Menu
Mostrando entradas con la etiqueta casinos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta casinos. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXV - CAPRICHOS



TRAISA



El capitán general de la Hermandad del Rayo Sejo, convocó a todo el personal a excepción de los guardias en la sala de actos. Traisa había asistido a reuniones similares anteriormente pero no de tanta urgencia. Las reuniones solían convocarse con días de antelación a unas horas prudenciales.
Sejo un hombre alto, con calvicie prominente y barba, esperaba sentado ocupando su asiento en lo alto del escenario, rodeado por todos los altos cargos de la base.
El general del ejercito Andrian Bastao bastante conocido por su afición a la bebida y las prostitutas, hacia honores a su reputación bebiendo un vaso de Whisky. Natan Mano teniente general y el mas veterano de todos miraba fijamente la puerta de entrada, por donde a cuenta gotas, accedían todos los soldados de la división en el Odín, tomando asiento con el  murmullo constante de la sala como sonido ambiente. El general de división Megias y el general de brigada Perales, aun no habían hecho acto de presencia, solían matar el tiempo jugando al ajedrez en un viejo ordenador que Perales guardaba como un tesoro en su habitación privada.
Traisa sentada en primera fila, miraba el escenario donde se encontraban los tres mandamases sentados detrás de una mesa alargada de madera. Desde pequeña siempre quiso llegar a ser uno de ellos, aunque con el paso del tiempo y la política machista de la Hermandad a la hora de elegir a sus generales habían mermado las sus esperanzas de conseguir tal fin, nunca antes una mujer había alcanzado un cargo de semejante responsabilidad.
Conforme se llenaba la sala el murmullo se iba convirtiendo en griterío, Perales y Megias aumentaron más el volumen de la sala al entrar dando voces sobre el resultado de su partida.
-¡Que suerte has tenido! ¡Me has obligado a sacrificar la reina!- protestaba Perales ante la risa burlona de Megias. Tomaron sus respectivos asientos en el escenario y acto seguido la reunión comenzó.
-¡Silencio todo el mundo!- grito Sejo dando un fuerte golpe sobre la mesa. La sala entera enmudeció-Como todos sabréis la guerra con el Ejercito del Pueblo Libre no ha hecho mas que empezar. Hemos recibido una comunicación encriptada por radio del grupo As. El mensaje contenía información acerca del emplazamiento de una base militar abandonada al norte escondida entre las montañas. La base contiene toda clase de tecnología militar- el griterío de se apoderó de nuevo en toda la sala-¡Silencio cojones!
-Bien un nuevo lugar lleno de armamento pre-guerra-interrumpió Natan Mano-No creo que nos hayas convocado de urgencia para decirnos que han encontrado tecnología-su expresión en todo momento era la de una persona seria.
-A parte del armamento la base tenia guardado un pájaro en perfecto estado- Traisa había oído hablar de los pájaros, eran vehículos fabricados antes de la gran guerra utilizados para transportar soldados vía aérea a las zonas conflictivas, con potencia de fuego para ataques desde el aire. Traisa había tenido la suerte ver alguno con sus propios ojos, aunque ninguno de ellos llegó a funcionar. La noticia de Sejo animó la mermada moral de toda la sala, fruto de años y años de batallas perdidas contra sus enemigos. Este hallazgo habría nuevos horizontes en su constante lucha.
-¿Un pájaro que funciona?- Perales parecía no creer la noticia.
-Según la transcripción del mensaje se dirigen hacia nuestra posición. Gracias al simulador de vuelo, el comandante Campos tiene nociones de pilotaje. Él es el encargado de hacer llegar la maquina intacta a nuestra base- Sejo parecía nervioso, tenia la cabeza mojada del constante sudor y se le notaba un pequeño balbuceo al hablar-Debemos asegurar la zona, no sabemos si los agentes del ejercito del Pueblo Libre han interceptado el comunicado.
-¿Que sugieres?- preguntó Andrian Bastao levantando levemente una ceja.
-El plan es el siguiente. Grupo Trébol, grupo Espárrago y grupo Girasol saldréis al exterior- los soldados de la Hermandad del Rayo se agrupaban en diferentes grupos de acción todos con nombres escogidos al azar, Traisa al no ser soldado, no pertenecía a ninguno pero conocía a soldados de casi todos los grupos. Al mando del grupo Trébol estaba el sargento Querol, del Grupo Espárrago el sargento Burroni y del Girasol el sargento Ríos mas conocido como la cosa amarilla por su particular bello rubio.
-¡A la orden general!- dijeron todos los componentes de los grupos nombrados al unísono.
-Para no levantar sospechas vestiros de incógnito, posiblemente haya espías de nuestros enemigos ocultos entre la población del Odín y Penélope- era lógico, los soldados de la Hermandad solían salir a cuentagotas del cuartel y un despliegue tan multitudinario podría hacer saltar todas las alarmas entre los espías del ejercito del Pueblo Libre- Grupo Ron, grupo Vodka y grupo Whisky infiltraos de incógnito entre la población de Penélope, manteneros informados en todo momento si veis algo sospechoso. Grupo Delta y grupo Bravo patrullar por las calles de Penélope con vuestro mejor arsenal asegurando que vuestros compañeros de incógnito estén a salvo. El resto aseguraos que dentro del Odín nadie se acerque a menos de 50 metros de la base bajo ningún concepto. ¡Ahora todo el mundo a sus puestos!- todos los soldados presentes fueron abandonando la sala-¿Traisa?-el general Sejo la llamo justo antes de abandonar la sala-Ven tenemos ordenes especificas para ti.
Traisa nunca había participado en ninguna misión militar, no esperaba tampoco que esta fuera la primera vez. Lentamente subió al escenario donde aun aguardaban sentados todos los generales.
-¿Que se les ofrece?- preguntó, aunque se imaginaba que podría ser. Otra vez esperar en la sala médica junto al doctor Robot a que soldados heridos reclamaran sus servicios médicos.
-Traisa, prevemos que será una operación sencilla. No hemos encontrado rastro alguno de espías peces- peces, así es como llamaban a los integrantes del ejercito del Pueblo Libre-sin embargo necesitamos de tu experiencia médica por si los planes sufren alguna modificación y hay que atender a heridos-<<Genial-el sarcasmo recorría cada rincón de su cabeza>> las palabras del general Sejo confirmaban las sospechas de Traisa-Coge todos los medicamentos que puedas y ve con el grupo Delta. Atiende tanto a soldados como a civiles.
<< ¿Como?>> la Hermandad del Rayo nunca había atendido a civiles, de esa tarea siempre se encargaban los seguidores de la Orden de San Juan de Dios, una institución que luchaba por la salud de toda persona.
Sin mediar palabra Traisa asintió con la cabeza, dio media vuelta y se dirigió rápidamente hacia la sala médica. Poli parecía estar dormida, al encender la luz despertó de un salto.
-¿Que pasa? ¿Ha vuelto ya mi hermano?- preguntó al ver entrar a Traisa por la puerta.
-No cariño, solo vengo a por unos medicamentos. Tú sigue descansando te vendrá bien. Es muy tarde- las palabras de Traisa parecieron tranquilizar a la muchacha pelirroja, esta cerró de nuevo los ojos y continuó durmiendo.
Con un botiquín cargado de estimulantes, vendajes y drogas para el dolor entre otros Traisa salió corriendo de la sala en busca del grupo Delta.
El corazón le latía a toda velocidad, no sabia si era por la emoción de salir al campo de batalla, aunque fuera una misión sencilla, por ir corriendo de un lado a otro o la suma de los dos.
-¡Esperarme!- el grupo Delta se disponía a cruzar las puertas para salir a Penélope. Traisa sentía que le faltaba el aliento de tanto correr, pero el sargento Algaba pareció escucharle y dio la orden de parar al resto del grupo.
-¿Donde vas Traisa?-el sargento parecía extrañado al verla en las afueras de la base.
-Tengo órdenes del general Sejo de acompañaros y proporcionar asistencia médica a todo soldado o civil- respondió. Jadeaba como un perro en celo y le costaba articular las palabras.
-¡Tranquila niña que esto aun no ha empezado!- bromeó Velasco, un hombre bajito y rechoncho. La servoarmadura le quedaba demasiado ajustada y parecía una salchicha embutida en aquel traje.
Cruzaron las puertas de acceso a Penélope, hacia mucho tiempo que no visitaba aquella ciudad de delincuencia y drogadicción. Visto el paisaje no parecía haber cambiado en nada. Gente desnutrida fumando metanfetaminas en pipas improvisadas, otros moribundos con las jeringas de antagoína aun colgando del brazo luchando por no ahogarse con su propio vómito. La antagoína era una droga de diseño mucho más potente que la heroína, esta se diseñó después de la gran guerra por laboratorios clandestinos. A raíz del descubrimiento de la antagoina la heroína dejó de diseñarse, ya que a causa de las fuertes exposiciones a la radiación la heroína ya no hacia el efecto deseado entre los adictos a este tipo de drogas.
-Menudo panorama-lamentó Traisa al ver aquellas personas luchando por no morir- ¿De verdad vale la pena?
-Vivimos constantemente al borde del abismo-respondió el sargento-Esta gente hace lo mismo que tu y yo, escapar de la dura realidad en que vivimos.
-Discrepo sargento. Pero respeto su opinión- Traisa comparaba los drogadictos con los necrófagos, personas sin conciencia alguna buscando un nuevo chute para calmar su adicción un día mas, unos de carne otros de antagoina.
Una luz en el cielo similar a la que reflejaría una estrella se acercaba hacia Penélope a poca velocidad, debía ser el esperado pájaro. Las noches claras aun se podían divisar algunos satélites que no habían sucumbido al paso del tiempo recorriendo la orbita terrestre, pero esta luz era mucho mas grande y la manera en que se movía no era la de un satélite.
-Ya llega- dijo el sargento en voz baja - ¿No te parece lo mas bonito que hayas visto jamás?
-¡Peceeeeesss!- el grito era de algún compañero perteneciente a otro de los grupos de apoyo, parecía estar cerca de su posición. Sin tiempo a reaccionar multitud de explosiones invadieron las calles de Penélope.
Los compañeros del grupo Delta incluido el sargento Algaba habían desaparecido. Traisa estaba desorientada, mirara hacia donde mirara solo veía gente corriendo hacia sus hogares, negocios o estructuras cercanas que sirvieran de cobijo. Otros no habían tenido tanta suerte y yacían muertos en el suelo, algunos de ellos compañeros de la Hermandad del Rayo.
<<¿Que ha pasado aquí?>> uno de sus compañeros muertos tenia el cañón Gauss con el que iba equipado cerca, tirado en el suelo, Traisa se apresuró a cogerlo para poderse defender en caso de amenaza. Registró de arriba a abajo el cadáver en busca de munición para el arma. Finalizado el registro levantó la cabeza y vio a uno de los integrantes de los peces. Estaba de espaldas apuntando, preparado para disparar al sargento Algaba sin que este se diera cuenta de su amenaza. Traisa no dudó ni un minuto y apuntó con dificultad a su enemigo, rápidamente apretó el gatillo del cañón. El retroceso del arma la hizo caer de espaldas a varios metros de su posición, era inexperta utilizando armas, el disparo impactó en el pescuezo de aquel desgraciado acabando de inmediato con su vida, era la primera vez que le quitaba la vida a una persona. El sargento Algaba ni se percató de lo sucedido y salió corriendo en busca de más peces.
Los disparos, las explosiones no cesaban. Los gritos de pánico de la gente se escuchaban por las calles de Penélope.
Una mujer desangrándose a causa de su pierna mutilada lloraba sin consuelo acunando a su bebé entre sus brazos, resguardada entre los escombros de un edifico abandonado.
<<A esto se refería Sejo, el lo sabia desde el principio>>
Traisa corrió hacia la mujer, tenia que ayudarla o moriría en breve. Dejó cuidadosamente el arma en el suelo mientras observaba la pierna de la mujer. No tenia buena pinta pero quizás con un estimulante y unas vendas cortaría la hemorragia.
-¡Tranquila!- intentó calmar a la mujer desconsolada- Estoy aquí para ayudarte.
<<Tendría que haberme traído al doctor Robot>>
Con un gran trozo de venda hizo un torniquete en torno a la pierna de la mujer, con sumo cuidado pinchó en varias partes de la herida conforme le había enseñado la anterior encargada de la sala clínica. El líquido estimulante parecía hacer efecto, notaba como la herida del miembro mutilado se cerraba, formándose la típica costra al aplicar el estimulante.
-Ya está, te pondrás bien- la mujer había dejado de llorar, pero seguía sin decirle una sola palabra- Te vendare la pierna. Tomate esto te aliviara el dolor- le dio una pastilla de Medcodeína, un derivado de la codeína diez veces mas potente-¡Quédate aquí y no te muevas, no te pasara nada!-después de aplicarle el vendaje la mujer le dio las gracias, los ojos de Traisa estaban empañados en lágrimas al ver tanto sufrimiento.
Corrió en busca de más heridos, pero solo encontró cadáveres. El pájaro estaba cerca, había detenido su vuelo. Desde el suelo Traisa distinguía a Mompo y Chavo disparando hacia los enemigos con las armas que llevaba incorporada el pájaro.
La nave era de color negro, con hélices a los lados en posición horizontal que se inclinaban levemente para modificar la dirección de desplazamiento. Los soldados del ejército del Pueblo Libre disparaban con lanzacohetes hacia el pájaro pero por fortuna la oscuridad de la noche y la lejanía de la nave hacían que los intentos de sus enemigos por derribar la nave cayeran en saco roto.
Poco a poco los peces supervivientes fueron en retirada, huyendo del campo de batalla. El pájaro pilotado por el sargento Campos sobrevolaba el Odín para aterrizar en la base de la Hermandad ante el griterío de victoria de los soldados.
Robots en llamas sin control, centenares de personas muertas por las calles de Penélope y el Odín, otros tantos heridos, Traisa nunca se habría imaginado que aquello terminara en semejante masacre.

Mientras curaba a los heridos lo comprendió todo. Aquello no fue más que un pulso entre Pececito y el general Sejo por el dominio del Odín. Sejo sabia de sobra que el ejército del Pueblo Libre había interceptado el mensaje. Las comunicaciones se realizaban por emisora de radio cualquiera podría haberlas escuchado. Aun así Sejo decidió continuar con la adquisición del pájaro por ello, hizo un despliegue tan multitudinario de sus tropas, sabia que los soldados de Delfín Junior les estarían esperando y decidió contraatacar sin pensar en las consecuencias.
Esta vez la estrategia funcionó y la batalla cayó del bando de la Hermandad, pero el preció fue demasiado alto. Civiles que solo buscaban sobrevivir un día más en sus tristes vidas, habían sucumbido en medio de una batalla capricho del general Sejo. Traisa no estaba dispuesta a que aquella artimaña se quedara en el olvido. Aquello le revivió las ganas de ser general, Sejo acababa de ganarse un peligroso enemigo entre sus filas.

viernes, 21 de marzo de 2014

CAPÍTULO XIX - TRAICIÓN



ACERO




Había perdido la cuenta. Acero no recordaba cuantos días llevaba encerrada en aquella pequeña habitación, lejos de sus compañeros de escuadrón. El cuchitril donde se encontraba cerrada no parecía formar parte del cuartel general, paredes con manchas de humedades, suelo de metal oxidado, solo disponía de una cama con un colchón de muelles que debía tener mas años que el polvo que cubría la mayor parte de la habitación. Carecía de ventanas, la única iluminación que tenía era una lámpara fluorescente haciendo equilibrios por no descolgarse del techo. La ausencia de ventanas le hizo suponer que en verdad si estaba en el cuartel, aunque no recordaba haber pasado por una zona así <<Puede ser la tercera planta>>, un lugar inhabitado dentro del cuartel de la Hermandad del Rayo, de todos modos la puerta que cerraba aquel habitáculo no dejaba ver más allá de la pared de enfrente. El resto estaba todo oscuro.

Tenia serias dudas de que sus compañeros la quisieran tanto como ellos decían, puesto que ninguno se había dignado a visitarla para ver que tal estaba. ¿No les dejaran venir? ¿Pasan de mi? se preguntaba una y otra vez, pero ninguna respuesta le convencía.


El silencio que imperaba en aquella habitación y los alrededores se vio interrumpido por el sonido de unos pasos. <<Si fuera alguno de mis compañeros estarían gritando mi nombre>>. El sonido de los pasos era cada vez más cercano, hasta que cuando parecía estar detrás de la puerta cesaron. Acero observó como por la rejilla que había encima de la puerta asomaba una cabeza, solo se le veía un trozo de frente y el pelo. Un pelo rizado y enmarañado inconfundible para ella. Sabia quien le estaba esperando en silencio detrás de la puerta.

-No te quedes ahí callada como si no hubiera nadie, te veo. ¿Que quieres?- bufó al mismo tiempo que se levantaba de la cama. Los viejos muelles de aquella cama destartalada sonaron como si una pareja estuviera practicando sexo en ese momento.

-Si haces lo que te digo te dejaran salir de aquí- fue la respuesta que obtuvo.

-No tendría que estar aquí y lo sabes, yo no hice nada solo me defendí.

-¿Te parece poco romperle el cuello a dos personas?

-Traisa ya estaban muertos cuando les rompí el cuello, yo solo los estrangulé. Ya sabes que me cuesta controlar mi fuerza.

Noches atrás Acero aprovecho su día libre, para asistir a uno de los espectáculos de variedades que ofrecían en el casino Adagio, cerca del cuartel de la Hermandad del Rayo. Le encantaban los absurdos monólogos relacionados con la vida en el antiguo mundo y los cuentachistes como Eugenio, un imitador de un narrador de chistes que siempre empezaba los mismos con la misma frase <<Saben aquel que diu...>>, este siempre actuaba con un cigarro en una mano y el cubalibre en la otra, sentado en un taburete con el micro perfectamente enfocado a su boca.

La velada fue agradable, Acero se permitió el lujo de tomar dos licores mientras duraba la actuación, risas aplausos, aquel humorista tenía gracia de verdad en la sangre. El problema surgió a la finalización de la actuación. Saliendo del casino para volver al cuartel Acero observó como dos compañeros de su escuadrón que también disfrutaban de un día libre, estaban envueltos en una pelea a pocos metros del casino con dos desconocidos, ella se interpuso en medio de la trifulca para poner paz con tan mala fortuna que uno de los desconocidos le rompió una botella vacía de Whisky en la cabeza. El desconocido pidió perdón, pero Acero no soportaba ver sangre suya y esta corría como un río caudaloso por su frente. En un acto de extrema rabia cogió a su agresor por el cuello con su mano izquierda levantándolo dos palmos del suelo, este se tornaba cada vez más morado signo del estrangulamiento que provocaban las poderosas manos de Acero en su cuello. El otro desconocido quiso ayudar a su amigo a librarse de Acero, pero fue en vano, este corrió la misma suerte que su compadre.

Acero tenia a los dos desconocidos cogidos por el cuello, uno en cada mano, sus compañeros gritaban para que los soltase antes de que acabaran asfixiados, ella hizo caso omiso y continuó apretando con sus manos los cuellos de aquellos pobres desgraciados, mientras intentaban liberarse pataleando. Poco a poco los movimientos de aquellos hombres fueron mas lentos, mas intermitentes, Acero no cesaba, cada vez oprimía con mas fuerza, finalmente dejaron de moverse. Parecían dos peces colgados poca arriba, morados, con la boca abierta y la mirada perdida en el infinito.

Momentos después robots centinela llegaron al lugar de la pelea dando la orden de arresto a Acero.

-¡Libere a esas personas o abriremos fuego!- las grandes manos de los Robots dejaron paso dos potentes cañones láser que apuntaban directamente a Acero.

Al darse cuenta del espectáculo que estaba armando, lanzó fuertemente los cuerpos inertes de aquellos desconocidos a los pies de los Robots centinela. El sonido de los huesos de aquellos hombres golpeando contra el suelo, fue como el que produce el partir una rama seca de un árbol en varios trozos.

-¡Queda usted detenida!- los robots no dejaban de apuntar.

-Es propiedad de la Hermandad del Rayo- se escuchó una voz a lo lejos. Era el comandante Miguelañez, un hombre adulto, bajito, rechoncho con el pelo negro espeso, que se encargaba las veces de los asuntos de justicia internos. Los compañeros de Acero habían puesto en alerta a la Hermandad de lo que estaba ocurriendo -¡Los crímenes de los soldados de la Hermandad deben ser juzgados por el consejo de justicia de la Hermandad!

-¡Yo no he cometido ningún crimen!-protestó. La sangre aun le emanaba de la frente, tenia el rostro lleno de sangre seca. Los Robots centinela se dispersaban en silencio, guardando los cañones, reemplazándolos por sus grandes y blancas manos-¡Fueron ellos quienes atacaron primero! ¡No pienso entregarme!

-No estas arrestada, solo acompáñanos- las palabras de Miguelañez eran tranquilizadoras. Acero accedió y todo volvió a la normalidad. La gente abandonó el lugar, aunque los cuerpos sin vida de los dos desconocidos quedaron tirados en el suelo allí donde Acero los había soltado, sin que nadie se preocupara por retirarlos.

Lo primero que hizo al volver al cuartel fue visitar la enfermería para que le curaran la herida de la frente. Esta seguía sangrando sin cesar. Allí le esperaba Traisa junto al Robot Doctor, estaba preparando una jeringuilla con lo que se supone era líquido estimulante para cortar la hemorragia.

-¿Que haces tú con esa jeringa?- le extrañaba que Traisa preparara nada, todas las tareas de medicina las realizaba el Robot Doctor.

-El robot tiene el sistema de inyección averiado, tengo que ponerte yo el estimulante para que la herida se cierre cuanto antes- las palabras de Traisa le sonaron a cuento chino, el Doctor Robot siempre realizaba las inyecciones, pero no tenia mas remedio que acceder si quería dejar de ver sangre suya por todos lados, de lo contrario en aquel estado podría liarse a mamporros de nuevo contra cualquier persona o cosa.

Lo único que Acero recordaba después de aquel pinchazo fue el despertar en aquella habitación donde se encontraba presa, con la boca seca y un intenso dolor de cabeza, como si se hubiera bebido todo el Whisky del Luxury Odín la noche anterior.

-¡Solo obedecía órdenes!- gritó Traisa.

-Pensaba que eras mi amiga...- Acero se sentía engañada, nunca pensó que su amiga de la infancia le mintiera para inyectarle un somnífero en vez del medicamento que necesitaba en aquel momento.

-Y lo soy, por eso vengo a devolverte la libertad- Acero seguía sin fiarse de Traisa dijera lo que dijera, pero optó por seguir escuchándola, cualquier cosa sería mejor que quedarse allí encerrada-Escúchame con atención. Tienes que ir en busca de un hombre que va acompañado por un necrófago camino del Notocar, los distinguirás fácilmente porque van equipados con servoarmaduras. El hombre lleva pelo largo y barba, el necrófago tiene un mechón rubio bastante distintivo.

-¿Para que?- gruñó. Conocía de sobra los peligros que encerraba el Notocar y el hecho de tener que ir en dirección a aquella prisión no le causaba tranquilidad alguna.

-Toma ponte esto- Traisa deslizó por una de las aberturas de las rejillas en la parte superior de la puerta, un pequeño reloj- Ya sabes de sobra como funciona esto. Tienes guardadas las coordenadas de un posible búnker que aun no ha sido abierto. Tendrás que llevar a ese hombre hasta allí y juntos buscar la forma de acceder, necesitamos un corazón artificial para su hermana que está aquí recibiendo tratamiento y creemos en la posibilidad de encontrar lo que necesitamos en aquel lugar.

-¿Y que saco yo a cambio?- preguntó extrañada Acero mientras miraba fijamente el reloj.

-Tu libertad. Serás una proscrita de la Hermandad mientras dure la misión, pero si todo sale bien no tendrán mas remedio que readmitirte de nuevo- Las palabras de Traisa estaban cargadas de lógica, si conseguía tecnología para la Hermandad del Rayo estaría cumpliendo una de las condiciones para ser miembro de la misma, aunque no tenia tan claro que aquello fuera así en su caso.

-Esta bien lo haré- estaba obligada a aceptar si no quería pasar en aquel agujero el resto de sus días, siempre podría huir lejos, donde la Hermandad no tuviera representación alguna y empezar una vida nueva.

-Te voy a dejar salir, pero por seguridad no podrás llevarte tus armas. En el arcón de la entrada al cuartel te he dejado un viejo rifle, munición y una coraza metálica. Intenta que no te vean- inmediatamente la puerta se abrió, el rozamiento con el suelo produjo un chirrido bastante molesto.

Traisa esperaba al otro lado, luciendo su típica sonrisa de niña buena.

-¡Gracias por aceptar! veras como todo se...- antes de que Traisa pudiera terminar de decir la frase, Acero la cogió por la cabeza y con un movimiento brusco, dejo esta a la altura de su culo tirándose literalmente un pedo en su cara.
Pasillo oscuro


-¡De nada traidora! ¡Volveré!- soltó una sonora carcajada mientras se alejaba por aquel oscuro pasillo, dejando a Traisa vomitando en la puerta de la habitación a causa del hedor de su ventosidad. Buscaría a aquel hombre únicamente para ayudar a su enferma hermana, luego se marcharía lejos. Si algo le habían enseñado aquellos días encarcelada era que allí no tenia a nadie que le importara. Era hora de cambiar de vida. De empezar de nuevo.

viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVII - LA VERDAD



JACQ



El mundo daba vueltas a su alrededor. Sentía un gusto ácido en su garganta y parecía como si el estomago le fuera a estallar.

-¡Anda que menudo pedo te has pillado!- la voz era de su hermana Poli que le ayudaba a ponerse en pie. Jacq intentó coger las fichas que había obtenido por ganar la apuesta pero con un movimiento torpe tiró unas cuantas al suelo. Poli las recogió llenándole los bolsillos de las mismas. Inmediatamente se dispusieron a abandonar el bar ante el griterío de los apostantes perdedores.

El sonido de llegada del ascensor retumbó en su cabeza como el chocar de dos platos en una sala pequeña y cerrada. Las puertas se abrieron ante sus ojos dejando paso a una luz intensamente brillante.

-Aguanta, ya salimos fuera- las palabras de su hermana le calmaban pero el mareo y la agonía no cesaba.

En la planta del casino la cosa no fue a mejor, las múltiples luces de neón, las musiquitas de las tragaperras y el trajín de fichas sonaban como bombas en sus oídos.

<<Nunca he bebido veneno como este>> se repetía Jacq una y otra vez. Se apoyaba en Poli para poder caminar, de no ser por su hermana seguiría sentado en la silla del bar luchando por no desvanecerse y caer al suelo.

-Mantente recto haz el favor que tengo que sacar las fichas para poder cobrarlas- la imagen que daban era un poco cómica, Jacq intentaba mantenerse quiero pero se balanceaba sobre sus piernas de un lado a otro, mientras su hermana no paraba de sacar fichas de sus bolsillos.

-Menudo pedo llevas colega, la apuesta ha sido fuerte ¿eh?- bromeó un hombre adulto de pelo y barba canosa que jugaba sin cesar a una de las tragaperras cercana a las taquillas. Una vez cobrado Poli guardó esta vez las chapas de nuevo en los bolsillos de Jacq. Este  se agarro con fuerza al brazo de su hermana y salieron a la calle en busca de Hueter.

Fuera del casino una mano huesuda le devolvió a su ser de un bofetón.

-Si tu estas así imagínate como debe estar el otro- Hueter les estaba esperando a la puerta del casino, cargado con una mochila a su hombro derecho, que al parecer debía contener el premio obtenido por su fraudulenta apuesta -Con suerte estará una semana de resaca...

-¿Pero que era esa mierda que hemos bebido?

-La bebida más fuerte jamás inventada- las palabras del necrófago sonaban a relato de terror- No estas borracho, bueno un poco si lo estarás, pero lo que sentías era solo un pequeño delirio a causa de tanta Hacencola.

-La bofetada milagrosa- bromeo Jacq, el golpe aun le escocía en la mejilla pero gracias a el despertó de su delirio, aunque el ardor de estomago seguía presente en su interior.

-Será mejor que acabemos con esto cuanto antes, si nos ven juntos pueden sospechar. Vayamos a negociar con la Hermandad del Rayo- advirtió Hueter.

<<Estamos cerca>> pensó Jacq, después de un largo y duro camino estaban donde querían estar.

El cuartel de la hermandad difería de los casinos, se notaba a kilómetros que aquello no era ningún casino. Sin carteles de ningún tipo, una fachada de ladrillos marrones con pocas ventanas y puertas metalizadas, hacia mas parecido aquel lugar a un almacén abandonado que a un cuartel general.

La puerta de acceso estaba custodiada por dos integrantes de la Hermandad, equipados con servoarmaduras color gris metalizado. El casco acoplaba directamente con el resto de la armadura dejando el rostro cubierto por completo.

-¡Buenas tardes forasteros! ¿En que puede ayudarles la Hermandad del Rayo?- dijo uno de los guardias apuntando con un rifle de plasma al mismo tiempo, la voz era masculina.

-Venimos a comerciar- respondió Hueter.

-Por favor para poder acceder depositen todas sus armas en el arcón situado al lado de mi compañero. En caso contrario vuelvan por donde han venido o serán expulsados por la fuerza.

Jacq, su hermana y el necrófago confiaron todas su armas en el arcón tal y como había ordenado el guardia. Antes de permitirles el acceso fueron cacheados a conciencia, pero al ver la mochila que llevaba Hueter llena de chapas y los bolsillos de Jacq a rebosar de las mismas, permitieron la entrada sin más dilación.

La puerta accedía directamente a un ascensor enorme iluminado por una luz azul fluorescente. El guardia les acompañó dentro, mientras que su compañero quedó fuera para no dejar la entrada desprotegida.

Jacq estaba sorprendido y por el rostro de Poli esta también debía estarlo al comprobar que el ascensor descendió rápidamente, dando lugar a un complejo subterráneo. El cuartel estaba situado debajo de aquel edifico, la apariencia exterior del cuartel servia de engaño. El interior era muy diferente, un paraíso para la tecnología.

El soldado que les acompaño subió de nuevo con el ascensor no sin antes indicarles el camino de la armería y suministros.

El suelo parecía de metal, aunque Jacq nunca había visto un material así, las pisadas no sonaban, incluso paró para dar dos fuertes pisotones al suelo pero este siguió sin sonar.

-¡Vamos no seas paleto!- bromeó Poli. El pasillo era amplio, bien iluminado se cruzaron con varios integrantes de la Hermandad del Rayo, todos vestían servoarmaduras, algunos con casco otros al parecer de mayor rango sin el. Uno de ellos se detuvo, para dar indicaciones a Jacq y sus compañeros, se notaba que andaban un poco perdidos.
Base subterranea


La tienda era aun mas impresionante, una habitación grande muy iluminada, llena de armas colgadas de las paredes, servoarmaduras colocadas cuidadosamente en estanterías, munición, había tecnología armamentística avanzada por doquier.

-¡Esto es un viaje al futuro!- Jacq tenia los ojos como platos, nunca había visto un sitio similar.

-¡El presente debía ser así o más avanzado incluso!- bufó Hueter.

-¡Bienvenidos a la armería de la Hermandad del Rayo! ¿En que puedo ayudarles señores?- fue la presentación de la encargada de la tienda una chica castaña de pelo rizado y voluminoso, delgada con ojos azules y una bonita sonrisa en su rostro. A diferencia del resto de integrantes ella vestía un traje blanco ceñido a su cuerpo.

-Necesitamos un equipo completo- respondió el necrófago- servoarmadura, rifles de larga distancia, munición...

-...y ayuda médica-interrumpió Jacq. Aquellas palabras crearon el más absoluto silencio en la sala.

-Vale ayuda medica también, unos estimulantes para las heridas...

-...no me refiero a ese tipo de ayuda- Jacq volvió a interrumpir.

-¿De que coño estas hablando?- a juzgar por la respuesta de Hueter aquello parecía incomodarle.

-Sentimos haberte tenido engañado todo este tiempo- Jacq se encogió de hombros al decirle aquellas palabras al necrófago, este le miraba fijamente con el ceño fruncido-La principal razón por la que vinimos a este sitio es porque Poli mi hermana sufre problemas de corazón desde hace tiempo. Cada vez sus ataques son mas fuertes ¿recuerdas que esta mañana he tenido que subir a por ella porque no se levantaba?

-Sabia que algo pasaba- el tono de Hueter mostraba seriedad.

-Venimos de un sitio muy alejado al este de esta región, donde vivíamos nos dijeron que la Hermandad del Rayo tenia tecnología para curar cualquier patología, por eso vinimos. Encontrarte fue mera casualidad pero gracias a ti lo conseguimos en poco tiempo. Te estamos muy agradecidos- Jacq sabia de sobra que aquellas palabras no apaciguarían la rabia que Hueter debía sentir hacia ellos en aquel momento por no haberle dicho la verdad, pero debía intentarlo.

-Muy bien, una historia muy bonita- carraspeó el necrófago- Que tu hermana se quede aquí al cuidado de estos frikis tecnológicos. Tu me acompañaras a por los hijos de aquella zorra y el botín lo dividiremos en dos partes una para mi y el resto para vosotros dos, luego cada uno seguirá su camino.

Jacq asintió con la cabeza, al fin y al cabo tampoco podía discutirle nada, por los gestos de Hueter era hombre muerto si no accedía a sus peticiones.

La transacción se realizó sin ningún problema, compraron dos servoarmaduras, un rifle de plasma para Hueter y Jacq adquirió un cañón Gauss, explosivos magnéticos y munición como para acabar con un ejército. Gastaron todas las chapas que disponían y dieron las armaduras que llevaban para terminar de pagar todo lo adquirido. Poli por el contrario se quedó con su parte del botín para costearse el tratamiento.

-Acompáñame, te llevaré a la enfermería- la chica encargada de la tienda cogió a Poli por el brazo- Por cierto puedes llamarme Traisa.

Jacq la cogió por el otro brazo y le dio un fuerte beso en la mejilla.

-Volveré a por ti hermana, te pondrás bien ya lo veras- una lágrima corrió por su mejilla. Era la primera vez que se separaban desde que se conocieron.

-Vámonos tenemos trabajo que hacer- Jacq hizo caso omiso a las palabras de Hueter, esperó viendo como su hermana se alejaba por aquel pasillo futurista llorando de alegría. El camino hasta la Hermandad había sido muy duro pero aun quedaba mucho por recorrer.