MOSARRETA
-¿Qué coño ha pasado?-se
preguntó al mismo tiempo que abría los ojos. La cabeza le dolía horrores, como
si tuviera la peor de las resacas. Recordaba una fuerte explosión y a Cristine
volando a su lado. Seguramente esa era la causa del molesto zumbido que no
paraba de machacarle los oídos. Mosarreta miraba a uno y otro lado buscando
respuesta a sus preguntas, pero solo alcanzaba ver un par de ruedas antiguas de
madera y el seco y pedregoso suelo desplazándose a gran velocidad, a ritmo de
lo que parecía ser un burro de carga. Intentó mover los brazos y las piernas
para darse la vuelta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Algo lo estaba reteniendo
contra aquella estructura-¡Ayuda!-gritó-¡Soltadme!-repitió una y otra vez-¡Soy
de los buenos!
-¿Has escuchado eso?-gritó
una voz desconocida para él en un tono un tanto irónico- ¡Mira lo que dice el
robot putero!- aquellos extraños no paraban de hacerle burlas una y otra vez.
Cánticos, carcajadas, el
cristal de las copas chocando entre sí, eructos, pestazo a alcohol, desde luego
tenían una buena fiesta montada. Ni los negreros, la peor escoria de toda la
región, eran tan osados como para emborracharse durante una travesía y por lo
que escuchaba, más de uno parecía tener claros síntomas de embriaguez.
Mosarreta notó como el carro
poco a poco, se detenía, y cuando este estuvo totalmente parado, el jolgorio dio
paso al más absoluto de todos los silencios.
-¡Los conquistadores!-escuchó
gritar a lo lejos-¡Han llegado los conquistadores!- el carro volvió a ponerse
en marcha, al mismo tiempo que el griterío y el sonido de múltiples disparos inundaba
el ambiente. Parecía como si estuvieran dándoles la bienvenida a sus captores
en forma de fuegos artificiales. El carro avanzaba lentamente, sonaban tambores
a su alrededor interpretando una melodía un tanto pegadiza, “tan tan”, “tan tan”.
«¿Dónde cojones estoy?-pensaba-¿Quién es esta gente tan extraña?»
Un fuerte golpe sonó en la
parte posterior de su cabeza y antes de que pudiera notar dolor alguno, la
calma más absoluta invadió su ser.
Despertó con la agradable
sensación que solo podía proporcionar un buen cubo lleno de agua fría,
corriendo por su rostro.
-¡Joder!-gritó nada más
notar el agua. Tenía la sensación de estar aun anclado a la estructura que le retenía
momentos antes de perder la conciencia. Aunque esta vez estaba en posición
vertical y podía ver cuánto tenía delante de sus ojos. Una habitación oscura, iluminada
solo por la luz que entraba a las espaldas de Mosarreta. Seguramente detrás de él
estaba la puerta de acceso a aquella sala. Repleta de cortinas decoradas con
bordados hechos a mano, bordados que representaban escenas de animales mutantes
enfrentándose a un hombre cubierto por una extraña armadura, o al menos eso le
parecía a él, ya que no estaban muy bien definidos, más bien parecían los
dibujos que haría una persona que no sabe coger un lápiz.
-¡Montón de mierda!-gritó enfrente
de él, un soldado vestido con servoarmadura blanca. Al parecer era el que le
había tirado el cubo de agua fría y no tenía cara de querer hacer nuevos amigos-El
rey solicita tener una reunión privada contigo. Estaremos fuera, así que no
intentes nada raro o serás carnaza para los perros-paró un momento mientras
miraba fijamente su cuerpo-Veo que llevas incorporado un exoesqueleto prototipo
Bilk III-paró un momento el discurso para encender un cigarro liado a mano-Se
que arrancarlo del cuerpo humano sin anestesia alguna hace mucha putita. Intenta
algo raro y yo mismo me encargare de que lo notes en tus apestosas carnes montón
de mierda-el soldado apoyó el cigarro entre sus labios y ya con las manos
libres, liberó a Mosarreta de la estructura que le tenía retenido-¡No te muevas
de aquí montón de mierda!
El soldado salió de la
habitación sin hacer demasiado ruido. Al rato otro hombre entró en la sala, este
caminó en silencio hasta el medio de aquella estancia, allí había un butacón
cubierto con mas cortinas decoradas. El extraño llevaba una capucha que no
dejaba ver su rostro, vestía una extraña armadura muy parecida a la de los
bordados de las cortinas. Seguramente aquella persona era el tan famoso rey.
Este al llegar al butacón se sentó dejando caer lentamente sus reales posaderas
sobre el asiento. Una vez acomodado levantó la capucha dejando ver su rostro. De
larga melena blanca y piel rojiza, como si hubiera pasado largos periodos de
tiempo al sol sin protección, un ceño tan fruncido como si se lo hubieran
colocado a martillazos y ojos inyectados en sangre, era lo único que la espantosa
mascara no cubría de la cara del rey. Una máscara decorada con dientes humanos,
amarillentos, con alguna caries que otra. De esa monstruosa boca emergían dos
tubos de color gris que conectaban directamente con la parte posterior de la
servoarmadura. Una servoarmadura blanca, pero no porque ese fuera su color, la
tonalidad semitransparente de esta dejaba entrever el torso de aquel ser, lleno
de llagas, rojizo como su rostro y bastante musculoso.
-Deja de mirarme el
careto-dijo con voz enlatada el supuesto rey-¿O es que acaso nunca has visto un
monstruo?
-No era mí…
-¡A callar!-interrumpió-¡Nadie
te ha dado permiso para que abras tu apestosa boca-«No quiero ni saber a lo que
apestará la tuya-pensó Mosarreta al imaginarse que escondería detrás de la máscara»-Los
sabios del consejo dijeron que te parecías mucho a mi hijo y quise verlo con
mis propios ojos.
-¿Tu qué?- «¿Esto tiene
hijos?»
-¿Cuántas veces tengo que
decirte que no interrumpas?-el rey se detuvo un momento para coger aire. Al
inspirar la máscara hizo el mismo sonido que un aspirador industrial-Ambos
sabemos que no lo eres, porque él hace décadas que murió. Aunque por lo que me
han dicho eres un putero igual que lo era él, pero con mejor gusto por lo que
se ve. La zorrita joven medio desnuda que te acompañaba, es de lo más hermoso
que he podido ver por esta región.
-¿Cristine?-espetó-No era mi
zorra ni mucho menos, era mi rehén.
-¡Muchacho si quieres ser mi
hijo tendrás que cuidar tus modales!-respondió el rey.
-¿Tu qué?
-¡Que te calles o haré que
te empalen!-gritó el hombre-Necesito un heredero, un varón que capitanee mis ejércitos
cuando yo ya no esté. Mis mujeres solo me han proporcionado mutantes-«Igual el
mutante eres tu-pensó Mosarreta mientras el rey no dejaba de hablar»- así que
ahora tu zorrita, esa tal Cristine, es una de mis esposas.-se señaló a sí mismo,
dando unos toquecitos con el dedo índice sobre la coraza-Hasta que ella pueda
concebirme un heredero, tú serás el encargado de llevar a mis solados hacia la victoria.
-¿Y si me niego a tal propósito?-aquello
era lo más absurdo que le habían ofrecido hacer en su vida.
-¡Veo que sigues sin tener
modales muchachote!-respiró de nuevo-Tú eliges, o gloria o muerte. Mis científicos
han conseguido adaptar un collarín de esclavos a tu exoesqueleto. Si te niegas
o intentas huir, este como bien sabes explotara y tu torso se hará añicos-el
rey intentó reírse o al menos eso quiso pensar Mosarreta, pero lo que parecían
ser carcajadas sonaban como cortos y agudos pedos-¿Y bien has tomado ya una decisión?
-¿Y qué pasará conmigo cuando
nazca tu heredero?-respondió Mosarreta.
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