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miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVI - BICHO MALO



GRAN JOHN






Un fuerte y agudo pitido le despertó de su plácido sueño. La tienda de la gasolinera donde había pasado la noche Gran John olía como un invernadero de cannabis, aun quedaban restos de humo debido al porro que se fumó la noche anterior.

-¿Que pasa?- protestó mientras se desperezaba aun tumbado en el colchón. El robot que había permanecido inmóvil toda la noche, estaba enfrente de la puerta, con intención de salir fuera - Espera y saldremos a pasear, no sabia que los robots también tenían que hacer sus necesidades.

Con dificultad Gran John se levantó de la cama improvisada y se dispuso a abrir la puerta. Los rayos del sol comenzaron a inundar la tienda conforme levantaba la persiana metálica que la cerraba. Aun no había alzado ni dos palmos, cuando una pinza de escorpión gigante se coló por el hueco e intentó pellizcarle la pierna.

-¡Mierda!- dió un paso atrás y dejó caer de nuevo la persiana, esta se quedo atrancada con la pinza del animal que lanzaba violentos golpes.
Gasolinera desertica


-¡A las armas!- escuchó, el sonido procedía del robot. Una cegadora luz azul emergió de este impactando en la pinza del escorpión. La persiana volvió a cerrarse dejando la tienda oscuras<< ¡Hay que salir de aquí!>>.

Se percibían sin cesar golpes contra la persiana. Gran John miró a su alrededor, no había otra puerta, pero si dos ventanas cubiertas también por persianas metálicas. Inmediatamente abrió una de ellas de un fuerte empujón, el chirrido oxidado con la claridad del sol acabaron por despertar definitivamente a Gran John.

El robot salió a toda velocidad al exterior y comenzó a disparar contra la manada de escorpiones gigantes que había tomado la gasolinera. Grises, con pinzas enormes y un aguijón letal, amenazaban con echar abajo aquel lugar si nadie les paraba las patas.

Tenia una buena posición desde la ventana, puesto que los alacranes no sabían trepar muros y este le proporcionaba protección y seguridad para disparar contra la amenaza, pero el robot se alejaba cada vez mas de su posición y los collarines que llevaba en los tobillos comenzaron a emitir un sonido intermitente <<¡Mierda, se a alejado demasiado, corre!>>. Saltó por la ventana, sin vestir y sin sus armas, no tenia tiempo, el robot para su sorpresa estaba armado y al parecer cabreado. Disparaba desde las alturas haciendo explotar pedazos de alacrán a cada impacto sin que estos pudieran alcanzarlo. Gran John corría descalzo hacia el autómata perseguido por dos escorpiones que intentaban darle caza con sus aguijones, una vez cerca los collarines dejaron de sonar.

Estaban rodeados, el robot disparaba sin cesar pero no era suficiente, su rayo era demasiado débil para acabar con la amenaza antes de que llegaran a su posición y Gran John se veía seriamente amenazado por los aguijones de una docena de escorpiones gigantes.

Se acercaban con velocidad, amenazantes, el rostro de los alacranes no era expresivo, pero sabia de sobra que no tenían la intención de hacer amigos.

Si no estuviera atado a aquella maquina podría correr y huir de aquel caos, pero en su situación era imposible, Gran John estaba atrapado. <<Si me quedo aquí muero, si voy a por mi arma me quedo sin piernas y muero también>>, sin pensarlo dos veces saltó por encima de dos escorpiones que ocupaban el camino de regreso a la tienda de la gasolinera, al fin y al cabo con un poco de suerte podría llegar a coger el arma sin que los collarines explotaran.

El aguijón de uno de ellos llego a rozarle la pierna dejándole un pequeño rasguño. Seguido por las bestias llegó con rapidez a la ventana de la tienda, los collarines comenzaron de nuevo a sonar << ¡Esto es una puta agonía!>>. El cañón Gauss estaba en el suelo, debajo de la ventana, de un zarpazo consiguió hacerse con el y notó un pellizco en el pie. Uno de los escorpiones lo tenia cogido con la pinza. Inmediatamente le soltó a causa del impacto del arma del robot. El collarín sonaba cada vez con más intensidad, tenia que acercarse urgentemente al androide o se quedaría sin piernas. Corrió de nuevo disparando como un poseso sin mirar muy bien donde disparaba, tenia la mirada fijada en su destino. Los escorpiones que se cruzaban en su camino morían por los impactos del cañón Gauss. Una vez cerca del robot los collarines dejaron de sonar y inesperadamente todos los escorpiones estaban muertos, algunos por los impactos del arma de Gran John otros por los múltiples disparos de los láseres del robot.

Jadeaba cansado por el esfuerzo realizado. Notó un escozor muy intenso en la zona donde el escorpión le había rozado el aguijón. Era mucho peor de lo que imaginaba, aunque fuera un roce, el veneno penetró en su organismo. No era la primera vez que Gran John había sido atacado y picado por escorpiones gigantes, aunque esta vez no tenía el medicamento necesario para contrarrestar el veneno.

Se vistió con dificultad y salió en busca de algún poblado donde poder recibir asistencia, podría cambiar munición o cualquier pertenencia por una dosis que le permitiera expulsar el veneno, estos medicamentos no eran difíciles de encontrar, mucha gente sabia como fabricarlos.

El camino se hacia cada vez mas pesado, no notaba los pies aunque seguía caminando. El sol estaba en pleno apogeo y eso no ayudaba, hacia que sudara como un cerdo y le dieran ganas de beber, le quedaba poca agua en su fiel petaca metalizada.

No sabía si el robot le seguía, Gran John solo miraba al frente, puesto que no le habían estallado las piernas debía estar detrás.

Ningún poblado a la vista, sentía la sensación de estar en medio de un desierto y en gran parte lo estaba, en aquel lugar no había árboles que dieran sombra. Tomó el último sorbo de agua que le quedaba, la petaca le resbalo de su sudorosa mano al suelo sin poder evitarlo. Estaba demasiado cansado para recogerla <<Ya encontrare otra>>.

Observó como dos personas se acercaban hacia el, la vista cada vez era mas borrosa como si estuviera borracho. Aquellas personas le recordaban a sus amigos Glanius y Potito. Quiso llamarles pero no pudo, no tenia fuerzas ni para articular media palabra. Las personas comenzaron a desaparecer como si de humo se tratara y al rato ya no había nadie.

Tenia la vista cada vez mas nublada, cada vez se sentía mas cansado, los brazos, los músculos, los parpados, todo le pesaba << ¡No puede ser que no halla ningún puto pueblo por aquí!>>.

A lo lejos divisó un edificio, parecía abandonado y había cadáveres de grandes animales muertos por el suelo << ¡Mierda!>> en ese momento se percató, había estado caminando en círculos en todo momento, estaba de nuevo en la gasolinera.

Las pocas fuerzas que le quedaban terminaron por agotarse, aquello fue un mazazo enorme para su moral. Cayó de rodillas, durante un momento se tambaleó apoyado sobre sus rodillas con la vista perdida en el horizonte, notaba como su corazón latía cada vez a mayor velocidad, los sentía como si tuviera la oreja apoyada en el pecho y al poco tiempo se desvaneció en el suelo. 

sábado, 22 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIII - LOS BAJOS FONDOS



JACQ




Bjarme Risa finalizó su actuación conforme la comenzó, sin pena ni gloria. Dos números más la precedieron. El primero un cantante de poca monta con su vieja guitarra española. El siguiente era el número especial de la noche. Jacq miraba babeando como la bailarina que estaba actuando en esos momentos movía los pechos al son de la música.

Morena de pelo largo, piel tersa, caderas estrechas, destacaba por sus voluptuosos pechos. Eran grandes como jamás había visto Jacq. <<Si todos los pechos fueran así no existiría hambre en el mundo - fantaseaba - seguro que con una mano no puedo cubrirlas>>. La excitación aumentaba por momentos, sentía como le apretaban cada vez más los pantalones. La bailarina por su parte seguía contorneándose, ganándose todo tipo de piropos y sandeces de los varones allí presentes sin llegarse a quitar ninguna prenda.

Jacq despertó de su fantasía erótica de golpe.

-¡Deja de mirarle las tetas a la bailarina y atiende que esto es importante!- Poli su hermana le propinó una colleja que sonó en todo el local, pero nadie se percató excepto Jacq que notaba como le picaba el pescuezo.

-El plan es el siguiente- explicaba Hueter-mi amigo Delasno nos ha conseguido tres autorizaciones para entrar en el Luxury Odín, son de tres miembros de la Hermandad del Rayo. Los encontraron muertos a las afueras de la ciudad y les robaron los pases además de las armas y las servoarmaduras. Hoy dormiremos aquí, ya mañana temprano entraremos. Por cierto Jacq ¿quien era el negro que hablaba antes con vosotros?

-Tengo unos asuntillos pendientes con el, si todo sale bien tendremos un nuevo integrante en nuestro grupo sin coste alguno.

-Ve con cuidado amigo estas calles están repletas de indeseables. No me fío un pelo alguien que no conozco- aportó Hueter.

-Ya lo se compadre, me lo dejaste bien claro el día en que nos conocimos- Jacq dejo escapar una carcajada. No dio tiempo ni a acabarse la cuarta cerveza, cuando el show de la morena pechugona termino, con el consiguiente abucheo de los espectadores al comprobar que finalmente no se deshizo de ninguna prenda.

Era la hora, ya no había más actuaciones y la gente comenzaba a abandonar el bar. Jacq salió solo al lugar de encuentro. << ¡Otra noche mas sin dormir!>> Le gustaban los días largos, sobre todo pasar las noches en vela.

Echó mano del paquete de tabaco para encenderse un cigarro, quedaban pocos, debía subministrarlos bien, no sabia donde encontrar tabaco por aquella zona, aunque con tanto antro seguro que alguno de ellos vendería.

La gente parecía no dormir en aquella ciudad, los yonkis del callejón estaban aun mas colocados y el sonido los gritos, conversaciones, disparos era el mismo que el de la tarde anterior.

El cigarro le duro lo justo para llegar al puesto de los guardaespaldas.

-¡Tu!- señalo a James Black al tiempo que dejaba caer el cigarro al suelo dándole la última calada -¿Cual es tu tarifa?

-Cien chapas por viaje y persona- el negro sabia disimular. Hablaba como si no se conocieran.

-Esta bien quedas contratado, voy yo solo. Vamos- la voz de Jacq sonaba un poco forzada, pero a ojos de los compañeros de James Black parecía un viajero cualquiera dispuesto a fundirse el dinero en los casinos.

Caminaron unos metros sin mediar palabra, James Black le seguía cubriendo las espaldas tal y como hacia con sus auténticos clientes.

-¡Dame la pasta o te rajo!- la voz no era la de su compañero, Jacq notaba como algún objeto le pinchaba suavemente la parte lumbar izquierda. Sin tiempo a girarse escuchó un disparo cercano, quedando salpicado de sangre. El cuerpo del presunto atracador, cayó muerto con un agujero en la cabeza del diámetro de una botella de cerveza, creando un charco de sangre en el suelo.

-Un drogadicto menos- bufó James Black.

-¿Como sabes que es drogadicto?- preguntó Jacq desconcertado.

-Si hubiera sido alguien en su sano juicio, no habría atacado tan directamente a una persona que va acompañada por uno de los nuestros. Por aquí- señaló con el dedo una calle a su derecha, de proporciones similares a la que transitaban.

Sea cual fuera la calle en Penélope, todas estaban muy poco iluminadas. Había farolas pero la mitad con las bombillas fundidas o rotas, otras habían corrido peor suerte al encontrarse tiradas en el suelo fruto de reyertas o batallas dentro de la ciudad. Dicho panorama dejaba la ciudad con una iluminación deficiente, hasta tal punto que en algunos rincones estaban completamente a oscuras, rincones aprovechados por ladrones mas especializados que el yonki que había intentado atracar a Jacq anteriormente. James Black esta vez iba delante, siguiendo la ruta más segura para evitar otros posibles altercados. Jacq no podía entender como una ciudad así podía estar rodeando por completo la ciudad más rica de la región.
Esclavitud


-No te equivoques Jacq, esta ciudad esta podrida. El dinero entra en el Luxury Odín y ya no vuelve a salir. Adinerados con los bolsillos llenos de chapas entran creyéndose los dueños del mundo, para salir a las pocas horas en ropa interior y sin una mísera moneda. La mayoría se quedan aquí vagando en pena, buscando algún trabajo que les haga recuperar parte de lo perdido. Pero lo que no absorbe el Odín termina por absorberlo Penélope, drogadicción, alcoholismo, prostitución y ludopatía por doquier tanto en un lugar como en otro hacen que las personas terminen completamente locas esperando a que alguien les meta un tiro en la cabeza en un intento de robar dinero para comer o drogarse o simplemente de una sobredosis de Anexis.

-¡Macho me estas acojonando!- Jacq sintió un fuerte escalofrío al escuchar el relato que sin ton ni son le había contado el guardaespaldas.

-Historias aparte Jacq es el edificio que tienes ahí delante, donde están los dos guardias- señalo haciendo un movimiento con la cabeza- yo les distraeré. Sube escaleras arriba, no hay perdida, encontrarás una habitación grande que da al otro lado de la calle donde me has recogido, Cosmi Turbas esta durmiendo, duerme muy profundamente, aun así se lo mas sigiloso que puedas. El transmisor es como una de las radios del ejército. Solo pulsa el botón reset, una vez lo hayas hecho tira este dado por la ventana y espera a mi regreso-abrió la mano y dejo caer un dado amarillento en la palma de la mano de Jacq- ¿Entendiste?

Jacq asintió con la cabeza. Acto seguido James el guardaespaldas se acercó corriendo hacia los guardias de la puerta, esta estaba abierta, no podía estar de otro modo porque carecía de puerta física. Una mentira muy buena debió contarles puesto que salieron todos corriendo hacia la parte delantera del edificio de inmediato.

Era el turno de Jacq, con paso firme y rápido se adentro en el edificio sin ser visto por nadie. Conforme subía las escaleras por aquel pasillo oscuro escuchaba los ronquidos cada vez más fuertes de Cosmi Turbas.

James Black tenía razón, el señor Turbas dormía a pierna suelta, un hombre calvo de pelo canoso, durmiendo en una cama vieja del antiguo mundo, luciendo su gran barriga con los botones de la camisa desabrochados.

Era una habitación grande y polvorienta, con el suelo lleno de objetos, lo que dificultaba el silencioso avance de Jacq. La cama estaba situada a su izquierda, enfrente una mesa redonda de madera, encima de la mesa estaba el transmisor de frecuencia. Conforme le había informado el James el guardaespaldas era muy parecido a una de las radios del ejército.

Jacq llegó a la mesa no sin antes tropezar un par de veces con botellas de cristal que había tiradas en el suelo. Cosmi Turbas hizo intención de despertarse, para fortuna de Jacq el intento fue fallido.

Siguiendo las órdenes de James pulsó el botón reset, le parecía curioso puesto que era demasiado obvio, pero tampoco le importaba saber más del asunto. Acto seguido tiró el dado por la ventana y se quedo quieto en la habitación como si de una sombra se tratase.

El sonido del dado golpeando el suelo de la calle repetidas veces dio paso a la voz de James Black; - ¡Compañeros somos libres! ¡Podemos quitarnos los collarines que tantos años de esclavitud nos han brindado!- instantes después James entraba en la habitación.

-¿Que coño haces?- preguntó Jacq. El guardaespaldas estaba poniéndole el collarín alrededor del cuello a Cosmi Turbas.

-Jacq hazme un ultimo favor, vuelve a darle otra vez al botón de reset.

Sin poner oposición hizo lo que le pidió y pulsó de nuevo el botón de reset. El collarín esta vez rodeando el cuello del esclavista Cosmi, comenzó a emitir un sonido agudo, bastante molesto. El hombre al escuchar el zumbido se levanto de un sobresalto.

-Pero que...-

-¡Cállate!- interrumpió con toda calma James Black el sobresalto del esclavista- Aunque sea por unos segundos vas a saborear lo que hemos sentido nosotros durante años.

-Si voy a morir ahora no lo haré solo - Cosmi Turbas se abalanzó sobre James Black, intentaba pegarse lo máximo posible al que había sido su esclavo durante muchos años para que así el collarín les hiciera explotar a los dos. Jacq no se lo pensó dos veces, cogió una de las botellas de cristal del suelo y le dio de lleno en todo el rostro al señor Turbas, esté cayó de espaldas sobre la cama y el collarín exploto. El cuerpo sin vida quedo tirado en la cama, sin cabeza y con las sabanas y paredes de los alrededores teñidas de sangre.

-¡Gracias!- James Black le agradeció el oportuno botellazo- Si no llega a ser por ti ahora mismo yo tampoco tendría cabeza. Te debo la vida y la libertad.

-¿Entonces ahora vendrás con nosotros?

-Es lo menos que puedo hacer por ti. Aunque por lo que tengo entendido vais a entrar en el Luxury Odín. Yo por mi parte prefiero quedarme aquí. Ahora con Cosmi Turbas fuera de circulación el negocio es nuestro. Una vez volváis os estaré esperando, mientras me dedicare a lo que he hecho toda mi vida, ser guardaespaldas.

Jacq se sentía alterado y confuso. Aquellas palabras de agradecimiento le hicieron cambiar de perspectiva, después de todo, el mundo aun tenia esperanza, se merecía otra oportunidad. Si el había sido capaz de liberar desinteresadamente de la esclavitud perpetua a una persona que conoció unas pocas horas atrás, cualquier persona era capaz de hacer el bien. Aunque hubieran pasado mas de doscientos años de la guerra, esta nunca finalizó, solo cambió sus enemigos.

miércoles, 29 de enero de 2014

CAPÍTULO X - EN MARCHA



JACQ




<< ¡Menuda mierda! >> era el único pensamiento de Jacq mientras bajaba las escaleras a la planta baja de la pensión Rose. << A ver si nos deshacemos pronto de esos mequetrefes y podemos irnos de putas con la recompensa a que nos dejen el sable bien limpio... >>

Sin duda no había sido su mejor experiencia sexual, aunque había llegado al orgasmo.

Andes de salir del local recogió todo el equipamiento y munición que pudo, tanto para él como para sus compañeros que le aguardaban fuera.

Salió de la pensión tan cargado que parecía un burro de carga. Hueter y Poli le esperaban sentados en un banco de metal oxidado a unos metros, hablando entre ellos en voz baja.

-¡El hijo pródigo ha vuelto! ¿Que tal esa limpieza de bajos?- pregunto Hueter entre risas.

-Tampoco ha sido para tanto. Mucho ruido y pocas nueces. En fin al menos ahora está limpio- suspiró - Aquí traigo todo el equipamiento que he podido cargar - había armaduras básicas, pistolas de plasma y munición varia, cargas de plasma, balas de rifle, munición de ametralladora y balas de once milímetros para la pistola convencional.

- Con esto y un poco de arte en el intercambio comercial, podremos conseguir algo decente en Luxury Odín la zona de casinos de lujo al este del pueblo. Allí opera la Hermandad del Rayo que es especialista en tecnología, sobretodo tecnología militar- dijo Hueter al ver la mercancía.

-¿Como sabes tú todo eso?- pregunto Poli.

-Niña tengo ya más de dos siglos de experiencia, vagando por todos los rincones de la región. No siempre he estado en el bar sirviendo copas a gente alcohólica.

Empezaron la andadura después de vestirse con las armaduras. Poli aun conservaba la suya, así que tenían excedentes con los que poder maniobrar a la hora de comerciar. Hueter encabezaba el grupo. Al parecer era como un mapa andante, se le veía muy seguro de saber a dónde se dirigía.

Caminaban por una vieja autopista, a lo lejos el sol del atardecer cada vez más perpendicular a sus caras. Jacq llevaba gafas solares, Hueter se hacía sombra con la mano para no deslumbrarse y Poli sencillamente intentaba no mirar hacia el sol.

No daban ni dos pasos sin encontrarse algún coche abandonado. Vehículos que dejaron de funcionar a causa de la tormenta de misiles, a causa de la guerra que cambió el mundo. En alguno de ellos aun se veía el reflejo del dolor, esqueletos de personas adultas abrazadas, otros murieron solos, cada coche tenía su propia historia, historias que cayeron en el olvido, historias con un mismo final. Muchas eran las ocasiones en las que Jacq había visto similares escenas, pero no podía dejar de estremecerse cada vez que se topaba con alguna.

-Si la vista no me engaña debemos de estar cerca, se supone que el camino debe estar limpio, pero como ya sabréis no es una ciencia cierta- explicó Hueter. Al horizonte los últimos rayos de sol dejaban paso a la luz artificial de unos edificios inmensos. Un espectáculo de luces de colores jamás visto por Jacq y su hermana.

-¿Es eso el Luxury Odín?-

-¡Efectivamente amigo! ¡Nunca te toparas sitio tan bien conservado, ni con tanto vicio!- respondió Hueter como si estuviera haciendo un anuncio de los casinos para la radio.

La llegada a las puertas de la ciudad que rodeaba los casinos fue de noche. Conforme había advertido Hueter el camino transcurrió sin ningún sobresalto. Solo una cucaracha mutada se cruzó se cruzo en su camino, insecto que acabó sirviendo de aperitivo para el necrófago después de que este acabara con el de un pisotón en la cabeza.

La ciudad llamada Penélope había sido construida a las afueras del complejo de casinos. Cimentada y restaurada por gente pobre la cual se le había denegado la entrada al Luxury Odín por carecer de autorización o por no tener suficiente caché. La seguridad era máxima en el complejo. No todo el mundo tenía la libertad de acceder a los casinos, robots de vigilancia comprobaban si los sujetos que solicitaban el acceso, disponían de autorización, en caso contrario se solicitaba una cantidad mínima de cinco mil chapas. Las chapas de las botellas fueron puestas en circulación como moneda de pago después de la guerra, el valor de estas residía en el limitado número de las mismas, ya que la tecnología para fabricar chapas de botellas se perdió en la Gran Guerra, por lo que las que quedaron mantuvieron su valor hasta cierto punto...

Penélope había desarrollado su propia sociedad, ajena a la política del Odín. Cualquier persona solía ser bien recibida, aunque dentro de esta sociedad imperaban varios clanes, los cuales eran reacios a mantener cualquier tipo de relación con gente del exterior de la ciudad.

Penélope al igual que la mayoría de las ciudades de la región, estaba rodeada de murallas construidas con vehículos abandonados, restos de metal entre otros tipos de materiales para prevenir posibles amenazas exteriores, tanto humanas como animales. Disponía de cuatro accesos, Jacq, Hueter y Poli estaban en la puerta de la zona este. Una caravana comercial formada por dos mercenarios, el vendedor y un burro de carga de dos cabezas intentaba hacer negocios con un comerciante local.

-¡Buenas noches!- se presento Hueter.

-¡Buenas noches forasteros!- respondió el vendedor, un tipo alto, con barba larga, semblante serio y con el rostro lleno de pequeños agujeritos fruto de una pubertad llena de granos.

-¿Saben ustedes si el "Transtorno" sigue abierto?- Jacq estaba sorprendido, su compañero necrófago parecía conocer todos los rincones de la región.

-¡Por favor tuteame! Efectivamente sigue abierto pero ¿para qué queréis ir a ese antro alejado de la mano de dios?- el comerciante local respondió con otra pregunta.

-Servidor conoce al dueño, solo estamos de paso- el tono de Hueter era de respeto y trato cordial.

-En ese caso no tengo nada que objetar. Pasar, seáis bien recibidos. Si queréis probar el mejor licor de todo Penélope os espero en la "Taberna Taurina".

Jacq fue el primero en entrar, las puertas estaban hechas con dos planchas enormes de metal, a lo alto un pequeño pasillo que unía los dos lados, donde dos hombres armados permanecían inmóviles vigilando la entrada y alrededores. Dentro una calle muy ancha daba lugar a un mercadillo entre los habitantes. Comida, alcohol, agua, ropa, armas... había todo tipo de puestos, se comerciaba con cualquier cosa. Había niños jugando a tirarse piedras, otros gritaban las maravillas de los bares y tiendas de la zona a modo de reclamo.

-¡Jamás había visto un lugar con tanta gente!- exclamo Jacq, su hermana hizo lo mismo con un gesto de su mano.

-Seguidme, el "Transtorno" está cerca- sugirió Hueter.

Jacq se quedó rezagado del grupo, en uno de los puestos había lo que parecían ser mercenarios -¿Sois mercenarios a sueldo?- preguntó dirigiéndose hacia un hombre alto y delgado, de piel oscura, pelo negro rizado y canoso, lucía una barba canosa arreglada con forma de pico.

-James Black para servirle a un módico precio- respondió-Somos guardaespaldas, para que su estancia en Penélope sea tranquila y sin percance alguno.

-¿Y no hacéis servicio fuera de esta ciudad?

-¡No!

-Pues vaya castaña- Jacq bromeó haciendo un saludo militar-Si lo piensas mejor estaré hospedado en el "Transtorno" pregunta por Jacq.

No obtuvo respuesta. James el guardaespaldas se quedó inmóvil.

Con paso firme intentaba alcanzar al grupo, la charla con el guardaespaldas le había dejado atrás, pero no estaba lejos. Para hacer el camino más llevadero se encendió un cigarrillo. Sus compañeros estaban a unos pocos pasos, el mercadillo había quedado atrás, al girar la esquina por la calle donde se encontraba situado el "Transtorno", comprendió al comerciante de la entrada. Lo poco que quedaba de las aceras estaba lleno de personas drogadas hasta los ojos. Adictos a sustancias estupefacientes, muchos de ellos se debatían entre la vida y la muerte otros tenían la vista fijada en el infinito. Jacq no se fiaba de la situación, con un movimiento sutil puso los dedos sobre la empuñadura de su pistola de plasma.

pueblo abandonado-Tranquilo, los pobres no se dan cuenta de nada, están en otra dimensión, son inofensivos- le dijo Poli- entremos al garito a ver que se cuece.

Dentro el "Transtorno" estaba abarrotado de gente. El murmullo de los clientes se vio alterado por el fuerte grito del dueño -¡Hombre calavera! ¡Cuanto tiempo sin tener noticias tuyas! ¡Ven y tomate una con tu amigo Delasno!- al parecer el dueño del local conocía a Hueter. Delasno era un hombre bajito y gordo, con entradas prominentes señal de una calvicie muy próxima y bastante imberbe para su edad.

-Pensaba que ya no te acordarías de mí. Ha pasado mucho tiempo- Hueter cogió asiento delante de la barra. Mientras el necrófago y el tabernero se ponían al día con sus asuntos, Jacq se sentó en una de las mesas que recientemente había quedado vacía con su hermana Poli. Enfrente había un pequeño escenario donde un hombre canijo hacia de humorista, era el espectáculo de la noche. El local estaba bastante oscuro, los pocos focos que había iluminaban en esos momentos el escenario y la barra del bar. El pequeño humorista contaba chistes de antes de la guerra, los espectadores parecían no cogerles la gracia:

-¿Que tienen en común una mujer y un tornado?- comenzó-¡Que al principio chupa con mucha fuerza y luego se lleva tu casa!- poca sonaron unas tímidas carcajadas. Jacq aprovechó el paréntesis para pedir dos cervezas-¡A mi mujer la llamaban Twister!- el humorista se esforzaba pero pocas risas conseguía.

-¡Bueno hermana por fin estamos en Penélope!- comentó Jacq mientras ambos brindaban con su cerveza recién abierta.

-¿Crees que lo conseguiremos?- pregunto Poli con cierta incertidumbre.

-No lo sé hermana, tenemos que actuar con suma cautela como hasta ahora, esto no va a ser fácil- respondió entre susurros.

-¿Jacq?- escuchó su nombre detrás de él. Esa voz le era familiar-¡Jacq he venido a hablar de negocios contigo!