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miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVI - BICHO MALO



GRAN JOHN






Un fuerte y agudo pitido le despertó de su plácido sueño. La tienda de la gasolinera donde había pasado la noche Gran John olía como un invernadero de cannabis, aun quedaban restos de humo debido al porro que se fumó la noche anterior.

-¿Que pasa?- protestó mientras se desperezaba aun tumbado en el colchón. El robot que había permanecido inmóvil toda la noche, estaba enfrente de la puerta, con intención de salir fuera - Espera y saldremos a pasear, no sabia que los robots también tenían que hacer sus necesidades.

Con dificultad Gran John se levantó de la cama improvisada y se dispuso a abrir la puerta. Los rayos del sol comenzaron a inundar la tienda conforme levantaba la persiana metálica que la cerraba. Aun no había alzado ni dos palmos, cuando una pinza de escorpión gigante se coló por el hueco e intentó pellizcarle la pierna.

-¡Mierda!- dió un paso atrás y dejó caer de nuevo la persiana, esta se quedo atrancada con la pinza del animal que lanzaba violentos golpes.
Gasolinera desertica


-¡A las armas!- escuchó, el sonido procedía del robot. Una cegadora luz azul emergió de este impactando en la pinza del escorpión. La persiana volvió a cerrarse dejando la tienda oscuras<< ¡Hay que salir de aquí!>>.

Se percibían sin cesar golpes contra la persiana. Gran John miró a su alrededor, no había otra puerta, pero si dos ventanas cubiertas también por persianas metálicas. Inmediatamente abrió una de ellas de un fuerte empujón, el chirrido oxidado con la claridad del sol acabaron por despertar definitivamente a Gran John.

El robot salió a toda velocidad al exterior y comenzó a disparar contra la manada de escorpiones gigantes que había tomado la gasolinera. Grises, con pinzas enormes y un aguijón letal, amenazaban con echar abajo aquel lugar si nadie les paraba las patas.

Tenia una buena posición desde la ventana, puesto que los alacranes no sabían trepar muros y este le proporcionaba protección y seguridad para disparar contra la amenaza, pero el robot se alejaba cada vez mas de su posición y los collarines que llevaba en los tobillos comenzaron a emitir un sonido intermitente <<¡Mierda, se a alejado demasiado, corre!>>. Saltó por la ventana, sin vestir y sin sus armas, no tenia tiempo, el robot para su sorpresa estaba armado y al parecer cabreado. Disparaba desde las alturas haciendo explotar pedazos de alacrán a cada impacto sin que estos pudieran alcanzarlo. Gran John corría descalzo hacia el autómata perseguido por dos escorpiones que intentaban darle caza con sus aguijones, una vez cerca los collarines dejaron de sonar.

Estaban rodeados, el robot disparaba sin cesar pero no era suficiente, su rayo era demasiado débil para acabar con la amenaza antes de que llegaran a su posición y Gran John se veía seriamente amenazado por los aguijones de una docena de escorpiones gigantes.

Se acercaban con velocidad, amenazantes, el rostro de los alacranes no era expresivo, pero sabia de sobra que no tenían la intención de hacer amigos.

Si no estuviera atado a aquella maquina podría correr y huir de aquel caos, pero en su situación era imposible, Gran John estaba atrapado. <<Si me quedo aquí muero, si voy a por mi arma me quedo sin piernas y muero también>>, sin pensarlo dos veces saltó por encima de dos escorpiones que ocupaban el camino de regreso a la tienda de la gasolinera, al fin y al cabo con un poco de suerte podría llegar a coger el arma sin que los collarines explotaran.

El aguijón de uno de ellos llego a rozarle la pierna dejándole un pequeño rasguño. Seguido por las bestias llegó con rapidez a la ventana de la tienda, los collarines comenzaron de nuevo a sonar << ¡Esto es una puta agonía!>>. El cañón Gauss estaba en el suelo, debajo de la ventana, de un zarpazo consiguió hacerse con el y notó un pellizco en el pie. Uno de los escorpiones lo tenia cogido con la pinza. Inmediatamente le soltó a causa del impacto del arma del robot. El collarín sonaba cada vez con más intensidad, tenia que acercarse urgentemente al androide o se quedaría sin piernas. Corrió de nuevo disparando como un poseso sin mirar muy bien donde disparaba, tenia la mirada fijada en su destino. Los escorpiones que se cruzaban en su camino morían por los impactos del cañón Gauss. Una vez cerca del robot los collarines dejaron de sonar y inesperadamente todos los escorpiones estaban muertos, algunos por los impactos del arma de Gran John otros por los múltiples disparos de los láseres del robot.

Jadeaba cansado por el esfuerzo realizado. Notó un escozor muy intenso en la zona donde el escorpión le había rozado el aguijón. Era mucho peor de lo que imaginaba, aunque fuera un roce, el veneno penetró en su organismo. No era la primera vez que Gran John había sido atacado y picado por escorpiones gigantes, aunque esta vez no tenía el medicamento necesario para contrarrestar el veneno.

Se vistió con dificultad y salió en busca de algún poblado donde poder recibir asistencia, podría cambiar munición o cualquier pertenencia por una dosis que le permitiera expulsar el veneno, estos medicamentos no eran difíciles de encontrar, mucha gente sabia como fabricarlos.

El camino se hacia cada vez mas pesado, no notaba los pies aunque seguía caminando. El sol estaba en pleno apogeo y eso no ayudaba, hacia que sudara como un cerdo y le dieran ganas de beber, le quedaba poca agua en su fiel petaca metalizada.

No sabía si el robot le seguía, Gran John solo miraba al frente, puesto que no le habían estallado las piernas debía estar detrás.

Ningún poblado a la vista, sentía la sensación de estar en medio de un desierto y en gran parte lo estaba, en aquel lugar no había árboles que dieran sombra. Tomó el último sorbo de agua que le quedaba, la petaca le resbalo de su sudorosa mano al suelo sin poder evitarlo. Estaba demasiado cansado para recogerla <<Ya encontrare otra>>.

Observó como dos personas se acercaban hacia el, la vista cada vez era mas borrosa como si estuviera borracho. Aquellas personas le recordaban a sus amigos Glanius y Potito. Quiso llamarles pero no pudo, no tenia fuerzas ni para articular media palabra. Las personas comenzaron a desaparecer como si de humo se tratara y al rato ya no había nadie.

Tenia la vista cada vez mas nublada, cada vez se sentía mas cansado, los brazos, los músculos, los parpados, todo le pesaba << ¡No puede ser que no halla ningún puto pueblo por aquí!>>.

A lo lejos divisó un edificio, parecía abandonado y había cadáveres de grandes animales muertos por el suelo << ¡Mierda!>> en ese momento se percató, había estado caminando en círculos en todo momento, estaba de nuevo en la gasolinera.

Las pocas fuerzas que le quedaban terminaron por agotarse, aquello fue un mazazo enorme para su moral. Cayó de rodillas, durante un momento se tambaleó apoyado sobre sus rodillas con la vista perdida en el horizonte, notaba como su corazón latía cada vez a mayor velocidad, los sentía como si tuviera la oreja apoyada en el pecho y al poco tiempo se desvaneció en el suelo. 

CAPÍTULO XV - CAJA DE PANDORA



HUETER






<<La guerra, la guerra nunca acabó>> recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día. Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras... caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana con todo.

Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.

Podrían pasar años y años que las habitaciones del Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas, botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.

A Hueter no le importaba, había dormido en sitios mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran tranquilas en el Transtorno.

Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en un cenicero.

-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con un trapo viejo.

-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil distinguirle.

-¿Y estas que horas son de llegar?

-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.

-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía con su empeño por dejar la barra limpia.

Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca transgénica.

Debido a la escasez de animales supervivientes después de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas, mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran antes de la guerra.

-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la hamburguesa.

-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.

Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café <<No es como el mío pero también vale>>.

-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín. Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas por las calles de Penélope.

Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el, susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un aspecto pálido.

-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o que?- quiso averiguar.

-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.

Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así que decidió actuar como si nada pasara.

La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.

-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.

-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.

Momentos después se despidió de todos los presentes en el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto. Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.

Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.

-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.

-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter. Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente escaneó la autorización.

-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar. ¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.

<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.

Era como antaño, habían pasado muchos años desde su última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra "suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor enemigo del Luxury Odín.

No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar <<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el robot lo echo fuera del Luxury Odín.

Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales, la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre no se correspondía con el original.

-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-

-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.

-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.

El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación. <<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.

Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en forma de vela. 
ruleta vieja




Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker, Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las suyas propias.

Hueter cambió todas las chapas que disponía por fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.

Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en ascensor.

Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder sin el código de seguridad.

Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta. El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada. Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que incitaba a beber.

Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia las mesas para apostar según su plan.

Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que buenos actores!>>.

Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;

-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver las múltiples caries que habían invadido su boca.

-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en tono burlesco -¡Sitraaannnggg!

<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados, orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.

-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.

-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo "pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.

-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!

El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga, traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien era el más borracho.

La primera botella acabó, tanto Jacq como su contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos, Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.

Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella ya estaba servida.

A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer, tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.

Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa, rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.

Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.

-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de sus fichas, todos menos Hueter.

Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.

-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!

<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía el montón de fichas por parte del camarero.

Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las escaleras para no tener que esperar el ascensor.

En el salón de juego todos los sentimientos del pasado le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose cada vez mas a las mesas de ruleta.

-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas dinero que cuando entró.

viernes, 28 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIV - EL MUNDO AL REVÉS



MOSARRETA




Soñó que volvía a caminar. Campos de hierba verde, un sol radiante y al fondo el amor de su vida. Corría hacia el, tan bella, con el pelo negro caoba, esas caderas que tanto recorría con sus labios, beso a beso, subiendo poco a poco por su cintura, sus pechos y finalmente besar aquellos labios carnosos y ver aquella cara de pánfila que tan cachondo le ponía -¡Yejova!- repetía una y otra vez -¡Yejova!- gritaba con mas fuerza, el campo cada vez era mas gris, la imagen de su amada mas difusa.

-¡Mierda!- despertó con el ruido de las gotas cayendo constantemente al suelo encharcado de las alcantarillas. Cristine estaba en la misma posición que la noche anterior, inmóvil <<¿Se habrá intoxicado con la carne del hombre pez?-pensaba mientras observaba como la chica dormía- Estará cansada>>.

Maldecía cada mañana al despertar el día en que intentó violarla y esta le dejó tullido. Le dolían aunque no pudiera moverlas. Siempre se preguntaba porque quiso hacerlo. Era feliz, tenia una mujer bonita que le amaba, un trabajo que le reportaba grandes sumas de chapas, pero todo cambió de la noche a la mañana. El alcohol, las drogas, prostitución y por último violador en serie <<¡Menudo currículo!¡Normal que mi mujer me abandonara!>> Sentía una sensación extraña, tenia mucho que agradecerle a Cristine, se había convertido en un gilipollas integral, pero gracias a ese cuchillazo dejo de serlo, hizo verle que lo había perdido todo, hasta las ganas de vivir. Después todo cambió, quería volver a ser el mismo de antes y recuperar a Yejova, aunque sin pelo y en silla de ruedas y sobretodo después de lo que había hecho, iba a ser tarea difícil

-¡Gracias!- dijo en voz alta, pero la chica no respondió seguía dormida -¡Venga despierta!- gritó - es hora de ponerse en marcha, no tenemos todo el día.
Alcantarillas posguerra


-¿Que hora es?- respondió Cristine mientras se desperezaba.

-¡Y yo que cojones se!¿Tengo cara de tener un Rolex?

Aun quedaban brasas en la hoguera, medio consumidas después de muchas horas encendida. Aprovecharon para prepararse el desayuno, y una vez fritos los restos del hombre pez, comieron un poco para llenar el estomago.

Mosarreta llevaba varios días comiendo lo mismo, pero aquella carne tan tierna era de las mejores que había probado nunca y hasta ahora no se cansaba de comerla. Tenia la sensación de que era adictivo puesto que cuanto mas la comía mas le gustaba, y a su compañera parecía pasarle lo mismo <<Mejor ser adicto a esto que no morir de hambre>>.

Una vez terminaron de comer Mosarreta guardo el resto en una mochila que llevaba colgada en la parte trasera de su silla de ruedas. Esta era automática, pero la falta de luz solar en las alcantarillas mermaron las baterías, así que no tenia mas remedio que empujar las ruedas con sus manos.

-¡En marcha!-ordenó. Mosarreta conocía algunas zonas del alcantarillado, había pasado las ultimas semanas vagando sin un rumbo claro buscando una salida, con tan mala fortuna que sin darse cuenta acabó volviendo al lugar por donde había entrado. Al menos ahora volvía a estar orientado y sabia que dirección tomar.

-Tranquila estas zonas están limpias. Al menos lo estaban cuando pasé por aquí hace unos días- los túneles parecían todos iguales, apestaban todos igual.

Mosarreta iba delante, empujando la silla con sus manos, apoyada en las piernas su fiel arma. Cristine de vez en cuando le ayudaba a sortear algún escalón mas alto de lo normal.

-¿Como acabaste aquí abajo?¿De quien huías?- quiso saber. Le extrañaba que el ojito derecho del jefe de la banda de los Trajes Grises andara por aquellos agujeros.

-Arnazi intentó violarme, pero le paré los pies a tiempo rajándole la garganta con el mismo cuchillo que utilice para...

-No sigas. Entiendo que quieres decirme. Vaya... vaya... la niña nos ha salido guerrera. Así que el jefe esta muerto- aquellas noticias le dejaron petrificado. Sin un líder la banda de los Trajes Grises acabaría por desaparecer. Arnazi no había elegido ningún sustituto para relevarle en el puesto, ninguno de los integrantes de la banda aceptaría la autoproclamación de nadie como nuevo jefe y mucho menos les veía lo suficientemente inteligentes como para echarlo a votación.

-¡Aquí es donde cometí el fallo!- llevaban un buen rato caminando por un túnel amplio, este a su final se dividía en otros dos mas estrechos, pero perfectamente transitables. La vez anterior Mosarreta eligió el camino de la derecha, estuvo casi una semana explorando pero no encontró ninguna salida. Túneles inundados, otros bloqueados y mas de una abominación como la que atacó a Cristine.

Cuando escapó del calabozo con su compañero, este le dijo que tenían que dirigirse en la medida de lo posible siempre hacia el norte y a pocas horas caminando encontrarían la salida. Lo que su compañero no le informó es que en la bifurcación los dos túneles tomaban dirección norte.

-Tenemos que ir por la izquierda. Aunque te advierto que a partir de aquí podemos toparnos con cualquier cosa- aquella zona no estaba explorada.

El túnel parecía inacabable. Metros y metros de húmeda oscuridad Sin previo aviso una de las trampillas de la parte superior del túnel cedió, cayendo con ella un montón de basura precedida por una criatura. Entre tanta oscuridad y salpicaduras de agua sucia Mosarreta no lograba ver bien que tenia enfrente, pero por la silueta y el inconfundible chascarrido procedente de la boca de aquel ser, se trataba de un hombre pez. Rápidamente echó mano de su viejo rifle, demasiado tarde, la criatura le propinó un fuerte zarpazo y lo tiró de la silla.

Mosarreta intentaba arrastrarse con sus manos pero resbalaba cada dos por tres debido al agua. El arma estaba muy lejos, detrás de la criatura, esta no debía ver muy bien puesto que no paraba de lanzar golpes al aire. <<¡Maldita zorra!-pensaba con rabia, mientras seguía arrastrándose con dificultad- ¡Ha huido!>>.

Escuchó un disparo, el sonido retumbó en las paredes del estrecho túnel, un poco de sangre salpicó a Mosarreta pero la criatura seguía dando golpes al vacío. Otro disparo impacto contra el abdomen de la abominación, esta cayó al suelo de rodillas <<¡Mierda me ha visto!>>, arrastrándose hacia el la criatura le cogió de un tobillo, intentó cogerle del otro pero un golpe la apartó. En ese momento Mosarreta vió que era Cristine, estaba de pie delante suyo apuntando fijamente al hombre pez. Respiró y disparó, la abominación pataleó y poco después dejo de moverse. El último disparo de la chica había impactado de lleno en la cabeza del hombre pez dejando un agujero enorme en el ojo.

Mosarreta observaba desde el suelo como Cristine seguía apuntando firmemente al cuerpo sin vida de aquella criatura.

-¡Déjalo, ya esta muerto, no desaprovechemos munición!- dijo mientras jadeaba, le costaba hablar-¡Gracias!¡Pensé que te habías marchado!

-¿Porque?¡Tu me salvaste la otra vez!¡Ahora estamos en paz!

-Una cosa- Mosarreta hizo una observación-La próxima vez dispara directamente a la cabeza.

Con la ayuda de Cristine volvió a sentarse en la silla, y siguieron por el túnel, dejando atrás el cadáver del hombre pez.

Le dolía el costado, el golpe de la criatura había sido muy fuerte, mas aun el sucio suelo lleno de agua sucia y putrefacta donde impacto de lado. Aun sentía el olor a rancio <<Debo apestar a podrido>> aunque no sabia bien si era solo él o el aroma de las alcantarillas. Podría pasar meses en aquel agujero que nunca se acostumbraría a aquellos olores.

El final del túnel desembocó en un gran espació donde cruzaban cuatro túneles, uno de ellos bloqueado por lo que debía ser un derrumbamiento.

-Debemos seguir al norte, ya estamos cerca creo...

Aquel lugar estaba poco iluminado, pequeños rayos de sol se colaban por rendijas y pequeños agujeros en la parte superior. En el centro unos barriles de metal tirados en el suelo medio cubiertos por el agua. Alrededor ningún indicio de amenaza.

Siguiendo las indicaciones de su compañero muerto continuaron hacia el norte dejando a su derecha otro túnel a simple vista similar al que habían venido.

-¿Donde creéis que vais?- alguien les interrumpió cuando ya habían cruzado casi por completo aquel lugar. La voz procedía del otro túnel, de entre las sombras salió un hombre alto y delgado vestido con bata médica, amarillenta y llena de manchas de sangre y barro. Tenia el pelo sucio y enmarañado, una larga y espesa barba canosa le cubría el rostro, sus pequeños ojos negros estaban acompañados por grandes ojeras fruto de muchos días en la oscuridad o de un deficiente descanso.

-¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí?- preguntó Cristine, pero antes de obtener respuesta un grito atroz se escuchó retumbando en las paredes de aquel lugar. Una manada de necrófagos salvajes, apareció entre la oscuridad del túnel situado al norte. El hombre misterioso desenfundó una pistola de plasma y abrió fuego a discreción contra los necrófagos.

El hombre vestido de medico no parecía ser muy hábil con las armas puesto que alcanzaron rápidamente a Cristine. Uno de ellos se abalanzó sobre la chica de un gran salto. Los dos cayeron al suelo forcejeando, el necrófago intentaba morderla en el cuello, pero de un codazo se lo quito de encima.

<< ¡Cuanto bicho!>> pensaba al mismo tiempo que disparaba su viejo rifle, con poco acierto. Los necrófagos no paraban de moverse y eran muy ágiles.

Un grupo de personas salieron del túnel donde estaba el hombre de la barba canosa, armados con palos metálicos, cuchillos o cualquier cosa contundente para golpear. Niños y adultos inundaron aquel lugar, redujeron los necrófagos a un montón de carne y huesos.

-¡Rápido todo el mundo adentro!- gritó el hombre vestido de medico, haciendo un movimiento con su mano señalando el túnel por donde habían salido.

Como un rebaño de ovejas todos acataron las ordenes de aquel hombre, incluidos Mosarreta y su compañera.

-¡Gracias!- agradeció Cristine.

-¿Quienes sois?- había estado muchos días vagando por las alcantarillas y en ningún momento vio señales de vida humana. No obtuvo respuesta, todos allí presentes caminaban en silencio por el túnel, Mosarreta al igual que Cristine iba un poco mas rezagado, todo aquello le pillaba por sorpresa.

Pocos metros después, llegaron a otro espacio similar al anterior. Tenia todas las salidas bloqueadas a excepción del túnel por donde habían venido. Iluminado por hogueras encendidas dentro de bidones de metal, causaba un efecto amarillento intermitente en las paredes. El suelo seco, lleno de objetos, camas improvisadas. Colchones viejos, sabanas sucias, esterillas de playa rotas, neveras desconectadas emulando una despensa y taquillas metálicas oxidadas. Daba la sencación de que toda la mierda de las alcantarillas la hubieran llevado a aquel lugar para crear un hogar.

-Perdonar pero no había tiempo que perder, podrían habernos seguido- murmuró el médico- Soy Neil Tarzard, seguidor de la "Orden de San Juan de Dios" y antiguo doctor del Notocar cuando este era un laboratorio para investigar necrófagos.

-Soy Mosarreta y esta es mi compañera Cristine, ambos fugitivos del Notocar.

-Como todos los aquí presentes- respondió Neil Tarzard.

-¿Y que hacéis aquí? ¡La salida esta al norte!

-Ya lo sabemos, todo el mundo lo sabe, pero no hay salida- se encogió de hombros- La salida esta siguiendo el túnel por donde salieron los necrófagos, pero aquella zona esta infestada de Moradores de las Cloacas y algunos necrófagos, lo que hace imposible llegar al destino.

-Entiendo- Mosarreta cruzó los brazos y se frotó la barba, un trozo de barro seco le cayó a las piernas- ¿Entonces vivís aquí y ya esta?

-Mejor dicho morimos aquí- Neil señaló unos cuantos cadáveres descuartizados al fondo de la sala. Por su apariencia parecía que estuvieran alimentándose de ellos. Mosarreta frunció el ceño extrañado al ver aquel cuadro.

-¿Estáis..?

-... si comiéndonos a los muertos- interrumpió - No se si lo habrás notado pero la carne de Morador es adictiva a parte de tóxica. Puedes alimentarte unos días, pero cuanto mas la comes mas quieres hasta convertirse en una droga.

-¿Como sabes tu todo eso?¿También los habéis estudiado?- aquella historia le resultaba muy extraña. El laboratorio hacia décadas que había sido cerrado y aquel hombre parecía demasiado joven para ser un extrabajador del mismo.

-Nosotros creamos a los Moradores de las Cloacas- respondió Neil mirando al suelo, dándole una patada a una lata vacía- fue un error. Inoculamos un virus en varios sujetos necrófagos creyendo que habíamos dado con la cura. Pero no fue así, al tercer día de incubación comenzaron a mutar, algunos de ellos murieron pero otros se convirtieron en esas criaturas diabólicas..

-Un momento- interrumpió Mosarreta- Si eras trabajador del laboratorio ¿como es que eres tan joven?

-No soy joven, soy necrófago, tengo tantos años que ya perdí la cuenta. La barba y el pelo largo me camufla un poco mi condición- había que fijarse mucho para comprobar que en aquellas zonas donde Neil carecía de pelo también carecía de piel, aunque a lo lejos era casi imposible diferenciarlo- Aquello fue un poco caótico, murieron dos compañeros pero conseguimos reducirlos.

-¿Y como acabaron aquí abajo?

-Los teníamos sedados y atados a las camas del laboratorio, pero una noche escaparon unos cuantos por las alcantarillas y otros por la superficie. Los de la superficie murieron achicharrados por el sol, sin embargo los de las alcantarillas sobrevivieron, y eso no fue lo peor, aprendieron a reproducirse.

-Basta ya de historias, llevo todo el día de camino ¿hay cerveza? Me muero por una buena cerveza- entre el tiempo que Mosarreta había pasado en prisión y los últimos días en las alcantarillas, hacia meses que no probaba otra bebida que no fuera agua sucia. Por primera vez se sentía libre.

-No tenemos muchas, pero sírvete una. En la nevera al lado de donde están los tres hermanos que llegaron hace dos días- Neil Tarzard señaló una de las neveras, estaba a medio cerrar, al lado sentados en el suelo jugando con un balón hecho de trozos de tela tres niños. Mosarreta se acercó a la nevera para coger una cerveza. Les miró detenidamente mientras estiraba el brazo para coger una de las botellas.

-¿Y vuestros padres?- preguntó al ver sus caras de tristeza.

-Unos hombres malos nos cogieron hace mucho tiempo y nos llevaron lejos de mamá- respondió el mas pequeño de todos-Mamá nos está buscando, pero no sabe donde estamos.