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viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVIII - CURANDERA



TRAISA






Caminaba en silencio dirección a la enfermería seguida por aquella chica de pelo rojizo. Muchas personas habían acudido a Traisa en busca de ayuda médica, pero nadie con dinero.

La tecnología propiedad de la Hermandad del Rayo se compraba con tecnología o con dinero, no se caracterizaban por ser una orden benéfica. Los beneficios obtenidos por las ventas eran destinados al pago de científicos para el estudio de nuevas tecnologías además del suministro a los integrantes.

Solo se podía pertenecer a la Hermandad siendo familiar de algún integrante de la misma o realizar algún favor que implicase la obtención de tecnología de gran valor para la Hermandad del Rayo. Los padres de Traisa pertenecieron a la orden, sus abuelos que ella recordara también.

Aun era una niña de teta cuando quedó huérfana a causa de una explosión en una fábrica de robots abandonada, donde sus padres habían accedido con el propósito de obtener piezas de recambio. La explosión fue causada por soldados del ejército del Pueblo Libre, pusieron bombas de control remoto en la sala donde se realizaba el montaje de las células de alimentación energética y el núcleo atómico de estas hizo el resto. La explosión fue tan grande que sacudió los cimientos de las aldeas cercanas dejando reducido aquel sitio a cenizas. Soldados de la Hermandad del Rayo visitaron aquel sitio al poco de enterarse de la noticia, aunque cuando eso pasó ya habían pasado varios días y a su llegada, solo encontraron escombros y una foto de familia medio quemada donde a duras penas se veía a Traisa recién nacida a brazos de su madre acompañada de su padre. Desde aquel momento, la pequeña Traisa fue hija adoptiva de la Hermandad del Rayo, declarándose la guerra con el Ejército del Pueblo Libre.

Habían pasado muchos años de aquel incidente, las fuerzas de la Hermandad habían mermado a causa de su restrictiva política para reclutar nuevos miembros. Aunque la guerra seguía en pie.

-Es aquí- señalando con el dedo la puerta de acceso, arriba en el marco ponía el cartel de enfermería en un cartel luminoso. A la izquierda de la puerta había un lector de huellas dactilares, Traisa puso el dedo índice de la mano derecha sobre el lector y al momento la puerta se abrió.

Era una sala pequeña, con una temperatura más baja que el resto del complejo, a ambos lados camas cubiertas de sabanas blancas dejando en medio un estrecho pasillo. Todas las camas estaban equipadas con monitores, sensores y dispositivos para tener controladas las constantes del paciente en todo momento.

Un robot era el encargado de los diagnósticos y cuidados médicos de la sala. De forma cuadrada y color verde claro, tan claro que en espacios de mucha luz como aquella sala parecía ser blanco. Levitaba a escasos centímetros del suelo. Comprobaba el estado de uno de los soldados de la Hermandad del Rayo, tenía una especie de brazo articulado posado sobre el pecho del hombre.

Una vez el robot notó la presencia de Traisa y Poli interrumpió su labor. Un holograma apareció de una pequeña cámara proyectora situada en el frontal del androide, este dibujaba la imagen de un hombre vestido con atuendo de doctor y tamaño similar al de hombre adulto.
Camilla e instalaciones medicas

-¡Buenas Traisa! ¿Que paciente traes hoy?- el holograma se movía a la vez que la voz. Una voz entrecortada con tono enlatado.

-Aquí mi amiga Poli, según dice tiene problemas de corazón- Traisa hablaba con toda naturalidad con el robot-doctor como si este fuera una persona de carne y hueso.

-Señorita desnúdese si es tan amable- aunque parecía simpática la voz del robot era imperativa.

-¿Pero aquí en medio?- preguntó Poli, tenia la cara roja.

-¡Anda no seas vergonzosa, si solo es un robot! Y no te preocupes por el otro-bromeó Traisa refiriéndose al hombre tumbado en una de las camas, el cual estaba siendo atendido anteriormente por el robot-esta tan puesto de drogas que no ve tres en un burro.

Poli con sumo cuidado se quitó la coraza dejándola en el suelo. Una vez desnuda como su madre la trajo al mundo el robot comenzó a escanearla. De una cámara similar a la del holograma salía un potente haz de luz rojo intenso, el robot daba vueltas e inspeccionaba de arriba a abajo el cuerpo de Poli. El holograma dejó de ser la silueta de un medico para mostrar las imágenes del interior del cuerpo de la chica.

No era la primera vez que Traisa asistía a un chequeo médico, también había sido objeto de unos cuantos a lo largo de su corta vida. El cosquilleo que producía en los órganos al entrar en contacto con el escáner del robot, era placentero y desagradable a la vez, como si alguien estuviera metiendo la mano dentro de su cuerpo y tocando cada rincón del mismo.

Después de un breve periodo el robot apagó el escáner y se dispuso a dar el diagnostico; <<Que dios nos pille confesados>>

El androide narraba los resultados al mismo tiempo que aparecían los órganos escaneados uno a uno en el holograma; -Hembra de edad celular entre treinta y cinco y treinta y siete años- el holograma mostraba una foto tomada en ese instante - Órgano cerebral intacto, el cráneo presenta diferentes hematomas leves - el holograma encogía la imagen de la foto y presentaba el cerebro y cráneo perfectamente detallados, una imagen que nunca dejaba de impactar a Traisa por muchas veces que las hubiera visto -pulmones dañados por una exposición prolongada al tabaco.

-¡Si yo no fumo!- fue la reacción de Poli al comentario.

-No te preocupes- respondió Traisa con calma- si frecuentas bares o la polución del ambiente puede dar lugar a esos resultados.

-Daños irreparables en el corazón- siguió el robot con el diagnostico- necesario trasplante urgente, esperanza de vida del paciente veinte días. Esperanza de vida post operación natural de un humano.

El resto de órganos poco importaron, el diagnostico del robot era preocupante. <<No disponemos corazones para el trasplante, ni humanos ni artificiales>>. Traisa se preguntaba como podría salvarle la vida a aquella muchacha, el robot solo estaba diseñado para trasplantar órganos artificiales diseñados con tecnología biológica y no conocía nadie con conocimiento suficiente en la medicina antigua para realizar tal operación. ¿Donde podría encontrar un corazón artificial? Si aun existían en algún sitio estos debían localizarse en los búnkeres cerrados. Búnkeres que desde el estallido de la guerra no se habían aperturado, quedando dentro generaciones de personas que en su vida habían visto la luz del sol. ¿Seguirían con vida estas extrañas personas? Y si era así ¿Como acogerían la intrusión de la gente de fuera?

-Quédate aquí- dijo a Poli - el doctor Robot estará pendiente de ti mientras preparamos todo lo necesario para la operación, aunque te advierto que un corazón nuevo es caro.

-Mi hermano ha ido en ayuda de una mujer, la cual nos ha prometido una sustanciosa recompensa.

<< Esperemos que vuelva >> En ese momento se le encendió la bombilla. Para no poner en peligro a ningún integrante de la Hermandad podría enviar a su gran amiga Acero en busca del hermano de Poli para que este fuera en busca del corazón, aunque el problema era mayor. No tenía la ubicación exacta de ningún Bunker cerrado. Los pocos que habían explorado estaban abandonados y completamente desvalijados y el robot que debía contener las coordenadas exactas de los mismos, había sido robado días atrás en una emboscada del Ejército del Pueblo Libre, cuando unos compañeros regresaban de una misión de exploración, quedando los tres soldados muertos cerca de Penélope.

-¿Donde decías que había ido tu hermano?

-Se dirige a la base de la Banda de los Trajes Grises para liberar unos niños prisioneros ¿Porque?

-Nada, curiosidad. Quédate aquí luego vengo a verte.

Salió a toda velocidad de la enfermería. Toda respuesta podría obtenerla en el centro de investigación, había en juego dinero y posiblemente nuevos soldados para la Hermandad, además de un valioso botín tecnológico que les serviría de gran ayuda en su particular guerra contra el Ejercito del Pueblo Libre.

Rápidamente llegó al centro de investigación, el comandante Alain Truchement estaba al cargo de la sala.

-¡Comandante tengo algo muy serio entre manos!- el comandante se encontraba revisando un detallado mapa dibujado en una gigantesca pantalla de cristal trasparente situada al centro de la sala. Una sala enorme con una veintena de ordenadores aunque solo estaban siendo utilizados la mitad de ellos.

-Esto es más importante, espera- respondió el comandante, un hombre alto, corpulento con peinado militar y vestido de servoarmadura plateada.

-Eso son...

-Efectivamente Traisa- interrumpió Alain - anoche la radio del bot de reconocimiento que perdimos volvió a funcionar y pudimos localizar su posición y rastrearlo. Pasó la noche en esta gasolinera situada a unos kilómetros de aquí- señalo la gasolinera en el mapa con un largo alfiler con punta de goma - Hace unos instantes perdimos de nuevo su señal en este punto - señaló una montaña cercana a la gasolinera -Solo caben dos posibilidades, o bien que el bot haya sido anulado de nuevo o que se trate de uno de los búnkeres. De inmediato vamos a mandar soldados de incógnito para realizar el reconocimiento de la zona. Perdona Traisa ¿Que querías?

- Hay una chica que ha venido con un montón de chapas buscando ayuda médica, necesita un corazón artificial y bien dios sabe que si no lo encontramos en esos búnkeres no lo encontraremos en otro sitio.

-Esos corazones no valen todas las chapas del mundo- interrumpió el comandante.

-Tengo la solución. Su hermano se encuentra realizando unos trabajillos para una mujer en el Notocar. Podemos enviar a Acero en su busca y juntos que hagan el trabajo sucio- sugirió Traisa.

-¿Acero? ¿Esa chiflada que cogió del cuello a dos hombres enormes y los estranguló antes que tocara el suelo? ¿Acaso no recuerdas que esta en el calabozo bajo sedación?

-Estoy dispuesta a correr el riesgo. Sabes que es mi amiga, y por mí hará lo que sea.

-Esta bien hija... hay mucho en juego. Pero si la misión sale mal todo el peso de los mandos superiores caerá sobre ti. Yo negare haber tenido esta reunión contigo.

No le extrañaban las palabras del comandante, este mentiría hasta a su propia madre el día de su muerte. Traisa salió de la sala con una sonrisa de oreja a oreja. <<De esto me ascienden seguro>>, fue en busca de su amiga Acero. Se preguntaba si esta la perdonaría después de haberla engañado para poder sedarla el día que ocurrió la pelea. <<Puedo hacerlo, la convenceré>>

CAPÍTULO XVII - LA VERDAD



JACQ



El mundo daba vueltas a su alrededor. Sentía un gusto ácido en su garganta y parecía como si el estomago le fuera a estallar.

-¡Anda que menudo pedo te has pillado!- la voz era de su hermana Poli que le ayudaba a ponerse en pie. Jacq intentó coger las fichas que había obtenido por ganar la apuesta pero con un movimiento torpe tiró unas cuantas al suelo. Poli las recogió llenándole los bolsillos de las mismas. Inmediatamente se dispusieron a abandonar el bar ante el griterío de los apostantes perdedores.

El sonido de llegada del ascensor retumbó en su cabeza como el chocar de dos platos en una sala pequeña y cerrada. Las puertas se abrieron ante sus ojos dejando paso a una luz intensamente brillante.

-Aguanta, ya salimos fuera- las palabras de su hermana le calmaban pero el mareo y la agonía no cesaba.

En la planta del casino la cosa no fue a mejor, las múltiples luces de neón, las musiquitas de las tragaperras y el trajín de fichas sonaban como bombas en sus oídos.

<<Nunca he bebido veneno como este>> se repetía Jacq una y otra vez. Se apoyaba en Poli para poder caminar, de no ser por su hermana seguiría sentado en la silla del bar luchando por no desvanecerse y caer al suelo.

-Mantente recto haz el favor que tengo que sacar las fichas para poder cobrarlas- la imagen que daban era un poco cómica, Jacq intentaba mantenerse quiero pero se balanceaba sobre sus piernas de un lado a otro, mientras su hermana no paraba de sacar fichas de sus bolsillos.

-Menudo pedo llevas colega, la apuesta ha sido fuerte ¿eh?- bromeó un hombre adulto de pelo y barba canosa que jugaba sin cesar a una de las tragaperras cercana a las taquillas. Una vez cobrado Poli guardó esta vez las chapas de nuevo en los bolsillos de Jacq. Este  se agarro con fuerza al brazo de su hermana y salieron a la calle en busca de Hueter.

Fuera del casino una mano huesuda le devolvió a su ser de un bofetón.

-Si tu estas así imagínate como debe estar el otro- Hueter les estaba esperando a la puerta del casino, cargado con una mochila a su hombro derecho, que al parecer debía contener el premio obtenido por su fraudulenta apuesta -Con suerte estará una semana de resaca...

-¿Pero que era esa mierda que hemos bebido?

-La bebida más fuerte jamás inventada- las palabras del necrófago sonaban a relato de terror- No estas borracho, bueno un poco si lo estarás, pero lo que sentías era solo un pequeño delirio a causa de tanta Hacencola.

-La bofetada milagrosa- bromeo Jacq, el golpe aun le escocía en la mejilla pero gracias a el despertó de su delirio, aunque el ardor de estomago seguía presente en su interior.

-Será mejor que acabemos con esto cuanto antes, si nos ven juntos pueden sospechar. Vayamos a negociar con la Hermandad del Rayo- advirtió Hueter.

<<Estamos cerca>> pensó Jacq, después de un largo y duro camino estaban donde querían estar.

El cuartel de la hermandad difería de los casinos, se notaba a kilómetros que aquello no era ningún casino. Sin carteles de ningún tipo, una fachada de ladrillos marrones con pocas ventanas y puertas metalizadas, hacia mas parecido aquel lugar a un almacén abandonado que a un cuartel general.

La puerta de acceso estaba custodiada por dos integrantes de la Hermandad, equipados con servoarmaduras color gris metalizado. El casco acoplaba directamente con el resto de la armadura dejando el rostro cubierto por completo.

-¡Buenas tardes forasteros! ¿En que puede ayudarles la Hermandad del Rayo?- dijo uno de los guardias apuntando con un rifle de plasma al mismo tiempo, la voz era masculina.

-Venimos a comerciar- respondió Hueter.

-Por favor para poder acceder depositen todas sus armas en el arcón situado al lado de mi compañero. En caso contrario vuelvan por donde han venido o serán expulsados por la fuerza.

Jacq, su hermana y el necrófago confiaron todas su armas en el arcón tal y como había ordenado el guardia. Antes de permitirles el acceso fueron cacheados a conciencia, pero al ver la mochila que llevaba Hueter llena de chapas y los bolsillos de Jacq a rebosar de las mismas, permitieron la entrada sin más dilación.

La puerta accedía directamente a un ascensor enorme iluminado por una luz azul fluorescente. El guardia les acompañó dentro, mientras que su compañero quedó fuera para no dejar la entrada desprotegida.

Jacq estaba sorprendido y por el rostro de Poli esta también debía estarlo al comprobar que el ascensor descendió rápidamente, dando lugar a un complejo subterráneo. El cuartel estaba situado debajo de aquel edifico, la apariencia exterior del cuartel servia de engaño. El interior era muy diferente, un paraíso para la tecnología.

El soldado que les acompaño subió de nuevo con el ascensor no sin antes indicarles el camino de la armería y suministros.

El suelo parecía de metal, aunque Jacq nunca había visto un material así, las pisadas no sonaban, incluso paró para dar dos fuertes pisotones al suelo pero este siguió sin sonar.

-¡Vamos no seas paleto!- bromeó Poli. El pasillo era amplio, bien iluminado se cruzaron con varios integrantes de la Hermandad del Rayo, todos vestían servoarmaduras, algunos con casco otros al parecer de mayor rango sin el. Uno de ellos se detuvo, para dar indicaciones a Jacq y sus compañeros, se notaba que andaban un poco perdidos.
Base subterranea


La tienda era aun mas impresionante, una habitación grande muy iluminada, llena de armas colgadas de las paredes, servoarmaduras colocadas cuidadosamente en estanterías, munición, había tecnología armamentística avanzada por doquier.

-¡Esto es un viaje al futuro!- Jacq tenia los ojos como platos, nunca había visto un sitio similar.

-¡El presente debía ser así o más avanzado incluso!- bufó Hueter.

-¡Bienvenidos a la armería de la Hermandad del Rayo! ¿En que puedo ayudarles señores?- fue la presentación de la encargada de la tienda una chica castaña de pelo rizado y voluminoso, delgada con ojos azules y una bonita sonrisa en su rostro. A diferencia del resto de integrantes ella vestía un traje blanco ceñido a su cuerpo.

-Necesitamos un equipo completo- respondió el necrófago- servoarmadura, rifles de larga distancia, munición...

-...y ayuda médica-interrumpió Jacq. Aquellas palabras crearon el más absoluto silencio en la sala.

-Vale ayuda medica también, unos estimulantes para las heridas...

-...no me refiero a ese tipo de ayuda- Jacq volvió a interrumpir.

-¿De que coño estas hablando?- a juzgar por la respuesta de Hueter aquello parecía incomodarle.

-Sentimos haberte tenido engañado todo este tiempo- Jacq se encogió de hombros al decirle aquellas palabras al necrófago, este le miraba fijamente con el ceño fruncido-La principal razón por la que vinimos a este sitio es porque Poli mi hermana sufre problemas de corazón desde hace tiempo. Cada vez sus ataques son mas fuertes ¿recuerdas que esta mañana he tenido que subir a por ella porque no se levantaba?

-Sabia que algo pasaba- el tono de Hueter mostraba seriedad.

-Venimos de un sitio muy alejado al este de esta región, donde vivíamos nos dijeron que la Hermandad del Rayo tenia tecnología para curar cualquier patología, por eso vinimos. Encontrarte fue mera casualidad pero gracias a ti lo conseguimos en poco tiempo. Te estamos muy agradecidos- Jacq sabia de sobra que aquellas palabras no apaciguarían la rabia que Hueter debía sentir hacia ellos en aquel momento por no haberle dicho la verdad, pero debía intentarlo.

-Muy bien, una historia muy bonita- carraspeó el necrófago- Que tu hermana se quede aquí al cuidado de estos frikis tecnológicos. Tu me acompañaras a por los hijos de aquella zorra y el botín lo dividiremos en dos partes una para mi y el resto para vosotros dos, luego cada uno seguirá su camino.

Jacq asintió con la cabeza, al fin y al cabo tampoco podía discutirle nada, por los gestos de Hueter era hombre muerto si no accedía a sus peticiones.

La transacción se realizó sin ningún problema, compraron dos servoarmaduras, un rifle de plasma para Hueter y Jacq adquirió un cañón Gauss, explosivos magnéticos y munición como para acabar con un ejército. Gastaron todas las chapas que disponían y dieron las armaduras que llevaban para terminar de pagar todo lo adquirido. Poli por el contrario se quedó con su parte del botín para costearse el tratamiento.

-Acompáñame, te llevaré a la enfermería- la chica encargada de la tienda cogió a Poli por el brazo- Por cierto puedes llamarme Traisa.

Jacq la cogió por el otro brazo y le dio un fuerte beso en la mejilla.

-Volveré a por ti hermana, te pondrás bien ya lo veras- una lágrima corrió por su mejilla. Era la primera vez que se separaban desde que se conocieron.

-Vámonos tenemos trabajo que hacer- Jacq hizo caso omiso a las palabras de Hueter, esperó viendo como su hermana se alejaba por aquel pasillo futurista llorando de alegría. El camino hasta la Hermandad había sido muy duro pero aun quedaba mucho por recorrer.

miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVI - BICHO MALO



GRAN JOHN






Un fuerte y agudo pitido le despertó de su plácido sueño. La tienda de la gasolinera donde había pasado la noche Gran John olía como un invernadero de cannabis, aun quedaban restos de humo debido al porro que se fumó la noche anterior.

-¿Que pasa?- protestó mientras se desperezaba aun tumbado en el colchón. El robot que había permanecido inmóvil toda la noche, estaba enfrente de la puerta, con intención de salir fuera - Espera y saldremos a pasear, no sabia que los robots también tenían que hacer sus necesidades.

Con dificultad Gran John se levantó de la cama improvisada y se dispuso a abrir la puerta. Los rayos del sol comenzaron a inundar la tienda conforme levantaba la persiana metálica que la cerraba. Aun no había alzado ni dos palmos, cuando una pinza de escorpión gigante se coló por el hueco e intentó pellizcarle la pierna.

-¡Mierda!- dió un paso atrás y dejó caer de nuevo la persiana, esta se quedo atrancada con la pinza del animal que lanzaba violentos golpes.
Gasolinera desertica


-¡A las armas!- escuchó, el sonido procedía del robot. Una cegadora luz azul emergió de este impactando en la pinza del escorpión. La persiana volvió a cerrarse dejando la tienda oscuras<< ¡Hay que salir de aquí!>>.

Se percibían sin cesar golpes contra la persiana. Gran John miró a su alrededor, no había otra puerta, pero si dos ventanas cubiertas también por persianas metálicas. Inmediatamente abrió una de ellas de un fuerte empujón, el chirrido oxidado con la claridad del sol acabaron por despertar definitivamente a Gran John.

El robot salió a toda velocidad al exterior y comenzó a disparar contra la manada de escorpiones gigantes que había tomado la gasolinera. Grises, con pinzas enormes y un aguijón letal, amenazaban con echar abajo aquel lugar si nadie les paraba las patas.

Tenia una buena posición desde la ventana, puesto que los alacranes no sabían trepar muros y este le proporcionaba protección y seguridad para disparar contra la amenaza, pero el robot se alejaba cada vez mas de su posición y los collarines que llevaba en los tobillos comenzaron a emitir un sonido intermitente <<¡Mierda, se a alejado demasiado, corre!>>. Saltó por la ventana, sin vestir y sin sus armas, no tenia tiempo, el robot para su sorpresa estaba armado y al parecer cabreado. Disparaba desde las alturas haciendo explotar pedazos de alacrán a cada impacto sin que estos pudieran alcanzarlo. Gran John corría descalzo hacia el autómata perseguido por dos escorpiones que intentaban darle caza con sus aguijones, una vez cerca los collarines dejaron de sonar.

Estaban rodeados, el robot disparaba sin cesar pero no era suficiente, su rayo era demasiado débil para acabar con la amenaza antes de que llegaran a su posición y Gran John se veía seriamente amenazado por los aguijones de una docena de escorpiones gigantes.

Se acercaban con velocidad, amenazantes, el rostro de los alacranes no era expresivo, pero sabia de sobra que no tenían la intención de hacer amigos.

Si no estuviera atado a aquella maquina podría correr y huir de aquel caos, pero en su situación era imposible, Gran John estaba atrapado. <<Si me quedo aquí muero, si voy a por mi arma me quedo sin piernas y muero también>>, sin pensarlo dos veces saltó por encima de dos escorpiones que ocupaban el camino de regreso a la tienda de la gasolinera, al fin y al cabo con un poco de suerte podría llegar a coger el arma sin que los collarines explotaran.

El aguijón de uno de ellos llego a rozarle la pierna dejándole un pequeño rasguño. Seguido por las bestias llegó con rapidez a la ventana de la tienda, los collarines comenzaron de nuevo a sonar << ¡Esto es una puta agonía!>>. El cañón Gauss estaba en el suelo, debajo de la ventana, de un zarpazo consiguió hacerse con el y notó un pellizco en el pie. Uno de los escorpiones lo tenia cogido con la pinza. Inmediatamente le soltó a causa del impacto del arma del robot. El collarín sonaba cada vez con más intensidad, tenia que acercarse urgentemente al androide o se quedaría sin piernas. Corrió de nuevo disparando como un poseso sin mirar muy bien donde disparaba, tenia la mirada fijada en su destino. Los escorpiones que se cruzaban en su camino morían por los impactos del cañón Gauss. Una vez cerca del robot los collarines dejaron de sonar y inesperadamente todos los escorpiones estaban muertos, algunos por los impactos del arma de Gran John otros por los múltiples disparos de los láseres del robot.

Jadeaba cansado por el esfuerzo realizado. Notó un escozor muy intenso en la zona donde el escorpión le había rozado el aguijón. Era mucho peor de lo que imaginaba, aunque fuera un roce, el veneno penetró en su organismo. No era la primera vez que Gran John había sido atacado y picado por escorpiones gigantes, aunque esta vez no tenía el medicamento necesario para contrarrestar el veneno.

Se vistió con dificultad y salió en busca de algún poblado donde poder recibir asistencia, podría cambiar munición o cualquier pertenencia por una dosis que le permitiera expulsar el veneno, estos medicamentos no eran difíciles de encontrar, mucha gente sabia como fabricarlos.

El camino se hacia cada vez mas pesado, no notaba los pies aunque seguía caminando. El sol estaba en pleno apogeo y eso no ayudaba, hacia que sudara como un cerdo y le dieran ganas de beber, le quedaba poca agua en su fiel petaca metalizada.

No sabía si el robot le seguía, Gran John solo miraba al frente, puesto que no le habían estallado las piernas debía estar detrás.

Ningún poblado a la vista, sentía la sensación de estar en medio de un desierto y en gran parte lo estaba, en aquel lugar no había árboles que dieran sombra. Tomó el último sorbo de agua que le quedaba, la petaca le resbalo de su sudorosa mano al suelo sin poder evitarlo. Estaba demasiado cansado para recogerla <<Ya encontrare otra>>.

Observó como dos personas se acercaban hacia el, la vista cada vez era mas borrosa como si estuviera borracho. Aquellas personas le recordaban a sus amigos Glanius y Potito. Quiso llamarles pero no pudo, no tenia fuerzas ni para articular media palabra. Las personas comenzaron a desaparecer como si de humo se tratara y al rato ya no había nadie.

Tenia la vista cada vez mas nublada, cada vez se sentía mas cansado, los brazos, los músculos, los parpados, todo le pesaba << ¡No puede ser que no halla ningún puto pueblo por aquí!>>.

A lo lejos divisó un edificio, parecía abandonado y había cadáveres de grandes animales muertos por el suelo << ¡Mierda!>> en ese momento se percató, había estado caminando en círculos en todo momento, estaba de nuevo en la gasolinera.

Las pocas fuerzas que le quedaban terminaron por agotarse, aquello fue un mazazo enorme para su moral. Cayó de rodillas, durante un momento se tambaleó apoyado sobre sus rodillas con la vista perdida en el horizonte, notaba como su corazón latía cada vez a mayor velocidad, los sentía como si tuviera la oreja apoyada en el pecho y al poco tiempo se desvaneció en el suelo.