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martes, 17 de febrero de 2015

CAPÍTULO XLIV – CABALLO DE TROYA



ROSE


-¡Menuda puta mierda!-gruñía una y otra vez Potito el supermutante-Llevamos la tira de días perdidos en medio de ninguna parte. Sin droga, sin agua, sin comida. Aquí no vienen ni los Nerheaders a soltar su mierda.
-¡Cállate plasta!-replicó Glanius-¡Así no ayudas en nada!-el hombre de ojos azules que tan loca volvía a Rose, estaba incluso más perdido que ella. Hacía varios días, que habían perdido la pista al grupo de soldados que custodiaba los presos en el Notocar. Pero aquello no era lo peor, ya ni siquiera sabían dónde estaban, y mucho menos el camino de regreso a casa. Rose por si las moscas, mantenía la boca cerrada ya que días atrás, el mutante la había amenazado con convertirla en casquería, para después llenarse el estomago con ella, si no mantenía la boca cerrada. Aunque no lo veía capaz de hacer algo similar, no quiso arriesgarse y decidió hablar solo cuando fuera justo y necesario.
-¡Arena y montañas de arena!-mascullaba Potito-¡Ni un insecto, ni un animal, ni un hombre!-el mutante tenía toda la razón, en aquella zona no había rastro de vida alguno, solo casas vacías, asoladas por el paso del tiempo. Rose comenzaba a estar cansada de la situación. Cuando no era uno era el otro el que protestaba, el único que no se quejaba era el pobre burro de carga. Aunque aquellas riñas, le recordaban mucho a las peleas que tenían sus hijos cuando jugaban juntos.
-¿No querías sur?-preguntó Glanius con algo de sarcasmo-¡Pues ya tienes sur!
-¿Y quién cojones te ha dicho a ti que esto es el sur?-replicó Potito-¡A saber donde coño estamos!
La noche estaba al caer, necesitaban un lugar donde salvaguardarse de los peligros nocturnos. Por calmada que pudiera parecer la región, nunca había que descartar la posibilidad de toparse con algún animal mutado, engendros o similares, por lo que era mejor no tentar a la suerte y al menos buscar cuatro paredes donde esconderse.
Hacía días que no cazaban nada. Glanius consiguió que Potito entrara en razón y calmara su voraz apetito, por ello los últimos días, habían podido subsistir a base de racionar las sobras. Rose solo deseaba que en su camino, se cruzara alguna criatura para alimentar al supermutante. Era cuestión de tiempo, que a este se le acabara la paciencia y comenzara a devorar al burro.
-¡Otra noche más al ras!-lamentó Glanius, mirando hacia el horizonte, donde los rayos del sol agotaban sus últimos minutos de vida en aquel largo día. Sin previo aviso, Potito salió corriendo en dirección contraria al sol. Las fuertes piernas del mutante, levantaban una gran y espesa polvareda a cada zancada.
-¡Me voy de caza!-gritó Potito levantando un brazo en señal de despedida.
-¡Menos mal que se ha ido!-Rose respiró aliviada al verlo desaparecer en la oscuridad.
-¡Esperemos que vuelva con la panza llena!-bromeó Glanius-Será mejor que acampemos y comamos algo, por aquí no encontraremos cobijo, así que lo mejor será no gastar energías inútilmente.
-Tienes razón, estoy hambrienta-sus tripas hacían sonar una melodía nada agradable. Rose tenía tanta hambre que era capaz de comer cualquier cosa. La pensión daba beneficios suficientes como para comprar comida en buen estado, y de vez en cuando permitirse algún capricho. Esa Rose jamás habría pensado en hacer algo similar, pero esa Rose ya no era ella, el hambre y la desesperación cambian a cualquiera, y ahora estaba dispuesta a comer cualquier cosa que cayera en sus manos.
-¡A ver que tenemos hoy para cenar!- Glanius cogió una bolsa gris de tela que llevaba cargada el burro en uno de sus laterales. Metió la mano y sacó un trozo bastante grande de carne, suficiente para comer los dos y no quedarse con hambre. A juzgar por su aspecto y la cara de asco que puso el hombre, esta parecía estar pudriéndose o podrida del todo, pero era lo único que había para comer, así que no podían permitirse el lujo de tirarla- ¡Si quieres te caliento el entrecot con el mechero!-bromeó Glanius. Rose no pudo evitar que una tímida sonrisilla se le escapara.
Él con un cuchillo afilado, cortó en dos el trozo de carne y quitó las partes que peor aspecto presentaban. Gracias a esta labor la cena tomó otro aspecto.
Ambos comieron sin decir ni una palabra, concentrados en su pedazo de carne, ajenos a cualquier cosa. El primer bocado le supo a rancio, pero una vez se acostumbró el paladar al sabor, el resto de ellos fueron gloria.
-¡Hay hambre!- afirmó Glanius dejando caer desde su boca pequeños trocitos de carne. Rose lo miró, aquel hombre le parecía atractivo incluso con virutas de carne podrida pegadas en los labios. Sentía el deseo de querer limpiársela a lametazos, pero finalmente pudo contenerse y seguir comiendo. Aunque cada vez que la idea se le venía a la cabeza, su corazón respondía con fuertes palpitaciones. << ¿Qué te pasa Rose?-preguntándose a sí misma-¡Es solo un mercenario, como todos los demás!>>
-¿Crees que saldremos de esta con vida?- preguntó Rose intentando evadirse de la situación.
-¿Por qué no? Si pudimos entrar, podremos salir-las palabras de Glanius no le dijeron nada en especial. No se caracterizaba por ser coherente con los discursos que pronunciaba, aunque el pobre no paraba de intentarlo-En fin, será mejor que descansemos un poco. No sé cuánto tardará la bestia en volver a dar por el saco.
-Quizás tengas razón en eso...- a Rose le preocupaba el hecho de dormir a la intemperie, en un lugar desconocido para ella. Tenía verdadero pavor de quedarse dormida y que alguna abominación la atacara por la espalda. Intentaba dormir, pero solo conseguía dar vueltas a uno y otro lado, buscando la una postura que le inspirara tranquilidad, pero aquello no parecía ser posible.
-¡Joder!-protestó con voz bajita.
-¿Qué te pasa?-preguntó Glanius al oírla refunfuñar.
-¡Tengo miedo!-respondió.
-¿Miedo de que?
-De que me ataque un monstruo o algo peor.
-¿Aquí en medio de la nada? ¡No me hagas reír!- espetó Glanius.
-¿Podrías abrazarme?-no sabía muy bien porque había dicho eso, pero a decir verdad, rodeada por los brazos de él se sentiría protegida y sería mucho más fácil dormirse.
-¿Y si lo hago callaras la boca?
-¡Lo juro!
-Está bien-dijo Glanius haciéndose el remolón-Ven aquí y calla de una vez. Dios lo que daría por tener una cerveza en estos momentos.
No tardó en acurrucarse junto a él. Los brazos del hombre daban un calorcito que a Rose le encantaba. Tenía tan pegada la espalda al pecho de Glanius, que podía notar el latir de su corazón. A decir verdad también notaba algo mas en otra parte de su cuerpo, algo duro y muy familiar le oprimía uno de sus muslos.
<< ¿Se la he puesto dura?-pensó al notar lo que parecía ser el miembro de él-¡No puede ser!>>
Extrañada, deslizó cuidadosamente la mano por su culo, haciendo como que se lo rascaba para disimular. Glanius parecía dormido, pero su cosita estaba bien despierta. Rose decidió acariciarla suavemente para ver como respondía.
-¿No ibas a callarte si te abrazaba?-quiso protestar Glanius, pero su voz parecía indicar todo lo contrario.
-¿Acaso estoy hablando?
Sin mediar una sola palabra más, Glanius le bajó enérgicamente los pantalones y en la misma posición que estaba comenzó a penetrarla. Todos sus males desaparecieron al notar el miembro calentito del hombre rozando entre sus piernas. Hacía tiempo que no estaba con ningún hombre y aunque aquella no era la mejor situación para un momento así no quiso desaprovechar la oportunidad. Quizás si se lo follaba bien follado lo tendría babeando detrás de ella cual perrito faldero.
Cuando quiso darse cuenta, ambos estaban desnudos, aquel hombre parecía tener un don para quitar la ropa. Inmediatamente se puso encima de Glanius dejándolo tumbado de espaldas al suelo y comenzó a cabalgar encima del pene de este. Era más pequeño que el de la mayoría de hombres con los que había estado, pero estaba duro como ninguno y aquello le encantaba. La cara del mercenario reflejaba verdadero placer, Rose sabía muy bien como tenía que moverse para hacer disfrutar a un hombre.  Notaba los espasmos del mercenario en clara señal de que en cualquier momento sacaría su semen a pasear, por lo que decidió dejar de cabalgar encima de él y pasar al sexo oral.
-¿Que tenemos aquí?-escuchó una voz cerca de ella que no era ni la de Glanius ni la de Potito-¡Una pareja de fornicadores profesionales!-al levantar la vista, Rose vio a un hombre de mediana edad, apuntando con una extraña escopeta hacia ella. Delgado, de pelo largo y enmarañado, con pronunciadas ojeras negras y un sombrero de vaquero roto en el cual, no podía caber mas mugre. La apariencia de aquel hombre inspiraba de todo menos confianza-Una zorra culona y un espadachín en pelotas. Tu-dijo refiriéndose a Glanius, que intentaba hacerse con la espada-deja eso no vayas a cortarte. Anda poneros algo no vayáis a coger un resfriado.
-¿Vakero?-preguntó Glanius mirando fijamente al hombre que no dejaba de apuntarles con el arma-¡Que hijo puta eres! ¿No me reconoces?
El supuesto Vakero bajó ligeramente el arma para poder ver mejor a Glanius. Durante un breve periodo de tiempo, solo se escuchó el susurrar del viento, un viento que brillaba por su ausencia aquella noche.
-¿Que cojones? ¿Te ha cagado un pájaro en la cabeza o qué?- el hombre se echó a reír, parecía haber reconocido a su fiero amante, el mercenario llamado Glanius, cosa que a Rose le produjo una inmensa sensación de tranquilidad.
-Eso fue tu madre, que no encontró nada con que limpiarse las corridas que le eché en la boca- Glanius bromeaba y reía carcajadas. Rose no encontraba gracia alguna a las burradas que salían por las sucias bocas de aquellos dos brutos, aprovechó el jocoso momento para buscar sus prendas y vestirse. No estaba por la labor de que aquel tiparraco, continuara viéndola como su madre la había traído al mundo.
-¡Llevaba un buen rato escondido, mirando como follabais pero no te había reconocido!-el hombre hizo una pausa y señaló a Rose-¡Solo miraba el enorme trasero de la moza!- << ¡El culo gordo lo tendrá tu madre!>>
-¡Y seguro que estabas machacándotela mientras mirabas!
-¡Como lo sabes amigo Glanius, como lo sabes!
-¿Pero quién coño eres tú?-preguntó Rose, dirigiéndose bruscamente al tal Vakero, interrumpiendo aquel jolgorio de sandeces y palabras malsonantes.
-Vakero-espetó el hombre, dando la sensación de que le importaba una mierda la su presencia-Es lo único que debes saber.
-¡Tranquilo tío, es de confianza!-dijo Glanius, que por la cara que había puesto, parecía preocuparle la situación.
-¡El que le hayas metido la poya entre las piernas y te hayas restregado con ella no quiere decir que sea de fiar!-protestó Vakero- Pregúntaselo a las ladillas que me pegó la última fulana con la que estuve, porque a ella creo que no se lo podrás preguntar en mucho tiempo.
-Te estás yendo por las ramas- Glanius había cambiado el semblante por completo, de las risas había pasado a la más estricta seriedad-Enserio, confía en mí.
-Si tu lo dices...-el hombre de sombrero roto giró la cabeza y mirando al suelo lanzó un escupitajo de color marrón bastante denso y asqueroso-Y aparte de follar ¿Que cojones hacéis aquí?
-El ejército nos desterró por hacer lo correcto-Glanius se encogió de hombros, Rose no entendía a que se refería con "lo correcto" -Mientras viajábamos hacia el sur, topamos con esta moza que nos ofreció un trabajo a cambio de una cuantiosa suma de pasta, pero somos tan zoquetes que nos perdimos, acabando en este lugar de mala muerte. ¿Y tú? Pensaba que estabas muerto.
-¡Mucha gente piensa que lo estoy!-respondió Vakero rascándose el pescuezo. Las manos de este contenían unas uñas tan negras, que rascarse con ellas bien podrían causar más picores en vez de quitarlos- Y mejor que sigan pensándolo. Todo fue una farsa para que tu querido ejército, dejara de buscarme a mí y a mi compañía.
-¿Y dónde está el resto?-preguntó Glanius que parecía extrañado de ver solo a aquel tipo.
-Escondidos-respondió Vakero con voz queda-Escapábamos hacia el sur, pensando que allí podríamos poner en marcha de nuevo el negocio. Pero fuimos presa de una emboscada. Unos tipos raros equipados con servoarmaduras y armados con rifles de plasma, nos asaltaron a nuestro paso por el cementerio nuclear. Al principio pensábamos que se trataba del Ejército del Pueblo Libre, pero poco tardamos en notar que estos eran profesionales de verdad.
-¿Como que profesionales de verdad?-aquello pareció molestar a Glanius.
-No es por nada amigo, pero la mayoría de los soldados de tu ejército dejan mucho que desear en el campo de batalla. Solo les salva el abultado número de pringaos que día a día se suman a tal Kafkiana causa-Rose no entendía nada de lo que estaban hablando, pero parecía ser algo importante. Tenía la impresión de que los soldados a los que se refería Vakero eran los mismos que habían destruido el Notocar-Estos estaban bien entrenados-prosiguió-adiestrados en el arte de matar. Nada que hayas visto anteriormente, te lo aseguro-Vakero hizo una pausa y miró a ambos lados-Venid conmigo, no suele haber gente por estos lares, pero desde que pasó lo que pasó no me fio de nada, por muy calmado que parezca.
-Espera, Potito esta cazando-advirtió Glanius.
-Tranquilo-respondió el hombre con tono pausado-el mutante no es tonto, sabrá seguir el rastro que dejan las pisadas del burro. Además no vamos muy lejos-Glanius con rostro serio, asintió con la cabeza. Rápidamente recogieron el improvisado campamento ante la atenta mirada del hombre, que no bajó el arma en ningún momento. Parecía que seguía sin fiarse de ella o que quizás pese a las apariencias, tampoco tuviera la suficiente confianza con Glanius.
Sin perder tiempo, comenzaron la andadura a través de la oscura noche. A la cabeza, mostrando el camino, iba el hombre del sombrero roto, cada vez que Rose lo miraba parecía estar más sucio. De cerca, unos pasos más atrás Glanius y detrás de Prestigio, un poco rezagada y muerta de sueño, Rose. Prestigio era el nombre que ella le había puesto al burro de carga, le gustaba mucho ponerle nombres chistosos a las cosas, y el animalillo después de tanto tiempo aguantando sus lamentos día y noche, se había ganado ese honor.
Poco tiempo después, llegaron a un lugar similar a donde habían tenido el encontronazo con Vakero. Allí no parecía haber nada como solía ser habitual en aquella región. Sin embargo, el hombre de sombrero roto dio unos golpes en el suelo al parecer, marcando una contraseña. Estos sonaron de manera bien distinta a como habrían sonado si hubieran chocado directamente con la arena. Pero algo había debajo de sus pies y no parecía ser solo arena precisamente.
Lentamente el suelo comenzó a moverse y una pequeña trampilla se abrió unos pasos más adelante. La apertura era del tamaño justo para que pudiera pasar un hombre adulto, pero demasiado pequeño para Prestigio o Potito el supermutante.
-¿No hay mas accesos?-preguntó Rose con la esperanza de que su querido burro pudiera acceder allá donde fueran.
-¡No!-respondió Vakero de forma tajante-Y tampoco son necesarios. El burro se queda fuera, así Potito tendrá algo con que entretenerse una vez nos encuentre. Y tranquila, no les haremos esperar mucho, tenemos muchas tareas que hacer.
Al acceder, Rose notó como una brisa fresca emanaba del interior de aquel sitio. Parecía ser una especie de almacén subterráneo de armas, ella nunca había estado en un lugar similar, pero cuadraba con las descripciones que hacían la mayoría de los huéspedes a su paso por la pensión. Decenas de estanterías se alzaban por cualquier rincón, la mitad vacías y la otra mitad con misiles que por su sola presencia, causaban pavor en Rose. Armas preparadas para la guerra, que por algún motivo parecían no haber sido utilizadas. La iluminación era escasa, pero suficiente para ver a los cuatro desgraciados que se supone acompañaban a Vakero, fumar y beber cerca de una de las cabezas nucleares aun por detonar.
-¿Que cojones es este sitio?- Glanius parecía impresionado por la cantidad de cabezas nucleares que allí abajo había.

-Esos mal nacidos humillaron a nuestros hermanos-respondió Vakero en tono serio-A los que no consiguieron escapar, les empalaron y crucificaron boca abajo, dejándolos morir allí clavados ante nuestros ojos, sin que nosotros pudiésemos hacer nada por ayudarles.
-¿Y qué piensas hacer con todo esto?-preguntó Glanius, refiriéndose a todo el arsenal que había allí guardado-Si estás pensando en utilizar estas bombas para llevar a cabo tu venganza, guárdame alguna para echarla sobre la cabeza de Pececito. Pero si mal no recuerdo-hizo una breve pausa para rascarse la barbilla-todas las lanzaderas quedaron destruidas durante la guerra.
Las palabras del mercenario calmaron a Rose, si era verdad lo que decía Glanius, aquel tarado pretendía lanzar los cohetes contra el ejército, que supuestamente se había hecho con el control de la libertad de sus hijos, y aquello no podía permitirlo, no mientras no supiera el paradero de sus pequeños.
-Tienes razón-lamentó Vakero-Ojalá fuera así de fácil. Pero hay algo que quiero que veas. Algo que no esperarías ver en tu miserable vida y que nos puede ayudar mucho en nuestra tarea-cada vez soportaba menos a aquel tipejo, su pedante forma de hablar y su pestazo a tabaco eran algunos de los muchos defectos que Rose observaba en aquel tipo, aunque a decir verdad la mayoría de hombres de la región estaban hechos de la misma pasta-¡Sígueme!-ordenó Vakero al mercenario con un leve movimiento de su dedo índice. Todos los allí presentes le siguieron, incluidos Rose que quería ver en primera persona lo que escondía aquel hombre. A pocos metros, un enorme bulto se levantaba ante sus narices. Estaba todo cubierto por una enorme lona de plástico, pero esta no era lo suficientemente extensa como para cubrir aquello en su totalidad. A sus faldas, dejaba entrever el borde de unas ruedas. Sin duda se trataba de alguna especie de vehículo, pero Rose no había visto ninguno en su vida, así que para no parecer tonta se limitó a estar callada y esperar a ver que decía el resto.
-¿Me estas vacilando?-preguntó Glanius con cara de asombro-¿Eso es lo que yo pienso que es?
-¡Efectivamente amigo!-respondió Vakero con efusividad, mientras sacaba lo que parecía ser un porro de una pitillera plateada oxidada, lo sujetó con los dedos índice y corazón y se dispuso a encenderlo con una cerilla, pero en ese preciso instante se detuvo para decir algo-Desgraciadamente...-encendió el palito verde y al momento el almacén ya apestaba a aquello-…no funciona-con la ayuda de sus secuaces, Vakero retiró la lona que cubría aquel trasto. Detrás de una pequeña nube de polvo que dejó a su paso la lona de plástico, se vislumbraba una especie de tanque amarillo, o al menos eso le pareció a ella. De una altura similar a dos veces la de Potito, el supermutante, con pequeñas ruedecitas metálicas a los laterales, todas ellas unidas por lo que parecía ser una correa ondulada, estas a su vez mantenían en alto una enorme cúpula, de rojo fuego que visto desde su posición, tenía un semblante similar al del ala de un pájaro. Intuía que desde allí se manejaría aquel trasto, y en lo más alto, tres pequeños cañones que por su aspecto Rose, no sabía si dispararían algo o simplemente estaban como de adorno.
- ¡Que preciosidad!-gritó Glanius, al que parecía que se le iban a salir los ojos de sus cuencas mirando aquel trasto-Pero si no funciona ¿Para qué queremos esta mierda?
-¿Has oído hablar alguna vez de la historia del caballo de Troya?-preguntó Vakero.
-Ni puta idea macho-espetó Glanius.
-Eran unos tipos que vivieron hace mucho tiempo-la mierda que estaba fumando aquel tipo indirectamente comenzaba a afectarle a ella, pero él no dejaba de fumar y fumar y seguía contando aquella absurda historia-…y entonces como veían que no podían entrar en el castillo decidieron construir un gigantesco caballo y ofrecérselo a sus enemigos como regalo. Lo que no sabían los enemigos era que…-y el tío continuaba fumando, ya casi parecía que se lo había terminado, parecía que la tormenta había pasado, cuando para su desagradable sorpresa Rose, vio como Glanius, encendía otro procedente de manos de uno de los secuaces de Vakero-<<¿De dónde sacará la gente esa mierda?-pensó-¡Está por todas partes!>>, cada vez se sentía más mareada, ya casi no llegaba a entender lo que estaban hablando a su alrededor-…entonces haremos como los espartanos y todo saltará por los aires, ¿Qué te parece?
-Arriesgado y peligroso, pero puede funcionar-la voz de Glanius retumbaba en su cabeza como si de bombas que explotaran a su lado se tratasen-¿Y cómo tienes pensado llevarlo hasta allí?
Una fuerte y cegadora luz de color rojizo la hizo despertar, era el reflejo del sol que al rebotar en la cúpula del tanque, hacia que los rayos incidieran directamente en su cara. No sabía cuánto tiempo llevaba así, tirada lomos de Prestigio como si de un saco se tratara. Aquella mierda debió dejarla inconsciente. Sorprendentemente seguían el trasto a paso ligero, y aunque Potito empujara de vez en cuando, parecía que aquella cosa podía funcionar por sí sola. No entendía como la habían sacado de aquel almacén, porque se suponía que no había más entradas y salidas que aquella pequeña trampilla. Como no, el malnacido de Vakero por algún motivo les había mentido, pero aquello parecía no importarle a nadie.
-¿Dónde nos dirigimos?-le preguntó a Glanius, el cual caminaba a su lado con semblante serio. Notaba como tenía la boca seca, dolor de cabeza, nauseas, eran los mismos síntomas que la anterior vez. Odiaba sentirse así, y mucho más aun sin ella haber hecho nada para estar con semejante resaca.
-¡Esto es cosa de hombres muñeca!-respondió el hombre-¡Tu mantente calladita a lomos del burro y no hagas nada!
No le gustaron un pelo las palabras del mercenario, y de un pequeño empujón bajó de los lomos de Prestigio. Al ponerse en pié volvió a sentir el mareo, no sabía si por que aun estaba bajo los efectos del porro, si era por la resaca o por el calor que hacía o una suma de todos.
-¿De qué coño vais?-gritó enfurecida una vez recuperó sus fuerzas-¡Yo te pago! ¡Merezco saber que pasa!
-¡Yo cobro en dinero!-espetó Glanius-¡Y aun no he visto ningún billete!
-¡Cállate zorra o te dejaremos aquí en medio de ningún sitio!-gritó Vakero a lo lejos.
-¡A mí nadie me grita!-hizo una pequeña pausa para tragar saliva-¡Gilipollas!-Rose estaba cada vez mas enfurecida, quería saber que tramaban, pero parecía que nadie estaba por la labor de contarle nada. Tenía la sensación de que fuera lo que fuera lo que aquella banda tenía en mente, sus hijos corrían peligro, si no ¿A qué venía tanto secretismo? ¿Qué más les daba?-¡Exijo saberlo!
En ese momento se hizo el silencio y el convoy se detuvo en seco. Vakero se giró hacía ella con el ceño fruncido y mirada amenazante. Desenfundó el arma y se dirigió hasta su posición sin dejar de apuntarla.
-¡Largo!-dijo el hombre de pelo enmarañado con tono intimidatorio-¡Lejos de aquí! ¡No quiero volver a verte!
Nadie dijo nada, nadie la defendió, ni siquiera su mercenario de ojos bonitos. En aquel momento, Rose comprendió que se había quedado sola. Sin decir ni una palabra más, Vakero le propinó un fuerte empujón haciéndola caer de espaldas al suelo. Con el impacto sintió un fuerte dolor en los codos.
-¡Lo siento Rose!-dijo Glanius a lo lejos mirándola de reojo-¡Hay cosas en las cuales hay que priorizar, y en este momento tú no eres una de ellas!
Poco a poco todos se fueron alejando mientras ella continuaba tendida en el suelo con los brazos doloridos. Un sentimiento de rabia comenzó a invadirle el cuerpo. Comprendió que si no quería quedarse allí sola y perdida tenía que seguir el convoy a lo lejos. Rápidamente se levantó y comenzó a seguirlos.
A lo lejos observaba el tanque, con lo que podía seguirles el rastro a una distancia considerable sin mucha dificultad, pero poco a poco las fuerzas fueron abandonándola. No había comido ni bebido desde la noche anterior y la resaca junto al fuerte empujón de Vakero no hacía sino que empeorar más las cosas, sobretodo esta primera.
Cada vez estaba más lejos del grupo y ya casi no veía el trasto, solo las huellas de las ruedas y las pisadas de los mercenarios.
<< ¡Por favor no!-se repetía una y otra vez-¿Por qué todo lo malo me tiene que pasar a mi?>> Cuando parecía que había perdido definitivamente el rastro del convoy, lo que a lo lejos parecía ser una población le devolvió las fuerzas.
Corrió hacia las murallas que rodeaban la misma, por el camino cuando ya casi había llegado al exterior de estas, tropezó con una piedra, dando con la frente en el suelo.
-¡Ayuda!-gritó con todas sus fuerzas, arrastrándose por la tierra con sus manos. Pero los que parecían ser los vigilantes no le hacían ni puto caso. Estos vestían las mismas armaduras que los soldados que vio alejarse del Notocar. Por fin los había encontrado, sus hijos debían estar dentro de aquella base militar, o en caso contrario alguien de allí debía saber donde habían ido a parar los rehenes de la banda de los Trajes Grises.
-¿Qué coño es eso?-preguntaba uno de ellos, señalando con el dedo.
Rose miró hacia donde señalaba el guardia. Allí, parado, sin nadie a su alrededor, se encontraba el tanque. Entonces lo comprendió todo. El tanque era el caballo de Troya, recordó como Vakero dijo que todo saltaría por los aires.
-¡Es una trampa!-gritó en repetidas veces-¡Es una trampa! ¡Va a estallar!

miércoles, 29 de enero de 2014

CAPÍTULO X - EN MARCHA



JACQ




<< ¡Menuda mierda! >> era el único pensamiento de Jacq mientras bajaba las escaleras a la planta baja de la pensión Rose. << A ver si nos deshacemos pronto de esos mequetrefes y podemos irnos de putas con la recompensa a que nos dejen el sable bien limpio... >>

Sin duda no había sido su mejor experiencia sexual, aunque había llegado al orgasmo.

Andes de salir del local recogió todo el equipamiento y munición que pudo, tanto para él como para sus compañeros que le aguardaban fuera.

Salió de la pensión tan cargado que parecía un burro de carga. Hueter y Poli le esperaban sentados en un banco de metal oxidado a unos metros, hablando entre ellos en voz baja.

-¡El hijo pródigo ha vuelto! ¿Que tal esa limpieza de bajos?- pregunto Hueter entre risas.

-Tampoco ha sido para tanto. Mucho ruido y pocas nueces. En fin al menos ahora está limpio- suspiró - Aquí traigo todo el equipamiento que he podido cargar - había armaduras básicas, pistolas de plasma y munición varia, cargas de plasma, balas de rifle, munición de ametralladora y balas de once milímetros para la pistola convencional.

- Con esto y un poco de arte en el intercambio comercial, podremos conseguir algo decente en Luxury Odín la zona de casinos de lujo al este del pueblo. Allí opera la Hermandad del Rayo que es especialista en tecnología, sobretodo tecnología militar- dijo Hueter al ver la mercancía.

-¿Como sabes tú todo eso?- pregunto Poli.

-Niña tengo ya más de dos siglos de experiencia, vagando por todos los rincones de la región. No siempre he estado en el bar sirviendo copas a gente alcohólica.

Empezaron la andadura después de vestirse con las armaduras. Poli aun conservaba la suya, así que tenían excedentes con los que poder maniobrar a la hora de comerciar. Hueter encabezaba el grupo. Al parecer era como un mapa andante, se le veía muy seguro de saber a dónde se dirigía.

Caminaban por una vieja autopista, a lo lejos el sol del atardecer cada vez más perpendicular a sus caras. Jacq llevaba gafas solares, Hueter se hacía sombra con la mano para no deslumbrarse y Poli sencillamente intentaba no mirar hacia el sol.

No daban ni dos pasos sin encontrarse algún coche abandonado. Vehículos que dejaron de funcionar a causa de la tormenta de misiles, a causa de la guerra que cambió el mundo. En alguno de ellos aun se veía el reflejo del dolor, esqueletos de personas adultas abrazadas, otros murieron solos, cada coche tenía su propia historia, historias que cayeron en el olvido, historias con un mismo final. Muchas eran las ocasiones en las que Jacq había visto similares escenas, pero no podía dejar de estremecerse cada vez que se topaba con alguna.

-Si la vista no me engaña debemos de estar cerca, se supone que el camino debe estar limpio, pero como ya sabréis no es una ciencia cierta- explicó Hueter. Al horizonte los últimos rayos de sol dejaban paso a la luz artificial de unos edificios inmensos. Un espectáculo de luces de colores jamás visto por Jacq y su hermana.

-¿Es eso el Luxury Odín?-

-¡Efectivamente amigo! ¡Nunca te toparas sitio tan bien conservado, ni con tanto vicio!- respondió Hueter como si estuviera haciendo un anuncio de los casinos para la radio.

La llegada a las puertas de la ciudad que rodeaba los casinos fue de noche. Conforme había advertido Hueter el camino transcurrió sin ningún sobresalto. Solo una cucaracha mutada se cruzó se cruzo en su camino, insecto que acabó sirviendo de aperitivo para el necrófago después de que este acabara con el de un pisotón en la cabeza.

La ciudad llamada Penélope había sido construida a las afueras del complejo de casinos. Cimentada y restaurada por gente pobre la cual se le había denegado la entrada al Luxury Odín por carecer de autorización o por no tener suficiente caché. La seguridad era máxima en el complejo. No todo el mundo tenía la libertad de acceder a los casinos, robots de vigilancia comprobaban si los sujetos que solicitaban el acceso, disponían de autorización, en caso contrario se solicitaba una cantidad mínima de cinco mil chapas. Las chapas de las botellas fueron puestas en circulación como moneda de pago después de la guerra, el valor de estas residía en el limitado número de las mismas, ya que la tecnología para fabricar chapas de botellas se perdió en la Gran Guerra, por lo que las que quedaron mantuvieron su valor hasta cierto punto...

Penélope había desarrollado su propia sociedad, ajena a la política del Odín. Cualquier persona solía ser bien recibida, aunque dentro de esta sociedad imperaban varios clanes, los cuales eran reacios a mantener cualquier tipo de relación con gente del exterior de la ciudad.

Penélope al igual que la mayoría de las ciudades de la región, estaba rodeada de murallas construidas con vehículos abandonados, restos de metal entre otros tipos de materiales para prevenir posibles amenazas exteriores, tanto humanas como animales. Disponía de cuatro accesos, Jacq, Hueter y Poli estaban en la puerta de la zona este. Una caravana comercial formada por dos mercenarios, el vendedor y un burro de carga de dos cabezas intentaba hacer negocios con un comerciante local.

-¡Buenas noches!- se presento Hueter.

-¡Buenas noches forasteros!- respondió el vendedor, un tipo alto, con barba larga, semblante serio y con el rostro lleno de pequeños agujeritos fruto de una pubertad llena de granos.

-¿Saben ustedes si el "Transtorno" sigue abierto?- Jacq estaba sorprendido, su compañero necrófago parecía conocer todos los rincones de la región.

-¡Por favor tuteame! Efectivamente sigue abierto pero ¿para qué queréis ir a ese antro alejado de la mano de dios?- el comerciante local respondió con otra pregunta.

-Servidor conoce al dueño, solo estamos de paso- el tono de Hueter era de respeto y trato cordial.

-En ese caso no tengo nada que objetar. Pasar, seáis bien recibidos. Si queréis probar el mejor licor de todo Penélope os espero en la "Taberna Taurina".

Jacq fue el primero en entrar, las puertas estaban hechas con dos planchas enormes de metal, a lo alto un pequeño pasillo que unía los dos lados, donde dos hombres armados permanecían inmóviles vigilando la entrada y alrededores. Dentro una calle muy ancha daba lugar a un mercadillo entre los habitantes. Comida, alcohol, agua, ropa, armas... había todo tipo de puestos, se comerciaba con cualquier cosa. Había niños jugando a tirarse piedras, otros gritaban las maravillas de los bares y tiendas de la zona a modo de reclamo.

-¡Jamás había visto un lugar con tanta gente!- exclamo Jacq, su hermana hizo lo mismo con un gesto de su mano.

-Seguidme, el "Transtorno" está cerca- sugirió Hueter.

Jacq se quedó rezagado del grupo, en uno de los puestos había lo que parecían ser mercenarios -¿Sois mercenarios a sueldo?- preguntó dirigiéndose hacia un hombre alto y delgado, de piel oscura, pelo negro rizado y canoso, lucía una barba canosa arreglada con forma de pico.

-James Black para servirle a un módico precio- respondió-Somos guardaespaldas, para que su estancia en Penélope sea tranquila y sin percance alguno.

-¿Y no hacéis servicio fuera de esta ciudad?

-¡No!

-Pues vaya castaña- Jacq bromeó haciendo un saludo militar-Si lo piensas mejor estaré hospedado en el "Transtorno" pregunta por Jacq.

No obtuvo respuesta. James el guardaespaldas se quedó inmóvil.

Con paso firme intentaba alcanzar al grupo, la charla con el guardaespaldas le había dejado atrás, pero no estaba lejos. Para hacer el camino más llevadero se encendió un cigarrillo. Sus compañeros estaban a unos pocos pasos, el mercadillo había quedado atrás, al girar la esquina por la calle donde se encontraba situado el "Transtorno", comprendió al comerciante de la entrada. Lo poco que quedaba de las aceras estaba lleno de personas drogadas hasta los ojos. Adictos a sustancias estupefacientes, muchos de ellos se debatían entre la vida y la muerte otros tenían la vista fijada en el infinito. Jacq no se fiaba de la situación, con un movimiento sutil puso los dedos sobre la empuñadura de su pistola de plasma.

pueblo abandonado-Tranquilo, los pobres no se dan cuenta de nada, están en otra dimensión, son inofensivos- le dijo Poli- entremos al garito a ver que se cuece.

Dentro el "Transtorno" estaba abarrotado de gente. El murmullo de los clientes se vio alterado por el fuerte grito del dueño -¡Hombre calavera! ¡Cuanto tiempo sin tener noticias tuyas! ¡Ven y tomate una con tu amigo Delasno!- al parecer el dueño del local conocía a Hueter. Delasno era un hombre bajito y gordo, con entradas prominentes señal de una calvicie muy próxima y bastante imberbe para su edad.

-Pensaba que ya no te acordarías de mí. Ha pasado mucho tiempo- Hueter cogió asiento delante de la barra. Mientras el necrófago y el tabernero se ponían al día con sus asuntos, Jacq se sentó en una de las mesas que recientemente había quedado vacía con su hermana Poli. Enfrente había un pequeño escenario donde un hombre canijo hacia de humorista, era el espectáculo de la noche. El local estaba bastante oscuro, los pocos focos que había iluminaban en esos momentos el escenario y la barra del bar. El pequeño humorista contaba chistes de antes de la guerra, los espectadores parecían no cogerles la gracia:

-¿Que tienen en común una mujer y un tornado?- comenzó-¡Que al principio chupa con mucha fuerza y luego se lleva tu casa!- poca sonaron unas tímidas carcajadas. Jacq aprovechó el paréntesis para pedir dos cervezas-¡A mi mujer la llamaban Twister!- el humorista se esforzaba pero pocas risas conseguía.

-¡Bueno hermana por fin estamos en Penélope!- comentó Jacq mientras ambos brindaban con su cerveza recién abierta.

-¿Crees que lo conseguiremos?- pregunto Poli con cierta incertidumbre.

-No lo sé hermana, tenemos que actuar con suma cautela como hasta ahora, esto no va a ser fácil- respondió entre susurros.

-¿Jacq?- escuchó su nombre detrás de él. Esa voz le era familiar-¡Jacq he venido a hablar de negocios contigo!