TRAISA
Caminaba en silencio dirección a la enfermería seguida
por aquella chica de pelo rojizo. Muchas personas habían acudido a Traisa en
busca de ayuda médica, pero nadie con dinero.
La tecnología propiedad de la Hermandad del Rayo se
compraba con tecnología o con dinero, no se caracterizaban por ser una orden
benéfica. Los beneficios obtenidos por las ventas eran destinados al pago de
científicos para el estudio de nuevas tecnologías además del suministro a los
integrantes.
Solo se podía pertenecer a la Hermandad siendo
familiar de algún integrante de la misma o realizar algún favor que implicase
la obtención de tecnología de gran valor para la Hermandad del Rayo. Los padres
de Traisa pertenecieron a la orden, sus abuelos que ella recordara también.
Aun era una niña de teta cuando quedó huérfana a causa
de una explosión en una fábrica de robots abandonada, donde sus padres habían
accedido con el propósito de obtener piezas de recambio. La explosión fue
causada por soldados del ejército del Pueblo Libre, pusieron bombas de control
remoto en la sala donde se realizaba el montaje de las células de alimentación
energética y el núcleo atómico de estas hizo el resto. La explosión fue tan
grande que sacudió los cimientos de las aldeas cercanas dejando reducido aquel
sitio a cenizas. Soldados de la Hermandad del Rayo visitaron aquel sitio al
poco de enterarse de la noticia, aunque cuando eso pasó ya habían pasado varios
días y a su llegada, solo encontraron escombros y una foto de familia medio
quemada donde a duras penas se veía a Traisa recién nacida a brazos de su madre
acompañada de su padre. Desde aquel momento, la pequeña Traisa fue hija
adoptiva de la Hermandad del Rayo, declarándose la guerra con el Ejército del
Pueblo Libre.
Habían pasado muchos años de aquel incidente, las
fuerzas de la Hermandad habían mermado a causa de su restrictiva política para
reclutar nuevos miembros. Aunque la guerra seguía en pie.
-Es aquí- señalando con el dedo la puerta de acceso,
arriba en el marco ponía el cartel de enfermería en un cartel luminoso. A la
izquierda de la puerta había un lector de huellas dactilares, Traisa puso el
dedo índice de la mano derecha sobre el lector y al momento la puerta se abrió.
Era una sala pequeña, con una temperatura más baja que
el resto del complejo, a ambos lados camas cubiertas de sabanas blancas dejando
en medio un estrecho pasillo. Todas las camas estaban equipadas con monitores,
sensores y dispositivos para tener controladas las constantes del paciente en
todo momento.
Un robot era el encargado de los diagnósticos y
cuidados médicos de la sala. De forma cuadrada y color verde claro, tan claro
que en espacios de mucha luz como aquella sala parecía ser blanco. Levitaba a
escasos centímetros del suelo. Comprobaba el estado de uno de los soldados de
la Hermandad del Rayo, tenía una especie de brazo articulado posado sobre el
pecho del hombre.
Una vez el robot notó la presencia de Traisa y Poli
interrumpió su labor. Un holograma apareció de una pequeña cámara proyectora
situada en el frontal del androide, este dibujaba la imagen de un hombre vestido
con atuendo de doctor y tamaño similar al de hombre adulto.
-¡Buenas Traisa! ¿Que paciente traes hoy?- el
holograma se movía a la vez que la voz. Una voz entrecortada con tono enlatado.
-Aquí mi amiga Poli, según dice tiene problemas de corazón-
Traisa hablaba con toda naturalidad con el robot-doctor como si este fuera una
persona de carne y hueso.
-Señorita desnúdese si es tan amable- aunque parecía simpática
la voz del robot era imperativa.
-¿Pero aquí en medio?- preguntó Poli, tenia la cara
roja.
-¡Anda no seas vergonzosa, si solo es un robot! Y no
te preocupes por el otro-bromeó Traisa refiriéndose al hombre tumbado en una de
las camas, el cual estaba siendo atendido anteriormente por el robot-esta tan
puesto de drogas que no ve tres en un burro.
Poli con sumo cuidado se quitó la coraza dejándola en
el suelo. Una vez desnuda como su madre la trajo al mundo el robot comenzó a
escanearla. De una cámara similar a la del holograma salía un potente haz de
luz rojo intenso, el robot daba vueltas e inspeccionaba de arriba a abajo el
cuerpo de Poli. El holograma dejó de ser la silueta de un medico para mostrar
las imágenes del interior del cuerpo de la chica.
No era la primera vez que Traisa asistía a un chequeo
médico, también había sido objeto de unos cuantos a lo largo de su corta vida.
El cosquilleo que producía en los órganos al entrar en contacto con el escáner
del robot, era placentero y desagradable a la vez, como si alguien estuviera
metiendo la mano dentro de su cuerpo y tocando cada rincón del mismo.
Después de un breve periodo el robot apagó el escáner
y se dispuso a dar el diagnostico; <<Que dios nos pille
confesados>>
El androide narraba los resultados al mismo tiempo que
aparecían los órganos escaneados uno a uno en el holograma; -Hembra de edad
celular entre treinta y cinco y treinta y siete años- el holograma mostraba una
foto tomada en ese instante - Órgano cerebral intacto, el cráneo presenta
diferentes hematomas leves - el holograma encogía la imagen de la foto y
presentaba el cerebro y cráneo perfectamente detallados, una imagen que nunca
dejaba de impactar a Traisa por muchas veces que las hubiera visto -pulmones
dañados por una exposición prolongada al tabaco.
-¡Si yo no fumo!- fue la reacción de Poli al
comentario.
-No te preocupes- respondió Traisa con calma- si
frecuentas bares o la polución del ambiente puede dar lugar a esos resultados.
-Daños irreparables en el corazón- siguió el robot con
el diagnostico- necesario trasplante urgente, esperanza de vida del paciente
veinte días. Esperanza de vida post operación natural de un humano.
El resto de órganos poco importaron, el diagnostico
del robot era preocupante. <<No disponemos corazones para el trasplante,
ni humanos ni artificiales>>. Traisa se preguntaba como podría salvarle
la vida a aquella muchacha, el robot solo estaba diseñado para trasplantar órganos
artificiales diseñados con tecnología biológica y no conocía nadie con
conocimiento suficiente en la medicina antigua para realizar tal operación.
¿Donde podría encontrar un corazón artificial? Si aun existían en algún sitio
estos debían localizarse en los búnkeres cerrados. Búnkeres que desde el estallido
de la guerra no se habían aperturado, quedando dentro generaciones de personas
que en su vida habían visto la luz del sol. ¿Seguirían con vida estas extrañas
personas? Y si era así ¿Como acogerían la intrusión de la gente de fuera?
-Quédate aquí- dijo a Poli - el doctor Robot estará
pendiente de ti mientras preparamos todo lo necesario para la operación, aunque
te advierto que un corazón nuevo es caro.
-Mi hermano ha ido en ayuda de una mujer, la cual nos
ha prometido una sustanciosa recompensa.
<< Esperemos que vuelva >> En ese momento
se le encendió la bombilla. Para no poner en peligro a ningún integrante de la
Hermandad podría enviar a su gran amiga Acero en busca del hermano de Poli para
que este fuera en busca del corazón, aunque el problema era mayor. No tenía la
ubicación exacta de ningún Bunker cerrado. Los pocos que habían explorado
estaban abandonados y completamente desvalijados y el robot que debía contener
las coordenadas exactas de los mismos, había sido robado días atrás en una
emboscada del Ejército del Pueblo Libre, cuando unos compañeros regresaban de
una misión de exploración, quedando los tres soldados muertos cerca de
Penélope.
-¿Donde decías que había ido tu hermano?
-Se dirige a la base de la Banda de los Trajes Grises
para liberar unos niños prisioneros ¿Porque?
-Nada, curiosidad. Quédate aquí luego vengo a verte.
Salió a toda velocidad de la enfermería. Toda respuesta
podría obtenerla en el centro de investigación, había en juego dinero y
posiblemente nuevos soldados para la Hermandad, además de un valioso botín
tecnológico que les serviría de gran ayuda en su particular guerra contra el
Ejercito del Pueblo Libre.
Rápidamente llegó al centro de investigación, el
comandante Alain Truchement estaba al cargo de la sala.
-¡Comandante tengo algo muy serio entre manos!- el
comandante se encontraba revisando un detallado mapa dibujado en una gigantesca
pantalla de cristal trasparente situada al centro de la sala. Una sala enorme
con una veintena de ordenadores aunque solo estaban siendo utilizados la mitad
de ellos.
-Esto es más importante, espera- respondió el
comandante, un hombre alto, corpulento con peinado militar y vestido de
servoarmadura plateada.
-Eso son...
-Efectivamente Traisa- interrumpió Alain - anoche la
radio del bot de reconocimiento que perdimos volvió a funcionar y pudimos
localizar su posición y rastrearlo. Pasó la noche en esta gasolinera situada a
unos kilómetros de aquí- señalo la gasolinera en el mapa con un largo alfiler
con punta de goma - Hace unos instantes perdimos de nuevo su señal en este
punto - señaló una montaña cercana a la gasolinera -Solo caben dos
posibilidades, o bien que el bot haya sido anulado de nuevo o que se trate de
uno de los búnkeres. De inmediato vamos a mandar soldados de incógnito para
realizar el reconocimiento de la zona. Perdona Traisa ¿Que querías?
- Hay una chica que ha venido con un montón de chapas
buscando ayuda médica, necesita un corazón artificial y bien dios sabe que si
no lo encontramos en esos búnkeres no lo encontraremos en otro sitio.
-Esos corazones no valen todas las chapas del mundo- interrumpió
el comandante.
-Tengo la solución. Su hermano se encuentra realizando
unos trabajillos para una mujer en el Notocar. Podemos enviar a Acero en su
busca y juntos que hagan el trabajo sucio- sugirió Traisa.
-¿Acero? ¿Esa chiflada que cogió del cuello a dos
hombres enormes y los estranguló antes que tocara el suelo? ¿Acaso no recuerdas
que esta en el calabozo bajo sedación?
-Estoy dispuesta a correr el riesgo. Sabes que es mi
amiga, y por mí hará lo que sea.
-Esta bien hija... hay mucho en juego. Pero si la
misión sale mal todo el peso de los mandos superiores caerá sobre ti. Yo negare
haber tenido esta reunión contigo.
No le extrañaban las palabras del comandante, este mentiría
hasta a su propia madre el día de su muerte. Traisa salió de la sala con una
sonrisa de oreja a oreja. <<De esto me ascienden seguro>>, fue en
busca de su amiga Acero. Se preguntaba si esta la perdonaría después de haberla
engañado para poder sedarla el día que ocurrió la pelea. <<Puedo hacerlo,
la convenceré>>