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martes, 28 de julio de 2015

CAPÍTULO XLVI – CAMBIO DE ROSTRO



MOSARRETA


-¿Qué coño ha pasado?-se preguntó al mismo tiempo que abría los ojos. La cabeza le dolía horrores, como si tuviera la peor de las resacas. Recordaba una fuerte explosión y a Cristine volando a su lado. Seguramente esa era la causa del molesto zumbido que no paraba de machacarle los oídos. Mosarreta miraba a uno y otro lado buscando respuesta a sus preguntas, pero solo alcanzaba ver un par de ruedas antiguas de madera y el seco y pedregoso suelo desplazándose a gran velocidad, a ritmo de lo que parecía ser un burro de carga. Intentó mover los brazos y las piernas para darse la vuelta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Algo lo estaba reteniendo contra aquella estructura-¡Ayuda!-gritó-¡Soltadme!-repitió una y otra vez-¡Soy de los buenos!
-¿Has escuchado eso?-gritó una voz desconocida para él en un tono un tanto irónico- ¡Mira lo que dice el robot putero!- aquellos extraños no paraban de hacerle burlas una y otra vez.
Cánticos, carcajadas, el cristal de las copas chocando entre sí, eructos, pestazo a alcohol, desde luego tenían una buena fiesta montada. Ni los negreros, la peor escoria de toda la región, eran tan osados como para emborracharse durante una travesía y por lo que escuchaba, más de uno parecía tener claros síntomas de embriaguez.
Mosarreta notó como el carro poco a poco, se detenía, y cuando este estuvo totalmente parado, el jolgorio dio paso al más absoluto de todos los silencios.
-¡Los conquistadores!-escuchó gritar a lo lejos-¡Han llegado los conquistadores!- el carro volvió a ponerse en marcha, al mismo tiempo que el griterío y el sonido de múltiples disparos inundaba el ambiente. Parecía como si estuvieran dándoles la bienvenida a sus captores en forma de fuegos artificiales. El carro avanzaba lentamente, sonaban tambores a su alrededor interpretando una melodía un tanto pegadiza, “tan tan”, “tan tan”. «¿Dónde cojones estoy?-pensaba-¿Quién es esta gente tan extraña?»
Un fuerte golpe sonó en la parte posterior de su cabeza y antes de que pudiera notar dolor alguno, la calma más absoluta invadió su ser.
Despertó con la agradable sensación que solo podía proporcionar un buen cubo lleno de agua fría, corriendo por su rostro.
-¡Joder!-gritó nada más notar el agua. Tenía la sensación de estar aun anclado a la estructura que le retenía momentos antes de perder la conciencia. Aunque esta vez estaba en posición vertical y podía ver cuánto tenía delante de sus ojos. Una habitación oscura, iluminada solo por la luz que entraba a las espaldas de Mosarreta. Seguramente detrás de él estaba la puerta de acceso a aquella sala. Repleta de cortinas decoradas con bordados hechos a mano, bordados que representaban escenas de animales mutantes enfrentándose a un hombre cubierto por una extraña armadura, o al menos eso le parecía a él, ya que no estaban muy bien definidos, más bien parecían los dibujos que haría una persona que no sabe coger un lápiz.
-¡Montón de mierda!-gritó enfrente de él, un soldado vestido con servoarmadura blanca. Al parecer era el que le había tirado el cubo de agua fría y no tenía cara de querer hacer nuevos amigos-El rey solicita tener una reunión privada contigo. Estaremos fuera, así que no intentes nada raro o serás carnaza para los perros-paró un momento mientras miraba fijamente su cuerpo-Veo que llevas incorporado un exoesqueleto prototipo Bilk III-paró un momento el discurso para encender un cigarro liado a mano-Se que arrancarlo del cuerpo humano sin anestesia alguna hace mucha putita. Intenta algo raro y yo mismo me encargare de que lo notes en tus apestosas carnes montón de mierda-el soldado apoyó el cigarro entre sus labios y ya con las manos libres, liberó a Mosarreta de la estructura que le tenía retenido-¡No te muevas de aquí montón de mierda!
El soldado salió de la habitación sin hacer demasiado ruido. Al rato otro hombre entró en la sala, este caminó en silencio hasta el medio de aquella estancia, allí había un butacón cubierto con mas cortinas decoradas. El extraño llevaba una capucha que no dejaba ver su rostro, vestía una extraña armadura muy parecida a la de los bordados de las cortinas. Seguramente aquella persona era el tan famoso rey. Este al llegar al butacón se sentó dejando caer lentamente sus reales posaderas sobre el asiento. Una vez acomodado levantó la capucha dejando ver su rostro. De larga melena blanca y piel rojiza, como si hubiera pasado largos periodos de tiempo al sol sin protección, un ceño tan fruncido como si se lo hubieran colocado a martillazos y ojos inyectados en sangre, era lo único que la espantosa mascara no cubría de la cara del rey. Una máscara decorada con dientes humanos, amarillentos, con alguna caries que otra. De esa monstruosa boca emergían dos tubos de color gris que conectaban directamente con la parte posterior de la servoarmadura. Una servoarmadura blanca, pero no porque ese fuera su color, la tonalidad semitransparente de esta dejaba entrever el torso de aquel ser, lleno de llagas, rojizo como su rostro y bastante musculoso.
-Deja de mirarme el careto-dijo con voz enlatada el supuesto rey-¿O es que acaso nunca has visto un monstruo?
-No era mí…
-¡A callar!-interrumpió-¡Nadie te ha dado permiso para que abras tu apestosa boca-«No quiero ni saber a lo que apestará la tuya-pensó Mosarreta al imaginarse que escondería detrás de la máscara»-Los sabios del consejo dijeron que te parecías mucho a mi hijo y quise verlo con mis propios ojos.
-¿Tu qué?- «¿Esto tiene hijos?»
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no interrumpas?-el rey se detuvo un momento para coger aire. Al inspirar la máscara hizo el mismo sonido que un aspirador industrial-Ambos sabemos que no lo eres, porque él hace décadas que murió. Aunque por lo que me han dicho eres un putero igual que lo era él, pero con mejor gusto por lo que se ve. La zorrita joven medio desnuda que te acompañaba, es de lo más hermoso que he podido ver por esta región.
-¿Cristine?-espetó-No era mi zorra ni mucho menos, era mi rehén.
-¡Muchacho si quieres ser mi hijo tendrás que cuidar tus modales!-respondió el rey.
Imagen del rey penalba

-¿Tu qué?
-¡Que te calles o haré que te empalen!-gritó el hombre-Necesito un heredero, un varón que capitanee mis ejércitos cuando yo ya no esté. Mis mujeres solo me han proporcionado mutantes-«Igual el mutante eres tu-pensó Mosarreta mientras el rey no dejaba de hablar»- así que ahora tu zorrita, esa tal Cristine, es una de mis esposas.-se señaló a sí mismo, dando unos toquecitos con el dedo índice sobre la coraza-Hasta que ella pueda concebirme un heredero, tú serás el encargado de llevar a mis solados hacia la victoria.
-¿Y si me niego a tal propósito?-aquello era lo más absurdo que le habían ofrecido hacer en su vida.
-¡Veo que sigues sin tener modales muchachote!-respiró de nuevo-Tú eliges, o gloria o muerte. Mis científicos han conseguido adaptar un collarín de esclavos a tu exoesqueleto. Si te niegas o intentas huir, este como bien sabes explotara y tu torso se hará añicos-el rey intentó reírse o al menos eso quiso pensar Mosarreta, pero lo que parecían ser carcajadas sonaban como cortos y agudos pedos-¿Y bien has tomado ya una decisión?
-¿Y qué pasará conmigo cuando nazca tu heredero?-respondió Mosarreta.