TRAISA
No pudo pegar ojo en toda la noche. La guerra no
terminó cuando el sargento Campos consiguió aterrizar el pájaro en la azotea de
la base de la Hermandad. Traisa observó como decenas, quizás centenares de
personas heridas y otras tantas fallecidas por las calles de Penélope lo
confirmaban. Eran los únicos derrotados, gente que luchaba día a día por buscar
algo de comida que llevarse a la boca o un chute de cualquier mierda para
ponerse y olvidarse de aquel infierno. La población más débil que no tenía un
techo donde dormir, esclavos de antepasados que no supieron arreglar sus
diferencias de forma civilizada.
Traisa lo sabía muy bien, horas y horas leyendo
manuscritos, libros de historia incompletos, destrozados por el paso del tiempo
o las guerras pasadas, por más que leyera todos llegaban a la misma conclusión.
Esta quedó en evidencia después de la batalla entre la Hermandad del Rayo y el
Ejército del Pueblo Libre.
Los medicamentos empezaban a escasear, Traisa sujetaba
fuertemente con su mano izquierda una jeringa cargada de metacodeína un
derivado opiáceo bastante potente. Se debatía entre meterse ella mismo el chute
o reservarla para algún paciente que lo necesitara.
Seguramente habría muchas personas que lo necesitaran
más que ella y el medicamento comenzaba a escasear, pero Traisa comenzaba a
sentir como el agotamiento se apoderaba de todo su cuerpo, un chute la ayudaría
a conseguir fuerzas para seguir con su labor sin desfallecer en el intento.
Sin pensarlo dos veces cambió de mano la jeringa y se
pinchó ella misma en el brazo izquierdo. Conforme la metacodeína penetraba en
sus venas notaba como todos sus sentidos se despertaban. Su corazón latía con
más fuerza como si quisiera salirse del su pecho y aquello, le incomodaba.

Traisa imaginaba que aquello había sido una obra del
general Sejo para ganar popularidad entre los supervivientes de Penélope.
Estaba completamente segura de que no se habían utilizado todos los
medicamentos disponibles en la base y que aquello había sido básicamente una
estrategia para limpiarle la cara a la Hermandad del Rayo después de lo
acontecido.
-¡Guapa es hora de volver!-dijo Benito, un chico joven
de cuerpo atlético, que aun no pertenecía a ningún grupo de la Hermandad pero
que solía participar en muchas de las tareas que no requerían de presencia
militar. Siempre se dirigía a Traisa llamándola guapa y con una sonrisa.
De regreso al Odín observó como el pájaro estaba
aparcado en la azotea de la base. Los rayos del sol rebotaban en la pintura
negra metalizada de la nave creando un efecto dorado en la coraza de la misma.
<< ¡Es bonito y terrible a la vez!>>,
pensó Traisa al verlo.
Tenía unas locas ganas de acostarse en su cama, pero
dentro de la base aun le esperaba una última tarea. Debía de echar un último
vistazo a Poli antes de irse a dormir. Ni Jacq ni Acero habían vuelto y el
estado de la muchacha empeoraba a cada día.
No hizo falta llegar hasta la sala para comprobar que
algo iba mal. Se escuchaban gritos desgarradores por todo el pasillo,
procedentes de la sala de curas.
Traisa asustada se apresuró en llegar al origen de los
gritos, seguida por Benito. Este tenía la cara tan blanca que podía
confundírsele con el color de las paredes de la enfermería, aunque al resto de
compañeros que patrullaban por los pasillos de la base parecía no importarles
lo más mínimo que alguien estuviera sufriendo delante de sus narices.
-¡Deja de pincharme gilipolleces y dame algo fuerte
cubo de basura andante!-gritaba Poli al doctor Robot retorciéndose del dolor en
su cama.
-¿Qué te pasa niña?-pregunto Traisa intentando calmar
a la mujer.
-¿Que que me pasa?-protestó-¡Siento como si me
estuvieran aplastando el pecho con un objeto muy pesado eso es lo que me pasa!
-¡Informe!-ordenó Traisa al doctor Robot que tenia
monitorizada a Poli en todo momento.
-El paciente ha sufrido un empeoramiento repentino,
arritmias constantes, probabilidad superior al ochenta por ciento de sufrir
muerte súbita, síndrome conocido como Wolff Parkinson White- el nuevo
diagnóstico del doctor Robot dejó a Traisa petrificada. No quedaba tiempo para
reaccionar, aquella mujer estaba condenada a la muerte. <<Lo único que
puedo hacer es sedarla, así dejará de sufrir>>. Cogió uno de los frascos
que contenía Zopoclone un sedante sintetizado por el doctor Robot, lo introdujo
en uno de los compartimentos que el androide utilizaba para administrar
medicamentos. Una vez montada la dosis el doctor Robot pinchó a Poli que
pareció no notar la aguja, poco a poco fue bajando los parpados hasta quedarse
dormida.
-¡La muerte es un contrato al cual no podemos renunciar!-
gracias a las palabras de su compañero Benito una retorcida idea le vino a la
cabeza. Necesitaría ayuda de alguien que supiera pilotar el pájaro, tomarlo
prestado y trasladar a Poli hasta la coordenada donde le dijo a Acero que
mandara a Jacq, y sobre todo, esperar un golpe de fortuna y encontrar el
supuesto búnker con el material necesario para llevar a cabo el trasplante.
Tendría que actuar con rapidez y cautela, un mal paso
podría suponer el calabozo.
-¡Benito necesito tu ayuda!- Benito era de las pocas
personas en las que Traisa confiaba ciegamente.
-¿Que tienes en mente guapa?-preguntó el muchacho,
aunque por su expresión sabia que dentro de la cabeza de Traisa se estaba
cociendo algo.
-¿Conoces a alguien de confianza que sepa pilotar el
trasto ese que tenemos aparcado en la azotea?
-¡Yo mismo!-la respuesta sorprendió a Traisa-¡He dado
algunas clases con el simulador pero aun estoy muy verde! ¿No estarás pensando
en robar el pájaro y trasladar a esta muchacha?
-No lo voy a robar, solo lo voy a tomar prestado-
sonrió, algo que no pareció convencer a Benito.
-El general Sejo no lo va a permitir-Benito se encogió
de hombros.
El muchacho tenía razón, pero la idea que Traisa tenía
en mente era utilizar el pájaro sin que nadie se enterara.
-Lo haremos por la noche, es cuando menos guardias
hay. Esperemos que la pobre aguante.
-¿Haremos por la noche el que? ¿No estarás pensando en
robarlo?-preguntó Benito que parecía no dar crédito a lo que Traisa le
proponía.
-No te voy a obligar a hacer nada guapo. Consígueme
alguien que pilote por ti. Aprovecharemos la oscuridad de la noche para
colarnos en el pájaro y llevárnoslo prestado.
-¡Te ayudaré, pilotaré, pero si fracasamos y nos
arrestan diré que me obligaste!
-¡Esta bien! ¡Confío en que lo harás!- sabía que
Benito nunca la delataría, era como el hermano pequeño que nunca tuvo-Nos
reuniremos aquí cuando las luces del Odín se iluminen.
Benito asintió con la cabeza y rápidamente salió de la
sala. La metacodeína parecía hacerle fluir las ideas, sin saber cómo había dado
con el plan perfecto. El sargento Campos siempre coqueteaba con ella, pero
Traisa no se sentía atraída por él y le daba largas. Podría aprovecharse de los
sentimientos que el sargento tenía hacia ella y obligarle a darle un paseo
romántico con la nave.
Se tumbó en su cama con la intención de dormirse hasta
la hora convenida con Benito, pero los nervios no dejaron a Traisa pegar ojo.
Las primeras luces cobraban vida en los edificios del
Odín, el sol agotaba sus últimos momentos de vida dejando a su paso la
oscuridad de la noche.
Traisa se dirigía con paso firme hacia la sala de
curas. Al acceder comprobó que Benito la estaba esperando, sentado en la cama
paralela a la de Poli, esta dormía plácidamente a causa del sedante que le
suministró el doctor Robot horas antes.
-¡Benito!-saludó al ver al muchacho. Parecía nervioso,
sin duda la tarea de conducir el pájaro le estaba mermando la moral-¡No te
preocupes, he conseguido un piloto mucho más experimentado que tú!-las palabras
de Traisa parecieron calmar a Benito.
-¿Cual es el plan?- pregunto el muchacho.
-Coge a Poli, envuélvela en una manta y aprovecha el
cambio de guardia para llevártela a la nave. Asegúrate de que sea lo más
parecida posible a un saco de patatas-Benito prestaba atención a cada palabra
de Traisa-No creo que tengas problema, si te preguntan di que vas al almacén.
Espérame escondido en la nave y no te muevas hasta que yo llegue.
Pese a su juventud Benito era corpulento y fuerte, no
le supondría problema alguno cargar el solo con Poli.
Una parte del plan estaba en marcha, ahora Traisa
debía encontrar al sargento Campos. Se dirigió hacia la habitación donde se
suponía dormía Campos con el resto de integrantes de su escuadrón.
Al llegar no encontró más que un hedor a pies sudados
y al soldado Mompo dándose placer a sí mismo.
-¡Joder tía llama antes de entrar!- la cara del
soldado tornó de color como las guindillas al percatarse de la presencia de
Traisa. Rápidamente se tapó el miembro con una revista rota que tenía cerca
encima de una mesa de metal.
-¿Cómo voy a llamar si la puerta estaba abierta?-
Traisa no podía aguantar la risa y el soldado se ponía mas rojo por
momentos-¿Sabes donde esta Campos?
-¡Se ha ido a tomar unas cervezas a la azotea! ¡Ahora
lárgate de aquí!- protestó Mompo señalándole la puerta.
Si realmente el sargento se encontraba en la azotea
tenía mucho camino recorrido, por el contrario si estaba vigilando el pájaro
Benito tendría serios problemas para esconderse con Poli a cuestas en la nave.
De camino al ascensor Traisa no podía quitarse de la
cabeza al soldado Mompo masturbándose con aquella sucia revista encima de sus
partes para que no le vieran. Le pareció cuanto menos asqueroso pero a la vez
la cara de susto del soldado le resultó muy chistosa.
Al salir a la azotea miró a un lado y a otro. A su
derecha estaba el pájaro, la luz procedente de los casinos del Odín se
reflejaba en la coraza negra que la recubría dándole un aspecto un tanto
psicodélico. No había rastro del sargento ni de Benito, tampoco de ningún
guardia, debía ser la hora del cambio de turno. <<Quizás esté dentro de
la nave, mal asunto...>>, pensó al ver que Campos no se encontraba por
los alrededores del pájaro.
Como no había nadie vigilando Traisa decidió mirar
dentro de la nave. La puerta estaba abierta;
-¿Hola?-grito, solo el eco de las paredes del interior
del pájaro respondieron levemente.
-¿Impresionada?-la voz que habló por detrás a Traisa
le causo tal susto que dio un pequeño salto con tan mala fortuna que su cabeza
impacto con el techo de la nave. Reconocía aquella voz, era inconfundible, se
trataba del sargento Campos.
-¡Macho un poco mas y me matas del susto!-respondió
dándose la vuelta a la vez que se frotaba la cabeza para aliviar el coscorrón.
-¿Qué haces tú por aquí?-Campos parecía sorprendido al
verla. Aunque por otra parte siempre ponía la misma cara cuando se encontraban
cara a cara.
<<Comienza la actuación>>
-¡Te estaba buscando guapo!
-¿Y eso?- pregunto Campos con los ojos abiertos como
platos
-A veces una mujer necesita un poco de esto-respondió
Traisa dándole un pequeño pero intenso apretón en las partes intimas.
-Bu...bu...bueno n...no m...m...me lo ess...p...eraba-
dijo Campos balbuceando. Traisa notaba como el miembro del sargento se
endurecía por momentos.
-¿Qué te parece si tu yo y este aparato que tengo
detrás nos damos una vuelta y nos alejamos a un lugar más intimo?-lanzó la
pregunta trampa sin dejar de manosearle la poya.
-¡Esta bi...bi...bi...en!-al escuchar las palabras
deseadas Traisa soltó de inmediato el miembro del sargento-¡Rápido sube al
pájaro, yo tengo permiso pero tú no y si te ven nos meteremos en un buen lio!
<<Hombres, les tocas un poco los huevecillos y
se convierten en tus esclavos>>
Una vez en el interior de la nave Traisa volvió la
vista hacia la parte trasera para comprobar si Benito había podido acceder con
Poli. Le fue fácil encontrar la sabana donde el muchacho había escondido a Poli
y a el mismo haciendo una pequeña señal con el pulgar dando a entender que todo
iba según lo previsto.
-¿Que miras?- pregunto Campos. Por la cara en que la
miraba parecía extrañado.
-Nada guapo, solo es que nunca había visto uno de
estos-respondió Traisa brindándole una cálida sonrisa.
El sargento comenzó a tocar botones y palanquitas en
aquel extraño cuadro de control que había a la derecha del volante. La luna
delantera presentaba una pequeña grieta que dificultaba un poco la visibilidad
al exterior por la zona donde Traisa estaba sentada, síntoma de algún impacto
durante la batalla o quizás algún insecto con mala suerte.
Campos tiró del volante hacia atrás, la nave comenzó a
elevarse lentamente bailando una armoniosa melodía en el aire. Traisa miró
hacia abajo y observó la imagen más bonita de toda su vida. Estaban a bastante
altura, entre el cielo y la tierra. A sus pies los edificios iluminados del
Odín eran diminutos, la gente transitando por las calles de Penélope
hormiguitas, pero nunca había visto tanta vida en aquel lugar. Al alzar la
vista las estrellas brillaban con más intensidad que nunca. Desde luego habría
sido un momento mágico si el piloto fuera otra persona.
Poco tiempo pasó desde el despegue hasta que se
alejaron de las murallas de Penélope, Traisa acariciaba suavemente la pistola
de plasma que escondió en la pernera derecha de su pantalón, antes de salir de
su habitación la tarde anterior. Rápidamente desenfundo el arma y apuntó al
sargento Campos que conducía sin rumbo definido el pájaro, ajeno a lo que
pasaba a su alrededor.
-¡Benito sal!- gritó, Campos giró la cabeza
inmediatamente después de escuchar nombrar a Benito. El semblante del sargento
cambió radicalmente al percatarse de la situación.
-¡Baja eso o nos mataremos!-amenazó con semblante
serio.
-¡Si quieres seguir viviendo harás lo que yo te
diga!-Traisa respondió con otra amenaza.
Benito salió tímidamente de su escondite con Poli aun
enrollada con la sabana a cuestas. La sentó cuidadosamente en uno de los
asientos traseros de la nave.
-¿Ves esa mujer?- Traisa quiso que Campos mirara a
Poli, pero este no movió la cabeza en ningún momento, solo se dedicó a mirar al
frente y centrarse en pilotar-¡Se está muriendo!
-¿Y eso es motivo para secuestrar el pájaro? ¿Acaso su
último deseo era volar?- a cada palabra que el sargento Campos soltaba por su
boca era más irónica que la anterior, se notaba que le importaba una mierda lo
que le pasara a los demás.
-¡Necesito que nos lleves a estas coordenadas!- Traisa
le tiró un reloj similar al que días antes le había prestado a Acero con la
localización exacta de las coordenadas donde perdieron la pista al robot.
-¿Y si no quiero?- las amenazas por parte del sargento
no cesaban, pero Traisa no iba a desistir, debía ser más convincente que
Campos.
-¡Morirás! Ella está muerta sino recibe tratamiento de
inmediato y a mi... creo que ya he vivido lo suficiente, lo siento por Benito-
dejo escapar una sonrisa que sonó a maldad. << ¡Yo tengo el poder
capullo!>>
Benito quedó boquiabierto al escuchar las amenazas de
Traisa mientras Campos cabizbajo ponía rumbo en la dirección que marcaban las
coordenadas del reloj.
Los momentos posteriores antes de llegar a su destino
pasaron sin mediar palabra. Existía tal tensión en el ambiente que se podía
cortar con un cuchillo. Traisa no dejaba de apuntar firmemente a la cabeza de
Campos, Benito se dedicaba a mirar por la ventana intentando prestar la menor
atención a la situación.
Al igual que el despegue el aterrizaje fue suave.
Traisa se apresuró en salir al exterior.
-¿Y ahora qué?-protestó Campos desde los adentros de
la nave.
-Cuando encontremos la entrada te dejare marchar-
respondió Traisa que no dejaba de apuntar con la pistola aunque estuviera lejos
de la nave. Enfrente suyo una especie de cueva abría paso al interior de la
montaña, la oscuridad no dejaba ver si era el tan ansiado acceso al bunker,
tendría que adentrarse si quería verlo con más claridad -¡Benito sal, trae a
Poli creo que he encontrado la entrada!
Benito cargó con la mujer que parecía un muñeco de
trapo más que una persona, salió cuidadosamente del pájaro.
Un rayo similar al de un arma de energía apareció de
la nada, la cabeza de Benito desapareció en medio de una horrorosa explosión de
sesos, el cuerpo sin vida del muchacho se desplomó en el suelo arrastrando con
él la sabana que cubría a Poli. El cuerpo de esta quedo tendido encima de
Benito, manchándose de la sangre que brotaba del cuello sin cabeza del joven
muchacho.
-¡Benitooo!- Traisa corrió rápidamente hacia Benito y
Poli sin preocuparse lo más mínimo de la procedencia del disparo. El corazón le
latía a toda velocidad, en su carrera dejó caer la pistola.
Al llegar intentó apartar el cuerpo de la mujer de su
amigo Benito. Sintió un golpe en su cabeza y la oscuridad más absoluta se
apoderó de todo lo que alcanzaban a ver sus ojos.
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