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sábado, 28 de junio de 2014

CAPÍTULO XXIX - VOLARÉ


TRAISA



No pudo pegar ojo en toda la noche. La guerra no terminó cuando el sargento Campos consiguió aterrizar el pájaro en la azotea de la base de la Hermandad. Traisa observó como decenas, quizás centenares de personas heridas y otras tantas fallecidas por las calles de Penélope lo confirmaban. Eran los únicos derrotados, gente que luchaba día a día por buscar algo de comida que llevarse a la boca o un chute de cualquier mierda para ponerse y olvidarse de aquel infierno. La población más débil que no tenía un techo donde dormir, esclavos de antepasados que no supieron arreglar sus diferencias de forma civilizada.

Traisa lo sabía muy bien, horas y horas leyendo manuscritos, libros de historia incompletos, destrozados por el paso del tiempo o las guerras pasadas, por más que leyera todos llegaban a la misma conclusión. Esta quedó en evidencia después de la batalla entre la Hermandad del Rayo y el Ejército del Pueblo Libre.

Los medicamentos empezaban a escasear, Traisa sujetaba fuertemente con su mano izquierda una jeringa cargada de metacodeína un derivado opiáceo bastante potente. Se debatía entre meterse ella mismo el chute o reservarla para algún paciente que lo necesitara.

Seguramente habría muchas personas que lo necesitaran más que ella y el medicamento comenzaba a escasear, pero Traisa comenzaba a sentir como el agotamiento se apoderaba de todo su cuerpo, un chute la ayudaría a conseguir fuerzas para seguir con su labor sin desfallecer en el intento.

Sin pensarlo dos veces cambió de mano la jeringa y se pinchó ella misma en el brazo izquierdo. Conforme la metacodeína penetraba en sus venas notaba como todos sus sentidos se despertaban. Su corazón latía con más fuerza como si quisiera salirse del su pecho y aquello, le incomodaba.

El improvisado campamento de primeros auxilios donde Traisa trabajó toda la noche y parte de la mañana, aguantó hasta que los medicamentos terminaron. Muchas fueron las personas que recibieron asistencia otra sin embargo no tuvieron tanta suerte.

Traisa imaginaba que aquello había sido una obra del general Sejo para ganar popularidad entre los supervivientes de Penélope. Estaba completamente segura de que no se habían utilizado todos los medicamentos disponibles en la base y que aquello había sido básicamente una estrategia para limpiarle la cara a la Hermandad del Rayo después de lo acontecido.

-¡Guapa es hora de volver!-dijo Benito, un chico joven de cuerpo atlético, que aun no pertenecía a ningún grupo de la Hermandad pero que solía participar en muchas de las tareas que no requerían de presencia militar. Siempre se dirigía a Traisa llamándola guapa y con una sonrisa.

De regreso al Odín observó como el pájaro estaba aparcado en la azotea de la base. Los rayos del sol rebotaban en la pintura negra metalizada de la nave creando un efecto dorado en la coraza de la misma.

<< ¡Es bonito y terrible a la vez!>>, pensó Traisa al verlo.

Tenía unas locas ganas de acostarse en su cama, pero dentro de la base aun le esperaba una última tarea. Debía de echar un último vistazo a Poli antes de irse a dormir. Ni Jacq ni Acero habían vuelto y el estado de la muchacha empeoraba a cada día.

No hizo falta llegar hasta la sala para comprobar que algo iba mal. Se escuchaban gritos desgarradores por todo el pasillo, procedentes de la sala de curas.

Traisa asustada se apresuró en llegar al origen de los gritos, seguida por Benito. Este tenía la cara tan blanca que podía confundírsele con el color de las paredes de la enfermería, aunque al resto de compañeros que patrullaban por los pasillos de la base parecía no importarles lo más mínimo que alguien estuviera sufriendo delante de sus narices.

-¡Deja de pincharme gilipolleces y dame algo fuerte cubo de basura andante!-gritaba Poli al doctor Robot retorciéndose del dolor en su cama.

-¿Qué te pasa niña?-pregunto Traisa intentando calmar a la mujer.

-¿Que que me pasa?-protestó-¡Siento como si me estuvieran aplastando el pecho con un objeto muy pesado eso es lo que me pasa!

-¡Informe!-ordenó Traisa al doctor Robot que tenia monitorizada a Poli en todo momento.

-El paciente ha sufrido un empeoramiento repentino, arritmias constantes, probabilidad superior al ochenta por ciento de sufrir muerte súbita, síndrome conocido como Wolff Parkinson White- el nuevo diagnóstico del doctor Robot dejó a Traisa petrificada. No quedaba tiempo para reaccionar, aquella mujer estaba condenada a la muerte. <<Lo único que puedo hacer es sedarla, así dejará de sufrir>>. Cogió uno de los frascos que contenía Zopoclone un sedante sintetizado por el doctor Robot, lo introdujo en uno de los compartimentos que el androide utilizaba para administrar medicamentos. Una vez montada la dosis el doctor Robot pinchó a Poli que pareció no notar la aguja, poco a poco fue bajando los parpados hasta quedarse dormida.

-¡La muerte es un contrato al cual no podemos renunciar!- gracias a las palabras de su compañero Benito una retorcida idea le vino a la cabeza. Necesitaría ayuda de alguien que supiera pilotar el pájaro, tomarlo prestado y trasladar a Poli hasta la coordenada donde le dijo a Acero que mandara a Jacq, y sobre todo, esperar un golpe de fortuna y encontrar el supuesto búnker con el material necesario para llevar a cabo el trasplante.

Tendría que actuar con rapidez y cautela, un mal paso podría suponer el calabozo.

-¡Benito necesito tu ayuda!- Benito era de las pocas personas en las que Traisa confiaba ciegamente.

-¿Que tienes en mente guapa?-preguntó el muchacho, aunque por su expresión sabia que dentro de la cabeza de Traisa se estaba cociendo algo.

-¿Conoces a alguien de confianza que sepa pilotar el trasto ese que tenemos aparcado en la azotea?

-¡Yo mismo!-la respuesta sorprendió a Traisa-¡He dado algunas clases con el simulador pero aun estoy muy verde! ¿No estarás pensando en robar el pájaro y trasladar a esta muchacha?

-No lo voy a robar, solo lo voy a tomar prestado- sonrió, algo que no pareció convencer a Benito.

-El general Sejo no lo va a permitir-Benito se encogió de hombros.

El muchacho tenía razón, pero la idea que Traisa tenía en mente era utilizar el pájaro sin que nadie se enterara.

-Lo haremos por la noche, es cuando menos guardias hay. Esperemos que la pobre aguante.

-¿Haremos por la noche el que? ¿No estarás pensando en robarlo?-preguntó Benito que parecía no dar crédito a lo que Traisa le proponía.

-No te voy a obligar a hacer nada guapo. Consígueme alguien que pilote por ti. Aprovecharemos la oscuridad de la noche para colarnos en el pájaro y llevárnoslo prestado.

-¡Te ayudaré, pilotaré, pero si fracasamos y nos arrestan diré que me obligaste!

-¡Esta bien! ¡Confío en que lo harás!- sabía que Benito nunca la delataría, era como el hermano pequeño que nunca tuvo-Nos reuniremos aquí cuando las luces del Odín se iluminen.

Benito asintió con la cabeza y rápidamente salió de la sala. La metacodeína parecía hacerle fluir las ideas, sin saber cómo había dado con el plan perfecto. El sargento Campos siempre coqueteaba con ella, pero Traisa no se sentía atraída por él y le daba largas. Podría aprovecharse de los sentimientos que el sargento tenía hacia ella y obligarle a darle un paseo romántico con la nave.

Se tumbó en su cama con la intención de dormirse hasta la hora convenida con Benito, pero los nervios no dejaron a Traisa pegar ojo.

Las primeras luces cobraban vida en los edificios del Odín, el sol agotaba sus últimos momentos de vida dejando a su paso la oscuridad de la noche.

Traisa se dirigía con paso firme hacia la sala de curas. Al acceder comprobó que Benito la estaba esperando, sentado en la cama paralela a la de Poli, esta dormía plácidamente a causa del sedante que le suministró el doctor Robot horas antes.

-¡Benito!-saludó al ver al muchacho. Parecía nervioso, sin duda la tarea de conducir el pájaro le estaba mermando la moral-¡No te preocupes, he conseguido un piloto mucho más experimentado que tú!-las palabras de Traisa parecieron calmar a Benito.

-¿Cual es el plan?- pregunto el muchacho.

-Coge a Poli, envuélvela en una manta y aprovecha el cambio de guardia para llevártela a la nave. Asegúrate de que sea lo más parecida posible a un saco de patatas-Benito prestaba atención a cada palabra de Traisa-No creo que tengas problema, si te preguntan di que vas al almacén. Espérame escondido en la nave y no te muevas hasta que yo llegue.

Pese a su juventud Benito era corpulento y fuerte, no le supondría problema alguno cargar el solo con Poli.

Una parte del plan estaba en marcha, ahora Traisa debía encontrar al sargento Campos. Se dirigió hacia la habitación donde se suponía dormía Campos con el resto de integrantes de su escuadrón.

Al llegar no encontró más que un hedor a pies sudados y al soldado Mompo dándose placer a sí mismo.

-¡Joder tía llama antes de entrar!- la cara del soldado tornó de color como las guindillas al percatarse de la presencia de Traisa. Rápidamente se tapó el miembro con una revista rota que tenía cerca encima de una mesa de metal.

-¿Cómo voy a llamar si la puerta estaba abierta?- Traisa no podía aguantar la risa y el soldado se ponía mas rojo por momentos-¿Sabes donde esta Campos?

-¡Se ha ido a tomar unas cervezas a la azotea! ¡Ahora lárgate de aquí!- protestó Mompo señalándole la puerta.

Si realmente el sargento se encontraba en la azotea tenía mucho camino recorrido, por el contrario si estaba vigilando el pájaro Benito tendría serios problemas para esconderse con Poli a cuestas en la nave.

De camino al ascensor Traisa no podía quitarse de la cabeza al soldado Mompo masturbándose con aquella sucia revista encima de sus partes para que no le vieran. Le pareció cuanto menos asqueroso pero a la vez la cara de susto del soldado le resultó muy chistosa.

Al salir a la azotea miró a un lado y a otro. A su derecha estaba el pájaro, la luz procedente de los casinos del Odín se reflejaba en la coraza negra que la recubría dándole un aspecto un tanto psicodélico. No había rastro del sargento ni de Benito, tampoco de ningún guardia, debía ser la hora del cambio de turno. <<Quizás esté dentro de la nave, mal asunto...>>, pensó al ver que Campos no se encontraba por los alrededores del pájaro.

Como no había nadie vigilando Traisa decidió mirar dentro de la nave. La puerta estaba abierta;

-¿Hola?-grito, solo el eco de las paredes del interior del pájaro respondieron levemente.

-¿Impresionada?-la voz que habló por detrás a Traisa le causo tal susto que dio un pequeño salto con tan mala fortuna que su cabeza impacto con el techo de la nave. Reconocía aquella voz, era inconfundible, se trataba del sargento Campos.

-¡Macho un poco mas y me matas del susto!-respondió dándose la vuelta a la vez que se frotaba la cabeza para aliviar el coscorrón.

-¿Qué haces tú por aquí?-Campos parecía sorprendido al verla. Aunque por otra parte siempre ponía la misma cara cuando se encontraban cara a cara.

<<Comienza la actuación>>

-¡Te estaba buscando guapo!

-¿Y eso?- pregunto Campos con los ojos abiertos como platos

-A veces una mujer necesita un poco de esto-respondió Traisa dándole un pequeño pero intenso apretón en las partes intimas.

-Bu...bu...bueno n...no m...m...me lo ess...p...eraba- dijo Campos balbuceando. Traisa notaba como el miembro del sargento se endurecía por momentos.

-¿Qué te parece si tu yo y este aparato que tengo detrás nos damos una vuelta y nos alejamos a un lugar más intimo?-lanzó la pregunta trampa sin dejar de manosearle la poya.

-¡Esta bi...bi...bi...en!-al escuchar las palabras deseadas Traisa soltó de inmediato el miembro del sargento-¡Rápido sube al pájaro, yo tengo permiso pero tú no y si te ven nos meteremos en un buen lio!

<<Hombres, les tocas un poco los huevecillos y se convierten en tus esclavos>>

Una vez en el interior de la nave Traisa volvió la vista hacia la parte trasera para comprobar si Benito había podido acceder con Poli. Le fue fácil encontrar la sabana donde el muchacho había escondido a Poli y a el mismo haciendo una pequeña señal con el pulgar dando a entender que todo iba según lo previsto.

-¿Que miras?- pregunto Campos. Por la cara en que la miraba parecía extrañado.

-Nada guapo, solo es que nunca había visto uno de estos-respondió Traisa brindándole una cálida sonrisa.

El sargento comenzó a tocar botones y palanquitas en aquel extraño cuadro de control que había a la derecha del volante. La luna delantera presentaba una pequeña grieta que dificultaba un poco la visibilidad al exterior por la zona donde Traisa estaba sentada, síntoma de algún impacto durante la batalla o quizás algún insecto con mala suerte.

Campos tiró del volante hacia atrás, la nave comenzó a elevarse lentamente bailando una armoniosa melodía en el aire. Traisa miró hacia abajo y observó la imagen más bonita de toda su vida. Estaban a bastante altura, entre el cielo y la tierra. A sus pies los edificios iluminados del Odín eran diminutos, la gente transitando por las calles de Penélope hormiguitas, pero nunca había visto tanta vida en aquel lugar. Al alzar la vista las estrellas brillaban con más intensidad que nunca. Desde luego habría sido un momento mágico si el piloto fuera otra persona.

Poco tiempo pasó desde el despegue hasta que se alejaron de las murallas de Penélope, Traisa acariciaba suavemente la pistola de plasma que escondió en la pernera derecha de su pantalón, antes de salir de su habitación la tarde anterior. Rápidamente desenfundo el arma y apuntó al sargento Campos que conducía sin rumbo definido el pájaro, ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

-¡Benito sal!- gritó, Campos giró la cabeza inmediatamente después de escuchar nombrar a Benito. El semblante del sargento cambió radicalmente al percatarse de la situación.

-¡Baja eso o nos mataremos!-amenazó con semblante serio.

-¡Si quieres seguir viviendo harás lo que yo te diga!-Traisa respondió con otra amenaza.

Benito salió tímidamente de su escondite con Poli aun enrollada con la sabana a cuestas. La sentó cuidadosamente en uno de los asientos traseros de la nave.

-¿Ves esa mujer?- Traisa quiso que Campos mirara a Poli, pero este no movió la cabeza en ningún momento, solo se dedicó a mirar al frente y centrarse en pilotar-¡Se está muriendo!

-¿Y eso es motivo para secuestrar el pájaro? ¿Acaso su último deseo era volar?- a cada palabra que el sargento Campos soltaba por su boca era más irónica que la anterior, se notaba que le importaba una mierda lo que le pasara a los demás.

-¡Necesito que nos lleves a estas coordenadas!- Traisa le tiró un reloj similar al que días antes le había prestado a Acero con la localización exacta de las coordenadas donde perdieron la pista al robot.

-¿Y si no quiero?- las amenazas por parte del sargento no cesaban, pero Traisa no iba a desistir, debía ser más convincente que Campos.

-¡Morirás! Ella está muerta sino recibe tratamiento de inmediato y a mi... creo que ya he vivido lo suficiente, lo siento por Benito- dejo escapar una sonrisa que sonó a maldad. << ¡Yo tengo el poder capullo!>>

Benito quedó boquiabierto al escuchar las amenazas de Traisa mientras Campos cabizbajo ponía rumbo en la dirección que marcaban las coordenadas del reloj.

Los momentos posteriores antes de llegar a su destino pasaron sin mediar palabra. Existía tal tensión en el ambiente que se podía cortar con un cuchillo. Traisa no dejaba de apuntar firmemente a la cabeza de Campos, Benito se dedicaba a mirar por la ventana intentando prestar la menor atención a la situación.

Al igual que el despegue el aterrizaje fue suave. Traisa se apresuró en salir al exterior.

-¿Y ahora qué?-protestó Campos desde los adentros de la nave.

-Cuando encontremos la entrada te dejare marchar- respondió Traisa que no dejaba de apuntar con la pistola aunque estuviera lejos de la nave. Enfrente suyo una especie de cueva abría paso al interior de la montaña, la oscuridad no dejaba ver si era el tan ansiado acceso al bunker, tendría que adentrarse si quería verlo con más claridad -¡Benito sal, trae a Poli creo que he encontrado la entrada!

Benito cargó con la mujer que parecía un muñeco de trapo más que una persona, salió cuidadosamente del pájaro.

Un rayo similar al de un arma de energía apareció de la nada, la cabeza de Benito desapareció en medio de una horrorosa explosión de sesos, el cuerpo sin vida del muchacho se desplomó en el suelo arrastrando con él la sabana que cubría a Poli. El cuerpo de esta quedo tendido encima de Benito, manchándose de la sangre que brotaba del cuello sin cabeza del joven muchacho.

-¡Benitooo!- Traisa corrió rápidamente hacia Benito y Poli sin preocuparse lo más mínimo de la procedencia del disparo. El corazón le latía a toda velocidad, en su carrera dejó caer la pistola.

Al llegar intentó apartar el cuerpo de la mujer de su amigo Benito. Sintió un golpe en su cabeza y la oscuridad más absoluta se apoderó de todo lo que alcanzaban a ver sus ojos.

viernes, 13 de junio de 2014

CAPÍTULO XXVIII - ADICCIÓN





CRISTINE



Soplaba una ligera y fresca ventisca que mecía los cabellos que tapaban levemente su cara. Notaba el peso de un objeto inmóvil sobre su cuerpo.
Paulatinamente Cristine abrió los ojos. Estaba tumbada boca arriba en el suelo. Al frente, el cielo azul estrellado daba paso al amanecer de un nuevo día.
Intentó incorporarse pero no lo consiguió. El hombre del pelo largo llamado Jacq estaba tendido encima de ella dejándola con escasas posibilidades de moverse.
Parecía inconsciente, el extraño traje que le servía de protección estaba roto por la parte de la espalda que Cristine alcanzaba a ver levantando levemente la cabeza.
Hizo un nuevo intento para liberarse del peso muerto de aquel cuerpo, pero sus esfuerzos fueron en vano.
-¡Jacq!-gritó en repetidas ocasiones-¡Jacq, Jacq, Jacq!-golpeaba las costillas de este con el puño.
-¿Poli?-respondió Jacq con voz tenue. La boca estaba tan apretujada al su pecho que Cristine notaba las vibraciones de su voz.
-¡Soy Cristine! ¡Levanta! ¡No puedo moverme y me haces daño con el peso de tu cuerpo!
Muy lentamente Jacq rodo sobre si mismo dejándose caer al suelo.
Viéndose liberada de aquel peso muerto Cristine aprovechó para ponerse en pié. Al levantarse un leve mareo le hizo tambalearse pero finalmente pudo mantener el equilibrio.
No recordaba haber estado en aquel sitio. Una montaña de escombros se levantaba delante de sus narices. Miró a su alrededor y no vio más que escombros, restos de extremidades humanas y algún cadáver. Parecía estar en medio de un agujero gigante, aquel panorama era poco esperanzador. Observaba como las improvisadas paredes de aquel agujero precipitaban tierra seca, que al caer al fondo creaban una pequeña nube de polvo.
-¿Que ha pasado aquí?- el fuerte golpe de aquella enorme criatura en los túneles era lo último que recordaba. ¿Los cadáveres pertenecerían a los otros dos hombres que la acompañaban?
-No estoy seguro, igual esto es el infierno y nos ha tocado compartirlo-respondió Jacq incorporándose lentamente. Estaba cubierto de arena, con el pelo enmarañado y la cara llena de rasguños.
-¿Donde está el monstruo que nos atacó?
-¡Reventado!-dijo Jacq, por el tono de su voz parecía haber sido el causante de la muerte de aquel ser.
-¡Me dejas más tranquila!-suspiró-Pero sigo sin saber que ha pasado aquí. ¿Utilizaste una bomba para matar al bicho y reventamos todos?
-Algo así pero no fui yo. De eso se encargo Hueter. Aunque el bicho fue lo único que reventó. Quedaste inconsciente después del golpe, así que te cargue a lomos. Después de caminar por aquel túnel llegamos a la zona de los refugiados. Al llegar fuimos sorprendidos por soldados de la Banda de los Trajes Grises. Supongo que esto es lo que queda de aquel lugar.
-¿Y los refugiados?-preguntó Cristine al no ver rastro alguno de supervivientes.
-Ni idea. Al lanzarnos aquel cohete solo tuve tiempo de tirarme al suelo para cubrirnos. Del resto no recuerdo nada mas-se encogió de hombros.
-Me salvaste la vida. Estoy en deuda contigo-en poco más de dos días había estado a punto de morir en varias veces. Sentía la sensación de tener un ángel de la guarda.
-No me debes nada. Podríamos haber muerto igual, solo fue un golpe de suerte. Parece ser que mis acompañantes no tuvieron tanta suerte como nosotros-lamentó Jacq mirando fijamente al suelo removiendo arena con su pie derecho-¡Hay que salir de aquí!
-¿No quieres que busquemos a tus compañeros?-pregunto Cristine al ver la pasividad de Jacq al respecto.
-¡Da igual!-aquella respuesta le extrañó-Si están vivos sabrán arreglárselas. Solo quiero volver donde está mi hermana.
-¿Y donde es eso?-estaba dispuesta a marcharse a cualquier lugar lejos del Notocar. Si Jacq no mentía y estaban en la zona de los refugiados la base debía estar cerca.
-En el Odín junto a la Hermandad del Rayo-había oído hablar de la Hermandad, pero no conocía a nadie que perteneciera a ella. Quizás eso explicaba el traje que llevaba Jacq y su compañero el tabernero borracho llamado Hueter. Aunque le parecía extraño que el necrófago fuera integrante de aquella organización.
-Está bien salgamos de aquí.
No iba a ser tarea fácil escapar de aquel agujero. La explosión había dejado la tierra suelta y trepar se hacía complicado a causa de los desprendimientos.
Finalmente encontraron una zona por donde parecía que alguien había trepado dejando tras de sí un rastro de gotas de sangre. Una pared donde una viga de metal había quedado apoyada, dejando así una improvisada escalera que ascendía hasta un poco más de la mitad de la pared.
Cristine trepaba cuidadosamente para no caer, seguida de cerca por Jacq que no dejaba de quejarse por haber perdido el arma y tener el traje roto.
-¡Sin armas, sin chapas, solo con un machete!- repetía una y otra vez.
El ascenso por la viga fue sencillo, el problema vino después. Desde donde acababa la viga había una pared de tierra de poco más de dos metros. Sabía que si intentaban escalar por ahí la tierra cedería y el peligro de caer y darse un buen golpe era una posibilidad más que certera.
-¿Y ahora qué?-pregunto disgustada al ver el obstáculo.
-Ven y te aúpo- Jacq se agacho levemente y puso sus manos con los dedos entrecruzados. Cristine subió su pie derecho y se apoyó con la mano en el hombro-¡Arriba!-el fuerte empujón la hizo perder el equilibrio, Jacq consiguió mantenerla para que no cayera.
-¡Me estas tocando el culo!-protesto. Jacq la tenía suspendida en el aire como si fueran dos acróbatas, una de sus manos la sujetaba apoyándose en sus partes traseras.
-No me jodas ¿Quieres salir de aquí o caer al agujero?
La tierra suelta dificultaba el ascenso, pero con otro pequeño empujón logró subir a la superficie. El rastro de gotas de sangre que había visto abajo había desaparecido por completo.
-¡Ayúdame!-grito Jacq desde los adentros de aquel agujero. Visto desde fuera parecía un cráter.
De un ágil salto Jacq consiguió agarrarse al borde, Cristine lo cogió de los brazos y tiró con todas sus fuerzas hacia atrás.
Pesaba demasiado y le dolían los brazos al hacer fuerza, pero finalmente Jacq con su ayuda consiguió salir a rastras del agujero.
-¡Ha costado pero al fin libres!-dijo orgulloso de sí mismo como si nadie le hubiera ayudado a salir.
-¿Y ahora hacia donde nos dirigimos?
-¿Dirigimos? ¿Quieres venir conmigo o qué?-parecía extrañarle la pregunta.
-No tengo a donde ir-Cristine solo quería escapar del Notocar le daba igual el destino-Puedo servirte de ayuda.
-Está bien niña-dijo Jacq con un tono más alegre, parecía gustarle la idea de ir acompañado en su regreso al Odín-Lo primero que haremos será cazar nuestro desayuno.
-¿Con que lo vamos a cazar?-no tenían armas, y cazar solo con un machete era arriesgado.
-¡Con esto!-respondió sacando el machete de la funda-Las presas cazadas con esto saben mucho mejor.
La idea no le fascinaba pero era lo único que podían hacer si no querían morir de hambre. Solo esperaba no cruzarse con ningún escorpión gigante o alguna abominación similar, con suerte un mutajabalí para desayunar no sería mal plato, aunque echaba de menos la carne de los moradores de las cloacas. <<Al final será verdad y esa carne es adictiva>>
Parecía que los depredadores no tenían hambre aquella mañana, pasaron horas caminando sin saber muy bien hacia donde se dirigían sin que ningún animal se cruzara en su camino.
El sol cada vez tomaba más fuerza sobre sus cabezas, Cristine notaba como se le calentaba la frente y comenzaba a sentir cierto escozor en la piel de sus brazos.
Finalmente llegaron a un lugar donde las plantas comenzaban a tomar un color verdoso. Era difícil ver un paisaje así por aquella región. Un poco más adentro había un lago, al parecer de agua estancada formado por las lluvias del invierno pasado.
-¡Agua!-gritó Cristine alegre por el descubrimiento. Corrió hacia la orilla para echar un trago y calmarse su sed. El agua tenía un sabor nada agradable pero no le importaba, tenía demasiada sed como para permitirse el lujo de esperar encontrar un sitio con un agua más limpia.
-¡Cabrón tú no te me escapas!-un grito desgarrador hizo que se estremeciera y dejara de beber. Jacq volvía con un mutajabalí pequeño cargado sobre su hombro. Llevaba una sonrisa de oreja a oreja-Ya tenemos desayuno. Ahora te toca a ti preparar una hoguera para asar el trofeo. Nos vamos a poner las botas.
La carne del mutajabalí no se caracterizaba por ser un manjar, pero la tripa de dolía horrores por el hambre y agradecía que Jacq hubiera cazado aquella pieza, no había comido nada desde la mañana anterior cuando Mosarreta preparó los restos del morador de las cloacas.
Buscó ramas secas entre la maleza, tenía bastante donde elegir, aquella espesura verde que rodeaba el lago no era más que una pequeña alfombra de algas secándose al sol.
-¡Ahí te dejo el Zippo! ¡Cuando esté encendido el fuego avísame!- gritó Jacq a lo lejos caminando hacia el lago.
El mutajabalí yacía muerto al lado del traje y el machete de Jacq. Cristine levantó la vista y observó como su compañero se bañaba en el lago. El agua solo le cubría hasta la cintura. << ¡No mires!>>, pensó, pero no podía dejar de mirar de reojo hacia el lago mientras cuidadosamente amontonaba la leña para encender la hoguera.
Las ramas resecas hacían que el fuego chisporroteara. Sin más trabajo que hacer se sentó a unos metros de la hoguera, el calor apretaba y no le apetecía acabar asada como el mutajabalí.
Jacq continuaba lavándose, Cristine no pudo evitar mirar. El agua corría por el torso desnudo de aquel hombre, tenía el pelo mojado echado hacia atrás. No se caracterizaba por tener un cuerpo extremadamente musculoso, pero tenía bien definidos todos sus músculos, lo que más le gustaba a Cristine no eran sus marcados abdominales ni sus redondos bíceps, no, hasta el momento era el único hombre que la había respetado hasta el punto de salvarle la vida aunque él quisiera negarlo.
-¡Yo no me bañaría tan alegremente en este lago!-una voz femenina interrumpió aquel momento de fantasía. Cristine asustada giró la cabeza rápidamente. Una mujer esbelta de pelo largo y liso, alta, con un rostro tan hermoso que sería la envidia de cualquier mujer y con una armadura metálica que Cristine había reconocido fácilmente, miraba fijamente a Jacq sin hacerle mucho caso. Parecía confiada y no era para menos puesto que iba armada con dos pistolas Magnum del cuarenta y cuatro.
-¿Perdona?-pregunto Cristine extrañada por la aparición de aquella mujer.
-Disculpa, no me he presentado mi nombre es Pervert-dijo aquella mujer con tono alegre.
-Vaya eres la primera persona que no me apunta con un arma antes de conocerme-agregó extrañada.
-Viendo el panorama que tenéis no suponéis ningún peligro. Tú estas sentada a varios metros de la única arma que tenéis y del otro... en fin mejor no hablamos. Además la servoarmadura rota que hay ahí-dijo señalando el armadura de Jacq-me hace pensar que no perteneceis a ninguna banda de bandidos, dicho lo cual sois bienvenidos-al escuchar las palabras de Pervert, Cristine se sintió aliviada.
-Mi nombre es Cristine y aquel hombre se llama Jacq-levantó una mano para hacer sabedor a Jacq que tenían visita. Al salir del lago Jacq perdió todo su encanto. Llevaba puestos unos calzoncillos horrorosos, no por la forma sino por la suciedad de estos. Parecía como si no se los hubiera quitado en la vida.
-¡Dios casi hubiera sido mejor que se hubiera quitado esos calzoncillos mugrientos! ¡Igual nos alegraba la vista!-Pervert bromeó, aunque su broma iba cargada de razón. Por otra parte no era tarea fácil encontrar ropa interior limpia o al menos que estuviera un poco decente. Cristine hizo ademan de comprobar la suya y observó que no estaba mucho mejor después de todo lo pasado. <<Mejor me callo un poco>>, pensó al ver su ropa interior, aunque no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa ante la broma de Pervert.
Jacq se acercaba con paso firme y el ceño fruncido hacia ellas. Parecía extrañado por la presencia de la otra chica.
Una vez delante de ellas Cristine no pudo evitar ruborizarse al tener aquel torso desnudo tan cerca de ella.
-¿Quién eres tú?- preguntó Jacq, su voz sonaba seria.
-¡Tranquilo vengo en son de paz!-quiso quitar tensión a la situación-Soy una vecina de un pueblecito cercano a este lago. Me llamo Pervert.
-¡Esta bien Pervert!-se rascó la entrepierna-¡Putos calzoncillos!- Pervert no pudo contener la risa y Cristine se unió a ella-Pican un huevo, nunca mejor dicho. Pero tengo que llevarlos puestos si quiero ponerme la servoarmadura.
-Parece rota, ¿Que paso?-se notaba que Pervert sentía curiosidad por saber cómo habían acabado en aquel sitio. Cristine quiso responder pero en última instancia prefirió mantenerse callada.
-Es una larga historia. Si quieres acompáñanos en nuestro desayuno. Llevo un día sin comer y aquí mi amiga supongo que más de lo mismo-dijo refiriéndose a ella. Cristine asintió con la cabeza. Tenía tanta hambre que se mareaba con solo pensarlo.
Jacq tardó poco en preparar el mutajabalí. El primer bocado supo a gloria y el segundo y el tercero... Quizás fuera por el hambre pero nunca había probado uno que tuviera tan buen sabor.
Jacq comía y hablaba a la misma vez, contaba la historia de lo sucedido mientras Pervert prestaba atención en silencio.
Del mutajabalí solo quedaron los huesos.
-¿Fumáis?-preguntó la mujer ofreciendo un paquete de tabaco abierto.
-¡Por dios si!-se notaba que Jacq tenía mono de fumar tabaco o lo que fuera que estuviera ofreciendo la muchacha-¿Dónde está ese famoso pueblo?
-Está cerca, en aquella dirección-dijo mientras fumaba el cigarro, a cada palabra le salía una bocanada de humo-Hay un mecánico de armas que puede repararte esa destartalada armadura cuando esta sobrio, aunque te advierto que es difícil encontrarlo sobrio-dejó escapar una pequeña carcajada.
-No llevo ni una chapa encima-lamentó Jacq-Lo perdimos todo en la explosión.
-La caza es abundante por esta zona. Trabajad conmigo os prometo que podréis sacar un buen sueldo con la carne de los bichos que encontremos por aquí-la idea de Pervert no parecía convencer a Jacq que dudaba moviendo la cabeza a uno y otro lado. Cristine por el contrario estaba dispuesta a ir donde fuera, nadie le estaba esperando en ningún sitio y nadie la echaría de menos-Vámonos al pueblo y terminamos de hablar allí, conozco una taberna donde ponen muy buenos licores, yo invito.
Llevaban todo el día caminando y lo que menos le apetecía a Cristine era ponerse de nuevo a andar, por otra parte el sol estaba en todo su apogeo y no parecía haber ninguna sombra cercana;
-Si no hay que caminar mucho...-se encogió de hombros.
-¡Anda no me seas perra! ¡Vámonos!- bromeó Jacq. Apagaron el fuego y dejaron los restos del mutajabalí allí donde los habían tirado después de comérselos. Emprendieron de nuevo la marcha bordeando el lago, Pervert iba delante, le seguía Jacq que parecía que miraba mas el culo de la muchacha que a su alrededor y al lado de Jacq, Cristine.
-¡Esperad!-Pervert paró en seco-¡Tenemos caza, ahí!-desenfundó rápidamente sus dos Magnum. << ¿Qué es eso? >>, Pensó Cristine atemorizada. A escasos metros una criatura de pelo blanco parecía estar comiendo los restos de otra. Las garras de tres dedos agarraban con fuerza el abstracto trozo de carne en que se había transformado el otro animal o lo que fuera antes de caer en las fauces del depredador. Sus dientes eran afilados, a cada bocado arrancaba un trozo como si de papel se tratase. Los ojos pequeños y negros se clavaban con furia en la presa. De la espalda le salían dos alas del mismo tamaño que el cuerpo, aunque estas en su mayor parte estaban agujereadas.
Al darse cuenta de la presencia de Cristine y sus compañeros el animal se giró en un gesto violento mostrando sus fauces, emitiendo un agudo rugido. La larga cola del animal parecía un látigo moviéndose de un lado a otro.
Sin pestañear Pervert disparó una vez con el magnum de su mano derecha y otra con el que sujetaba con la izquierda. Con un movimiento torpe el monstruo intentó alzar el vuelo con tanta suerte para él que ninguna bala le alcanzó.
Avanzaba hacia ellos dando pequeños y continuados saltos.
-¡Dispara cojones!-gritaba Jacq una y otra vez. Pervert seguía apuntando sin hacer mucho caso a los gritos.
-No puedo desperdiciar el tiro. No me queda mucha munición- el siguiente tiro impactó directamente en la boca de la abominación. La bala atravesó por completo el rostro. No pareció afectarle lo mas mínimo, la criatura seguía avanzando a paso torpe.
Un nuevo disparo procedente del Magnum de Pervert alcanzó el torso del ser, este cayó de espaldas al suelo.
Pervert se acercó al monstruo que intentaba levantarse, pero la constitución de su cuerpo hacia que esa tarea fuera complicada. La mujer de los Magnum puso un pié sobre el torso del animal;
-Amiguito, vas a ser un buen abrigo- disparó por última vez y el ser dejó de moverse.
-¿Qué era eso?-preguntó Cristine, el miedo que aun tenia pegado al cuerpo hacia que su voz sonara temblorosa.
-Aquí lo llaman Nasaba, no sé en otros sitios como lo llamarán-Pervert daba pequeños puntapiés al monstruo-Hemos tenido suerte, tenía las alas rotas y no podía volar.
-¿Suerte?-el sarcasmo rebosaba en la boca de Jacq-¡Casi me cago en los pantalones!
-Según dicen son prototipos de armas biológicas del antiguo mundo-explicó Pervert-¿Quien me ayuda a transportar este bicho al pueblo?
-¿Pero esto se come?-preguntó Cristine inocentemente.
-¿Estas de broma?-sonrió la muchacha-Un pedacito de carne como la punta del dedo pequeño es suficiente para que estés una semana cagando sin parar. Con esto se hacen abrigos para resguardarse del frio en invierno.
Con algo de esfuerzo Jacq arrancó las alas del Nasaba, así era mucho más fácil poderlo transportar.
Cristine no se atrevía a tocarlo, solo con pensarlo el mutajabalí cobraba vida en su estomago dispuesto a salir corriendo por su boca.
Jacq fue el encargado de ayudar a la mujer a transportar el Nasaba. Él lo cogió por las piernas y ella por los brazos.
La peste a perro mojado se le metía a Cristine en la nariz hasta tal punto de notar su sabor en la garganta. Era muy desagradable.
La sangre que emanaba del cuerpo de la criatura dibujaba un fino trazado a cada paso de sus compañeros.
Haciendo esfuerzos por no vomitar llegaron al pueblo sin darse cuenta. Una alta muralla hecha a base de lo que parecían fuselajes de un avión caído en combate, rodeaba aquel pueblo. A lo alto de las puertas de acceso un hombre de barba blanca y piel morena vigilaba el tráfico entrante y saliente.
-¡Buena caza!-carraspeó el hombre al verles llegar con el Nasaba. Pervert saludó al vigilante levantando el pulgar en señal de agradecimiento y dedicándole una tierna sonrisa.
La ciudad estaba edificada en el interior de un enorme hoyo, al parecer producido por la explosión de una cabeza nuclear durante la guerra. Allí se levantaban decenas de chabolas construidas con cualquier material, plásticos, metal, madera, piedra... separadas por estrechos pasillos.
-¡Bienvenidos a Salatiga!-gritó Pervert una vez dentro del pueblo. Se respiraba tranquilidad aunque el tráfico de personas por las pequeñas calles fuera constante.
Carteles pintados a mano señalaban la dirección de varios negocios en la zona, entre ellos el bar. <<Bar Budo>>, señalaba uno de ellos, <<Bar Racón>> señalaba otro.
-Desde luego los dueños no se calientan mucho la cabeza poniendo nombres a sus negocios- bromeó Cristine señalando los carteles.
-Aquí nadie se calienta la cabeza con nada-aportó Pervert. Fueron en la dirección que señalaba el cartel <<Pieles Ciudadela>>. Cristine no sabía de la existencia de talleres que se dedicaran a la elaboración de prendas de vestir. Pensaba que toda la ropa era herencia del antiguo mundo.
-¡Buenas Tito!-dijo Pervert con voz alegre al entrar en el taller.
Tito estaba sentado detrás de una mesa de metal que había justo al entrar al local. Aquel sitio olía incluso peor que el Nasaba, era casi imposible respirar sin que una arcada golpeara su garganta, aunque parecía que a Tito no le afectara lo más mínimo.
-¡Dios como apesta aquí!-Jacq le quitó las palabras de la boca, <<Tienes toda la razón chico>>.
-Si pasaras aquí día y noche como yo, lo encontrarías hasta agradable-bromeó Tito-Dejármelo ahí, mi sobrino esta al llegar. Él se encargará de tratar la piel. Ya sabes cuál es el trato niña, pásate mañana y te doy tu parte. 
Pervert asintió con la cabeza y sin más palabras salieron del taller.
Después de pasar por aquel apestoso local parecía que fuera oliera a rosas, era un gran alivio poder respirar sin sentir arcadas, << ¡Que alivio!>>.
-¿Unos tragos?-preguntó Pervert encendiéndose un cigarro.
-¡Por favor!-suplicó Jacq.
-Después del mal trago que habéis pasado os lo merecéis-sonrió. Hasta su sonrisa era bonita, poca gente conservaba los dientes en tan buenas condiciones como aquella mujer.
Bajaron por una empinada escalera de tablones de madera clavados en el suelo hasta el centro del pueblo. Había una diminuta plaza donde los niños jugaban dándole patadas a un balón de trapo. La entrada del bar Budo daba a la plaza principal. El dueño gritaba a los niños intentando que estos dejaran de darle balonazos a las paredes del bar.
-¡Malditos críos!-maldijo a la vez que abría la puerta-¡Pasad jóvenes pasad!
Para Cristine todos los bares eran iguales. Malolientes, con una atmósfera contaminada por el humo del tabaco, hombres borrachos jugando a las cartas. Aquel sitio no era una excepción, carecía de ventanas y aunque fuera el sol quemara las piedras, dentro parecía ser de noche, pero el tener un poco de sombra en aquel día tan caluroso se agradecía.
-¿Que va a ser?-preguntó el dueño acercándose a la mesa donde se sentaron.
-¡Whisky!
-¡Otro para mí!-pidieron lo mismo tanto Jacq como Pervert. Cristine por su parte nunca había probado el alcohol, estaba indecisa, en aquel antro no parecía que tuvieran ninguna bebida que no alcohólica.
-¿Y tu niña?-pregunto el dueño dándose cuenta de su indecisión. << ¡Solo uno para acompañarles!>>
-Ponme otro a mí también-suspiró.
El dueño volvió al momento con una botella de Whisky entera y tres vasos. Mirando el vaso que aquel hombre le había dejado delante, vio un insecto trepando con sus diminutas patitas por las paredes de cristal del vaso intentando colarse dentro. Sigilosamente Cristine lo cambió por el de Pervert que hablaba con Jacq sin prestarle atención.
El camarero llenó hasta los bordes cada vaso, cuando este se disponía a llevarse de nuevo la botella al mostrador Pervert lo interrumpió;
-¡Deja la botella hombre!-el hombre la miro con el ceño fruncido, sonrió dejando ver la carencia de dientes que tenía en su boca y puso la botella en medio de la mesa.
Cristine acercó la nariz al vaso que desbordaba Whisky. Tenía un olor fuerte parecido a madera húmeda.
-¡Un brindis!-grito Pervert. Levantó el vaso sin poder evitar mojarse los dedos con el licor-¡Por una nueva amistad!
El trago le supo como un puñetazo en la garganta. << ¿Cómo puede gustarles tanto esta porquería? >>, Pensó. Sus compañeros se habían bebido el vaso de un solo trago como si se tratase de agua, en cambio ella lo tomaba a pequeños sorbos.
-¡No está mal!-dijo Jacq.
-Discrepo- protesto Cristine haciendo esfuerzos por recuperar el aliento después de cada trago. Conforme iba bebiendo el Whisky tomaba un sabor más suave.
-¿Están jugando a lo que yo creo?-preguntó Jacq mirando hacia una mesa donde unos tipos con claros síntomas de embriaguez voceaban a la vez que bebían sin control.
-Juegan al más fuerte. Apuestan a ver quien bebe mas-por la manera en que respondió Pervert parecía sentirse molesta por la actitud de aquellos hombres.
-¿Cuantas chapas llevas encima?-Jacq parecía emocionado.
-Unas cien-Pervert puso encima de la mesa un saquito de tela-esto es todo lo que llevo. No iras a...
-¡Trae eso! ¡Hoy bebemos gratis!-interrumpió cogiendo el saquito con las chapas. Jacq se levantó y fue directamente a la mesa donde los tipos se debatían en duelo por ver quién era el más borracho.
<<Todos los hombres son iguales>>
-¡Vamos guapa, esto promete!-dijo Pervert levantándose a toda velocidad de su asiento. Sin saber porque Cristine lleno de nuevo su vaso antes de levantarse.
-¿Tu quien eres?-preguntó el mas mayor de los dos hombres sentados en la mesa. El resto estaba de pie, algunos simplemente miraban, otros gritaban a cada trago de los contrincantes.
-¿Ya has acabado con este?-el tono desafiante de Jacq pareció incomodar al borracho.
-¡Soy el campeón! ¡Nadie me vence!- el hedor que desprendía el aliento de aquel hombre llegaba hasta las fosas nasales de Cristine, << ¡Qué asco por dios!>>. El hombre miró fijamente a Jacq-¿Eres un necrófago? ¡No, no lo eres! ¡Siéntate hijo voy a enseñarte como hay que beber!
-¿Apuesta?-preguntó Jacq sentándose en la silla que el oponente del viejo había dejado libre.
-¡Apuesta lo que estés dispuesto a perder hijo!-Cristine observo que el viejo tenía en el suelo al lado de su silla un cubo lleno de un líquido amarillento que parecía vómito.
-¿Eso es normal?-preguntó dándole un pequeño golpe en el brazo a Pervert. Sin darse cuenta se había terminado de nuevo el vaso.
-Es el pasatiempo del pueblo-bufó- veremos qué tal se las apaña nuestro amigo.
Jacq apostó todas las chapas y el viejo respondió con las mismas. Una pequeña montaña de chapas había crecido en una de las esquinas de la mesa. A juzgar por la cara de Pervert no estaba muy convencida de que aquello hubiera sido buena idea. Se arriesgaba a perder sus chapas.
Antes de que comenzara el duelo Cristine fue a por la botella de Whisky que yacía solitaria en la mesa donde se habían sentado al entrar en el bar. Comenzaba a sentir cierto mareo pero todo le parecía más divertido.
A cada trago de Jacq ella respondía con un traguito de la botella.
-¡Mujer que te la vas a beber tu sola!-protestó Pervert quitándole la botella de las manos para servirse otro vaso.
Parecía que Jacq había ganado la apuesta aunque Cristine en lo único que estaba pensando era en no caerse al suelo. Le costaba articular palabras y el mareo era cada vez más notable, así que decidió sentarse en la silla y apoyar la cabeza en la mesa. Aquello fue un error, el suelo se movía a sus pies, la mesa parecía estar poseída, las manos le sudaban como nunca antes lo habían hecho. No pudo evitar vomitar en el suelo pero no le importó, volvió a apoyar la cabeza en la mesa e intentó dormirse.
Carcajadas, música, el humo del tabaco, todo había vuelto a ser molesto. << ¿Quien me mandaría a mi probar esto? >>
Tenía la sensación de estar volando. Inmediatamente abrió los ojos, Jacq la llevaba en brazos. Ya no estaban en el bar, parecía que iban de camino a casa de Pervert.
Salir de aquel tugurio sentó bien a Cristine, aun notaba un ligero mareo pero la tormenta parecía haber pasado. No sabía si era por los efectos de la bebida, pero visto desde aquel ángulo el aspecto de Jacq era mucho más atractivo que de costumbre;
-¡Qué guapo eres!-dijo Cristine acariciándole los pelos de la barba. No sabía si lo había dicho en voz alta o simplemente estaba pensándolo, Jacq sonrió lo que le hizo suponer que la había escuchado. Nunca había estado tan segura y a gusto en brazos de ningún hombre. Se incorporó levemente y dio un beso a Jacq en la comisura de sus labios. << ¿Por qué he hecho eso?>>, pensó, pero no se arrepentía en absoluto, volvería a repetirlo pero sentía miedo por la reacción que pudiera tener Jacq. No quería estropear aquel embriagador momento.
-¡Borracha!-bromeó Jacq que no podía dejar de reír, aquello la tranquilizó. Una vez pudo dejar de mirar el rostro de Jacq, Cristine vio como Pervert echaba mano de su bolsillo para posteriormente sacar una llave con la que abrió la puerta de una de las chabolas.
-¡Dormir donde podáis tortolitos!- bromeo Pervert a la entrada-¡Yo me voy a la cama que voy borracha!-después de aquellas palabras desapareció por unas escaleras de metal que al parecer daban acceso a otra planta donde debía tener su habitación o el sitio donde dormía.
-Yo duermo en el suelo tu quédate aquí en este sofá-dijo Jacq dejándole caer sobre un viejo sofá que había en medio de la casa.
Aquel sofá era todo menos cómodo. Estaba destartalado y los muelles se le clavaban por todo el cuerpo, tenía un fuerte olor a sudor y el apoyabrazos donde reposaba la cabeza de Cristine tenía unas manchas un tanto extrañas que le producían repulsión.
No podía pegar ojo aunque ganas de dormir no le faltaban. Levantó la cabeza y observó como Jacq dormía casi desnudo, tirado en el suelo con los brazos en forma de cruz.
Cristine se echó al lado de Jacq, el suelo estaba frio pero no le importaba, la noche era calurosa y parecía estar mucho más limpio que el mugriento sofá. Apoyó su cabeza en el pecho descubierto del hombre que la había llevado a aquel sitio en brazos, le rodeó el torso con su brazo izquierdo y cerró los ojos.