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martes, 17 de febrero de 2015

CAPÍTULO XLIV – CABALLO DE TROYA



ROSE


-¡Menuda puta mierda!-gruñía una y otra vez Potito el supermutante-Llevamos la tira de días perdidos en medio de ninguna parte. Sin droga, sin agua, sin comida. Aquí no vienen ni los Nerheaders a soltar su mierda.
-¡Cállate plasta!-replicó Glanius-¡Así no ayudas en nada!-el hombre de ojos azules que tan loca volvía a Rose, estaba incluso más perdido que ella. Hacía varios días, que habían perdido la pista al grupo de soldados que custodiaba los presos en el Notocar. Pero aquello no era lo peor, ya ni siquiera sabían dónde estaban, y mucho menos el camino de regreso a casa. Rose por si las moscas, mantenía la boca cerrada ya que días atrás, el mutante la había amenazado con convertirla en casquería, para después llenarse el estomago con ella, si no mantenía la boca cerrada. Aunque no lo veía capaz de hacer algo similar, no quiso arriesgarse y decidió hablar solo cuando fuera justo y necesario.
-¡Arena y montañas de arena!-mascullaba Potito-¡Ni un insecto, ni un animal, ni un hombre!-el mutante tenía toda la razón, en aquella zona no había rastro de vida alguno, solo casas vacías, asoladas por el paso del tiempo. Rose comenzaba a estar cansada de la situación. Cuando no era uno era el otro el que protestaba, el único que no se quejaba era el pobre burro de carga. Aunque aquellas riñas, le recordaban mucho a las peleas que tenían sus hijos cuando jugaban juntos.
-¿No querías sur?-preguntó Glanius con algo de sarcasmo-¡Pues ya tienes sur!
-¿Y quién cojones te ha dicho a ti que esto es el sur?-replicó Potito-¡A saber donde coño estamos!
La noche estaba al caer, necesitaban un lugar donde salvaguardarse de los peligros nocturnos. Por calmada que pudiera parecer la región, nunca había que descartar la posibilidad de toparse con algún animal mutado, engendros o similares, por lo que era mejor no tentar a la suerte y al menos buscar cuatro paredes donde esconderse.
Hacía días que no cazaban nada. Glanius consiguió que Potito entrara en razón y calmara su voraz apetito, por ello los últimos días, habían podido subsistir a base de racionar las sobras. Rose solo deseaba que en su camino, se cruzara alguna criatura para alimentar al supermutante. Era cuestión de tiempo, que a este se le acabara la paciencia y comenzara a devorar al burro.
-¡Otra noche más al ras!-lamentó Glanius, mirando hacia el horizonte, donde los rayos del sol agotaban sus últimos minutos de vida en aquel largo día. Sin previo aviso, Potito salió corriendo en dirección contraria al sol. Las fuertes piernas del mutante, levantaban una gran y espesa polvareda a cada zancada.
-¡Me voy de caza!-gritó Potito levantando un brazo en señal de despedida.
-¡Menos mal que se ha ido!-Rose respiró aliviada al verlo desaparecer en la oscuridad.
-¡Esperemos que vuelva con la panza llena!-bromeó Glanius-Será mejor que acampemos y comamos algo, por aquí no encontraremos cobijo, así que lo mejor será no gastar energías inútilmente.
-Tienes razón, estoy hambrienta-sus tripas hacían sonar una melodía nada agradable. Rose tenía tanta hambre que era capaz de comer cualquier cosa. La pensión daba beneficios suficientes como para comprar comida en buen estado, y de vez en cuando permitirse algún capricho. Esa Rose jamás habría pensado en hacer algo similar, pero esa Rose ya no era ella, el hambre y la desesperación cambian a cualquiera, y ahora estaba dispuesta a comer cualquier cosa que cayera en sus manos.
-¡A ver que tenemos hoy para cenar!- Glanius cogió una bolsa gris de tela que llevaba cargada el burro en uno de sus laterales. Metió la mano y sacó un trozo bastante grande de carne, suficiente para comer los dos y no quedarse con hambre. A juzgar por su aspecto y la cara de asco que puso el hombre, esta parecía estar pudriéndose o podrida del todo, pero era lo único que había para comer, así que no podían permitirse el lujo de tirarla- ¡Si quieres te caliento el entrecot con el mechero!-bromeó Glanius. Rose no pudo evitar que una tímida sonrisilla se le escapara.
Él con un cuchillo afilado, cortó en dos el trozo de carne y quitó las partes que peor aspecto presentaban. Gracias a esta labor la cena tomó otro aspecto.
Ambos comieron sin decir ni una palabra, concentrados en su pedazo de carne, ajenos a cualquier cosa. El primer bocado le supo a rancio, pero una vez se acostumbró el paladar al sabor, el resto de ellos fueron gloria.
-¡Hay hambre!- afirmó Glanius dejando caer desde su boca pequeños trocitos de carne. Rose lo miró, aquel hombre le parecía atractivo incluso con virutas de carne podrida pegadas en los labios. Sentía el deseo de querer limpiársela a lametazos, pero finalmente pudo contenerse y seguir comiendo. Aunque cada vez que la idea se le venía a la cabeza, su corazón respondía con fuertes palpitaciones. << ¿Qué te pasa Rose?-preguntándose a sí misma-¡Es solo un mercenario, como todos los demás!>>
-¿Crees que saldremos de esta con vida?- preguntó Rose intentando evadirse de la situación.
-¿Por qué no? Si pudimos entrar, podremos salir-las palabras de Glanius no le dijeron nada en especial. No se caracterizaba por ser coherente con los discursos que pronunciaba, aunque el pobre no paraba de intentarlo-En fin, será mejor que descansemos un poco. No sé cuánto tardará la bestia en volver a dar por el saco.
-Quizás tengas razón en eso...- a Rose le preocupaba el hecho de dormir a la intemperie, en un lugar desconocido para ella. Tenía verdadero pavor de quedarse dormida y que alguna abominación la atacara por la espalda. Intentaba dormir, pero solo conseguía dar vueltas a uno y otro lado, buscando la una postura que le inspirara tranquilidad, pero aquello no parecía ser posible.
-¡Joder!-protestó con voz bajita.
-¿Qué te pasa?-preguntó Glanius al oírla refunfuñar.
-¡Tengo miedo!-respondió.
-¿Miedo de que?
-De que me ataque un monstruo o algo peor.
-¿Aquí en medio de la nada? ¡No me hagas reír!- espetó Glanius.
-¿Podrías abrazarme?-no sabía muy bien porque había dicho eso, pero a decir verdad, rodeada por los brazos de él se sentiría protegida y sería mucho más fácil dormirse.
-¿Y si lo hago callaras la boca?
-¡Lo juro!
-Está bien-dijo Glanius haciéndose el remolón-Ven aquí y calla de una vez. Dios lo que daría por tener una cerveza en estos momentos.
No tardó en acurrucarse junto a él. Los brazos del hombre daban un calorcito que a Rose le encantaba. Tenía tan pegada la espalda al pecho de Glanius, que podía notar el latir de su corazón. A decir verdad también notaba algo mas en otra parte de su cuerpo, algo duro y muy familiar le oprimía uno de sus muslos.
<< ¿Se la he puesto dura?-pensó al notar lo que parecía ser el miembro de él-¡No puede ser!>>
Extrañada, deslizó cuidadosamente la mano por su culo, haciendo como que se lo rascaba para disimular. Glanius parecía dormido, pero su cosita estaba bien despierta. Rose decidió acariciarla suavemente para ver como respondía.
-¿No ibas a callarte si te abrazaba?-quiso protestar Glanius, pero su voz parecía indicar todo lo contrario.
-¿Acaso estoy hablando?
Sin mediar una sola palabra más, Glanius le bajó enérgicamente los pantalones y en la misma posición que estaba comenzó a penetrarla. Todos sus males desaparecieron al notar el miembro calentito del hombre rozando entre sus piernas. Hacía tiempo que no estaba con ningún hombre y aunque aquella no era la mejor situación para un momento así no quiso desaprovechar la oportunidad. Quizás si se lo follaba bien follado lo tendría babeando detrás de ella cual perrito faldero.
Cuando quiso darse cuenta, ambos estaban desnudos, aquel hombre parecía tener un don para quitar la ropa. Inmediatamente se puso encima de Glanius dejándolo tumbado de espaldas al suelo y comenzó a cabalgar encima del pene de este. Era más pequeño que el de la mayoría de hombres con los que había estado, pero estaba duro como ninguno y aquello le encantaba. La cara del mercenario reflejaba verdadero placer, Rose sabía muy bien como tenía que moverse para hacer disfrutar a un hombre.  Notaba los espasmos del mercenario en clara señal de que en cualquier momento sacaría su semen a pasear, por lo que decidió dejar de cabalgar encima de él y pasar al sexo oral.
-¿Que tenemos aquí?-escuchó una voz cerca de ella que no era ni la de Glanius ni la de Potito-¡Una pareja de fornicadores profesionales!-al levantar la vista, Rose vio a un hombre de mediana edad, apuntando con una extraña escopeta hacia ella. Delgado, de pelo largo y enmarañado, con pronunciadas ojeras negras y un sombrero de vaquero roto en el cual, no podía caber mas mugre. La apariencia de aquel hombre inspiraba de todo menos confianza-Una zorra culona y un espadachín en pelotas. Tu-dijo refiriéndose a Glanius, que intentaba hacerse con la espada-deja eso no vayas a cortarte. Anda poneros algo no vayáis a coger un resfriado.
-¿Vakero?-preguntó Glanius mirando fijamente al hombre que no dejaba de apuntarles con el arma-¡Que hijo puta eres! ¿No me reconoces?
El supuesto Vakero bajó ligeramente el arma para poder ver mejor a Glanius. Durante un breve periodo de tiempo, solo se escuchó el susurrar del viento, un viento que brillaba por su ausencia aquella noche.
-¿Que cojones? ¿Te ha cagado un pájaro en la cabeza o qué?- el hombre se echó a reír, parecía haber reconocido a su fiero amante, el mercenario llamado Glanius, cosa que a Rose le produjo una inmensa sensación de tranquilidad.
-Eso fue tu madre, que no encontró nada con que limpiarse las corridas que le eché en la boca- Glanius bromeaba y reía carcajadas. Rose no encontraba gracia alguna a las burradas que salían por las sucias bocas de aquellos dos brutos, aprovechó el jocoso momento para buscar sus prendas y vestirse. No estaba por la labor de que aquel tiparraco, continuara viéndola como su madre la había traído al mundo.
-¡Llevaba un buen rato escondido, mirando como follabais pero no te había reconocido!-el hombre hizo una pausa y señaló a Rose-¡Solo miraba el enorme trasero de la moza!- << ¡El culo gordo lo tendrá tu madre!>>
-¡Y seguro que estabas machacándotela mientras mirabas!
-¡Como lo sabes amigo Glanius, como lo sabes!
-¿Pero quién coño eres tú?-preguntó Rose, dirigiéndose bruscamente al tal Vakero, interrumpiendo aquel jolgorio de sandeces y palabras malsonantes.
-Vakero-espetó el hombre, dando la sensación de que le importaba una mierda la su presencia-Es lo único que debes saber.
-¡Tranquilo tío, es de confianza!-dijo Glanius, que por la cara que había puesto, parecía preocuparle la situación.
-¡El que le hayas metido la poya entre las piernas y te hayas restregado con ella no quiere decir que sea de fiar!-protestó Vakero- Pregúntaselo a las ladillas que me pegó la última fulana con la que estuve, porque a ella creo que no se lo podrás preguntar en mucho tiempo.
-Te estás yendo por las ramas- Glanius había cambiado el semblante por completo, de las risas había pasado a la más estricta seriedad-Enserio, confía en mí.
-Si tu lo dices...-el hombre de sombrero roto giró la cabeza y mirando al suelo lanzó un escupitajo de color marrón bastante denso y asqueroso-Y aparte de follar ¿Que cojones hacéis aquí?
-El ejército nos desterró por hacer lo correcto-Glanius se encogió de hombros, Rose no entendía a que se refería con "lo correcto" -Mientras viajábamos hacia el sur, topamos con esta moza que nos ofreció un trabajo a cambio de una cuantiosa suma de pasta, pero somos tan zoquetes que nos perdimos, acabando en este lugar de mala muerte. ¿Y tú? Pensaba que estabas muerto.
-¡Mucha gente piensa que lo estoy!-respondió Vakero rascándose el pescuezo. Las manos de este contenían unas uñas tan negras, que rascarse con ellas bien podrían causar más picores en vez de quitarlos- Y mejor que sigan pensándolo. Todo fue una farsa para que tu querido ejército, dejara de buscarme a mí y a mi compañía.
-¿Y dónde está el resto?-preguntó Glanius que parecía extrañado de ver solo a aquel tipo.
-Escondidos-respondió Vakero con voz queda-Escapábamos hacia el sur, pensando que allí podríamos poner en marcha de nuevo el negocio. Pero fuimos presa de una emboscada. Unos tipos raros equipados con servoarmaduras y armados con rifles de plasma, nos asaltaron a nuestro paso por el cementerio nuclear. Al principio pensábamos que se trataba del Ejército del Pueblo Libre, pero poco tardamos en notar que estos eran profesionales de verdad.
-¿Como que profesionales de verdad?-aquello pareció molestar a Glanius.
-No es por nada amigo, pero la mayoría de los soldados de tu ejército dejan mucho que desear en el campo de batalla. Solo les salva el abultado número de pringaos que día a día se suman a tal Kafkiana causa-Rose no entendía nada de lo que estaban hablando, pero parecía ser algo importante. Tenía la impresión de que los soldados a los que se refería Vakero eran los mismos que habían destruido el Notocar-Estos estaban bien entrenados-prosiguió-adiestrados en el arte de matar. Nada que hayas visto anteriormente, te lo aseguro-Vakero hizo una pausa y miró a ambos lados-Venid conmigo, no suele haber gente por estos lares, pero desde que pasó lo que pasó no me fio de nada, por muy calmado que parezca.
-Espera, Potito esta cazando-advirtió Glanius.
-Tranquilo-respondió el hombre con tono pausado-el mutante no es tonto, sabrá seguir el rastro que dejan las pisadas del burro. Además no vamos muy lejos-Glanius con rostro serio, asintió con la cabeza. Rápidamente recogieron el improvisado campamento ante la atenta mirada del hombre, que no bajó el arma en ningún momento. Parecía que seguía sin fiarse de ella o que quizás pese a las apariencias, tampoco tuviera la suficiente confianza con Glanius.
Sin perder tiempo, comenzaron la andadura a través de la oscura noche. A la cabeza, mostrando el camino, iba el hombre del sombrero roto, cada vez que Rose lo miraba parecía estar más sucio. De cerca, unos pasos más atrás Glanius y detrás de Prestigio, un poco rezagada y muerta de sueño, Rose. Prestigio era el nombre que ella le había puesto al burro de carga, le gustaba mucho ponerle nombres chistosos a las cosas, y el animalillo después de tanto tiempo aguantando sus lamentos día y noche, se había ganado ese honor.
Poco tiempo después, llegaron a un lugar similar a donde habían tenido el encontronazo con Vakero. Allí no parecía haber nada como solía ser habitual en aquella región. Sin embargo, el hombre de sombrero roto dio unos golpes en el suelo al parecer, marcando una contraseña. Estos sonaron de manera bien distinta a como habrían sonado si hubieran chocado directamente con la arena. Pero algo había debajo de sus pies y no parecía ser solo arena precisamente.
Lentamente el suelo comenzó a moverse y una pequeña trampilla se abrió unos pasos más adelante. La apertura era del tamaño justo para que pudiera pasar un hombre adulto, pero demasiado pequeño para Prestigio o Potito el supermutante.
-¿No hay mas accesos?-preguntó Rose con la esperanza de que su querido burro pudiera acceder allá donde fueran.
-¡No!-respondió Vakero de forma tajante-Y tampoco son necesarios. El burro se queda fuera, así Potito tendrá algo con que entretenerse una vez nos encuentre. Y tranquila, no les haremos esperar mucho, tenemos muchas tareas que hacer.
Al acceder, Rose notó como una brisa fresca emanaba del interior de aquel sitio. Parecía ser una especie de almacén subterráneo de armas, ella nunca había estado en un lugar similar, pero cuadraba con las descripciones que hacían la mayoría de los huéspedes a su paso por la pensión. Decenas de estanterías se alzaban por cualquier rincón, la mitad vacías y la otra mitad con misiles que por su sola presencia, causaban pavor en Rose. Armas preparadas para la guerra, que por algún motivo parecían no haber sido utilizadas. La iluminación era escasa, pero suficiente para ver a los cuatro desgraciados que se supone acompañaban a Vakero, fumar y beber cerca de una de las cabezas nucleares aun por detonar.
-¿Que cojones es este sitio?- Glanius parecía impresionado por la cantidad de cabezas nucleares que allí abajo había.

-Esos mal nacidos humillaron a nuestros hermanos-respondió Vakero en tono serio-A los que no consiguieron escapar, les empalaron y crucificaron boca abajo, dejándolos morir allí clavados ante nuestros ojos, sin que nosotros pudiésemos hacer nada por ayudarles.
-¿Y qué piensas hacer con todo esto?-preguntó Glanius, refiriéndose a todo el arsenal que había allí guardado-Si estás pensando en utilizar estas bombas para llevar a cabo tu venganza, guárdame alguna para echarla sobre la cabeza de Pececito. Pero si mal no recuerdo-hizo una breve pausa para rascarse la barbilla-todas las lanzaderas quedaron destruidas durante la guerra.
Las palabras del mercenario calmaron a Rose, si era verdad lo que decía Glanius, aquel tarado pretendía lanzar los cohetes contra el ejército, que supuestamente se había hecho con el control de la libertad de sus hijos, y aquello no podía permitirlo, no mientras no supiera el paradero de sus pequeños.
-Tienes razón-lamentó Vakero-Ojalá fuera así de fácil. Pero hay algo que quiero que veas. Algo que no esperarías ver en tu miserable vida y que nos puede ayudar mucho en nuestra tarea-cada vez soportaba menos a aquel tipejo, su pedante forma de hablar y su pestazo a tabaco eran algunos de los muchos defectos que Rose observaba en aquel tipo, aunque a decir verdad la mayoría de hombres de la región estaban hechos de la misma pasta-¡Sígueme!-ordenó Vakero al mercenario con un leve movimiento de su dedo índice. Todos los allí presentes le siguieron, incluidos Rose que quería ver en primera persona lo que escondía aquel hombre. A pocos metros, un enorme bulto se levantaba ante sus narices. Estaba todo cubierto por una enorme lona de plástico, pero esta no era lo suficientemente extensa como para cubrir aquello en su totalidad. A sus faldas, dejaba entrever el borde de unas ruedas. Sin duda se trataba de alguna especie de vehículo, pero Rose no había visto ninguno en su vida, así que para no parecer tonta se limitó a estar callada y esperar a ver que decía el resto.
-¿Me estas vacilando?-preguntó Glanius con cara de asombro-¿Eso es lo que yo pienso que es?
-¡Efectivamente amigo!-respondió Vakero con efusividad, mientras sacaba lo que parecía ser un porro de una pitillera plateada oxidada, lo sujetó con los dedos índice y corazón y se dispuso a encenderlo con una cerilla, pero en ese preciso instante se detuvo para decir algo-Desgraciadamente...-encendió el palito verde y al momento el almacén ya apestaba a aquello-…no funciona-con la ayuda de sus secuaces, Vakero retiró la lona que cubría aquel trasto. Detrás de una pequeña nube de polvo que dejó a su paso la lona de plástico, se vislumbraba una especie de tanque amarillo, o al menos eso le pareció a ella. De una altura similar a dos veces la de Potito, el supermutante, con pequeñas ruedecitas metálicas a los laterales, todas ellas unidas por lo que parecía ser una correa ondulada, estas a su vez mantenían en alto una enorme cúpula, de rojo fuego que visto desde su posición, tenía un semblante similar al del ala de un pájaro. Intuía que desde allí se manejaría aquel trasto, y en lo más alto, tres pequeños cañones que por su aspecto Rose, no sabía si dispararían algo o simplemente estaban como de adorno.
- ¡Que preciosidad!-gritó Glanius, al que parecía que se le iban a salir los ojos de sus cuencas mirando aquel trasto-Pero si no funciona ¿Para qué queremos esta mierda?
-¿Has oído hablar alguna vez de la historia del caballo de Troya?-preguntó Vakero.
-Ni puta idea macho-espetó Glanius.
-Eran unos tipos que vivieron hace mucho tiempo-la mierda que estaba fumando aquel tipo indirectamente comenzaba a afectarle a ella, pero él no dejaba de fumar y fumar y seguía contando aquella absurda historia-…y entonces como veían que no podían entrar en el castillo decidieron construir un gigantesco caballo y ofrecérselo a sus enemigos como regalo. Lo que no sabían los enemigos era que…-y el tío continuaba fumando, ya casi parecía que se lo había terminado, parecía que la tormenta había pasado, cuando para su desagradable sorpresa Rose, vio como Glanius, encendía otro procedente de manos de uno de los secuaces de Vakero-<<¿De dónde sacará la gente esa mierda?-pensó-¡Está por todas partes!>>, cada vez se sentía más mareada, ya casi no llegaba a entender lo que estaban hablando a su alrededor-…entonces haremos como los espartanos y todo saltará por los aires, ¿Qué te parece?
-Arriesgado y peligroso, pero puede funcionar-la voz de Glanius retumbaba en su cabeza como si de bombas que explotaran a su lado se tratasen-¿Y cómo tienes pensado llevarlo hasta allí?
Una fuerte y cegadora luz de color rojizo la hizo despertar, era el reflejo del sol que al rebotar en la cúpula del tanque, hacia que los rayos incidieran directamente en su cara. No sabía cuánto tiempo llevaba así, tirada lomos de Prestigio como si de un saco se tratara. Aquella mierda debió dejarla inconsciente. Sorprendentemente seguían el trasto a paso ligero, y aunque Potito empujara de vez en cuando, parecía que aquella cosa podía funcionar por sí sola. No entendía como la habían sacado de aquel almacén, porque se suponía que no había más entradas y salidas que aquella pequeña trampilla. Como no, el malnacido de Vakero por algún motivo les había mentido, pero aquello parecía no importarle a nadie.
-¿Dónde nos dirigimos?-le preguntó a Glanius, el cual caminaba a su lado con semblante serio. Notaba como tenía la boca seca, dolor de cabeza, nauseas, eran los mismos síntomas que la anterior vez. Odiaba sentirse así, y mucho más aun sin ella haber hecho nada para estar con semejante resaca.
-¡Esto es cosa de hombres muñeca!-respondió el hombre-¡Tu mantente calladita a lomos del burro y no hagas nada!
No le gustaron un pelo las palabras del mercenario, y de un pequeño empujón bajó de los lomos de Prestigio. Al ponerse en pié volvió a sentir el mareo, no sabía si por que aun estaba bajo los efectos del porro, si era por la resaca o por el calor que hacía o una suma de todos.
-¿De qué coño vais?-gritó enfurecida una vez recuperó sus fuerzas-¡Yo te pago! ¡Merezco saber que pasa!
-¡Yo cobro en dinero!-espetó Glanius-¡Y aun no he visto ningún billete!
-¡Cállate zorra o te dejaremos aquí en medio de ningún sitio!-gritó Vakero a lo lejos.
-¡A mí nadie me grita!-hizo una pequeña pausa para tragar saliva-¡Gilipollas!-Rose estaba cada vez mas enfurecida, quería saber que tramaban, pero parecía que nadie estaba por la labor de contarle nada. Tenía la sensación de que fuera lo que fuera lo que aquella banda tenía en mente, sus hijos corrían peligro, si no ¿A qué venía tanto secretismo? ¿Qué más les daba?-¡Exijo saberlo!
En ese momento se hizo el silencio y el convoy se detuvo en seco. Vakero se giró hacía ella con el ceño fruncido y mirada amenazante. Desenfundó el arma y se dirigió hasta su posición sin dejar de apuntarla.
-¡Largo!-dijo el hombre de pelo enmarañado con tono intimidatorio-¡Lejos de aquí! ¡No quiero volver a verte!
Nadie dijo nada, nadie la defendió, ni siquiera su mercenario de ojos bonitos. En aquel momento, Rose comprendió que se había quedado sola. Sin decir ni una palabra más, Vakero le propinó un fuerte empujón haciéndola caer de espaldas al suelo. Con el impacto sintió un fuerte dolor en los codos.
-¡Lo siento Rose!-dijo Glanius a lo lejos mirándola de reojo-¡Hay cosas en las cuales hay que priorizar, y en este momento tú no eres una de ellas!
Poco a poco todos se fueron alejando mientras ella continuaba tendida en el suelo con los brazos doloridos. Un sentimiento de rabia comenzó a invadirle el cuerpo. Comprendió que si no quería quedarse allí sola y perdida tenía que seguir el convoy a lo lejos. Rápidamente se levantó y comenzó a seguirlos.
A lo lejos observaba el tanque, con lo que podía seguirles el rastro a una distancia considerable sin mucha dificultad, pero poco a poco las fuerzas fueron abandonándola. No había comido ni bebido desde la noche anterior y la resaca junto al fuerte empujón de Vakero no hacía sino que empeorar más las cosas, sobretodo esta primera.
Cada vez estaba más lejos del grupo y ya casi no veía el trasto, solo las huellas de las ruedas y las pisadas de los mercenarios.
<< ¡Por favor no!-se repetía una y otra vez-¿Por qué todo lo malo me tiene que pasar a mi?>> Cuando parecía que había perdido definitivamente el rastro del convoy, lo que a lo lejos parecía ser una población le devolvió las fuerzas.
Corrió hacia las murallas que rodeaban la misma, por el camino cuando ya casi había llegado al exterior de estas, tropezó con una piedra, dando con la frente en el suelo.
-¡Ayuda!-gritó con todas sus fuerzas, arrastrándose por la tierra con sus manos. Pero los que parecían ser los vigilantes no le hacían ni puto caso. Estos vestían las mismas armaduras que los soldados que vio alejarse del Notocar. Por fin los había encontrado, sus hijos debían estar dentro de aquella base militar, o en caso contrario alguien de allí debía saber donde habían ido a parar los rehenes de la banda de los Trajes Grises.
-¿Qué coño es eso?-preguntaba uno de ellos, señalando con el dedo.
Rose miró hacia donde señalaba el guardia. Allí, parado, sin nadie a su alrededor, se encontraba el tanque. Entonces lo comprendió todo. El tanque era el caballo de Troya, recordó como Vakero dijo que todo saltaría por los aires.
-¡Es una trampa!-gritó en repetidas veces-¡Es una trampa! ¡Va a estallar!

miércoles, 17 de diciembre de 2014

CAPÍTULO XLIII - ADIOS MI HOGAR



FUENTE



Tenía la sensación de estar más drogado que de costumbre. La sangre de la abominación, no le dejó ver nada mas allá de su mano aferrada al cuchillo, mientras ambos se precipitaban al vacío. De pronto despertó en aquel extraño lugar. Un sitio oscuro, lleno de aparatitos por doquier, con varios robots diminutos. Volaban alrededor de su cabeza, haciendo a saber que con ella, pero a él no le importaba lo más mínimo. Al fin y al cabo no notaba nada en ninguna parte de su cuerpo.
Miraba a uno y otro lado en busca de alguna referencia que le indicara donde podía estar, pero no podía ver con claridad más allá de su nariz, y la potente luz blanca, que alumbraba la mayor parte de su cuerpo, más que ayudar, entorpecía.
Solo podía mover los ojos, el resto de su organismo no respondía a ningún estímulo.
De repente, los diminutos robots dejaron paso a un tercero de dimensiones grotescas, si lo comparaba con aquellas moscas cojoneras.
Cada vez lo veía con más claridad, tenía un parecido similar al de la extraña nave que posó sobre el edificio, a la bestia que acabó con su amigo, pero aunque allí dentro parecía gigantesca, esta era mucho más pequeña que la que vio en aquel fatídico instante.
-¿Que tenemos aquí?-la voz que emitía aquel extraño robot parecía real, como si tuviera cuerdas vocales humanas, nada que ver con los sonidos enlatados que proyectaban los robots normales-Ah sí. Es el protector de la metrópolis. El matagigantes-Fuente intentaba responderle, pero su boca no conseguía articular sílaba alguna-No te esfuerces, no podrás moverte hasta que yo lo ordene. Mírate y dime si te gusta tu nuevo aspecto.
Fuente bajó la vista haciendo caso a las órdenes del robot. Comprobó que no era su cuerpo, parecía más bien el de un supermutante. De un color amarillento, con venas prominentes y una musculatura digna de las revistas de culturismo del antiguo mundo.
-¿Que mierda es esta?-preguntó desconcertado por su nueva imagen.
-Tu cuerpo no es este, está en otro lugar, un lugar cuya ubicación no te será revelada por seguridad. Mataste a mi Goliat, así que ahora me perteneces. Tienes que saldar tus deudas- <<Sea lo que sea esto, se droga mucho más que yo-pensó al escuchar las palabras del robot>> - Tienes la ubicación de un lugar el cual debes destruir. Mas te vale seguir mis instrucciones, de lo contrario pasarás la eternidad siendo un vegetal.
Inmediatamente después de escuchar aquellas palabras, todo lo que le rodeaba comenzó a sumirse en la oscuridad más absoluta. Momentos después, despertó de nuevo. Esta vez, estaba situado en lo más alto de los restos del edificio, en el que se enfrentó a la bestia.
<< ¡Que rallada por dios! >>
Fuente miró sus manos, continuaba siendo un supermutante. No entendía el porqué, pero los supermutantes no se atacaban entre si, al menos ser un monstruo podría ayudarle a salir de la gran metrópolis, no todo iban a ser malas noticias.
Miraba y miraba sus manos, como si de un niño con un juguete nuevo se tratara. Eran enormes y poderosas, comprobó que en su muñeca izquierda, portaba una especie de reloj con una pantalla llena de pequeñas grietas. Esta mostraba un punto específico en el mapa. Fuente imaginó que era el lugar que debía destruir según las órdenes del chiflado robot, pero ¿Como se supone que iba a hacer tal tarea?
Conforme caminaba en una dirección u otra, variaba la posición que marcaba el reloj. Fuente decidió seguir la trayectoria que marcaba aquel artilugio, quizás fuera la tan ansiada ruta de salida de la maldita metrópolis.
Como de costumbre, todos los edificios parecían iguales. La sombra que proyectaban era cada vez más pronunciada. Esta vez, no se detendría por nada, aunque ello implicara caminar a oscuras por la noche. Siendo un supermutante, no tenia porque tener miedo de posibles amenazas por parte de otros mutantes. De todos modos, si algún descerebrado intentaba atacarle, sería una buena opción para probar la fuerza de sus enormes puños.
La ciudad era deprimente, y cuanto más tiempo pasaba en ella más deprimente se volvía. A menudo, cuando Fuente llegaba a lo más alto de los edificios y contemplaba el paisaje, imaginaba como sería la metrópolis antes de la guerra. Llena de vida, gente paseando por cualquier lugar, coches volando, millones de lucecitas que iluminaban las calles y los edificios por las noches, creando un espectáculo de colores inimaginable. Pero ahora, lo único que veía eran montones y más montones de escombros.
El sol casi había desaparecido por completo, los últimos rayos aun bañaban la parte superior de los edificios más altos, pero a ras de suelo, parecía ya de noche. Solo la tímida luz que emanaba de la pantalla del reloj, mostraba a duras penas el camino que se supone, debía seguir.
Tan concentrado estaba en no perderse entre la oscuridad, que no pudo evitar chocar con otro supermutante de dimensiones similares a las suyas. Este giró levemente la cabeza mirándole de reojo, a duras penas se le veía el rostro. De mirada penetrante, y con esa característica sonrisa agresiva, de dientes grandes, que todos los supermutantes tenían grabada a fuego en la cara. Fuente no tenía medio alguno para ver su nueva jeta, pero estaba convencido de que la suya sería igual. Al verle, el supermutante pareció no tomarle como una amenaza gracias a su nuevo cuerpo, y se limitó a seguir comiendo casquería, que sacaba de un viejo saco empapado de sangre.
<< ¡Qué asco por dios!-pensó al verlo meterse restos de sesos en la boca>>
Era una sensación bastante extraña estar delante de un monstruo de esos, y que este no quisiera matarle, aunque por otro lado, nunca se había sentido tan seguro dentro de aquella maldita ciudad.
<< ¡Aun tendré que darle las gracias y todo al chiflado del robot!>>
Cada vez se adentraba más en la penumbra absoluta que imperaba en las calles. Las bestias raras comenzaban a tener más presencia en el lugar. Aquel era el sitio más inhóspito que podría haber en toda la región. Cada vez, era más notable la sensación de que aquella ruta, no le permitiría salir de la metrópolis.
Poco a poco comenzaba a ver los edificios, los escombros, las ruinas y los engendros con más claridad. Parecía como si el color de las cosas se hubiera disuelto en tonalidades grises. Por lo visto, los ojos de aquella bestia tenían la gran virtud de adaptarse a situaciones con escasez de luz. Un paisaje en blanco y negro se levantaba ante sus narices.
Se escuchaban disparos a lo lejos, seguramente hombres batallando contra alguna abominación, caza tesoros quizás, nadie en su sano juicio se adentraría tanto en la ciudad, si no fuera para conseguir un buen botín, repleto de riquezas o tecnología del antiguo mundo. Era muy difícil ver un mutante armado con metralleta, aunque en aquel lugar era más fácil que se diera el primer caso.
Rastreando el sonido de los disparos, Fuente se dirigió al origen de estos. Cada vez los escuchaba con más intensidad, incluso voces de alarma y gritos de dolor.
-¡No dejéis de disparar!
-¿De dónde ha salido esa cosa?
-¡Mierdaaaa!- Fuente se apresuró por llegar a la zona de acción, pero una vez allí, solo encontró los cuerpos descuartizados de cuatro hombres. Al parecer, habían topado con algún Behemoth. Tenían las extremidades desgarradas como hojas de papel, algo que solo una abominación de un tamaño similar a los Behemoth era capaz de hacer.
-¡Joder nunca conseguiré salir de aquí!-quiso decir, pero de su boca solo salieron gruñidos. Aquellos desgraciados iban muy bien armados, pero ello, no fue motivo suficiente para evitar acabar como la mayoría de sus compañeros. De entre todas las armas que dejaron esparcidas por el suelo, Fuente fijó la mirada en una Gatling pesada, una ametralladora plasma de gran calibre. Los mutantes no le atacarían, pero los hombres si lo harían, motivo por el que era mejor estar lo mejor protegido posible. Así que sin pensarlo dos veces, cargó con el arma y siguió el camino que marcaba el reloj.
Conforme avanzaba, los edificios parecían más pequeños. Era un buen indicador, de que cada vez estaba más cerca de salir de la metrópolis o al menos eso quería pensar. Pero seguía sin estar totalmente convencido.
<< ¿Como acabamos tan lejos?-pensó al darse cuenta de todo lo que había recorrido>>, no sabía cuántas horas había caminado, ni cuantas horas le quedarían hasta salir de allí. De lo que si estaba seguro, era de que nunca podría haberlo hecho siendo un humano, y menos aun, teniendo que volver noche tras noche al gigantesco estadio de futbol, donde se había establecido el campamento.
-¡Por fin!-quiso gritar, pero de su boca emanó un estruendoso rugido. A lo lejos, casi en el horizonte, reconocía las ruinas de aquellos edificios, los cuales no tenían una altura superior a la de dos plantas. Eran los límites de la ciudad, lugar por donde meses atrás, tanto Fuente como sus compañeros de escuadrón, habían comenzado su misión. Pronto, comenzaría a ver los barracones habitados, en las cercanías de la base del Ejército del Pueblo Libre.
La euforia del momento, desapareció de un plumazo, al darse cuenta que con aquel aspecto, no podría regresar a la base. No era él, era un mutante que no podía articular ninguna palabra armado con una ametralladora.
<< ¡Me cago en mi mala suerte!-pensó-¡Tanto tiempo buscando salir y cuando lo consigo no sirve de nada!>>
Cruzar la zona habitada por civiles era tarea fácil. Fuente conocía hasta donde se extendía aquel sector, podría bordearlo y así evitar ser visto por nadie. Pero no podía dejar de preguntarse para que iba a querer hacer eso. Una vez a las puertas de la base, sería atacado y él no podría hacer nada para dar a entender a sus antiguos compañeros, que no era una amenaza para ellos.
-¡Mierda, mierda, mierda!-gruñía una y otra vez, dándose cabezazos contra los restos de una pared. Por el reloj, comprobó que no se había desviado tanto de la trayectoria inicial. Al menos si seguía la nueva ruta, podría ver de lejos la base y recordar viejos tiempos.
Caminó por los límites del territorio ocupado por los civiles, los primeros rayos de sol de la mañana, bañaban las sucias aguas del rio y Fuente volvía ver el paisaje a todo color. A lo lejos vislumbraba la base, aunque aun podía acercarse un poco más sin correr el peligro de ser visto y así lo hizo. Pero una vez alcanzó el límite de seguridad, percibió una amenaza, pero no para él, sino para sus compañeros de la base.
Un pequeño ejército de unos cincuenta soldados, se organizaban escondidos entre las ruinas, al parecer se preparaban para asaltar el fuerte. Vestían una extraña servoarmadura de un blanco impoluto. Iban muy bien armados y por cómo se movían, parecía que sabían bien por donde tenían que atacar.
Fuente se sentía con la obligación de hacer algo para alertar a la base, fueran cuales fueran las consecuencias. Corrió bordeando el río para no ser visto por los atacantes. Una vez accedió a la zona de seguridad de la base, armó la ametralladora y comenzó a disparar, fijando su objetivo en el lugar donde se escondían los asaltantes de servoarmadura blanca. Aquella acción pareció dar sus frutos de inmediato, puesto que la alarma de la base comenzó a sonar. Cuando era humano, odiaba aquel estridente sonido, pero ahora era como una melancólica melodía para sus oídos.
El ejército enemigo comenzó a salir de su escondrijo, tomando una posición estratégica en el campo de batalla. Fuente pronto se vio envuelto en medio de un fuego cruzado, con escasas posibilidades de ponerse a salvo. La mayoría de las balas acababan impactando en su cuerpo, haciendo saltar por los aires, pequeños trozos de carne amarillenta y salpicones sangre, pero él no sentía daño alguno. Lo que si comenzaba a percibir era la fatiga que acumulaba aquel cuerpo, conforme los proyectiles le alcanzaban.
Consiguió acabar con tres de los soldados, pero aquello le costó toda la munición que disponía para el Gatling. Con una rabia desmedida lanzó el arma a varios metros. Esta no llegó a alcanzar a ningún enemigo, acción que Fuente lamentó en su interior.
Con los puños de supermutante como único armamento, Fuente caminó con paso firme en dirección opuesta a la base, allá donde había mayor número de soldados enemigos. Sentía que cada vez sus movimientos eran más lentos. Todas las armas enemigas y parte de las amigas, tenían puesto el punto de mira sobre su cuerpo, disparando sin miramientos. Pero por mucho que dispararan, no conseguían que él se detuviera.
Cuando ya casi había alcanzado al pelotón enemigo, sus piernas dejaron de responder. Se dio cuenta de que estaba con las rodillas clavadas en el suelo, a pocos metros de sus presas y no podía hacer nada por levantarse. En ese momento, uno de los soldados enemigos, aprovechó para armar un Toro.
<< ¡Mierda!-pensó al ver el arma-¡Si consigue disparar esa bestia saltaremos todos por los aires!>>
El soldado tuvo toda la tranquilidad del mundo para cargar el arma, o al menos eso le pareció a Fuente. Una vez equipado y con la ayuda de un compañero, apuntó hacia la base del Ejército del Pueblo Libre y disparó el proyectil.
Fuente estaba en medio de la trayectoria del misil, al parecer el soldado quería matar dos pájaros de un tiro. Con la poca fuerza que aún le quedaba en los brazos, consiguió interceptar el misil abalanzándose sobre él. Este lo arrastró varios metros, hasta que finalmente se detuvo amarrado entre sus brazos y en ese preciso instante, un zumbido ensordecedor inundó sus oídos. El zumbido paró de inmediato y todo cuanto le rodeaba volvió a la más absoluta oscuridad.

miércoles, 16 de julio de 2014

CAPÍTULO XXX - LOCURA



ROSE



Un golpe de suerte hizo que Rose Tinmar no acabara vilmente violada o como esclava a saber dónde. Daba gracias a aquellos dos desconocidos, el monstruo verde y el hombre de pelo largo que la salvaron de los vándalos que la estaban acosando.
Le escocían sus partes a causa de las múltiples y violentas penetraciones por parte de aquel malnacido. Ahora la cabeza del violador era pasto de las moscas y demás insectos que merodeaban por el suelo. Los compañeros de este no habían corrido mejor suerte, aunque Rose no tenia ánimo ni estómago para mirar a ninguno de ellos a la cara aunque estuvieran muertos.
Por otro lado el hombre de pelo largo y su compañero buscaban entre los restos y los cadáveres haciéndose con la posesión de las pertenencias de sus agresores, cargándolo todo cuidadosamente en el burro de carga donde Rose había sido acosada. El animal estaba totalmente tranquilo como si allí no hubiera pasado nada, ajeno a todo lo que le rodeaba. De todos modos no tenia motivo alguno para preocuparse.
Volvió la cabeza para respirar un poco de aire, aunque estuviera a salvo seguía alterada. Cerró los ojos y se dejo cautivar por la fresca brisa matutina, le encantaban los amaneceres. Siempre trataba de despertar antes de que saliera el sol y salir fuera del pueblo para contemplar el amanecer en aquel paisaje desértico. Desde que la banda de los Trajes Grises secuestrara a sus hijos, estos eran los únicos momentos en los cuales se sentía en paz consigo misma.
-¡Esperad!-gritó al comprobar que se había quedado sola en medio de aquella carnicería humana. Ni el monstruo verde ni su compañero parecieron oírla y mucho menos el burro de carga. Corrió hacia ellos, cada vez estaban más lejos, no sabía dónde estaba y el miedo a quedarse sola comenzaba a invadirle el cuerpo -¡Esperad!-gritaba una y otra vez. Sus rechonchas piernas nunca se caracterizaron por ser veloces, todo lo contrario, la forma de las mismas ralentizaba su paso.
Cuando parecía que ya los había alcanzado Rose tropezó con una puntiaguda piedra que sobresalía del arenoso suelo. El golpe fue lo que hizo girarse al hombre del pelo largo mirándola fijamente. Tenía unos bonitos ojos azules aunque aquella mirada la atemorizaba.
-¿Por qué os marcháis así sin más?- preguntó Rose extrañada, sentada en el suelo mientras se frotaba la herida que el trastazo le había ocasionado en la rodilla.
-¡Aquí el guaperas que viene conmigo se empeñó en ayudarte!-volvió a darse la vuelta y se encogió de hombros-¡Ahora continuamos nuestro camino!
-¿Vuestro camino?-la respuesta del hombre terminó de desconcertarla-¿A dónde os dirigís?
-¡Lejos de este lugar! ¡Aquí ya no nos queda nada por lo que luchar!-respondió el monstruo verde. Rose nunca había visto nada igual, pero por lo que había oído hablar a los mercaderes ambulantes de su pueblo la descripción cuadraba con la de un supermutante. Le extrañaba mucho que fuera tan calmado, la gente solía comentar que eran seres agresivos y muy peligrosos, pero este lo más agresivo que tenia era su apariencia.
-¡Luchad por mi!-seguramente estaría lejos de casa, desesperada por encontrar a sus hijos vio en sus salvadores la oportunidad de al menos acercarse al Notocar.
-¿Tienes chapas?-preguntó el hombre del pelo largo levantando levemente la ceja izquierda.
-¡No!
-¿Tienes armas?-esta vez fue el supermutante quien preguntó, dándole la espalda en todo momento.
-¡Tampoco!-se encogió de hombros.

-¡Entonces no nos hagas perder el tiempo!-dijo el mutante con el ceño fruncido. Intentaron reanudar la marcha pero Rose lo impidió con otra pregunta;
-¿Queréis algo por lo que luchar?-se levantó rápidamente, la herida era solo un pequeño rasguño sin importancia-¡Acompañadme al Notocar y os daré una buena razón por la que luchar!
-¿Y para que quieres ir a ese antro de esclavitud? ¿No tuviste suficiente siendo una esclava sexual de los bandidos?-las palabras de Rose parecieron despertar interés del hombre de pelo largo y su compañero el supermutante.
-Familiares míos están presos, quiero ayudarles a escapar- los dos extraños comenzaron a reír a carcajadas, no entendía el porqué de esa reacción, pero tampoco iba a preguntar por ello, era mejor esperar a ver que respondían ellos.
-¡Perdona bonita!-suspiró el hombre de pelo largo secándose las lágrimas de los ojos-Da la casualidad que el Notocar está cerca, te acompañaremos pero no esperes que entremos contigo. No tenemos ni armas ni personal suficiente como para salir con vida de ese infierno.
Rose asintió con la cabeza. No eran las palabras que le habría gustado oír, pero era mejor que quedarse sola en aquel desierto, con suerte encontraría alguno de los mercenarios que envió tiempo atrás y obligarles a cumplir lo pactado.
-¡Vamos Glanius no hay tiempo que perder!-ordenó el supermutante.
-¿Y tú eres?-preguntó Rose dirigiéndose al monstruo verde.
-¡Todos me llaman Potito!
-Yo soy Rose, gracias de nuevo- la curiosidad le recorría todo el cuerpo, no sabía nada de aquellos desconocidos, no tenían pinta de pertenecer a ningún grupo organizado y tampoco de mercenarios aunque había visto mercenarios que aparentaban ser cualquier cosa menos lo que decían ser. Lo que más le llamaba la atención era aquel ser llamado Potito, quizás anteriormente era una persona de carne y hueso o igual había nacido siendo supermutante, quien sabe. En cualquier caso era mejor mantener la boca cerrada para no estropearlo todo.
Glanius liaba un cigarro al mismo tiempo que caminaban en la supuesta dirección del Notocar. El tabaco que utilizaba tenía un color demasiado verdoso y olía muy fuerte, quizás el olor procedía del burro de carga pero no estaba segura. Al encenderlo Glanius le dio dos caladas e inmediatamente se lo pasó a Potito. La espalda del supermutante se hinchaba como un globo a cada calada.
Nadie decía ni una sola palabra, solo fumaban y caminaban, Rose les seguía de cerca contemplando el nuevo amanecer que presentaban ante sus ojos los primeros rayos de sol de la mañana. No había dormido en toda la noche pero no le importaba, estaba demasiado tensa y nerviosa como para pensar en el cansancio. Ahora no podía rendirse.
-¿Que cojones está pasando ahí abajo?- preguntó Glanius. Habían llegado a lo alto de una pequeña colina donde se observaba un valle. Una hilera de personas desfilaba desde el interior de un edificio antiguo parecido a un almacén enorme, como si estuvieran escapando de allí.
Junto a este había dos edificios más, en estado ruinoso todos rodeados por una muralla reconstruida, con las puertas abiertas por donde las personas salían hasta llegar a otra colina cercana. Allí esperaba otro grupo de personas vestidas con atuendos bastante extraños. Todos parecían iguales, excepto el que parecía el cabecilla que llevaba un casco con un cráneo de vaca pegado a él.
-¿Dónde estamos?-preguntó extrañada por la reacción de Glanius. Algo no iba bien, lo notaba pero le daba miedo preguntar más porque algo en su interior le decía que seguramente no le gustaría la contestación.
-¡Agáchate que no nos vean!-ordenó Glanius moviendo el brazo arriba y abajo con la palma de la mano abierta.
Cuando parecía que todo el mundo estaba fuera de aquel edificio violentas explosiones lo redujeron a escombros, levantando una gran polvareda a su alrededor. Rose asustada por el estruendo se tapó los oídos y miro fijamente al suelo. Aquellos momentos fueron eternos.
Las personas a juzgar por su demacrado aspecto esclavos, caminaban en fila custodiados por aquel extraño grupo. Rose se posicionó para tener una mejor visión y comprobar si sus hijos se encontraban entre el grupo de esclavos. Había pocos niños, con mejor aspecto que los adultos pero entre ellos no estaban sus hijos. En su interior solo esperaba que aquel montón de escombros no fuera el Notocar, no lo soportaría.
-¿Que era ese edificio? ¿Dónde estamos?-estaba cada vez más nerviosa, las manos le temblaban y el corazón parecía salirse de su pecho, creía saber la respuesta, nunca había tenido más ganas de estar equivocada.
-A ver cómo te digo esto-respondió Glanius cruzándose de brazos, mirando fijamente hacia el montón de escombros.
-¡Eso es el puto Notocar! ¡Lo han arrasado!- gritó Potito-¡Ya era hora putos negreros!
-¿Como?- el pánico se apodero de Rose, no quería creer las palabras de Potito, quería estar en una pesadilla -No puede ser, no me digas que...
-...lo siento bonita-interrumpió Glanius-Mi amigo tiene tendencia a ser demasiado bruto, pero tiene razón eso es tu ansiado Notocar.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, corrían por sus mejillas hasta acabar cayendo al vacio. Muchos eran los pensamientos que le venían a la cabeza, pero ninguno esperanzador. Todos conducían a un mismo fin, lo más importante de su vida acababa de esfumarse ante sus ojos, la última gota de esperanza acababa de desaparecer como una lagrima en la lluvia. Las fuerzas le abandonaron y cayó al suelo de rodillas;
-¡Noooo!-gritaba entre sollozos-¡Nooo!
-¡Cálmate, puede ser que escaparan!-Glanius puso una mano sobre su hombro, pero Rose la apartó de un manotazo.
-¡Eran unos niños joder! ¡Unos niños pequeños!- no podía dejar de llorar, no podía dejar de maldecir a los malnacidos que se llevaron a sus hijos.
Rose quiso coger un rifle y acabar con todo el mundo pero lo único que vio fue un machete colgando de uno de los compartimentos del maletón que llevaba el burro de carga. En un arrebato de ira lo cogió sin que nadie se diera cuenta y se lo clavó repetidas veces en su propio vientre gritando; -¿Porque a ellos y no a mi?- la ira de Rose junto a la afilada hoja del machete, hacían que este atravesara sus carnes sin contemplación alguna hasta que finalmente algo la paró y no pudo extraerlo quedando clavado en su cuerpo.
-¿Pero qué has hecho loca?- escuchaba los gritos de Potito a lo lejos-¡Quítale el machete de las manos!
Las múltiples heridas sangraban como un rio desbordado tiñéndolo todo de rojo.
Las leyendas de los comerciantes del pueblo parecían ser ciertas << ¡Cuando estas muriendo toda tu vida pasa ante tus ojos como una estrella fugaz!>>
Recordaba a sus padres construyendo la pensión, la fiesta de apertura del negocio, su primera vez con aquel joven del rostro lleno de granos, el nacimiento de cada uno de sus hijos, cuando se hizo cargo del negocio de sus padres, el día en que se llevaron a sus pequeños sin que ella pudiera hacer nada...
-¡Mama!-escuchaba a lo lejos.
<< ¡Mis pequeños!-pensó al oírlos-¡Tranquilos mama os ha encontrado! ¡Ahora estaremos juntos para siempre!>>
-¡Mama, mama, mama!- tuvo la impresión de estar con sus pequeños, de sentir sus caricias, sus lagrimas...
El tiempo en aquel mundo infernal había acabado para Rose Tinmar, ahora podía reunirse con sus seres queridos allá donde estuvieran.
-¿Rose?-alguien la estaba llamando desde la lejanía-¿Rose estas ahí?-la voz sonaba más cercana por momentos. De repente abrió los ojos, Glanius la abofeteaba levemente, estaba tirada en el suelo, la cabeza le dolía horrores y tenía serias dificultades para ver con claridad a Glanius.
-¿Que ha pasado?-preguntó extrañada, creía estar muerta, miró su tripa pero no encontró rastro de ninguna herida-¿Dónde estoy?
-¡Parece que el humo del porro no te sienta bien!-bromeó Potito-¡Fumadora pasiva y se coloca más que nadie, menudo chollo!
-¡Menuda paranoia cogiste bonita!-dijo Glanius sonriendo, Rose comenzaba a sentirse molesta de tanta mofa.
Trató de ponerse en pie, poco a poco recuperaba la vista pero aun sentía un leve mareo.
-¿Donde están los esclavos?-el recuerdo del Notocar explotando ante sus ojos le parecía tan real que no sabía si era una paranoia o lo había vivido en sus carnes.
-Vimos un grupo de personas bastante numeroso dirigiéndose hacia el sur, decidimos mantenernos ocultos porque no inspiraban demasiada confianza, aunque por culpa de tus gritos casi nos descubren-protestó Glanius dando un pequeño sorbo de la cantimplora de metal que llevaba colgando de su hombro derecho.
-¿Eso es el Notocar?-preguntó señalando unos edificios en estado ruinoso cercanos a su posición.
-¡Así es! Al parecer lo han destruido las mismas personas. Aunque cuando llegamos ya estaba así- Glanius se encogió de hombros.
-¡Mis hijos!-exclamó-¡Seguro que iban en ese grupo! ¡Tenemos que seguirlos!
-¡No tienes pasta zorra!-protestó enérgicamente Potito.
-¡Tengo mucho dinero, billetes del antiguo mundo guardados en mi negocio del pueblo!- Rose aun conservaba todo el dinero que les había prometido al resto de mercenarios, como ninguno había vuelto la recompensa estaba intacta. Decidió que quien llegara primero con sus hijos, sería el que se quedaría el dinero pero Glanius y Potito nunca lo sabrían-¡Acompañadme y el dinero será vuestro!
-¿Tu qué opinas?-preguntó Glanius a su compañero supermutante, los dos parecían dudar de la palabra de Rose.
-Bueno yendo hacia el sur no nos desviamos de nuestro camino, siempre podremos abandonarla a su suerte o meterle un tiro entre ceja y ceja. Puede ser una rica cena, ya sabes colega lo que me gusta la carne fresca...je...je...je...-la malvada risa de aquel ser llamado Potito causo desconfianza en Rose, pero lo único que le quedaba era agarrarse a un clavo ardiendo. La paranoia producida por las drogas le había abierto los ojos, no disponía de mucho tiempo, la situación era insostenible y el Notocar había desaparecido, tenía una remota pista del paradero de sus hijos y no podía desperdiciarla, era el último cartucho que disponía.
-¡Esta bien pongámonos en marcha!