Menu
Mostrando entradas con la etiqueta guerra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta guerra. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de abril de 2015

CAPÍTULO XLV – MENSAJE


 

GRAN JOHN


El camino hasta llegar a aquel montón de chatarra fue corto y al contrario de lo que había pronosticado Hestengberg, sin sobresalto alguno.
-¿No te parece lo más hermoso que hallas visto jamás?-repetía una y otra vez mirando embobado la enorme torre metálica que se levantaba ante sus narices.
-¡Discrepo amigo!-espetó. Seguramente, en el antiguo mundo aquel lugar fue una mina de tecnología y comunicaciones, pero en el actual estado Gran John, tenía sus dudas acerca del funcionamiento de esta. Gran parte de la base octogonal del edificio estaba cubierta por enormes planchas de metal oxidadas, las cuales habían sido puestas a posteriori. En lo más alto de la base, sobresalía una gigantesca estructura. Por su aspecto parecía una especie de articulación, algún mecanismo que él no entendía por más que lo mirara, pero que con toda certeza debía ser utilizado para orientar el satélite que se apoyaba sobre ella. Un armatoste casi más grande que el resto del edificio, del cual colgaban atados a cuerdas y alambres, varios cadáveres humanos y otros restos de casquería difícilmente reconocibles-¿Y eso?-preguntó extrañado, señalando los cuerpos con su dedo índice.
-¡Necrófagos muertos!-respondió Hestengberg con una sonrisa un tanto nerviosa-Los utilizamos para asustar a los negreros y el resto de chusma que pueda merodear por la zona. Aunque no lo creas, aquí dentro hay mucho valor tecnológico. Después de la gran guerra, tanto este como el resto de satélites-señaló otros dos que había un poco más alejados-fueron víctimas de múltiples saqueos y batallas. Una vez no quedó en ellos nada más que saquear, cayeron en el olvido, siendo presas del tiempo y las abominaciones-suspiró-hubo un tiempo en el que los habitantes del pueblo trabajaron para limpiar este sitio y restaurarlo. Un día de tantos un grupo de saqueadores, atacó a los obreros, acabando con todos ellos, incluidos los vigilantes dejándolo todo de nuevo hecho una pena. Se llevaron cuanto pudieron cargar en sus espaldas. A partir de aquel fatídico día, los habitantes del pueblo decidieron abandonar el proyecto. Solo mi padre, junto con su hermano y mi abuelo, trabajaban esporádicamente intentando acabar lo que un día el pueblo comenzó-se encogió de hombros-la vida…-suspiró-la vida solo les dio para reparar este… por eso ahora es mi deber defenderlo de cualquier invasor. Es la única familia que me queda, el último recuerdo que me queda de mis padres.
-¿Y tus secuaces?-preguntó extrañado-¿No te ayudan en tu misión?
-¿Esos fuma yerbas que encontraste a la puerta de mi local?-sonrió de nuevo-Su adicción paga mis gastos, nada más. En fin…-el silencio se hizo por unos segundos en aquel lugar-será mejor que entremos a ver qué cojones le pasa al pequeñín-Hestengberg se dirigió hacia la puerta de entrada, Gran John le seguía de cerca, mirando cuanto había a su alrededor-¡Mierda!-gritó el locutor de radio.
-¿Qué pasa?-preguntó extrañado.
-Parece que alguien ha forzado la puerta-respondió Hestengberg entre maldiciones-Prepara las armas, creo que tenemos compañía y no de la buena precisamente-el hombre hizo un gesto con su boca para tragar saliva, mientras Gran John desenfundaba el Mágnum de Plasma que le había prestado Hestengberg antes de partir. Aquel arma parecía más bien de juguete << ¡Esperemos que esto dispare cuando sea necesario!-pensó al verla por primera vez, y en aquel momento, el mismo pensamiento volvió a su mente>> El locutor de radio abrió lentamente la puerta metálica de la torre, inmediatamente algo, un animal volador quizás, salió disparado del interior como si estuviera huyendo de algo. Del susto, Hestengberg soltó la puerta, pero sea lo que fuere aquello, golpeó con rabia la puerta, dejándola abierta de par en par.
-¿Qué cojones era eso?-gritó Gran John, al que la velocidad del animal no le dejó reaccionar, cuando quiso percatarse, este ya estaba demasiado lejos.
-Un acosador nocturno-dijo el locutor un tanto dubitativo-creo, porque no me ha dado tiempo a verlo bien. Nada de lo que debas preocuparte, estos bichos son ciegos.
-¡Ciegos pero no tontos!-a Gran John le vino a la mente, las decenas de bocados que recibió en la vieja fábrica de embotellado de refrescos abandonada, donde en una de tantas misiones, lo que debía ser una tarea sencilla, se convirtió en una tortura por culpa de aquellos malditos bichos.
-¡Tranquilo!-el hombre quiso quitarle leña al fuego-Esas ratas no suelen merodear por aquí.
-¡Acabemos con esto cuanto antes!-espetó Gran John. Entraron en la estación sin hacer mucho ruido. No parecía haber nadie dentro del edificio, aunque también era difícil ver unos metros más allá de sus narices, ya que allí había de todo menos luz. Lentamente, ascendieron por unas escaleras que recorrían las paredes de la base, dando vueltas en forma de espiral.
A simple vista, no parecía haber tecnología alguna, nada de ordenadores, puntos de emisión, solo cables y más cables que ascendían en línea recta. Algunos clavados en la pared, otros que parecían haberse soltado y ahora colgaban por doquier.
-¡Ahí arriba!-dijo Hestengberg en voz bajita. Al levantar la vista, Gran John comprobó que lo que aquel hombre señalaba, eran varios necrófagos que correteaban de un lado a otro por la zona superior de la base, persiguiendo a lo que parecía ser otro Acosador Nocturno.
-¡No dispares!-susurró, haciendo bajar a Hestengberg el arma. Por la forma que tenían de actuar, debían ser necrófagos locos-No malgastes balas con esa escoria, ya nos encargaremos de ellos allí arriba. El locutor asintió con la cabeza y le dejó pasar a él delante. Siguieron subiendo sin dejar de mirar hacia el lugar donde estaban las criaturas. Una de ellas consiguió atrapar al Acosador. Durante unos instantes se vio una pequeña pero sangrienta batalla a mordiscos. Mientras el necrófago intentaba arrancarle un ala al Acosador Nocturno tirando fuerte con los dientes clavados en ella, este se defendía hincando los colmillos en el cuello del necrófago y perforándole la yugular. Inmediatamente comenzó a salir sangre de los dos agujeros que habían dejado tras de sí, los colmillos del Acosador. A los pocos segundos, el necrófago yacía muerto en el suelo, y el animal hacia esfuerzos en vano por volar, ya que el ala le había quedado inutilizada a causa del forcejeo-¿Con que eran inofensivos eh?-bromeó Gran John al ver la escena.
-No era exactamente lo que yo quería decir…
-Eso será… ja… ja… ja…
Al llegar a la zona superior, la que daba acceso al siguiente sector de la estación de comunicaciones, los otros necrófagos se quedaron mirándoles con rostro amenazante. Eran tres, y uno de ellos intentaba comerse lo que quedaba del Acosador Nocturno.
-¿Seguro que no hay que disparar?-preguntó Hestengberg con voz temblorosa.
-¡Espérame ahí atrás!-gritó Gran John. Los necrófagos al oír el grito se dieron por amenazados y comenzaron a correr hacia su posición. Eran feroces, si, pero también muy torpes. Uno de ellos voló por el hueco de la escalera, quedando sus sesos esparcidos por la planta baja al impactar el cuerpo de este contra el suelo. El otro, acabó con la cabeza del revés y el cuello roto. Gran John se había enfrentado en multitud de ocasiones a este tipo de abominaciones, sabía de sobra como acabar con ellos. El último que quedaba en pié seguía torturando al Acosador, parecía no haberse percatado aun de su presencia. Cuando quiso reaccionar, el enorme zapado de John lo impactó en la mandíbula. El cuello de la criatura sonó como un tronco de leña al hacerse astillas-¡Te dije que no hacía falta disparar, que estaba todo controlado!-vaciló una vez pasó el peligro.
-¡Estas como una puta cabra!-gritó Hestengberg-Pero me gusta tu manera de actuar, se nota que estas bien adiestrado en el arte de matar bichos.
-No creas, esto solo lo enseña la escuela de la vida-nadie le había enseñado nada, en el Ejército del Pueblo Libre, apenas había entrenamiento para los soldados y los pocos que había, eran para unos cuantos elegidos para ser guardias de Pececito.
-Déjame pasar por favor, tengo que ver el cuadro de mandos que hay ahí delante-el locutor, señaló unos paneles raros que había al otro lado del pasillo donde momentos antes, los necrófagos campaban a sus anchas. Hestengberg miró detenidamente los paneles-¡Hijos de perra!-maldijo-Los putos necrófagos han debido golpear los mandos y han cortado el sistema de suministro eléctrico… ¡Toma!- echó mano del bolsillo y sacó algo envuelto en un plástico-Te lo has ganado. Esto me llevará un rato ponerlo en marcha. Sube por aquí- el locutor señaló unos peldaños hechos con trozos de metal clavados en la pared-estas escaleras dan a la zona media de la estación, vigila que no se acerque ningún indeseable.
Gran John acató las órdenes del locutor de radio, la sensación de que aquello iba a venirse abajo, aumentaba a cada paso que daba en aquella improvisada escalera. Al acceder a la zona media, sus miedos desaparecieron. Desde allí había una vista maravillosa. A juzgar por la verticalidad de los rayos de sol debía ser mediodía. Gran John buscó un sitio con sombra, se sentó y abrió la pelota envuelta en plástico que le había regalado su compañero. Efectivamente era lo que él pensaba y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro sin casi el querer hacerlo.
En un abrir y cerrar de ojos tenía el porro apoyado en sus labios, saboreando el dulce fuego que entraba en sus pulmones y dejándose llevar por los efectos de bien estar que le producían aquella droga en el organismo.
Aquel placentero momento acabó en el mismo momento que Hestengberg hizo acto de aparición.
-¡Funciona!-dijo el locutor entusiasmado-Vamos, ya que estamos aquí enviare la señal de socorro desde el terminal que tenemos ahí arriba. No hay tiempo que perder.
-¿Y no puedes mandarla tú solo mientras yo me acabo esto?-protestó Gran John, señalando el pequeño canutillo que colgaba de entre sus dedos.
-¡No amigo mío!-sonrió-Vista tu destreza con los bichos, mejor vente conmigo por si las moscas.
Accedieron al terminal de comunicaciones por un pequeño tramo de escaleras que comenzaba justo donde John, había aposentado sus nalgas para tener su momento de gloria. En el interior, una sala similar a la del locutor de radio se levantaba ante sus ojos. Aunque esta, a diferencia de la otra, estaba mucho más ordenada y limpia. Y qué decir del olor, el cuchitril de Hestengberg olía a una mezcla de pies sucios y maría, sin embargo esta, tenía el típico olor a ordenador.
-¡Estaba equivocado colega!-exclamó Gran John-Nunca había visto nada tan bien conservado-mentía. Le vino al recuerdo el búnker Ghenova, este le daba mil vueltas, pero seguía pensando en que todo aquello había sido un mal sueño. Igual que Monique.
-¡Les habla Facundo Poderoso emitiendo desde Rock Radio!-
Hestengberg comenzó su discurso como tantas veces hacia en los programas de radio que a Gran John, tanto le gustaban. Aquella voz le había acompañado en infinidad de guardias. Resultaba extraño, pero el cálido tono grave de la voz de aquel loco, era mucho más agradable a los oídos desde el transistor que al escucharle en vivo-Mientras la música fluya por nuestros corazones, la esperanza en la humanidad no estará perdida. Hoy fieles oyentes, no os hablo para soltaros uno de mis sermones, sino para avisaros de una terrible amenaza que está azotando los pueblos del sur. Se hacen llamar “La Pena del Alba”, militares bien adiestrados en el arte de matar vestidos con servoarmadura blanca. Si tú, soldado de la Hermandad del Rayo o tú, soldado del Ejército de Pueblo Libre escuchas este mensaje, por favor hazlo llegar a tus superiores, el pueblo necesita vuestra ayuda ahora más que nunca-Hestengberg grabó aquel mensaje en un archivo de sonido y lo introdujo en el aparato emisor para que se enviara infinitas veces por la señal de radio.
-¿Crees que servirá de algo?-preguntó. Gran John tenía la sensación de que era demasiado tarde, y aunque no fuera así, dudaba mucho que la Hermandad y el ejército de Pececito se unieran por un bien común.
-¡No lo sé amigo!-el locutor se encogió de hombros-¡Acompáñame quiero que veas algo!-<< ¿Esta torre no tiene fin?-se preguntó a sí mismo al ver como Hestengberg tocaba unos botones y una escalera, procedente de la zona alta de la sala, hacia acto de aparición delante suyo. Esta daba acceso a la parte interior de la parabólica, la zona más alta del satélite. Desde aquella altura, gracias a unos agujeros estratégicamente colocados, se podía ver casi toda la región. En el centro, apoyado sobre una caja de municiones, un viejo rifle francotirador. Gran John tenía pequeños orgasmos cada vez que veía un arma similar-¡Mira a tu alrededor!-dijo el locutor con voz tenue-¿Qué ves?
-¡La posibilidad de reventar cabezas con el rifle!-Gran John dejo escapar una gran risotada.
-¡A parte de eso amigo!
-¡Lo que llevo viendo desde que nací!-lamentó-¡Un paisaje hostil donde nada merece ser salvado!
-Amigo, en ese paisaje vive la amistad, vive el amor de una madre hacia sus hijos, vive el amor de un hombre hacia una mujer, o viceversa, o dos… bueno tú ya me entiendes. Hay gente buena ahí fuera que merece ser salvada y tener la esperanza de un futuro mejor.
-¡Para mí eso acabó hace mucho tiempo!-espetó John cabizbajo.
-¡Te equivocas una vez más!-Hestengberg, le dio la espada, agachándose para buscar algo en la caja de municiones-¡Toma!-gritó lanzándole una botella de cristal de color anaranjado-A ti te tocó ser el tipo duro-Gran John cogió la botella al vuelo. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Tenía una botella de cerveza en sus manos, allí arriba en el quito coño del mundo-Un día recibirás una grata recompensa por todos tus esfuerzos. Ahora esto es lo que hay-él no estaba tan convencido como el locutor, pero ver el mundo con los ojos de su compañero, hacía que un ápice de esperanza creciera en su interior-¡Veamos qué tal te manejas con esta preciosidad!
-¿A qué quieres que le dispare?-preguntó mientras habría la cerveza con los dientes.
-No sé qué cojones es pero ahí abajo se mueve algo-Hestengberg señaló con un leve movimiento de cabeza. Gran John sin pensárselo dos veces, cogió el rifle y apuntó donde momentos antes había señalado el locutor. Al enfocar con la mira telescópica vio un grupo de hombres, soldados al parecer, parecidos a los descritos por Hestengberg en su mensaje radiofónico. Avanzaban lentamente intentando esconderse por los pequeños montículos de tierra y rocas. Desde lo alto del satélite podía verles perfectamente sin temor a ser descubierto, ya que los rayos del sol a aquellas horas del día incidían de tal manera sobre la superficie reflectante de la parabólica, que era prácticamente imposible que nadie les viera desde abajo.
-¿Son estos?-preguntó señalando la mira telescópica con el fin de que el locutor, se lo confirmara.
-¡Déjame ver!-dijo con algo de nerviosismo-¡Joder! ¡Sí! ¡Son ellos!
Gran John cogió de nuevo el rifle, al enfocar de nuevo, contó hasta cinco soldados. En ese momento le vino el recuerdo de la última vez que vio a sus amigos con vida, Potito aplastando abominaciones con sus poderosos puños y Glanius cortándolos en pedazos con su catana afilada, mientras él acababa con el resto desde la base con su cañón en la noche de la lluvia de luces. Una pequeña lágrima escapo de sus ojos, y con esta corriendo lentamente por su mejilla apretó el gatillo. El disparo sonó como si en aquel momento el mundo se hubiera quedado mudo << ¡Hasta cuando!-pensó>> momentos después, uno de los soldados yacía muerto en el suelo con la cabeza atravesada por la bala de su rifle. El resto del grupo buscó refugio entre la maleza del lugar. Gran John observaba como los soldados intentaban averiguar su posición, pero sabía de sobra que desde allí no le podían ver. Se tomó toda la paciencia del mundo en preparar el segundo disparo, y al igual que el primero tampoco falló. Detrás solo escuchaba la agitada respiración de Hestengberg, parecía asustado. Apoyó el rifle y tomó un gran trago de cerveza. Estaba caliente y el gas le haría soltar un eructo de competición de un momento a otro, pero por dios como echaba de menos aquel sabor.
Volvió a enfocar con la mira telescópica, solo quedaban tres. Uno de ellos disparaba sin mirar, escondido detrás de una roca. Gran John esperó y cuando tuvo la mano del soldado a la vista disparó y esta voló en mil pedazos. Los gritos de dolor eran tan fuertes, que tenía la sensación de que era el locutor quien le gritaba al oído. Aquello desconcertó a los otros dos soldados, acto que aprovechó para disparar dos veces más y acabar atravesando la armadura uno de ellos, aunque no fue suficiente para acabar con él.
-¡Necesito munición!-le susurró a su compañero. Hestengberg asintió con la cabeza y se dirigió rápidamente a la caja, mientras él tomaba otro largo trago de cerveza. Esta vez no pudo retener el eructo. Sonó como si estuviera hablándole su amigo Potito. El locutor de radio no pudo dejar escapar una tímida sonrisa, mientras corría de nuevo para surtirle de balas.
Con dos heridos desangrándose, era el momento de centrarse en el tercero y rematar la faena. Este había avanzado su posición respecto al resto, parecía haber descubierto su posición, pero a juzgar por la forma que tenía de cubrir los rayos del sol con la mano, continuaba sin poder verles. Cargó el rifle, apuntó y disparó de nuevo. La bala no alcanzó su objetivo, pero pasó tan cerca de la cara del soldado que le rasgo la mejilla derecha. Los gritos del soldado con la mano mutilada eran cada vez más débiles y dejaron paso a los del compañero de la mejilla rasgada. Gran John comenzaba a estar cansado de escuchar tanto gritó, así que disparó varias veces más y acabó con el sufrimiento de todos ellos.
-¡Creo que ya pasó todo!-dijo orgulloso de su cacería, sin dejar de vigilar con el rifle.
-¡Esperemos que sí!-respiró Hestengberg.
-¡Un momento!-gritó Gran John-¡Veo otro!-estaba muy lejos, demasiado para poder distinguir si era otro soldado. Era un hombre, de eso estaba completamente seguro, al fondo detrás del extraño parecía haber unas cruces un tanto raras << ¡Serán árboles secos!-pensó>>. Esperó unos minutos a que aquel tipo se acercara-¡Es un puto necrófago!-advirtió una vez tuvo al ser lo suficientemente cerca como para verle el rostro-A ver de qué pié cojea…-esta vez disparó a fallar. La bala impactó en el suelo, cerca del necrófago.
-¡No disparéis!-gritó el necrófago a pleno pulmón, mientras aguantaba en alto el cadáver de uno de los soldados, al parecer para protegerse-¡Vengo en son de paz!
-¿Acabo con él?-preguntó Gran John, mirando de reojo al locutor.
-¡No!-respondió bruscamente. Durante unos momentos el silencio los invadió, el necrófago avanzaba lentamente y Gran John daba el último sorbo a la cerveza-¡No vamos a matar a todo ser viviente que campe por aquí!
-¡Está bien!-suspiró-Tú hablaras con él, yo no le quitaré el ojo de encima. Y esto…-dijo dando unos toquecitos al cañón del francotirador-…me lo llevo. Si tenemos que protegernos de esos indeseables, cualquier arma será agradecida-colgó el rifle de su espalda y cargó con toda la munición que pudo-¡Bajemos a ver que nos ofrece tu amigo!

lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VII - HÉROE ANÓNIMO



GRAN JOHN




Bien entrada la noche, la mayoría de los soldados dormían plácidamente en los barracones del campamento, a excepción del personal que hacia la guardia esa noche. Gran John desde lo alto de una de las torres de vigilancia contemplaba las estrellas, sentado en una vieja silla de metal oxidada.

La torre era de madera, construida por soldados muchos años atrás cuando el "ejército del pueblo libre" decidió levantar un campamento para asegurar la zona del sur de la gran ciudad en ruinas. Había varias construidas por todo el campamento, todas de estructura y altura similar. Esa noche a Gran John, Glanius y Potito les habían asignado la zona de los barracones. Una tarea tranquila, interrumpida en ocasiones por algún sonoro ronquido de algún compañero suyo en descanso.

-Me encantan las noches- susurró Gran John mientras recorría con la mira telescópica en alta definición de su fiel arma las proximidades del campamento.

Con la mira telescópica podía distinguir claramente el rostro de una persona cualquiera a una distancia de quinientos metros aproximadamente.

Alcanzaba el otro lado del rio que había entre el campamento y la parte poblada de la ciudad en ruinas. Observaba a lo lejos lo que podrían ser niños jugando a perseguir una rata que parecía un toro en proporción a los niños. Como la mayoría de niños iban sucios, con ropajes rotos. La camiseta de alguno de ellos era tan grande que perfectamente podrían caber dos. Muchos de los borrachos intentaban dormir la mona en cualquier rincón, pero los gritos y el jaleo de los pequeños no les dejaba pegar ojo. Las palabras no llegaban a oídos de Gran John pero por las gesticulaciones de los hombres podía intuir que les estaban llamando de todo menos bonitos. La escena le provocó una pequeña sonrisa.

Continuó la vigilancia con la mira para asegurarse que no había ninguna amenaza nocturna en su zona. Sin querer encontró la ventana que daba al despacho de Pececito, el jefe del "ejercito del pueblo libre". La luz estaba encendida, Gran John acercó la mira todo lo que pudo. La cabeza del jefe ocupaba toda la mira, nunca había disfrutado de un blanco tan fácil, quieto, tan quieto que parecía dormido, podría acertarle de lleno con los ojos cerrados.

<< Que gustazo me daría desintegrándote la cabeza en estos momentos >> pensó. Tenia la secuencia en la cabeza, el tiempo se ralentizaba, la carga de plasma salía disparada de su cañón Gauss dejando una pequeña estela a su camino y a los pocos segundos impactaba directamente en la cabeza de Pececito después de romper la ventana en mil pedazos, una explosión tan blanca que cegaba dejaba un cuerpo sin cabeza, con el cuello humeante apoyado en la silla.

- ¡Gran John, Gran John! - alguien le estaba llamando en susurros, conocía esa voz de sobra, era su fiel compañero Glanius desde la base de la torre -¡Deja de apuntar al jefe o nos buscaras un buen lio!

<<Algún día...>> Gran John no soportaba las injusticias, menos aun la política que había adoptado el ejercito después de la muerte del fundador.

Glanius subió a la torre. Era un chico alto, de complexión normal, aunque no sabía exactamente su edad, debía estar más cerca de los treinta años que de los cuarenta. Lo más característico era su larga cabellera atada con una cuerdecita, que le daba forma de cola de caballo, negra adornada con un mechón de color blanco. Llevaba debajo del brazo dos botellas grandes de cerveza. Estarían recién sacadas del frigorífico puesto que aun conservaban una fina capa de escarcha.

-¿Sabes que es lo que le paso al ultimo flipado que apuntó con un arma al Pececito?- preguntó Glanius entre balbuceos. Intentaba abrir las botellas de cerveza con los dientes, con un poco de esfuerzo consiguió abrirlas-¿Sabes lo que es un bukake? Pues eso le hicieron entre todos los compañeros del campamento. Y luego fue expulsado de la compañía con una mano delante y otra detrás- Las chapas que cerraban las cervezas le dejaron una pequeña herida en el labio inferior a causa del forcejeo.

-¡Ehhhh...es Glanius que bien se lo monta! ¡Noche tranquila, cervecita fresquita y ahora porrito!

La tranquilidad de la noche se vio interrumpida por gritos de horror procedentes de la ciudad. De un salto Gran John se levantó. Observó a través de la mira telescópica del cañón como una manada de lo que ellos denominaban centauros, se acercaba a la zona civil ante la pasividad de los guardias que vigilaban los aledaños del campamento.

Los centauros eran criaturas que se guiaban por su único instinto, la comida, les gustaba la carne fresca. Eran moles de carne con rostro humano que el mayor de ellos superaría por poco el metro de altura. Carecían de extremidades superiores. Se arrastraban con cuatro pequeñas piernas deformes, lo que los hacia lentos. El mayor peligro emanaba de su boca, formada por una especie de tres tentáculos que segregaban un líquido ácido verdoso capaz de corroer el metal. Eran capaces de lanzar grandes bocanadas de líquido ácido a una distancia considerable.  

- ¡Esos bichos acabaran con la población del exterior del campamento! ¿Nadie va a hacer nada? - la pregunta de Gran John no tuvo respuesta alguna -¡Glanius despierta a Potito! ¡Me da igual lo que pase no pienso dejar que la gente muera a mis ojos!

Glanius asintió con la cabeza y bajo corriendo al cobertizo donde dormía su compañero supermutante.
Monstruo del rio


Gran John observaba como los civiles que disponían de armas las utilizaban contra las abominaciones, aunque estas no eran lo suficientemente potentes para repelerlas y seguían ganando terreno, ya habían cruzado la zona del rio.

Un espectáculo de luces intermitentes procedentes de su caños Gauss empezó a abatir centuriones. Gran John observó como sus dos amigos saltaban la muralla del campamento en socorro de los ciudadanos. Pronto llegaron a la zona conflictiva.

Los supermutantes eran el arma perfecta contra aquellas abominaciones, por su condición los centuriones no se veían amenazados. Potito se dio un festín de golpes y cuellos rotos de centurión. Glanius por su parte partía en dos con su catana los pocos que dejaba con vida su compañero.

Gran John vio interrumpido su espectáculo de luces por un compañero del campamento que le intentaba placar, pero con un fuerte empujón de su brazo derecho lo tiró escaleras abajo. Una vez quiso volver a la acción observo como estaban todos los centuriones abatidos. Los civiles gritaban de alegría, no sabían el nombre de los héroes que les habían salvado la vida, pero todos aclamaban a aquellos desconocidos.

El júbilo de Gran John se vio interrumpido. Estaba rodeado por soldados armados del campamento. Todos los rifles apuntaban hacia su persona, soldado gritó:

-¡Gran John! ¡Baja! ¡No te resistas o morirás!

martes, 21 de enero de 2014

CAPÍTULO IV - TRAJES SÚCIOS



ROSE




Sentada encima de una mesa sucia y llena de papeles desordenados que hacia de mostrador, desnuda de cintura hacia bajo, Rose notaba una y otra vez las embestidas de aquel hombre que había conocido unas horas antes. Sentía el frescor de la mesa metálica en su culo desnudo y el calor que desprendía el desconocido. << ¡La tiene enorme!>> pensaba.

-¡No pares!- decía una y otra vez. En ese momento se escuchó en la sala el abrir de la puerta principal.

-¿Hola?- preguntó una mujer de pelo rojizo -¡Ostras!

<<Mierda pensaba que había cerrado la puerta con llave>> maldijo Rose en sus adentros. El desconocido un hombre alto, moreno con pelo corto se escondió rápidamente debajo de la mesa.

-¡Eh tu!- gritó Rose dirigiéndose al desconocido -¡Venga fuera, así ya no me sirves!- el hombre escondido aun debajo de la mesa se subió los pantalones y salió con la cabeza gacha por la misma puerta que había entrado la mujer de pelo rojizo. Rose aun desnuda de cintura hacia abajo se dirigió a la mujer.

-¿En que puedo ayudarle?- preguntó con toda normalidad, sin dejar que la situación la sonrojase.

-Un tabernero necrotizado de un bar de las afueras, me comentó que aquí teníais habitaciones disponibles-

-¡Efectivamente! ¡Bienvenida a la pensión Rose! ¡Soy Rose Tinmar!- se presentó al mismo tiempo que se volvía a poner la falda. Una falda vieja y lisa de color rojo desgastado.

-¡Encantada! ¿Menudo corte te habré dado no? ¡Lo siento! ¡Soy Poli!-

-Tranquila, los hombres siempre tienen la polla ardiendo. Seguro que vuelve, si no otro vendrá...je...je...je. ¿Solo Poli? ¿No tienes apellidos?- pocos eran los habitantes que aún conservaban sus apellidos, bien porque los padres los desconocían o porque habían sido criados en orfandad. En cualquier caso muchos se inventaban un apellido propio, los afortunados que conservaban un apellido de antes de la guerra solían ser gente adinerada aunque siempre había excepciones.

-No tengo ningún apellido, solo soy Poli.

-Bien Poli en ese caso ¿Cuantas noches quieres?

-Solo una y que sean dos habitaciones debo ir a recoger a mi hermano que se encuentra el bar que te he nombrado. No le dejaran salir si no pagamos la comida.

-¡Mira que le he dicho de veces que siempre el dinero por delante! ¡Pero nada el siempre haciendo amigos!- dió una patada en la mesa metálica que resonó en toda la sala. Una sala oscura, iluminada por dos tubos fluorescentes, uno de ellos parpadeaba señal de que ya le quedaba poca vida. En la entrada había sillas de coche a modo de recibidor y al fondo la mesa con papeles donde se encontraba Rose. Detrás suyo un armario archivador metálico con cajones cuadrados, los cuales no parecían contener nada-¡Son veinte por habitación y noche!

Poli sacó el dinero de una riñonera vieja que llevaba abrochada a la cintura.

-aquí tienes.

Rose recogió el dinero y le entregó dos llaves correspondientes a las habitaciones que había alquilado.

-Bueno un placer, luego nos vemos me voy a buscar a mi hermano. Veremos si aun sigue vivo- suspiro la mujer pelirroja mientras se dirigía hacia la puerta de salida ante la mirada fija de Rose.

Antes de que pudiera abrir la puerta se escucho el tintinear de unas campanas pequeñas.

-¡No abras!- Rose se dirigió rápidamente hacia la puerta y la cerro con llave sin dejar salir a nadie -¿Que pasa?

-Ven conmigo arriba a la terraza y sabrás lo que pasa.

Subieron por unas escaleras de madera que crujían a cada paso. Pasaron el primer piso donde estaban las habitaciones y siguieron subiendo. Rose estaba tensa, sabia de sobra porque habían sonado las campanas. Era un sonido que la ponía enferma.

Una vez en la terraza observaron que en la plaza había dos hombres, vestidos con trajes grises de antes de la guerra. Parecía que no fueran armados, pero se notaba que algo escondían debajo de la americana.

La gente que en esos momentos se encontraba en la plaza del pueblo estaba callada, atendiendo al discurso de uno de los hombres del traje gris.

-¡Si os entregáis y prometéis servir a la banda del traje gris no sufriréis daño alguno! ¡Sino aceptáis estas condiciones volveremos y lo haréis por la fuerza! ¿Ha quedado claro?- gritaba una y otra vez.


Pensión Rose
-¿Poli sabes utilizar esto?- Rose señalaba un viejo rifle que tenia apoyado en una de las esquinas de la terraza. Poli asintió con la cabeza -¡Pues mándale un recadito de mi parte que yo tengo muy mala puntería!-

-¿Que dices? ¡Si nunca he matado a ningún humano!- la muchacha del pelo rojizo estaba alterada al oír esas palabras.

-¡O disparas o nos pasaremos la vida siendo esclavos!- Poli muy nerviosa cogió el rifle -¡Esta cargado no te preocupes! ¡Que no quede ninguno de los dos en pie!- apoyó el rifle en su hombro y apuntó. El primer disparo dió en la pierna derecha del trajeado que exponía sus condiciones al resto de ciudadanos. El pánico se apodero de la plaza y el segundo hombre escapó entre la multitud alborotada.

-¡Bajemos rápido no tenemos mucho tiempo!- Poli dejo caer el rifle y corriendo bajaron a la plaza donde aun yacía el hombre del traje gris herido en la pierna. La bala había impactado de lleno en el muslo de la pierna derecha, sangraba mucho y si no recibía asistencia medica, en cuestión de minutos moriría desangrado.

-¡Habla! ¿Cuando van a venir?- gritaba Rose al mismo tiempo que sacudía con sus manos el cuerpo del hombre contra el suelo. No obtuvo respuesta.

El cuerpo inerte del hombre yacía en el centro de la plaza, Rose se dirigió a los habitantes del pueblo cual alcalde:

-¡Escuchad!- quiso recibir la atención de todos - ¡No se cuanto tiempo tardaran en venir a por nosotros, igual si están preparados en menos de una hora estarán aquí! Nadie va a venir a defendernos,  somos nosotros contra ellos. ¡Si queréis seguir siendo libres y morir libres preparémonos para la batalla, de lo contrario moriremos como esclavos!- al oír esas palabras la plaza estalló en un grito de motivación, no serian mas de veinte personas pero gritaban como cincuenta.

-¡Ven te necesitamos!- apresuró Rose cogiendo a Poli por el brazo.

-¿Y mi hermano? ¡Seguro que puede ayudarnos!-

-¡No hay tiempo vamos!- volvieron a entrar en la pensión.

No pasaron ni tres minutos y la plaza estaba desierta. Todo el mundo había tomado posiciones para luchar contra la amenaza de los Trajes Grises.

-¿Quienes son esos? ¿Que pasa?- Poli no sabia que pasaba. Todo había transcurrido muy deprisa.

-Cada vez que suenan las campanillas, significa que alguna amenaza se acerca al pueblo, últimamente nuestra mayor amenaza son los traficantes de esclavos. Cada vez que vienen se llevan a dos o tres de los nuestros, para luego venderlos como putas, criados o vete tú a saber que. Hoy han ido demasiado lejos y quieren que el pueblo entero sea suyo.

-¿Y con que vamos a defendernos? Las únicas armas que he visto son el rifle de la terraza y mis dos pistolas.

-¡Tranquila esta todo controlado!- respondió Rose en tono confiado, al mismo tiempo que abría uno de los cajones del archivador metálico que había detrás del mostrador de su pensión.

Cada cajón contenía diferentes equipaciones como granadas electromagnéticas, pistolas de plasma, munición de plasma y armaduras convencionales.

La cara de Poli era el reflejo de la incredulidad al ver tal arsenal.

-¡Coge lo que necesites!- dijo Rose, al mismo tiempo que se desnudaba para ponerse una de las armaduras.

Habían pasado unas dos horas desde la reunión en la plaza. La noche estaba al caer y el nerviosismo de la población aumentaba.

Habían dispuesto unas pocas minas antipersona por toda la ciudad.

-¡Atacarán por la noche! ¡Lo se!- los habitantes de aquel pequeño pueblo, levantado sobre los escombros de una ciudad en ruinas esperaban ansiosos. Situados estratégicamente en las alturas mas protegidas de cada edificio. Rose y su huésped pelirroja esperaban en la terraza de su posaba donde tenían una perfecta visión de todo el pueblo y de los exteriores de este.

La noche se cernía sobre un pueblo silencioso. Nadie decía nada. A lo lejos se divisaban las primeras sombras. La noche era oscura, iluminada por las estrellas con la ausencia de la luna, lo que hacia difícil distinguir cualquier cosa a lo lejos.

-Deben ser ellos- dijo Rose en voz baja. Las sombras cada vez eran mas claras. Una de las minas estalló sin previo aviso, un cuerpo mutilado sin pierna vestido de traje gris voló a varios metros de altura. El pueblo estaba rodeado, había hombres de la banda del Traje Gris por todos los frentes del pueblo.

-¡Es vuestra ultima oportunidad! ¡Rendiros o morid!- se escucho a lo lejos. Nadie respondió. El silencio era amo y señor del pueblo. Momentos mas tarde la primera pistola de plasma sonó y acto seguido toda una sinfonía de disparos, granadas y gritos de dolor. En un abrir y cerrar de ojos el pueblo se había convertido en el escenario de una batalla por la supervivencia a la luz de las estrellas. Los rayos de plasma y las explosiones iluminaban intermitentemente las calles. Rose seguía expectante, a cubierto en la terraza, mientras Poli había matado por primera vez una persona con un tiro certero en la cabeza.

-¡Vamos que son pocos y cobardes!- se escuchaba gritar en el edificio de enfrente. Rose observaba como Poli había cogido el gusto por la masacre humana. Disparaba sin contemplación hacia los hombres del traje gris. <<Ya no hay vuelta atrás>> pensó. Apoyada sobre su rodilla izquierda desenfundo su pistola de plasma y abrió fuego hacia la plaza. Había hombres del pueblo atacando a los pocos del Traje Gris que aun quedaban en pie. Poco a poco la banda fue retrocediendo y cuando menos lo esperaban ya habían desaparecido. La banda del Traje Gris había sido derrotada. La alegría momentánea del pueblo se vio truncada rápidamente por la muerte de algunos habitantes.

-¿Que te ha pasado?- pregunto Poli al ver la tardanza de Rose en atacar y apoyar a sus vecinos.

-¡Mis hijos!- respondió con tono triste -Hace un año estos mal nacidos vinieron y se llevaron a mis hijos.

-¿Tienes idea de donde pueden estar?

-Claro, pero yo no puedo ir. No valgo para la guerra-las lagrimas empezaron a correr por sus mejillas- Necesito alguien que me haga ese favor. Un grupo de personas quizá. Estoy dispuesta a pagar una generosa recompensa porque me los devuelvan. A ser posible vivos.

-Eso puede ser muy peligroso...

-Lo sé. ¿Me has dicho que tienes un hermano verdad? Habla con el, y si decidís ayudarme venid a hablar conmigo.