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martes, 28 de julio de 2015

CAPÍTULO XLVI – CAMBIO DE ROSTRO



MOSARRETA


-¿Qué coño ha pasado?-se preguntó al mismo tiempo que abría los ojos. La cabeza le dolía horrores, como si tuviera la peor de las resacas. Recordaba una fuerte explosión y a Cristine volando a su lado. Seguramente esa era la causa del molesto zumbido que no paraba de machacarle los oídos. Mosarreta miraba a uno y otro lado buscando respuesta a sus preguntas, pero solo alcanzaba ver un par de ruedas antiguas de madera y el seco y pedregoso suelo desplazándose a gran velocidad, a ritmo de lo que parecía ser un burro de carga. Intentó mover los brazos y las piernas para darse la vuelta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Algo lo estaba reteniendo contra aquella estructura-¡Ayuda!-gritó-¡Soltadme!-repitió una y otra vez-¡Soy de los buenos!
-¿Has escuchado eso?-gritó una voz desconocida para él en un tono un tanto irónico- ¡Mira lo que dice el robot putero!- aquellos extraños no paraban de hacerle burlas una y otra vez.
Cánticos, carcajadas, el cristal de las copas chocando entre sí, eructos, pestazo a alcohol, desde luego tenían una buena fiesta montada. Ni los negreros, la peor escoria de toda la región, eran tan osados como para emborracharse durante una travesía y por lo que escuchaba, más de uno parecía tener claros síntomas de embriaguez.
Mosarreta notó como el carro poco a poco, se detenía, y cuando este estuvo totalmente parado, el jolgorio dio paso al más absoluto de todos los silencios.
-¡Los conquistadores!-escuchó gritar a lo lejos-¡Han llegado los conquistadores!- el carro volvió a ponerse en marcha, al mismo tiempo que el griterío y el sonido de múltiples disparos inundaba el ambiente. Parecía como si estuvieran dándoles la bienvenida a sus captores en forma de fuegos artificiales. El carro avanzaba lentamente, sonaban tambores a su alrededor interpretando una melodía un tanto pegadiza, “tan tan”, “tan tan”. «¿Dónde cojones estoy?-pensaba-¿Quién es esta gente tan extraña?»
Un fuerte golpe sonó en la parte posterior de su cabeza y antes de que pudiera notar dolor alguno, la calma más absoluta invadió su ser.
Despertó con la agradable sensación que solo podía proporcionar un buen cubo lleno de agua fría, corriendo por su rostro.
-¡Joder!-gritó nada más notar el agua. Tenía la sensación de estar aun anclado a la estructura que le retenía momentos antes de perder la conciencia. Aunque esta vez estaba en posición vertical y podía ver cuánto tenía delante de sus ojos. Una habitación oscura, iluminada solo por la luz que entraba a las espaldas de Mosarreta. Seguramente detrás de él estaba la puerta de acceso a aquella sala. Repleta de cortinas decoradas con bordados hechos a mano, bordados que representaban escenas de animales mutantes enfrentándose a un hombre cubierto por una extraña armadura, o al menos eso le parecía a él, ya que no estaban muy bien definidos, más bien parecían los dibujos que haría una persona que no sabe coger un lápiz.
-¡Montón de mierda!-gritó enfrente de él, un soldado vestido con servoarmadura blanca. Al parecer era el que le había tirado el cubo de agua fría y no tenía cara de querer hacer nuevos amigos-El rey solicita tener una reunión privada contigo. Estaremos fuera, así que no intentes nada raro o serás carnaza para los perros-paró un momento mientras miraba fijamente su cuerpo-Veo que llevas incorporado un exoesqueleto prototipo Bilk III-paró un momento el discurso para encender un cigarro liado a mano-Se que arrancarlo del cuerpo humano sin anestesia alguna hace mucha putita. Intenta algo raro y yo mismo me encargare de que lo notes en tus apestosas carnes montón de mierda-el soldado apoyó el cigarro entre sus labios y ya con las manos libres, liberó a Mosarreta de la estructura que le tenía retenido-¡No te muevas de aquí montón de mierda!
El soldado salió de la habitación sin hacer demasiado ruido. Al rato otro hombre entró en la sala, este caminó en silencio hasta el medio de aquella estancia, allí había un butacón cubierto con mas cortinas decoradas. El extraño llevaba una capucha que no dejaba ver su rostro, vestía una extraña armadura muy parecida a la de los bordados de las cortinas. Seguramente aquella persona era el tan famoso rey. Este al llegar al butacón se sentó dejando caer lentamente sus reales posaderas sobre el asiento. Una vez acomodado levantó la capucha dejando ver su rostro. De larga melena blanca y piel rojiza, como si hubiera pasado largos periodos de tiempo al sol sin protección, un ceño tan fruncido como si se lo hubieran colocado a martillazos y ojos inyectados en sangre, era lo único que la espantosa mascara no cubría de la cara del rey. Una máscara decorada con dientes humanos, amarillentos, con alguna caries que otra. De esa monstruosa boca emergían dos tubos de color gris que conectaban directamente con la parte posterior de la servoarmadura. Una servoarmadura blanca, pero no porque ese fuera su color, la tonalidad semitransparente de esta dejaba entrever el torso de aquel ser, lleno de llagas, rojizo como su rostro y bastante musculoso.
-Deja de mirarme el careto-dijo con voz enlatada el supuesto rey-¿O es que acaso nunca has visto un monstruo?
-No era mí…
-¡A callar!-interrumpió-¡Nadie te ha dado permiso para que abras tu apestosa boca-«No quiero ni saber a lo que apestará la tuya-pensó Mosarreta al imaginarse que escondería detrás de la máscara»-Los sabios del consejo dijeron que te parecías mucho a mi hijo y quise verlo con mis propios ojos.
-¿Tu qué?- «¿Esto tiene hijos?»
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no interrumpas?-el rey se detuvo un momento para coger aire. Al inspirar la máscara hizo el mismo sonido que un aspirador industrial-Ambos sabemos que no lo eres, porque él hace décadas que murió. Aunque por lo que me han dicho eres un putero igual que lo era él, pero con mejor gusto por lo que se ve. La zorrita joven medio desnuda que te acompañaba, es de lo más hermoso que he podido ver por esta región.
-¿Cristine?-espetó-No era mi zorra ni mucho menos, era mi rehén.
-¡Muchacho si quieres ser mi hijo tendrás que cuidar tus modales!-respondió el rey.
Imagen del rey penalba

-¿Tu qué?
-¡Que te calles o haré que te empalen!-gritó el hombre-Necesito un heredero, un varón que capitanee mis ejércitos cuando yo ya no esté. Mis mujeres solo me han proporcionado mutantes-«Igual el mutante eres tu-pensó Mosarreta mientras el rey no dejaba de hablar»- así que ahora tu zorrita, esa tal Cristine, es una de mis esposas.-se señaló a sí mismo, dando unos toquecitos con el dedo índice sobre la coraza-Hasta que ella pueda concebirme un heredero, tú serás el encargado de llevar a mis solados hacia la victoria.
-¿Y si me niego a tal propósito?-aquello era lo más absurdo que le habían ofrecido hacer en su vida.
-¡Veo que sigues sin tener modales muchachote!-respiró de nuevo-Tú eliges, o gloria o muerte. Mis científicos han conseguido adaptar un collarín de esclavos a tu exoesqueleto. Si te niegas o intentas huir, este como bien sabes explotara y tu torso se hará añicos-el rey intentó reírse o al menos eso quiso pensar Mosarreta, pero lo que parecían ser carcajadas sonaban como cortos y agudos pedos-¿Y bien has tomado ya una decisión?
-¿Y qué pasará conmigo cuando nazca tu heredero?-respondió Mosarreta.

domingo, 16 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XL - EL JUICIO



 TRAISA



La celda olía a meado de perro resacoso. Llevaba varios días encerrada en aquel horroroso agujero y no acababa de acostumbrarse a aquel nauseabundo olor, era algo imposible de aguantar.
Días antes había visitado a Acero, pero esta vez la persona que estaba entre rejas era ella. A menudo se preguntaba que habría sido de la fuerte mujer. Tenía la certeza absoluta de que Acero, aunque estuviera cabreada con ella, jamás habría desaparecido sin llevar a cabo la tarea que le había encomendado. Por otro lado Jacq no había regresado, no al menos que ella supiera. Aquello le creaba bastantes dudas en su cabeza ¿Y si había enviado a Acero a una muerte segura? puede que el muerto fuera Jacq, ¿O quizás Acero había cumplido con su tarea y Jacq al llegar a la entrada del bunker descubriera que su hermana estaba muerta? En el caso de que aquel hombre se presentara allí, no sabría cómo explicarle lo acontecido con Poli, y lo único que no quería en esos momentos era tener más problemas de los que ya tenía.
Que ella recordara nadie había pasado tanto tiempo en aquellos calabozos como ella. La mayoría de las veces eran utilizados como escarmiento para los soldados que en horas de permiso libres, bebían más de la cuenta. Aquello no gustaba nada al General Sejo por lo que si descubría a alguno de sus soldados en estado de embriaguez, este pasaba un par de días encerrado en prisión para dormir bien la mona. Eso explicaría porque la celda olía tan mal, seguramente antes de que ella fuera encarcelada, algún borrachuzo se había encargado de perfumarla con sus fluidos corporales.
Sentía tal mareo a causa del pestazo que Traisa solo podía quedarse tumbada encima de la sucia cama y taparse la nariz con la manga de su camisa para disimular un poco el olor. Restos de comida en forma de vómito en una de las esquinas de la celda eran los causantes de aquel aroma.
-¡Joder como huele aquí!-escuchó al otro lado de la puerta, seguramente sería el soldado que le llevaba la comida todos los días, aunque la voz sonaba diferente-¡El soldado Guasón se la cogió de campeonato por lo que veo!
-¡Pero si hace como siete días que estuvo aquí!-al parecer esta vez iba acompañado-¡Tu montón de mierda levanta de la puta cama!
Traisa levantó la vista, por la rendija que había en la puerta, divisaba el típico casco de los soldados de la Hermandad del Rayo, alguien la reclamaba desde el otro lado.
-¡Tranquilitos!-espetó incorporándose con suma tranquilidad.
-¡De tranquilitos nada zorra!-protestó uno de los soldados-El general Sejo esta esperándote en la sala de los consejos ¡Hoy es tu juicio!
<< ¿Juicio?-se preguntó a si misma asustada>>
Los juicios con el general como parte del jurado tenían fama de ser una pantomima. Todos los acusados terminaban con la misma sentencia, condenados a muerte de un balazo en la sien.
-¿Y porque no me matáis aquí mismo y terminamos con esta farsa?-Traisa sabía de sobra lo que iba a pasar. Prefería morir en aquel apestado agujero antes que hacer el ridículo intentando defenderse ante Sejo y sus amigotes.
-¡Las leyes de la Hermandad dictan que todo soldado tiene derecho a un juicio justo!-respondió el soldado-Andando zorra, no esperes a que entre y te ponga maquillaje extra.
Traisa salió de la celda a regañadientes, custodiada por los dos soldados. Al menos habían tenido la amabilidad de no llevarla esposada, acto que con el resto de presos nunca tenían.
Dejar la peste atrás era lo mejor que le había podido pasar en los últimos días, pero conforme avanzaban por aquel lúgubre pasillo hacia la sala de consejos, un temblor en sus rodillas se hacía cada vez más presente.
Una vez dentro de la sala donde se iba a celebrar el juicio, Traisa comprobó como el General y sus secuaces estaban ya esperándola, sentados en sus sillas ejecutivas de cuero del antiguo mundo y, a juzgar por sus miradas, deseosos de ver como el verdugo apretaba el gatillo para acabar con ella.
-Nunca habría imaginado que me vería sentado aquí juzgando a dos de mis mejores hombres-comenzó el General Sejo, su cara quería expresar tristeza, pero aquella mirada parecía lanzar rayos de odio hacia ella.
<< ¿Que dos hombres?>> Estaba tan centrada en el jurado, que no se percato de que a su lado estaba sentado el Sargento Campos. A diferencia de ella, el si llevaba puestas las esposas magnéticas, tanto en las muñecas como en los tobillos.
El jurado estaba compuesto por el General Sejo, su gran amigo y putero, el general del ejército Andrian Bastao y el teniente general Natan Mano. El resto de la sala estaba vacío, la puerta cerrada a cal y canto, custodiada por dos robots centinela con los brazos armados en posición de ataque.
-¡Traisa en pie!-ordenó Natan Mano, ella no tuvo más remedio que obedecer y de inmediato se levantó de su silla- Se le acusa de alta traición, apropiación indebida de tecnología de la Hermandad del Rayo y del asesinato de Benito y el paciente llamado Poli ¿Cómo se declara el acusado?
-¿Y a ti que más te da?-espetó Traisa-¡Total acabareis matándome de todos modos!
-¡Con tu actitud solo conseguirás ser sentenciada a pena de muerte!-recriminó el general Andrian, aunque a ella eso le daba igual, cuanto antes acabara la pantomima mejor seria para todos desde su punto de vista.
-¡Déjate de protocolos de mierda!-gritó el General Sejo-Estos no son civiles y sabemos de sobra lo que han hecho. Ahora bien, quiero escuchar los motivos por los que cometieron tan deleznable acto.
-La culpa fue mía, Campos cogió el pájaro solo porque yo le obligué- Traisa intentaba cargar con todas las culpas. Campos era un hombre que la mayoría de veces pecaba de ingenuo en cuanto a mujeres se trataba y aquella noche no fue una excepción, ella se aprovechó de la debilidad que el sargento sentía por sus carnes para conseguir su fin. Motivo más que suficiente para no permitir que el pobre desgraciado, cargara con parte de culpa.
-¡No me jodas niña!-rechistó el teniente Mano, sentado a la izquierda de Sejo- ¿El Sargento del mejor escuadrón de la Hermandad obligado a punta de pistola por una simple curandera? Cuéntale ese cuento a otro porque este tribunal no va a tragarse esas mentiras.
-¡Fui yo!-Campos rompió el silencio que había mantenido hasta el momento-Yo cogí el pájaro, aprovechando el cambio de guardia, para dar un paseo nocturno con Traisa.
-Y estando al mando de la nave fue cuando Traisa te apuntó con la pistola-afirmó Natan Mano. Campos asintió con la cabeza. En ese momento le dio la impresión de que el Teniente, quería exculpar al Sargento y hacerla cargar con el muerto.
-Da igual quien apuntara-dijo el general con voz queda-Campos acaba de confesar que cogió el pájaro por su propia voluntad-se hizo el silencio durante unos instantes, Sejo con sus palabras había demostrado la culpabilidad de Campos, al menos la parte que le tocaba- Lo que sigo sin entender es-hizo una pausa para tragar saliva- ¿En qué pensabas Traisa cuando decidiste secuestrar el pájaro? ¿Por qué mataste a Benito y al paciente?
Traisa giró bruscamente la cabeza mirando hacia Campos, lanzándole una mirada de odio y desprecio. << ¡Mentiroso hijo de puta!>> El Sargento que tanto la amaba acababa de traicionarla. Sabía de sobra lo acontecido y por salvar su culo la vendió ante el general Sejo y sus secuaces. A ella no le importaba que la culparan por engañar a Campos, no le importaba que la culparan de secuestrar el pájaro o de llevarse a un paciente sin permiso y hacer a Benito cómplice ello. La dignidad estaba por encima de todo y por nada en el mundo, iba a cargar con los dos muertos. Ya lloró la pérdida durante los días en que estuvo presa en aquel maloliente agujero. No podía evitar sentirse responsable de lo que le pasara al muchacho y a la mujer. Si se hubiera quedado de brazos cruzados solo habría que lamentar una muerta y nada de esto estaría pasando, pero ahora el mal ya estaba hecho.
-¿Serás hijo de puta?-gritó sin dejar de mirar al Sargento. Deseaba tener en ese momento, un arma en sus manos para meterle un balazo entre ceja y ceja.
-Traisa por favor-dijo Sejo con tono serio-Responde a mi pregunta
-Yo no maté a nadie-fue su respuesta-Alguien disparó cuando bajamos Benito y yo del pájaro. Vi pasar un destello de luz parecido al de una célula de fusión por delante de mis ojos, rozando mi cabeza, y cuando miré hacia atrás, vi para mi pesar, que la bala había alcanzado el rostro de Benito, desintegrándole completamente la cabeza. Luego alguien me golpeó en la cabeza y quedé inconsciente. No recuerdo nada más hasta que desperté en la celda con un ojo morado.
-¡No hay humano, necrófago, mutante o animal que se crea esas patrañas!- protestó Natan Mano. Parecía indignado, como si la culpa de todos sus males fuera de ella.
-Yo solo quería salvar al paciente-explicó Traisa-Aquí hubiera muerto. Los medicamentos no hacían el efecto deseado, y la tecnología la cual disponemos, tampoco permitía realizar ningún avance. Todo fue un impulso, tenía la corazonada de que en el último punto donde recibimos señal del bot, se encontraba uno de los búnkeres del antiguo mundo. Sabemos de sobra que la tecnología pre-guerra, permite la curación de la mayoría de enfermedades que conocemos hoy en día. Tenía la esperanza de encontrar allí, el remedio para Poli.
-Actuaste a nuestras espaldas Traisa-el General se encogió de hombros- Y aunque tu voluntad de salvar una vida es muy loable, no podemos olvidar que violaste uno de los códigos más importantes de la hermandad. No es porque hayan muerto personas, no es porque secuestraras el pájaro. La tecnología del antiguo mundo es nuestro dios y tú pretendiste apoderarte de una parte de ella, sin contar con el resto de tus hermanos. Sea cual fuere el fin, eso es traición y este jurado no puede perdonártelo-<<O sea que ahora me sale con los salmos de los creadores de la Hermandad del Rayo. Esto no puede ir peor-pensó al escuchar las palabras de Sejo>>- ¡Yo, Sejo de la Palmera, Capitán General de la Hermandad del Rayo, te condeno a ti Traisa de la Sabo, a morir por traición!
Nadie dijo nada, pero el rostro de todos los integrantes del jurado, delataban la alegría que les había ocasionado su condena. No entendía el porqué de aquella reacción, pero tampoco era el momento de pensar en cosas negativas. Incluso cuando ya parecía que todo había acabado Traisa seguía intentando ser positiva.
No pudo evitar recordar el momento de la muerte de Benito, Traisa levantó la vista y vio en Sejo, la imagen sin cabeza del chaval. Parecía tan real que incluso la sangre del general manchó la mesa de madera antigua. El cuerpo mutilado quedó apoyado en el respaldo de la silla. La expresión que aquello dibujó en el rostro de cada uno de los integrantes de la sala, hizo comprender a Traisa que no se trataba de una alucinación suya.
-¡El maldito robot ha disparado al general Sejo!-gritó el general del ejército Andrian Bastao.
-Joder por fin consigo hacer hablar a esta mierda-una voz enlatada emanó del interior del robot centinela que supuestamente, había acabado con la vida de Sejo. Nadie de los allí presentes llevaba un arma encima. No estaba permitido acceder a la sala donde iba a tener lugar el juicio. Solo los robots que custodiaban la entrada estaban debidamente armados, y ahora aquello se había convertido en un problema para todos los allí presentes-Putos fanáticos obsesionados con la tecnología. Si alguien se le ocurre tocarle un pelo a Traisa, acabará con el mismo look que vuestro queridísimo general.
-¿Quien cojones te crees que eres?-preguntó el general Bastao con tono amenazante.
-La que puede volarte la cabeza en este momento si no mantienes la puta boca cerrada-fue la respuesta del robot. No tenía ni idea de que un droide, supiera hablar diciendo tantas palabrotas. Parecía como si alguien hubiera tomado el control del centinela.
-¡Vaya, un listillo que ha conseguido colarse en nuestro sistema de seguridad!- exclamó el teniente Mano-Hagas lo que hagas, ten por seguro que te encontraremos. Y cuando eso ocurra créeme, querrás estar muerto.
-No sé ni yo donde estoy, lo sabrás tu-las palabras del robot sonaban todas igual, sin entonación alguna, pero no hacía falta imaginar mucho para saber que estaba vacilándole al teniente. Podía palparse con los dedos, la tensión que había en esos momentos en la sala-Solo Traisa sabe donde estoy, por eso he venido aquí, para que me encuentre.
-¿Poli?- no podía creer que aquella voz enlatada, fuera la chica moribunda que dejó a las puertas del búnker.
-La misma-respondió el droide-A partir de ahora, yo asumo el control de este ejército. Mi hermano está de camino, dejareis que Traisa le ayude a encontrarme y cuando eso ocurra, os cederé de nuevo el control de la Hermandad y podréis hacer con ella lo que os venga en gana.
-¿Y si la hacemos cantar?-preguntó Andrian Bastao-¿Nos dejarías que la matáramos cuando nos dijera donde estas?
-Te crees que soy gilipollas-Poli no se tragaba la sucia artimaña que quería llevar a cabo el general Bastao. Traisa sabia de sobra que si les revelaba donde vio por última vez a la mujer que controlaba al robot centinela, acabarían con su vida, para luego concentrar todos sus esfuerzos en hacer lo mismo con Poli y quedarse con lo que fuera aquello que permitía controlar cualquier robot desde la distancia. Con una tecnología de esas características, cobrarían una importante ventaja en su particular guerra contra el Ejército del Pueblo Libre-Valientes imbéciles, os creéis que lo sabéis todo pero en realidad no sabéis nada. Como medida de seguridad, las empresas encargadas de fabricar los robots, dotaron a estos de un dispositivo de autodestrucción, que sería activado en caso de fuerza mayor. La explosión que originaria el droide es similar a la de una mini bomba nuclear. No es que haya muchos en Penélope o el Odín, pero si los suficientes como para hacer saltar todo por los aires. Tocarle un pelo a Traisa y en vuestra cutre y decadente ciudad solo quedará un inmenso agujero.
La sala enmudeció, Traisa no sabía si reír o llorar. Estaba horrorizada, sin quererlo, la vida de todos los habitantes tanto de Penélope como de Odín dependían de ella. La cosa empeoraba por momentos, habría sido mejor cargar con dos muertes que con centenares.
Con el general Sejo decapitado, la revolución dentro de la Hermandad del Rayo estaba asegurada. Aquel amañado juicio como los anteriores se había saldado con una vida.

jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXVIII - ÉXODO



PERVERT



Como de costumbre, la arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su casucha.
Al llegar comprobó que la puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió. Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto << ¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq? ¿Cristine?
Mirando más detenidamente Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha, observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para seguir su camino.
No tuvo en cuenta los obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de ella.
-¡Ven conmigo!-gritó Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de energía!
Yelou se quedó pálida y eso que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo, administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera perdido una cantidad importante.

Una vez Yelou terminó de preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta, aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou, Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada. Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba, al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de agradecer.
Abrió la botella y de un trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más tranquila.
Con una cerilla encendió el cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso, Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta, abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla, utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder. El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>, de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en mil pedazos.
El soldado que sujetaba la parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.      
De un golpe abrió la puerta de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder! ¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse firme.
-¡Sus constantes vitales alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a caminar.
Elí estaba encima de la mesa del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?- preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en disparar!
Yelou asintió con la cabeza. Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>> Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq. El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su persona.   
-¿Que tenemos aquí?-pregunto uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?- preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió. <<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los estuviera controlando.
A la otra parte de la muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería un adiós si no un hasta luego.