JAMES BLACK
Varios días después del
ataque en el pueblo de Gala Macarra y acompañado por Altramuz el mercader
chiflado, y su burro de carga, James Black llegó por fin a la base del Ejército
del Pueblo Libre, donde Gala, le había mandado en busca de ayuda y protección
para el pueblo.
Consigo llevaba una
cuantiosa suma de dinero del antiguo mundo. Un dinero que habían tomado
prestado de la pensión de una tal Rose, que al parecer, ya no vivía allí o se
había marchado recientemente sin dar explicación alguna.
Nada más llegar a la base,
se vieron sorprendidos por el ataque de soldados enemigos al ejército del
Pueblo Libre. Sin darse cuenta, se vieron en medio de un fuego cruzado, pero
gracias a la inesperada colaboración de un supermutante, no tuvieron que
lamentar males mayores. El cuerpo de este, acabó dándose de bruces contra el
suelo, muerto, con parte del pecho y el brazo izquierdo mutilados, hechos pedazos,
esparcidos por doquier a causa del impacto de un misil procedente del bando
enemigo.
-¿Qué coño era eso?-gritó
uno de los soldados desde lo alto de un torreón de vigilancia destartalado,
hecho a base de restos de madera.
-¡Ese chiflado se ha puesto
en medio y todos han saltado por los aires!-respondió otro de los soldados, un
tipo con la cabeza rapada y una cicatriz bastante espantosa en la cara. Era el
último obstáculo para que James Black pudiera acceder a la base.
-¿Es Potito?-preguntó el
soldado de la torre, con cara de preocupación.
-¡Para nada!-vaciló el de la
cicatriz-Este parece mucho mas grande, a saber donde andará ese granuja. Ambos
comenzaron a divagar sobre el paradero del tal Potito.
-¡Perdonar!-interrumpió el
mercader-Quizás a vuestro jefe, le interese la mercancía que aquí mi amigo y yo
le traemos-dijo al mismo tiempo que enseñaba unas pistolas que llevaba el burro
de carga, guardadas en uno de los sacos que colgaban de su lomo.
-¡Últimamente el jefe anda
bastante rácano y no suministra armamento nuevo!-lamentó el de la cicatriz,
observando la mercancía-Parecen de juguete en comparación con las del ejército,
pero si queréis intentar negociar con nuestro maestro de armas deberéis abonar
cien chapas, de lo contrario no podré dejaros pisar el suelo de la base.
A James aquello le recordó
al Odín, pagar por entrar, al menos esta entrada era bastante barata si la
comparaba con la que cobraban para acceder a la zona de casinos. Altramuz dejó
caer sobre la mano del soldado, un saquito de tela con el pago acordado dentro.
-¿Quieres contarlos o te fías
de nosotros?-protestó señalando el saquito.
-¡No tengo todo el día para
contar moneditas!-espetó el soldado-pero si me has engañado te acordarás de mi.
Antes de pasar, el soldado
de la cicatriz les dio tanto al mercader como a James un broche insignia. Este
era de plástico, redondo y con una aguja detrás para colgárselo de la ropa. El
broche de James, tenía dibujado una especie de necrófago con cara de mala hostia
y un largo pelo blanco. Había escrito algo en letras rojas, siguiendo el borde
redondo del broche, pero James apenas sabía leer y le daba vergüenza preguntar
qué era lo que ponía. << ¡De todos modos no parece estar en mi
lengua!-pensó al ver el dibujo-¡Seguro que ellos tampoco saben lo que
pone!>>
-¡Abróchatelo!-ordenó el
soldado-Si mis compañeros no ven el broche pensarán que eres un intruso y
dispararán nada más verte. Son las órdenes…
Una vez puestas las marcas,
el soldado dio una orden a través de un interfono que había instalado justo
detrás de él y momentos después, como por arte de magia, la puerta se abrió.
-El maestro de armas se
encuentra en el barracón situado al fondo a la derecha, no tiene pérdida. Si no
está os esperáis. Y sobre todo no toquéis nada que no sea vuestro-explicó el
soldado antes de dejarles pasar a la base.
-¿Habías estado aquí
antes?-preguntó James Black al mercader con voz bajita.
-¡Alguna vez que otra!
-¿Y son siempre tan toca
pelotas?
-Más o menos-respondió
Altramuz dejando escapar una fuerte risotada.
Todos en aquel sitio vestían
con una indumentaria similar a la del soldado de la entrada. El que menos,
calzaba un arma de plasma, sin embargo, estas parecían más bien estar decorando
el traje ya que se encontraban en bastante mal estado y le surgía la duda, de
si aquellos chismes, dispararían al apretar el gatillo.
A su paso, todos los
soldados actuaban de la misma forma, mirando tanto a él como al mercader, fijamente
de arriba abajo con cara de pocos amigos, y cuando parecían ver el broche
colgando del pecho, entonces hacían como que miraban a otro lado. James, tenía
la sensación de que su presencia en aquel lugar les incomodaba. Pero no
entendía por qué.
Sin desviarse ni un momento
de la ruta indicada por el soldado de la cicatriz, llegaron al barracón del
maestro de armas. Era similar a los que habían visto por el camino, solo que la
entrada de este, estaba protegida por dos soldados, con cara de mala leche y
una postura tan recta, que parecía como si les hubieran metido un palo largo por
el culo.
No tenía puerta, un
mostrador repleto de armas, ropa militar y demás trastos hacía de separación
entre el interior del barracón y el patio de la base. Había armas de casi todas
las clases y tamaños, amontonadas sin orden alguno y llenas de polvo en muchos
casos. En el interior, un hombre adulto, de pelo canoso y perilla recortada,
intentaba reparar una de las metralletas. James no entendía mucho más allá de
las pistolas que solía llevar en Penélope para proteger a los ricachones,
tampoco sabía el nombre original de ningún arma, solo disparar y matar, pero de
lo que si estaba seguro, era de la pupa que podía hacer un arma de aquellas
características en buen estado.
-¡Buenas forasteros!-dijo el
maestro de armas nada más verles-¿Qué se les ofrece?
-Traemos un pequeño
cargamento de armas de mano DC15S-Altramuz cuidadosamente abrió el saco donde
guardaba las armas, y sacó una de ellas para mostrársela al maestro de armas de
la base.
-¿Y para esto habéis
entrado?-dijo mirando con desprecio la mercancía de Altramuz-¿No traéis nada
mejor?
-¡Entrar para nada, siempre
la misma historia!-maldijo el mercader encogiéndose de hombros-¡Con lo que
cuesta conseguirlas! ¡Puta mierda!
-¡Tranquilo hombre yo te las
comprarle!-gritó James interrumpiendo el asedio de palabrotas que emanaban de
la boca de Altramuz. El maestro de armas dejó sus quehaceres y se levantó de la
silla.
-Tú no pareces ser uno de esos
chanchulleros como tu amigo, que vienen aquí, a vender mierda esperando que les
paguemos un dineral por ella-el maestro, quedó mirándole fijamente, apoyado
firmemente sobre el mostrador-por tu cara, hay algo de lo que yo tengo que te
interesa.
-¡Protección!-respondió
James sin casi dejar terminar al maestro.
-¿Para vuestra mierda de
negocio?-preguntó en tono burlón.
-Para un pueblo situado al
sureste de aquí.
-Esto te costaría un montón
de chapas que o mucho me equivoco o no tienes-el maestro se dejo caer con
desgana en la silla y cogió de nuevo la metralleta para seguir con las labores
de reparación-el caso es que aunque las tuvieras, en este momento Pececito, ha
declarado el nivel máximo de emergencia. Hace unas horas escuchamos un mensaje
de ese loco que pone música en la radio, alertando de una amenaza, un ejército
muy peligroso con servoarmaduras blancas, pero no le hicimos mucho caso. No sé
si habéis sido testigos hace un momento, del ataque que han llevado a cabo esos
mal nacidos, pero el jefazo, ha ordenado la retirada de todas las tropas del
exterior y su regreso a la base para protegerla. Si estás interesado en alguna
de mis armas con mucho gusto negociaré contigo, de lo contrario podéis iros por
donde habéis venido.
Las palabras del maestro de
armas fueron como una patada en las pelotas para James Black.
-Vámonos James, aquí ya nada
podemos hacer-lamentó Altramuz, haciendo intención de largarse.
-¿Y no puedo hablar con ese
tal Pececito?-era lo único que se le ocurría en aquel momento-Igual podría
hacerle cambiar de opinión.
-¡Las ordenes del superior
son tajantes y ningún civil puede visitar sus estancias!-gritó uno de los
soldados que custodiaba el puesto.
-Ya has oído a uno de mis
perros, si no quieres comprar nada largo de aquí-al maestro de armas también
parecía incomodarle su presencia.
-¿Cuánto por la
metralleta?-al menos no se iría con las manos vacías de aquel sitio. Después de
una dura negociación con el maestro de armas, James Black consiguió hacerse con
la metralleta y algo de munición. Pagó el precio acordado con parte del dinero
que Gala le había dado. Si no había mercenarios que protegieran el pueblo, el
sería el mercenario que se encargaría de tal tarea. Al fin y al cabo era lo
único que sabía hacer, y se le daba muy bien.
Les separaban unos pocos
barracones antes de regresar al puesto del soldado de la cicatriz, para
devolverle las insignias y marcharse de aquel lugar, cuando un soldado bajito y
calvo se cruzó en su camino, llamando su atención haciendo un tímido siseo con
los dientes, invitándoles a seguirle con un pequeño gesto de su mano izquierda.
-¡Venid cojones!-dijo en voz
bajita-¡Esto os va a interesar!
Tanto James como Altramuz,
se sorprendieron al ver a aquel hombre. El
poco pelo que aun le brotaba de los laterales de la cabeza era casi todo
blanco, al igual que la poblada barba que lucía. Tan bajito, que al rifle que llevaba
colgado de la espalda, le quedaba apenas un palmo para ir arrastrándolo por el
suelo. Vestía como el resto de los soldados de la base, así que sin duda se
trataba de uno de ellos. Aunque la expresión de su rostro daba cierta confianza,
factor que provocó que James y Altramuz, se desviaran del camino de salida para
seguir a aquel peculiar personaje.
A pocos pasos de donde tuvieron
el encuentro, había reunidos un grupo de unos cinco soldados. Todos ellos,
incluido el hombre bajito, parecían ser viejas glorias del ejército, puesto que
allí no parecía estar de moda el cabello de color oscuro, y ni que decir a
juzgar del volumen las panzas de estos, de lo bien alimentados que parecían
estar.
-¡Que no te engañen las
primeras impresiones!-dijo el hombre bajito.
-Perdona… ¿Quiénes sois? Y…
¿Qué queréis de nosotros?-interrumpió James, que no sabía si dar media vuelta e
irse para no meterse en ningún lio, o esperar para evitar otro posible problema
por marcharse.
-Somos el escuadrón
Solaris-respondió sin titubear el soldado-En otros tiempos fuimos la élite del
ejército del Pueblo Libre, nuestras armas y nuestra destreza, servían para
proteger a los más débiles.
-¿Y qué os ha pasado?-dijo
Altramuz con bastante guasa-¿Os los comisteis?
<< ¿Te quieres callar
bocazas?-en ese momento James habría matado a su compañero de viaje, sin
embargo, optó por seguir callado y esperar a que el hombre terminara de contar
su historia-¡Si salimos de aquí con vida yo mismo seré quien te quite la tuya
mamón!>>
-¡Que chistoso tu!-espetó el
soldado-No te hará tanta gracia cuando los soldados de coraza blanca, te empalen
y te crucifiquen boca abajo. Y no creas que estarás muerto y no lo notaras no…
-¡Eh basta ya!-interrumpió
otro soldado, un hombre grande, de voz bastante grave-¡Queremos que nos
contraten no que huyan!
Las palabras de aquel tipo,
sentaron como un buen chute de la droga más potente de Penélope en las venas de
James Black.
-Es verdad-el tipo bajito se
encogió de hombros. Estaba anocheciendo, y la luz de la luna se reflejaba en la
calva de este, cosa que a James le hacía bastante gracia-Soy Faka, y estos
personajes son Bástian…-uno a uno fue señalándolos con el dedo índice-…Hornillos,
Devnull, Devian y el chaval de las gafas que tienes ahí mas apartado, fue el último
en unirse al grupo, no sabemos cómo se llama, vino aquí haciéndose llamar “sombrero
rojo” y así se quedó.
-Yo soy James Black, y este
valiente imbécil es Altramuz, mercaderes ambulantes.
-Al mercader le conocemos,
ha venido bastantes veces por estos lares pero a ti es la primera vez que te
vemos.
-¡Dejaros de historias y
decidnos que queréis!-James comenzaba a impacientarse con tanto protocolo-¡Se
supone que ya debíamos estar fuera de la base!
-Servidor sabe escuchar
conversaciones ajenas, no lo he podido evitar. Sabemos que has intentado
negociar protección con el maestro de armas y que este os la ha denegado.
-¡Así es!-lamentó James
Black.
-¡Estáis de suerte!-Faka,
sacó del bolsillo de su camiseta una pipa y un paquete de plástico, con lo que
parecía ser tabaco en su interior-Os vamos a prestar tan ansiada protección.
-¿Y las ordenes de vuestros
superiores?
-¿Ese montón de mierda?-espetó
mientras vertía un poco de tabaco en la pipa-¡Están acabados!-encendió la pipa y
de su boca comenzó a salir humo al mismo tiempo que hablaba-Pececito cree que
protegiendo esta base va a salvar su culo, y lo único que va a conseguir es
morirse de hambre y quedarse sin munición.
-Íbamos a aprovechar que
esta noche tenemos que patrullar por los exteriores de la base-interrumpió el
tal Bástian-para marcharnos bien lejos de aquí.
-¿Huis como cobardes y ahora
esperáis que os contratemos?-a James no le convencía el rumbo que estaba
tomando aquella conversación.
-¡Moriremos de todos modos si
nos enfrentamos al ejercito del que hablan las radios!-lamentó Faka-al menos,
si os acompañamos moriremos haciendo aquello que se nos daba tan bien, protegiendo
a los más débiles. Mejor así que no sucumbiendo a la locura, de un líder que se
dejó llevar por la codicia y al que solo le importa él mismo-hizo una pausa
para fumar de su pipa-no somos los únicos que vamos a desertar créeme.
James tomó un poco de tiempo
para reflexionar, valoró entre tener que regresar al pueblo de Gala con el
armamento que había adquirido como única protección, o presentarse allí con
algo parecido a un escuadrón de mercenarios. Tampoco había nada que perder por
intentarlo.
-¡Esta bien!-dijo sintiéndose
victorioso-¡Acepto el trato!
-¡Es justo lo que queríamos oír!-respondió
Faka con voz alegre-A media noche comienza nuestra ronda. Al otro lado del río
hay un asentamiento de civiles. Esperarnos en el mercado.
-¡No sé si te habrás
percatado pero ninguno de nosotros sabe la hora que es!-dijo James con bastante
sarcasmo.
-¡Lo sé!-fumó los restos de
la pipa-¡Confiad en nosotros!
Sellaron el trato con un
buen apretón de manos, nada más, ni dinero ni ningún tipo de trueque, solo
palabras.
Finalmente, salieron de la
base, no sin antes dejar la insignia al soldado de la cicatriz. Este les miró
con cara de enfadado, y les recriminó que se habían pasado del tiempo
permitido. Altramuz soltó otras cincuenta chapas como multa por el tiempo
excedido.
-¡Ahí te pudras con
ellas!-espetó mientras las lanzaba al suelo.
-Serás…-el soldado agotó
todo el repertorio de insultos hacia el mercader-¡Entérate, mientras yo esté
aquí no volverás a entrar!
<< ¡Yo desde luego
espero no volver aquí!-pensó mientras se alejaban de la base>>
Tan solo cruzar el río
avistaron el asentamiento del que se refería Faka. Penélope estaba muy demacrada,
pero en comparación con aquel lugar, parecía un paraíso.
Situado en una de las
entradas a la gran metrópoli, centenares de personas hacían lo posible por
sobrevivir en aquellas calles. Peleas callejeras por un trozo de carne podrido
de a saber que abominación, mujeres llenas de heridas ofreciendo sus favores
sexuales, personas que casi no podían tenerse en pié pidiendo por un chute más.
Aquel lugar era el fiel reflejo, de cómo había quedado la humanidad después de
tanta guerra.
-¡Esto es solo la
entrada!-dijo Altramuz con voz temblorosa-No quieras saber que se esconde mas
allá.
-¿Has estado alguna vez?
-No pero según hablan las
malas lenguas, esto son las puertas del infierno y ahí dentro está el infierno.
Pasaron las horas entre
gritos, ruidos extraños y algún disparo lejano, pero poco a poco todo aquel
alboroto fue calmándose. Ya solo quedaban los zombis en pié, toxicómanos que al
parecer nunca tenían suficiente y siempre buscaban una dosis más. James Black
estaba cansado de verlos en Penélope, sentía pena por ellos y al mismo tiempo
les metería una bala en la sesera para acabar con su sufrimiento.
Finalmente la espera tuvo su
recompensa, a lo lejos, divisaron a Faka y sus secuaces. El escuadrón Solaris
era difícil de confundir.
-¡Vámonos!-gritó el soldado
bajito a lo lejos-¡No hay tiempo que perder!