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viernes, 16 de octubre de 2015

CAPÍTULO XLVIII-LA CARA DEL PADRE



MOSARRETA



Su nuevo y postizo padre no dijo una palabra respecto a que pasaría con él, una vez Cristine engendrara un hijo. Aunque tampoco hizo falta. La oferta de su padre, el rey Penalba era demasiado suculenta como para rechazarla. A fin de cuentas, se rumoreaba por la base que el rey, había tenido muchas esposas y que ninguna de ellas había sido capaz de proporcionarle un vástago, como mucho engendros que ni los supermutantes los querrían como hijos y de muy corto periodo de vida. Algunos de ellos simplemente, nacieron muertos. Motivos no le faltaban para suponer que su queridísima amiga Cristine, tampoco sería capaz de tal propósito, pero no estaba del todo convencido, visto lo especialista que era ella en amargarle la vida.
Mosarreta durmió aquella noche en un barracón contiguo al del rey, como lo habría hecho el propio hijo de Penalba. Todo lujo de detalles lo habían rodeado durante la noche. Sirvientas, agua limpia, comida abundante, incluso un esclavo que hacía correr el aire con un cartón cuando Mosarreta así lo pedía.
<< ¡Nunca había dormido tan a gusto!-pensó nada mas despertar-¡Esto de tener tus propios esclavos está cojonudo!>> No quería despertar de aquel sueño, la cama le atrapaba como si volviera a carecer de movilidad en las piernas. <<Si el viejo quiere tirársela-refiriendose a Cristine-no deberá andar muy lejos de aquí. Mejor será que me la quite de en medio cuanto antes. Aunque pensándolo bien, Penalba buscara otra moza para sus propósitos, quizás deba dejar a un lado mis planes con esa puta, y encargarme de mi postizo padre>>
Con la hoja de ruta marcada, Mosarreta se levantó cuidadosamente de la cama. El exoesqueleto que le había proporcionado Neil para mover las piernas, se desconectaba automáticamente al dormirse y por las mañanas tardaba unos minutos en estar a pleno rendimiento.
Encima de una mesa de metal oxidado, al lado de la puerta de salida del barracón, tenía preparado el desayuno. << ¡Está claro!-pensó nada más ver la comida-¡Tengo que cargarme a los dos!>>
Sació el hambre matutino devorando el desayuno a toda velocidad. Recién levantado era cuando mas apetito tenia, muestra de ello era su forma de devorar todo lo que le habían servido. Con la panza llena y los cuencos vacios salió del barracón, sin dejar de pensar en cómo acabaría con sus dos problemas sin ser descubierto. <<Matarlos es fácil-pensó mirando su puño robótico-¿Pero cómo lo hago?>>
Al salir se vio sorprendido por unos soldados, al parecer de la guardia de su padre.
-¡Buenos días príncipe!-gritó uno de ellos cortándole el paso. Escuchar la palabra príncipe refiriéndose a él, le hacía mucha gracia-¡Tu padre te reclama!
Mosarreta asintió con la cabeza y siguió en silencio a los guardias. Estos vestían servoarmaduras blancas al igual que el resto del ejército, pero mucho más robustas, como si hubieran sido modificadas por la mano de algún armero. Viéndolas de cerca, se notaba que el blanco no era el color original de las armaduras, estas habían sido pintadas con alguna pintura con un tono brillante.
El paseo duró poco, el barracón de su padre estaba a escasos metros del suyo. Al llegar, los guardias se detuvieron en la puerta.
-¡Soldados en posición!-gritó de nuevo el mismo soldado que momentos antes había reclamado su atención. Parecía el líder del grupo, pero tenía la misma cara de mala hostia que los cinco restantes. Todos llevaban la misma cicatriz en la mejilla izquierda, una raja que iba desde el lagrimal del ojo hasta la oreja. Mosarreta quiso preguntar el porqué de esos cortes, pero antes de que pudiera articular palabra alguna, la puerta del barracón se abrió, y su padre hizo acto de presencia.
-¡Buenos días hijo!-dijo con su típica voz enlatada, levantando los brazos como si quisiera atrapar el viento. Vestía la misma ropa que el día anterior cuando le recibió en aquella tienda llena de cortinas-¡Hoy es un gran día!-hizo un gesto con la mano reclamando la compañía de Mosarreta-¡Ven! Tenemos muchos asuntos que tratar.
-¿Donde vamos?-a Mosarreta le picaba la curiosidad, quería saber con lujo de detalle cuales eran los asuntos a los que se refería su "padre".
-¡Hoy finaliza el torneo en la arena!-dijo el padre, al mismo tiempo que comenzaban a pasear por una pequeña senda hecha a base de ladrillos de color gris. Cuanto más caminaban, mas agitadas eran las respiraciones del rey, llegó un momento en el que eran tan rápidas y seguidas que parecía ya no poder coger más velocidad. El monarca no dijo palabra alguna durante la andanza, tampoco así los guardias, que les rodeaban por delante y por detrás, formando una figura de seis puntas-¡He aquí la grandiosidad de nuestro pueblo!-dijo nada mas divisar una estructura enorme, esta debía levantar varias decenas de metros, vista desde arriba debería ser redonda, al parecer un edificio construido en el antiguo mundo, y restaurado por los esclavos del rey a base de trozos de metal, madera y algunos ladrillos similares a los de la senda.
-¿Qué es esto?-preguntó Mosarreta nada más ver el tinglado que había allí montado.
-La arena, lugar de entretenimiento para nuestro pueblo-explicó el rey Penalba-Como hijo mío deberías saber que es, pero siempre has sido un inculto y un inmaduro, en fin...-su supuesto padre parecía tomarse muy enserio aquella farsa. Mosarreta en la vida había visto nada similar, ni siquiera en revistas o libros, aunque a decir verdad, había leído muy poco-Entremos a tomar asiento. El juego comenzará en breve.
El lugar por donde accedieron estaba custodiado por varios soldados que al pasar el rey por delante, lo obsequiaron con una reverencia. <<Cuanta chorrada hay que ver-pensó Mosarreta al ser testigo de aquella pantomima>> Enfrente suyo, había unas escaleras de piedra un tanto desgastadas por la erosión. Al comenzar el ascenso de estas, los soldados se quedaron abajo.
-¡Disfrute de los juegos señor!-dijo uno de ellos. Las escaleras daban acceso un balcón privado, desde donde se podía ver todo el interior de la arena. Una plaza redonda cubierta de arena, rodeada por decenas de gradas en donde toda la gente que vivía en aquella base se abarrotaba por conseguir un sitio para sentarse. Por su parte, el rey y sus invitados tenían un asiento privilegiado reservado, y entre ellos estaba Mosarreta.
<< ¿Qué coño hago yo aquí?>> Mosarreta nunca se había visto tan fuera de lugar, mas cuando vio los payasos con los que iba a compartir asiento en aquel circo. Su falso padre no era el único bicho raro, todos los allí presentes vestían raro, como si hubieran viajado a tiempos muy remotos.
-¡No te asustes hijo!-bromeó el rey-A esta gente le gusta disfrazarse para estas fiestas.
-¡Hombre si es el famoso hijo prodigo del rey!-gritó uno de los hombres disfrazados-Perdona no nos han presentado. Soy LLote Copa, de la familia Copa, mercader de esclavos y capitán de uno de los más poderosos ejércitos que apoya la causa de tu querido padre.
-Mosarreta, ya sabes quién soy-respondió con seriedad.
-Si no recuerdo mal tu hijo se llamaba...
-¡Bleda, ya sabemos todos como se llamaba!-interrumpió el rey con brusquedad-Cambió de nombre para no ser reconocido y ahora prefiere que le llamemos así. Basta de presentaciones, tomemos asiento, me duelen los pinreles.
-Como no, a ti siempre te duelen los pies-dijo entre risas el tal Bleda-Admite viejo, que cada vez estás más cascado.
-Pero aun tengo fuerzas para romperte los pocos dientes podridos que te quedan de un puñetazo-dijo el rey, respondiendo a las burlas del tal Bleda.
-¡Haya paz señores!-interrumpió LLote Copa-Siempre estáis igual ¿podemos tomar asiento y disfrutar del espectáculo para variar?
Todos los allí presentes, incluidos Mosarreta, obedecieron las palabras de LLote, tomando asiento. Mosarreta, no sabía donde sentarse, así que decidió esperar a que todo el mundo estuviera en su asiento para tomar el que quedara libre, pero antes de que aquello tuviera lugar, su padre le indicó con un gesto de su mano derecha, donde debía sentarse.
Las sillas no pasarían a la historia por ser las más cómodas del mundo. Estaban hechas de mimbre, palos de madera y algún que otro clavo oxidado. Mosarreta pensaba que antaño, mucho antes del antiguo mundo, las sillas debían ser de ese tipo y aunque ahora el mundo fuera una autentica basura, no tenía nada que envidiar a las personas que tuvieran que sufrir aquel tipo de asientos. << ¡Más cómodo sentado en el suelo!-dijo para sí mismo-¡Fijo!>>
De repente, unas mujeres bastante ligeras de ropa hicieron acto de aparición en el palco, con las manos cargadas de platos de comida y alcohol.
-¡Pronto empezamos!-bromeó LLote Copa, cogiendo una jarra de lo que debía ser Whisky.
-¡Hay que coger fuerzas amigo mío!-comentó Penalba-¡Mañana será un gran día!
Imagen de escorpión mutante
Los platos de comida que portaban las bellas mujeres eran de lo más variados, de entre los que destacaba el mutajabalí o los aguijones de escorpión gigante en salsa, pero lo que más le apetecía a Mosarreta era probar de nuevo la carne de hombre pez y de entre todos los platos que divisó ninguno contenía tal manjar, por lo que decidió hacer como LLote y coger una frasca de bebida alcohólica.
-¿Ya lo tienes decidido?-preguntó LLote al rey-Te recuerdo que Penélope pese a las apariencias, aguarda buenas defensas en su interior.
-¡Lo tengo todo planeado LLote!-el rey miraba la carne con deseo, pero parecía no estar dispuesto a quitarse aquella horrible mascara para poder saborearla, quizás tampoco podía permitirse el lujo de hacerlo quien sabe-Déjame que te cuente…-pero de nuevo el griterío de la grada hizo imposible escuchar nada.
Todos en el palco se levantaron nada más saltar a la arena los participantes del torneo. Había de todo, una mujer enorme y musculosa que más bien parecía un hombre, un hombre de pelo canoso y por su raquítico torso bastante desnutrido. Estos fueron los que más le llamaron la atención a Mosarreta, aunque había otros muchos hombres armados dispuestos a luchar.
-¿Qué les has contado para que participen LLote?-preguntó Bleda que estaba sentado al lado izquierdo de Mosarreta una vez el griterío pareció calmarse.
-¡Solo prometí libertad a los supervivientes del duelo!-respondió LLote esbozando una pequeña sonrisa.
-¡Tú y tus mentiras!-gritó Bleda-¡Que hijo de perra!
-Ya me conoces Bleda-LLote dio un buen trago de su frasca y se dirigió de nuevo al rey-¿Me contabas que…?-de nuevo solo se escuchó el griterío del público. Esta vez, un ser bastante amorfo apareció por otra de las puertas de acceso a la arena. Una bestia de piel pálida y arrugada, sin ojos en la cara y con garras negras bien afiladas. Esta posaba sus manos allá donde debía tener los ojos, con las palmas de sus manos mirando hacia fuera.
-¡Este doctor Ju nos sorprende cada día más!-dijo entre risas el rey-¡No me lo puedo creer! ¿Los ojos en las palmas de las manos? ¡Y seguro que habrá conseguido que vea!
Inmediatamente después de salir la bestia, un campo magnético de color azul rodeó la arena, quedando tanto el engendro como los participantes atrapados en su interior.
-¿Bueno vas a contarnos de una puta vez que tienes planeado o qué?-inquirió Bleda.  O aquel Whisky era muy fuerte o Mosarreta estaba bebiendo muy deprisa, puesto que comenzaba a ver al tal Bleda un poco difuminado.
-¡Otra insolencia mas y te corto la lengua puto Bleda!-respondió el rey Penalba-Bueno…-tomó un poco de aire, en aquel lugar hacia un calor horrible. El pequeño toldo improvisado con cortinas que cubría el palco, ayudaba un poco a soportar el calor, pero debía ser casi medio día y a esas horas, hacía calor hasta debajo de las piedras, aquello parecía estar acusándolo su padre más que el resto de los allí presentes-No vamos a entrar en una ciudad tan grande por la fuerza bruta ni mucho menos. Gracias al doctor Ju, podremos acceder sin levantar sospechas y sin temer bajas por parte de nuestros soldados.
-¡Explícate!-exigió Llote.
-Como sabréis, desde que comenzamos nuestra andadura en el sur, hemos ido acumulando grandes cantidades de esclavos y de ahí la dificultad de hoy por hoy alimentarlos en lo más mínimo para que sigan sirviéndonos sin llegar a desfallecer. Pues bien tengo la solución para acabar con los dos problemas de un plumazo-el rey miró fijamente a Mosarreta-Mi querido hijo conducirá a los esclavos más débiles en un éxodo a las puertas de Penélope.
-¡Estás loco a más no poder Penalba!-dijo Bleda-¡Pero me encanta tu plan!-Mosarreta estaba perdido dentro de aquella conversación, ¿Él liberando esclavos?
-Sabemos de sobra que en Penélope toda persona que no represente amenaza alguna es recibida sin ningún tipo de impedimento-de nuevo su padre tomó aire y la máscara hizo aquel característico sonido a pedorreta que tanta gracia le hacía a Mosarreta-¿Qué amenaza representarán un puñado de esclavos?
-¿Puñado?-preguntó Llote-Las jaulas se nos amontonan en el patio de la base, yo diría decenas, por no decir cientos.
-Por eso no hay problema, mi hijo los introducirá diariamente, en grupos de diez o veinte personas, en pocos días esos centenares de esclavos deberían estar dentro. Es más nuestros informadores indican que incluso hay negreros que estarían dispuestos a pagarnos un buen precio por ellos-su padre le miró fijamente a la cara, con ojos que inspiraban confianza-¡Fíjate tú que incluso nos ganaremos unas perras! ¿Quién iba a decirnos que mantener a estas ratas inmundas nos iba a dar beneficios algún día?
-¿Y cómo lograrás disimular los collarines?-preguntó Llote-¿Les pondremos bufandas en pleno verano?
-¡No habrá collarines!-respondió tajantemente el rey-Ahí es donde entra la magia de nuestro querido doctor Ju-Mosarreta desvió un momento la vista para mirar el combate que estaba teniendo lugar en la arena, al parecer el engendro estaba a punto de ser derrotado-El doctor consiguió extraer la célula explosiva que llevan incorporados los collarines de esclavos, esta ha sido modificada para aumentar bastante su potencia.  Sin el collarín de por medio, la célula parece una pastilla de gran tamaño la cual, nuestras mujeres cosieron a la ropa de los esclavos elegidos.
-¡Y cuando estén todos dentro “kaboom”!-gritó Bleda entre carcajadas-¡Eres el puto amo Penalba, el puto a-mo!
Por lo visto Mosarreta iba a ser artífice de la masacre de centenares de personas, en ese momento se debatió entre acatar las órdenes de su postizo padre o intentar escapar de aquel lugar. El miedo se apoderó de su cuerpo puesto que no sería nada fácil salir de allí con vida, comenzó a notar mas sudor de lo normal en la frente y las manos, y le dieron una tremendas ganas de vomitar, pero finalmente pudo controlar las arcadas.
-¡Parece que tu mujerona ha conseguido acabar con el experimento del doctor, Llote!-comentó el rey, desviando la vista hacia la arena, en donde el engendro y la mujer musculosa yacían muertos rodeados por el resto de participantes supervivientes.
-¡Dejémoslo en un empate técnico!-replicó Llote-¡Mi mujercita también cayó!
Lentamente el público fue abandonando el recinto ante la atenta mirada del rey, Llote y Bleda. Los supervivientes seguían en la arena, rodeados por el campo electromagnético, al parecer esperando a ser liberados.
Uno de los soldados que antes había acompañado a Mosarreta y su padre a la entrada del palco, entró en este y habló entre susurros con Llote. No se escuchaba casi lo que conversaban, pero muy tímidamente escuchó decir a Llote;-acabad con el resto.
 Inmediatamente el soldado hizo una señal desde lo alto de la escalera a sus compañeros que al parecer, aguardaban a las afueras. Poco a poco el recinto quedaba vacío de espectadores, pero ganaba en presencia de soldados, todos situándose en las gradas más cercanas a la arena, donde aun aguardaban los participantes, confundidos por aquella situación. Mosarreta imaginaba que iba a pasar con ellos, y no estaba por la labor de asistir a otra masacre. Cuando se disponía a abandonar el palco, su postizo padre le cogió del brazo derecho y tiró de él para acercarlo de nuevo a la silla.
El soldado al cual Llote había dado la orden, hizo un gesto con el brazo, el campo de fuerza desapareció y varias ráfagas de balas emergieron de las armas de los soldados, acabando con la vida de aquellos pobres desgraciados que momentos antes, habían ofrecido un espectáculo con la esperanza de conseguir tan ansiada libertad.
En medio del tiroteo, el rey Penalba se dirigió hacia él y con mirada desafiante le susurró:
-Si no quieres acabar como ellos, mejor será que obedezcas mis órdenes. De lo contrario te meteré una de las pastillas explosivas del doctor Ju por el culo y luego te lo coseré para que no puedas cagarla y reventarte el ano en mil pedazos cuando a mi me plazca ¿Me has entendido bien?

sábado, 27 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXVII - FANTASMAS DEL PASADO



CRISTINE



Los días pasaban volando en el pueblo de Salatiga, pero no le importaba. Por primera vez en su vida Cristine era feliz y aquel sitio se había convertido en su hogar. Tenía todo lo que una persona podía desear, comida, una casa y alguien que la amara.
Todos los días eran casi iguales, Jacq se levantaba temprano, nada más salir el sol, para irse de caza con Pervert. Ella a veces los acompañaba, pero la mayoría del tiempo lo pasaba realizando tareas que la mujer le pedía. Comerciar con los mercaderes ambulantes para conseguir munición o piezas para reparar armas, comprar comida en el mercadillo que instalaban todos los días por la mañana en la plaza central de Salatiga eran algunas de las tareas que solía realizar, cada vez se le daba mejor, sobre todo comerciar. Los mercaderes comenzaban a conocerla como la Dama de Hierro, ya que nunca cedía en sus pretensiones, siempre solía conseguir lo que quería al mejor precio.
La mañana había sido soleada y calurosa, pero conforme el día avanzó un nubarrón se instaló en el cielo de Salatiga. Pervert decidió no salir a cazar esa tarde, el negocio iba bien y podían permitirse el lujo de una tarde libre, aunque Jacq quiso oponerse porque quería conseguir rápidamente las suficientes chapas para ir en busca de su hermana. Finalmente se hizo lo que Pervert dijo, Jacq aceptó a regañadientes.
Cristine había estado buscando día tras día un momento en el que estar a solas con Jacq, pero cuando no era Pervert era Troy quien les acompañaba y aquello comenzaba a incomodarla. Esta vez la tropa entera se dirigía al bar para llenarse la panza y echar unos cuantos tragos para variar.
-¿Pervert?-llamó a la muchacha en voz bajita, dejando que Jacq se adelantase al grupo.
-¿Que quieres corazón?- por muy mal que le fueran las cosas Pervert siempre tenía una palabra amable. Nunca había conocido una persona tan cariñosa como ella. La gente por norma general era muy mal hablada y poco hospitalaria.
-Fui esta mañana donde el viejo Gaspar a por la armadura de Jacq, pero el hombre me dijo que hasta la tarde no lo tendría-se estaba poniendo nerviosa por momentos-¿Podrías ir tu a por ella? Quiero estar a solas con Jacq, ya me entiendes...
-Ja...ja...ja...-la risa de la muchacha hizo girarse a Jacq extrañado.
-¿Que os hace tanta gracia?-preguntó con el ceño fruncido.
-¡Cosas de mujeres!-respondió Pervert, haciendo un movimiento con la mano para que continuara caminando hacia el bar-¡Descuida tonta!-sonrió de nuevo, esta vez mas disimuladamente-Iré yo a por la armadura, total tenemos la tarde libre ¡Por fin!
Cada día conocía mejor Salatiga, cada día los pequeños laberintos que formaban las casas se hacían más fáciles de atravesar, ya no tenía que recorrerse diez veces el pueblo entero para llegar a un sitio u otro.
-Quieres estrenar el colchón que compraste ¿verdad?- aquella pregunta la incomodó. Días atrás uno de los mercaderes tenía a la venta un viejo colchón del antiguo mundo, Cristine estaba cansada de dormir en aquel destartalado sofá. Todas las mañanas se levantaba con dolor de cuello. Muchas noches se acurrucaba en el suelo junto Jacq y conseguía descansar, aunque el hombre no era de dormir mucho y echarse en el suelo sin el pecho de este para apoyar su cabeza era incluso más incomodo que el sofá. Una vez vio el colchón no lo pensó dos veces y fue a por él. El mercader debió notar su desesperación por conseguirlo, así que aprovechó para incrementar el precio. Aquello no fue motivo para no comprarlo y finalmente accedió. Como cortesía los ayudantes del mercader llevaron la compra hasta la casa de Pervert. A partir de ahí las noches comenzaron a ser mucho más plácidas.
-¡Ya lo estrené!-respondió Cristine con voz temblorosa.
-¡Tranquila a mi no tienes porqué mentirme!-la mujer quiso quitarle importancia al asunto al ver cómo le incomodaba la conversación.
Poco tiempo tardaron en llegar a la plaza central, los comerciantes locales comenzaban a recoger las tiendas a toda velocidad una vez los nubarrones dejaron caer las primeras gotas. El género se podría estropear y para muchos de ellos, era lo único que tenían para poder subsistir un día más.
Dentro del bar el panorama era el de siempre, humo de tabaco, alcohol y más humo. Solo quedaban dos mesas vacías, una cerca de la entrada y otra al fondo del local, más apartada y con un ambiente más tenue.
-¿Aquí o al fondo?- pregunto Pervert moviendo el dedo índice hacia las mesas vacías.
-¡Aquí mismo!-espetó Jacq que aun parecía cabreado por no salir de caza.
-¡No seas quejica!-bromeó la muchacha sentándose en uno de los taburetes de la mesa, justamente el más cercano a la puerta. El otro lado de la mesa daba a la pared, donde había instalado un banco alargado de madera para poder sentarse -¡Nos merecemos un día de descanso, en breve podrás regresar a Odín con tu querida hermana!
La idea de que Jacq abandonara Salatiga aterraba a Cristine, no hubo momento para hablar con él y preguntarle si podía acompañarlo, aunque tampoco estaba segura de querer hacerlo. Seguramente que la Banda de los Trajes Grises aun estaría detrás de ella y no estaba por la labor querer ser descubierta. Salatiga se había convertido en su nuevo hogar, pero tampoco sabía cuanto duraría la hospitalidad de Pervert. Estaba hecha un lio y al parecer nadie iba a darle una respuesta en aquel momento, así que decidió que lo mejor sería disfrutar del momento mientras pudiera.
Jacq se sentó en la esquina interior del taburete y ella pegada a su lado, aunque tuviera dudas respecto a que le depararía el futuro, la atracción hacia aquel hombre no había hecho más que aumentar a medida que pasaban los días.
Muy sutilmente deslizó su mano derecha dejándola caer sobre el muslo izquierdo de Jacq, este al notar su presencia la miró como si estuviera sorprendido de aquello, aunque no pareció importarle.
El posadero como de costumbre les atendió de inmediato, hacían tantas horas en aquel antro que ya les conocía de sobra y siempre les recibía con una sonrisa de oreja a oreja, aunque esta careciera de muchos dientes y fuera un poco desagradable a la vista, una sonrisa siempre era de agradecer.
-¡Hombre mis borrachos preferidos!- siempre los saludaba con aquellas palabras, se habían labrado una buena fama tantas horas allí metidos- ¡Hoy para comer tenemos hamburguesas de libélula!
-A mi tráeme un par de ellas y una...- Cristine deslizó suavemente su mano hacia la entrepierna de Jacq acariciando tímidamente la zona. Por fortuna días antes Jacq se compró ropa usada en bastante buen estado y ya no llevaba aquellos sucios pantalones, ni la mugrienta camiseta que encontró en casa de Pervert. Al notar su mano el muchacho se quedo callado durante unos momentos, mirando fijamente al camarero, el cual esperaba a que terminara de pedir-... una... una... cerveza.
-¡Para mí una hamburguesa y agua!-dijo Cristine.
-¡Yo lo mismo que Jacq!-fue la elección de Pervert.
Cada día había un menú diferente en función de la caza obtenida. Manolo, el posadero del bar Budo tenía sus propios cazadores, los cuales se encargaban de traer la materia prima para cocinar. Fuera lo que fuera aquello que cazaran, el cocinero tenía el don de hacer unos platos deliciosos.
La tormenta comenzó a ser intensa, tanto era así que los relámpagos del exterior se escuchaban como si hubieran tenido lugar dentro del local.
-¡Bueno cuando acabe la tormenta tengo que hacer un encargo personal!- dijo Pervert. Cristine sabía perfectamente a que se refería y no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa.
Jacq por su parte daba un largo trago de cerveza, ajeno a todo, parecía que no le importaba que ella estuviera metiéndole mano, aunque Cristine notaba como otra parte de su cuerpo no opinaba lo mismo. La vergüenza la invadió por completo y rápidamente retiró la mano, apoyándola sobre la mesa.
-¿Te pasa algo?-preguntó Jacq en voz bajita, mirándola de reojo, con una pequeña sonrisa en la boca.
Al momento regresó Manolo el posadero, esta vez con las hamburguesas recién hechas.
Ya no tenía miedo a probar cualquier comida que le sirviera el dueño de aquel antro, los días anteriores habían comido casi todo lo comible, Tortilla de a saber que, estofado de rata gigante, glándulas de escorpión mutante con salsa picante, intestinos de mutajabalí en salazón y muchas otras comidas que ahora no le venían a la cabeza. Las hamburguesas de libélula eran lo más normal dentro de aquel estrambótico menú.
Según contaban los borrachos de las mesas adyacentes, en el antiguo mundo, las hamburguesas venían dentro de una cosa que se llamaba pan, pero hoy en día nadie había tenido la fortuna de ver algo similar.
-¡Que buena pinta!-dijo Pervert que parecía querer comerse la hamburguesa con los ojos. Nadie respondió, Jacq daba grandes bocados a la carne de libélula, mientras, Cristine entre mordisco y mordisco, arrancaba pequeños trocitos de hamburguesa tirándoselos a Troy por debajo de la mesa.
Tanto Jacq como Pervert acabaron rápidamente con sus platos, al parecer la caza les había abierto el apetito, mientras ella hacia verdaderos esfuerzos por terminarse el suyo. Finalmente desistió y terminó por darle el resto al perro.
-¿Un Whiskycito para hacer la digestión?-preguntó Jacq frotándose la tripa. Era siempre la misma rutina, comer y emborracharse, cenar y continuar emborrachándose. A Jacq no parecía afectarle lo más mínimo el alcohol, por el contrario Pervert parecía tener más dificultades a la hora de seguir el ritmo del hombre.
-¿Y un parchís borracho?-el parchís era un juego del antiguo mundo que consistía en meter las fichas en una casilla que se llamaba casa, se jugaba con un dado y cuatro fichas cada uno, pero en esta modalidad se habían substituido las fichas por vasos de chupito. Al entrar en casa el propietario del chupito tenía que bebérselo de un trago y cuando un chupito alcanzaba la posición que ocupaba otro chupito propiedad del rival, había que beberse los dos.
Jacq era el más tramposo de todos, movía los chupitos de posición sin que nadie se diera cuenta la mayoría de veces para beber más que nadie, Cristine por su lado hacía la vista gorda para no tener que beber tanto. Simplemente dedicaba sus esfuerzos en intentar excitar al hombre acariciándole la espalda o metiéndole mano por debajo de la mesa, pero las manos aun le olían a comida y el perro se las chupaba cuando Cristine intentaba posarlas sobre la pierna de Jacq. Aquello parecía ser una misión un tanto complicada, pero no iba a perder la esperanza por conseguirlo.
Las partidas solían alargarse, pero aquella tarde Pervert parecía menos tramposa que de costumbre, así que la partida terminó pronto resultando Jacq el ganador para variar.
-¡Que sueño me está entrando!-dijo Cristine apoyando la cabeza sobre el pecho de Jacq. El hombre se sentó de lado para dejarle una posición más cómoda. << ¡Bien parece que mis esfuerzos comienzan a dar resultado!-pensó>> Ella no dudó en aprovechar la invitación y se acomodó sobre el banco de madera. Jacq la rodeó con los brazos posando las manos en su tripita, ahora Cristine comenzaba a sentirse a gusto.
-¡Eres un tramposo!- Pervert recriminaba a Jacq una de las anteriores jugadas del parchís borracho. Al mirar a la muchacha Cristine observó como un tipo bastante extraño entraba por la puerta. Llevaba un hábito con capucha que le cubría la cara casi en su totalidad, pero lo poco que pudo ver le resultaba familiar y no sabía de qué. Rápidamente aquel tipo ocupó la única mesa que quedaba libre en el bar.
-¡Eres muy mala! ¡Siempre te gano!- bromeaba Jacq- ¡Y mejor no hablemos de la señorita!- esta vez era su turno.
-¡Si lo hago aposta!-replicó Cristine- Siempre te dejo ganar, porque se lo que te gusta beber- mirándolo de reojo observó la cara de tonto que se le había quedado a Jacq después de escuchar sus palabras. Pervert no podía disimular las burlas, intentaba taparse la boca con las manos pero sus ojos la delataban.
-¡Me da igual!- dijo Jacq terminándose lo poco que quedaba en la botella después de la partida-¡Gané yo!
Al poco la tormenta pareció calmarse, ya no se escuchaba el golpear de las gotas en las planchas de metal con las que estaba construido el local y los relámpagos habían mermado su actividad.
-¡Hora de hacer el recado!-Pervert se levantó del taburete y dejó caer un puñado de chapas sobre la mesa-¡El resto lo ponéis vosotros! ¡Nos vemos luego!
-¿Dónde vas tan deprisa?-preguntó Jacq parando la huida de la mujer.
-¡A recoger un traje!-señaló a Troy-¡Me llevo al perro para que pasee un poco, que tanto comer y no caminar no es bueno! ¡Vamos Troy!
Pervert salió a toda velocidad del local seguida por el perro. Al abrirse la puerta Cristine pudo comprobar cómo el cielo continuaba igual de oscuro, ya no llovía pero los relámpagos aun se escuchaban a lo lejos.
-¡Nos hemos quedado solos!- Jacq aun parecía tener ganas de beber, pero ella ya había tenido suficiente.
-¡Yo ya voy un poco borracha!- realmente estaba fingiendo su embriaguez, pero quería aprovechar ese momento para estar asolas con él y no pasarlo emborrachándose.
-¡Te entiendo!- Jacq pareció captar la indirecta- ¿Nos vamos a la casa?
-Si tu quieres...-<< ¡Pensaba que nunca me lo pedirías capullo!>>, Cristine se giró y le dio un beso en la boca.
-¡Me has convencido!-Jacq respondió con otro beso-¡Yo invito!
Poco duró la tregua que había dado momentos antes la tormenta y al salir del bar Budo dieron cuenta de ello.
Caminaban a paso ligero, cogidos de la mano en dirección a la casucha de Pervert cuando Jacq paró en seco.
-¿Qué te pasa?-pregunto Cristine extrañada.
-La verdad no se qué hago aquí, ni cuál es mi función en todo esto- respondió Jacq en voz queda.
-¡Yo tampoco lo sabía hasta que te conocí!
-¡No me vengas con tonterías si casi te vuelo la cabeza!-espetó el hombre.
-¡No me refiero a esa vez!- ella continuaba sintiéndose en deuda con él por haberla salvado la vida en el cruce de túneles-El día en que te conocí fue cuando desperté en medio de aquel cráter. Tú estabas tumbado encima de mí con la servoarmadura hecha añicos. Casi das tu vida por salvar la mía, desde ese momento comprendí que aún quedan buenas personas en este condenado mundo. Por diminuto que sea aun queda un rayo de esperanza para la humanidad.
-Que poco me conoces ¿Yo una buena persona?-Jacq no pudo contener la emoción, sus ojos brillaban, no sabía si era por la intensa lluvia o porque realmente estaba llorando, pero eso daba igual. El la abrazó contra su pecho, Cristine notaba el palpitar del corazón de Jacq y posiblemente el también notara el suyo. La tormenta cogía cada vez más fuerza, ambos estaban empapados de arriba abajo, pero no importaba, nada importaba a su alrededor. De nuevo sus labios se juntaron dando lugar al beso más apasionado que Cristine había sentido nunca.
-¡Creo que nos vamos a mojar!- Jacq la miraba con deseo, y ella le respondía con la sonrisa más pícara que sus labios podían crear.
<< ¡No quiero que esto acabe nunca!-pensaba mientras corrían en dirección a la casucha de Pervert>>
Nada más entrar en la casa se quitaron la ropa que ya no podía estar más mojada, tanto que parecía pesar el doble.
Jacq la acostó en el viejo colchón situado en el salón de la casa, donde antes estaba el destartalado sofá, la miró, le sonrió, y la volvió a besar. Lentamente bajó hacia sus partes íntimas. Cristine no sabía muy bien que era lo que el hombre estaba haciendo, pero era tan asombroso que no podía parar de retorcerse del placer. De pronto paró, dejó de acariciarla y comenzó a bajarse los empapados calzones al mismo tiempo que contemplaba su cuerpo semidesnudo, delicadamente entró en ella haciendo movimientos suaves y pausados que iban aumentando conforme cruzaban sus miradas. Cada vez más y más fuertes sus movimientos que Cristine quería gritar pero él no la dio tiempo y le silenció con un fuerte beso. Cristine arañaba la espalda de Jacq, era muy cálida por el calor que desprendía su cuerpo. Tiraba de sus cabellos, estrujaba su pequeño pero duro trasero contra ella, llegando al mismo tiempo a un intenso orgasmo que hizo que sus cuerpos quedasen exhaustos por aquel acto tan apasionado. Lo más hermoso de aquel momento fue cuando Jacq se tendió sobre ella y empezó a escuchar el latido de su corazón y su agitada respiración. Jugaba con los cabellos de Cristine, observaba muy de cerca su piel y la besaba dulcemente. Y ella, qué podía hacer, sentía satisfacción y felicidad por haber vivido aquel instante que jamás olvidaría. Nunca antes se había sentido tan amada, nunca antes ningún hombre la había hecho sentirse mujer.
Un estrepitoso golpe abrió la puerta de par en par rompiendo la cálida atmósfera que habían creado entre los dos. El frio viento tormentoso invadió el salón, al principio pensó que este era el causante, pero una sombra comenzó a tomar forma en el hueco de la puerta.
Aquella silueta le resultaba familiar, era muy similar a la del extraño hombre que Cristine había visto en el bar. Jacq que parecía haberse percatado de algún peligro se levantó a toda velocidad en busca de un arma, pero antes de que pudiera hacer nada, la sombra que entro a toda velocidad en la casa y lo alcanzó golpeándolo con un extraño puño en el hombro izquierdo. Sin duda se trataba del tipo raro de la túnica que había visto aquella tarde en el bar.
Un brillo cegador emergió del impacto y Jacq cayó fulminado al suelo.
-¡Jaaaaacq!-gritó Cristine que no podía contener las lágrimas. Intentó socorrerle, pero una fuerza se lo impidió. El hombre la tenía cogida por el brazo. En ese momento pudo ver su cara. Lo conocía, sabía perfectamente quien era aquel hombre. Aquello no podía estar pasando, lo que momentos antes era un cuento de hadas y príncipes azules se había convertido en un abrir y cerrar de ojos una pesadilla.
-¡Otra vez no por favor!- esta vez no era la lluvia, esta vez eran lágrimas de verdad corriendo por sus mejillas.
-¡Dichosos los ojos que te ven de nuevo zorra!