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miércoles, 17 de diciembre de 2014

CAPÍTULO XLIII - ADIOS MI HOGAR



FUENTE



Tenía la sensación de estar más drogado que de costumbre. La sangre de la abominación, no le dejó ver nada mas allá de su mano aferrada al cuchillo, mientras ambos se precipitaban al vacío. De pronto despertó en aquel extraño lugar. Un sitio oscuro, lleno de aparatitos por doquier, con varios robots diminutos. Volaban alrededor de su cabeza, haciendo a saber que con ella, pero a él no le importaba lo más mínimo. Al fin y al cabo no notaba nada en ninguna parte de su cuerpo.
Miraba a uno y otro lado en busca de alguna referencia que le indicara donde podía estar, pero no podía ver con claridad más allá de su nariz, y la potente luz blanca, que alumbraba la mayor parte de su cuerpo, más que ayudar, entorpecía.
Solo podía mover los ojos, el resto de su organismo no respondía a ningún estímulo.
De repente, los diminutos robots dejaron paso a un tercero de dimensiones grotescas, si lo comparaba con aquellas moscas cojoneras.
Cada vez lo veía con más claridad, tenía un parecido similar al de la extraña nave que posó sobre el edificio, a la bestia que acabó con su amigo, pero aunque allí dentro parecía gigantesca, esta era mucho más pequeña que la que vio en aquel fatídico instante.
-¿Que tenemos aquí?-la voz que emitía aquel extraño robot parecía real, como si tuviera cuerdas vocales humanas, nada que ver con los sonidos enlatados que proyectaban los robots normales-Ah sí. Es el protector de la metrópolis. El matagigantes-Fuente intentaba responderle, pero su boca no conseguía articular sílaba alguna-No te esfuerces, no podrás moverte hasta que yo lo ordene. Mírate y dime si te gusta tu nuevo aspecto.
Fuente bajó la vista haciendo caso a las órdenes del robot. Comprobó que no era su cuerpo, parecía más bien el de un supermutante. De un color amarillento, con venas prominentes y una musculatura digna de las revistas de culturismo del antiguo mundo.
-¿Que mierda es esta?-preguntó desconcertado por su nueva imagen.
-Tu cuerpo no es este, está en otro lugar, un lugar cuya ubicación no te será revelada por seguridad. Mataste a mi Goliat, así que ahora me perteneces. Tienes que saldar tus deudas- <<Sea lo que sea esto, se droga mucho más que yo-pensó al escuchar las palabras del robot>> - Tienes la ubicación de un lugar el cual debes destruir. Mas te vale seguir mis instrucciones, de lo contrario pasarás la eternidad siendo un vegetal.
Inmediatamente después de escuchar aquellas palabras, todo lo que le rodeaba comenzó a sumirse en la oscuridad más absoluta. Momentos después, despertó de nuevo. Esta vez, estaba situado en lo más alto de los restos del edificio, en el que se enfrentó a la bestia.
<< ¡Que rallada por dios! >>
Fuente miró sus manos, continuaba siendo un supermutante. No entendía el porqué, pero los supermutantes no se atacaban entre si, al menos ser un monstruo podría ayudarle a salir de la gran metrópolis, no todo iban a ser malas noticias.
Miraba y miraba sus manos, como si de un niño con un juguete nuevo se tratara. Eran enormes y poderosas, comprobó que en su muñeca izquierda, portaba una especie de reloj con una pantalla llena de pequeñas grietas. Esta mostraba un punto específico en el mapa. Fuente imaginó que era el lugar que debía destruir según las órdenes del chiflado robot, pero ¿Como se supone que iba a hacer tal tarea?
Conforme caminaba en una dirección u otra, variaba la posición que marcaba el reloj. Fuente decidió seguir la trayectoria que marcaba aquel artilugio, quizás fuera la tan ansiada ruta de salida de la maldita metrópolis.
Como de costumbre, todos los edificios parecían iguales. La sombra que proyectaban era cada vez más pronunciada. Esta vez, no se detendría por nada, aunque ello implicara caminar a oscuras por la noche. Siendo un supermutante, no tenia porque tener miedo de posibles amenazas por parte de otros mutantes. De todos modos, si algún descerebrado intentaba atacarle, sería una buena opción para probar la fuerza de sus enormes puños.
La ciudad era deprimente, y cuanto más tiempo pasaba en ella más deprimente se volvía. A menudo, cuando Fuente llegaba a lo más alto de los edificios y contemplaba el paisaje, imaginaba como sería la metrópolis antes de la guerra. Llena de vida, gente paseando por cualquier lugar, coches volando, millones de lucecitas que iluminaban las calles y los edificios por las noches, creando un espectáculo de colores inimaginable. Pero ahora, lo único que veía eran montones y más montones de escombros.
El sol casi había desaparecido por completo, los últimos rayos aun bañaban la parte superior de los edificios más altos, pero a ras de suelo, parecía ya de noche. Solo la tímida luz que emanaba de la pantalla del reloj, mostraba a duras penas el camino que se supone, debía seguir.
Tan concentrado estaba en no perderse entre la oscuridad, que no pudo evitar chocar con otro supermutante de dimensiones similares a las suyas. Este giró levemente la cabeza mirándole de reojo, a duras penas se le veía el rostro. De mirada penetrante, y con esa característica sonrisa agresiva, de dientes grandes, que todos los supermutantes tenían grabada a fuego en la cara. Fuente no tenía medio alguno para ver su nueva jeta, pero estaba convencido de que la suya sería igual. Al verle, el supermutante pareció no tomarle como una amenaza gracias a su nuevo cuerpo, y se limitó a seguir comiendo casquería, que sacaba de un viejo saco empapado de sangre.
<< ¡Qué asco por dios!-pensó al verlo meterse restos de sesos en la boca>>
Era una sensación bastante extraña estar delante de un monstruo de esos, y que este no quisiera matarle, aunque por otro lado, nunca se había sentido tan seguro dentro de aquella maldita ciudad.
<< ¡Aun tendré que darle las gracias y todo al chiflado del robot!>>
Cada vez se adentraba más en la penumbra absoluta que imperaba en las calles. Las bestias raras comenzaban a tener más presencia en el lugar. Aquel era el sitio más inhóspito que podría haber en toda la región. Cada vez, era más notable la sensación de que aquella ruta, no le permitiría salir de la metrópolis.
Poco a poco comenzaba a ver los edificios, los escombros, las ruinas y los engendros con más claridad. Parecía como si el color de las cosas se hubiera disuelto en tonalidades grises. Por lo visto, los ojos de aquella bestia tenían la gran virtud de adaptarse a situaciones con escasez de luz. Un paisaje en blanco y negro se levantaba ante sus narices.
Se escuchaban disparos a lo lejos, seguramente hombres batallando contra alguna abominación, caza tesoros quizás, nadie en su sano juicio se adentraría tanto en la ciudad, si no fuera para conseguir un buen botín, repleto de riquezas o tecnología del antiguo mundo. Era muy difícil ver un mutante armado con metralleta, aunque en aquel lugar era más fácil que se diera el primer caso.
Rastreando el sonido de los disparos, Fuente se dirigió al origen de estos. Cada vez los escuchaba con más intensidad, incluso voces de alarma y gritos de dolor.
-¡No dejéis de disparar!
-¿De dónde ha salido esa cosa?
-¡Mierdaaaa!- Fuente se apresuró por llegar a la zona de acción, pero una vez allí, solo encontró los cuerpos descuartizados de cuatro hombres. Al parecer, habían topado con algún Behemoth. Tenían las extremidades desgarradas como hojas de papel, algo que solo una abominación de un tamaño similar a los Behemoth era capaz de hacer.
-¡Joder nunca conseguiré salir de aquí!-quiso decir, pero de su boca solo salieron gruñidos. Aquellos desgraciados iban muy bien armados, pero ello, no fue motivo suficiente para evitar acabar como la mayoría de sus compañeros. De entre todas las armas que dejaron esparcidas por el suelo, Fuente fijó la mirada en una Gatling pesada, una ametralladora plasma de gran calibre. Los mutantes no le atacarían, pero los hombres si lo harían, motivo por el que era mejor estar lo mejor protegido posible. Así que sin pensarlo dos veces, cargó con el arma y siguió el camino que marcaba el reloj.
Conforme avanzaba, los edificios parecían más pequeños. Era un buen indicador, de que cada vez estaba más cerca de salir de la metrópolis o al menos eso quería pensar. Pero seguía sin estar totalmente convencido.
<< ¿Como acabamos tan lejos?-pensó al darse cuenta de todo lo que había recorrido>>, no sabía cuántas horas había caminado, ni cuantas horas le quedarían hasta salir de allí. De lo que si estaba seguro, era de que nunca podría haberlo hecho siendo un humano, y menos aun, teniendo que volver noche tras noche al gigantesco estadio de futbol, donde se había establecido el campamento.
-¡Por fin!-quiso gritar, pero de su boca emanó un estruendoso rugido. A lo lejos, casi en el horizonte, reconocía las ruinas de aquellos edificios, los cuales no tenían una altura superior a la de dos plantas. Eran los límites de la ciudad, lugar por donde meses atrás, tanto Fuente como sus compañeros de escuadrón, habían comenzado su misión. Pronto, comenzaría a ver los barracones habitados, en las cercanías de la base del Ejército del Pueblo Libre.
La euforia del momento, desapareció de un plumazo, al darse cuenta que con aquel aspecto, no podría regresar a la base. No era él, era un mutante que no podía articular ninguna palabra armado con una ametralladora.
<< ¡Me cago en mi mala suerte!-pensó-¡Tanto tiempo buscando salir y cuando lo consigo no sirve de nada!>>
Cruzar la zona habitada por civiles era tarea fácil. Fuente conocía hasta donde se extendía aquel sector, podría bordearlo y así evitar ser visto por nadie. Pero no podía dejar de preguntarse para que iba a querer hacer eso. Una vez a las puertas de la base, sería atacado y él no podría hacer nada para dar a entender a sus antiguos compañeros, que no era una amenaza para ellos.
-¡Mierda, mierda, mierda!-gruñía una y otra vez, dándose cabezazos contra los restos de una pared. Por el reloj, comprobó que no se había desviado tanto de la trayectoria inicial. Al menos si seguía la nueva ruta, podría ver de lejos la base y recordar viejos tiempos.
Caminó por los límites del territorio ocupado por los civiles, los primeros rayos de sol de la mañana, bañaban las sucias aguas del rio y Fuente volvía ver el paisaje a todo color. A lo lejos vislumbraba la base, aunque aun podía acercarse un poco más sin correr el peligro de ser visto y así lo hizo. Pero una vez alcanzó el límite de seguridad, percibió una amenaza, pero no para él, sino para sus compañeros de la base.
Un pequeño ejército de unos cincuenta soldados, se organizaban escondidos entre las ruinas, al parecer se preparaban para asaltar el fuerte. Vestían una extraña servoarmadura de un blanco impoluto. Iban muy bien armados y por cómo se movían, parecía que sabían bien por donde tenían que atacar.
Fuente se sentía con la obligación de hacer algo para alertar a la base, fueran cuales fueran las consecuencias. Corrió bordeando el río para no ser visto por los atacantes. Una vez accedió a la zona de seguridad de la base, armó la ametralladora y comenzó a disparar, fijando su objetivo en el lugar donde se escondían los asaltantes de servoarmadura blanca. Aquella acción pareció dar sus frutos de inmediato, puesto que la alarma de la base comenzó a sonar. Cuando era humano, odiaba aquel estridente sonido, pero ahora era como una melancólica melodía para sus oídos.
El ejército enemigo comenzó a salir de su escondrijo, tomando una posición estratégica en el campo de batalla. Fuente pronto se vio envuelto en medio de un fuego cruzado, con escasas posibilidades de ponerse a salvo. La mayoría de las balas acababan impactando en su cuerpo, haciendo saltar por los aires, pequeños trozos de carne amarillenta y salpicones sangre, pero él no sentía daño alguno. Lo que si comenzaba a percibir era la fatiga que acumulaba aquel cuerpo, conforme los proyectiles le alcanzaban.
Consiguió acabar con tres de los soldados, pero aquello le costó toda la munición que disponía para el Gatling. Con una rabia desmedida lanzó el arma a varios metros. Esta no llegó a alcanzar a ningún enemigo, acción que Fuente lamentó en su interior.
Con los puños de supermutante como único armamento, Fuente caminó con paso firme en dirección opuesta a la base, allá donde había mayor número de soldados enemigos. Sentía que cada vez sus movimientos eran más lentos. Todas las armas enemigas y parte de las amigas, tenían puesto el punto de mira sobre su cuerpo, disparando sin miramientos. Pero por mucho que dispararan, no conseguían que él se detuviera.
Cuando ya casi había alcanzado al pelotón enemigo, sus piernas dejaron de responder. Se dio cuenta de que estaba con las rodillas clavadas en el suelo, a pocos metros de sus presas y no podía hacer nada por levantarse. En ese momento, uno de los soldados enemigos, aprovechó para armar un Toro.
<< ¡Mierda!-pensó al ver el arma-¡Si consigue disparar esa bestia saltaremos todos por los aires!>>
El soldado tuvo toda la tranquilidad del mundo para cargar el arma, o al menos eso le pareció a Fuente. Una vez equipado y con la ayuda de un compañero, apuntó hacia la base del Ejército del Pueblo Libre y disparó el proyectil.
Fuente estaba en medio de la trayectoria del misil, al parecer el soldado quería matar dos pájaros de un tiro. Con la poca fuerza que aún le quedaba en los brazos, consiguió interceptar el misil abalanzándose sobre él. Este lo arrastró varios metros, hasta que finalmente se detuvo amarrado entre sus brazos y en ese preciso instante, un zumbido ensordecedor inundó sus oídos. El zumbido paró de inmediato y todo cuanto le rodeaba volvió a la más absoluta oscuridad.

jueves, 18 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXV - PROTECTOR




FUENTE






Sentado en el borde, con las piernas colgando hacia el vacio en uno de tantos rascacielos marchitos por el paso del tiempo, el ataque nuclear o guerras posteriores, Fuente miraba con la vista perdida hacia el horizonte desde una de las últimas plantas del edificio. Le habría gustado llegar a lo más alto, pero el resto era inaccesible.

La gran ciudad en ruinas era inmensa, centenares de edificios se elevaban ante sus ojos hasta llegar a difuminarse en el horizonte. Fuente intentaba subirse todos los días a los edificios más altos para ver si la salida de la ciudad estaba cercana, pero era un laberinto descomunal y cada vez estaba más cansado de fracasar en sus intentos por salir de urbe. El día no era lo suficientemente largo para explorar en una dirección u otra y volver de nuevo al asentamiento. La noche era tan peligrosa como el día, pero a pie de calle la exagerada elevación de los rascacielos hacía que la oscuridad más absoluta imperara en toda la metrópoli.

Meses atrás Pececito, el mandamás del Ejército del Pueblo Libre mandó varios pelotones entre los que se encontraba Fuente a rastrear la ciudad en busca de riquezas, armamento y munición. Bien adentrados en las ruinas de la capital, fueron sorprendidos por armas biológicas que los habitantes del antiguo mundo soltaron en la guerra para destruir la ciudad. Criaturas que parecían proceder del inframundo, abominaciones que ninguna persona podría llegar a imaginar, sueltas durante décadas en aquel gigantesco cementerio de cadáveres a su libre albedrío sin control alguno. Desde aquel momento les fue imposible regresar, pasaron los últimos meses intentando sobrevivir, la comida escaseaba y muchos perecieron a causa del hambre o los ataques de las abominaciones. Otros por el contrario quisieron hacer de los engendros muertos su cena, pero el nivel de radiación acabó por destrozarles la tripa.

Fuente había comido de todo lo comible, solo le quedaba cruzar la delgada línea que le separaba entre la cordura y el canibalismo de personas, pero por el momento, no estaba dispuesto a llegar a tal extremo. El alcohol y las drogas que aun quedaban en el campamento calmaban su apetito, pero estaban mermando considerablemente su salud.


-¡Joder Fuente no se que será peor si morir de hambre o reventar como lo estás haciendo de una sobredosis!-espetó Santiago, un buen amigo suyo y de los pocos supervivientes que aun tenían fuerzas para caminar. Los inyectores de meta-codeína vacios, tirados alrededor suyo lo habían delatado. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que estaba poniéndose, Santiago le recriminaba una y otra vez que lo dejara pero él hacía caso omiso a los consejos de su amigo.

-¡Es mejor morir volando que vivir agonizando!-vociferó Fuente. Odiaba el mote que le habían puesto sus compañeros la noche en que estando de fiesta, subió a la azotea del prostíbulo donde habían pasado la mitad de la noche, se bajó los pantalones y comenzó a orinar hacia la calle, con tan mala suerte que acertó de lleno en la cabeza del sargento Salinas que salía del local encendiéndose un cigarro. Como castigo Fuente no cobró en el periodo de siete noches y siete días, pero lo que más le jodió fue el mote que a partir de entonces comenzaron a llamarle todos sus compañeros.

-¡Otro día más sin encontrar una puta salida!- lamentó Santiago sentándose a su lado.

-¡Qué más da!-Fuente sabía que su compañero no tenía la culpa de sus desgracias, pero le hablaba como si realmente lo fuera, aunque Santiago ya estaba acostumbrado a su forma de ser- ¡El mundo está hecho una mierda tanto fuera como dentro de esta maldita ciudad! ¿Que mas da donde vivir?

-¡Fuera al menos viviríamos, aquí dentro solo podemos alargar nuestra agonía!

El cigarro casi consumido comenzaba a quemarle dos dedos, apuró la última calada y lo tiró al vacio.

-¡En fin voy a ver si le doy a algún mutante en la cabeza!- aun con todas las sustancias que llevaba en el cuerpo, Fuente consiguió levantarse, se bajó los pantalones e hizo honores a su mote. Su compañero no podía dejar de reír a carcajadas al ver tal espectáculo.

Aquel chistoso momento se vio interrumpido por un extraño objeto que divisaron a lo lejos, acercándose hacia ellos a gran velocidad, surcando la atmosfera de la gran ciudad. Al principio parecía un pájaro, pero una vez el extraño objeto estuvo lo suficientemente cerca, distinguieron una criatura enorme colgando de lo que parecía ser una pequeña nave tripulada por un cerebro.

-¿Estoy demasiado drogado o eso es lo que parece?-el pánico comenzaba a apoderarse de Fuente, que no daba crédito a lo que estaba viendo.

-¡Creo que estamos viendo lo mismo!-respondió Santiago que no salía de su asombro. Aquel ser debía tener una altura similar a la que tendrían tres plantas de aquel edificio, de piel blanquecina e inexistente en algunas partes de su cuerpo. Era como una mala copia a tamaño ampliado de un cadáver mutante, con deformidades por doquier. La frente brillaba por su ausencia, por muy grande que fuera aquella cosa el cerebro debía ser tan pequeño como un guisante, porque espacio en aquella enorme cabeza no parecía haber para ello, no al menos como debía ser. Ojos pequeños incrustados en profundos y huesudos cuencos. Fosas nasales diminutas y carencia de nariz. La boca parecía estar en posición vertical, de ella sobresalían cuatro colmillos, uno en cada esquina pegados a un músculo que tapaba casi por completo su boca. El cuello era un amasijo abarrotado de músculos que unían la parte superior de la cabeza con los hombros. El cuerpo de aquella criatura parecía el de un hombre que hubiera muerto de hambre, los huesos muy marcados y los músculos casi saliéndose de la piel. Se trataría del ser mas enclenque y débil que Fuente jamás hubiera visto, pero por su tamaño, la realidad resultaba ser bastante diferente. Parecía dormido, las garras entrecruzadas sujetaban sus piernas dándole la forma de una bola gigantesca.

El pequeño artefacto sujetaba la abominación por un tejido que le sobresalía de la espalda a la altura del pescuezo.

-¡Joder vámonos!-gritó Fuente. Cuando quisieron escapar ya era demasiado tarde, la pequeña nave dejó caer la criatura, esta impactó contra el edificio y despertó de inmediato. La sacudida fue tan violenta que por momentos pensaron que la torre de pisos se derrumbaría como un castillo de arena.

La criatura cayó varias plantas por debajo de donde estaba Fuente y su compañero, al acercarse de nuevo al borde comprobó como ascendía clavando sus enormes manos a la marchita estructura del edificio. Cascotes y escombros caían a cada manotazo.

-¡Hay que hacerlo caer o el edificio se vendrá abajo!-gritó Santiago-¡Dispara!

Las células de fusión parecían no afectar en absoluto a la abominación, esta continuaba su ascenso emitiendo un grito tan potente que hacía temblar los cimientos de la torre. Sus fauces expulsaban a varios metros un gran chorro de saliva cada vez que el ser abría la boca.

-¡Mierda! ¡Deja de disparar y corre!- gritó Fuente ante la desesperación de no poder frenar el ascenso de la criatura. Rápidamente se dirigieron hacia el interior del edificio donde se encontraban las escaleras y el hueco por donde se supone que antes se encontraban los ascensores.

Descendieron varias plantas, hasta que finalmente toparon con la feroz mirada de la criatura, esta al verlos no dudó un momento y lanzo un violento golpe que traspasó el bloque entero. En el último momento Fuente pudo esquivar la embestida, pero no así su compañero Santiago que cayó preso por la enorme mano de la abominación.

-¡Santiiii!- gritó Fuente disparando hacia la gigantesca mano para intentar liberar a su compañero, pero sus esfuerzos fueron en vano. La criatura retiró ferozmente el brazo y la estructura cedió. Las plantas superiores del edificio se vinieron abajo en una lluvia de polvo y escombros. Fuente de espaldas al suelo y con su rifle de plasma en las manos retrocedía torpemente viendo como Santiago, aprisionado, se debatía entre la vida y la muerte. Estaba asfixiándose por la enorme presión que la criatura ejercía sobre su cuerpo. Su cara cada vez más violácea, reflejaba el enorme dolor que le estaba produciendo aquella gigantesca mole. Finalmente la criatura se deshizo de Santiago lanzándolo hacia el vacío con tal fuerza que se elevó varios metros antes de precipitarse.

Sin ningún obstáculo que dificultase su acceso la criatura se posó en la cima de lo que quedaba de edificio. Fuente desde el borde opuesto se percató de que la altura aun era considerable, el impacto contra el suelo acabaría con cualquiera, incluso con aquel monstruo, la pregunta era como. Miró el cargador de su rifle de plasma, quedaban apenas diez disparos, en sus bolsillos no había munición de recarga, solo un par de granadas de mano.

La criatura se acercó hacia él con las fauces abiertas como si quisiera comérselo, emitiendo su potente grito. Fuente no se precipitó al vacío por poco, pero quedó impregnado de aquellas viscosas babas. Hábilmente aprovechó el momento de prepotencia del ser, para escapar por debajo de sus enormes piernas. Varios zarpazos a punto estuvieron de alcanzarlo, pero la criatura era tan grande y el espacio en el edificio tan reducido que todos los movimientos de esta eran cuanto menos torpes.

De espaldas a él, la criatura intentaba darse la vuelta para atacar de nuevo, Fuente observó colgando de la blanca espalda de la abominación, el tejido con el que la nave la había transportado hasta allí. Armó el rifle de plasma y disparo un tiro certero hacia el tejido. Al impactar, Fuente observó que esta vez la criatura si sentía dolor, aunque no lo suficiente como para acabar con lo que fuera eso.

Aquella mole con piernas y brazos pesaba demasiado, y así lo hizo saber el suelo que comenzó a ceder a los pies de esta. << ¡Mierda el edificio se nos viene abajo!-pensó al ver como los pies del monstruo destrozaban los pisos inferiores-¿Pero cómo me deshago de él?>>, en ese momento lo vio claro, el punto débil del mutante era aquel extraño tejido que sobresalía de su espalda, el blanco era fácil puesto que la criatura había dejado a un lado su ataque y luchaba por no caerse del edificio.

Fuente lanzó una de las dos granadas que aún le quedaban en los bolsillos, el impacto hizo que la abominación soltara un grito aun más fuerte que los anteriores, aunque la granada solo sirvió para que la criatura recordara porque estaba allí arriba. A causa del derrumbe, el engendro había caído varias plantas y no llegaba a alcanzar a Fuente que miraba ojiplático como esta, con una incontrolable furia, lanzaba un fuerte golpe contra los restos de la estructura, la cual mantenía a Fuente en una posición elevada.

La separación entre la criatura y Fuente se vio reducida a la nada. Montones de escombros se derrumbaban sobre el cuerpo del monstruo que lanzaba manotazos a diestro y siniestro para evitar los impactos. Fuente tuvo suerte de no ser golpeado por ninguna de las dos gigantescas manos, no así su rifle de plasma, que salió disparado perdiéndose casi en el horizonte.

Fuente aterrizó sobre el enorme lomo de la criatura, dándose un fuerte golpe que le dejo aturdido durante unos instantes. Al parecer el monstruo creyó haber acabado con él, ya que dejó de lanzar manotazos. Tenía tan cerca el tejido extraño que casi podía arañarlo con sus uñas aunque si una granada y una célula de fusión no habían causado el más mínimo rasguño de poco serviría que lo arañara. El supuesto punto flaco de la criatura tenía una forma bulbosa, del color de la sangre. De su interior emanaba una especie de líquido trasparente bastante gelatinoso.

De repente el engendro volvió a lanzar violentos manotazos, parecía como si se hubiera percatado de que Fuente estaba a sus espaldas, pero la forma en la que estaban constituidas sus extremidades no le permitían alcanzarlo. Por su parte a Fuente solo le quedaba una granada y un machete guardado en una funda colgada de su cintura.

La lucha con la criatura terminó por mermar sus fuerzas, Fuente estaba agotado, solo podía agarrarse a la espalda para no salir despedido por las intensas sacudidas del ser. Con dificultad deslizó la mano para desenfundar el machete, el líquido gelatinoso que emanaba del tejido bulboso hacia que cada vez fuera más difícil sujetarse a la espalda de la abominación, a decir verdad Fuente ya no sabía ni porque tenía tanto empeño por mantenerse y no caer, si no era el monstruo quien acabara con él, seria la propia gravedad al caer desde una altura como aquella.

<< ¡No me iré sin luchar!-se dijo a si mismo>>, Fuente sacó fuerzas de donde no había y desenfundó el machete, sujetándolo firmemente por la empuñadura lo clavó sobre el tejido de la criatura. Esta gritó con más fuerza, pero a diferencia de las anteriores ocasiones esta vez parecía que el dolor si le afectaba con la suficiente contundencia. El machete por la propia fuera que ejercía Fuente con su peso, rasgaba lentamente la piel del monstruo. La sangre fluía con intensidad por la incisión cada vez más prolongada. Tal era la cantidad de sangre, que las manos de Fuente, que se agarraba con todas sus fuerzas a la empuñadura del machete, se hundían en aquel rio rojo.

El engendro intentaba deshacerse de él arrancando trozos de la estructura que aun quedaba en pie del edificio y tirándolos hacia su espalda. En uno de sus ataques la criatura perdió pié y el edificio cedió, precipitándose al vacio con Fuente aferrado firmemente al machete.

-¡Oh no, mierda!

sábado, 28 de junio de 2014

CAPÍTULO XXIX - VOLARÉ


TRAISA



No pudo pegar ojo en toda la noche. La guerra no terminó cuando el sargento Campos consiguió aterrizar el pájaro en la azotea de la base de la Hermandad. Traisa observó como decenas, quizás centenares de personas heridas y otras tantas fallecidas por las calles de Penélope lo confirmaban. Eran los únicos derrotados, gente que luchaba día a día por buscar algo de comida que llevarse a la boca o un chute de cualquier mierda para ponerse y olvidarse de aquel infierno. La población más débil que no tenía un techo donde dormir, esclavos de antepasados que no supieron arreglar sus diferencias de forma civilizada.

Traisa lo sabía muy bien, horas y horas leyendo manuscritos, libros de historia incompletos, destrozados por el paso del tiempo o las guerras pasadas, por más que leyera todos llegaban a la misma conclusión. Esta quedó en evidencia después de la batalla entre la Hermandad del Rayo y el Ejército del Pueblo Libre.

Los medicamentos empezaban a escasear, Traisa sujetaba fuertemente con su mano izquierda una jeringa cargada de metacodeína un derivado opiáceo bastante potente. Se debatía entre meterse ella mismo el chute o reservarla para algún paciente que lo necesitara.

Seguramente habría muchas personas que lo necesitaran más que ella y el medicamento comenzaba a escasear, pero Traisa comenzaba a sentir como el agotamiento se apoderaba de todo su cuerpo, un chute la ayudaría a conseguir fuerzas para seguir con su labor sin desfallecer en el intento.

Sin pensarlo dos veces cambió de mano la jeringa y se pinchó ella misma en el brazo izquierdo. Conforme la metacodeína penetraba en sus venas notaba como todos sus sentidos se despertaban. Su corazón latía con más fuerza como si quisiera salirse del su pecho y aquello, le incomodaba.

El improvisado campamento de primeros auxilios donde Traisa trabajó toda la noche y parte de la mañana, aguantó hasta que los medicamentos terminaron. Muchas fueron las personas que recibieron asistencia otra sin embargo no tuvieron tanta suerte.

Traisa imaginaba que aquello había sido una obra del general Sejo para ganar popularidad entre los supervivientes de Penélope. Estaba completamente segura de que no se habían utilizado todos los medicamentos disponibles en la base y que aquello había sido básicamente una estrategia para limpiarle la cara a la Hermandad del Rayo después de lo acontecido.

-¡Guapa es hora de volver!-dijo Benito, un chico joven de cuerpo atlético, que aun no pertenecía a ningún grupo de la Hermandad pero que solía participar en muchas de las tareas que no requerían de presencia militar. Siempre se dirigía a Traisa llamándola guapa y con una sonrisa.

De regreso al Odín observó como el pájaro estaba aparcado en la azotea de la base. Los rayos del sol rebotaban en la pintura negra metalizada de la nave creando un efecto dorado en la coraza de la misma.

<< ¡Es bonito y terrible a la vez!>>, pensó Traisa al verlo.

Tenía unas locas ganas de acostarse en su cama, pero dentro de la base aun le esperaba una última tarea. Debía de echar un último vistazo a Poli antes de irse a dormir. Ni Jacq ni Acero habían vuelto y el estado de la muchacha empeoraba a cada día.

No hizo falta llegar hasta la sala para comprobar que algo iba mal. Se escuchaban gritos desgarradores por todo el pasillo, procedentes de la sala de curas.

Traisa asustada se apresuró en llegar al origen de los gritos, seguida por Benito. Este tenía la cara tan blanca que podía confundírsele con el color de las paredes de la enfermería, aunque al resto de compañeros que patrullaban por los pasillos de la base parecía no importarles lo más mínimo que alguien estuviera sufriendo delante de sus narices.

-¡Deja de pincharme gilipolleces y dame algo fuerte cubo de basura andante!-gritaba Poli al doctor Robot retorciéndose del dolor en su cama.

-¿Qué te pasa niña?-pregunto Traisa intentando calmar a la mujer.

-¿Que que me pasa?-protestó-¡Siento como si me estuvieran aplastando el pecho con un objeto muy pesado eso es lo que me pasa!

-¡Informe!-ordenó Traisa al doctor Robot que tenia monitorizada a Poli en todo momento.

-El paciente ha sufrido un empeoramiento repentino, arritmias constantes, probabilidad superior al ochenta por ciento de sufrir muerte súbita, síndrome conocido como Wolff Parkinson White- el nuevo diagnóstico del doctor Robot dejó a Traisa petrificada. No quedaba tiempo para reaccionar, aquella mujer estaba condenada a la muerte. <<Lo único que puedo hacer es sedarla, así dejará de sufrir>>. Cogió uno de los frascos que contenía Zopoclone un sedante sintetizado por el doctor Robot, lo introdujo en uno de los compartimentos que el androide utilizaba para administrar medicamentos. Una vez montada la dosis el doctor Robot pinchó a Poli que pareció no notar la aguja, poco a poco fue bajando los parpados hasta quedarse dormida.

-¡La muerte es un contrato al cual no podemos renunciar!- gracias a las palabras de su compañero Benito una retorcida idea le vino a la cabeza. Necesitaría ayuda de alguien que supiera pilotar el pájaro, tomarlo prestado y trasladar a Poli hasta la coordenada donde le dijo a Acero que mandara a Jacq, y sobre todo, esperar un golpe de fortuna y encontrar el supuesto búnker con el material necesario para llevar a cabo el trasplante.

Tendría que actuar con rapidez y cautela, un mal paso podría suponer el calabozo.

-¡Benito necesito tu ayuda!- Benito era de las pocas personas en las que Traisa confiaba ciegamente.

-¿Que tienes en mente guapa?-preguntó el muchacho, aunque por su expresión sabia que dentro de la cabeza de Traisa se estaba cociendo algo.

-¿Conoces a alguien de confianza que sepa pilotar el trasto ese que tenemos aparcado en la azotea?

-¡Yo mismo!-la respuesta sorprendió a Traisa-¡He dado algunas clases con el simulador pero aun estoy muy verde! ¿No estarás pensando en robar el pájaro y trasladar a esta muchacha?

-No lo voy a robar, solo lo voy a tomar prestado- sonrió, algo que no pareció convencer a Benito.

-El general Sejo no lo va a permitir-Benito se encogió de hombros.

El muchacho tenía razón, pero la idea que Traisa tenía en mente era utilizar el pájaro sin que nadie se enterara.

-Lo haremos por la noche, es cuando menos guardias hay. Esperemos que la pobre aguante.

-¿Haremos por la noche el que? ¿No estarás pensando en robarlo?-preguntó Benito que parecía no dar crédito a lo que Traisa le proponía.

-No te voy a obligar a hacer nada guapo. Consígueme alguien que pilote por ti. Aprovecharemos la oscuridad de la noche para colarnos en el pájaro y llevárnoslo prestado.

-¡Te ayudaré, pilotaré, pero si fracasamos y nos arrestan diré que me obligaste!

-¡Esta bien! ¡Confío en que lo harás!- sabía que Benito nunca la delataría, era como el hermano pequeño que nunca tuvo-Nos reuniremos aquí cuando las luces del Odín se iluminen.

Benito asintió con la cabeza y rápidamente salió de la sala. La metacodeína parecía hacerle fluir las ideas, sin saber cómo había dado con el plan perfecto. El sargento Campos siempre coqueteaba con ella, pero Traisa no se sentía atraída por él y le daba largas. Podría aprovecharse de los sentimientos que el sargento tenía hacia ella y obligarle a darle un paseo romántico con la nave.

Se tumbó en su cama con la intención de dormirse hasta la hora convenida con Benito, pero los nervios no dejaron a Traisa pegar ojo.

Las primeras luces cobraban vida en los edificios del Odín, el sol agotaba sus últimos momentos de vida dejando a su paso la oscuridad de la noche.

Traisa se dirigía con paso firme hacia la sala de curas. Al acceder comprobó que Benito la estaba esperando, sentado en la cama paralela a la de Poli, esta dormía plácidamente a causa del sedante que le suministró el doctor Robot horas antes.

-¡Benito!-saludó al ver al muchacho. Parecía nervioso, sin duda la tarea de conducir el pájaro le estaba mermando la moral-¡No te preocupes, he conseguido un piloto mucho más experimentado que tú!-las palabras de Traisa parecieron calmar a Benito.

-¿Cual es el plan?- pregunto el muchacho.

-Coge a Poli, envuélvela en una manta y aprovecha el cambio de guardia para llevártela a la nave. Asegúrate de que sea lo más parecida posible a un saco de patatas-Benito prestaba atención a cada palabra de Traisa-No creo que tengas problema, si te preguntan di que vas al almacén. Espérame escondido en la nave y no te muevas hasta que yo llegue.

Pese a su juventud Benito era corpulento y fuerte, no le supondría problema alguno cargar el solo con Poli.

Una parte del plan estaba en marcha, ahora Traisa debía encontrar al sargento Campos. Se dirigió hacia la habitación donde se suponía dormía Campos con el resto de integrantes de su escuadrón.

Al llegar no encontró más que un hedor a pies sudados y al soldado Mompo dándose placer a sí mismo.

-¡Joder tía llama antes de entrar!- la cara del soldado tornó de color como las guindillas al percatarse de la presencia de Traisa. Rápidamente se tapó el miembro con una revista rota que tenía cerca encima de una mesa de metal.

-¿Cómo voy a llamar si la puerta estaba abierta?- Traisa no podía aguantar la risa y el soldado se ponía mas rojo por momentos-¿Sabes donde esta Campos?

-¡Se ha ido a tomar unas cervezas a la azotea! ¡Ahora lárgate de aquí!- protestó Mompo señalándole la puerta.

Si realmente el sargento se encontraba en la azotea tenía mucho camino recorrido, por el contrario si estaba vigilando el pájaro Benito tendría serios problemas para esconderse con Poli a cuestas en la nave.

De camino al ascensor Traisa no podía quitarse de la cabeza al soldado Mompo masturbándose con aquella sucia revista encima de sus partes para que no le vieran. Le pareció cuanto menos asqueroso pero a la vez la cara de susto del soldado le resultó muy chistosa.

Al salir a la azotea miró a un lado y a otro. A su derecha estaba el pájaro, la luz procedente de los casinos del Odín se reflejaba en la coraza negra que la recubría dándole un aspecto un tanto psicodélico. No había rastro del sargento ni de Benito, tampoco de ningún guardia, debía ser la hora del cambio de turno. <<Quizás esté dentro de la nave, mal asunto...>>, pensó al ver que Campos no se encontraba por los alrededores del pájaro.

Como no había nadie vigilando Traisa decidió mirar dentro de la nave. La puerta estaba abierta;

-¿Hola?-grito, solo el eco de las paredes del interior del pájaro respondieron levemente.

-¿Impresionada?-la voz que habló por detrás a Traisa le causo tal susto que dio un pequeño salto con tan mala fortuna que su cabeza impacto con el techo de la nave. Reconocía aquella voz, era inconfundible, se trataba del sargento Campos.

-¡Macho un poco mas y me matas del susto!-respondió dándose la vuelta a la vez que se frotaba la cabeza para aliviar el coscorrón.

-¿Qué haces tú por aquí?-Campos parecía sorprendido al verla. Aunque por otra parte siempre ponía la misma cara cuando se encontraban cara a cara.

<<Comienza la actuación>>

-¡Te estaba buscando guapo!

-¿Y eso?- pregunto Campos con los ojos abiertos como platos

-A veces una mujer necesita un poco de esto-respondió Traisa dándole un pequeño pero intenso apretón en las partes intimas.

-Bu...bu...bueno n...no m...m...me lo ess...p...eraba- dijo Campos balbuceando. Traisa notaba como el miembro del sargento se endurecía por momentos.

-¿Qué te parece si tu yo y este aparato que tengo detrás nos damos una vuelta y nos alejamos a un lugar más intimo?-lanzó la pregunta trampa sin dejar de manosearle la poya.

-¡Esta bi...bi...bi...en!-al escuchar las palabras deseadas Traisa soltó de inmediato el miembro del sargento-¡Rápido sube al pájaro, yo tengo permiso pero tú no y si te ven nos meteremos en un buen lio!

<<Hombres, les tocas un poco los huevecillos y se convierten en tus esclavos>>

Una vez en el interior de la nave Traisa volvió la vista hacia la parte trasera para comprobar si Benito había podido acceder con Poli. Le fue fácil encontrar la sabana donde el muchacho había escondido a Poli y a el mismo haciendo una pequeña señal con el pulgar dando a entender que todo iba según lo previsto.

-¿Que miras?- pregunto Campos. Por la cara en que la miraba parecía extrañado.

-Nada guapo, solo es que nunca había visto uno de estos-respondió Traisa brindándole una cálida sonrisa.

El sargento comenzó a tocar botones y palanquitas en aquel extraño cuadro de control que había a la derecha del volante. La luna delantera presentaba una pequeña grieta que dificultaba un poco la visibilidad al exterior por la zona donde Traisa estaba sentada, síntoma de algún impacto durante la batalla o quizás algún insecto con mala suerte.

Campos tiró del volante hacia atrás, la nave comenzó a elevarse lentamente bailando una armoniosa melodía en el aire. Traisa miró hacia abajo y observó la imagen más bonita de toda su vida. Estaban a bastante altura, entre el cielo y la tierra. A sus pies los edificios iluminados del Odín eran diminutos, la gente transitando por las calles de Penélope hormiguitas, pero nunca había visto tanta vida en aquel lugar. Al alzar la vista las estrellas brillaban con más intensidad que nunca. Desde luego habría sido un momento mágico si el piloto fuera otra persona.

Poco tiempo pasó desde el despegue hasta que se alejaron de las murallas de Penélope, Traisa acariciaba suavemente la pistola de plasma que escondió en la pernera derecha de su pantalón, antes de salir de su habitación la tarde anterior. Rápidamente desenfundo el arma y apuntó al sargento Campos que conducía sin rumbo definido el pájaro, ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

-¡Benito sal!- gritó, Campos giró la cabeza inmediatamente después de escuchar nombrar a Benito. El semblante del sargento cambió radicalmente al percatarse de la situación.

-¡Baja eso o nos mataremos!-amenazó con semblante serio.

-¡Si quieres seguir viviendo harás lo que yo te diga!-Traisa respondió con otra amenaza.

Benito salió tímidamente de su escondite con Poli aun enrollada con la sabana a cuestas. La sentó cuidadosamente en uno de los asientos traseros de la nave.

-¿Ves esa mujer?- Traisa quiso que Campos mirara a Poli, pero este no movió la cabeza en ningún momento, solo se dedicó a mirar al frente y centrarse en pilotar-¡Se está muriendo!

-¿Y eso es motivo para secuestrar el pájaro? ¿Acaso su último deseo era volar?- a cada palabra que el sargento Campos soltaba por su boca era más irónica que la anterior, se notaba que le importaba una mierda lo que le pasara a los demás.

-¡Necesito que nos lleves a estas coordenadas!- Traisa le tiró un reloj similar al que días antes le había prestado a Acero con la localización exacta de las coordenadas donde perdieron la pista al robot.

-¿Y si no quiero?- las amenazas por parte del sargento no cesaban, pero Traisa no iba a desistir, debía ser más convincente que Campos.

-¡Morirás! Ella está muerta sino recibe tratamiento de inmediato y a mi... creo que ya he vivido lo suficiente, lo siento por Benito- dejo escapar una sonrisa que sonó a maldad. << ¡Yo tengo el poder capullo!>>

Benito quedó boquiabierto al escuchar las amenazas de Traisa mientras Campos cabizbajo ponía rumbo en la dirección que marcaban las coordenadas del reloj.

Los momentos posteriores antes de llegar a su destino pasaron sin mediar palabra. Existía tal tensión en el ambiente que se podía cortar con un cuchillo. Traisa no dejaba de apuntar firmemente a la cabeza de Campos, Benito se dedicaba a mirar por la ventana intentando prestar la menor atención a la situación.

Al igual que el despegue el aterrizaje fue suave. Traisa se apresuró en salir al exterior.

-¿Y ahora qué?-protestó Campos desde los adentros de la nave.

-Cuando encontremos la entrada te dejare marchar- respondió Traisa que no dejaba de apuntar con la pistola aunque estuviera lejos de la nave. Enfrente suyo una especie de cueva abría paso al interior de la montaña, la oscuridad no dejaba ver si era el tan ansiado acceso al bunker, tendría que adentrarse si quería verlo con más claridad -¡Benito sal, trae a Poli creo que he encontrado la entrada!

Benito cargó con la mujer que parecía un muñeco de trapo más que una persona, salió cuidadosamente del pájaro.

Un rayo similar al de un arma de energía apareció de la nada, la cabeza de Benito desapareció en medio de una horrorosa explosión de sesos, el cuerpo sin vida del muchacho se desplomó en el suelo arrastrando con él la sabana que cubría a Poli. El cuerpo de esta quedo tendido encima de Benito, manchándose de la sangre que brotaba del cuello sin cabeza del joven muchacho.

-¡Benitooo!- Traisa corrió rápidamente hacia Benito y Poli sin preocuparse lo más mínimo de la procedencia del disparo. El corazón le latía a toda velocidad, en su carrera dejó caer la pistola.

Al llegar intentó apartar el cuerpo de la mujer de su amigo Benito. Sintió un golpe en su cabeza y la oscuridad más absoluta se apoderó de todo lo que alcanzaban a ver sus ojos.