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sábado, 30 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXIII - NIÑERA





JAMES BLACK



-¡Ponme otra!-gritó al camarero, un hombre mayor que intentaba ligar a la otra punta de la barra con una de las prostitutas del local. James Black buscaba consuelo en el fondo de un vaso de Whisky vacío. Cada vez estaba más convencido de que no encontraría lo que buscaba en ese antro, y mucho menos emborrachándose hasta perder la conciencia. Pero el olor a mujer y el alcohol, ayudaban bastante a olvidar el mal trago que supuso ver como todas aquellas personas desaparecían engullidos por la nube que generó la explosión del cohete. El cohete que aquel malnacido soldado del Notocar disparó contra el grupo.
<< ¡Espero que ese hijo de puta muriera también en la explosión!>>, se repetía una y otra vez refiriéndose al soldado.
Un grupo de personas incluyéndole a él y tres niños que a la postre, serían los niños que tanto interés tenían en encontrar Jacq y el necrófago quedaron aislados en aquel oscuro túnel. La explosión hizo que un aluvión de escombros bloqueara el acceso, por lo que les fue imposible buscar más supervivientes. Solo les quedó cruzar los dedos para no tener que vérselas con ninguna criatura e intentar salir por el otro lado del túnel.
James Black lideró la expedición de regreso a la superficie, pero la suerte no estaba de su lado ese día. Dos moradores de las cloacas les atacaron por sorpresa, la escasa munición y los palos que muchos de los supervivientes llevaban por armas no fueron suficientes para repeler la amenaza. Las abominaciones hicieron presa a un pobre desgraciado que por mucho que el resto de humanos intentaran ayudarle golpeando a las bestias, no pudo escapar de sus garras. James Black nunca olvidaría el sonido de la piel desgarrándose y los gritos de aquel hombre a manos de los moradores mientras el resto de supervivientes corrían sin mirar atrás.
-¿Aun no has bebido suficiente forastero?-preguntó el camarero con el ceño fruncido.
-¡Tengo mucho que olvidar!
Una vez en la superficie y gracias a la buena orientación de Perfecto, uno de tantos habitantes de Mostonia que había sido víctima de las capturas de la banda de los Trajes Grises, encontraron una senda segura evitando cualquier posible amenaza. Aquel hombre, un mercader en decadencia a causa de las drogas, conocía la zona como si fuera la palma de su mano.
Por las historias que contaban los supervivientes, aquel pueblo había sufrido el azote de la codicia de la banda de los Trajes Grises. Todos ellos eran habitantes de este pueblo levantado de la nada, que por desgracia estaba demasiado cercano a la prisión donde los malnacidos integrantes de la banda habían decidido asentar su base.
-¡Mientras pagues no tengo nada que objetar!-dijo el camarero mientras rellenaba el vaso. James había perdido la cuenta, ya no sabía cuántos vasos había tomado aquella solitaria noche, en aquel antro de mala muerte. Tampoco sabía cuántas meretrices habían intentado seducirle para cobrarle por echar un polvo, aunque ninguna lo había conseguido. Aquella noche no se sentía atraído por ninguna mujer.
-¡Menos mal que te encuentro!-dijo Gala Macarra a sus espaldas, al principio pensaba que era otra de las prostitutas, pero rápidamente reconoció su voz-¡Pensé que te habías marchado del pueblo!
-¿Y a donde voy a ir?-dijo con tristeza-¡No tengo dinero, no tengo amigos, no tengo casa donde cobijarme!-dio un largo trago al Whisky-¡Que cojones hago yo en este puto mundo!
-¡Todos tenemos alguna función en este mundo!-Gala lo miró con cara de sentir lástima-¡Gracias a ti los pequeños volvieron sanos y salvos!
-¡Pero murió mucha gente en aquella encrucijada!
-No te tortures de esa manera. No fuiste tú quien apretó el gatillo, no tuviste nada que ver con la muerte de aquellas personas, y tampoco fuiste quien los hizo presos- las palabras de Gala aliviaron su pesar.
Al llegar a Mostonia la alegría inundó las calles de aquel decadente poblado, abrazos, besos, lágrimas de felicidad para los que volvieron a su hogar y para sus familiares, excepto para los tres niños. Después de tanto tiempo alejados de los brazos de su madre, estaban como locos por volver a ver a Rose, pero los cálidos abrazos como solo una madre sabe darlos nunca llegaron. Se quedaron horas y horas delante de la pensión, acompañados por James esperando a una madre que nunca llegó. Gala se enteró tarde de la noticia al estar en su puesto del mercado, en cuanto se hizo sabedora cerró la tienda de inmediato y fue en busca de los pequeños. A partir de ese momento Gala se hizo cargo de ellos, con la esperanza de que Rose volviera pronto, pero habían pasado varios días y nadie parecía saber nada de su desaparición.
-¿Cómo te han dejado entrar aquí?-preguntó James extrañado. En la puerta había un cartel en el cual se especificaba que solo estaba permitido el acceso a mujeres que trabajaran en aquel local, las palabras exactas eran "Solo pueden entrar las putas". Que el supiera Gala no trabajaba como prostituta por lo que su presencia en aquel antro no le cuadraba.
-No lo sabe casi nadie, pero el dueño es mi hermano-respondió Gala con voz bajita-Aunque no sea una furcia yo si puedo entrar.
-¿Y porque me buscabas?
-Los mercaderes ambulantes andan diciendo que el Notocar ha sido reducido a cenizas, pensé que te alegraría saberlo.
La noche mejoraba por momentos, las palabras de Gala le hicieron ver que aun existía la justicia en el mundo y avivaba esperanzas de que sus compañeros Jacq y Hueter, después de todo sobrevivieran y fueran los causantes de impartir tal correccional.
-¿No se ha sabido quien fue?-preguntó con intriga.
-¡No!-Gala se encogió de hombros-¡Tampoco de las personas que estaban presas!
-¡Ya entiendo!-James sabía que Gala no le buscaba solo para darle la buena noticia-¡Lo que queréis es que vaya allí en busca de Rose! ¿No es así?
Gala asintió con la cabeza. Levantó la mano y pidió otras dos copas de Whisky a su hermano. James Black sin darse cuenta, había agotado hasta el último sorbo de su copa.
-¡La última y os dais el piro que me espantáis a la clientela!-protestó el camarero mientras servía las copas en dos vasos limpios.
-¡Descuida, que ya nos vamos!-dijo Gala dejando caer un montón de chapas sobre la barra, suficientes para pagar el gasto en Whisky de James-Nuestro pueblo necesita guerreros como tú, echa un vistazo y corrobora la información de los mercaderes. A cambio, construiremos una bonita choza para que puedas formar parte de nuestra pequeña comunidad. 
Una casa, aquello era el regalo más bonito que le podrían haber hecho después de que Jacq le regalara la libertad.
-¡Trato hecho!-era la primera vez en toda la noche que James Black sonreía.
De repente un ensordecedor grito seguido de múltiples disparos interrumpió aquel agradable momento.
-¿Que cojones ha sido eso?-protestó el camarero.
-¡Ha venido de fuera!-gritó Gala. Aquello alertó a todos los presentes en el prostíbulo, sacaron sus respectivas armas y salieron a las afueras para ver que había pasado.

Solo las prostitutas quedaron adentro, James miraba con preocupación cuanto le rodeaba, al ir desarmado se sentía como si fuera desnudo. Todo estaba demasiado tranquilo, hasta que un hombre vestido con una extraña servoarmadura blanca, apareció en una esquina de la calle principal del pueblo.
-¡Rendíos en nombre de la Pena del Alba!-gritó el extraño a lo lejos.
-¿Y si no lo hacemos que pasara?-preguntó uno de los parroquianos del burdel.
-¡Lo haréis a la fuerza!
No debió pensarlo detenidamente aquel desgraciado, la muchedumbre procedente del prostíbulo abrió fuego sin darle tiempo a reaccionar.
-¡Valiente imbécil!-espetó otro de los parroquianos.
-¡James ahí tienes un arma!-dijo Gala señalando hacia el hombre muerto.
La esquina estaba lo suficientemente cerca como para no separarse mucho del grupo. James seguía sin fiarse de la situación, seguramente habría más locos como aquel hombre, sueltos por el pueblo. Cuidadosamente se acercó hacia la posición del extraño acribillado a balazos. Al coger el arma, un rifle táctico SVU, James Black comprobó que estaba fría, no había sido disparada recientemente por lo que aquel desgraciado no era el causante de los disparos que escucharon en el bar.
De la nada amaneció otra bala pasando a escasos centímetros del brazo con el que sujetaba el arma e impactando en uno de los tablones de madera, que constituían la pared de una de las casas cercanas.
Asustado y con claros síntomas de embriaguez corrió dando tumbos sin saber hacia dónde se dirigía, para ponerse a cubierto. En su carrera tropezó con un viejo coche abandonado, empotrándose contra el asiento del copiloto.
Pataleó durante un breve periodo de tiempo hasta que pudo quedar sentado. Desde el interior del coche observó detenidamente por la mira telescópica del rifle que le había sustraído al cadáver momentos antes. Comprobó como dos hombres, vestidos de igual forma que el anterior, disparaban desde el tejado de una de las casas colindantes a la calle del burdel. Tenía un buen ángulo y si no fuera por la borrachera que llevaba encima lo más seguro es que ahora mismo ya estuvieran los dos muertos.
Tranquilamente dejó caer el rifle en el salpicadero del coche, apoyado sería más fácil que centrara el disparo. James Black volvió a observar por la mira telescópica y centró el disparo en la cabeza de uno de los atacantes del tejado. Apretó el gatillo, la explosión sonó con contundencia en el cañón del rifle y el hombre se precipitó desde lo alto de la casa. James no pudo ver como se estrellaba en el suelo porque la fachada le tapaba la vista, en cualquier caso el alcohol no había mermado tanto su puntería.
El otro individuo inmediatamente se puso a cubierto. Desde su posición se hacía imposible que James Black pudiera alcanzarlo.
<< ¡Porque te escondes capullo!>> Sigilosamente salió del coche, la tensión del momento estaba haciendo que la borrachera pasase más rápido de lo que lo habría hecho en condiciones normales. Pegó su espalda contra la pared de una casa en ruinas al lado del coche abandonado. Sin separarse un milímetro de la pared se deslizó poco a poco hacia la casa donde se encontraba el segundo individuo. Conforme se acercaba a la zona James Black escuchaba cada vez más fuerte los disparos, seguramente Gala y el resto de parroquianos del prostíbulo estarían en un fuego cruzado con aquellos indeseables desconocidos.
Al asomar la cabeza por la esquina de la casa, donde supuestamente estaba el compañero de su víctima, James vio que estaba en lo cierto. Algunos parroquianos yacían muertos en el suelo, otros, entre los cuales se hallaba Gala se atrincheraban en las inmediaciones del burdel y resistían como podían los ataques de cinco hombres vestidos con aquella extraña armadura blanca.
Parecían iguales, todos calvos, vestidos igual y con las mismas armas. Lo único que los diferenciaba era el tono de su piel, algunos eran más oscuros que otros aunque se hacia difícil distinguir con la oscuridad de la noche. Los extraños estaban en inferioridad numérica, pero su potencia armamentística era diez veces la de Gala y el resto del grupo. Lanzaban granadas aunque con poca puntería, ninguna llegaba a alcanzar la posición del grupo de Gala, que esperaba agazapado la oportunidad contraatacar.
<< ¡Solo no voy a poder con los cinco!-James tenia buen ángulo de tiro, aunque en su posición actual era un blanco fácil, podría matar a uno, quizás dos, pero acabaría acribillado por el resto-¡Si consigo acceder al tejado y acabar con el otro ganaré una posición muy ventajosa respecto a los enemigos!>>
El acceso a la casa estaba en la misma calle donde tenía lugar el tiroteo, los hombres de servoarmadura blanca habían avanzado su posición dejando la puerta sin cubrir. Aquella circunstancia la aprovechó James Black, que sin llamar la atención entró a gatas en la casa.
Allí vivían personas, había restos de comida sobre una mesa de plástico en medio del salón. La escalera en uno de los laterales de la casa daba acceso a la planta superior, con sumo cuidado James comenzó a subir, intentando no pisar demasiado fuerte para no hacer el más mínimo ruido.
En el siguiente piso contempló con horrores los cuerpos sin vida de un matrimonio sobre una vieja cama grande. Habían muerto abrazados, de un balazo el hombre y de otro, la mujer. La sangre aun era fresca, seguramente aquellos malnacidos fueran los causantes de tal asesinato.
<< ¿Hasta cuándo voy a tener que ver tanta maldad?-se repetía una y otra vez-¡Seguramente hasta el fin de mi existencia!>>
Desde el tejado se escucharon varios tiros, el otro individuo seguía allí arriba. No podía arriesgarse a asomar la cabeza, seguramente el asesino estaría agazapado vigilando la salida. Al comprobar que el techo era de madera le vino una idea a la cabeza.
<< ¡Te vas a enterar!>>, armó el rifle y apuntó hacia el techo, James esperó a que el asesino disparara de nuevo o hiciera algún ruido para poder localizar su posición. El disparo no se hizo esperar, inmediatamente James apretó el gatillo varias veces hacia el origen del sonoro disparo. El asesino gritó de dolor y la parte del tejado donde estaba situado cedió a causa de los grandes agujeros creados por el arma de James.
El cuerpo sin vida del individuo yacía entre los escombros, con varios impactos en las piernas y otro certero en la cabeza a la altura de la nariz, el único lugar donde carecía de protección, << ¡Ni hecho aposta!>>, vaciló. Registró a conciencia el cadáver en busca de más munición u otras armas. James no tuvo que esmerarse mucho, aquel tipo tenía munición de sobra como para acabar con todo el pueblo, granadas y un machete bien afilado.
Al ver la coraza con la que vestía aquel hombre una idea le vino a la cabeza. Todos vestían con la misma servoarmadura, era como un uniforme, podría vestirse con la misma para así confundir al enemigo.
Cuando intentó desprender al cadáver del uniforme, James Black se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba aquel artefacto. No parecía tan sencillo como bajar una cremallera o desabrochar unos botones. Nada indicaba como desenfundar aquel traje. Cansado de darle vueltas al cadáver James Black desistió, limitándose a meterse en los bolsillos tanta munición y granadas como pudiera.
Cargó las dos armas y con los bolsillos repletos de balas y unas cuantas granadas subió al tejado de la casa. Rápidamente se asomó a una barandilla la cual daba a la calle donde estaba teniendo lugar el tiroteo. Los atacantes habían adelantado aun mas su posición, uno de ellos había sido abatido, yacía muerto en medio de la calle con un disparo en la cabeza. Por el bando de Gala, parecía que solo quedaban con vida su hermano, un parroquiano de barba y pelo canoso y la misma Gala. James desde su posición divisaba varios cuerpos sin vida pertenecientes a hombres del prostíbulo, pero faltaban algunos.
El tiempo apremiaba y no era momento de contar cuantos faltaban, inmediatamente apoyó las dos armas en la barandilla. No tenía suficiente fuerza para sujetar ambos rifles cada uno con una mano y mucho menos para disparar, aquella era la mejor manera de utilizarlos a la vez. Apuntó como mejor pudo hacia el grupo de bandidos que acechaba el pueblo, sin pensarlo dos veces, apretó los gatillos de ambos rifles. El retroceso del primer disparo a punto estuvo de desmontarle el tinglado y tirar la barandilla abajo, pero pudo sacar fuerzas y mantener la posición.
Todas las balas impactaban en el suelo, al darse cuenta, los asaltantes intentaron esconderse, pero al desplazarse se cruzaron con la línea de tiro de James. Uno a uno fueron cayendo, los trajes protegían casi la totalidad de los impactos, aunque no eran de acero. James disparaba sin contemplaciones, una bala alcanzó la yugular de uno de los atacantes que murió desangrado en el acto. Después de varias decenas de balas la servoarmadura de otro terminó por ceder y este acabó acribillado. El hermano de Gala alcanzó a otro con su Mágnum de un disparo certero en la cabeza.
Finalmente el último individuo que quedaba en pie consiguió esconderse detrás de un contenedor de basura. El rastro de sangre que dejó a su paso revelaba que estaba herido. Era mucha sangre por lo que no duraría mucho con vida.
James Black soltó uno de los rifles y bajó a toda velocidad a la calle para buscar al individuo y acabar con él de una vez. Gala y su hermano se acercaban caminando, mientras el tercero se había quedado agazapado detrás de unos bancos metálicos con su pistola en la mano.
Al llegar al contenedor James Black lo apartó de una patada, el hombre quedó tendido en el suelo. Tenía una bala en una de las axilas y varios impactos en la servoarmadura.
-¡No me matéis!-gritó con voz temblorosa-¡No por favor noooo!
James puso el rifle en la frente del hombre, en medio de sus ojos, sin dejar de mirarlo a la cara apretó el gatillo. El impacto hizo saltar por los aires los sesos de aquel desgraciado.
-¡Que has hecho!- grito Gala corriendo hacia él.
-¿Tu qué crees?-pregunto con voz vacilante-¡Acabar el trabajo!
-¡Podríamos haberle hecho cantar y que nos dijera quien le envía!
-¿Y que mas da eso?-protesto el hermano de Gala-¿Vas a ir a matarlos con tus propias manos Gala?
-¡No Yoyo pero...!
-¡No hay peros!-interrumpió el hermano que al parecer se llamaba Yoyo-Este maldito pueblo está acabado, cuando parecía que nos habíamos librado de unos aparecen otros y así desde que existe. Creo que la mejor opción sería mudarse a otro sitio.
-¿Estás loco?-preguntó Gala con los ojos llenos de ira.
-¡Calmaos por favor!-James intentó quitarle hierro al asunto-¿Habéis pensado en buscar ayuda?-antes del ataque Gala le había dicho que en este pueblo hacia falta más gente como él y no se refería a esclavos precisamente. Lo que Gala buscaba eran soldados, mercenarios quizás.
-¡Ayuda dice!-bufó Yoyo.
-¡James tiene razón!-el rostro de Gala se iluminó de repente-¡Seguro que si pagamos debidamente al Ejército del Pueblo Libre nos mandaran soldados para protegernos!
-¿Y vas a poner tu el dinero para pagarlos?-Yoyo parecía no querer entrar en razón-¡No estoy dispuesto a gastar mis chapas por proteger esta mierda!-escupió al suelo-¡Mis putas pueden follar donde sea, por ahí no paso!
-¡Tranquilo, tengo la solución!-dijo Gala, James se había convertido en un mero espectador en aquella conversación-¡Hay alguien que se molestara por eso, siempre y cuando vuelva!-recapacitó durante unos momentos-¡Que cojones! ¡Si ya no lo necesita! ¡James acompáñame!

sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIV - UN VIAJE INESPERADO



 

ROSE


Moscas del tamaño de un dedo pulgar inundaban la plaza del pequeño pueblo. Habían pasado varios días desde que ataran a un palo de pies y manos a los dos matones de la banda de los Trajes Grises. Sus cuerpos yacían sin vida en plena descomposición, achicharrados por el sol. Los rostros de los dos desgraciados aun reflejaban el sufrimiento que habían sentido en sus carnes antes de morir. Las larvas se alimentaban de la carne muerta y centenares de moscas
revoloteaban por las cercanías de los mismos.
El hedor que desprendían los cuerpos había obligado a trasladar el mercadillo a las afueras del pueblo.
Rose esperaba como cada día sentada en uno de los bancos oxidados de la plaza contemplando su obra, esperando a que aparecieran los mercenarios que había enviado en busca de sus hijos. Pero cada día que pasaba tenía menos esperanzas de que estos trajeran de vuelta a sus pequeños. El Notocar estaba a unas horas del pueblo, motivo por el que sufrían un asedio tan constante, aunque desde que la última vez el pueblo saliera victorioso la banda de los Trajes Grises había cesado en su actividad, al menos en el pueblo de Rose.
<<Debería haber ido con ellos-pensaba-Siempre lo pienso pero nunca lo hago y la historia se repite>>.
La noche se cernía sobre el pueblo, una noche clara, de luna llena. La mayoría de habitantes recogía las tiendas del mercadillo y volvía a sus respectivos hogares, algunos con alegría por haber tenido un buen día de ventas otros no tan contentos, pero ninguno reflejaba la cara de tristeza y amargura de Rose.
-¿Continuas esperando a los últimos mercenarios que enviaste al Notocar?-dijo su vieja amiga Gala Macarra sentándose a su lado en el banco. Gala era una mujer alta entrada en carnes, su rostro amable se escondía debajo de una cicatriz que se extendía desde la ceja de su ojo izquierdo, recorría la mitad de su redonda nariz y finalizaba a escasos centímetros de sus pequeños labios. Gala nunca había contado la historia de cómo llegó aquella cicatriz a su rostro, aunque Rose tampoco se había esforzado por saberla.
-Este grupo es el noveno que envío y ninguno ha regresado-lamentaba Rose-Cada vez tengo menos esperanza de volver a ver a mis pequeños.
-¡La esperanza es lo ultimo que tienes que perder!- Gala parecía una madre riñendo a su hija -Envía otro grupo y esta vez acompáñales, si quieres yo voy contigo.
-¡Bah!-bufó Rose-Estorbar es lo único que haríamos
-O morir, pero al menos tendríamos la certeza de lo que hacen los mercenarios.
-Está bien- las palabras de Gala habían convencido a Rose. Tendría que buscar alguien de confianza para que se hiciera cargo de su pensión mientras durara su viaje. No confiaba tanto con nadie en el pueblo para realizar tal tarea, solo con Gala, pero ella no estaría dispuesta a dejarla marchar sola-¿Quien se queda al cargo de mi negocio?
-Ni se te ocurra. Yo tengo mi puesto en el mercado, no voy a dejarlo por hacerme cargo de la pensión. Creo que podrán estar cerrados unos días- Había captado su indirecta, era la reacción que se esperaba de Gala pero tenía que intentarlo.
La pensión Rose fue el primer negocio que se fundó en el pueblo, sus abuelos, luego sus padres y finalmente Rose la habían mantenido abierta desde su fundación, día y noche, no estaba por la labor de ser ella la primera en cerrar sus puertas. Tenía que confiar en alguna persona que no fuera su amiga Gala para dejarla al cargo de la pensión.
-No puedo cerrar la pensión y lo sabes Gala. ¿En quién podría confiar para que se hiciera cargo?
-¿Te preocupa más tu negocio que ir a buscar tus hijos? ¿Que más da si lo cierras unos días?
-Me da igual el dinero, es por principios-suspiró-la pensión ha estado toda su vida abierta, la dejare en manos de cualquiera que me inspire la mitad de confianza que tu.
-¿Peiton?-bromeó Gala.
-¿El borracho del pueblo? No flipes.
-Bueno la taberna del necrófago lleva cerrada desde que lo mandaste junto los otros a por tus hijos, seguro que esta sobrio. Además si le proporcionas suficiente alcohol lo tendrás clavado como un palo día y noche en la recepción de la pensión- aunque sonara a locura las palabras de Gala tenían toda la lógica del mundo. Peiton era conocido por todos como el borracho del pueblo, nadie sabía a qué se dedicaba, pero pasaba la mayor parte de su vida en la taberna de Hueter, bebiendo y jugando a las cartas. Ahora con la taberna cerrada no tendría otro sitio donde ir a emborracharse y lo más importante habría perdido su principal fuente de ingresos. No iba a ser tan tonta de proporcionarle alcohol, pero si un sueldo a cambio de trabajar en la recepción.
-Confiaremos en el, mañana iré a hablar con él para exponerle mis condiciones. A ver si tenemos suerte y encontramos mercenarios en el mercadillo.
-Siempre hay mercenarios en el mercadillo, vienen compran sus armas o hacen una última parada en el prostíbulo antes de ir a fundirse las recompensas a los casinos del Odín- Gala Macarra tenía toda la razón, era el último pueblo por aquella zona antes de llegar a los casinos. Tantas horas y tantos días metida en la posada la habían aislado de los tejemanejes del pueblo. El burdel era un antro en ruinas lleno de basura, pero también abundaban vaqueros de gatillo fácil dispuestos a todo por una buena suma de dinero.
-Me voy Gala, no hay tiempo que perder- dijo al mismo tiempo que se levantaba del banco.
-¿Donde?-preguntó Gala con el ceño fruncido, parecía extrañada por la repentina reacción de Rose.
-Al burdel, a reclutar gente para nuestra expedición.
-¿Ahora? ¿Estás loca?
-No hay tiempo que perder, tú busca a Peiton y hazle la siguiente oferta, doscientas chapas diarias por hacerse cargo de la recepción de la pensión durante mi ausencia. Dile que si no volvemos el negocio es suyo.
-¿Estás segura?- era una apuesta arriesgada, pero la muerte les podría sorprender en cualquier lugar, muerta no le importaría quien se quedara con el negocio, con esta oferta se aseguraba que Peiton aceptara y hiciera su tarea.
-Sí, hazlo. Nos vemos luego Gala- Rose se sacudió una mosca que se había posado sobre su pelo y salió con paso ligero en dirección al prostíbulo.
Era una casa de ladrillo de antes de la guerra medio derrumbada, reconstruida con todo tipo de materiales, maderas, restos de metal. A simple vista parecía una casa normal, pero según había escuchado Rose dentro mujeres y hombres de identidad oculta acataban los caprichos sexuales de sus clientes a cambio de unas cuantas chapas. Los habitantes del pueblo no frecuentaban aquel tugurio o al menos eso decían, Rose siempre pensaba que la mayoría mentía Se rumoreaba que las mujeres tenían prohibida la entrada, en tal caso debería esperar por los alrededores como una furcia mas a que algún pistolero saliera con los huevos vacíos para intentar contratarlos.
No tardó mucho en llegar, el pueblo era pequeño, siempre lo comparaban con los pueblecitos de las películas del oeste, aunque poco a poco iba creciendo tanto en población como en negocios y hogares.
La puerta estaba cerrada, pero había movimiento en el interior, se escuchaban los gritos fingidos de placer de las mujeres y risas masculinas además de una música poco convencional.

-¿Qué coño te crees que estás haciendo?-bufó un hombre viejo sentado en una vieja mecedora de madera sucia cerca de la puerta de entrada. Sujetaba una gran pistola en su mano derecha, mientras que con la izquierda empinaba una botella de Whisky, el licor se le derramaba por la espesa barba blanca al beber amorrado a la botella-¡Vete de aquí si no quieres que te pegue un tiro guarra!- Rose no conocía de nada a aquel hombre, desde luego no era del pueblo, así que decidió retirarse a esperar la salida de algún mercenario escondida entre matorrales, allá donde la borracha vista del viejo no pudiera verla.
Tenía sueño y la oscuridad de la noche no ayudaba en nada a mantenerse despierta. No salía ni entraba nadie de aquella maldita casa, solo el viejo que entraba con la botella de Whisky vacía y salía al momento con otra llena. Esta escena se repitió varias veces ante los ojos de Rose hasta que a la sexta botella el viejo se quedó dormido en la mecedora, dejando caer la botella casi llena en el suelo. Al momento un hombre alto y gordo con apariencia de joven salido del prostíbulo, no sabía si se trataba de un mercenario pero tenía toda la pinta que si, de lo que estaba segura es que era un forastero. Rose salió a toda velocidad de su escondrijo.
-¡Lo siento mujer pero hoy me voy bien servido!- fueron las palabras de aquel hombre al percatarse de la presencia de Rose.
-No vengo por eso-estaba fatigada, la carrera había sido corta pero los años y la vida sedentaria de Rose no pasaban en vano- ¿Eres mercenario?
-¿Quien lo pregunta?- respondió el hombre con el ceño fruncido.
-Mi nombre es lo de menos, lo que tienes que saber es que estoy buscando mercenarios para que me acompañen al Notocar.
-¿Y para que quieres ir al Notocar si se puede saber?- el hombre apestaba a sudor mezclado con colonia barata, con cada palabra emanaba una bocanada de un olor fuerte a Whisky bastante desagradable.
-Quiero recuperar a unos familiares que secuestro la banda de los Trajes Grises- el hombre esbozó una amplia carcajada dejando ver sus sucios dientes.
<<Pobre de aquella a la que bese. Ni por todas las chapas del pueblo lo hago yo>>
-¿Que es lo que te hace tanta gracia?-pregunto Rose enfadada.
-¿Tu quieres ir al Notocar?-el hombre vacilaba a cada pregunta-¿Quieres reunirte con tus seres queridos?-rápidamente desenfundó el arma y apuntó a Rose con ella, esta era idéntica a la del viejo-¡Chiri, Cente, Pargas salid! Tenemos una nueva putilla que llevar al Notocar- gritó hacia el prostíbulo Inmediatamente tres hombres de indumentaria similar salieron por la puerta. Rose no pudo articular ninguna palabra, entre los tres la cogieron, uno de ellos le tapó la boca con la cara otro la sujetó con los brazos y el tercero le ató algo a la cabeza para que no pudiera ver nada.
Estaba oscuro, atada por pies y manos tumbada boca abajo sobre algún animal, por el olor parecía estar a lomos de un burro de carga. Rose Se sentía una estúpida, no tendría que haber ido sola, al menos si la llevaban al Notocar como presa podría buscar allí a sus hijos y una vez los encontrara escapar.
Le dolía la tripa de los vaivenes del animal al caminar, había perdido completamente la noción del tiempo. Sus captores se gritaban unos a otros para decirse cualquier cosa. Las palabras siempre iban acompañadas de expresiones malsonantes
-¡Follémonos a la putilla!- todas las voces le parecían ser la misma voz con aquella cosa en la cabeza.
-¿No has follado ya suficiente esta noche Pargas?- la voz se correspondía con el gordo que la apuntó con la pistola.
-Yo nunca follo lo suficiente y lo sabes. Quítale los pantalones a la putilla.
-¡Hazlo tú mismo si tantas ganas tienes ni que te hubiera parido yo!-protesto. Rose notó como alguien le pellizcaba el culo.
-¡Dejarme en paz cabrones!- gritó. Rose intentaba patalear pero lo único que consiguió fue caer de los lomos del animal al suelo.
-¡La putilla se resiste! Ja...ja...ja...
<< ¡No por favor, no!>>
El sonido de sus pantalones desgarrándose y las carcajadas de aquellos malnacidos hacían presagiar lo peor. Desnuda de cintura hacia abajo empezaron a toquetear sus partes. Las lágrimas le recorrían por sus mejillas como dos pequeños ríos, se sentía impotente.
-La zorra huele bien- se escuchaba la voz del tercero.
-Chiri ya está bien. Acabemos con esto cuanto antes y continuemos- decía el hombre gordo.
-¡Quita de ahí! ¡Yo me la follo primero!- no quería oír hablar a nadie solo que aquello acabara cuanto antes. Inmediatamente notó la polla de aquel cerdo entrando y saliendo a toda velocidad.
En medio de aquel infiero Rose escuchó el filo lo que parecía ser un cuchillo cortando carne, acompañado de los gritos de sus agresores, de todos menos del cabrón que la estaba violando en aquel momento.
<< ¿Que está pasando?>>
Después de todo lo que había sufrido aquella noche estaba cansada y desorientada no sabía si era una pesadilla o aquello estaba pasando de verdad.
-¡Glanius libera a la muchacha!- aquella voz era grave, pero muy clara, nunca antes había escuchado una voz así. El filo de aquel cuchillo sonó de nuevo e  inmediatamente algo salpicó su cuerpo. El violador parecía haber desaparecido, de los gritos se pasó al silencio. Cuando por fin le quitaron el saco que llevaba atado a la cabeza comprobó que estaba manchada de sangre, sangre de sus agresores. Tenía alguien delante mirándola, dos personas, una de ellas con pies enormes.
-¿Estás bien?- preguntó uno de ellos. Rose levantó la cabeza y vio a un hombre de melena muy larga armado con un imponente sable, a este le acompañaba un supermutante con los puños manchados de sangre.