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jueves, 14 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXI - CONCIENCIA



ZONDABOT



La nave despegó a toda velocidad levantando una gran polvareda tras de sí con los dos supervivientes a bordo. Zondabot estaba configurado para eliminar cualquier amenaza o intento de acceso al búnker. Así lo hizo con un tiro certero en la cabeza de aquel hombre que se desplomó sin oponer resistencia.
Otro cuerpo yacía en el suelo, aparentemente muerto también. Un primer escáner superficial determinó que el sujeto era hembra y estaba inconsciente, en ese estado no se consideraba una amenaza, pero los sensores de alerta continuaron activados por si despertaba aniquilarla inmediatamente. El cerebro del sujeto estaba en perfectas condiciones, el cuerpo inservible, el corazón tenía un fallo irreparable, era necesaria una substitución del órgano pero según los datos registrados no había unidades disponibles en el almacén.
El diagnostico inicial descartaba amenazas por parte del objetivo, moriría en cuestión de horas antes de que despertara. Zondabot acercó su posición a la del cuerpo para realizar un exhaustivo escáner cerebral.
El rayo recorría de arriba a abajo y de izquierda a derecha la cabeza del sujeto, el flujo de datos era constante. El análisis finalizó en pocos minutos, los datos revelaban que el cerebro del objetivo era apto para el proyecto Verne. No presentaba signos de discapacidad, adicciones, esquizofrenias o enfermedades similares registradas en la base de datos de la unidad central. Un cerebro sano en un cuerpo inservible era el lema de la empresa creadora del proyecto Verne y aquel sujeto casaba perfectamente con los parámetros establecidos.
Zondabot abrió la trampilla inferior de su coraza, de ella emergió un brazo extensible con una pinza de tres puntas que emulaba una mano metálica. Aprisionó la pierna del sujeto arrastrándolo hacia el interior del búnker.

Sellado a cal y canto desde el momento en que fue creado el proyecto, el búnker solo tenía permitido tanto el acceso como la salida a Zondabot, siempre en busca de humanos aptos para hacerse cargo con el control del proyecto. El último un varón adulto con una grave picadura de escorpión. El escáner posterior determinó que no sufriría daño alguno con lo que el sujeto sobrevivió despertando dentro del búnker. El protocolo de emergencia se activó creando un mundo de realidad virtual para el sujeto, ayudándole a salir del búnker induciéndole una perspectiva con psicofármacos y hologramas totalmente diferida de la realidad. Esta experiencia acarrearía graves daños mentales en el varón, hasta tal punto en que no distinguiría entre realidad y ficción, pero la integridad del proyecto estaba por encima de cualquier persona, animal o robot.
La gran puerta metálica que mantenía el búnker aislado del mundo exterior se abrió al verificar la autorización de Zondabot. Una vez dentro se desplazó hasta el sector G2, el protocolo de seguridad estaba activado y la puerta de acceso a la sala bloqueada. Extendió el adaptador universal conectándolo a la unidad de control que bloqueaba la puerta. Una vez sincronizados Zondabot transmitió los códigos almacenados en su base de datos para desbloquear el acceso. Momentos más tarde la luz que indicaba el bloqueo de la puerta cambió de posición quedando el indicador de color verde.
La puerta se abrió, Zondabot accedió dejando el cuerpo del sujeto en el centro de la sala. Dos bots especializados en medicina recogieron el cuerpo, lo posaron en una camilla metálica situada a pocos metros y la operación se inició.
Uno de los bots sujetaba firmemente el cuerpo a la camilla mientras el otro comenzaba a cortar por la zona superior de la frente con un disco preparado para este tipo de intervenciones. Conforme el disco se deslizaba por la sien del sujeto, la sangre emanaba del mismo cayendo suavemente al suelo. El charco que las gotas de sangre habían formado aumentaba su tamaño por momentos.
Al finalizar el corte un trozo de cráneo cayó al suelo dejando el cerebro visible. El bot causante del corte guardó el disco en el compartimento y de él emergieron varias jeringuillas conectadas a finos y articulados brazos metálicos. Las jeringas se clavaron en el cerebro descargando todo su contenido en el. Esté tomo un color morado reduciendo considerablemente su tamaño.
La extracción del órgano fue sencilla. Cuidadosamente el bot lo depositó en un habitáculo perfectamente diseñado para su propósito situado en una de las paredes, rodeado de un gigantesco ordenador incrustado en la misma.
El cerebro quedó suspendido dentro del habitáculo, centenares de conectores nerviosos emergieron del interior posándose sobre la superficie del órgano, conectándolo a la unidad central del ordenador. El compartimento comenzó a llenarse de un líquido gelatinoso, una vez finalizado el proceso, el cerebro absorbió parte del líquido recuperando su tamaño original. Una pequeña apertura situada en la parte inferior del ordenador se abrió, el habitáculo fue introducido mecánicamente en su interior. Una vez dentro inmediatamente la apertura quedó sellada.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?- Poli despertó de su letargo, no notaba el constante dolor de pecho que tanto la había martirizado durante los últimos años de su vida. Estaba desorientada, aquel lugar era nuevo para ella. En aquella sala solo observaba ordenadores y dos robots parecidos al Doctor Robot de la Hermandad del Rayo enfrente de ella. Los bots retiraban de una camilla el cuerpo sin vida de una mujer. Tenía la cabeza abierta, allí donde debía estar el cerebro solo quedaba el hueco del cráneo. El rostro cubierto de sangre impedía reconocer la cara del cadáver. Poli intentaba hablar pero nadie respondía, intentaba moverse pero sus esfuerzos no daban resultado, seguía inmóvil.
<< ¿Que me ha pasado?-se decía a sí mismo-¿Estaré muerta?>>
La imagen de la sala se desvaneció, en su lugar el busto de un hombre adulto se dibujaba ante sus ojos con tonalidades verdosas. Tenía un perfecto peinado, pelo corto con la ralla a la izquierda, un bigote pequeño y espeso con una mirada tan seria como si quisiera atravesarla con sus ojos. Aunque Poli intentara mirar hacia otro lado, sus ojos no se lo permitían, la imagen permanecía quieta delante suyo vestido con traje y corbata.
Tenía la sensación de estar soñando, pero aquel extraño busto pese a los colores que lo formaban era demasiado real.
-¡Enhorabuena sujeto dos, tres, uno...!-el busto comenzó a hablar sin mover la boca. Parecía que se estaba refiriendo a Poli, pero ella no se molestó en prestar atención a la numeración que mencionaba-¡Ha sido elegido, elegida para formar parte del proyecto Verne!-sin duda se trataba de una grabación de muy pésima calidad, seguramente de varios lustros antes de la guerra-¡A partir de este momento usted tomará el control de toda nuestra flota de robots!
<< ¿Y cómo voy a manejarlos si no puedo moverme?-pensaba-¡Esto no puede estar pasando de verdad!>>
Una película dio comienzo allí donde estaba el busto de aquel extraño hombre, aparecían secuencias de fotos acompañadas de una música bélica de bastante mal gusto. El hombre había desaparecido pero su voz aun estaba presente. Las imágenes que reflejaban las secuencias de fotografías debían pertenecer al antiguo mundo, edificios enormes con estructuras de lo más variopintas, vehículos surcando los cielos, bosques de color verde, un lago inmenso el cual no parecía tener fin, animales que Poli no había visto en su vida...
<<Que bonito era el mundo antes de la guerra-lamentó-¿Pero qué cojones quiere esta chatarra de mí?>>
-Con tu ayuda evitaremos que nuestro hermoso planeta acabe así-secuencias de fotografías mostrando personas muertas, desgracias humanas, guerras, incendios y otras barbaridades hicieron acto de aparición.
<< ¡Llegas tarde!-pensaba y pensaba era lo único que podía hacer-¡El mundo está mucho peor de lo que tú me muestras!>>
-¡Muchas gracias por su colaboración y suerte con su misión!
De repente se vio en medio de un paraje desértico, enfrente suyo un robot que por su apariencia le resultaba familiar. Era el prototipo que custodiaba las puertas de acceso al Odín en la frontera con Penélope.
<< ¿Se supone que tengo el control sobre eso?-el robot inmóvil apuntaba hacia ella con sus enormes brazos blancos-¡Camina!-el droide comenzó a caminar hacia ella, moviendo lentamente sus grandes piernas blancas-¡Para!>>
Con solo pensarlo Poli conseguía que el robot se moviera a su antojo.
<< ¿Y los otros robots que nombraba el holograma?>>
Sin saber cómo, accedió a una extensa base de datos con la localización y modelo de cada robot disponible. Tenía a su disposición un centenar de estos otros parecían estar fuera del alcance de Poli.
<<Deben estar demasiado lejos, a saber que radio abarcará esto>>
Podía controlar cualquiera de los robots dentro del radio de alcance, viajar hasta su posición y ver a través de sus cámaras de reconocimiento. Cada vez le resultaba más fácil dar órdenes, controlar a varios a la vez, disparar con las armas que incorporaban.
Uno de sus robots parecía estar en alguna base, le resultaba familiar aquel pasillo, había estado antes allí, recordó las servoarmaduras. Sin duda se trataba de la base de la Hermandad del Rayo.
Poli controlaba en primera persona a uno de los robots centinela que custodiaban la base de la Hermandad. Continuó quieta para no levantar sospechas, era la primera vez que se topaba con personas y no sabía como podrían reaccionar al ver un comportamiento del robot fuera de lo común.
Primero debía escanear la unidad central del robot para comprobar la información que este contenía y los parámetros de vigilancia con los cuales había sido configurado. En medio de aquel proceso observó como dos soldados vestidos con servoarmadura llevaban a rastras a una mujer al parecer inconsciente. Uno de ellos parecía ser su hermano Jacq. La melena le sobresalía por la parte trasera del casco. Focalizó todo lo que pudo las cámaras de reconocimiento en el rostro de aquel hombre. El casco le impedía ver quien se escondía debajo de aquella coraza.
-¡Esta zorra la ha liado parda!-dijo el otro soldado. No era la voz del necrófago llamado Hueter.
-¡No me gustaría estar en su pellejo! ¡Secuestró el Pájaro mató a Benito y a un paciente!- Tampoco era la voz de su hermano, esta era femenina. Había confundido el pelo largo de una mujer con el de su hermano.
<< ¿Paciente?-recapacitó-¡A mí no me ha matado nadie!>>
Poli recordó que era el único paciente antes de que Traisa la durmiera. Quizás habrían llegado más enfermos durante su largo sueño.
Esta vez focalizó las cámaras sobre el rostro de la mujer inconsciente. Era su cuidadora. Tenía el rostro sucio y un ojo morado, signo de que le habían propinado un buen golpe. Los soldados la llevaban a rastras cogida por los brazos sin ninguna contemplación, como si de un criminal se tratase. Incluso las manos, las tenía firmemente esposadas.
Cada vez estaban más lejos hasta que finalmente torcieron a la derecha y desaparecieron por aquel iluminado pasillo.
<< ¿Me mataste Traisa?-se preguntó a si misma moviendo el robot centinela lentamente en la ruta que marcaba su configuración-¡Tengo que encontrar a mi hermano!-la ira crecía en su interior como las llamas del fuego al echarle gasolina-¡Ayuda!-activó las armas del robot centinela en posición de disparo-¡Quiero salir de aquí!>>

viernes, 13 de junio de 2014

CAPÍTULO XXVII - VEN A MÍ



MOSARRETA



Notaba como las puntiagudas piedras se le clavaban en los músculos de la espalda, tenia frio y le temblaba todo el cuerpo. Lo último que recordaba era como algunos de los refugiados de las alcantarillas escapaban por aquel oscuro túnel. Un fuerte zumbido no le dejaba escuchar con claridad, sentía todo el cuerpo magullado y tenia dificultad abrir los ojos. La boca le sabía a sangre.
Un pequeño insecto se posó sobre su nariz. Las patitas le hacían cosquillas al caminar por la superficie como si quisiera estornudar. Las cosquillas comenzaron a ser molestas, Mosarreta intentó quitárselo con su mano derecha. Movía el brazo a un lado y a otro repetidas veces, pero el bicho no parecía sentirse amenazado por lo que continuaba paseándose por su cara.
Cuando por fin reunió fuerzas suficientes para levantarse, no encontró apoyo en su brazo derecho y volvió a quedar tendido de espaldas al suelo. El insecto voló de nuevo.
-¡Ahhhhhhh!-gritó. Un fuerte dolor comenzó a recorrerle el brazo, intentaba mover los dedos de la mano pero no los notaba, solo un dolor horrible como si le hubieran aplastado el brazo con una piedra pesada. Abrió los ojos con dificultad y levanto levemente la cabeza para ver qué pasaba. Observo que le faltaba gran parte de su brazo derecho. No había nada desde el codo hacia abajo, le faltaba la mitad de su brazo. Allí donde acababa su extremidad tenía un torniquete fuertemente apretado que evitaba que se desangrase.
La cabeza le daba vueltas, no tenía fuerzas ni para volver a gritar, le costaba respirar.
-¡Aguanta amigo!-le dijo alguien, la voz sonaba distorsionada, casi no le entendía. Las fuerzas le abandonaron por completo.
Cuando volvió a abrir los ojos Llejova estaba con él. Sentada en una silla de mimbre peinándose su larga y brillante cabellera negra. Vestía un camisón blanco de seda que le trasparentaba los pechos, los pezones duros hacían que parecieran dos tiendas de campaña verticales sobre su delicado torso. Olía a flores, a primavera.
-¿Donde estoy?-pregunto Mosarreta extrañado.
-Estas en casa mi amor- no recordaba su casa así. Desde la cama donde se encontraba tumbado moviendo los dedos de los pies observaba un balcón. Este tenía vistas a un gran bosque verde, el espesor de los arboles cubría por completo la superficie de la tierra. El cantar de los pájaros era una melodía armoniosa para sus oídos. Los rayos del sol que entraban por el balcón, incidían directamente sobre el pelo de Llejova dándole aun más brillo.
La habitación era muy amplia, con cortinas blancas en las ventanas, muebles de madera buena en perfecto estado y en el techo una lámpara de araña de cristal con velas apagadas.
-¿Estoy muerto?-preguntó.
-¡No mi amor, estas en casa!
Su mujer nunca le había hablado con tanto cariño, pero aquella sensación de bienestar le encantaba.
-¡Levántate! ¡Hazme tuya mi amor!-dijo Llejova con voz suave.
-¡No puedo andar!
-¡Puedes hacer lo que quieras mi amor!- Mosarreta bajó la vista, tenía el pene erecto, hacía años que no podía poner en marcha su miembro, pero lo que le realmente le sorprendió es que estaba moviendo las piernas desplazando las sabanas blancas hacia el fondo de la cama.
Se puso en pié y fue dispuesto a tomarla cono nunca antes lo había hecho. Se sentía muy excitado.
Cuando la tuvo delante cara con cara, la sujetó con las dos manos, pero antes de que llegara a rozar sus labios sintió un fuerte golpe en la cabeza.
De nuevo abrió los ojos, volvía a estar débil, tirado en el suelo sobre una camilla improvisada con troncos de madera y una sábana mohosa. Observaba manchas negras que se acercaban a otras rosadas con forma de persona cerca de su posición.
Parecía una pelea, pero tenía la vista nublada y solo veía como las manchas chocaban entre sí cual pelotas de goma.
<< ¡Ayudadme!>> quiso decir, pero no tenía fuerzas para abrir la boca.
Al momento notó como todo su cuerpo se elevaba.
-Vamos Hueter-escuchó de nuevo aquella voz distorsionada-No tenemos mucho tiempo.
Inmediatamente se encontró de pie en una sala oscura, tan grande que no alcanzaba a ver pared alguna. Una vieja lámpara colgada del techo iluminaba un pequeño círculo a su alrededor. De repente las piernas le fallaron, cayó al suelo dándose un fuerte golpe en la frente haciéndose una brecha que comenzó a sangrar, la boca de nuevo le sabía a sangre. Mosarreta intentaba taparse la herida con las manos pero la sangre las atravesaba. Notó un cuchillo clavado en la espalda. Una fuerte risa burlona comenzó a sonar retumbando eco en toda la sala. Conocía aquella voz, era la de Cristine.
-¡Zorra!-gritaba-¿Porque lo has vuelto a hacer?-pero su pregunta no obtuvo respuesta.
La bombilla incandescente de la lámpara que alumbraba aquella sala reventó sumiéndola en la más absoluta oscuridad. Mosarreta se arrastraba por el suelo, completamente desorientado sin un rumbo claro. Por más que avanzara nunca llegaba a ningún sitio. Tenía la sensación de no moverse de aquel lugar.
La luz volvió a encenderse como por arte de magia. El brazo derecho se le descomponía como una mecha al consumirse por el fuego hasta llegar a la parte del codo.
<< ¿Que está pasando? >>
Comenzó a notar ligeros pinchazos allá donde acababa su brazo derecho, estos cada vez eran más intensos. Llegó a un punto en el cual fue más doloroso que el cuchillo que le clavó Cristine en la espalda.
-¡Se está despertando! ¡Duérmelo o no sobrevivirá!- gritaba a lo lejos una voz desconocida. Inmediatamente dejó de sentir los pinchazos. La sala oscura comenzó a temblar. El suelo donde reposaba su cuerpo se partía en dos. Las paredes se derrumbaban como un castillo de arena y una cegadora luz inundaba aquella sala.
No pudo hacer nada para evitar caer al vacío, la grieta era demasiado grande y le faltaba un brazo con que sujetarse.
<<Es el fin>> pensaba mientras se precipitaba sin control, dando vueltas sobre sí mismo en el aire.
Antes de estamparse contra el suelo de aquel improvisado abismo abrió los ojos de nuevo, estaba tumbado sobre una camilla con una sábana blanca llena de manchas enormes de sangre aún húmeda. La misma lámpara que había visto en la sala anterior, colgaba del techo alumbrando aquella pequeña habitación. Una mosca revoloteaba buscando la forma de acceder a la bombilla incandescente de la lámpara.
-¡Ha faltado poco amigo!- dijo Neil Tarzard  mirándole fijamente. Con su cabeza tapaba parte de aquella molesta luz, cosa que era de agradecer, era tan intensa que le quemaba las pestañas.
-¿Dónde estoy?- pregunto Mosarreta extrañado. Estaba desorientado, quizás se tratara de otra pesadilla. Ya no sabía que era verdad y que era mentira.
-¡Estas en el taller de chapa y pintura Agua Amarga!- dijo con voz ronca un viejo hombre que por su apariencia parecía un mecánico de armas.
-¿Agua Amarga?- nunca había oído hablar de aquel sitio.
-¿Recuerdas el ataque que sufrimos en las alcantarillas?-pregunto Neil Tarzard con voz triste. Aquellas palabras le hicieron saber que ya no estaba soñando. Recordaba a sus excompañeros disparando a los refugiados.
-Sí, pero no recuerdo como acabó, ¿qué demonios pasó?
-Un descerebrado disparó un cohete con un antiaéreo-respondió el necrófago con el ceño fruncido- Yo pude ponerme a salvo antes de que todo saltara por los aires y el techo se viniera abajo. Una vez pasó el peligro busqué supervivientes entre las ruinas, encontré al otro necrófago, aquel que iba vestido con servoarmadura-Mosarreta comenzaba a recordar más detalles. Era aquel grupo de tres hombres que apareció por sorpresa, uno de ellos llevaba a lomos a Cristine-Al poco te encontramos a ti. Estabas inconsciente, tirado en el suelo con el brazo derecho mutilado, sangrando como un pollo sin cabeza. Te apliqué un torniquete con un trozo de camisa que encontré entre los escombros y rápidamente te llevamos aquí, al campamento de la Orden de San Juan de Dios. Mi colega aquí presente, el doctor Achucarro, con las herramientas adecuadas pudo hacerte algunos apaños-dejó escapar una pequeña sonrisa-¡Mira tu brazo derecho!
Haciendo caso al necrófago Mosarreta giró levemente la cabeza hacia la derecha, aun se sentía débil, parecía como si tuviera una profunda resaca. Posiblemente por la pérdida de sangre que le había comentado Neil Tarzard o quizás por los fármacos que le hubieran subministrado. Observó su brazo, por encima del codo allá donde acababa la carne comenzaba un brazo robótico. Negro metalizado, con muchos mecanismos que no llegaba a comprender.
-¿Puedo moverlo?-pregunto incrédulo al ver semejante artefacto.
-Prueba a ver-respondió Achucarro, parecía muy seguro del trabajo realizado.
Mosarreta movió los dedos del brazo robótico, era una sensación extraña, no tenia tacto pero si notaba el movimiento. Cerró el puño, giró la muñeca, torció el codo, no daba crédito, aquel aparato respondía a cada orden como si fuera su brazo verdadero.
-¡Levántate coño!-grito Achucarro.
-¿Acaso no sabes que soy parapléjico?-protestó Mosarreta.
-¿Seguro?
<< ¡No me jodas que este chalado me ha reparado las piernas!>>
Hizo una profunda respiración y acto seguido trato de incorporarse.
<<No me lo puedo creer>>, sus piernas se movían, aunque el movimiento le dolía horrores. Mirando más detenidamente comprobó que le habían instalado unos mecanismos que cubrían gran parte de sus piernas. Los raquíticos palos que se le habían quedado por piernas después de quedarse parapléjico aun estaban en su lugar, estos al parecer solo servían de apoyo. Con todos aquellos cachivaches se sentía más un robot que una persona, pero le encantaba poder volver a caminar.
Se levantó y dio un paseo por aquella pequeña habitación ante la atenta mirada del necrófago y el doctor. Caminaba con movimientos torpes, en gran parte por el dolor que sentía en sus huesos al moverse.
-El cuchillazo en la espalda te dejó las piernas inservibles. Aunque por lo que pude comprobar no perdiste toda la sensibilidad-dijo Achucarro. << ¡Ni que lo digas!>> eran muchas las noches que despertaba a causa de los pinchazos que sentía en sus piernas. Pasaba noches y noches en vela masajeándoselas cuidadosamente para calmar el dolor.-Te hemos instalado un chip en la parte trasera de tu cabeza que analiza las transmisiones sensoriales de tu cerebro y manda la información vía bluetooth al dispositivo indicado. Yo de tu intentaría no darme muchos cabezazos porque si se rompe el chip te quedaras tieso como un palo-bromeó- También tu brazo nuevo tiene un arma, esta se activa al golpear algo con el puño cerrado y se alimenta de células de energía. Utilízala con cuidado, este botón sirve para activarla y desactivarla.-señaló la parte exterior del brazo robótico. Tenía un pequeño botón negro, difícilmente distinguible a simple vista. Al activarse el arma los bordes del botón se iluminaban con un color azul fluorescente.
Mosarreta alucinaba cada vez más con sus nuevos juguetes.
-Debes mantener reposo unos cuantos días-comentó el necrófago-tendrás tiempo de sobra para practicar y caminar bien.
-Pero... no tengo dinero para pagar todo esto- Mosarreta se encogió de hombros.
-La orden de San Juan de Dios es una institución sin ánimo de lucro. Solo intentamos ayudar a las personas. Con este gesto esperamos que tú a partir de ahora, ayudes a la gente en nuestro nombre como nosotros te ayudamos a ti- explicó Achucarro con los dedos entrecruzados y las manos apoyadas sobre su enorme tripa.
<< ¡Mamones, con la de chapas que le podríais haber sacado a esto y lo malgastáis con el primero que pasa!>>
-¡Muchas gracias! ¡Así lo haré!- agradeció Mosarreta asintiendo con la cabeza.
<<Se que sobreviviste zorra, reza para que no te encuentre con vida>>

lunes, 12 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXV - CAPRICHOS



TRAISA



El capitán general de la Hermandad del Rayo Sejo, convocó a todo el personal a excepción de los guardias en la sala de actos. Traisa había asistido a reuniones similares anteriormente pero no de tanta urgencia. Las reuniones solían convocarse con días de antelación a unas horas prudenciales.
Sejo un hombre alto, con calvicie prominente y barba, esperaba sentado ocupando su asiento en lo alto del escenario, rodeado por todos los altos cargos de la base.
El general del ejercito Andrian Bastao bastante conocido por su afición a la bebida y las prostitutas, hacia honores a su reputación bebiendo un vaso de Whisky. Natan Mano teniente general y el mas veterano de todos miraba fijamente la puerta de entrada, por donde a cuenta gotas, accedían todos los soldados de la división en el Odín, tomando asiento con el  murmullo constante de la sala como sonido ambiente. El general de división Megias y el general de brigada Perales, aun no habían hecho acto de presencia, solían matar el tiempo jugando al ajedrez en un viejo ordenador que Perales guardaba como un tesoro en su habitación privada.
Traisa sentada en primera fila, miraba el escenario donde se encontraban los tres mandamases sentados detrás de una mesa alargada de madera. Desde pequeña siempre quiso llegar a ser uno de ellos, aunque con el paso del tiempo y la política machista de la Hermandad a la hora de elegir a sus generales habían mermado las sus esperanzas de conseguir tal fin, nunca antes una mujer había alcanzado un cargo de semejante responsabilidad.
Conforme se llenaba la sala el murmullo se iba convirtiendo en griterío, Perales y Megias aumentaron más el volumen de la sala al entrar dando voces sobre el resultado de su partida.
-¡Que suerte has tenido! ¡Me has obligado a sacrificar la reina!- protestaba Perales ante la risa burlona de Megias. Tomaron sus respectivos asientos en el escenario y acto seguido la reunión comenzó.
-¡Silencio todo el mundo!- grito Sejo dando un fuerte golpe sobre la mesa. La sala entera enmudeció-Como todos sabréis la guerra con el Ejercito del Pueblo Libre no ha hecho mas que empezar. Hemos recibido una comunicación encriptada por radio del grupo As. El mensaje contenía información acerca del emplazamiento de una base militar abandonada al norte escondida entre las montañas. La base contiene toda clase de tecnología militar- el griterío de se apoderó de nuevo en toda la sala-¡Silencio cojones!
-Bien un nuevo lugar lleno de armamento pre-guerra-interrumpió Natan Mano-No creo que nos hayas convocado de urgencia para decirnos que han encontrado tecnología-su expresión en todo momento era la de una persona seria.
-A parte del armamento la base tenia guardado un pájaro en perfecto estado- Traisa había oído hablar de los pájaros, eran vehículos fabricados antes de la gran guerra utilizados para transportar soldados vía aérea a las zonas conflictivas, con potencia de fuego para ataques desde el aire. Traisa había tenido la suerte ver alguno con sus propios ojos, aunque ninguno de ellos llegó a funcionar. La noticia de Sejo animó la mermada moral de toda la sala, fruto de años y años de batallas perdidas contra sus enemigos. Este hallazgo habría nuevos horizontes en su constante lucha.
-¿Un pájaro que funciona?- Perales parecía no creer la noticia.
-Según la transcripción del mensaje se dirigen hacia nuestra posición. Gracias al simulador de vuelo, el comandante Campos tiene nociones de pilotaje. Él es el encargado de hacer llegar la maquina intacta a nuestra base- Sejo parecía nervioso, tenia la cabeza mojada del constante sudor y se le notaba un pequeño balbuceo al hablar-Debemos asegurar la zona, no sabemos si los agentes del ejercito del Pueblo Libre han interceptado el comunicado.
-¿Que sugieres?- preguntó Andrian Bastao levantando levemente una ceja.
-El plan es el siguiente. Grupo Trébol, grupo Espárrago y grupo Girasol saldréis al exterior- los soldados de la Hermandad del Rayo se agrupaban en diferentes grupos de acción todos con nombres escogidos al azar, Traisa al no ser soldado, no pertenecía a ninguno pero conocía a soldados de casi todos los grupos. Al mando del grupo Trébol estaba el sargento Querol, del Grupo Espárrago el sargento Burroni y del Girasol el sargento Ríos mas conocido como la cosa amarilla por su particular bello rubio.
-¡A la orden general!- dijeron todos los componentes de los grupos nombrados al unísono.
-Para no levantar sospechas vestiros de incógnito, posiblemente haya espías de nuestros enemigos ocultos entre la población del Odín y Penélope- era lógico, los soldados de la Hermandad solían salir a cuentagotas del cuartel y un despliegue tan multitudinario podría hacer saltar todas las alarmas entre los espías del ejercito del Pueblo Libre- Grupo Ron, grupo Vodka y grupo Whisky infiltraos de incógnito entre la población de Penélope, manteneros informados en todo momento si veis algo sospechoso. Grupo Delta y grupo Bravo patrullar por las calles de Penélope con vuestro mejor arsenal asegurando que vuestros compañeros de incógnito estén a salvo. El resto aseguraos que dentro del Odín nadie se acerque a menos de 50 metros de la base bajo ningún concepto. ¡Ahora todo el mundo a sus puestos!- todos los soldados presentes fueron abandonando la sala-¿Traisa?-el general Sejo la llamo justo antes de abandonar la sala-Ven tenemos ordenes especificas para ti.
Traisa nunca había participado en ninguna misión militar, no esperaba tampoco que esta fuera la primera vez. Lentamente subió al escenario donde aun aguardaban sentados todos los generales.
-¿Que se les ofrece?- preguntó, aunque se imaginaba que podría ser. Otra vez esperar en la sala médica junto al doctor Robot a que soldados heridos reclamaran sus servicios médicos.
-Traisa, prevemos que será una operación sencilla. No hemos encontrado rastro alguno de espías peces- peces, así es como llamaban a los integrantes del ejercito del Pueblo Libre-sin embargo necesitamos de tu experiencia médica por si los planes sufren alguna modificación y hay que atender a heridos-<<Genial-el sarcasmo recorría cada rincón de su cabeza>> las palabras del general Sejo confirmaban las sospechas de Traisa-Coge todos los medicamentos que puedas y ve con el grupo Delta. Atiende tanto a soldados como a civiles.
<< ¿Como?>> la Hermandad del Rayo nunca había atendido a civiles, de esa tarea siempre se encargaban los seguidores de la Orden de San Juan de Dios, una institución que luchaba por la salud de toda persona.
Sin mediar palabra Traisa asintió con la cabeza, dio media vuelta y se dirigió rápidamente hacia la sala médica. Poli parecía estar dormida, al encender la luz despertó de un salto.
-¿Que pasa? ¿Ha vuelto ya mi hermano?- preguntó al ver entrar a Traisa por la puerta.
-No cariño, solo vengo a por unos medicamentos. Tú sigue descansando te vendrá bien. Es muy tarde- las palabras de Traisa parecieron tranquilizar a la muchacha pelirroja, esta cerró de nuevo los ojos y continuó durmiendo.
Con un botiquín cargado de estimulantes, vendajes y drogas para el dolor entre otros Traisa salió corriendo de la sala en busca del grupo Delta.
El corazón le latía a toda velocidad, no sabia si era por la emoción de salir al campo de batalla, aunque fuera una misión sencilla, por ir corriendo de un lado a otro o la suma de los dos.
-¡Esperarme!- el grupo Delta se disponía a cruzar las puertas para salir a Penélope. Traisa sentía que le faltaba el aliento de tanto correr, pero el sargento Algaba pareció escucharle y dio la orden de parar al resto del grupo.
-¿Donde vas Traisa?-el sargento parecía extrañado al verla en las afueras de la base.
-Tengo órdenes del general Sejo de acompañaros y proporcionar asistencia médica a todo soldado o civil- respondió. Jadeaba como un perro en celo y le costaba articular las palabras.
-¡Tranquila niña que esto aun no ha empezado!- bromeó Velasco, un hombre bajito y rechoncho. La servoarmadura le quedaba demasiado ajustada y parecía una salchicha embutida en aquel traje.
Cruzaron las puertas de acceso a Penélope, hacia mucho tiempo que no visitaba aquella ciudad de delincuencia y drogadicción. Visto el paisaje no parecía haber cambiado en nada. Gente desnutrida fumando metanfetaminas en pipas improvisadas, otros moribundos con las jeringas de antagoína aun colgando del brazo luchando por no ahogarse con su propio vómito. La antagoína era una droga de diseño mucho más potente que la heroína, esta se diseñó después de la gran guerra por laboratorios clandestinos. A raíz del descubrimiento de la antagoina la heroína dejó de diseñarse, ya que a causa de las fuertes exposiciones a la radiación la heroína ya no hacia el efecto deseado entre los adictos a este tipo de drogas.
-Menudo panorama-lamentó Traisa al ver aquellas personas luchando por no morir- ¿De verdad vale la pena?
-Vivimos constantemente al borde del abismo-respondió el sargento-Esta gente hace lo mismo que tu y yo, escapar de la dura realidad en que vivimos.
-Discrepo sargento. Pero respeto su opinión- Traisa comparaba los drogadictos con los necrófagos, personas sin conciencia alguna buscando un nuevo chute para calmar su adicción un día mas, unos de carne otros de antagoina.
Una luz en el cielo similar a la que reflejaría una estrella se acercaba hacia Penélope a poca velocidad, debía ser el esperado pájaro. Las noches claras aun se podían divisar algunos satélites que no habían sucumbido al paso del tiempo recorriendo la orbita terrestre, pero esta luz era mucho mas grande y la manera en que se movía no era la de un satélite.
-Ya llega- dijo el sargento en voz baja - ¿No te parece lo mas bonito que hayas visto jamás?
-¡Peceeeeesss!- el grito era de algún compañero perteneciente a otro de los grupos de apoyo, parecía estar cerca de su posición. Sin tiempo a reaccionar multitud de explosiones invadieron las calles de Penélope.
Los compañeros del grupo Delta incluido el sargento Algaba habían desaparecido. Traisa estaba desorientada, mirara hacia donde mirara solo veía gente corriendo hacia sus hogares, negocios o estructuras cercanas que sirvieran de cobijo. Otros no habían tenido tanta suerte y yacían muertos en el suelo, algunos de ellos compañeros de la Hermandad del Rayo.
<<¿Que ha pasado aquí?>> uno de sus compañeros muertos tenia el cañón Gauss con el que iba equipado cerca, tirado en el suelo, Traisa se apresuró a cogerlo para poderse defender en caso de amenaza. Registró de arriba a abajo el cadáver en busca de munición para el arma. Finalizado el registro levantó la cabeza y vio a uno de los integrantes de los peces. Estaba de espaldas apuntando, preparado para disparar al sargento Algaba sin que este se diera cuenta de su amenaza. Traisa no dudó ni un minuto y apuntó con dificultad a su enemigo, rápidamente apretó el gatillo del cañón. El retroceso del arma la hizo caer de espaldas a varios metros de su posición, era inexperta utilizando armas, el disparo impactó en el pescuezo de aquel desgraciado acabando de inmediato con su vida, era la primera vez que le quitaba la vida a una persona. El sargento Algaba ni se percató de lo sucedido y salió corriendo en busca de más peces.
Los disparos, las explosiones no cesaban. Los gritos de pánico de la gente se escuchaban por las calles de Penélope.
Una mujer desangrándose a causa de su pierna mutilada lloraba sin consuelo acunando a su bebé entre sus brazos, resguardada entre los escombros de un edifico abandonado.
<<A esto se refería Sejo, el lo sabia desde el principio>>
Traisa corrió hacia la mujer, tenia que ayudarla o moriría en breve. Dejó cuidadosamente el arma en el suelo mientras observaba la pierna de la mujer. No tenia buena pinta pero quizás con un estimulante y unas vendas cortaría la hemorragia.
-¡Tranquila!- intentó calmar a la mujer desconsolada- Estoy aquí para ayudarte.
<<Tendría que haberme traído al doctor Robot>>
Con un gran trozo de venda hizo un torniquete en torno a la pierna de la mujer, con sumo cuidado pinchó en varias partes de la herida conforme le había enseñado la anterior encargada de la sala clínica. El líquido estimulante parecía hacer efecto, notaba como la herida del miembro mutilado se cerraba, formándose la típica costra al aplicar el estimulante.
-Ya está, te pondrás bien- la mujer había dejado de llorar, pero seguía sin decirle una sola palabra- Te vendare la pierna. Tomate esto te aliviara el dolor- le dio una pastilla de Medcodeína, un derivado de la codeína diez veces mas potente-¡Quédate aquí y no te muevas, no te pasara nada!-después de aplicarle el vendaje la mujer le dio las gracias, los ojos de Traisa estaban empañados en lágrimas al ver tanto sufrimiento.
Corrió en busca de más heridos, pero solo encontró cadáveres. El pájaro estaba cerca, había detenido su vuelo. Desde el suelo Traisa distinguía a Mompo y Chavo disparando hacia los enemigos con las armas que llevaba incorporada el pájaro.
La nave era de color negro, con hélices a los lados en posición horizontal que se inclinaban levemente para modificar la dirección de desplazamiento. Los soldados del ejército del Pueblo Libre disparaban con lanzacohetes hacia el pájaro pero por fortuna la oscuridad de la noche y la lejanía de la nave hacían que los intentos de sus enemigos por derribar la nave cayeran en saco roto.
Poco a poco los peces supervivientes fueron en retirada, huyendo del campo de batalla. El pájaro pilotado por el sargento Campos sobrevolaba el Odín para aterrizar en la base de la Hermandad ante el griterío de victoria de los soldados.
Robots en llamas sin control, centenares de personas muertas por las calles de Penélope y el Odín, otros tantos heridos, Traisa nunca se habría imaginado que aquello terminara en semejante masacre.

Mientras curaba a los heridos lo comprendió todo. Aquello no fue más que un pulso entre Pececito y el general Sejo por el dominio del Odín. Sejo sabia de sobra que el ejército del Pueblo Libre había interceptado el mensaje. Las comunicaciones se realizaban por emisora de radio cualquiera podría haberlas escuchado. Aun así Sejo decidió continuar con la adquisición del pájaro por ello, hizo un despliegue tan multitudinario de sus tropas, sabia que los soldados de Delfín Junior les estarían esperando y decidió contraatacar sin pensar en las consecuencias.
Esta vez la estrategia funcionó y la batalla cayó del bando de la Hermandad, pero el preció fue demasiado alto. Civiles que solo buscaban sobrevivir un día más en sus tristes vidas, habían sucumbido en medio de una batalla capricho del general Sejo. Traisa no estaba dispuesta a que aquella artimaña se quedara en el olvido. Aquello le revivió las ganas de ser general, Sejo acababa de ganarse un peligroso enemigo entre sus filas.