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viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVII - LA VERDAD



JACQ



El mundo daba vueltas a su alrededor. Sentía un gusto ácido en su garganta y parecía como si el estomago le fuera a estallar.

-¡Anda que menudo pedo te has pillado!- la voz era de su hermana Poli que le ayudaba a ponerse en pie. Jacq intentó coger las fichas que había obtenido por ganar la apuesta pero con un movimiento torpe tiró unas cuantas al suelo. Poli las recogió llenándole los bolsillos de las mismas. Inmediatamente se dispusieron a abandonar el bar ante el griterío de los apostantes perdedores.

El sonido de llegada del ascensor retumbó en su cabeza como el chocar de dos platos en una sala pequeña y cerrada. Las puertas se abrieron ante sus ojos dejando paso a una luz intensamente brillante.

-Aguanta, ya salimos fuera- las palabras de su hermana le calmaban pero el mareo y la agonía no cesaba.

En la planta del casino la cosa no fue a mejor, las múltiples luces de neón, las musiquitas de las tragaperras y el trajín de fichas sonaban como bombas en sus oídos.

<<Nunca he bebido veneno como este>> se repetía Jacq una y otra vez. Se apoyaba en Poli para poder caminar, de no ser por su hermana seguiría sentado en la silla del bar luchando por no desvanecerse y caer al suelo.

-Mantente recto haz el favor que tengo que sacar las fichas para poder cobrarlas- la imagen que daban era un poco cómica, Jacq intentaba mantenerse quiero pero se balanceaba sobre sus piernas de un lado a otro, mientras su hermana no paraba de sacar fichas de sus bolsillos.

-Menudo pedo llevas colega, la apuesta ha sido fuerte ¿eh?- bromeó un hombre adulto de pelo y barba canosa que jugaba sin cesar a una de las tragaperras cercana a las taquillas. Una vez cobrado Poli guardó esta vez las chapas de nuevo en los bolsillos de Jacq. Este  se agarro con fuerza al brazo de su hermana y salieron a la calle en busca de Hueter.

Fuera del casino una mano huesuda le devolvió a su ser de un bofetón.

-Si tu estas así imagínate como debe estar el otro- Hueter les estaba esperando a la puerta del casino, cargado con una mochila a su hombro derecho, que al parecer debía contener el premio obtenido por su fraudulenta apuesta -Con suerte estará una semana de resaca...

-¿Pero que era esa mierda que hemos bebido?

-La bebida más fuerte jamás inventada- las palabras del necrófago sonaban a relato de terror- No estas borracho, bueno un poco si lo estarás, pero lo que sentías era solo un pequeño delirio a causa de tanta Hacencola.

-La bofetada milagrosa- bromeo Jacq, el golpe aun le escocía en la mejilla pero gracias a el despertó de su delirio, aunque el ardor de estomago seguía presente en su interior.

-Será mejor que acabemos con esto cuanto antes, si nos ven juntos pueden sospechar. Vayamos a negociar con la Hermandad del Rayo- advirtió Hueter.

<<Estamos cerca>> pensó Jacq, después de un largo y duro camino estaban donde querían estar.

El cuartel de la hermandad difería de los casinos, se notaba a kilómetros que aquello no era ningún casino. Sin carteles de ningún tipo, una fachada de ladrillos marrones con pocas ventanas y puertas metalizadas, hacia mas parecido aquel lugar a un almacén abandonado que a un cuartel general.

La puerta de acceso estaba custodiada por dos integrantes de la Hermandad, equipados con servoarmaduras color gris metalizado. El casco acoplaba directamente con el resto de la armadura dejando el rostro cubierto por completo.

-¡Buenas tardes forasteros! ¿En que puede ayudarles la Hermandad del Rayo?- dijo uno de los guardias apuntando con un rifle de plasma al mismo tiempo, la voz era masculina.

-Venimos a comerciar- respondió Hueter.

-Por favor para poder acceder depositen todas sus armas en el arcón situado al lado de mi compañero. En caso contrario vuelvan por donde han venido o serán expulsados por la fuerza.

Jacq, su hermana y el necrófago confiaron todas su armas en el arcón tal y como había ordenado el guardia. Antes de permitirles el acceso fueron cacheados a conciencia, pero al ver la mochila que llevaba Hueter llena de chapas y los bolsillos de Jacq a rebosar de las mismas, permitieron la entrada sin más dilación.

La puerta accedía directamente a un ascensor enorme iluminado por una luz azul fluorescente. El guardia les acompañó dentro, mientras que su compañero quedó fuera para no dejar la entrada desprotegida.

Jacq estaba sorprendido y por el rostro de Poli esta también debía estarlo al comprobar que el ascensor descendió rápidamente, dando lugar a un complejo subterráneo. El cuartel estaba situado debajo de aquel edifico, la apariencia exterior del cuartel servia de engaño. El interior era muy diferente, un paraíso para la tecnología.

El soldado que les acompaño subió de nuevo con el ascensor no sin antes indicarles el camino de la armería y suministros.

El suelo parecía de metal, aunque Jacq nunca había visto un material así, las pisadas no sonaban, incluso paró para dar dos fuertes pisotones al suelo pero este siguió sin sonar.

-¡Vamos no seas paleto!- bromeó Poli. El pasillo era amplio, bien iluminado se cruzaron con varios integrantes de la Hermandad del Rayo, todos vestían servoarmaduras, algunos con casco otros al parecer de mayor rango sin el. Uno de ellos se detuvo, para dar indicaciones a Jacq y sus compañeros, se notaba que andaban un poco perdidos.
Base subterranea


La tienda era aun mas impresionante, una habitación grande muy iluminada, llena de armas colgadas de las paredes, servoarmaduras colocadas cuidadosamente en estanterías, munición, había tecnología armamentística avanzada por doquier.

-¡Esto es un viaje al futuro!- Jacq tenia los ojos como platos, nunca había visto un sitio similar.

-¡El presente debía ser así o más avanzado incluso!- bufó Hueter.

-¡Bienvenidos a la armería de la Hermandad del Rayo! ¿En que puedo ayudarles señores?- fue la presentación de la encargada de la tienda una chica castaña de pelo rizado y voluminoso, delgada con ojos azules y una bonita sonrisa en su rostro. A diferencia del resto de integrantes ella vestía un traje blanco ceñido a su cuerpo.

-Necesitamos un equipo completo- respondió el necrófago- servoarmadura, rifles de larga distancia, munición...

-...y ayuda médica-interrumpió Jacq. Aquellas palabras crearon el más absoluto silencio en la sala.

-Vale ayuda medica también, unos estimulantes para las heridas...

-...no me refiero a ese tipo de ayuda- Jacq volvió a interrumpir.

-¿De que coño estas hablando?- a juzgar por la respuesta de Hueter aquello parecía incomodarle.

-Sentimos haberte tenido engañado todo este tiempo- Jacq se encogió de hombros al decirle aquellas palabras al necrófago, este le miraba fijamente con el ceño fruncido-La principal razón por la que vinimos a este sitio es porque Poli mi hermana sufre problemas de corazón desde hace tiempo. Cada vez sus ataques son mas fuertes ¿recuerdas que esta mañana he tenido que subir a por ella porque no se levantaba?

-Sabia que algo pasaba- el tono de Hueter mostraba seriedad.

-Venimos de un sitio muy alejado al este de esta región, donde vivíamos nos dijeron que la Hermandad del Rayo tenia tecnología para curar cualquier patología, por eso vinimos. Encontrarte fue mera casualidad pero gracias a ti lo conseguimos en poco tiempo. Te estamos muy agradecidos- Jacq sabia de sobra que aquellas palabras no apaciguarían la rabia que Hueter debía sentir hacia ellos en aquel momento por no haberle dicho la verdad, pero debía intentarlo.

-Muy bien, una historia muy bonita- carraspeó el necrófago- Que tu hermana se quede aquí al cuidado de estos frikis tecnológicos. Tu me acompañaras a por los hijos de aquella zorra y el botín lo dividiremos en dos partes una para mi y el resto para vosotros dos, luego cada uno seguirá su camino.

Jacq asintió con la cabeza, al fin y al cabo tampoco podía discutirle nada, por los gestos de Hueter era hombre muerto si no accedía a sus peticiones.

La transacción se realizó sin ningún problema, compraron dos servoarmaduras, un rifle de plasma para Hueter y Jacq adquirió un cañón Gauss, explosivos magnéticos y munición como para acabar con un ejército. Gastaron todas las chapas que disponían y dieron las armaduras que llevaban para terminar de pagar todo lo adquirido. Poli por el contrario se quedó con su parte del botín para costearse el tratamiento.

-Acompáñame, te llevaré a la enfermería- la chica encargada de la tienda cogió a Poli por el brazo- Por cierto puedes llamarme Traisa.

Jacq la cogió por el otro brazo y le dio un fuerte beso en la mejilla.

-Volveré a por ti hermana, te pondrás bien ya lo veras- una lágrima corrió por su mejilla. Era la primera vez que se separaban desde que se conocieron.

-Vámonos tenemos trabajo que hacer- Jacq hizo caso omiso a las palabras de Hueter, esperó viendo como su hermana se alejaba por aquel pasillo futurista llorando de alegría. El camino hasta la Hermandad había sido muy duro pero aun quedaba mucho por recorrer.

miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XV - CAJA DE PANDORA



HUETER






<<La guerra, la guerra nunca acabó>> recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día. Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras... caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana con todo.

Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.

Podrían pasar años y años que las habitaciones del Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas, botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.

A Hueter no le importaba, había dormido en sitios mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran tranquilas en el Transtorno.

Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en un cenicero.

-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con un trapo viejo.

-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil distinguirle.

-¿Y estas que horas son de llegar?

-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.

-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía con su empeño por dejar la barra limpia.

Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca transgénica.

Debido a la escasez de animales supervivientes después de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas, mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran antes de la guerra.

-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la hamburguesa.

-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.

Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café <<No es como el mío pero también vale>>.

-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín. Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas por las calles de Penélope.

Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el, susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un aspecto pálido.

-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o que?- quiso averiguar.

-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.

Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así que decidió actuar como si nada pasara.

La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.

-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.

-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.

Momentos después se despidió de todos los presentes en el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto. Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.

Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.

-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.

-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter. Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente escaneó la autorización.

-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar. ¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.

<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.

Era como antaño, habían pasado muchos años desde su última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra "suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor enemigo del Luxury Odín.

No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar <<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el robot lo echo fuera del Luxury Odín.

Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales, la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre no se correspondía con el original.

-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-

-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.

-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.

El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación. <<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.

Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en forma de vela. 
ruleta vieja




Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker, Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las suyas propias.

Hueter cambió todas las chapas que disponía por fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.

Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en ascensor.

Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder sin el código de seguridad.

Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta. El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada. Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que incitaba a beber.

Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia las mesas para apostar según su plan.

Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que buenos actores!>>.

Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;

-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver las múltiples caries que habían invadido su boca.

-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en tono burlesco -¡Sitraaannnggg!

<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados, orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.

-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.

-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo "pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.

-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!

El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga, traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien era el más borracho.

La primera botella acabó, tanto Jacq como su contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos, Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.

Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella ya estaba servida.

A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer, tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.

Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa, rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.

Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.

-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de sus fichas, todos menos Hueter.

Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.

-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!

<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía el montón de fichas por parte del camarero.

Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las escaleras para no tener que esperar el ascensor.

En el salón de juego todos los sentimientos del pasado le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose cada vez mas a las mesas de ruleta.

-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas dinero que cuando entró.