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martes, 17 de febrero de 2015

CAPÍTULO XLIV – CABALLO DE TROYA



ROSE


-¡Menuda puta mierda!-gruñía una y otra vez Potito el supermutante-Llevamos la tira de días perdidos en medio de ninguna parte. Sin droga, sin agua, sin comida. Aquí no vienen ni los Nerheaders a soltar su mierda.
-¡Cállate plasta!-replicó Glanius-¡Así no ayudas en nada!-el hombre de ojos azules que tan loca volvía a Rose, estaba incluso más perdido que ella. Hacía varios días, que habían perdido la pista al grupo de soldados que custodiaba los presos en el Notocar. Pero aquello no era lo peor, ya ni siquiera sabían dónde estaban, y mucho menos el camino de regreso a casa. Rose por si las moscas, mantenía la boca cerrada ya que días atrás, el mutante la había amenazado con convertirla en casquería, para después llenarse el estomago con ella, si no mantenía la boca cerrada. Aunque no lo veía capaz de hacer algo similar, no quiso arriesgarse y decidió hablar solo cuando fuera justo y necesario.
-¡Arena y montañas de arena!-mascullaba Potito-¡Ni un insecto, ni un animal, ni un hombre!-el mutante tenía toda la razón, en aquella zona no había rastro de vida alguno, solo casas vacías, asoladas por el paso del tiempo. Rose comenzaba a estar cansada de la situación. Cuando no era uno era el otro el que protestaba, el único que no se quejaba era el pobre burro de carga. Aunque aquellas riñas, le recordaban mucho a las peleas que tenían sus hijos cuando jugaban juntos.
-¿No querías sur?-preguntó Glanius con algo de sarcasmo-¡Pues ya tienes sur!
-¿Y quién cojones te ha dicho a ti que esto es el sur?-replicó Potito-¡A saber donde coño estamos!
La noche estaba al caer, necesitaban un lugar donde salvaguardarse de los peligros nocturnos. Por calmada que pudiera parecer la región, nunca había que descartar la posibilidad de toparse con algún animal mutado, engendros o similares, por lo que era mejor no tentar a la suerte y al menos buscar cuatro paredes donde esconderse.
Hacía días que no cazaban nada. Glanius consiguió que Potito entrara en razón y calmara su voraz apetito, por ello los últimos días, habían podido subsistir a base de racionar las sobras. Rose solo deseaba que en su camino, se cruzara alguna criatura para alimentar al supermutante. Era cuestión de tiempo, que a este se le acabara la paciencia y comenzara a devorar al burro.
-¡Otra noche más al ras!-lamentó Glanius, mirando hacia el horizonte, donde los rayos del sol agotaban sus últimos minutos de vida en aquel largo día. Sin previo aviso, Potito salió corriendo en dirección contraria al sol. Las fuertes piernas del mutante, levantaban una gran y espesa polvareda a cada zancada.
-¡Me voy de caza!-gritó Potito levantando un brazo en señal de despedida.
-¡Menos mal que se ha ido!-Rose respiró aliviada al verlo desaparecer en la oscuridad.
-¡Esperemos que vuelva con la panza llena!-bromeó Glanius-Será mejor que acampemos y comamos algo, por aquí no encontraremos cobijo, así que lo mejor será no gastar energías inútilmente.
-Tienes razón, estoy hambrienta-sus tripas hacían sonar una melodía nada agradable. Rose tenía tanta hambre que era capaz de comer cualquier cosa. La pensión daba beneficios suficientes como para comprar comida en buen estado, y de vez en cuando permitirse algún capricho. Esa Rose jamás habría pensado en hacer algo similar, pero esa Rose ya no era ella, el hambre y la desesperación cambian a cualquiera, y ahora estaba dispuesta a comer cualquier cosa que cayera en sus manos.
-¡A ver que tenemos hoy para cenar!- Glanius cogió una bolsa gris de tela que llevaba cargada el burro en uno de sus laterales. Metió la mano y sacó un trozo bastante grande de carne, suficiente para comer los dos y no quedarse con hambre. A juzgar por su aspecto y la cara de asco que puso el hombre, esta parecía estar pudriéndose o podrida del todo, pero era lo único que había para comer, así que no podían permitirse el lujo de tirarla- ¡Si quieres te caliento el entrecot con el mechero!-bromeó Glanius. Rose no pudo evitar que una tímida sonrisilla se le escapara.
Él con un cuchillo afilado, cortó en dos el trozo de carne y quitó las partes que peor aspecto presentaban. Gracias a esta labor la cena tomó otro aspecto.
Ambos comieron sin decir ni una palabra, concentrados en su pedazo de carne, ajenos a cualquier cosa. El primer bocado le supo a rancio, pero una vez se acostumbró el paladar al sabor, el resto de ellos fueron gloria.
-¡Hay hambre!- afirmó Glanius dejando caer desde su boca pequeños trocitos de carne. Rose lo miró, aquel hombre le parecía atractivo incluso con virutas de carne podrida pegadas en los labios. Sentía el deseo de querer limpiársela a lametazos, pero finalmente pudo contenerse y seguir comiendo. Aunque cada vez que la idea se le venía a la cabeza, su corazón respondía con fuertes palpitaciones. << ¿Qué te pasa Rose?-preguntándose a sí misma-¡Es solo un mercenario, como todos los demás!>>
-¿Crees que saldremos de esta con vida?- preguntó Rose intentando evadirse de la situación.
-¿Por qué no? Si pudimos entrar, podremos salir-las palabras de Glanius no le dijeron nada en especial. No se caracterizaba por ser coherente con los discursos que pronunciaba, aunque el pobre no paraba de intentarlo-En fin, será mejor que descansemos un poco. No sé cuánto tardará la bestia en volver a dar por el saco.
-Quizás tengas razón en eso...- a Rose le preocupaba el hecho de dormir a la intemperie, en un lugar desconocido para ella. Tenía verdadero pavor de quedarse dormida y que alguna abominación la atacara por la espalda. Intentaba dormir, pero solo conseguía dar vueltas a uno y otro lado, buscando la una postura que le inspirara tranquilidad, pero aquello no parecía ser posible.
-¡Joder!-protestó con voz bajita.
-¿Qué te pasa?-preguntó Glanius al oírla refunfuñar.
-¡Tengo miedo!-respondió.
-¿Miedo de que?
-De que me ataque un monstruo o algo peor.
-¿Aquí en medio de la nada? ¡No me hagas reír!- espetó Glanius.
-¿Podrías abrazarme?-no sabía muy bien porque había dicho eso, pero a decir verdad, rodeada por los brazos de él se sentiría protegida y sería mucho más fácil dormirse.
-¿Y si lo hago callaras la boca?
-¡Lo juro!
-Está bien-dijo Glanius haciéndose el remolón-Ven aquí y calla de una vez. Dios lo que daría por tener una cerveza en estos momentos.
No tardó en acurrucarse junto a él. Los brazos del hombre daban un calorcito que a Rose le encantaba. Tenía tan pegada la espalda al pecho de Glanius, que podía notar el latir de su corazón. A decir verdad también notaba algo mas en otra parte de su cuerpo, algo duro y muy familiar le oprimía uno de sus muslos.
<< ¿Se la he puesto dura?-pensó al notar lo que parecía ser el miembro de él-¡No puede ser!>>
Extrañada, deslizó cuidadosamente la mano por su culo, haciendo como que se lo rascaba para disimular. Glanius parecía dormido, pero su cosita estaba bien despierta. Rose decidió acariciarla suavemente para ver como respondía.
-¿No ibas a callarte si te abrazaba?-quiso protestar Glanius, pero su voz parecía indicar todo lo contrario.
-¿Acaso estoy hablando?
Sin mediar una sola palabra más, Glanius le bajó enérgicamente los pantalones y en la misma posición que estaba comenzó a penetrarla. Todos sus males desaparecieron al notar el miembro calentito del hombre rozando entre sus piernas. Hacía tiempo que no estaba con ningún hombre y aunque aquella no era la mejor situación para un momento así no quiso desaprovechar la oportunidad. Quizás si se lo follaba bien follado lo tendría babeando detrás de ella cual perrito faldero.
Cuando quiso darse cuenta, ambos estaban desnudos, aquel hombre parecía tener un don para quitar la ropa. Inmediatamente se puso encima de Glanius dejándolo tumbado de espaldas al suelo y comenzó a cabalgar encima del pene de este. Era más pequeño que el de la mayoría de hombres con los que había estado, pero estaba duro como ninguno y aquello le encantaba. La cara del mercenario reflejaba verdadero placer, Rose sabía muy bien como tenía que moverse para hacer disfrutar a un hombre.  Notaba los espasmos del mercenario en clara señal de que en cualquier momento sacaría su semen a pasear, por lo que decidió dejar de cabalgar encima de él y pasar al sexo oral.
-¿Que tenemos aquí?-escuchó una voz cerca de ella que no era ni la de Glanius ni la de Potito-¡Una pareja de fornicadores profesionales!-al levantar la vista, Rose vio a un hombre de mediana edad, apuntando con una extraña escopeta hacia ella. Delgado, de pelo largo y enmarañado, con pronunciadas ojeras negras y un sombrero de vaquero roto en el cual, no podía caber mas mugre. La apariencia de aquel hombre inspiraba de todo menos confianza-Una zorra culona y un espadachín en pelotas. Tu-dijo refiriéndose a Glanius, que intentaba hacerse con la espada-deja eso no vayas a cortarte. Anda poneros algo no vayáis a coger un resfriado.
-¿Vakero?-preguntó Glanius mirando fijamente al hombre que no dejaba de apuntarles con el arma-¡Que hijo puta eres! ¿No me reconoces?
El supuesto Vakero bajó ligeramente el arma para poder ver mejor a Glanius. Durante un breve periodo de tiempo, solo se escuchó el susurrar del viento, un viento que brillaba por su ausencia aquella noche.
-¿Que cojones? ¿Te ha cagado un pájaro en la cabeza o qué?- el hombre se echó a reír, parecía haber reconocido a su fiero amante, el mercenario llamado Glanius, cosa que a Rose le produjo una inmensa sensación de tranquilidad.
-Eso fue tu madre, que no encontró nada con que limpiarse las corridas que le eché en la boca- Glanius bromeaba y reía carcajadas. Rose no encontraba gracia alguna a las burradas que salían por las sucias bocas de aquellos dos brutos, aprovechó el jocoso momento para buscar sus prendas y vestirse. No estaba por la labor de que aquel tiparraco, continuara viéndola como su madre la había traído al mundo.
-¡Llevaba un buen rato escondido, mirando como follabais pero no te había reconocido!-el hombre hizo una pausa y señaló a Rose-¡Solo miraba el enorme trasero de la moza!- << ¡El culo gordo lo tendrá tu madre!>>
-¡Y seguro que estabas machacándotela mientras mirabas!
-¡Como lo sabes amigo Glanius, como lo sabes!
-¿Pero quién coño eres tú?-preguntó Rose, dirigiéndose bruscamente al tal Vakero, interrumpiendo aquel jolgorio de sandeces y palabras malsonantes.
-Vakero-espetó el hombre, dando la sensación de que le importaba una mierda la su presencia-Es lo único que debes saber.
-¡Tranquilo tío, es de confianza!-dijo Glanius, que por la cara que había puesto, parecía preocuparle la situación.
-¡El que le hayas metido la poya entre las piernas y te hayas restregado con ella no quiere decir que sea de fiar!-protestó Vakero- Pregúntaselo a las ladillas que me pegó la última fulana con la que estuve, porque a ella creo que no se lo podrás preguntar en mucho tiempo.
-Te estás yendo por las ramas- Glanius había cambiado el semblante por completo, de las risas había pasado a la más estricta seriedad-Enserio, confía en mí.
-Si tu lo dices...-el hombre de sombrero roto giró la cabeza y mirando al suelo lanzó un escupitajo de color marrón bastante denso y asqueroso-Y aparte de follar ¿Que cojones hacéis aquí?
-El ejército nos desterró por hacer lo correcto-Glanius se encogió de hombros, Rose no entendía a que se refería con "lo correcto" -Mientras viajábamos hacia el sur, topamos con esta moza que nos ofreció un trabajo a cambio de una cuantiosa suma de pasta, pero somos tan zoquetes que nos perdimos, acabando en este lugar de mala muerte. ¿Y tú? Pensaba que estabas muerto.
-¡Mucha gente piensa que lo estoy!-respondió Vakero rascándose el pescuezo. Las manos de este contenían unas uñas tan negras, que rascarse con ellas bien podrían causar más picores en vez de quitarlos- Y mejor que sigan pensándolo. Todo fue una farsa para que tu querido ejército, dejara de buscarme a mí y a mi compañía.
-¿Y dónde está el resto?-preguntó Glanius que parecía extrañado de ver solo a aquel tipo.
-Escondidos-respondió Vakero con voz queda-Escapábamos hacia el sur, pensando que allí podríamos poner en marcha de nuevo el negocio. Pero fuimos presa de una emboscada. Unos tipos raros equipados con servoarmaduras y armados con rifles de plasma, nos asaltaron a nuestro paso por el cementerio nuclear. Al principio pensábamos que se trataba del Ejército del Pueblo Libre, pero poco tardamos en notar que estos eran profesionales de verdad.
-¿Como que profesionales de verdad?-aquello pareció molestar a Glanius.
-No es por nada amigo, pero la mayoría de los soldados de tu ejército dejan mucho que desear en el campo de batalla. Solo les salva el abultado número de pringaos que día a día se suman a tal Kafkiana causa-Rose no entendía nada de lo que estaban hablando, pero parecía ser algo importante. Tenía la impresión de que los soldados a los que se refería Vakero eran los mismos que habían destruido el Notocar-Estos estaban bien entrenados-prosiguió-adiestrados en el arte de matar. Nada que hayas visto anteriormente, te lo aseguro-Vakero hizo una pausa y miró a ambos lados-Venid conmigo, no suele haber gente por estos lares, pero desde que pasó lo que pasó no me fio de nada, por muy calmado que parezca.
-Espera, Potito esta cazando-advirtió Glanius.
-Tranquilo-respondió el hombre con tono pausado-el mutante no es tonto, sabrá seguir el rastro que dejan las pisadas del burro. Además no vamos muy lejos-Glanius con rostro serio, asintió con la cabeza. Rápidamente recogieron el improvisado campamento ante la atenta mirada del hombre, que no bajó el arma en ningún momento. Parecía que seguía sin fiarse de ella o que quizás pese a las apariencias, tampoco tuviera la suficiente confianza con Glanius.
Sin perder tiempo, comenzaron la andadura a través de la oscura noche. A la cabeza, mostrando el camino, iba el hombre del sombrero roto, cada vez que Rose lo miraba parecía estar más sucio. De cerca, unos pasos más atrás Glanius y detrás de Prestigio, un poco rezagada y muerta de sueño, Rose. Prestigio era el nombre que ella le había puesto al burro de carga, le gustaba mucho ponerle nombres chistosos a las cosas, y el animalillo después de tanto tiempo aguantando sus lamentos día y noche, se había ganado ese honor.
Poco tiempo después, llegaron a un lugar similar a donde habían tenido el encontronazo con Vakero. Allí no parecía haber nada como solía ser habitual en aquella región. Sin embargo, el hombre de sombrero roto dio unos golpes en el suelo al parecer, marcando una contraseña. Estos sonaron de manera bien distinta a como habrían sonado si hubieran chocado directamente con la arena. Pero algo había debajo de sus pies y no parecía ser solo arena precisamente.
Lentamente el suelo comenzó a moverse y una pequeña trampilla se abrió unos pasos más adelante. La apertura era del tamaño justo para que pudiera pasar un hombre adulto, pero demasiado pequeño para Prestigio o Potito el supermutante.
-¿No hay mas accesos?-preguntó Rose con la esperanza de que su querido burro pudiera acceder allá donde fueran.
-¡No!-respondió Vakero de forma tajante-Y tampoco son necesarios. El burro se queda fuera, así Potito tendrá algo con que entretenerse una vez nos encuentre. Y tranquila, no les haremos esperar mucho, tenemos muchas tareas que hacer.
Al acceder, Rose notó como una brisa fresca emanaba del interior de aquel sitio. Parecía ser una especie de almacén subterráneo de armas, ella nunca había estado en un lugar similar, pero cuadraba con las descripciones que hacían la mayoría de los huéspedes a su paso por la pensión. Decenas de estanterías se alzaban por cualquier rincón, la mitad vacías y la otra mitad con misiles que por su sola presencia, causaban pavor en Rose. Armas preparadas para la guerra, que por algún motivo parecían no haber sido utilizadas. La iluminación era escasa, pero suficiente para ver a los cuatro desgraciados que se supone acompañaban a Vakero, fumar y beber cerca de una de las cabezas nucleares aun por detonar.
-¿Que cojones es este sitio?- Glanius parecía impresionado por la cantidad de cabezas nucleares que allí abajo había.

-Esos mal nacidos humillaron a nuestros hermanos-respondió Vakero en tono serio-A los que no consiguieron escapar, les empalaron y crucificaron boca abajo, dejándolos morir allí clavados ante nuestros ojos, sin que nosotros pudiésemos hacer nada por ayudarles.
-¿Y qué piensas hacer con todo esto?-preguntó Glanius, refiriéndose a todo el arsenal que había allí guardado-Si estás pensando en utilizar estas bombas para llevar a cabo tu venganza, guárdame alguna para echarla sobre la cabeza de Pececito. Pero si mal no recuerdo-hizo una breve pausa para rascarse la barbilla-todas las lanzaderas quedaron destruidas durante la guerra.
Las palabras del mercenario calmaron a Rose, si era verdad lo que decía Glanius, aquel tarado pretendía lanzar los cohetes contra el ejército, que supuestamente se había hecho con el control de la libertad de sus hijos, y aquello no podía permitirlo, no mientras no supiera el paradero de sus pequeños.
-Tienes razón-lamentó Vakero-Ojalá fuera así de fácil. Pero hay algo que quiero que veas. Algo que no esperarías ver en tu miserable vida y que nos puede ayudar mucho en nuestra tarea-cada vez soportaba menos a aquel tipejo, su pedante forma de hablar y su pestazo a tabaco eran algunos de los muchos defectos que Rose observaba en aquel tipo, aunque a decir verdad la mayoría de hombres de la región estaban hechos de la misma pasta-¡Sígueme!-ordenó Vakero al mercenario con un leve movimiento de su dedo índice. Todos los allí presentes le siguieron, incluidos Rose que quería ver en primera persona lo que escondía aquel hombre. A pocos metros, un enorme bulto se levantaba ante sus narices. Estaba todo cubierto por una enorme lona de plástico, pero esta no era lo suficientemente extensa como para cubrir aquello en su totalidad. A sus faldas, dejaba entrever el borde de unas ruedas. Sin duda se trataba de alguna especie de vehículo, pero Rose no había visto ninguno en su vida, así que para no parecer tonta se limitó a estar callada y esperar a ver que decía el resto.
-¿Me estas vacilando?-preguntó Glanius con cara de asombro-¿Eso es lo que yo pienso que es?
-¡Efectivamente amigo!-respondió Vakero con efusividad, mientras sacaba lo que parecía ser un porro de una pitillera plateada oxidada, lo sujetó con los dedos índice y corazón y se dispuso a encenderlo con una cerilla, pero en ese preciso instante se detuvo para decir algo-Desgraciadamente...-encendió el palito verde y al momento el almacén ya apestaba a aquello-…no funciona-con la ayuda de sus secuaces, Vakero retiró la lona que cubría aquel trasto. Detrás de una pequeña nube de polvo que dejó a su paso la lona de plástico, se vislumbraba una especie de tanque amarillo, o al menos eso le pareció a ella. De una altura similar a dos veces la de Potito, el supermutante, con pequeñas ruedecitas metálicas a los laterales, todas ellas unidas por lo que parecía ser una correa ondulada, estas a su vez mantenían en alto una enorme cúpula, de rojo fuego que visto desde su posición, tenía un semblante similar al del ala de un pájaro. Intuía que desde allí se manejaría aquel trasto, y en lo más alto, tres pequeños cañones que por su aspecto Rose, no sabía si dispararían algo o simplemente estaban como de adorno.
- ¡Que preciosidad!-gritó Glanius, al que parecía que se le iban a salir los ojos de sus cuencas mirando aquel trasto-Pero si no funciona ¿Para qué queremos esta mierda?
-¿Has oído hablar alguna vez de la historia del caballo de Troya?-preguntó Vakero.
-Ni puta idea macho-espetó Glanius.
-Eran unos tipos que vivieron hace mucho tiempo-la mierda que estaba fumando aquel tipo indirectamente comenzaba a afectarle a ella, pero él no dejaba de fumar y fumar y seguía contando aquella absurda historia-…y entonces como veían que no podían entrar en el castillo decidieron construir un gigantesco caballo y ofrecérselo a sus enemigos como regalo. Lo que no sabían los enemigos era que…-y el tío continuaba fumando, ya casi parecía que se lo había terminado, parecía que la tormenta había pasado, cuando para su desagradable sorpresa Rose, vio como Glanius, encendía otro procedente de manos de uno de los secuaces de Vakero-<<¿De dónde sacará la gente esa mierda?-pensó-¡Está por todas partes!>>, cada vez se sentía más mareada, ya casi no llegaba a entender lo que estaban hablando a su alrededor-…entonces haremos como los espartanos y todo saltará por los aires, ¿Qué te parece?
-Arriesgado y peligroso, pero puede funcionar-la voz de Glanius retumbaba en su cabeza como si de bombas que explotaran a su lado se tratasen-¿Y cómo tienes pensado llevarlo hasta allí?
Una fuerte y cegadora luz de color rojizo la hizo despertar, era el reflejo del sol que al rebotar en la cúpula del tanque, hacia que los rayos incidieran directamente en su cara. No sabía cuánto tiempo llevaba así, tirada lomos de Prestigio como si de un saco se tratara. Aquella mierda debió dejarla inconsciente. Sorprendentemente seguían el trasto a paso ligero, y aunque Potito empujara de vez en cuando, parecía que aquella cosa podía funcionar por sí sola. No entendía como la habían sacado de aquel almacén, porque se suponía que no había más entradas y salidas que aquella pequeña trampilla. Como no, el malnacido de Vakero por algún motivo les había mentido, pero aquello parecía no importarle a nadie.
-¿Dónde nos dirigimos?-le preguntó a Glanius, el cual caminaba a su lado con semblante serio. Notaba como tenía la boca seca, dolor de cabeza, nauseas, eran los mismos síntomas que la anterior vez. Odiaba sentirse así, y mucho más aun sin ella haber hecho nada para estar con semejante resaca.
-¡Esto es cosa de hombres muñeca!-respondió el hombre-¡Tu mantente calladita a lomos del burro y no hagas nada!
No le gustaron un pelo las palabras del mercenario, y de un pequeño empujón bajó de los lomos de Prestigio. Al ponerse en pié volvió a sentir el mareo, no sabía si por que aun estaba bajo los efectos del porro, si era por la resaca o por el calor que hacía o una suma de todos.
-¿De qué coño vais?-gritó enfurecida una vez recuperó sus fuerzas-¡Yo te pago! ¡Merezco saber que pasa!
-¡Yo cobro en dinero!-espetó Glanius-¡Y aun no he visto ningún billete!
-¡Cállate zorra o te dejaremos aquí en medio de ningún sitio!-gritó Vakero a lo lejos.
-¡A mí nadie me grita!-hizo una pequeña pausa para tragar saliva-¡Gilipollas!-Rose estaba cada vez mas enfurecida, quería saber que tramaban, pero parecía que nadie estaba por la labor de contarle nada. Tenía la sensación de que fuera lo que fuera lo que aquella banda tenía en mente, sus hijos corrían peligro, si no ¿A qué venía tanto secretismo? ¿Qué más les daba?-¡Exijo saberlo!
En ese momento se hizo el silencio y el convoy se detuvo en seco. Vakero se giró hacía ella con el ceño fruncido y mirada amenazante. Desenfundó el arma y se dirigió hasta su posición sin dejar de apuntarla.
-¡Largo!-dijo el hombre de pelo enmarañado con tono intimidatorio-¡Lejos de aquí! ¡No quiero volver a verte!
Nadie dijo nada, nadie la defendió, ni siquiera su mercenario de ojos bonitos. En aquel momento, Rose comprendió que se había quedado sola. Sin decir ni una palabra más, Vakero le propinó un fuerte empujón haciéndola caer de espaldas al suelo. Con el impacto sintió un fuerte dolor en los codos.
-¡Lo siento Rose!-dijo Glanius a lo lejos mirándola de reojo-¡Hay cosas en las cuales hay que priorizar, y en este momento tú no eres una de ellas!
Poco a poco todos se fueron alejando mientras ella continuaba tendida en el suelo con los brazos doloridos. Un sentimiento de rabia comenzó a invadirle el cuerpo. Comprendió que si no quería quedarse allí sola y perdida tenía que seguir el convoy a lo lejos. Rápidamente se levantó y comenzó a seguirlos.
A lo lejos observaba el tanque, con lo que podía seguirles el rastro a una distancia considerable sin mucha dificultad, pero poco a poco las fuerzas fueron abandonándola. No había comido ni bebido desde la noche anterior y la resaca junto al fuerte empujón de Vakero no hacía sino que empeorar más las cosas, sobretodo esta primera.
Cada vez estaba más lejos del grupo y ya casi no veía el trasto, solo las huellas de las ruedas y las pisadas de los mercenarios.
<< ¡Por favor no!-se repetía una y otra vez-¿Por qué todo lo malo me tiene que pasar a mi?>> Cuando parecía que había perdido definitivamente el rastro del convoy, lo que a lo lejos parecía ser una población le devolvió las fuerzas.
Corrió hacia las murallas que rodeaban la misma, por el camino cuando ya casi había llegado al exterior de estas, tropezó con una piedra, dando con la frente en el suelo.
-¡Ayuda!-gritó con todas sus fuerzas, arrastrándose por la tierra con sus manos. Pero los que parecían ser los vigilantes no le hacían ni puto caso. Estos vestían las mismas armaduras que los soldados que vio alejarse del Notocar. Por fin los había encontrado, sus hijos debían estar dentro de aquella base militar, o en caso contrario alguien de allí debía saber donde habían ido a parar los rehenes de la banda de los Trajes Grises.
-¿Qué coño es eso?-preguntaba uno de ellos, señalando con el dedo.
Rose miró hacia donde señalaba el guardia. Allí, parado, sin nadie a su alrededor, se encontraba el tanque. Entonces lo comprendió todo. El tanque era el caballo de Troya, recordó como Vakero dijo que todo saltaría por los aires.
-¡Es una trampa!-gritó en repetidas veces-¡Es una trampa! ¡Va a estallar!

sábado, 30 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXIII - NIÑERA





JAMES BLACK



-¡Ponme otra!-gritó al camarero, un hombre mayor que intentaba ligar a la otra punta de la barra con una de las prostitutas del local. James Black buscaba consuelo en el fondo de un vaso de Whisky vacío. Cada vez estaba más convencido de que no encontraría lo que buscaba en ese antro, y mucho menos emborrachándose hasta perder la conciencia. Pero el olor a mujer y el alcohol, ayudaban bastante a olvidar el mal trago que supuso ver como todas aquellas personas desaparecían engullidos por la nube que generó la explosión del cohete. El cohete que aquel malnacido soldado del Notocar disparó contra el grupo.
<< ¡Espero que ese hijo de puta muriera también en la explosión!>>, se repetía una y otra vez refiriéndose al soldado.
Un grupo de personas incluyéndole a él y tres niños que a la postre, serían los niños que tanto interés tenían en encontrar Jacq y el necrófago quedaron aislados en aquel oscuro túnel. La explosión hizo que un aluvión de escombros bloqueara el acceso, por lo que les fue imposible buscar más supervivientes. Solo les quedó cruzar los dedos para no tener que vérselas con ninguna criatura e intentar salir por el otro lado del túnel.
James Black lideró la expedición de regreso a la superficie, pero la suerte no estaba de su lado ese día. Dos moradores de las cloacas les atacaron por sorpresa, la escasa munición y los palos que muchos de los supervivientes llevaban por armas no fueron suficientes para repeler la amenaza. Las abominaciones hicieron presa a un pobre desgraciado que por mucho que el resto de humanos intentaran ayudarle golpeando a las bestias, no pudo escapar de sus garras. James Black nunca olvidaría el sonido de la piel desgarrándose y los gritos de aquel hombre a manos de los moradores mientras el resto de supervivientes corrían sin mirar atrás.
-¿Aun no has bebido suficiente forastero?-preguntó el camarero con el ceño fruncido.
-¡Tengo mucho que olvidar!
Una vez en la superficie y gracias a la buena orientación de Perfecto, uno de tantos habitantes de Mostonia que había sido víctima de las capturas de la banda de los Trajes Grises, encontraron una senda segura evitando cualquier posible amenaza. Aquel hombre, un mercader en decadencia a causa de las drogas, conocía la zona como si fuera la palma de su mano.
Por las historias que contaban los supervivientes, aquel pueblo había sufrido el azote de la codicia de la banda de los Trajes Grises. Todos ellos eran habitantes de este pueblo levantado de la nada, que por desgracia estaba demasiado cercano a la prisión donde los malnacidos integrantes de la banda habían decidido asentar su base.
-¡Mientras pagues no tengo nada que objetar!-dijo el camarero mientras rellenaba el vaso. James había perdido la cuenta, ya no sabía cuántos vasos había tomado aquella solitaria noche, en aquel antro de mala muerte. Tampoco sabía cuántas meretrices habían intentado seducirle para cobrarle por echar un polvo, aunque ninguna lo había conseguido. Aquella noche no se sentía atraído por ninguna mujer.
-¡Menos mal que te encuentro!-dijo Gala Macarra a sus espaldas, al principio pensaba que era otra de las prostitutas, pero rápidamente reconoció su voz-¡Pensé que te habías marchado del pueblo!
-¿Y a donde voy a ir?-dijo con tristeza-¡No tengo dinero, no tengo amigos, no tengo casa donde cobijarme!-dio un largo trago al Whisky-¡Que cojones hago yo en este puto mundo!
-¡Todos tenemos alguna función en este mundo!-Gala lo miró con cara de sentir lástima-¡Gracias a ti los pequeños volvieron sanos y salvos!
-¡Pero murió mucha gente en aquella encrucijada!
-No te tortures de esa manera. No fuiste tú quien apretó el gatillo, no tuviste nada que ver con la muerte de aquellas personas, y tampoco fuiste quien los hizo presos- las palabras de Gala aliviaron su pesar.
Al llegar a Mostonia la alegría inundó las calles de aquel decadente poblado, abrazos, besos, lágrimas de felicidad para los que volvieron a su hogar y para sus familiares, excepto para los tres niños. Después de tanto tiempo alejados de los brazos de su madre, estaban como locos por volver a ver a Rose, pero los cálidos abrazos como solo una madre sabe darlos nunca llegaron. Se quedaron horas y horas delante de la pensión, acompañados por James esperando a una madre que nunca llegó. Gala se enteró tarde de la noticia al estar en su puesto del mercado, en cuanto se hizo sabedora cerró la tienda de inmediato y fue en busca de los pequeños. A partir de ese momento Gala se hizo cargo de ellos, con la esperanza de que Rose volviera pronto, pero habían pasado varios días y nadie parecía saber nada de su desaparición.
-¿Cómo te han dejado entrar aquí?-preguntó James extrañado. En la puerta había un cartel en el cual se especificaba que solo estaba permitido el acceso a mujeres que trabajaran en aquel local, las palabras exactas eran "Solo pueden entrar las putas". Que el supiera Gala no trabajaba como prostituta por lo que su presencia en aquel antro no le cuadraba.
-No lo sabe casi nadie, pero el dueño es mi hermano-respondió Gala con voz bajita-Aunque no sea una furcia yo si puedo entrar.
-¿Y porque me buscabas?
-Los mercaderes ambulantes andan diciendo que el Notocar ha sido reducido a cenizas, pensé que te alegraría saberlo.
La noche mejoraba por momentos, las palabras de Gala le hicieron ver que aun existía la justicia en el mundo y avivaba esperanzas de que sus compañeros Jacq y Hueter, después de todo sobrevivieran y fueran los causantes de impartir tal correccional.
-¿No se ha sabido quien fue?-preguntó con intriga.
-¡No!-Gala se encogió de hombros-¡Tampoco de las personas que estaban presas!
-¡Ya entiendo!-James sabía que Gala no le buscaba solo para darle la buena noticia-¡Lo que queréis es que vaya allí en busca de Rose! ¿No es así?
Gala asintió con la cabeza. Levantó la mano y pidió otras dos copas de Whisky a su hermano. James Black sin darse cuenta, había agotado hasta el último sorbo de su copa.
-¡La última y os dais el piro que me espantáis a la clientela!-protestó el camarero mientras servía las copas en dos vasos limpios.
-¡Descuida, que ya nos vamos!-dijo Gala dejando caer un montón de chapas sobre la barra, suficientes para pagar el gasto en Whisky de James-Nuestro pueblo necesita guerreros como tú, echa un vistazo y corrobora la información de los mercaderes. A cambio, construiremos una bonita choza para que puedas formar parte de nuestra pequeña comunidad. 
Una casa, aquello era el regalo más bonito que le podrían haber hecho después de que Jacq le regalara la libertad.
-¡Trato hecho!-era la primera vez en toda la noche que James Black sonreía.
De repente un ensordecedor grito seguido de múltiples disparos interrumpió aquel agradable momento.
-¿Que cojones ha sido eso?-protestó el camarero.
-¡Ha venido de fuera!-gritó Gala. Aquello alertó a todos los presentes en el prostíbulo, sacaron sus respectivas armas y salieron a las afueras para ver que había pasado.

Solo las prostitutas quedaron adentro, James miraba con preocupación cuanto le rodeaba, al ir desarmado se sentía como si fuera desnudo. Todo estaba demasiado tranquilo, hasta que un hombre vestido con una extraña servoarmadura blanca, apareció en una esquina de la calle principal del pueblo.
-¡Rendíos en nombre de la Pena del Alba!-gritó el extraño a lo lejos.
-¿Y si no lo hacemos que pasara?-preguntó uno de los parroquianos del burdel.
-¡Lo haréis a la fuerza!
No debió pensarlo detenidamente aquel desgraciado, la muchedumbre procedente del prostíbulo abrió fuego sin darle tiempo a reaccionar.
-¡Valiente imbécil!-espetó otro de los parroquianos.
-¡James ahí tienes un arma!-dijo Gala señalando hacia el hombre muerto.
La esquina estaba lo suficientemente cerca como para no separarse mucho del grupo. James seguía sin fiarse de la situación, seguramente habría más locos como aquel hombre, sueltos por el pueblo. Cuidadosamente se acercó hacia la posición del extraño acribillado a balazos. Al coger el arma, un rifle táctico SVU, James Black comprobó que estaba fría, no había sido disparada recientemente por lo que aquel desgraciado no era el causante de los disparos que escucharon en el bar.
De la nada amaneció otra bala pasando a escasos centímetros del brazo con el que sujetaba el arma e impactando en uno de los tablones de madera, que constituían la pared de una de las casas cercanas.
Asustado y con claros síntomas de embriaguez corrió dando tumbos sin saber hacia dónde se dirigía, para ponerse a cubierto. En su carrera tropezó con un viejo coche abandonado, empotrándose contra el asiento del copiloto.
Pataleó durante un breve periodo de tiempo hasta que pudo quedar sentado. Desde el interior del coche observó detenidamente por la mira telescópica del rifle que le había sustraído al cadáver momentos antes. Comprobó como dos hombres, vestidos de igual forma que el anterior, disparaban desde el tejado de una de las casas colindantes a la calle del burdel. Tenía un buen ángulo y si no fuera por la borrachera que llevaba encima lo más seguro es que ahora mismo ya estuvieran los dos muertos.
Tranquilamente dejó caer el rifle en el salpicadero del coche, apoyado sería más fácil que centrara el disparo. James Black volvió a observar por la mira telescópica y centró el disparo en la cabeza de uno de los atacantes del tejado. Apretó el gatillo, la explosión sonó con contundencia en el cañón del rifle y el hombre se precipitó desde lo alto de la casa. James no pudo ver como se estrellaba en el suelo porque la fachada le tapaba la vista, en cualquier caso el alcohol no había mermado tanto su puntería.
El otro individuo inmediatamente se puso a cubierto. Desde su posición se hacía imposible que James Black pudiera alcanzarlo.
<< ¡Porque te escondes capullo!>> Sigilosamente salió del coche, la tensión del momento estaba haciendo que la borrachera pasase más rápido de lo que lo habría hecho en condiciones normales. Pegó su espalda contra la pared de una casa en ruinas al lado del coche abandonado. Sin separarse un milímetro de la pared se deslizó poco a poco hacia la casa donde se encontraba el segundo individuo. Conforme se acercaba a la zona James Black escuchaba cada vez más fuerte los disparos, seguramente Gala y el resto de parroquianos del prostíbulo estarían en un fuego cruzado con aquellos indeseables desconocidos.
Al asomar la cabeza por la esquina de la casa, donde supuestamente estaba el compañero de su víctima, James vio que estaba en lo cierto. Algunos parroquianos yacían muertos en el suelo, otros, entre los cuales se hallaba Gala se atrincheraban en las inmediaciones del burdel y resistían como podían los ataques de cinco hombres vestidos con aquella extraña armadura blanca.
Parecían iguales, todos calvos, vestidos igual y con las mismas armas. Lo único que los diferenciaba era el tono de su piel, algunos eran más oscuros que otros aunque se hacia difícil distinguir con la oscuridad de la noche. Los extraños estaban en inferioridad numérica, pero su potencia armamentística era diez veces la de Gala y el resto del grupo. Lanzaban granadas aunque con poca puntería, ninguna llegaba a alcanzar la posición del grupo de Gala, que esperaba agazapado la oportunidad contraatacar.
<< ¡Solo no voy a poder con los cinco!-James tenia buen ángulo de tiro, aunque en su posición actual era un blanco fácil, podría matar a uno, quizás dos, pero acabaría acribillado por el resto-¡Si consigo acceder al tejado y acabar con el otro ganaré una posición muy ventajosa respecto a los enemigos!>>
El acceso a la casa estaba en la misma calle donde tenía lugar el tiroteo, los hombres de servoarmadura blanca habían avanzado su posición dejando la puerta sin cubrir. Aquella circunstancia la aprovechó James Black, que sin llamar la atención entró a gatas en la casa.
Allí vivían personas, había restos de comida sobre una mesa de plástico en medio del salón. La escalera en uno de los laterales de la casa daba acceso a la planta superior, con sumo cuidado James comenzó a subir, intentando no pisar demasiado fuerte para no hacer el más mínimo ruido.
En el siguiente piso contempló con horrores los cuerpos sin vida de un matrimonio sobre una vieja cama grande. Habían muerto abrazados, de un balazo el hombre y de otro, la mujer. La sangre aun era fresca, seguramente aquellos malnacidos fueran los causantes de tal asesinato.
<< ¿Hasta cuándo voy a tener que ver tanta maldad?-se repetía una y otra vez-¡Seguramente hasta el fin de mi existencia!>>
Desde el tejado se escucharon varios tiros, el otro individuo seguía allí arriba. No podía arriesgarse a asomar la cabeza, seguramente el asesino estaría agazapado vigilando la salida. Al comprobar que el techo era de madera le vino una idea a la cabeza.
<< ¡Te vas a enterar!>>, armó el rifle y apuntó hacia el techo, James esperó a que el asesino disparara de nuevo o hiciera algún ruido para poder localizar su posición. El disparo no se hizo esperar, inmediatamente James apretó el gatillo varias veces hacia el origen del sonoro disparo. El asesino gritó de dolor y la parte del tejado donde estaba situado cedió a causa de los grandes agujeros creados por el arma de James.
El cuerpo sin vida del individuo yacía entre los escombros, con varios impactos en las piernas y otro certero en la cabeza a la altura de la nariz, el único lugar donde carecía de protección, << ¡Ni hecho aposta!>>, vaciló. Registró a conciencia el cadáver en busca de más munición u otras armas. James no tuvo que esmerarse mucho, aquel tipo tenía munición de sobra como para acabar con todo el pueblo, granadas y un machete bien afilado.
Al ver la coraza con la que vestía aquel hombre una idea le vino a la cabeza. Todos vestían con la misma servoarmadura, era como un uniforme, podría vestirse con la misma para así confundir al enemigo.
Cuando intentó desprender al cadáver del uniforme, James Black se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba aquel artefacto. No parecía tan sencillo como bajar una cremallera o desabrochar unos botones. Nada indicaba como desenfundar aquel traje. Cansado de darle vueltas al cadáver James Black desistió, limitándose a meterse en los bolsillos tanta munición y granadas como pudiera.
Cargó las dos armas y con los bolsillos repletos de balas y unas cuantas granadas subió al tejado de la casa. Rápidamente se asomó a una barandilla la cual daba a la calle donde estaba teniendo lugar el tiroteo. Los atacantes habían adelantado aun mas su posición, uno de ellos había sido abatido, yacía muerto en medio de la calle con un disparo en la cabeza. Por el bando de Gala, parecía que solo quedaban con vida su hermano, un parroquiano de barba y pelo canoso y la misma Gala. James desde su posición divisaba varios cuerpos sin vida pertenecientes a hombres del prostíbulo, pero faltaban algunos.
El tiempo apremiaba y no era momento de contar cuantos faltaban, inmediatamente apoyó las dos armas en la barandilla. No tenía suficiente fuerza para sujetar ambos rifles cada uno con una mano y mucho menos para disparar, aquella era la mejor manera de utilizarlos a la vez. Apuntó como mejor pudo hacia el grupo de bandidos que acechaba el pueblo, sin pensarlo dos veces, apretó los gatillos de ambos rifles. El retroceso del primer disparo a punto estuvo de desmontarle el tinglado y tirar la barandilla abajo, pero pudo sacar fuerzas y mantener la posición.
Todas las balas impactaban en el suelo, al darse cuenta, los asaltantes intentaron esconderse, pero al desplazarse se cruzaron con la línea de tiro de James. Uno a uno fueron cayendo, los trajes protegían casi la totalidad de los impactos, aunque no eran de acero. James disparaba sin contemplaciones, una bala alcanzó la yugular de uno de los atacantes que murió desangrado en el acto. Después de varias decenas de balas la servoarmadura de otro terminó por ceder y este acabó acribillado. El hermano de Gala alcanzó a otro con su Mágnum de un disparo certero en la cabeza.
Finalmente el último individuo que quedaba en pie consiguió esconderse detrás de un contenedor de basura. El rastro de sangre que dejó a su paso revelaba que estaba herido. Era mucha sangre por lo que no duraría mucho con vida.
James Black soltó uno de los rifles y bajó a toda velocidad a la calle para buscar al individuo y acabar con él de una vez. Gala y su hermano se acercaban caminando, mientras el tercero se había quedado agazapado detrás de unos bancos metálicos con su pistola en la mano.
Al llegar al contenedor James Black lo apartó de una patada, el hombre quedó tendido en el suelo. Tenía una bala en una de las axilas y varios impactos en la servoarmadura.
-¡No me matéis!-gritó con voz temblorosa-¡No por favor noooo!
James puso el rifle en la frente del hombre, en medio de sus ojos, sin dejar de mirarlo a la cara apretó el gatillo. El impacto hizo saltar por los aires los sesos de aquel desgraciado.
-¡Que has hecho!- grito Gala corriendo hacia él.
-¿Tu qué crees?-pregunto con voz vacilante-¡Acabar el trabajo!
-¡Podríamos haberle hecho cantar y que nos dijera quien le envía!
-¿Y que mas da eso?-protesto el hermano de Gala-¿Vas a ir a matarlos con tus propias manos Gala?
-¡No Yoyo pero...!
-¡No hay peros!-interrumpió el hermano que al parecer se llamaba Yoyo-Este maldito pueblo está acabado, cuando parecía que nos habíamos librado de unos aparecen otros y así desde que existe. Creo que la mejor opción sería mudarse a otro sitio.
-¿Estás loco?-preguntó Gala con los ojos llenos de ira.
-¡Calmaos por favor!-James intentó quitarle hierro al asunto-¿Habéis pensado en buscar ayuda?-antes del ataque Gala le había dicho que en este pueblo hacia falta más gente como él y no se refería a esclavos precisamente. Lo que Gala buscaba eran soldados, mercenarios quizás.
-¡Ayuda dice!-bufó Yoyo.
-¡James tiene razón!-el rostro de Gala se iluminó de repente-¡Seguro que si pagamos debidamente al Ejército del Pueblo Libre nos mandaran soldados para protegernos!
-¿Y vas a poner tu el dinero para pagarlos?-Yoyo parecía no querer entrar en razón-¡No estoy dispuesto a gastar mis chapas por proteger esta mierda!-escupió al suelo-¡Mis putas pueden follar donde sea, por ahí no paso!
-¡Tranquilo, tengo la solución!-dijo Gala, James se había convertido en un mero espectador en aquella conversación-¡Hay alguien que se molestara por eso, siempre y cuando vuelva!-recapacitó durante unos momentos-¡Que cojones! ¡Si ya no lo necesita! ¡James acompáñame!