ROSE
Sentada encima de una mesa sucia y llena de papeles
desordenados que hacia de mostrador, desnuda de cintura hacia bajo, Rose notaba
una y otra vez las embestidas de aquel hombre que había conocido unas horas
antes. Sentía el frescor de la mesa metálica en su culo desnudo y el calor que desprendía
el desconocido. << ¡La tiene enorme!>> pensaba.
-¡No pares!- decía una y otra vez. En ese momento se
escuchó en la sala el abrir de la puerta principal.
-¿Hola?- preguntó una mujer de pelo rojizo -¡Ostras!
<<Mierda pensaba que había cerrado la puerta con
llave>> maldijo Rose en sus adentros. El desconocido un hombre alto, moreno
con pelo corto se escondió rápidamente debajo de la mesa.
-¡Eh tu!- gritó Rose dirigiéndose al desconocido
-¡Venga fuera, así ya no me sirves!- el hombre escondido aun debajo de la mesa
se subió los pantalones y salió con la cabeza gacha por la misma puerta que
había entrado la mujer de pelo rojizo. Rose aun desnuda de cintura hacia abajo
se dirigió a la mujer.
-¿En que puedo ayudarle?- preguntó con toda
normalidad, sin dejar que la situación la sonrojase.
-Un tabernero necrotizado de un bar de las afueras, me
comentó que aquí teníais habitaciones disponibles-
-¡Efectivamente! ¡Bienvenida a la pensión Rose! ¡Soy
Rose Tinmar!- se presentó al mismo tiempo que se volvía a poner la falda. Una
falda vieja y lisa de color rojo desgastado.
-¡Encantada! ¿Menudo corte te habré dado no? ¡Lo
siento! ¡Soy Poli!-
-Tranquila, los hombres siempre tienen la polla
ardiendo. Seguro que vuelve, si no otro vendrá...je...je...je. ¿Solo Poli? ¿No
tienes apellidos?- pocos eran los habitantes que aún conservaban sus apellidos,
bien porque los padres los desconocían o porque habían sido criados en
orfandad. En cualquier caso muchos se inventaban un apellido propio, los
afortunados que conservaban un apellido de antes de la guerra solían ser gente
adinerada aunque siempre había excepciones.
-No tengo ningún apellido, solo soy Poli.
-Bien Poli en ese caso ¿Cuantas noches quieres?
-Solo una y que sean dos habitaciones debo ir a
recoger a mi hermano que se encuentra el bar que te he nombrado. No le dejaran
salir si no pagamos la comida.
-¡Mira que le he dicho de veces que siempre el dinero
por delante! ¡Pero nada el siempre haciendo amigos!- dió una patada en la mesa
metálica que resonó en toda la sala. Una sala oscura, iluminada por dos tubos
fluorescentes, uno de ellos parpadeaba señal de que ya le quedaba poca vida. En
la entrada había sillas de coche a modo de recibidor y al fondo la mesa con
papeles donde se encontraba Rose. Detrás suyo un armario archivador metálico
con cajones cuadrados, los cuales no parecían contener nada-¡Son veinte por
habitación y noche!
Poli sacó el dinero de una riñonera vieja que llevaba
abrochada a la cintura.
-aquí tienes.
Rose recogió el dinero y le entregó dos llaves
correspondientes a las habitaciones que había alquilado.
-Bueno un placer, luego nos vemos me voy a buscar a mi
hermano. Veremos si aun sigue vivo- suspiro la mujer pelirroja mientras se dirigía
hacia la puerta de salida ante la mirada fija de Rose.
Antes de que pudiera abrir la puerta se escucho el
tintinear de unas campanas pequeñas.
-¡No abras!- Rose se dirigió rápidamente hacia la
puerta y la cerro con llave sin dejar salir a nadie -¿Que pasa?
-Ven conmigo arriba a la terraza y sabrás lo que pasa.
Subieron por unas escaleras de madera que crujían a
cada paso. Pasaron el primer piso donde estaban las habitaciones y siguieron
subiendo. Rose estaba tensa, sabia de sobra porque habían sonado las campanas.
Era un sonido que la ponía enferma.
Una vez en la terraza observaron que en la plaza había
dos hombres, vestidos con trajes grises de antes de la guerra. Parecía que no
fueran armados, pero se notaba que algo escondían debajo de la americana.
La gente que en esos momentos se encontraba en la
plaza del pueblo estaba callada, atendiendo al discurso de uno de los hombres
del traje gris.
-¡Si os entregáis y prometéis servir a la banda del
traje gris no sufriréis daño alguno! ¡Sino aceptáis estas condiciones
volveremos y lo haréis por la fuerza! ¿Ha quedado claro?- gritaba una y otra
vez.
-¿Poli sabes utilizar esto?- Rose señalaba un viejo rifle que tenia apoyado en una de las esquinas de la terraza. Poli asintió con la cabeza -¡Pues mándale un recadito de mi parte que yo tengo muy mala puntería!-
-¿Que dices? ¡Si nunca he matado a ningún humano!- la
muchacha del pelo rojizo estaba alterada al oír esas palabras.
-¡O disparas o nos pasaremos la vida siendo esclavos!-
Poli muy nerviosa cogió el rifle -¡Esta cargado no te preocupes! ¡Que no quede
ninguno de los dos en pie!- apoyó el rifle en su hombro y apuntó. El primer
disparo dió en la pierna derecha del trajeado que exponía sus condiciones al
resto de ciudadanos. El pánico se apodero de la plaza y el segundo hombre
escapó entre la multitud alborotada.
-¡Bajemos rápido no tenemos mucho tiempo!- Poli dejo
caer el rifle y corriendo bajaron a la plaza donde aun yacía el hombre del
traje gris herido en la pierna. La bala había impactado de lleno en el muslo de
la pierna derecha, sangraba mucho y si no recibía asistencia medica, en cuestión
de minutos moriría desangrado.
-¡Habla! ¿Cuando van a venir?- gritaba Rose al mismo
tiempo que sacudía con sus manos el cuerpo del hombre contra el suelo. No
obtuvo respuesta.
El cuerpo inerte del hombre yacía en el centro de la
plaza, Rose se dirigió a los habitantes del pueblo cual alcalde:
-¡Escuchad!- quiso recibir la atención de todos - ¡No
se cuanto tiempo tardaran en venir a por nosotros, igual si están preparados en
menos de una hora estarán aquí! Nadie va a venir a defendernos, somos nosotros contra ellos. ¡Si queréis
seguir siendo libres y morir libres preparémonos para la batalla, de lo
contrario moriremos como esclavos!- al oír esas palabras la plaza estalló en un
grito de motivación, no serian mas de veinte personas pero gritaban como
cincuenta.
-¡Ven te necesitamos!- apresuró Rose cogiendo a Poli
por el brazo.
-¿Y mi hermano? ¡Seguro que puede ayudarnos!-
-¡No hay tiempo vamos!- volvieron a entrar en la
pensión.
No pasaron ni tres minutos y la plaza estaba desierta.
Todo el mundo había tomado posiciones para luchar contra la amenaza de los
Trajes Grises.
-¿Quienes son esos? ¿Que pasa?- Poli no sabia que
pasaba. Todo había transcurrido muy deprisa.
-Cada vez que suenan las campanillas, significa que
alguna amenaza se acerca al pueblo, últimamente nuestra mayor amenaza son los
traficantes de esclavos. Cada vez que vienen se llevan a dos o tres de los
nuestros, para luego venderlos como putas, criados o vete tú a saber que. Hoy
han ido demasiado lejos y quieren que el pueblo entero sea suyo.
-¿Y con que vamos a defendernos? Las únicas armas que
he visto son el rifle de la terraza y mis dos pistolas.
-¡Tranquila esta todo controlado!- respondió Rose en
tono confiado, al mismo tiempo que abría uno de los cajones del archivador metálico
que había detrás del mostrador de su pensión.
Cada cajón contenía diferentes equipaciones como
granadas electromagnéticas, pistolas de plasma, munición de plasma y armaduras
convencionales.
La cara de Poli era el reflejo de la incredulidad al
ver tal arsenal.
-¡Coge lo que necesites!- dijo Rose, al mismo tiempo
que se desnudaba para ponerse una de las armaduras.
Habían pasado unas dos horas desde la reunión en la
plaza. La noche estaba al caer y el nerviosismo de la población aumentaba.
Habían dispuesto unas pocas minas antipersona por toda
la ciudad.
-¡Atacarán por la noche! ¡Lo se!- los habitantes de
aquel pequeño pueblo, levantado sobre los escombros de una ciudad en ruinas
esperaban ansiosos. Situados estratégicamente en las alturas mas protegidas de
cada edificio. Rose y su huésped pelirroja esperaban en la terraza de su posaba
donde tenían una perfecta visión de todo el pueblo y de los exteriores de este.
La noche se cernía sobre un pueblo silencioso. Nadie decía
nada. A lo lejos se divisaban las primeras sombras. La noche era oscura,
iluminada por las estrellas con la ausencia de la luna, lo que hacia difícil
distinguir cualquier cosa a lo lejos.
-Deben ser ellos- dijo Rose en voz baja. Las sombras
cada vez eran mas claras. Una de las minas estalló sin previo aviso, un cuerpo
mutilado sin pierna vestido de traje gris voló a varios metros de altura. El
pueblo estaba rodeado, había hombres de la banda del Traje Gris por todos los
frentes del pueblo.
-¡Es vuestra ultima oportunidad! ¡Rendiros o morid!-
se escucho a lo lejos. Nadie respondió. El silencio era amo y señor del pueblo.
Momentos mas tarde la primera pistola de plasma sonó y acto seguido toda una sinfonía
de disparos, granadas y gritos de dolor. En un abrir y cerrar de ojos el pueblo
se había convertido en el escenario de una batalla por la supervivencia a la
luz de las estrellas. Los rayos de plasma y las explosiones iluminaban
intermitentemente las calles. Rose seguía expectante, a cubierto en la terraza,
mientras Poli había matado por primera vez una persona con un tiro certero en
la cabeza.
-¡Vamos que son pocos y cobardes!- se escuchaba gritar
en el edificio de enfrente. Rose observaba como Poli había cogido el gusto por
la masacre humana. Disparaba sin contemplación hacia los hombres del traje
gris. <<Ya no hay vuelta atrás>> pensó. Apoyada sobre su rodilla
izquierda desenfundo su pistola de plasma y abrió fuego hacia la plaza. Había
hombres del pueblo atacando a los pocos del Traje Gris que aun quedaban en pie.
Poco a poco la banda fue retrocediendo y cuando menos lo esperaban ya habían
desaparecido. La banda del Traje Gris había sido derrotada. La alegría momentánea
del pueblo se vio truncada rápidamente por la muerte de algunos habitantes.
-¿Que te ha pasado?- pregunto Poli al ver la tardanza
de Rose en atacar y apoyar a sus vecinos.
-¡Mis hijos!- respondió con tono triste -Hace un año
estos mal nacidos vinieron y se llevaron a mis hijos.
-¿Tienes idea de donde pueden estar?
-Claro, pero yo no puedo ir. No valgo para la
guerra-las lagrimas empezaron a correr por sus mejillas- Necesito alguien que
me haga ese favor. Un grupo de personas quizá. Estoy dispuesta a pagar una
generosa recompensa porque me los devuelvan. A ser posible vivos.
-Eso puede ser muy peligroso...
-Lo sé. ¿Me has dicho que tienes un hermano verdad?
Habla con el, y si decidís ayudarme venid a hablar conmigo.
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