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sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXII – SIN SALIDA



HUETER






No dejaba de darle vueltas. Estaba seguro de que había visto a aquella chica antes. ¿Pero dónde? podría tratarse de alguna coincidencia. Muchas eran las personas que había conocido Hueter en su larga vida, quizás se tratase de otra persona con un semblante similar, quizás un familiar.
-Cristine, recoge la máscara de necrófago y póntela de nuevo. James vamos a por el arma que nos han dejado, a ver qué podemos hacer. Jacq quédate aquí con nuestra invitada.- dando órdenes se sentía como el capitán de aquel peculiar pelotón
-¿Tienes tabaco?-le preguntó James Black, mientras se acercaban de nuevo al lugar donde habían dejado el Gatling XM-214 -¡Me muero por un cigarro!
-Jacq siempre suele llevar alguno encima.
El arma seguía en el mismo sitio donde la habían dejado. Hueter la inspeccionó detenidamente para comprobar cuál era el motivo por el que había dejado de funcionar. A siempre vista parecía estar en perfecto estado. No tardó en observar que una bala de diferente calibre a la reglamentaria del arma estaba colapsando el tambor giratorio impidiendo que este realizara su función de carga. << ¡Novatos! >>
-¡Esto es lo que pasa cuando compras munición a granel!
-¿Tiene arreglo?- preguntó James Black.
-Por supuesto. Los cabrones de los comerciantes tienen por costumbre mezclar munición antigua o de armas en desuso entre la munición que más se vende para así darle salida, ya que de otra manera no la venderían Mira esto- dijo comparando la bala extraída con la munición normal del Gatling XM-214 -¿Ves? son parecidas pero no son el mismo tipo de bala, esta es más grande- concluyó levantando la bala de mayor tamaño. Acto seguido la lanzó lejos como si de una piedra se tratase.
Una vez reparado el arma y la munición recogida Hueter se la cedió a James Black.
-¡Esto es un arma de verdad!- agradeció James- Haré lo propio y le prestare mi arma a Cristine para que no vaya desarmada
-¿Arma? querrás decir juguete- bromeó Hueter- Volvamos con el resto.
Jacq sentado en una piedra hablaba con la muchacha, esta llevaba puesta la máscara de necrófago.
-Cuídala bien- James puso en manos de Cristine su vieja escopeta.
-¡Gracias!- la voz de la muchacha sonaba distorsionada por culpa de la máscara.
-¿Tienes un cigarro Jacq?- James parecía tener mono de tabaco.
-¡Y un puro también!- bromeo Jacq, todos rieron a carcajadas a excepción de Cristine que sonreía tímidamente mostrando síntomas de vergüenza-¡Fumemos antes de pasar a la acción!
Jacq repartió un cigarro a cada uno, cuando llegó el turno de Cristine se lo negó con la mano.
-Cuéntanos niña ¿qué tipo de criaturas nos esperan ahí abajo?- Hueter tenía curiosidad, desde que la guerra se diera por finalizada había visto toda clase de abominaciones, sentía curiosidad por saber cual sería esa vez, aunque tenía una ligera idea de a que se iban a enfrentar- ¿Moradores de las Cloacas?
-¿Como lo sabes?- Cristine parecía sorprendida.
-¡Macho pareces una puta enciclopedia con patas!- interrumpió Jacq-Toma enciéndete el cigarro- Jacq le lanzó el Zippo y Hueter lo cogió al vuelo con una mano.
-También hay necrófagos- comentó Cristine.
-Los necrófagos son un mal menor, no sé si te habrás dado cuenta pero yo soy uno de ellos- no se sabía cuál era la causa para que humanos afectados por la "enfermedad" como lo llamaba Hueter, acabaran en aquel estado de locura y depresión que sufrían los necrófagos salvajes. Años y años de investigación en el Notocar sin llegar a descubrir la causa raíz
-¡Esto sabe a gloria!- dijo James Black mientras soltaba bocanadas de humo de tabaco.
-Pues disfrútalo porque ya no quedan más- protestó Jacq mostrando la pitillera vacía
La noche cayó, en el suelo, los cigarros consumidos por completo aun producían humo al consumirse la boquilla de esponja que hacía de filtro. Era un olor bastante desagradable para Hueter. Dejo caer su bota encima y los terminó de apagar.
-Caballeros, es la hora-masculló mientras movía el pie en círculos destrozando por completo las colillas.
La entrada a las alcantarillas estaba a unos metros de donde se encontraban, la tapa estaba medio abierta. Con un fuerte empujón de su mano derecha Jacq la tiró al suelo levantando una polvareda de tierra seca en el impacto, dejando abierta por completo la entrada.

-¡Las damas primero! ¡Mejor los necrófagos primero!- bromeó refiriéndose a Hueter y Cristine.
El primero en acceder fue Hueter, seguido por Cristine, Jacq y por ultimo James Black.
Estaba todo oscuro, por suerte el arma de Hueter disponía de una pequeña linterna para iluminar el camino, aunque debía ir con cuidado puesto que la luz era un buen reclamo para las amenazas que podrían encontrarse en los túneles de las alcantarillas.
El primer necrófago no tardó en aparecer, la luz era de muy poco alcance y cuando llego a iluminarse lo tenían delante de sus narices, acercándose con paso ligero con claras intenciones de atacar. Hueter apretó el gatillo de su rifle láser y la criatura desapareció en una explosión de polvo color purpura. El polvo al caer al suelo formó una pequeña montaña.
-Con la linterna encendida somos un blanco fácil-dijo Jacq de cuclillas mientras inspeccionaba la montaña de polvo.
-A oscuras será más fácil pasar desapercibidos, pero también corremos más peligro de perdernos- a Hueter no le convencía ninguna de las dos posibilidades-¿Tu qué opinas Cristine? ¿El camino es fácil?
-Yo siempre caminé hacia el norte.
-Pues caminemos hacia el sur. Jacq ponte delante conmigo.
Jacq y Hueter iban delante por aquel oscuro túnel, repleto de una sustancia resbaladiza, a unos pocos metros Cristine, James Black cerraba el pelotón, caminaba mirando hacia atrás cubriendo la retaguardia.
-¡No se ve una puta mierda!- protesto James Black.
-¡Cállate cojones! Si te escuchan los atraerás- la razón le vino a Jacq en forma de Moradores de las Cloacas. Un grupo se acercaba por la posición de James.
-¡Mierda!- gritó exaltado. James cargó el Gatling XM-214 y comenzó a disparar a discreción
-¡Aparta niña!- Hueter dio un pequeño empujón a Cristine y se puso a la altura de su compañero. Las pequeñas explosiones que producían las balas de veintidós milímetros del Gatling al ser disparadas, iluminaban intermitentemente la zona.
-¡Estos cabrones no quieren morir!- gritaba James Black mientras retrocedía poco a poco para evitar que los Moradores se acercaran demasiado.
-¡Dispárales a la cabeza!- gritó Cristine.
<<Como si fuera tan fácil>> los Moradores eran muy escurridizos, daban la sensación de estar en su hábitat natural aunque se trataran de criaturas mutantes. Pocos eran los disparos que llegaban a su objetivo, continuaron retrocediendo hasta que finalmente las criaturas perecieron.
-¡Dios mío!- gritó Jacq por detrás, parecía asustado. Al darse la vuelta
Hueter pudo comprender porque Jacq parecía asustado. Retrocediendo habían entrado sin darse cuenta en una sala llena de contenedores, el símbolo que tenían pintados en las paredes daba a entender que se trataba de residuos químicos, aunque el verdadero peligro procedía de una criatura enorme que se acercaba hacia ellos. Se arrastraba sobre sus brazos por encima de los contenedores, parecía un necrófago pero su tamaño era cinco veces mayor, su cabeza era desproporcionadamente grande y abultada. Carecía de piernas pero sus movimientos eran rápidos, en su lugar tenia montones de huevos, algunos estallaban dejando tras de sí pequeños ríos de un liquido verdoso.
-¿Y eso Hueter? ¿Has visto alguna vez alguno de estos?- gritaba Jacq al mismo tiempo que disparaba contra la criatura. La estela luminosa procedente del cañón Gauss impactó certeramente entre los ojos de la abominación. El ataque pareció enfurecer al ser que comenzó a lanzar violentos golpes con la mano abierta, uno de ellos alcanzó a Hueter que voló varios metros.
<< ¡Duele, duele mucho!>>
Se levantó aturdido por el trastazo, el ente estaba de espaldas. Tenía a tiro aquellos bultos en forma de huevo que finalizaban el cuerpo de la criatura como si alguien la hubiera cortado en dos.
-¡No me queda munición!- gritaba a lo lejos James Black. La enorme y fuerte mano de la abominación alcanzó al negro y luego a la muchacha que salieron despedidos como dos pelotas, quedando Jacq frente a frente. Hueter se sentía mareado, con esfuerzo levantó el rifle de plasma y disparó contra los huevos. El monstruo lanzó un rugido ensordecedor y se giró hacia donde estaba Hueter. De la boca le salía un mar de espuma y saliva. Se acercaba con intención de acabar con él, pero esta vez Hueter esquivó el envite tirándose al suelo.
-¡Dispárale a los huevos Jacq! ¡Por dios! ¡Dispárale a los huevos!- la abominación intentó aplastarle de un manotazo, pero Jacq tomó buena nota de las ordenes de Hueter y disparó sin contemplación. El monstruo se retorcía de dolor con el brazo levantado y la mano abierta con el propósito de acabar con Hueter que gateaba para escapar de la amenaza. Finalmente el ser dejó caer el brazo, el impacto contra el suelo hizo saltar una plancha metálica y unos  cuantos tornillos que la sujetaban.
Si no tenían ya suficientes problemas con aquel monstruo, los gritos de dolor  de este atrajeron a los necrófagos. En pocos momentos la sala se inundó, ninguno atacaba a Hueter, solo el ente de medio cuerpo y cabeza gigante que seguía lanzando ataques contra todo lo que tenia al alcance.
Había perdido de vista a Jacq, James y Cristine, solo veía necrófagos volando por los ataques que el engendro lanzaba contra él.
-Jacq ¿me oyes?-pareció escucharle a lo lejos, aunque con los gritos del ente no llegaba a entender nada con claridad-¡Poneos a cubierto! ¡Voy a utilizar uno de los explosivos magnéticos!- utilizar un explosivo de ese tipo en un sitio cerrado era como firmar su sentencia de muerte, aunque era la única posibilidad si quería salir con vida de aquel infierno. La plancha metálica estaba cerca y podría servirle como protección. No lo pensó dos veces, activó el explosivo, lanzándolo con fortuna dentro de la boca del monstruo, Hueter aprovechó la confusión del ser para coger la plancha y ponerse a cubierto. El dispositivo hizo explosión dentro del estomago de la abominación, esparciendo miles de pedazos de este por toda la sala. La cabeza intacta quedó apoyada contra uno de los contenedores. La fortuna le sonrió una vez más al colarse la bomba dentro del estomago de aquel ser, de lo contrario posiblemente ahora estuvieran todos muertos. Hueter comprobó que aun quedaban necrófagos con vida en la sala que caían abatidos por Jacq. El peligro había pasado.
-¿Que cojones era eso? ¿Que cojones era eso?- los necrófagos estaban todos abatidos, Jacq golpeaba con rabia una y otra vez la cabeza sin vida del monstruo con el cañón Gauss-¿Que cojones era eso?
James Black se levantaba tocándose la ceja, tenía una brecha que sangraba a borbotones, por el contrario Cristine seguía tendida en el suelo sin moverse.
-¿La muchacha está bien?- Hueter se interesó por su estado. Jacq dejó de golpear la enorme  cabeza y fue de inmediato donde Cristine.
-¡Respira!- dijo haciendo un movimiento de aprobación con el pulgar de su mano derecha.
Hueter se incorporó, tenía el cuerpo magullado, los músculos le dolían a cada movimiento.
-¡Habrá que cargar con ella!- Jacq cogió a la muchacha como si fuera un saco de patatas y se la cargó sobre el hombro derecho-¡Vámonos no vengan más!
Salieron de aquel sitio sin mirar la vista atrás.
-¿Alguien sabe donde está el sur ahora?- pregunto James Black que parecía aun aturdido y confuso. Llegaron a una intersección de túneles, estrechos, impregnados de sustancia resbaladiza, como la que encontraron al entrar en las alcantarillas. El túnel que daba a su izquierda estaba totalmente oscuro y el de la derecha parecía tener luz a lo lejos.
-Vayamos hacia la luz- ordeno Jacq.
-¿Seguro que puedes con ella tu solo?
-Tranquilo estoy acostumbrado a cargar con mi hermana- viendo a Cristine inconsciente a lomos de Jacq comprendió porque los dos hermanos hicieron lo que hicieron, afloró un sentimiento que él había perdido durante el paso de los años, la empatía.
Caminaron en silencio por aquel oscuro túnel que a cada paso recibía más luz procedente de lo que debía ser el final.
-¿Hola?- se escuchó a lo lejos-¡Se que estáis ahí! ¿Hola?- alguien llamaba a lo lejos-¡No deis un paso más sin decir quién sois o disparamos! ¡Estamos armados!
-¡Venimos en son de paz!-grito Hueter- ¿Sois los que escaparon del Notocar?
El silencio volvió a imperar en el túnel No obtuvo respuesta alguna.
-Son ellos, seguro- Jacq hablaba como si conociera aquella zona, puede ser que la muchacha le contara algo mientras reparaban el arma. Continuaron dirigiéndose hacia la parte iluminada, una vez llegaron se toparon con un cruce de túneles, uno de ellos bloqueado por escombros. No había ni rastro de la persona que les estaba gritando momentos antes, solo cuerpos sin vida de necrófagos tirados en el suelo y en el centro bidones de residuos radiactivos.
-¿Hay alguien aquí?- gritó Hueter esperando la respuesta de aquel desconocido.
-¡Ni se os ocurra mover un pelo!- sin darse cuenta quedaron rodeados por decenas de personas, iban armados con cualquier cosa, palos metálicos, trozos de madera, escombros, un hombre en silla de ruedas les apuntaba con un rifle viejo y oxidado, otro un hombre que parecía ser necrófago hacia lo suyo con una pistola de plasma.
-Hemos venido a...
-...es Cristine-Jacq fue interrumpido por el hombre de la silla de ruedas-¡Soltadla!
-Esta inconsciente, venimos para ayudaros a salir de aquí- las palabras de James parecían no convencer a nadie, pero el hecho de que conocieran a la muchacha confirmaba que se trataba de los fugitivos de la prisión
Varios tiros retumbaron y el caos inundó la sala, un tercer grupo se acercaba por el túnel contrario del que habían salido. Disparaban contra la gente allí presente.
-¡Es la banda de los Trajes Grises! ¡Corred nos han encontrado!- gritó un hombre adulto señalando en dirección al túnel por el cual habían llegado. La cabeza de aquel pobre desgraciado quedó atravesada por un balazo.
Hueter vio como Jacq armaba el cañón con una mano mientras sujetaba a Cristine con el hombro.
<<No hay elección>> los supervivientes a aquel tiroteo corrían en dirección al estrecho y oscuro túnel, a excepción del hombre en silla de ruedas y el necrófago desconocido, que se ponían a cubierto esperando su oportunidad para contraatacar.
Jacq disparaba sin acierto contra los atacantes que permanecían ocultos tras un montón de escombros dentro del enorme túnel
-¡No me seas chulo! ¡Pongámonos a cubierto!- antes de que pudieran salvaguardarse un misil brotó de entre los escombros en su dirección. El tiempo se ralentizó, aunque antes de que todo a su alrededor saltara por los aires, Hueter solo pudo ver como Jacq se precipitaba hacia el suelo rodeando fuertemente a la muchacha con sus brazos para protegerla. 



martes, 15 de abril de 2014

CAPÍTULO XXI - POR LOS PELOS



CRISTINE




Recordaba la cara de aquel necrófago al que sus compañeros llamaban Hueter. Era aquel tabernero borracho, que días antes estuvo contándole el inicio de una historia en su bar cuando Cristine realizaba una de sus visitas de incógnito para la Banda de los Trajes Grises. ¿Que hacia en aquel lugar tan alejado de su hogar? ¿El la reconocería?

Cristine había conseguido escapar momentos antes de aquellas malditas alcantarillas.

Bárbara Virtuoso, una mujer de avanzada edad le había facilitado una máscara hecha con el rostro de un necrófago muerto. Decía que los necrófagos y los Moradores de las cloacas tenían una vista muy distorsionada, con una simple mascara una podía hacerse pasar por uno de ellos y evitar ser atacado.

-¿Y porque sigues aquí y no escapaste?- la pregunta de Cristine hizo sonreír a la mujer.

-¿Tu me has visto bien hija? ¿Donde va a ir una vieja chiflada como yo?- la señora Virtuoso el estrechó fuertemente la mano-¡Vete! ¡Escapa de este nido de muerte y no mires atrás!

-¿Por qué yo?- Cristine no entendía que aquella mujer a la que acababa de conocer tuviera tanta amabilidad con ella.

-Mira a tu alrededor, los que no son niños son viejos que apenas pueden mantenerse de pié. Tu amigo el de la silla de ruedas quizás levantaría demasiadas sospechas si desapareciera y Neil el necrófago puede escapar cuando quiera puesto que es uno de ellos. Recemos para que no lo haga, es el único que mantiene la poca esperanza que queda en este agujero.

-¡Buscaré ayuda en la superficie!

-No te preocupes por nosotros, si no nos matan esos bichos lo hará el hambre. Ve con cuidado hija.

La amabilidad de la señora Virtuoso dio de lleno en el corazón de Cristine. No podía dejarles allí sin más. Tenia que conseguir ayuda como fuera, hombres de algún ejército, mercenarios, alguien que le ayudara a sacar a todos los fugitivos que había en aquel rincón de las alcantarillas, pero ¿Como les pagaría?

Aprovechando que Mosarreta hablaba con tres niños al fondo de la estancia y el resto de personal estaba revuelto, salió sigilosamente de aquel refugio improvisado. Una vez fuera se puso la máscara, esta apestaba a podrido, motivo por el que Cristine apunto estuvo de vomitar la poca comida que aun le quedaba en el estomago después del desayuno.

Llegó de nuevo a la estancia donde se cruzaban los túneles, donde momentos antes habían sido atacados por una decena de necrófagos. Los cuerpos inertes de aquellas criaturas yacían en el suelo, uno de ellos aun estaba vivo. Se arrastraba torpemente con sus manos hacia Cristine, no mostraba una actitud amenazadora como en el ataque anterior.

<< Esta sufriendo >> Cristine observaba la expresión de dolor que reflejaba el necrófago en su rostro. Parecía que buscara ayuda en ella.

<<Solo hay un modo de acabar con tu sufrimiento>> Cristine rodeo con sus manos la cabeza de la criatura y con un movimiento seco le retorció el cuello. El necrófago quedó muerto en el suelo con la cabeza del revés mientras ella se adentraba en aquel oscuro túnel sin volver la vista atrás.

A pocos metros el paisaje cambió por completo, el suelo y las paredes del túnel estaban cubiertas de una sustancia azul fluorescente, bastante resbaladiza. Caminaba entre necrófagos, moradores de las cloacas, cada criatura que se cruzaba en su camino la miraba fijamente, pero ninguno descubría el engaño. El corazón le latía a toda velocidad, estaba perdida, aquel nido de mutantes era inmenso, caminaba y caminaba hacia el norte conforme le explicó Mosarreta el día anterior, pero cuanto mas caminaba menos esperanzas tenia de encontrar la salida.

<< ¡Estoy perdida!>>

En ese momento de desesperación escuchó el sonido de una explosión. Parecía proceder de la superficie, quería creer que procedían de la superficie. Corrió lo más rápido que pudo por aquel oscuro y resbaladizo túnel.

El sonido de la explosión desapareció dejando paso a lo que parecían ser disparos.

<< ¿Que hago corriendo hacia los tiros? >> Al darse cuenta de su estupidez intentó parar pero el suelo le jugó una mala pasada y terminó cayéndose arrastrando el culo por el suelo varios metros.

Desde el suelo alzó la vista para ponerse de nuevo de pie y comprobó que delante de sus narices tenía una escalera que daba a la superficie. Los disparos habían cesado, el silencio volvía a imperar en aquella zona.

Lentamente ascendió por aquella escalera de metal oxidado, algunos peldaños estaban rotos y en uno de ellos Cristine sufrió un pequeño corte en su brazo izquierdo desgarrando parte de la manga de la camiseta, nada que le impidiera continuar con su ascenso pero que sin embargo sangraba, dejándole una mancha roja.

La trampilla estaba a medio cerrar, podía observar como la pequeña abertura dejaba entrar la luz del sol. Cristine deslizo sus pequeños y delicados dedos por aquella ranura, el metal de la trampilla estaba ardiendo producto de todo un día recibiendo el calor de los rayos de sol. Retiró la mano rápidamente al notar el calor en sus dedos y apunto estuvo de caer. <<No puedo rendirme ahora por mucho que duela>> Cristine cogió de nuevo la tapa que cerraba la trampilla, esta vez con mas fuerza y intentó no pensar en el dolor.

Empujó con todas sus fuerzas, la tapa comenzó a moverse, esta chirriaba acorde a su movimiento. El dolor vencía por momentos a sus fuerzas, se estaba quemando la palma de su mano. Dejó escapar un fuerte grito en un gesto de rabia para acabar de mover la tapa hasta dejar un hueco lo suficientemente ancho para poder salir.

Antes de realizar el salto definitivo hacia el exterior Cristine miró fijamente su mano. A simple vista parecía estar intacta, aunque sentía como si le hubieran echado por encima un cazo de agua hirviendo.

En la superficie el sol agotaba los últimos rayos del día. La tímida brisa secaba las lagrimas de alegría que corrían por su mejilla, alegría por volverse a sentir libre.

-¿Que cojones...?- escuchó, Cristine miró a uno y otro lado pero no vio a nadie, la voz sonaba cerca, tan cerca que parecía tener a alguien a su lado -¿Quien eres tu?- inmediatamente una luz brillante pasó cerca de su cabeza perdiéndose en el cielo. Tumbado boca arriba en el suelo había un hombre de pelo largo, vestido con una abultada coraza apuntándole con un arma. Cristine mantuvo la respiración y se quito la mascara levantando los brazos en señal de rendición. Aquel hombre se levantó sin dejar de apuntarla con aquel extraño fusil y sin mediar palabra.


Momentos después llegaron otros dos hombres que posiblemente fueran los compañeros de aquel desconocido.

Hablaban entre ellos, debido al miedo que corría por todo su cuerpo Cristine no llegaba a escuchar nada de lo que decían. Había estado apunto de ser aniquilada por un disparo del arma de aquel hombre de pelo largo.

Tapa de alcantarilla oxidadaUno de ellos, un hombre de piel negra vestido de forma diferente a los otros dos se acercó a su agresor y con un suave movimiento de mano hizo que su este dejara de apuntarle con aquella extraña arma.

-¡Dinos quien eres!- las palabras del hombre de piel negra hicieron que Cristine se asustara y dejara caer la mascara al suelo-¡Tranquila no te vamos a hacer nada! Haz el favor, baja los brazos.

No le quedo mas remedio que hacer caso y lentamente bajó los brazos hasta su posición natural <<Por fin, me estaban empezando a doler los brazos>>. Los tres hombres la miraban fijamente con el ceño fruncido.

-No seas tímida mujer que no mordemos- bromeo el mas extraño de los tres, parecía ser un necrófago aunque con aquel atuendo era difícil distinguirlo si no lo mirabas fijamente de cerca.

-Tu igual no pero tú compañero casi me vuela la cabeza- protestó Cristine.

-¡Te voy a despertar yo con esa mascara a ver si te gusta!- gruño su agresor.

-Tranquilo hombre tampoco es para tanto. Tendrías que estar acostumbrado que llevas todo el día viéndole la jeta a Hueter- Cristine miró fijamente a Hueter, recordaba la cara de aquel necrófago. Era aquel tabernero borracho, que días antes estuvo contándole el inicio de una historia en su bar cuando Cristine realizaba una de sus visitas de incógnito para la Banda de los Trajes Grises.

-¡Oye tu negro! ¡No te pases o te rajo!- las palabras del necrófago sonaban a indignación. En medio de aquella pequeña discusión Cristine dejo escapara una pequeña pero tímida sonrisa.

-Disculpad que os interrumpa-los tres hombres se quedaron mirándola fijamente al escucharle-Me llamo Cristine.

-¡Un momento! ¿De que te conozco yo a ti? tu cara me suena, pero no recuerdo de que- dijo Hueter. Era mejor que no la recordara, su pasado en la banda de los Trajes Grises podría traerle graves consecuencias.

-¿Y que mas da eso? La pregunta es de donde cojones ha salido- aquel hombre de pelo largo no decía tres palabras sin que dos de ellas fueran mal sonantes.

-Escapaba- respondió Cristine en voz baja- buscando ayuda- añadió -Estaba presa en el Notocar.

-¿Que es el Notocar?-pregunto el hombre negro.

-¡Es el lugar donde nos dirigimos!- respondió Hueter.

-Mi compañero de celda, un hombre en silla de ruedas y yo conseguimos escapar por las alcantarillas. Todo iba bien hasta que nos topamos con un campamento formado por otros presos que también habían conseguido escapar, pero que no habían logrado salir de las alcantarillas puesto que la única salida estaba bloqueada por criaturas extrañas.

-¿Y si acabamos con aquellas criaturas podríamos acceder al Notocar?- preguntó el necrófago.

-Así es- la mentira que Cristine estaba contado a aquellos desconocidos parecía tener el efecto deseado.

-¿Y por eso te pusiste la mascara? ¿Para hacerte pasar por uno de ellos?- preguntó su agresor.

-Si. Me la dio una mujer en el campamento.

-Esto cambia por completo la historia, Cristine llévanos hasta allí. Este será el trato, acabaremos limpiaremos la salida y tu a cambio nos guiaras para acceder al Notocar por donde tu escapaste- las palabras de Hueter le producían tranquilidad, había obtenido la ayuda de aquellos desconocidos, aunque por otra parte tenia que volver al lugar de donde estaba escapando. Quizás fuera una buena oportunidad para acabar definitivamente con sus problemas. Si conseguía hacer saltar por los aires aquel sitio y encargarse de Mosarreta su pasado quedaría borrado por completo.