MOSARRETA
Su nuevo y postizo padre no dijo una palabra respecto a que pasaría con él,
una vez Cristine engendrara un hijo. Aunque tampoco hizo falta. La oferta de su
padre, el rey Penalba era demasiado suculenta como para rechazarla. A fin de
cuentas, se rumoreaba por la base que el rey, había tenido muchas esposas y que
ninguna de ellas había sido capaz de proporcionarle un vástago, como mucho
engendros que ni los supermutantes los querrían como hijos y de muy corto
periodo de vida. Algunos de ellos simplemente, nacieron muertos. Motivos no le
faltaban para suponer que su queridísima amiga Cristine, tampoco sería capaz de
tal propósito, pero no estaba del todo convencido, visto lo especialista que
era ella en amargarle la vida.
Mosarreta durmió aquella noche en un barracón contiguo al del rey, como
lo habría hecho el propio hijo de Penalba. Todo lujo de detalles lo habían
rodeado durante la noche. Sirvientas, agua limpia, comida abundante, incluso un
esclavo que hacía correr el aire con un cartón cuando Mosarreta así lo pedía.
<< ¡Nunca había dormido tan a gusto!-pensó nada mas
despertar-¡Esto de tener tus propios esclavos está cojonudo!>> No quería
despertar de aquel sueño, la cama le atrapaba como si volviera a carecer de
movilidad en las piernas. <<Si el viejo quiere tirársela-refiriendose a
Cristine-no deberá andar muy lejos de aquí. Mejor será que me la quite de en
medio cuanto antes. Aunque pensándolo bien, Penalba buscara otra moza para sus propósitos,
quizás deba dejar a un lado mis planes con esa puta, y encargarme de mi postizo
padre>>
Con la hoja de ruta marcada, Mosarreta se levantó cuidadosamente de la
cama. El exoesqueleto que le había proporcionado Neil para mover las piernas,
se desconectaba automáticamente al dormirse y por las mañanas tardaba unos
minutos en estar a pleno rendimiento.
Encima de una mesa de metal oxidado, al lado de la puerta de salida del barracón,
tenía preparado el desayuno. << ¡Está claro!-pensó nada más ver la
comida-¡Tengo que cargarme a los dos!>>
Sació el hambre matutino devorando el desayuno a toda velocidad. Recién
levantado era cuando mas apetito tenia, muestra de ello era su forma de devorar
todo lo que le habían servido. Con la panza llena y los cuencos vacios salió
del barracón, sin dejar de pensar en cómo acabaría con sus dos problemas sin
ser descubierto. <<Matarlos es fácil-pensó mirando su puño robótico-¿Pero
cómo lo hago?>>
Al salir se vio sorprendido por unos soldados, al parecer de la guardia
de su padre.
-¡Buenos días príncipe!-gritó uno de ellos cortándole el paso. Escuchar
la palabra príncipe refiriéndose a él, le hacía mucha gracia-¡Tu padre te
reclama!
Mosarreta asintió con la cabeza y siguió en silencio a los guardias.
Estos vestían servoarmaduras blancas al igual que el resto del ejército, pero
mucho más robustas, como si hubieran sido modificadas por la mano de algún
armero. Viéndolas de cerca, se notaba que el blanco no era el color original de
las armaduras, estas habían sido pintadas con alguna pintura con un tono
brillante.
El paseo duró poco, el barracón de su padre estaba a escasos metros del
suyo. Al llegar, los guardias se detuvieron en la puerta.
-¡Soldados en posición!-gritó de nuevo el mismo soldado que momentos antes
había reclamado su atención. Parecía el líder del grupo, pero tenía la misma
cara de mala hostia que los cinco restantes. Todos llevaban la misma cicatriz
en la mejilla izquierda, una raja que iba desde el lagrimal del ojo hasta la
oreja. Mosarreta quiso preguntar el porqué de esos cortes, pero antes de que
pudiera articular palabra alguna, la puerta del barracón se abrió, y su padre
hizo acto de presencia.
-¡Buenos días hijo!-dijo con su típica voz enlatada, levantando los
brazos como si quisiera atrapar el viento. Vestía la misma ropa que el día
anterior cuando le recibió en aquella tienda llena de cortinas-¡Hoy es un gran día!-hizo
un gesto con la mano reclamando la compañía de Mosarreta-¡Ven! Tenemos muchos
asuntos que tratar.
-¿Donde vamos?-a Mosarreta le picaba la curiosidad, quería saber con
lujo de detalle cuales eran los asuntos a los que se refería su
"padre".
-¡Hoy finaliza el torneo en la arena!-dijo el padre, al mismo tiempo que
comenzaban a pasear por una pequeña senda hecha a base de ladrillos de color
gris. Cuanto más caminaban, mas agitadas eran las respiraciones del rey, llegó
un momento en el que eran tan rápidas y seguidas que parecía ya no poder coger más
velocidad. El monarca no dijo palabra alguna durante la andanza, tampoco así
los guardias, que les rodeaban por delante y por detrás, formando una figura de
seis puntas-¡He aquí la grandiosidad de nuestro pueblo!-dijo nada mas divisar
una estructura enorme, esta debía levantar varias decenas de metros, vista
desde arriba debería ser redonda, al parecer un edificio construido en el
antiguo mundo, y restaurado por los esclavos del rey a base de trozos de metal,
madera y algunos ladrillos similares a los de la senda.
-¿Qué es esto?-preguntó Mosarreta nada más ver el tinglado que había allí
montado.
-La arena, lugar de entretenimiento para nuestro pueblo-explicó el rey
Penalba-Como hijo mío deberías saber que es, pero siempre has sido un inculto y
un inmaduro, en fin...-su supuesto padre parecía tomarse muy enserio aquella
farsa. Mosarreta en la vida había visto nada similar, ni siquiera en revistas o
libros, aunque a decir verdad, había leído muy poco-Entremos a tomar asiento.
El juego comenzará en breve.
El lugar por donde accedieron estaba custodiado por varios soldados que
al pasar el rey por delante, lo obsequiaron con una reverencia. <<Cuanta
chorrada hay que ver-pensó Mosarreta al ser testigo de aquella
pantomima>> Enfrente suyo, había unas escaleras de piedra un tanto
desgastadas por la erosión. Al comenzar el ascenso de estas, los soldados se
quedaron abajo.
-¡Disfrute de los juegos señor!-dijo uno de ellos. Las escaleras daban
acceso un balcón privado, desde donde se podía ver todo el interior de la
arena. Una plaza redonda cubierta de arena, rodeada por decenas de gradas en
donde toda la gente que vivía en aquella base se abarrotaba por conseguir un
sitio para sentarse. Por su parte, el rey y sus invitados tenían un asiento privilegiado
reservado, y entre ellos estaba Mosarreta.
<< ¿Qué coño hago yo aquí?>> Mosarreta nunca se había visto
tan fuera de lugar, mas cuando vio los payasos con los que iba a compartir
asiento en aquel circo. Su falso padre no era el único bicho raro, todos los allí
presentes vestían raro, como si hubieran viajado a tiempos muy remotos.
-¡No te asustes hijo!-bromeó el rey-A esta gente le gusta disfrazarse
para estas fiestas.
-¡Hombre si es el famoso hijo prodigo del rey!-gritó uno de los hombres
disfrazados-Perdona no nos han presentado. Soy LLote Copa, de la familia Copa,
mercader de esclavos y capitán de uno de los más poderosos ejércitos que apoya
la causa de tu querido padre.
-Mosarreta, ya sabes quién soy-respondió con seriedad.
-Si no recuerdo mal tu hijo se llamaba...
-¡Bleda, ya sabemos todos como se llamaba!-interrumpió el rey con
brusquedad-Cambió de nombre para no ser reconocido y ahora prefiere que le
llamemos así. Basta de presentaciones, tomemos asiento, me duelen los pinreles.
-Como no, a ti siempre te duelen los pies-dijo entre risas el tal
Bleda-Admite viejo, que cada vez estás más cascado.
-Pero aun tengo fuerzas para romperte los pocos dientes podridos que te
quedan de un puñetazo-dijo el rey, respondiendo a las burlas del tal Bleda.
-¡Haya paz señores!-interrumpió LLote Copa-Siempre estáis igual ¿podemos
tomar asiento y disfrutar del espectáculo para variar?
Todos los allí presentes, incluidos Mosarreta, obedecieron las palabras
de LLote, tomando asiento. Mosarreta, no sabía donde sentarse, así que decidió
esperar a que todo el mundo estuviera en su asiento para tomar el que quedara
libre, pero antes de que aquello tuviera lugar, su padre le indicó con un gesto
de su mano derecha, donde debía sentarse.
Las sillas no pasarían a la historia por ser las más cómodas del mundo.
Estaban hechas de mimbre, palos de madera y algún que otro clavo oxidado.
Mosarreta pensaba que antaño, mucho antes del antiguo mundo, las sillas debían
ser de ese tipo y aunque ahora el mundo fuera una autentica basura, no tenía
nada que envidiar a las personas que tuvieran que sufrir aquel tipo de
asientos. << ¡Más cómodo sentado en el suelo!-dijo para sí
mismo-¡Fijo!>>
De repente, unas mujeres bastante ligeras de ropa hicieron acto de
aparición en el palco, con las manos cargadas de platos de comida y alcohol.
-¡Pronto empezamos!-bromeó LLote Copa, cogiendo una jarra de lo que
debía ser Whisky.
-¡Hay que coger fuerzas amigo mío!-comentó Penalba-¡Mañana será un gran
día!
Los platos de comida que portaban las bellas mujeres eran de lo más
variados, de entre los que destacaba el mutajabalí o los aguijones de escorpión
gigante en salsa, pero lo que más le apetecía a Mosarreta era probar de nuevo la
carne de hombre pez y de entre todos los platos que divisó ninguno contenía tal
manjar, por lo que decidió hacer como LLote y coger una frasca de bebida alcohólica.
-¿Ya lo tienes decidido?-preguntó LLote al rey-Te recuerdo que Penélope
pese a las apariencias, aguarda buenas defensas en su interior.
-¡Lo tengo todo planeado LLote!-el rey miraba la carne con deseo, pero
parecía no estar dispuesto a quitarse aquella horrible mascara para poder
saborearla, quizás tampoco podía permitirse el lujo de hacerlo quien sabe-Déjame
que te cuente…-pero de nuevo el griterío de la grada hizo imposible escuchar
nada.
Todos en el palco se levantaron nada más saltar a la arena los participantes
del torneo. Había de todo, una mujer enorme y musculosa que más bien parecía un
hombre, un hombre de pelo canoso y por su raquítico torso bastante desnutrido. Estos
fueron los que más le llamaron la atención a Mosarreta, aunque había otros
muchos hombres armados dispuestos a luchar.
-¿Qué les has contado para que participen LLote?-preguntó Bleda que
estaba sentado al lado izquierdo de Mosarreta una vez el griterío pareció
calmarse.
-¡Solo prometí libertad a los supervivientes del duelo!-respondió LLote
esbozando una pequeña sonrisa.
-¡Tú y tus mentiras!-gritó Bleda-¡Que hijo de perra!
-Ya me conoces Bleda-LLote dio un buen trago de su frasca y se dirigió
de nuevo al rey-¿Me contabas que…?-de nuevo solo se escuchó el griterío del
público. Esta vez, un ser bastante amorfo apareció por otra de las puertas de
acceso a la arena. Una bestia de piel pálida y arrugada, sin ojos en la cara y
con garras negras bien afiladas. Esta posaba sus manos allá donde debía tener
los ojos, con las palmas de sus manos mirando hacia fuera.
-¡Este doctor Ju nos sorprende cada día más!-dijo entre risas el rey-¡No
me lo puedo creer! ¿Los ojos en las palmas de las manos? ¡Y seguro que habrá
conseguido que vea!
Inmediatamente después de salir la bestia, un campo magnético de color
azul rodeó la arena, quedando tanto el engendro como los participantes
atrapados en su interior.
-¿Bueno vas a contarnos de una puta vez que tienes planeado o qué?-inquirió
Bleda. O aquel Whisky era muy fuerte o
Mosarreta estaba bebiendo muy deprisa, puesto que comenzaba a ver al tal Bleda
un poco difuminado.
-¡Otra insolencia mas y te corto la lengua puto Bleda!-respondió el rey
Penalba-Bueno…-tomó un poco de aire, en aquel lugar hacia un calor horrible. El
pequeño toldo improvisado con cortinas que cubría el palco, ayudaba un poco a
soportar el calor, pero debía ser casi medio día y a esas horas, hacía calor
hasta debajo de las piedras, aquello parecía estar acusándolo su padre más que
el resto de los allí presentes-No vamos a entrar en una ciudad tan grande por
la fuerza bruta ni mucho menos. Gracias al doctor Ju, podremos acceder sin
levantar sospechas y sin temer bajas por parte de nuestros soldados.
-¡Explícate!-exigió Llote.
-Como sabréis, desde que comenzamos nuestra andadura en el sur, hemos
ido acumulando grandes cantidades de esclavos y de ahí la dificultad de hoy por
hoy alimentarlos en lo más mínimo para que sigan sirviéndonos sin llegar a
desfallecer. Pues bien tengo la solución para acabar con los dos problemas de
un plumazo-el rey miró fijamente a Mosarreta-Mi querido hijo conducirá a los
esclavos más débiles en un éxodo a las puertas de Penélope.
-¡Estás loco a más no poder Penalba!-dijo Bleda-¡Pero me encanta tu
plan!-Mosarreta estaba perdido dentro de aquella conversación, ¿Él liberando
esclavos?
-Sabemos de sobra que en Penélope toda persona que no represente amenaza
alguna es recibida sin ningún tipo de impedimento-de nuevo su padre tomó aire y
la máscara hizo aquel característico sonido a pedorreta que tanta gracia le hacía
a Mosarreta-¿Qué amenaza representarán un puñado de esclavos?
-¿Puñado?-preguntó Llote-Las jaulas se nos amontonan en el patio de la
base, yo diría decenas, por no decir cientos.
-Por eso no hay problema, mi hijo los introducirá diariamente, en grupos
de diez o veinte personas, en pocos días esos centenares de esclavos deberían estar
dentro. Es más nuestros informadores indican que incluso hay negreros que
estarían dispuestos a pagarnos un buen precio por ellos-su padre le miró
fijamente a la cara, con ojos que inspiraban confianza-¡Fíjate tú que incluso
nos ganaremos unas perras! ¿Quién iba a decirnos que mantener a estas ratas
inmundas nos iba a dar beneficios algún día?
-¿Y cómo lograrás disimular los collarines?-preguntó Llote-¿Les
pondremos bufandas en pleno verano?
-¡No habrá collarines!-respondió tajantemente el rey-Ahí es donde entra
la magia de nuestro querido doctor Ju-Mosarreta desvió un momento la vista para
mirar el combate que estaba teniendo lugar en la arena, al parecer el engendro
estaba a punto de ser derrotado-El doctor consiguió extraer la célula explosiva
que llevan incorporados los collarines de esclavos, esta ha sido modificada
para aumentar bastante su potencia. Sin
el collarín de por medio, la célula parece una pastilla de gran tamaño la cual,
nuestras mujeres cosieron a la ropa de los esclavos elegidos.
-¡Y cuando estén todos dentro “kaboom”!-gritó Bleda entre carcajadas-¡Eres
el puto amo Penalba, el puto a-mo!
Por lo visto Mosarreta iba a ser artífice de la masacre de centenares de
personas, en ese momento se debatió entre acatar las órdenes de su postizo
padre o intentar escapar de aquel lugar. El miedo se apoderó de su cuerpo
puesto que no sería nada fácil salir de allí con vida, comenzó a notar mas
sudor de lo normal en la frente y las manos, y le dieron una tremendas ganas de
vomitar, pero finalmente pudo controlar las arcadas.
-¡Parece que tu mujerona ha conseguido acabar con el experimento del
doctor, Llote!-comentó el rey, desviando la vista hacia la arena, en donde el
engendro y la mujer musculosa yacían muertos rodeados por el resto de
participantes supervivientes.
-¡Dejémoslo en un empate técnico!-replicó Llote-¡Mi mujercita también cayó!
Lentamente el público fue abandonando el recinto ante la atenta mirada
del rey, Llote y Bleda. Los supervivientes seguían en la arena, rodeados por el
campo electromagnético, al parecer esperando a ser liberados.
Uno de los soldados que antes había acompañado a Mosarreta y su padre a
la entrada del palco, entró en este y habló entre susurros con Llote. No se
escuchaba casi lo que conversaban, pero muy tímidamente escuchó decir a Llote;-acabad
con el resto.
Inmediatamente el soldado hizo
una señal desde lo alto de la escalera a sus compañeros que al parecer,
aguardaban a las afueras. Poco a poco el recinto quedaba vacío de espectadores,
pero ganaba en presencia de soldados, todos situándose en las gradas más
cercanas a la arena, donde aun aguardaban los participantes, confundidos por
aquella situación. Mosarreta imaginaba que iba a pasar con ellos, y no estaba
por la labor de asistir a otra masacre. Cuando se disponía a abandonar el
palco, su postizo padre le cogió del brazo derecho y tiró de él para acercarlo
de nuevo a la silla.
El soldado al cual Llote había dado la orden, hizo un gesto con el
brazo, el campo de fuerza desapareció y varias ráfagas de balas emergieron de
las armas de los soldados, acabando con la vida de aquellos pobres desgraciados
que momentos antes, habían ofrecido un espectáculo con la esperanza de conseguir
tan ansiada libertad.
En medio del tiroteo, el rey Penalba se dirigió hacia él y con mirada
desafiante le susurró:
-Si no quieres acabar como ellos, mejor será que
obedezcas mis órdenes. De lo contrario te meteré una de las pastillas
explosivas del doctor Ju por el culo y luego te lo coseré para que no puedas
cagarla y reventarte el ano en mil pedazos cuando a mi me plazca ¿Me has
entendido bien?