura blanca.
Parecían iguales, todos calvos, vestidos igual y con las mismas armas. Lo único que los diferenciaba era el tono de su piel, algunos eran más oscuros que otros aunque se hacia difícil distinguir con la oscuridad de la noche. Los extraños estaban en inferioridad numérica, pero su potencia armamentística era diez veces la de Gala y el resto del grupo. Lanzaban granadas aunque con poca puntería, ninguna llegaba a alcanzar la posición del grupo de Gala, que esperaba agazapado la oportunidad contraatacar.
<< ¡Solo no voy a poder con los cinco!-James tenia buen ángulo de tiro, aunque en su posición actual era un blanco fácil, podría matar a uno, quizás dos, pero acabaría acribillado por el resto-¡Si consigo acceder al tejado y acabar con el otro ganaré una posición muy ventajosa respecto a los enemigos!>>
El acceso a la casa estaba en la misma calle donde tenía lugar el tiroteo, los hombres de servoarmadura blanca habían avanzado su posición dejando la puerta sin cubrir. Aquella circunstancia la aprovechó James Black, que sin llamar la atención entró a gatas en la casa.
Allí vivían personas, había restos de comida sobre una mesa de plástico en medio del salón. La escalera en uno de los laterales de la casa daba acceso a la planta superior, con sumo cuidado James comenzó a subir, intentando no pisar demasiado fuerte para no hacer el más mínimo ruido.
En el siguiente piso contempló con horrores los cuerpos sin vida de un matrimonio sobre una vieja cama grande. Habían muerto abrazados, de un balazo el hombre y de otro, la mujer. La sangre aun era fresca, seguramente aquellos malnacidos fueran los causantes de tal asesinato.
<< ¿Hasta cuándo voy a tener que ver tanta maldad?-se repetía una y otra vez-¡Seguramente hasta el fin de mi existencia!>>
Desde el tejado se escucharon varios tiros, el otro individuo seguía allí arriba. No podía arriesgarse a asomar la cabeza, seguramente el asesino estaría agazapado vigilando la salida. Al comprobar que el techo era de madera le vino una idea a la cabeza.
<< ¡Te vas a enterar!>>, armó el rifle y apuntó hacia el techo, James esperó a que el asesino disparara de nuevo o hiciera algún ruido para poder localizar su posición. El disparo no se hizo esperar, inmediatamente James apretó el gatillo varias veces hacia el origen del sonoro disparo. El asesino gritó de dolor y la parte del tejado donde estaba situado cedió a causa de los grandes agujeros creados por el arma de James.
El cuerpo sin vida del individuo yacía entre los escombros, con varios impactos en las piernas y otro certero en la cabeza a la altura de la nariz, el único lugar donde carecía de protección, << ¡Ni hecho aposta!>>, vaciló. Registró a conciencia el cadáver en busca de más munición u otras armas. James no tuvo que esmerarse mucho, aquel tipo tenía munición de sobra como para acabar con todo el pueblo, granadas y un machete bien afilado.
Al ver la coraza con la que vestía aquel hombre una idea le vino a la cabeza. Todos vestían con la misma servoarmadura, era como un uniforme, podría vestirse con la misma para así confundir al enemigo.
Cuando intentó desprender al cadáver del uniforme, James Black se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba aquel artefacto. No parecía tan sencillo como bajar una cremallera o desabrochar unos botones. Nada indicaba como desenfundar aquel traje. Cansado de darle vueltas al cadáver James Black desistió, limitándose a meterse en los bolsillos tanta munición y granadas como pudiera.
Cargó las dos armas y con los bolsillos repletos de balas y unas cuantas granadas subió al tejado de la casa. Rápidamente se asomó a una barandilla la cual daba a la calle donde estaba teniendo lugar el tiroteo. Los atacantes habían adelantado aun mas su posición, uno de ellos había sido abatido, yacía muerto en medio de la calle con un disparo en la cabeza. Por el bando de Gala, parecía que solo quedaban con vida su hermano, un parroquiano de barba y pelo canoso y la misma Gala. James desde su posición divisaba varios cuerpos sin vida pertenecientes a hombres del prostíbulo, pero faltaban algunos.
El tiempo apremiaba y no era momento de contar cuantos faltaban, inmediatamente apoyó las dos armas en la barandilla. No tenía suficiente fuerza para sujetar ambos rifles cada uno con una mano y mucho menos para disparar, aquella era la mejor manera de utilizarlos a la vez. Apuntó como mejor pudo hacia el grupo de bandidos que acechaba el pueblo, sin pensarlo dos veces, apretó los gatillos de ambos rifles. El retroceso del primer disparo a punto estuvo de desmontarle el tinglado y tirar la barandilla abajo, pero pudo sacar fuerzas y mantener la posición.
Todas las balas impactaban en el suelo, al darse cuenta, los asaltantes intentaron esconderse, pero al desplazarse se cruzaron con la línea de tiro de James. Uno a uno fueron cayendo, los trajes protegían casi la totalidad de los impactos, aunque no eran de acero. James disparaba sin contemplaciones, una bala alcanzó la yugular de uno de los atacantes que murió desangrado en el acto. Después de varias decenas de balas la servoarmadura de otro terminó por ceder y este acabó acribillado. El hermano de Gala alcanzó a otro con su Mágnum de un disparo certero en la cabeza.
Finalmente el último individuo que quedaba en pie consiguió esconderse detrás de un contenedor de basura. El rastro de sangre que dejó a su paso revelaba que estaba herido. Era mucha sangre por lo que no duraría mucho con vida.
James Black soltó uno de los rifles y bajó a toda velocidad a la calle para buscar al individuo y acabar con él de una vez. Gala y su hermano se acercaban caminando, mientras el tercero se había quedado agazapado detrás de unos bancos metálicos con su pistola en la mano.
Al llegar al contenedor James Black lo apartó de una patada, el hombre quedó tendido en el suelo. Tenía una bala en una de las axilas y varios impactos en la servoarmadura.
-¡No me matéis!-gritó con voz temblorosa-¡No por favor noooo!
James puso el rifle en la frente del hombre, en medio de sus ojos, sin dejar de mirarlo a la cara apretó el gatillo. El impacto hizo saltar por los aires los sesos de aquel desgraciado.
-¡Que has hecho!- grito Gala corriendo hacia él.
-¿Tu qué crees?-pregunto con voz vacilante-¡Acabar el trabajo!
-¡Podríamos haberle hecho cantar y que nos dijera quien le envía!
-¿Y que mas da eso?-protesto el hermano de Gala-¿Vas a ir a matarlos con tus propias manos Gala?
-¡No Yoyo pero...!
-¡No hay peros!-interrumpió el hermano que al parecer se llamaba Yoyo-Este maldito pueblo está acabado, cuando parecía que nos habíamos librado de unos aparecen otros y así desde que existe. Creo que la mejor opción sería mudarse a otro sitio.
-¿Estás loco?-preguntó Gala con los ojos llenos de ira.
-¡Calmaos por favor!-James intentó quitarle hierro al asunto-¿Habéis pensado en buscar ayuda?-antes del ataque Gala le había dicho que en este pueblo hacia falta más gente como él y no se refería a esclavos precisamente. Lo que Gala buscaba eran soldados, mercenarios quizás.
-¡Ayuda dice!-bufó Yoyo.
-¡James tiene razón!-el rostro de Gala se iluminó de repente-¡Seguro que si pagamos debidamente al Ejército del Pueblo Libre nos mandaran soldados para protegernos!
-¿Y vas a poner tu el dinero para pagarlos?-Yoyo parecía no querer entrar en razón-¡No estoy dispuesto a gastar mis chapas por proteger esta mierda!-escupió al suelo-¡Mis putas pueden follar donde sea, por ahí no paso!
-¡Tranquilo, tengo la solución!-dijo Gala, James se había convertido en un mero espectador en aquella conversación-¡Hay alguien que se molestara por eso, siempre y cuando vuelva!-recapacitó durante unos momentos-¡Que cojones! ¡Si ya no lo necesita! ¡James acompáñame!