FUENTE
Tenía la sensación de estar
más drogado que de costumbre. La sangre de la abominación, no le dejó ver nada
mas allá de su mano aferrada al cuchillo, mientras ambos se precipitaban al
vacío. De pronto despertó en aquel extraño lugar. Un sitio oscuro, lleno de
aparatitos por doquier, con varios robots diminutos. Volaban alrededor de su
cabeza, haciendo a saber que con ella, pero a él no le importaba lo más mínimo.
Al fin y al cabo no notaba nada en ninguna parte de su cuerpo.
Miraba a uno y otro lado en
busca de alguna referencia que le indicara donde podía estar, pero no podía ver
con claridad más allá de su nariz, y la potente luz blanca, que alumbraba la
mayor parte de su cuerpo, más que ayudar, entorpecía.
Solo podía mover los ojos,
el resto de su organismo no respondía a ningún estímulo.
De repente, los diminutos
robots dejaron paso a un tercero de dimensiones grotescas, si lo comparaba con aquellas
moscas cojoneras.
Cada vez lo veía con más
claridad, tenía un parecido similar al de la extraña nave que posó sobre el
edificio, a la bestia que acabó con su amigo, pero aunque allí dentro parecía
gigantesca, esta era mucho más pequeña que la que vio en aquel fatídico
instante.
-¿Que tenemos aquí?-la voz
que emitía aquel extraño robot parecía real, como si tuviera cuerdas vocales
humanas, nada que ver con los sonidos enlatados que proyectaban los robots
normales-Ah sí. Es el protector de la metrópolis. El matagigantes-Fuente
intentaba responderle, pero su boca no conseguía articular sílaba alguna-No te
esfuerces, no podrás moverte hasta que yo lo ordene. Mírate y dime si te gusta
tu nuevo aspecto.
Fuente bajó la vista
haciendo caso a las órdenes del robot. Comprobó que no era su cuerpo, parecía más
bien el de un supermutante. De un color amarillento, con venas prominentes y
una musculatura digna de las revistas de culturismo del antiguo mundo.
-¿Que mierda es
esta?-preguntó desconcertado por su nueva imagen.
-Tu cuerpo no es este, está
en otro lugar, un lugar cuya ubicación no te será revelada por seguridad.
Mataste a mi Goliat, así que ahora me perteneces. Tienes que saldar tus deudas-
<<Sea lo que sea esto, se droga mucho más que yo-pensó al escuchar las
palabras del robot>> - Tienes la ubicación de un lugar el cual debes
destruir. Mas te vale seguir mis instrucciones, de lo contrario pasarás la
eternidad siendo un vegetal.
Inmediatamente después de
escuchar aquellas palabras, todo lo que le rodeaba comenzó a sumirse en la
oscuridad más absoluta. Momentos después, despertó de nuevo. Esta vez, estaba
situado en lo más alto de los restos del edificio, en el que se enfrentó a la
bestia.
<< ¡Que rallada por
dios! >>
Fuente miró sus manos,
continuaba siendo un supermutante. No entendía el porqué, pero los
supermutantes no se atacaban entre si, al menos ser un monstruo podría ayudarle
a salir de la gran metrópolis, no todo iban a ser malas noticias.
Miraba y miraba sus manos,
como si de un niño con un juguete nuevo se tratara. Eran enormes y poderosas,
comprobó que en su muñeca izquierda, portaba una especie de reloj con una
pantalla llena de pequeñas grietas. Esta mostraba un punto específico en el
mapa. Fuente imaginó que era el lugar que debía destruir según las órdenes del
chiflado robot, pero ¿Como se supone que iba a hacer tal tarea?
Conforme caminaba en una
dirección u otra, variaba la posición que marcaba el reloj. Fuente decidió
seguir la trayectoria que marcaba aquel artilugio, quizás fuera la tan ansiada
ruta de salida de la maldita metrópolis.
Como de costumbre, todos los
edificios parecían iguales. La sombra que proyectaban era cada vez más
pronunciada. Esta vez, no se detendría por nada, aunque ello implicara caminar
a oscuras por la noche. Siendo un supermutante, no tenia porque tener miedo de
posibles amenazas por parte de otros mutantes. De todos modos, si algún
descerebrado intentaba atacarle, sería una buena opción para probar la fuerza
de sus enormes puños.
La ciudad era deprimente, y
cuanto más tiempo pasaba en ella más deprimente se volvía. A menudo, cuando
Fuente llegaba a lo más alto de los edificios y contemplaba el paisaje,
imaginaba como sería la metrópolis antes de la guerra. Llena de vida, gente
paseando por cualquier lugar, coches volando, millones de lucecitas que
iluminaban las calles y los edificios por las noches, creando un espectáculo de
colores inimaginable. Pero ahora, lo único que veía eran montones y más
montones de escombros.
El sol casi había
desaparecido por completo, los últimos rayos aun bañaban la parte superior de
los edificios más altos, pero a ras de suelo, parecía ya de noche. Solo la
tímida luz que emanaba de la pantalla del reloj, mostraba a duras penas el
camino que se supone, debía seguir.
Tan concentrado estaba en no
perderse entre la oscuridad, que no pudo evitar chocar con otro supermutante de
dimensiones similares a las suyas. Este giró levemente la cabeza mirándole de
reojo, a duras penas se le veía el rostro. De mirada penetrante, y con esa
característica sonrisa agresiva, de dientes grandes, que todos los
supermutantes tenían grabada a fuego en la cara. Fuente no tenía medio alguno
para ver su nueva jeta, pero estaba convencido de que la suya sería igual. Al
verle, el supermutante pareció no tomarle como una amenaza gracias a su nuevo
cuerpo, y se limitó a seguir comiendo casquería, que sacaba de un viejo saco
empapado de sangre.
<< ¡Qué asco por
dios!-pensó al verlo meterse restos de sesos en la boca>>
Era una sensación bastante
extraña estar delante de un monstruo de esos, y que este no quisiera matarle,
aunque por otro lado, nunca se había sentido tan seguro dentro de aquella
maldita ciudad.
<< ¡Aun tendré que
darle las gracias y todo al chiflado del robot!>>
Cada vez se adentraba más en
la penumbra absoluta que imperaba en las calles. Las bestias raras comenzaban a
tener más presencia en el lugar. Aquel era el sitio más inhóspito que podría
haber en toda la región. Cada vez, era más notable la sensación de que aquella
ruta, no le permitiría salir de la metrópolis.
Poco a poco comenzaba a ver los
edificios, los escombros, las ruinas y los engendros con más claridad. Parecía
como si el color de las cosas se hubiera disuelto en tonalidades grises. Por lo
visto, los ojos de aquella bestia tenían la gran virtud de adaptarse a
situaciones con escasez de luz. Un paisaje en blanco y negro se levantaba ante
sus narices.
Se escuchaban disparos a lo
lejos, seguramente hombres batallando contra alguna abominación, caza tesoros
quizás, nadie en su sano juicio se adentraría tanto en la ciudad, si no fuera
para conseguir un buen botín, repleto de riquezas o tecnología del antiguo
mundo. Era muy difícil ver un mutante armado con metralleta, aunque en aquel
lugar era más fácil que se diera el primer caso.
Rastreando el sonido de los
disparos, Fuente se dirigió al origen de estos. Cada vez los escuchaba con más
intensidad, incluso voces de alarma y gritos de dolor.
-¡No dejéis de disparar!
-¿De dónde ha salido esa
cosa?
-¡Mierdaaaa!- Fuente se
apresuró por llegar a la zona de acción, pero una vez allí, solo encontró los
cuerpos descuartizados de cuatro hombres. Al parecer, habían topado con algún Behemoth.
Tenían las extremidades desgarradas como hojas de papel, algo que solo una
abominación de un tamaño similar a los Behemoth era capaz de hacer.
-¡Joder nunca conseguiré
salir de aquí!-quiso decir, pero de su boca solo salieron gruñidos. Aquellos
desgraciados iban muy bien armados, pero ello, no fue motivo suficiente para
evitar acabar como la mayoría de sus compañeros. De entre todas las armas que
dejaron esparcidas por el suelo, Fuente fijó la mirada en una Gatling pesada,
una ametralladora plasma de gran calibre. Los mutantes no le atacarían, pero
los hombres si lo harían, motivo por el que era mejor estar lo mejor protegido
posible. Así que sin pensarlo dos veces, cargó con el arma y siguió el camino
que marcaba el reloj.
Conforme avanzaba, los
edificios parecían más pequeños. Era un buen indicador, de que cada vez estaba más
cerca de salir de la metrópolis o al menos eso quería pensar. Pero seguía sin
estar totalmente convencido.
<< ¿Como acabamos tan
lejos?-pensó al darse cuenta de todo lo que había recorrido>>, no sabía cuántas
horas había caminado, ni cuantas horas le quedarían hasta salir de allí. De lo
que si estaba seguro, era de que nunca podría haberlo hecho siendo un humano, y
menos aun, teniendo que volver noche tras noche al gigantesco estadio de
futbol, donde se había establecido el campamento.
-¡Por fin!-quiso gritar,
pero de su boca emanó un estruendoso rugido. A lo lejos, casi en el horizonte,
reconocía las ruinas de aquellos edificios, los cuales no tenían una altura
superior a la de dos plantas. Eran los límites de la ciudad, lugar por donde
meses atrás, tanto Fuente como sus compañeros de escuadrón, habían comenzado su
misión. Pronto, comenzaría a ver los barracones habitados, en las cercanías de
la base del Ejército del Pueblo Libre.
La euforia del momento, desapareció
de un plumazo, al darse cuenta que con aquel aspecto, no podría regresar a la
base. No era él, era un mutante que no podía articular ninguna palabra armado
con una ametralladora.
<< ¡Me cago en mi mala
suerte!-pensó-¡Tanto tiempo buscando salir y cuando lo consigo no sirve de
nada!>>
Cruzar la zona habitada por
civiles era tarea fácil. Fuente conocía hasta donde se extendía aquel sector,
podría bordearlo y así evitar ser visto por nadie. Pero no podía dejar de
preguntarse para que iba a querer hacer eso. Una vez a las puertas de la base,
sería atacado y él no podría hacer nada para dar a entender a sus antiguos
compañeros, que no era una amenaza para ellos.
-¡Mierda, mierda,
mierda!-gruñía una y otra vez, dándose cabezazos contra los restos de una
pared. Por el reloj, comprobó que no se había desviado tanto de la trayectoria
inicial. Al menos si seguía la nueva ruta, podría ver de lejos la base y
recordar viejos tiempos.
Caminó por los límites del
territorio ocupado por los civiles, los primeros rayos de sol de la mañana,
bañaban las sucias aguas del rio y Fuente volvía ver el paisaje a todo color. A
lo lejos vislumbraba la base, aunque aun podía acercarse un poco más sin correr
el peligro de ser visto y así lo hizo. Pero una vez alcanzó el límite de seguridad,
percibió una amenaza, pero no para él, sino para sus compañeros de la base.
Un pequeño ejército de unos
cincuenta soldados, se organizaban escondidos entre las ruinas, al parecer se
preparaban para asaltar el fuerte. Vestían una extraña servoarmadura de un
blanco impoluto. Iban muy bien armados y por cómo se movían, parecía que sabían
bien por donde tenían que atacar.
Fuente se sentía con la
obligación de hacer algo para alertar a la base, fueran cuales fueran las
consecuencias. Corrió bordeando el río para no ser visto por los atacantes. Una
vez accedió a la zona de seguridad de la base, armó la ametralladora y comenzó
a disparar, fijando su objetivo en el lugar donde se escondían los asaltantes
de servoarmadura blanca. Aquella acción pareció dar sus frutos de inmediato,
puesto que la alarma de la base comenzó a sonar. Cuando era humano, odiaba
aquel estridente sonido, pero ahora era como una melancólica melodía para sus
oídos.
El ejército enemigo comenzó
a salir de su escondrijo, tomando una posición estratégica en el campo de
batalla. Fuente pronto se vio envuelto en medio de un fuego cruzado, con
escasas posibilidades de ponerse a salvo. La mayoría de las balas acababan impactando
en su cuerpo, haciendo saltar por los aires, pequeños trozos de carne
amarillenta y salpicones sangre, pero él no sentía daño alguno. Lo que si
comenzaba a percibir era la fatiga que acumulaba aquel cuerpo, conforme los
proyectiles le alcanzaban.
Consiguió acabar con tres de
los soldados, pero aquello le costó toda la munición que disponía para el
Gatling. Con una rabia desmedida lanzó el arma a varios metros. Esta no llegó a
alcanzar a ningún enemigo, acción que Fuente lamentó en su interior.
Con los puños de
supermutante como único armamento, Fuente caminó con paso firme en dirección
opuesta a la base, allá donde había mayor número de soldados enemigos. Sentía
que cada vez sus movimientos eran más lentos. Todas las armas enemigas y parte
de las amigas, tenían puesto el punto de mira sobre su cuerpo, disparando sin
miramientos. Pero por mucho que dispararan, no conseguían que él se detuviera.
Cuando ya casi había
alcanzado al pelotón enemigo, sus piernas dejaron de responder. Se dio cuenta
de que estaba con las rodillas clavadas en el suelo, a pocos metros de sus
presas y no podía hacer nada por levantarse. En ese momento, uno de los soldados
enemigos, aprovechó para armar un Toro.
<< ¡Mierda!-pensó al
ver el arma-¡Si consigue disparar esa bestia saltaremos todos por los
aires!>>
El soldado tuvo toda la
tranquilidad del mundo para cargar el arma, o al menos eso le pareció a Fuente.
Una vez equipado y con la ayuda de un compañero, apuntó hacia la base del
Ejército del Pueblo Libre y disparó el proyectil.
Fuente estaba en medio de la
trayectoria del misil, al parecer el soldado quería matar dos pájaros de un
tiro. Con la poca fuerza que aún le quedaba en los brazos, consiguió
interceptar el misil abalanzándose sobre él. Este lo arrastró varios metros,
hasta que finalmente se detuvo amarrado entre sus brazos y en ese preciso
instante, un zumbido ensordecedor inundó sus oídos. El zumbido paró de
inmediato y todo cuanto le rodeaba volvió a la más absoluta oscuridad.