ROSE
-¡Menuda puta mierda!-gruñía
una y otra vez Potito el supermutante-Llevamos la tira de días perdidos en
medio de ninguna parte. Sin droga, sin agua, sin comida. Aquí no vienen ni los
Nerheaders a soltar su mierda.
-¡Cállate plasta!-replicó
Glanius-¡Así no ayudas en nada!-el hombre de ojos azules que tan loca volvía a
Rose, estaba incluso más perdido que ella. Hacía varios días, que habían
perdido la pista al grupo de soldados que custodiaba los presos en el Notocar. Pero
aquello no era lo peor, ya ni siquiera sabían dónde estaban, y mucho menos el
camino de regreso a casa. Rose por si las moscas, mantenía la boca cerrada ya
que días atrás, el mutante la había amenazado con convertirla en casquería,
para después llenarse el estomago con ella, si no mantenía la boca cerrada.
Aunque no lo veía capaz de hacer algo similar, no quiso arriesgarse y decidió
hablar solo cuando fuera justo y necesario.
-¡Arena y montañas de
arena!-mascullaba Potito-¡Ni un insecto, ni un animal, ni un hombre!-el mutante
tenía toda la razón, en aquella zona no había rastro de vida alguno, solo casas
vacías, asoladas por el paso del tiempo. Rose comenzaba a estar cansada de la
situación. Cuando no era uno era el otro el que protestaba, el único que no se
quejaba era el pobre burro de carga. Aunque aquellas riñas, le recordaban mucho
a las peleas que tenían sus hijos cuando jugaban juntos.
-¿No querías sur?-preguntó
Glanius con algo de sarcasmo-¡Pues ya tienes sur!
-¿Y quién cojones te ha
dicho a ti que esto es el sur?-replicó Potito-¡A saber donde coño estamos!
La noche estaba al caer,
necesitaban un lugar donde salvaguardarse de los peligros nocturnos. Por
calmada que pudiera parecer la región, nunca había que descartar la posibilidad
de toparse con algún animal mutado, engendros o similares, por lo que era mejor
no tentar a la suerte y al menos buscar cuatro paredes donde esconderse.
Hacía días que no cazaban
nada. Glanius consiguió que Potito entrara en razón y calmara su voraz apetito,
por ello los últimos días, habían podido subsistir a base de racionar las
sobras. Rose solo deseaba que en su camino, se cruzara alguna criatura para
alimentar al supermutante. Era cuestión de tiempo, que a este se le acabara la
paciencia y comenzara a devorar al burro.
-¡Otra noche más al
ras!-lamentó Glanius, mirando hacia el horizonte, donde los rayos del sol
agotaban sus últimos minutos de vida en aquel largo día. Sin previo aviso,
Potito salió corriendo en dirección contraria al sol. Las fuertes piernas del
mutante, levantaban una gran y espesa polvareda a cada zancada.
-¡Me voy de caza!-gritó
Potito levantando un brazo en señal de despedida.
-¡Menos mal que se ha
ido!-Rose respiró aliviada al verlo desaparecer en la oscuridad.
-¡Esperemos que vuelva con
la panza llena!-bromeó Glanius-Será mejor que acampemos y comamos algo, por
aquí no encontraremos cobijo, así que lo mejor será no gastar energías inútilmente.
-Tienes razón, estoy
hambrienta-sus tripas hacían sonar una melodía nada agradable. Rose tenía tanta
hambre que era capaz de comer cualquier cosa. La pensión daba beneficios
suficientes como para comprar comida en buen estado, y de vez en cuando
permitirse algún capricho. Esa Rose jamás habría pensado en hacer algo similar,
pero esa Rose ya no era ella, el hambre y la desesperación cambian a cualquiera,
y ahora estaba dispuesta a comer cualquier cosa que cayera en sus manos.
-¡A ver que tenemos hoy para
cenar!- Glanius cogió una bolsa gris de tela que llevaba cargada el burro en
uno de sus laterales. Metió la mano y sacó un trozo bastante grande de carne,
suficiente para comer los dos y no quedarse con hambre. A juzgar por su aspecto
y la cara de asco que puso el hombre, esta parecía estar pudriéndose o podrida
del todo, pero era lo único que había para comer, así que no podían permitirse
el lujo de tirarla- ¡Si quieres te caliento el entrecot con el mechero!-bromeó
Glanius. Rose no pudo evitar que una tímida sonrisilla se le escapara.
Él con un cuchillo afilado,
cortó en dos el trozo de carne y quitó las partes que peor aspecto presentaban.
Gracias a esta labor la cena tomó otro aspecto.
Ambos comieron sin decir ni
una palabra, concentrados en su pedazo de carne, ajenos a cualquier cosa. El
primer bocado le supo a rancio, pero una vez se acostumbró el paladar al sabor,
el resto de ellos fueron gloria.
-¡Hay hambre!- afirmó Glanius
dejando caer desde su boca pequeños trocitos de carne. Rose lo miró, aquel
hombre le parecía atractivo incluso con virutas de carne podrida pegadas en los
labios. Sentía el deseo de querer limpiársela a lametazos, pero finalmente pudo
contenerse y seguir comiendo. Aunque cada vez que la idea se le venía a la
cabeza, su corazón respondía con fuertes palpitaciones. << ¿Qué te pasa
Rose?-preguntándose a sí misma-¡Es solo un mercenario, como todos los
demás!>>
-¿Crees que saldremos de
esta con vida?- preguntó Rose intentando evadirse de la situación.
-¿Por qué no? Si pudimos
entrar, podremos salir-las palabras de Glanius no le dijeron nada en especial.
No se caracterizaba por ser coherente con los discursos que pronunciaba, aunque
el pobre no paraba de intentarlo-En fin, será mejor que descansemos un poco. No
sé cuánto tardará la bestia en volver a dar por el saco.
-Quizás tengas razón en
eso...- a Rose le preocupaba el hecho de dormir a la intemperie, en un lugar
desconocido para ella. Tenía verdadero pavor de quedarse dormida y que alguna
abominación la atacara por la espalda. Intentaba dormir, pero solo conseguía dar
vueltas a uno y otro lado, buscando la una postura que le inspirara
tranquilidad, pero aquello no parecía ser posible.
-¡Joder!-protestó con voz
bajita.
-¿Qué te pasa?-preguntó
Glanius al oírla refunfuñar.
-¡Tengo miedo!-respondió.
-¿Miedo de que?
-De que me ataque un
monstruo o algo peor.
-¿Aquí en medio de la nada?
¡No me hagas reír!- espetó Glanius.
-¿Podrías abrazarme?-no
sabía muy bien porque había dicho eso, pero a decir verdad, rodeada por los
brazos de él se sentiría protegida y sería mucho más fácil dormirse.
-¿Y si lo hago callaras la
boca?
-¡Lo juro!
-Está bien-dijo Glanius haciéndose
el remolón-Ven aquí y calla de una vez. Dios lo que daría por tener una cerveza
en estos momentos.
No tardó en acurrucarse
junto a él. Los brazos del hombre daban un calorcito que a Rose le encantaba.
Tenía tan pegada la espalda al pecho de Glanius, que podía notar el latir de su
corazón. A decir verdad también notaba algo mas en otra parte de su cuerpo,
algo duro y muy familiar le oprimía uno de sus muslos.
<< ¿Se la he puesto
dura?-pensó al notar lo que parecía ser el miembro de él-¡No puede ser!>>
Extrañada, deslizó
cuidadosamente la mano por su culo, haciendo como que se lo rascaba para disimular.
Glanius parecía dormido, pero su cosita estaba bien despierta. Rose decidió
acariciarla suavemente para ver como respondía.
-¿No ibas a callarte si te
abrazaba?-quiso protestar Glanius, pero su voz parecía indicar todo lo
contrario.
-¿Acaso estoy hablando?
Sin mediar una sola palabra
más, Glanius le bajó enérgicamente los pantalones y en la misma posición que
estaba comenzó a penetrarla. Todos sus males desaparecieron al notar el miembro
calentito del hombre rozando entre sus piernas. Hacía tiempo que no estaba con
ningún hombre y aunque aquella no era la mejor situación para un momento así no
quiso desaprovechar la oportunidad. Quizás si se lo follaba bien follado lo
tendría babeando detrás de ella cual perrito faldero.
Cuando quiso darse cuenta,
ambos estaban desnudos, aquel hombre parecía tener un don para quitar la ropa. Inmediatamente
se puso encima de Glanius dejándolo tumbado de espaldas al suelo y comenzó a
cabalgar encima del pene de este. Era más pequeño que el de la mayoría de
hombres con los que había estado, pero estaba duro como ninguno y aquello le
encantaba. La cara del mercenario reflejaba verdadero placer, Rose sabía muy
bien como tenía que moverse para hacer disfrutar a un hombre. Notaba los espasmos del mercenario en clara
señal de que en cualquier momento sacaría su semen a pasear, por lo que decidió
dejar de cabalgar encima de él y pasar al sexo oral.
-¿Que tenemos aquí?-escuchó
una voz cerca de ella que no era ni la de Glanius ni la de Potito-¡Una pareja
de fornicadores profesionales!-al levantar la vista, Rose vio a un hombre de
mediana edad, apuntando con una extraña escopeta hacia ella. Delgado, de pelo
largo y enmarañado, con pronunciadas ojeras negras y un sombrero de vaquero
roto en el cual, no podía caber mas mugre. La apariencia de aquel hombre inspiraba
de todo menos confianza-Una zorra culona y un espadachín en pelotas. Tu-dijo refiriéndose
a Glanius, que intentaba hacerse con la espada-deja eso no vayas a cortarte.
Anda poneros algo no vayáis a coger un resfriado.
-¿Vakero?-preguntó Glanius
mirando fijamente al hombre que no dejaba de apuntarles con el arma-¡Que hijo
puta eres! ¿No me reconoces?
El supuesto Vakero bajó ligeramente
el arma para poder ver mejor a Glanius. Durante un breve periodo de tiempo,
solo se escuchó el susurrar del viento, un viento que brillaba por su ausencia
aquella noche.
-¿Que cojones? ¿Te ha cagado
un pájaro en la cabeza o qué?- el hombre se echó a reír, parecía haber
reconocido a su fiero amante, el mercenario llamado Glanius, cosa que a Rose le
produjo una inmensa sensación de tranquilidad.
-Eso fue tu madre, que no encontró
nada con que limpiarse las corridas que le eché en la boca- Glanius bromeaba y
reía carcajadas. Rose no encontraba gracia alguna a las burradas que salían por
las sucias bocas de aquellos dos brutos, aprovechó el jocoso momento para
buscar sus prendas y vestirse. No estaba por la labor de que aquel tiparraco,
continuara viéndola como su madre la había traído al mundo.
-¡Llevaba un buen rato
escondido, mirando como follabais pero no te había reconocido!-el hombre hizo
una pausa y señaló a Rose-¡Solo miraba el enorme trasero de la moza!- << ¡El
culo gordo lo tendrá tu madre!>>
-¡Y seguro que estabas
machacándotela mientras mirabas!
-¡Como lo sabes amigo
Glanius, como lo sabes!
-¿Pero quién coño eres tú?-preguntó
Rose, dirigiéndose bruscamente al tal Vakero, interrumpiendo aquel jolgorio de
sandeces y palabras malsonantes.
-Vakero-espetó el hombre,
dando la sensación de que le importaba una mierda la su presencia-Es lo único
que debes saber.
-¡Tranquilo tío, es de
confianza!-dijo Glanius, que por la cara que había puesto, parecía preocuparle
la situación.
-¡El que le hayas metido la
poya entre las piernas y te hayas restregado con ella no quiere decir que sea
de fiar!-protestó Vakero- Pregúntaselo a las ladillas que me pegó la última
fulana con la que estuve, porque a ella creo que no se lo podrás preguntar en
mucho tiempo.
-Te estás yendo por las
ramas- Glanius había cambiado el semblante por completo, de las risas había
pasado a la más estricta seriedad-Enserio, confía en mí.
-Si tu lo dices...-el hombre
de sombrero roto giró la cabeza y mirando al suelo lanzó un escupitajo de color
marrón bastante denso y asqueroso-Y aparte de follar ¿Que cojones hacéis aquí?
-El ejército nos desterró
por hacer lo correcto-Glanius se encogió de hombros, Rose no entendía a que se refería
con "lo correcto" -Mientras viajábamos hacia el sur, topamos con esta
moza que nos ofreció un trabajo a cambio de una cuantiosa suma de pasta, pero
somos tan zoquetes que nos perdimos, acabando en este lugar de mala muerte. ¿Y tú?
Pensaba que estabas muerto.
-¡Mucha gente piensa que lo
estoy!-respondió Vakero rascándose el pescuezo. Las manos de este contenían
unas uñas tan negras, que rascarse con ellas bien podrían causar más picores en
vez de quitarlos- Y mejor que sigan pensándolo. Todo fue una farsa para que tu
querido ejército, dejara de buscarme a mí y a mi compañía.
-¿Y dónde está el
resto?-preguntó Glanius que parecía extrañado de ver solo a aquel tipo.
-Escondidos-respondió Vakero
con voz queda-Escapábamos hacia el sur, pensando que allí podríamos poner en
marcha de nuevo el negocio. Pero fuimos presa de una emboscada. Unos tipos
raros equipados con servoarmaduras y armados con rifles de plasma, nos
asaltaron a nuestro paso por el cementerio nuclear. Al principio pensábamos que
se trataba del Ejército del Pueblo Libre, pero poco tardamos en notar que estos
eran profesionales de verdad.
-¿Como que profesionales de
verdad?-aquello pareció molestar a Glanius.
-No es por nada amigo, pero
la mayoría de los soldados de tu ejército dejan mucho que desear en el campo de
batalla. Solo les salva el abultado número de pringaos que día a día se suman a
tal Kafkiana causa-Rose no entendía nada de lo que estaban hablando, pero
parecía ser algo importante. Tenía la impresión de que los soldados a los que
se refería Vakero eran los mismos que habían destruido el Notocar-Estos estaban
bien entrenados-prosiguió-adiestrados en el arte de matar. Nada que hayas visto
anteriormente, te lo aseguro-Vakero hizo una pausa y miró a ambos lados-Venid
conmigo, no suele haber gente por estos lares, pero desde que pasó lo que pasó
no me fio de nada, por muy calmado que parezca.
-Espera, Potito esta
cazando-advirtió Glanius.
-Tranquilo-respondió el
hombre con tono pausado-el mutante no es tonto, sabrá seguir el rastro que
dejan las pisadas del burro. Además no vamos muy lejos-Glanius con rostro
serio, asintió con la cabeza. Rápidamente recogieron el improvisado campamento
ante la atenta mirada del hombre, que no bajó el arma en ningún momento.
Parecía que seguía sin fiarse de ella o que quizás pese a las apariencias,
tampoco tuviera la suficiente confianza con Glanius.
Sin perder tiempo,
comenzaron la andadura a través de la oscura noche. A la cabeza, mostrando el
camino, iba el hombre del sombrero roto, cada vez que Rose lo miraba parecía
estar más sucio. De cerca, unos pasos más atrás Glanius y detrás de Prestigio,
un poco rezagada y muerta de sueño, Rose. Prestigio era el nombre que ella le
había puesto al burro de carga, le gustaba mucho ponerle nombres chistosos a
las cosas, y el animalillo después de tanto tiempo aguantando sus lamentos día
y noche, se había ganado ese honor.
Poco tiempo después,
llegaron a un lugar similar a donde habían tenido el encontronazo con Vakero.
Allí no parecía haber nada como solía ser habitual en aquella región. Sin
embargo, el hombre de sombrero roto dio unos golpes en el suelo al parecer,
marcando una contraseña. Estos sonaron de manera bien distinta a como habrían
sonado si hubieran chocado directamente con la arena. Pero algo había debajo de
sus pies y no parecía ser solo arena precisamente.
Lentamente el suelo comenzó
a moverse y una pequeña trampilla se abrió unos pasos más adelante. La apertura
era del tamaño justo para que pudiera pasar un hombre adulto, pero demasiado
pequeño para Prestigio o Potito el supermutante.
-¿No hay mas
accesos?-preguntó Rose con la esperanza de que su querido burro pudiera acceder
allá donde fueran.
-¡No!-respondió Vakero de
forma tajante-Y tampoco son necesarios. El burro se queda fuera, así Potito
tendrá algo con que entretenerse una vez nos encuentre. Y tranquila, no les
haremos esperar mucho, tenemos muchas tareas que hacer.
Al acceder, Rose notó como
una brisa fresca emanaba del interior de aquel sitio. Parecía ser una especie
de almacén subterráneo de armas, ella nunca había estado en un lugar similar,
pero cuadraba con las descripciones que hacían la mayoría de los huéspedes a su
paso por la pensión. Decenas de estanterías se alzaban por cualquier rincón, la
mitad vacías y la otra mitad con misiles que por su sola presencia, causaban
pavor en Rose. Armas preparadas para la guerra, que por algún motivo parecían
no haber sido utilizadas. La iluminación era escasa, pero suficiente para ver a
los cuatro desgraciados que se supone acompañaban a Vakero, fumar y beber cerca
de una de las cabezas nucleares aun por detonar.
-¿Que cojones es este
sitio?- Glanius parecía impresionado por la cantidad de cabezas nucleares que
allí abajo había.
-Esos mal nacidos humillaron
a nuestros hermanos-respondió Vakero en tono serio-A los que no consiguieron
escapar, les empalaron y crucificaron boca abajo, dejándolos morir allí
clavados ante nuestros ojos, sin que nosotros pudiésemos hacer nada por
ayudarles.
-¿Y qué piensas hacer con
todo esto?-preguntó Glanius, refiriéndose a todo el arsenal que había allí
guardado-Si estás pensando en utilizar estas bombas para llevar a cabo tu
venganza, guárdame alguna para echarla sobre la cabeza de Pececito. Pero si mal
no recuerdo-hizo una breve pausa para rascarse la barbilla-todas las lanzaderas
quedaron destruidas durante la guerra.
Las palabras del mercenario
calmaron a Rose, si era verdad lo que decía Glanius, aquel tarado pretendía
lanzar los cohetes contra el ejército, que supuestamente se había hecho con el
control de la libertad de sus hijos, y aquello no podía permitirlo, no mientras
no supiera el paradero de sus pequeños.
-Tienes razón-lamentó
Vakero-Ojalá fuera así de fácil. Pero hay algo que quiero que veas. Algo que no
esperarías ver en tu miserable vida y que nos puede ayudar mucho en nuestra tarea-cada
vez soportaba menos a aquel tipejo, su pedante forma de hablar y su pestazo a
tabaco eran algunos de los muchos defectos que Rose observaba en aquel tipo,
aunque a decir verdad la mayoría de hombres de la región estaban hechos de la
misma pasta-¡Sígueme!-ordenó Vakero al mercenario con un leve movimiento de su
dedo índice. Todos los allí presentes le siguieron, incluidos Rose que quería
ver en primera persona lo que escondía aquel hombre. A pocos metros, un enorme
bulto se levantaba ante sus narices. Estaba todo cubierto por una enorme lona
de plástico, pero esta no era lo suficientemente extensa como para cubrir
aquello en su totalidad. A sus faldas, dejaba entrever el borde de unas ruedas.
Sin duda se trataba de alguna especie de vehículo, pero Rose no había visto
ninguno en su vida, así que para no parecer tonta se limitó a estar callada y
esperar a ver que decía el resto.
-¿Me estas
vacilando?-preguntó Glanius con cara de asombro-¿Eso es lo que yo pienso que
es?
-¡Efectivamente
amigo!-respondió Vakero con efusividad, mientras sacaba lo que parecía ser un
porro de una pitillera plateada oxidada, lo sujetó con los dedos índice y
corazón y se dispuso a encenderlo con una cerilla, pero en ese preciso instante
se detuvo para decir algo-Desgraciadamente...-encendió el palito verde y al
momento el almacén ya apestaba a aquello-…no funciona-con la ayuda de sus
secuaces, Vakero retiró la lona que cubría aquel trasto. Detrás de una pequeña
nube de polvo que dejó a su paso la lona de plástico, se vislumbraba una
especie de tanque amarillo, o al menos eso le pareció a ella. De una altura
similar a dos veces la de Potito, el supermutante, con pequeñas ruedecitas
metálicas a los laterales, todas ellas unidas por lo que parecía ser una correa
ondulada, estas a su vez mantenían en alto una enorme cúpula, de rojo fuego que
visto desde su posición, tenía un semblante similar al del ala de un pájaro. Intuía
que desde allí se manejaría aquel trasto, y en lo más alto, tres pequeños
cañones que por su aspecto Rose, no sabía si dispararían algo o simplemente
estaban como de adorno.
- ¡Que preciosidad!-gritó
Glanius, al que parecía que se le iban a salir los ojos de sus cuencas mirando
aquel trasto-Pero si no funciona ¿Para qué queremos esta mierda?
-¿Has oído hablar alguna vez
de la historia del caballo de Troya?-preguntó Vakero.
-Ni puta idea macho-espetó
Glanius.
-Eran unos tipos que
vivieron hace mucho tiempo-la mierda que estaba fumando aquel tipo indirectamente
comenzaba a afectarle a ella, pero él no dejaba de fumar y fumar y seguía
contando aquella absurda historia-…y entonces como veían que no podían entrar
en el castillo decidieron construir un gigantesco caballo y ofrecérselo a sus
enemigos como regalo. Lo que no sabían los enemigos era que…-y el tío
continuaba fumando, ya casi parecía que se lo había terminado, parecía que la
tormenta había pasado, cuando para su desagradable sorpresa Rose, vio como
Glanius, encendía otro procedente de manos de uno de los secuaces de Vakero-<<¿De
dónde sacará la gente esa mierda?-pensó-¡Está por todas partes!>>, cada
vez se sentía más mareada, ya casi no llegaba a entender lo que estaban
hablando a su alrededor-…entonces haremos como los espartanos y todo saltará
por los aires, ¿Qué te parece?
-Arriesgado y peligroso,
pero puede funcionar-la voz de Glanius retumbaba en su cabeza como si de bombas
que explotaran a su lado se tratasen-¿Y cómo tienes pensado llevarlo hasta
allí?
Una fuerte y cegadora luz de
color rojizo la hizo despertar, era el reflejo del sol que al rebotar en la
cúpula del tanque, hacia que los rayos incidieran directamente en su cara. No
sabía cuánto tiempo llevaba así, tirada lomos de Prestigio como si de un saco
se tratara. Aquella mierda debió dejarla inconsciente. Sorprendentemente seguían
el trasto a paso ligero, y aunque Potito empujara de vez en cuando, parecía que
aquella cosa podía funcionar por sí sola. No entendía como la habían sacado de
aquel almacén, porque se suponía que no había más entradas y salidas que aquella
pequeña trampilla. Como no, el malnacido de Vakero por algún motivo les había
mentido, pero aquello parecía no importarle a nadie.
-¿Dónde nos dirigimos?-le
preguntó a Glanius, el cual caminaba a su lado con semblante serio. Notaba como
tenía la boca seca, dolor de cabeza, nauseas, eran los mismos síntomas que la
anterior vez. Odiaba sentirse así, y mucho más aun sin ella haber hecho nada
para estar con semejante resaca.
-¡Esto es cosa de hombres
muñeca!-respondió el hombre-¡Tu mantente calladita a lomos del burro y no hagas
nada!
No le gustaron un pelo las
palabras del mercenario, y de un pequeño empujón bajó de los lomos de Prestigio.
Al ponerse en pié volvió a sentir el mareo, no sabía si por que aun estaba bajo
los efectos del porro, si era por la resaca o por el calor que hacía o una suma
de todos.
-¿De qué coño vais?-gritó enfurecida
una vez recuperó sus fuerzas-¡Yo te pago! ¡Merezco saber que pasa!
-¡Yo cobro en dinero!-espetó
Glanius-¡Y aun no he visto ningún billete!
-¡Cállate zorra o te
dejaremos aquí en medio de ningún sitio!-gritó Vakero a lo lejos.
-¡A mí nadie me grita!-hizo
una pequeña pausa para tragar saliva-¡Gilipollas!-Rose estaba cada vez mas
enfurecida, quería saber que tramaban, pero parecía que nadie estaba por la
labor de contarle nada. Tenía la sensación de que fuera lo que fuera lo que
aquella banda tenía en mente, sus hijos corrían peligro, si no ¿A qué venía
tanto secretismo? ¿Qué más les daba?-¡Exijo saberlo!
En ese momento se hizo el
silencio y el convoy se detuvo en seco. Vakero se giró hacía ella con el ceño
fruncido y mirada amenazante. Desenfundó el arma y se dirigió hasta su posición
sin dejar de apuntarla.
-¡Largo!-dijo el hombre de
pelo enmarañado con tono intimidatorio-¡Lejos de aquí! ¡No quiero volver a
verte!
Nadie dijo nada, nadie la
defendió, ni siquiera su mercenario de ojos bonitos. En aquel momento, Rose
comprendió que se había quedado sola. Sin decir ni una palabra más, Vakero le
propinó un fuerte empujón haciéndola caer de espaldas al suelo. Con el impacto
sintió un fuerte dolor en los codos.
-¡Lo siento Rose!-dijo
Glanius a lo lejos mirándola de reojo-¡Hay cosas en las cuales hay que
priorizar, y en este momento tú no eres una de ellas!
Poco a poco todos se fueron
alejando mientras ella continuaba tendida en el suelo con los brazos doloridos.
Un sentimiento de rabia comenzó a invadirle el cuerpo. Comprendió que si no
quería quedarse allí sola y perdida tenía que seguir el convoy a lo lejos.
Rápidamente se levantó y comenzó a seguirlos.
A lo lejos observaba el
tanque, con lo que podía seguirles el rastro a una distancia considerable sin
mucha dificultad, pero poco a poco las fuerzas fueron abandonándola. No había
comido ni bebido desde la noche anterior y la resaca junto al fuerte empujón de
Vakero no hacía sino que empeorar más las cosas, sobretodo esta primera.
Cada vez estaba más lejos del
grupo y ya casi no veía el trasto, solo las huellas de las ruedas y las pisadas
de los mercenarios.
<< ¡Por favor no!-se
repetía una y otra vez-¿Por qué todo lo malo me tiene que pasar a mi?>>
Cuando parecía que había perdido definitivamente el rastro del convoy, lo que a
lo lejos parecía ser una población le devolvió las fuerzas.
Corrió hacia las murallas
que rodeaban la misma, por el camino cuando ya casi había llegado al exterior
de estas, tropezó con una piedra, dando con la frente en el suelo.
-¡Ayuda!-gritó con todas sus
fuerzas, arrastrándose por la tierra con sus manos. Pero los que parecían ser
los vigilantes no le hacían ni puto caso. Estos vestían las mismas armaduras
que los soldados que vio alejarse del Notocar. Por fin los había encontrado,
sus hijos debían estar dentro de aquella base militar, o en caso contrario
alguien de allí debía saber donde habían ido a parar los rehenes de la banda de
los Trajes Grises.
-¿Qué coño es
eso?-preguntaba uno de ellos, señalando con el dedo.
Rose miró hacia donde
señalaba el guardia. Allí, parado, sin nadie a su alrededor, se encontraba el
tanque. Entonces lo comprendió todo. El tanque era el caballo de Troya, recordó
como Vakero dijo que todo saltaría por los aires.
-¡Es una trampa!-gritó en
repetidas veces-¡Es una trampa! ¡Va a estallar!