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miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XV - CAJA DE PANDORA



HUETER






<<La guerra, la guerra nunca acabó>> recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día. Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras... caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana con todo.

Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.

Podrían pasar años y años que las habitaciones del Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas, botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.

A Hueter no le importaba, había dormido en sitios mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran tranquilas en el Transtorno.

Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en un cenicero.

-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con un trapo viejo.

-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil distinguirle.

-¿Y estas que horas son de llegar?

-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.

-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía con su empeño por dejar la barra limpia.

Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca transgénica.

Debido a la escasez de animales supervivientes después de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas, mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran antes de la guerra.

-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la hamburguesa.

-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.

Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café <<No es como el mío pero también vale>>.

-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín. Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas por las calles de Penélope.

Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el, susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un aspecto pálido.

-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o que?- quiso averiguar.

-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.

Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así que decidió actuar como si nada pasara.

La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.

-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.

-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.

Momentos después se despidió de todos los presentes en el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto. Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.

Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.

-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.

-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter. Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente escaneó la autorización.

-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar. ¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.

<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.

Era como antaño, habían pasado muchos años desde su última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra "suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor enemigo del Luxury Odín.

No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar <<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el robot lo echo fuera del Luxury Odín.

Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales, la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre no se correspondía con el original.

-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-

-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.

-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.

El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación. <<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.

Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en forma de vela. 
ruleta vieja




Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker, Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las suyas propias.

Hueter cambió todas las chapas que disponía por fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.

Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en ascensor.

Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder sin el código de seguridad.

Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta. El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada. Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que incitaba a beber.

Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia las mesas para apostar según su plan.

Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que buenos actores!>>.

Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;

-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver las múltiples caries que habían invadido su boca.

-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en tono burlesco -¡Sitraaannnggg!

<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados, orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.

-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.

-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo "pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.

-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!

El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga, traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien era el más borracho.

La primera botella acabó, tanto Jacq como su contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos, Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.

Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella ya estaba servida.

A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer, tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.

Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa, rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.

Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.

-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de sus fichas, todos menos Hueter.

Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.

-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!

<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía el montón de fichas por parte del camarero.

Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las escaleras para no tener que esperar el ascensor.

En el salón de juego todos los sentimientos del pasado le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose cada vez mas a las mesas de ruleta.

-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas dinero que cuando entró.

miércoles, 29 de enero de 2014

CAPÍTULO X - EN MARCHA



JACQ




<< ¡Menuda mierda! >> era el único pensamiento de Jacq mientras bajaba las escaleras a la planta baja de la pensión Rose. << A ver si nos deshacemos pronto de esos mequetrefes y podemos irnos de putas con la recompensa a que nos dejen el sable bien limpio... >>

Sin duda no había sido su mejor experiencia sexual, aunque había llegado al orgasmo.

Andes de salir del local recogió todo el equipamiento y munición que pudo, tanto para él como para sus compañeros que le aguardaban fuera.

Salió de la pensión tan cargado que parecía un burro de carga. Hueter y Poli le esperaban sentados en un banco de metal oxidado a unos metros, hablando entre ellos en voz baja.

-¡El hijo pródigo ha vuelto! ¿Que tal esa limpieza de bajos?- pregunto Hueter entre risas.

-Tampoco ha sido para tanto. Mucho ruido y pocas nueces. En fin al menos ahora está limpio- suspiró - Aquí traigo todo el equipamiento que he podido cargar - había armaduras básicas, pistolas de plasma y munición varia, cargas de plasma, balas de rifle, munición de ametralladora y balas de once milímetros para la pistola convencional.

- Con esto y un poco de arte en el intercambio comercial, podremos conseguir algo decente en Luxury Odín la zona de casinos de lujo al este del pueblo. Allí opera la Hermandad del Rayo que es especialista en tecnología, sobretodo tecnología militar- dijo Hueter al ver la mercancía.

-¿Como sabes tú todo eso?- pregunto Poli.

-Niña tengo ya más de dos siglos de experiencia, vagando por todos los rincones de la región. No siempre he estado en el bar sirviendo copas a gente alcohólica.

Empezaron la andadura después de vestirse con las armaduras. Poli aun conservaba la suya, así que tenían excedentes con los que poder maniobrar a la hora de comerciar. Hueter encabezaba el grupo. Al parecer era como un mapa andante, se le veía muy seguro de saber a dónde se dirigía.

Caminaban por una vieja autopista, a lo lejos el sol del atardecer cada vez más perpendicular a sus caras. Jacq llevaba gafas solares, Hueter se hacía sombra con la mano para no deslumbrarse y Poli sencillamente intentaba no mirar hacia el sol.

No daban ni dos pasos sin encontrarse algún coche abandonado. Vehículos que dejaron de funcionar a causa de la tormenta de misiles, a causa de la guerra que cambió el mundo. En alguno de ellos aun se veía el reflejo del dolor, esqueletos de personas adultas abrazadas, otros murieron solos, cada coche tenía su propia historia, historias que cayeron en el olvido, historias con un mismo final. Muchas eran las ocasiones en las que Jacq había visto similares escenas, pero no podía dejar de estremecerse cada vez que se topaba con alguna.

-Si la vista no me engaña debemos de estar cerca, se supone que el camino debe estar limpio, pero como ya sabréis no es una ciencia cierta- explicó Hueter. Al horizonte los últimos rayos de sol dejaban paso a la luz artificial de unos edificios inmensos. Un espectáculo de luces de colores jamás visto por Jacq y su hermana.

-¿Es eso el Luxury Odín?-

-¡Efectivamente amigo! ¡Nunca te toparas sitio tan bien conservado, ni con tanto vicio!- respondió Hueter como si estuviera haciendo un anuncio de los casinos para la radio.

La llegada a las puertas de la ciudad que rodeaba los casinos fue de noche. Conforme había advertido Hueter el camino transcurrió sin ningún sobresalto. Solo una cucaracha mutada se cruzó se cruzo en su camino, insecto que acabó sirviendo de aperitivo para el necrófago después de que este acabara con el de un pisotón en la cabeza.

La ciudad llamada Penélope había sido construida a las afueras del complejo de casinos. Cimentada y restaurada por gente pobre la cual se le había denegado la entrada al Luxury Odín por carecer de autorización o por no tener suficiente caché. La seguridad era máxima en el complejo. No todo el mundo tenía la libertad de acceder a los casinos, robots de vigilancia comprobaban si los sujetos que solicitaban el acceso, disponían de autorización, en caso contrario se solicitaba una cantidad mínima de cinco mil chapas. Las chapas de las botellas fueron puestas en circulación como moneda de pago después de la guerra, el valor de estas residía en el limitado número de las mismas, ya que la tecnología para fabricar chapas de botellas se perdió en la Gran Guerra, por lo que las que quedaron mantuvieron su valor hasta cierto punto...

Penélope había desarrollado su propia sociedad, ajena a la política del Odín. Cualquier persona solía ser bien recibida, aunque dentro de esta sociedad imperaban varios clanes, los cuales eran reacios a mantener cualquier tipo de relación con gente del exterior de la ciudad.

Penélope al igual que la mayoría de las ciudades de la región, estaba rodeada de murallas construidas con vehículos abandonados, restos de metal entre otros tipos de materiales para prevenir posibles amenazas exteriores, tanto humanas como animales. Disponía de cuatro accesos, Jacq, Hueter y Poli estaban en la puerta de la zona este. Una caravana comercial formada por dos mercenarios, el vendedor y un burro de carga de dos cabezas intentaba hacer negocios con un comerciante local.

-¡Buenas noches!- se presento Hueter.

-¡Buenas noches forasteros!- respondió el vendedor, un tipo alto, con barba larga, semblante serio y con el rostro lleno de pequeños agujeritos fruto de una pubertad llena de granos.

-¿Saben ustedes si el "Transtorno" sigue abierto?- Jacq estaba sorprendido, su compañero necrófago parecía conocer todos los rincones de la región.

-¡Por favor tuteame! Efectivamente sigue abierto pero ¿para qué queréis ir a ese antro alejado de la mano de dios?- el comerciante local respondió con otra pregunta.

-Servidor conoce al dueño, solo estamos de paso- el tono de Hueter era de respeto y trato cordial.

-En ese caso no tengo nada que objetar. Pasar, seáis bien recibidos. Si queréis probar el mejor licor de todo Penélope os espero en la "Taberna Taurina".

Jacq fue el primero en entrar, las puertas estaban hechas con dos planchas enormes de metal, a lo alto un pequeño pasillo que unía los dos lados, donde dos hombres armados permanecían inmóviles vigilando la entrada y alrededores. Dentro una calle muy ancha daba lugar a un mercadillo entre los habitantes. Comida, alcohol, agua, ropa, armas... había todo tipo de puestos, se comerciaba con cualquier cosa. Había niños jugando a tirarse piedras, otros gritaban las maravillas de los bares y tiendas de la zona a modo de reclamo.

-¡Jamás había visto un lugar con tanta gente!- exclamo Jacq, su hermana hizo lo mismo con un gesto de su mano.

-Seguidme, el "Transtorno" está cerca- sugirió Hueter.

Jacq se quedó rezagado del grupo, en uno de los puestos había lo que parecían ser mercenarios -¿Sois mercenarios a sueldo?- preguntó dirigiéndose hacia un hombre alto y delgado, de piel oscura, pelo negro rizado y canoso, lucía una barba canosa arreglada con forma de pico.

-James Black para servirle a un módico precio- respondió-Somos guardaespaldas, para que su estancia en Penélope sea tranquila y sin percance alguno.

-¿Y no hacéis servicio fuera de esta ciudad?

-¡No!

-Pues vaya castaña- Jacq bromeó haciendo un saludo militar-Si lo piensas mejor estaré hospedado en el "Transtorno" pregunta por Jacq.

No obtuvo respuesta. James el guardaespaldas se quedó inmóvil.

Con paso firme intentaba alcanzar al grupo, la charla con el guardaespaldas le había dejado atrás, pero no estaba lejos. Para hacer el camino más llevadero se encendió un cigarrillo. Sus compañeros estaban a unos pocos pasos, el mercadillo había quedado atrás, al girar la esquina por la calle donde se encontraba situado el "Transtorno", comprendió al comerciante de la entrada. Lo poco que quedaba de las aceras estaba lleno de personas drogadas hasta los ojos. Adictos a sustancias estupefacientes, muchos de ellos se debatían entre la vida y la muerte otros tenían la vista fijada en el infinito. Jacq no se fiaba de la situación, con un movimiento sutil puso los dedos sobre la empuñadura de su pistola de plasma.

pueblo abandonado-Tranquilo, los pobres no se dan cuenta de nada, están en otra dimensión, son inofensivos- le dijo Poli- entremos al garito a ver que se cuece.

Dentro el "Transtorno" estaba abarrotado de gente. El murmullo de los clientes se vio alterado por el fuerte grito del dueño -¡Hombre calavera! ¡Cuanto tiempo sin tener noticias tuyas! ¡Ven y tomate una con tu amigo Delasno!- al parecer el dueño del local conocía a Hueter. Delasno era un hombre bajito y gordo, con entradas prominentes señal de una calvicie muy próxima y bastante imberbe para su edad.

-Pensaba que ya no te acordarías de mí. Ha pasado mucho tiempo- Hueter cogió asiento delante de la barra. Mientras el necrófago y el tabernero se ponían al día con sus asuntos, Jacq se sentó en una de las mesas que recientemente había quedado vacía con su hermana Poli. Enfrente había un pequeño escenario donde un hombre canijo hacia de humorista, era el espectáculo de la noche. El local estaba bastante oscuro, los pocos focos que había iluminaban en esos momentos el escenario y la barra del bar. El pequeño humorista contaba chistes de antes de la guerra, los espectadores parecían no cogerles la gracia:

-¿Que tienen en común una mujer y un tornado?- comenzó-¡Que al principio chupa con mucha fuerza y luego se lleva tu casa!- poca sonaron unas tímidas carcajadas. Jacq aprovechó el paréntesis para pedir dos cervezas-¡A mi mujer la llamaban Twister!- el humorista se esforzaba pero pocas risas conseguía.

-¡Bueno hermana por fin estamos en Penélope!- comentó Jacq mientras ambos brindaban con su cerveza recién abierta.

-¿Crees que lo conseguiremos?- pregunto Poli con cierta incertidumbre.

-No lo sé hermana, tenemos que actuar con suma cautela como hasta ahora, esto no va a ser fácil- respondió entre susurros.

-¿Jacq?- escuchó su nombre detrás de él. Esa voz le era familiar-¡Jacq he venido a hablar de negocios contigo!