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jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXVIII - ÉXODO



PERVERT



Como de costumbre, la arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su casucha.
Al llegar comprobó que la puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió. Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto << ¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq? ¿Cristine?
Mirando más detenidamente Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha, observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para seguir su camino.
No tuvo en cuenta los obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de ella.
-¡Ven conmigo!-gritó Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de energía!
Yelou se quedó pálida y eso que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo, administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera perdido una cantidad importante.

Una vez Yelou terminó de preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta, aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou, Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada. Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba, al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de agradecer.
Abrió la botella y de un trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más tranquila.
Con una cerilla encendió el cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso, Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta, abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla, utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder. El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>, de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en mil pedazos.
El soldado que sujetaba la parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.      
De un golpe abrió la puerta de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder! ¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse firme.
-¡Sus constantes vitales alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a caminar.
Elí estaba encima de la mesa del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?- preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en disparar!
Yelou asintió con la cabeza. Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>> Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq. El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su persona.   
-¿Que tenemos aquí?-pregunto uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?- preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió. <<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los estuviera controlando.
A la otra parte de la muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería un adiós si no un hasta luego.

sábado, 27 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXVII - FANTASMAS DEL PASADO



CRISTINE



Los días pasaban volando en el pueblo de Salatiga, pero no le importaba. Por primera vez en su vida Cristine era feliz y aquel sitio se había convertido en su hogar. Tenía todo lo que una persona podía desear, comida, una casa y alguien que la amara.
Todos los días eran casi iguales, Jacq se levantaba temprano, nada más salir el sol, para irse de caza con Pervert. Ella a veces los acompañaba, pero la mayoría del tiempo lo pasaba realizando tareas que la mujer le pedía. Comerciar con los mercaderes ambulantes para conseguir munición o piezas para reparar armas, comprar comida en el mercadillo que instalaban todos los días por la mañana en la plaza central de Salatiga eran algunas de las tareas que solía realizar, cada vez se le daba mejor, sobre todo comerciar. Los mercaderes comenzaban a conocerla como la Dama de Hierro, ya que nunca cedía en sus pretensiones, siempre solía conseguir lo que quería al mejor precio.
La mañana había sido soleada y calurosa, pero conforme el día avanzó un nubarrón se instaló en el cielo de Salatiga. Pervert decidió no salir a cazar esa tarde, el negocio iba bien y podían permitirse el lujo de una tarde libre, aunque Jacq quiso oponerse porque quería conseguir rápidamente las suficientes chapas para ir en busca de su hermana. Finalmente se hizo lo que Pervert dijo, Jacq aceptó a regañadientes.
Cristine había estado buscando día tras día un momento en el que estar a solas con Jacq, pero cuando no era Pervert era Troy quien les acompañaba y aquello comenzaba a incomodarla. Esta vez la tropa entera se dirigía al bar para llenarse la panza y echar unos cuantos tragos para variar.
-¿Pervert?-llamó a la muchacha en voz bajita, dejando que Jacq se adelantase al grupo.
-¿Que quieres corazón?- por muy mal que le fueran las cosas Pervert siempre tenía una palabra amable. Nunca había conocido una persona tan cariñosa como ella. La gente por norma general era muy mal hablada y poco hospitalaria.
-Fui esta mañana donde el viejo Gaspar a por la armadura de Jacq, pero el hombre me dijo que hasta la tarde no lo tendría-se estaba poniendo nerviosa por momentos-¿Podrías ir tu a por ella? Quiero estar a solas con Jacq, ya me entiendes...
-Ja...ja...ja...-la risa de la muchacha hizo girarse a Jacq extrañado.
-¿Que os hace tanta gracia?-preguntó con el ceño fruncido.
-¡Cosas de mujeres!-respondió Pervert, haciendo un movimiento con la mano para que continuara caminando hacia el bar-¡Descuida tonta!-sonrió de nuevo, esta vez mas disimuladamente-Iré yo a por la armadura, total tenemos la tarde libre ¡Por fin!
Cada día conocía mejor Salatiga, cada día los pequeños laberintos que formaban las casas se hacían más fáciles de atravesar, ya no tenía que recorrerse diez veces el pueblo entero para llegar a un sitio u otro.
-Quieres estrenar el colchón que compraste ¿verdad?- aquella pregunta la incomodó. Días atrás uno de los mercaderes tenía a la venta un viejo colchón del antiguo mundo, Cristine estaba cansada de dormir en aquel destartalado sofá. Todas las mañanas se levantaba con dolor de cuello. Muchas noches se acurrucaba en el suelo junto Jacq y conseguía descansar, aunque el hombre no era de dormir mucho y echarse en el suelo sin el pecho de este para apoyar su cabeza era incluso más incomodo que el sofá. Una vez vio el colchón no lo pensó dos veces y fue a por él. El mercader debió notar su desesperación por conseguirlo, así que aprovechó para incrementar el precio. Aquello no fue motivo para no comprarlo y finalmente accedió. Como cortesía los ayudantes del mercader llevaron la compra hasta la casa de Pervert. A partir de ahí las noches comenzaron a ser mucho más plácidas.
-¡Ya lo estrené!-respondió Cristine con voz temblorosa.
-¡Tranquila a mi no tienes porqué mentirme!-la mujer quiso quitarle importancia al asunto al ver cómo le incomodaba la conversación.
Poco tiempo tardaron en llegar a la plaza central, los comerciantes locales comenzaban a recoger las tiendas a toda velocidad una vez los nubarrones dejaron caer las primeras gotas. El género se podría estropear y para muchos de ellos, era lo único que tenían para poder subsistir un día más.
Dentro del bar el panorama era el de siempre, humo de tabaco, alcohol y más humo. Solo quedaban dos mesas vacías, una cerca de la entrada y otra al fondo del local, más apartada y con un ambiente más tenue.
-¿Aquí o al fondo?- pregunto Pervert moviendo el dedo índice hacia las mesas vacías.
-¡Aquí mismo!-espetó Jacq que aun parecía cabreado por no salir de caza.
-¡No seas quejica!-bromeó la muchacha sentándose en uno de los taburetes de la mesa, justamente el más cercano a la puerta. El otro lado de la mesa daba a la pared, donde había instalado un banco alargado de madera para poder sentarse -¡Nos merecemos un día de descanso, en breve podrás regresar a Odín con tu querida hermana!
La idea de que Jacq abandonara Salatiga aterraba a Cristine, no hubo momento para hablar con él y preguntarle si podía acompañarlo, aunque tampoco estaba segura de querer hacerlo. Seguramente que la Banda de los Trajes Grises aun estaría detrás de ella y no estaba por la labor querer ser descubierta. Salatiga se había convertido en su nuevo hogar, pero tampoco sabía cuanto duraría la hospitalidad de Pervert. Estaba hecha un lio y al parecer nadie iba a darle una respuesta en aquel momento, así que decidió que lo mejor sería disfrutar del momento mientras pudiera.
Jacq se sentó en la esquina interior del taburete y ella pegada a su lado, aunque tuviera dudas respecto a que le depararía el futuro, la atracción hacia aquel hombre no había hecho más que aumentar a medida que pasaban los días.
Muy sutilmente deslizó su mano derecha dejándola caer sobre el muslo izquierdo de Jacq, este al notar su presencia la miró como si estuviera sorprendido de aquello, aunque no pareció importarle.
El posadero como de costumbre les atendió de inmediato, hacían tantas horas en aquel antro que ya les conocía de sobra y siempre les recibía con una sonrisa de oreja a oreja, aunque esta careciera de muchos dientes y fuera un poco desagradable a la vista, una sonrisa siempre era de agradecer.
-¡Hombre mis borrachos preferidos!- siempre los saludaba con aquellas palabras, se habían labrado una buena fama tantas horas allí metidos- ¡Hoy para comer tenemos hamburguesas de libélula!
-A mi tráeme un par de ellas y una...- Cristine deslizó suavemente su mano hacia la entrepierna de Jacq acariciando tímidamente la zona. Por fortuna días antes Jacq se compró ropa usada en bastante buen estado y ya no llevaba aquellos sucios pantalones, ni la mugrienta camiseta que encontró en casa de Pervert. Al notar su mano el muchacho se quedo callado durante unos momentos, mirando fijamente al camarero, el cual esperaba a que terminara de pedir-... una... una... cerveza.
-¡Para mí una hamburguesa y agua!-dijo Cristine.
-¡Yo lo mismo que Jacq!-fue la elección de Pervert.
Cada día había un menú diferente en función de la caza obtenida. Manolo, el posadero del bar Budo tenía sus propios cazadores, los cuales se encargaban de traer la materia prima para cocinar. Fuera lo que fuera aquello que cazaran, el cocinero tenía el don de hacer unos platos deliciosos.
La tormenta comenzó a ser intensa, tanto era así que los relámpagos del exterior se escuchaban como si hubieran tenido lugar dentro del local.
-¡Bueno cuando acabe la tormenta tengo que hacer un encargo personal!- dijo Pervert. Cristine sabía perfectamente a que se refería y no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa.
Jacq por su parte daba un largo trago de cerveza, ajeno a todo, parecía que no le importaba que ella estuviera metiéndole mano, aunque Cristine notaba como otra parte de su cuerpo no opinaba lo mismo. La vergüenza la invadió por completo y rápidamente retiró la mano, apoyándola sobre la mesa.
-¿Te pasa algo?-preguntó Jacq en voz bajita, mirándola de reojo, con una pequeña sonrisa en la boca.
Al momento regresó Manolo el posadero, esta vez con las hamburguesas recién hechas.
Ya no tenía miedo a probar cualquier comida que le sirviera el dueño de aquel antro, los días anteriores habían comido casi todo lo comible, Tortilla de a saber que, estofado de rata gigante, glándulas de escorpión mutante con salsa picante, intestinos de mutajabalí en salazón y muchas otras comidas que ahora no le venían a la cabeza. Las hamburguesas de libélula eran lo más normal dentro de aquel estrambótico menú.
Según contaban los borrachos de las mesas adyacentes, en el antiguo mundo, las hamburguesas venían dentro de una cosa que se llamaba pan, pero hoy en día nadie había tenido la fortuna de ver algo similar.
-¡Que buena pinta!-dijo Pervert que parecía querer comerse la hamburguesa con los ojos. Nadie respondió, Jacq daba grandes bocados a la carne de libélula, mientras, Cristine entre mordisco y mordisco, arrancaba pequeños trocitos de hamburguesa tirándoselos a Troy por debajo de la mesa.
Tanto Jacq como Pervert acabaron rápidamente con sus platos, al parecer la caza les había abierto el apetito, mientras ella hacia verdaderos esfuerzos por terminarse el suyo. Finalmente desistió y terminó por darle el resto al perro.
-¿Un Whiskycito para hacer la digestión?-preguntó Jacq frotándose la tripa. Era siempre la misma rutina, comer y emborracharse, cenar y continuar emborrachándose. A Jacq no parecía afectarle lo más mínimo el alcohol, por el contrario Pervert parecía tener más dificultades a la hora de seguir el ritmo del hombre.
-¿Y un parchís borracho?-el parchís era un juego del antiguo mundo que consistía en meter las fichas en una casilla que se llamaba casa, se jugaba con un dado y cuatro fichas cada uno, pero en esta modalidad se habían substituido las fichas por vasos de chupito. Al entrar en casa el propietario del chupito tenía que bebérselo de un trago y cuando un chupito alcanzaba la posición que ocupaba otro chupito propiedad del rival, había que beberse los dos.
Jacq era el más tramposo de todos, movía los chupitos de posición sin que nadie se diera cuenta la mayoría de veces para beber más que nadie, Cristine por su lado hacía la vista gorda para no tener que beber tanto. Simplemente dedicaba sus esfuerzos en intentar excitar al hombre acariciándole la espalda o metiéndole mano por debajo de la mesa, pero las manos aun le olían a comida y el perro se las chupaba cuando Cristine intentaba posarlas sobre la pierna de Jacq. Aquello parecía ser una misión un tanto complicada, pero no iba a perder la esperanza por conseguirlo.
Las partidas solían alargarse, pero aquella tarde Pervert parecía menos tramposa que de costumbre, así que la partida terminó pronto resultando Jacq el ganador para variar.
-¡Que sueño me está entrando!-dijo Cristine apoyando la cabeza sobre el pecho de Jacq. El hombre se sentó de lado para dejarle una posición más cómoda. << ¡Bien parece que mis esfuerzos comienzan a dar resultado!-pensó>> Ella no dudó en aprovechar la invitación y se acomodó sobre el banco de madera. Jacq la rodeó con los brazos posando las manos en su tripita, ahora Cristine comenzaba a sentirse a gusto.
-¡Eres un tramposo!- Pervert recriminaba a Jacq una de las anteriores jugadas del parchís borracho. Al mirar a la muchacha Cristine observó como un tipo bastante extraño entraba por la puerta. Llevaba un hábito con capucha que le cubría la cara casi en su totalidad, pero lo poco que pudo ver le resultaba familiar y no sabía de qué. Rápidamente aquel tipo ocupó la única mesa que quedaba libre en el bar.
-¡Eres muy mala! ¡Siempre te gano!- bromeaba Jacq- ¡Y mejor no hablemos de la señorita!- esta vez era su turno.
-¡Si lo hago aposta!-replicó Cristine- Siempre te dejo ganar, porque se lo que te gusta beber- mirándolo de reojo observó la cara de tonto que se le había quedado a Jacq después de escuchar sus palabras. Pervert no podía disimular las burlas, intentaba taparse la boca con las manos pero sus ojos la delataban.
-¡Me da igual!- dijo Jacq terminándose lo poco que quedaba en la botella después de la partida-¡Gané yo!
Al poco la tormenta pareció calmarse, ya no se escuchaba el golpear de las gotas en las planchas de metal con las que estaba construido el local y los relámpagos habían mermado su actividad.
-¡Hora de hacer el recado!-Pervert se levantó del taburete y dejó caer un puñado de chapas sobre la mesa-¡El resto lo ponéis vosotros! ¡Nos vemos luego!
-¿Dónde vas tan deprisa?-preguntó Jacq parando la huida de la mujer.
-¡A recoger un traje!-señaló a Troy-¡Me llevo al perro para que pasee un poco, que tanto comer y no caminar no es bueno! ¡Vamos Troy!
Pervert salió a toda velocidad del local seguida por el perro. Al abrirse la puerta Cristine pudo comprobar cómo el cielo continuaba igual de oscuro, ya no llovía pero los relámpagos aun se escuchaban a lo lejos.
-¡Nos hemos quedado solos!- Jacq aun parecía tener ganas de beber, pero ella ya había tenido suficiente.
-¡Yo ya voy un poco borracha!- realmente estaba fingiendo su embriaguez, pero quería aprovechar ese momento para estar asolas con él y no pasarlo emborrachándose.
-¡Te entiendo!- Jacq pareció captar la indirecta- ¿Nos vamos a la casa?
-Si tu quieres...-<< ¡Pensaba que nunca me lo pedirías capullo!>>, Cristine se giró y le dio un beso en la boca.
-¡Me has convencido!-Jacq respondió con otro beso-¡Yo invito!
Poco duró la tregua que había dado momentos antes la tormenta y al salir del bar Budo dieron cuenta de ello.
Caminaban a paso ligero, cogidos de la mano en dirección a la casucha de Pervert cuando Jacq paró en seco.
-¿Qué te pasa?-pregunto Cristine extrañada.
-La verdad no se qué hago aquí, ni cuál es mi función en todo esto- respondió Jacq en voz queda.
-¡Yo tampoco lo sabía hasta que te conocí!
-¡No me vengas con tonterías si casi te vuelo la cabeza!-espetó el hombre.
-¡No me refiero a esa vez!- ella continuaba sintiéndose en deuda con él por haberla salvado la vida en el cruce de túneles-El día en que te conocí fue cuando desperté en medio de aquel cráter. Tú estabas tumbado encima de mí con la servoarmadura hecha añicos. Casi das tu vida por salvar la mía, desde ese momento comprendí que aún quedan buenas personas en este condenado mundo. Por diminuto que sea aun queda un rayo de esperanza para la humanidad.
-Que poco me conoces ¿Yo una buena persona?-Jacq no pudo contener la emoción, sus ojos brillaban, no sabía si era por la intensa lluvia o porque realmente estaba llorando, pero eso daba igual. El la abrazó contra su pecho, Cristine notaba el palpitar del corazón de Jacq y posiblemente el también notara el suyo. La tormenta cogía cada vez más fuerza, ambos estaban empapados de arriba abajo, pero no importaba, nada importaba a su alrededor. De nuevo sus labios se juntaron dando lugar al beso más apasionado que Cristine había sentido nunca.
-¡Creo que nos vamos a mojar!- Jacq la miraba con deseo, y ella le respondía con la sonrisa más pícara que sus labios podían crear.
<< ¡No quiero que esto acabe nunca!-pensaba mientras corrían en dirección a la casucha de Pervert>>
Nada más entrar en la casa se quitaron la ropa que ya no podía estar más mojada, tanto que parecía pesar el doble.
Jacq la acostó en el viejo colchón situado en el salón de la casa, donde antes estaba el destartalado sofá, la miró, le sonrió, y la volvió a besar. Lentamente bajó hacia sus partes íntimas. Cristine no sabía muy bien que era lo que el hombre estaba haciendo, pero era tan asombroso que no podía parar de retorcerse del placer. De pronto paró, dejó de acariciarla y comenzó a bajarse los empapados calzones al mismo tiempo que contemplaba su cuerpo semidesnudo, delicadamente entró en ella haciendo movimientos suaves y pausados que iban aumentando conforme cruzaban sus miradas. Cada vez más y más fuertes sus movimientos que Cristine quería gritar pero él no la dio tiempo y le silenció con un fuerte beso. Cristine arañaba la espalda de Jacq, era muy cálida por el calor que desprendía su cuerpo. Tiraba de sus cabellos, estrujaba su pequeño pero duro trasero contra ella, llegando al mismo tiempo a un intenso orgasmo que hizo que sus cuerpos quedasen exhaustos por aquel acto tan apasionado. Lo más hermoso de aquel momento fue cuando Jacq se tendió sobre ella y empezó a escuchar el latido de su corazón y su agitada respiración. Jugaba con los cabellos de Cristine, observaba muy de cerca su piel y la besaba dulcemente. Y ella, qué podía hacer, sentía satisfacción y felicidad por haber vivido aquel instante que jamás olvidaría. Nunca antes se había sentido tan amada, nunca antes ningún hombre la había hecho sentirse mujer.
Un estrepitoso golpe abrió la puerta de par en par rompiendo la cálida atmósfera que habían creado entre los dos. El frio viento tormentoso invadió el salón, al principio pensó que este era el causante, pero una sombra comenzó a tomar forma en el hueco de la puerta.
Aquella silueta le resultaba familiar, era muy similar a la del extraño hombre que Cristine había visto en el bar. Jacq que parecía haberse percatado de algún peligro se levantó a toda velocidad en busca de un arma, pero antes de que pudiera hacer nada, la sombra que entro a toda velocidad en la casa y lo alcanzó golpeándolo con un extraño puño en el hombro izquierdo. Sin duda se trataba del tipo raro de la túnica que había visto aquella tarde en el bar.
Un brillo cegador emergió del impacto y Jacq cayó fulminado al suelo.
-¡Jaaaaacq!-gritó Cristine que no podía contener las lágrimas. Intentó socorrerle, pero una fuerza se lo impidió. El hombre la tenía cogida por el brazo. En ese momento pudo ver su cara. Lo conocía, sabía perfectamente quien era aquel hombre. Aquello no podía estar pasando, lo que momentos antes era un cuento de hadas y príncipes azules se había convertido en un abrir y cerrar de ojos una pesadilla.
-¡Otra vez no por favor!- esta vez no era la lluvia, esta vez eran lágrimas de verdad corriendo por sus mejillas.
-¡Dichosos los ojos que te ven de nuevo zorra!