Menu
Mostrando entradas con la etiqueta infección. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta infección. Mostrar todas las entradas

martes, 28 de julio de 2015

CAPÍTULO XLVI – CAMBIO DE ROSTRO



MOSARRETA


-¿Qué coño ha pasado?-se preguntó al mismo tiempo que abría los ojos. La cabeza le dolía horrores, como si tuviera la peor de las resacas. Recordaba una fuerte explosión y a Cristine volando a su lado. Seguramente esa era la causa del molesto zumbido que no paraba de machacarle los oídos. Mosarreta miraba a uno y otro lado buscando respuesta a sus preguntas, pero solo alcanzaba ver un par de ruedas antiguas de madera y el seco y pedregoso suelo desplazándose a gran velocidad, a ritmo de lo que parecía ser un burro de carga. Intentó mover los brazos y las piernas para darse la vuelta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Algo lo estaba reteniendo contra aquella estructura-¡Ayuda!-gritó-¡Soltadme!-repitió una y otra vez-¡Soy de los buenos!
-¿Has escuchado eso?-gritó una voz desconocida para él en un tono un tanto irónico- ¡Mira lo que dice el robot putero!- aquellos extraños no paraban de hacerle burlas una y otra vez.
Cánticos, carcajadas, el cristal de las copas chocando entre sí, eructos, pestazo a alcohol, desde luego tenían una buena fiesta montada. Ni los negreros, la peor escoria de toda la región, eran tan osados como para emborracharse durante una travesía y por lo que escuchaba, más de uno parecía tener claros síntomas de embriaguez.
Mosarreta notó como el carro poco a poco, se detenía, y cuando este estuvo totalmente parado, el jolgorio dio paso al más absoluto de todos los silencios.
-¡Los conquistadores!-escuchó gritar a lo lejos-¡Han llegado los conquistadores!- el carro volvió a ponerse en marcha, al mismo tiempo que el griterío y el sonido de múltiples disparos inundaba el ambiente. Parecía como si estuvieran dándoles la bienvenida a sus captores en forma de fuegos artificiales. El carro avanzaba lentamente, sonaban tambores a su alrededor interpretando una melodía un tanto pegadiza, “tan tan”, “tan tan”. «¿Dónde cojones estoy?-pensaba-¿Quién es esta gente tan extraña?»
Un fuerte golpe sonó en la parte posterior de su cabeza y antes de que pudiera notar dolor alguno, la calma más absoluta invadió su ser.
Despertó con la agradable sensación que solo podía proporcionar un buen cubo lleno de agua fría, corriendo por su rostro.
-¡Joder!-gritó nada más notar el agua. Tenía la sensación de estar aun anclado a la estructura que le retenía momentos antes de perder la conciencia. Aunque esta vez estaba en posición vertical y podía ver cuánto tenía delante de sus ojos. Una habitación oscura, iluminada solo por la luz que entraba a las espaldas de Mosarreta. Seguramente detrás de él estaba la puerta de acceso a aquella sala. Repleta de cortinas decoradas con bordados hechos a mano, bordados que representaban escenas de animales mutantes enfrentándose a un hombre cubierto por una extraña armadura, o al menos eso le parecía a él, ya que no estaban muy bien definidos, más bien parecían los dibujos que haría una persona que no sabe coger un lápiz.
-¡Montón de mierda!-gritó enfrente de él, un soldado vestido con servoarmadura blanca. Al parecer era el que le había tirado el cubo de agua fría y no tenía cara de querer hacer nuevos amigos-El rey solicita tener una reunión privada contigo. Estaremos fuera, así que no intentes nada raro o serás carnaza para los perros-paró un momento mientras miraba fijamente su cuerpo-Veo que llevas incorporado un exoesqueleto prototipo Bilk III-paró un momento el discurso para encender un cigarro liado a mano-Se que arrancarlo del cuerpo humano sin anestesia alguna hace mucha putita. Intenta algo raro y yo mismo me encargare de que lo notes en tus apestosas carnes montón de mierda-el soldado apoyó el cigarro entre sus labios y ya con las manos libres, liberó a Mosarreta de la estructura que le tenía retenido-¡No te muevas de aquí montón de mierda!
El soldado salió de la habitación sin hacer demasiado ruido. Al rato otro hombre entró en la sala, este caminó en silencio hasta el medio de aquella estancia, allí había un butacón cubierto con mas cortinas decoradas. El extraño llevaba una capucha que no dejaba ver su rostro, vestía una extraña armadura muy parecida a la de los bordados de las cortinas. Seguramente aquella persona era el tan famoso rey. Este al llegar al butacón se sentó dejando caer lentamente sus reales posaderas sobre el asiento. Una vez acomodado levantó la capucha dejando ver su rostro. De larga melena blanca y piel rojiza, como si hubiera pasado largos periodos de tiempo al sol sin protección, un ceño tan fruncido como si se lo hubieran colocado a martillazos y ojos inyectados en sangre, era lo único que la espantosa mascara no cubría de la cara del rey. Una máscara decorada con dientes humanos, amarillentos, con alguna caries que otra. De esa monstruosa boca emergían dos tubos de color gris que conectaban directamente con la parte posterior de la servoarmadura. Una servoarmadura blanca, pero no porque ese fuera su color, la tonalidad semitransparente de esta dejaba entrever el torso de aquel ser, lleno de llagas, rojizo como su rostro y bastante musculoso.
-Deja de mirarme el careto-dijo con voz enlatada el supuesto rey-¿O es que acaso nunca has visto un monstruo?
-No era mí…
-¡A callar!-interrumpió-¡Nadie te ha dado permiso para que abras tu apestosa boca-«No quiero ni saber a lo que apestará la tuya-pensó Mosarreta al imaginarse que escondería detrás de la máscara»-Los sabios del consejo dijeron que te parecías mucho a mi hijo y quise verlo con mis propios ojos.
-¿Tu qué?- «¿Esto tiene hijos?»
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no interrumpas?-el rey se detuvo un momento para coger aire. Al inspirar la máscara hizo el mismo sonido que un aspirador industrial-Ambos sabemos que no lo eres, porque él hace décadas que murió. Aunque por lo que me han dicho eres un putero igual que lo era él, pero con mejor gusto por lo que se ve. La zorrita joven medio desnuda que te acompañaba, es de lo más hermoso que he podido ver por esta región.
-¿Cristine?-espetó-No era mi zorra ni mucho menos, era mi rehén.
-¡Muchacho si quieres ser mi hijo tendrás que cuidar tus modales!-respondió el rey.
Imagen del rey penalba

-¿Tu qué?
-¡Que te calles o haré que te empalen!-gritó el hombre-Necesito un heredero, un varón que capitanee mis ejércitos cuando yo ya no esté. Mis mujeres solo me han proporcionado mutantes-«Igual el mutante eres tu-pensó Mosarreta mientras el rey no dejaba de hablar»- así que ahora tu zorrita, esa tal Cristine, es una de mis esposas.-se señaló a sí mismo, dando unos toquecitos con el dedo índice sobre la coraza-Hasta que ella pueda concebirme un heredero, tú serás el encargado de llevar a mis solados hacia la victoria.
-¿Y si me niego a tal propósito?-aquello era lo más absurdo que le habían ofrecido hacer en su vida.
-¡Veo que sigues sin tener modales muchachote!-respiró de nuevo-Tú eliges, o gloria o muerte. Mis científicos han conseguido adaptar un collarín de esclavos a tu exoesqueleto. Si te niegas o intentas huir, este como bien sabes explotara y tu torso se hará añicos-el rey intentó reírse o al menos eso quiso pensar Mosarreta, pero lo que parecían ser carcajadas sonaban como cortos y agudos pedos-¿Y bien has tomado ya una decisión?
-¿Y qué pasará conmigo cuando nazca tu heredero?-respondió Mosarreta.

viernes, 28 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIV - EL MUNDO AL REVÉS



MOSARRETA




Soñó que volvía a caminar. Campos de hierba verde, un sol radiante y al fondo el amor de su vida. Corría hacia el, tan bella, con el pelo negro caoba, esas caderas que tanto recorría con sus labios, beso a beso, subiendo poco a poco por su cintura, sus pechos y finalmente besar aquellos labios carnosos y ver aquella cara de pánfila que tan cachondo le ponía -¡Yejova!- repetía una y otra vez -¡Yejova!- gritaba con mas fuerza, el campo cada vez era mas gris, la imagen de su amada mas difusa.

-¡Mierda!- despertó con el ruido de las gotas cayendo constantemente al suelo encharcado de las alcantarillas. Cristine estaba en la misma posición que la noche anterior, inmóvil <<¿Se habrá intoxicado con la carne del hombre pez?-pensaba mientras observaba como la chica dormía- Estará cansada>>.

Maldecía cada mañana al despertar el día en que intentó violarla y esta le dejó tullido. Le dolían aunque no pudiera moverlas. Siempre se preguntaba porque quiso hacerlo. Era feliz, tenia una mujer bonita que le amaba, un trabajo que le reportaba grandes sumas de chapas, pero todo cambió de la noche a la mañana. El alcohol, las drogas, prostitución y por último violador en serie <<¡Menudo currículo!¡Normal que mi mujer me abandonara!>> Sentía una sensación extraña, tenia mucho que agradecerle a Cristine, se había convertido en un gilipollas integral, pero gracias a ese cuchillazo dejo de serlo, hizo verle que lo había perdido todo, hasta las ganas de vivir. Después todo cambió, quería volver a ser el mismo de antes y recuperar a Yejova, aunque sin pelo y en silla de ruedas y sobretodo después de lo que había hecho, iba a ser tarea difícil

-¡Gracias!- dijo en voz alta, pero la chica no respondió seguía dormida -¡Venga despierta!- gritó - es hora de ponerse en marcha, no tenemos todo el día.
Alcantarillas posguerra


-¿Que hora es?- respondió Cristine mientras se desperezaba.

-¡Y yo que cojones se!¿Tengo cara de tener un Rolex?

Aun quedaban brasas en la hoguera, medio consumidas después de muchas horas encendida. Aprovecharon para prepararse el desayuno, y una vez fritos los restos del hombre pez, comieron un poco para llenar el estomago.

Mosarreta llevaba varios días comiendo lo mismo, pero aquella carne tan tierna era de las mejores que había probado nunca y hasta ahora no se cansaba de comerla. Tenia la sensación de que era adictivo puesto que cuanto mas la comía mas le gustaba, y a su compañera parecía pasarle lo mismo <<Mejor ser adicto a esto que no morir de hambre>>.

Una vez terminaron de comer Mosarreta guardo el resto en una mochila que llevaba colgada en la parte trasera de su silla de ruedas. Esta era automática, pero la falta de luz solar en las alcantarillas mermaron las baterías, así que no tenia mas remedio que empujar las ruedas con sus manos.

-¡En marcha!-ordenó. Mosarreta conocía algunas zonas del alcantarillado, había pasado las ultimas semanas vagando sin un rumbo claro buscando una salida, con tan mala fortuna que sin darse cuenta acabó volviendo al lugar por donde había entrado. Al menos ahora volvía a estar orientado y sabia que dirección tomar.

-Tranquila estas zonas están limpias. Al menos lo estaban cuando pasé por aquí hace unos días- los túneles parecían todos iguales, apestaban todos igual.

Mosarreta iba delante, empujando la silla con sus manos, apoyada en las piernas su fiel arma. Cristine de vez en cuando le ayudaba a sortear algún escalón mas alto de lo normal.

-¿Como acabaste aquí abajo?¿De quien huías?- quiso saber. Le extrañaba que el ojito derecho del jefe de la banda de los Trajes Grises andara por aquellos agujeros.

-Arnazi intentó violarme, pero le paré los pies a tiempo rajándole la garganta con el mismo cuchillo que utilice para...

-No sigas. Entiendo que quieres decirme. Vaya... vaya... la niña nos ha salido guerrera. Así que el jefe esta muerto- aquellas noticias le dejaron petrificado. Sin un líder la banda de los Trajes Grises acabaría por desaparecer. Arnazi no había elegido ningún sustituto para relevarle en el puesto, ninguno de los integrantes de la banda aceptaría la autoproclamación de nadie como nuevo jefe y mucho menos les veía lo suficientemente inteligentes como para echarlo a votación.

-¡Aquí es donde cometí el fallo!- llevaban un buen rato caminando por un túnel amplio, este a su final se dividía en otros dos mas estrechos, pero perfectamente transitables. La vez anterior Mosarreta eligió el camino de la derecha, estuvo casi una semana explorando pero no encontró ninguna salida. Túneles inundados, otros bloqueados y mas de una abominación como la que atacó a Cristine.

Cuando escapó del calabozo con su compañero, este le dijo que tenían que dirigirse en la medida de lo posible siempre hacia el norte y a pocas horas caminando encontrarían la salida. Lo que su compañero no le informó es que en la bifurcación los dos túneles tomaban dirección norte.

-Tenemos que ir por la izquierda. Aunque te advierto que a partir de aquí podemos toparnos con cualquier cosa- aquella zona no estaba explorada.

El túnel parecía inacabable. Metros y metros de húmeda oscuridad Sin previo aviso una de las trampillas de la parte superior del túnel cedió, cayendo con ella un montón de basura precedida por una criatura. Entre tanta oscuridad y salpicaduras de agua sucia Mosarreta no lograba ver bien que tenia enfrente, pero por la silueta y el inconfundible chascarrido procedente de la boca de aquel ser, se trataba de un hombre pez. Rápidamente echó mano de su viejo rifle, demasiado tarde, la criatura le propinó un fuerte zarpazo y lo tiró de la silla.

Mosarreta intentaba arrastrarse con sus manos pero resbalaba cada dos por tres debido al agua. El arma estaba muy lejos, detrás de la criatura, esta no debía ver muy bien puesto que no paraba de lanzar golpes al aire. <<¡Maldita zorra!-pensaba con rabia, mientras seguía arrastrándose con dificultad- ¡Ha huido!>>.

Escuchó un disparo, el sonido retumbó en las paredes del estrecho túnel, un poco de sangre salpicó a Mosarreta pero la criatura seguía dando golpes al vacío. Otro disparo impacto contra el abdomen de la abominación, esta cayó al suelo de rodillas <<¡Mierda me ha visto!>>, arrastrándose hacia el la criatura le cogió de un tobillo, intentó cogerle del otro pero un golpe la apartó. En ese momento Mosarreta vió que era Cristine, estaba de pie delante suyo apuntando fijamente al hombre pez. Respiró y disparó, la abominación pataleó y poco después dejo de moverse. El último disparo de la chica había impactado de lleno en la cabeza del hombre pez dejando un agujero enorme en el ojo.

Mosarreta observaba desde el suelo como Cristine seguía apuntando firmemente al cuerpo sin vida de aquella criatura.

-¡Déjalo, ya esta muerto, no desaprovechemos munición!- dijo mientras jadeaba, le costaba hablar-¡Gracias!¡Pensé que te habías marchado!

-¿Porque?¡Tu me salvaste la otra vez!¡Ahora estamos en paz!

-Una cosa- Mosarreta hizo una observación-La próxima vez dispara directamente a la cabeza.

Con la ayuda de Cristine volvió a sentarse en la silla, y siguieron por el túnel, dejando atrás el cadáver del hombre pez.

Le dolía el costado, el golpe de la criatura había sido muy fuerte, mas aun el sucio suelo lleno de agua sucia y putrefacta donde impacto de lado. Aun sentía el olor a rancio <<Debo apestar a podrido>> aunque no sabia bien si era solo él o el aroma de las alcantarillas. Podría pasar meses en aquel agujero que nunca se acostumbraría a aquellos olores.

El final del túnel desembocó en un gran espació donde cruzaban cuatro túneles, uno de ellos bloqueado por lo que debía ser un derrumbamiento.

-Debemos seguir al norte, ya estamos cerca creo...

Aquel lugar estaba poco iluminado, pequeños rayos de sol se colaban por rendijas y pequeños agujeros en la parte superior. En el centro unos barriles de metal tirados en el suelo medio cubiertos por el agua. Alrededor ningún indicio de amenaza.

Siguiendo las indicaciones de su compañero muerto continuaron hacia el norte dejando a su derecha otro túnel a simple vista similar al que habían venido.

-¿Donde creéis que vais?- alguien les interrumpió cuando ya habían cruzado casi por completo aquel lugar. La voz procedía del otro túnel, de entre las sombras salió un hombre alto y delgado vestido con bata médica, amarillenta y llena de manchas de sangre y barro. Tenia el pelo sucio y enmarañado, una larga y espesa barba canosa le cubría el rostro, sus pequeños ojos negros estaban acompañados por grandes ojeras fruto de muchos días en la oscuridad o de un deficiente descanso.

-¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí?- preguntó Cristine, pero antes de obtener respuesta un grito atroz se escuchó retumbando en las paredes de aquel lugar. Una manada de necrófagos salvajes, apareció entre la oscuridad del túnel situado al norte. El hombre misterioso desenfundó una pistola de plasma y abrió fuego a discreción contra los necrófagos.

El hombre vestido de medico no parecía ser muy hábil con las armas puesto que alcanzaron rápidamente a Cristine. Uno de ellos se abalanzó sobre la chica de un gran salto. Los dos cayeron al suelo forcejeando, el necrófago intentaba morderla en el cuello, pero de un codazo se lo quito de encima.

<< ¡Cuanto bicho!>> pensaba al mismo tiempo que disparaba su viejo rifle, con poco acierto. Los necrófagos no paraban de moverse y eran muy ágiles.

Un grupo de personas salieron del túnel donde estaba el hombre de la barba canosa, armados con palos metálicos, cuchillos o cualquier cosa contundente para golpear. Niños y adultos inundaron aquel lugar, redujeron los necrófagos a un montón de carne y huesos.

-¡Rápido todo el mundo adentro!- gritó el hombre vestido de medico, haciendo un movimiento con su mano señalando el túnel por donde habían salido.

Como un rebaño de ovejas todos acataron las ordenes de aquel hombre, incluidos Mosarreta y su compañera.

-¡Gracias!- agradeció Cristine.

-¿Quienes sois?- había estado muchos días vagando por las alcantarillas y en ningún momento vio señales de vida humana. No obtuvo respuesta, todos allí presentes caminaban en silencio por el túnel, Mosarreta al igual que Cristine iba un poco mas rezagado, todo aquello le pillaba por sorpresa.

Pocos metros después, llegaron a otro espacio similar al anterior. Tenia todas las salidas bloqueadas a excepción del túnel por donde habían venido. Iluminado por hogueras encendidas dentro de bidones de metal, causaba un efecto amarillento intermitente en las paredes. El suelo seco, lleno de objetos, camas improvisadas. Colchones viejos, sabanas sucias, esterillas de playa rotas, neveras desconectadas emulando una despensa y taquillas metálicas oxidadas. Daba la sencación de que toda la mierda de las alcantarillas la hubieran llevado a aquel lugar para crear un hogar.

-Perdonar pero no había tiempo que perder, podrían habernos seguido- murmuró el médico- Soy Neil Tarzard, seguidor de la "Orden de San Juan de Dios" y antiguo doctor del Notocar cuando este era un laboratorio para investigar necrófagos.

-Soy Mosarreta y esta es mi compañera Cristine, ambos fugitivos del Notocar.

-Como todos los aquí presentes- respondió Neil Tarzard.

-¿Y que hacéis aquí? ¡La salida esta al norte!

-Ya lo sabemos, todo el mundo lo sabe, pero no hay salida- se encogió de hombros- La salida esta siguiendo el túnel por donde salieron los necrófagos, pero aquella zona esta infestada de Moradores de las Cloacas y algunos necrófagos, lo que hace imposible llegar al destino.

-Entiendo- Mosarreta cruzó los brazos y se frotó la barba, un trozo de barro seco le cayó a las piernas- ¿Entonces vivís aquí y ya esta?

-Mejor dicho morimos aquí- Neil señaló unos cuantos cadáveres descuartizados al fondo de la sala. Por su apariencia parecía que estuvieran alimentándose de ellos. Mosarreta frunció el ceño extrañado al ver aquel cuadro.

-¿Estáis..?

-... si comiéndonos a los muertos- interrumpió - No se si lo habrás notado pero la carne de Morador es adictiva a parte de tóxica. Puedes alimentarte unos días, pero cuanto mas la comes mas quieres hasta convertirse en una droga.

-¿Como sabes tu todo eso?¿También los habéis estudiado?- aquella historia le resultaba muy extraña. El laboratorio hacia décadas que había sido cerrado y aquel hombre parecía demasiado joven para ser un extrabajador del mismo.

-Nosotros creamos a los Moradores de las Cloacas- respondió Neil mirando al suelo, dándole una patada a una lata vacía- fue un error. Inoculamos un virus en varios sujetos necrófagos creyendo que habíamos dado con la cura. Pero no fue así, al tercer día de incubación comenzaron a mutar, algunos de ellos murieron pero otros se convirtieron en esas criaturas diabólicas..

-Un momento- interrumpió Mosarreta- Si eras trabajador del laboratorio ¿como es que eres tan joven?

-No soy joven, soy necrófago, tengo tantos años que ya perdí la cuenta. La barba y el pelo largo me camufla un poco mi condición- había que fijarse mucho para comprobar que en aquellas zonas donde Neil carecía de pelo también carecía de piel, aunque a lo lejos era casi imposible diferenciarlo- Aquello fue un poco caótico, murieron dos compañeros pero conseguimos reducirlos.

-¿Y como acabaron aquí abajo?

-Los teníamos sedados y atados a las camas del laboratorio, pero una noche escaparon unos cuantos por las alcantarillas y otros por la superficie. Los de la superficie murieron achicharrados por el sol, sin embargo los de las alcantarillas sobrevivieron, y eso no fue lo peor, aprendieron a reproducirse.

-Basta ya de historias, llevo todo el día de camino ¿hay cerveza? Me muero por una buena cerveza- entre el tiempo que Mosarreta había pasado en prisión y los últimos días en las alcantarillas, hacia meses que no probaba otra bebida que no fuera agua sucia. Por primera vez se sentía libre.

-No tenemos muchas, pero sírvete una. En la nevera al lado de donde están los tres hermanos que llegaron hace dos días- Neil Tarzard señaló una de las neveras, estaba a medio cerrar, al lado sentados en el suelo jugando con un balón hecho de trozos de tela tres niños. Mosarreta se acercó a la nevera para coger una cerveza. Les miró detenidamente mientras estiraba el brazo para coger una de las botellas.

-¿Y vuestros padres?- preguntó al ver sus caras de tristeza.

-Unos hombres malos nos cogieron hace mucho tiempo y nos llevaron lejos de mamá- respondió el mas pequeño de todos-Mamá nos está buscando, pero no sabe donde estamos.

lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VII - HÉROE ANÓNIMO



GRAN JOHN




Bien entrada la noche, la mayoría de los soldados dormían plácidamente en los barracones del campamento, a excepción del personal que hacia la guardia esa noche. Gran John desde lo alto de una de las torres de vigilancia contemplaba las estrellas, sentado en una vieja silla de metal oxidada.

La torre era de madera, construida por soldados muchos años atrás cuando el "ejército del pueblo libre" decidió levantar un campamento para asegurar la zona del sur de la gran ciudad en ruinas. Había varias construidas por todo el campamento, todas de estructura y altura similar. Esa noche a Gran John, Glanius y Potito les habían asignado la zona de los barracones. Una tarea tranquila, interrumpida en ocasiones por algún sonoro ronquido de algún compañero suyo en descanso.

-Me encantan las noches- susurró Gran John mientras recorría con la mira telescópica en alta definición de su fiel arma las proximidades del campamento.

Con la mira telescópica podía distinguir claramente el rostro de una persona cualquiera a una distancia de quinientos metros aproximadamente.

Alcanzaba el otro lado del rio que había entre el campamento y la parte poblada de la ciudad en ruinas. Observaba a lo lejos lo que podrían ser niños jugando a perseguir una rata que parecía un toro en proporción a los niños. Como la mayoría de niños iban sucios, con ropajes rotos. La camiseta de alguno de ellos era tan grande que perfectamente podrían caber dos. Muchos de los borrachos intentaban dormir la mona en cualquier rincón, pero los gritos y el jaleo de los pequeños no les dejaba pegar ojo. Las palabras no llegaban a oídos de Gran John pero por las gesticulaciones de los hombres podía intuir que les estaban llamando de todo menos bonitos. La escena le provocó una pequeña sonrisa.

Continuó la vigilancia con la mira para asegurarse que no había ninguna amenaza nocturna en su zona. Sin querer encontró la ventana que daba al despacho de Pececito, el jefe del "ejercito del pueblo libre". La luz estaba encendida, Gran John acercó la mira todo lo que pudo. La cabeza del jefe ocupaba toda la mira, nunca había disfrutado de un blanco tan fácil, quieto, tan quieto que parecía dormido, podría acertarle de lleno con los ojos cerrados.

<< Que gustazo me daría desintegrándote la cabeza en estos momentos >> pensó. Tenia la secuencia en la cabeza, el tiempo se ralentizaba, la carga de plasma salía disparada de su cañón Gauss dejando una pequeña estela a su camino y a los pocos segundos impactaba directamente en la cabeza de Pececito después de romper la ventana en mil pedazos, una explosión tan blanca que cegaba dejaba un cuerpo sin cabeza, con el cuello humeante apoyado en la silla.

- ¡Gran John, Gran John! - alguien le estaba llamando en susurros, conocía esa voz de sobra, era su fiel compañero Glanius desde la base de la torre -¡Deja de apuntar al jefe o nos buscaras un buen lio!

<<Algún día...>> Gran John no soportaba las injusticias, menos aun la política que había adoptado el ejercito después de la muerte del fundador.

Glanius subió a la torre. Era un chico alto, de complexión normal, aunque no sabía exactamente su edad, debía estar más cerca de los treinta años que de los cuarenta. Lo más característico era su larga cabellera atada con una cuerdecita, que le daba forma de cola de caballo, negra adornada con un mechón de color blanco. Llevaba debajo del brazo dos botellas grandes de cerveza. Estarían recién sacadas del frigorífico puesto que aun conservaban una fina capa de escarcha.

-¿Sabes que es lo que le paso al ultimo flipado que apuntó con un arma al Pececito?- preguntó Glanius entre balbuceos. Intentaba abrir las botellas de cerveza con los dientes, con un poco de esfuerzo consiguió abrirlas-¿Sabes lo que es un bukake? Pues eso le hicieron entre todos los compañeros del campamento. Y luego fue expulsado de la compañía con una mano delante y otra detrás- Las chapas que cerraban las cervezas le dejaron una pequeña herida en el labio inferior a causa del forcejeo.

-¡Ehhhh...es Glanius que bien se lo monta! ¡Noche tranquila, cervecita fresquita y ahora porrito!

La tranquilidad de la noche se vio interrumpida por gritos de horror procedentes de la ciudad. De un salto Gran John se levantó. Observó a través de la mira telescópica del cañón como una manada de lo que ellos denominaban centauros, se acercaba a la zona civil ante la pasividad de los guardias que vigilaban los aledaños del campamento.

Los centauros eran criaturas que se guiaban por su único instinto, la comida, les gustaba la carne fresca. Eran moles de carne con rostro humano que el mayor de ellos superaría por poco el metro de altura. Carecían de extremidades superiores. Se arrastraban con cuatro pequeñas piernas deformes, lo que los hacia lentos. El mayor peligro emanaba de su boca, formada por una especie de tres tentáculos que segregaban un líquido ácido verdoso capaz de corroer el metal. Eran capaces de lanzar grandes bocanadas de líquido ácido a una distancia considerable.  

- ¡Esos bichos acabaran con la población del exterior del campamento! ¿Nadie va a hacer nada? - la pregunta de Gran John no tuvo respuesta alguna -¡Glanius despierta a Potito! ¡Me da igual lo que pase no pienso dejar que la gente muera a mis ojos!

Glanius asintió con la cabeza y bajo corriendo al cobertizo donde dormía su compañero supermutante.
Monstruo del rio


Gran John observaba como los civiles que disponían de armas las utilizaban contra las abominaciones, aunque estas no eran lo suficientemente potentes para repelerlas y seguían ganando terreno, ya habían cruzado la zona del rio.

Un espectáculo de luces intermitentes procedentes de su caños Gauss empezó a abatir centuriones. Gran John observó como sus dos amigos saltaban la muralla del campamento en socorro de los ciudadanos. Pronto llegaron a la zona conflictiva.

Los supermutantes eran el arma perfecta contra aquellas abominaciones, por su condición los centuriones no se veían amenazados. Potito se dio un festín de golpes y cuellos rotos de centurión. Glanius por su parte partía en dos con su catana los pocos que dejaba con vida su compañero.

Gran John vio interrumpido su espectáculo de luces por un compañero del campamento que le intentaba placar, pero con un fuerte empujón de su brazo derecho lo tiró escaleras abajo. Una vez quiso volver a la acción observo como estaban todos los centuriones abatidos. Los civiles gritaban de alegría, no sabían el nombre de los héroes que les habían salvado la vida, pero todos aclamaban a aquellos desconocidos.

El júbilo de Gran John se vio interrumpido. Estaba rodeado por soldados armados del campamento. Todos los rifles apuntaban hacia su persona, soldado gritó:

-¡Gran John! ¡Baja! ¡No te resistas o morirás!