JACQ
<<
¡Menuda mierda! >> era el único pensamiento de Jacq mientras bajaba las
escaleras a la planta baja de la pensión Rose. << A ver si nos deshacemos
pronto de esos mequetrefes y podemos irnos de putas con la recompensa a que nos
dejen el sable bien limpio... >>
Sin duda no había
sido su mejor experiencia sexual, aunque había llegado al orgasmo.
Andes de
salir del local recogió todo el equipamiento y munición que pudo, tanto para él
como para sus compañeros que le aguardaban fuera.
Salió de la
pensión tan cargado que parecía un burro de carga. Hueter y Poli le esperaban
sentados en un banco de metal oxidado a unos metros, hablando entre ellos en
voz baja.
-¡El hijo
pródigo ha vuelto! ¿Que tal esa limpieza de bajos?- pregunto Hueter entre
risas.
-Tampoco ha
sido para tanto. Mucho ruido y pocas nueces. En fin al menos ahora está limpio-
suspiró - Aquí traigo todo el equipamiento que he podido cargar - había
armaduras básicas, pistolas de plasma y munición varia, cargas de plasma, balas
de rifle, munición de ametralladora y balas de once milímetros para la pistola
convencional.
- Con esto y
un poco de arte en el intercambio comercial, podremos conseguir algo decente en
Luxury Odín la zona de casinos de lujo al este del pueblo. Allí opera la
Hermandad del Rayo que es especialista en tecnología, sobretodo tecnología
militar- dijo Hueter al ver la mercancía.
-¿Como sabes tú
todo eso?- pregunto Poli.
-Niña tengo
ya más de dos siglos de experiencia, vagando por todos los rincones de la
región. No siempre he estado en el bar sirviendo copas a gente alcohólica.
Empezaron la
andadura después de vestirse con las armaduras. Poli aun conservaba la suya, así
que tenían excedentes con los que poder maniobrar a la hora de comerciar.
Hueter encabezaba el grupo. Al parecer era como un mapa andante, se le veía muy
seguro de saber a dónde se dirigía.
Caminaban por
una vieja autopista, a lo lejos el sol del atardecer cada vez más perpendicular
a sus caras. Jacq llevaba gafas solares, Hueter se hacía sombra con la mano
para no deslumbrarse y Poli sencillamente intentaba no mirar hacia el sol.
No daban ni
dos pasos sin encontrarse algún coche abandonado. Vehículos que dejaron de
funcionar a causa de la tormenta de misiles, a causa de la guerra que cambió el
mundo. En alguno de ellos aun se veía el reflejo del dolor, esqueletos de
personas adultas abrazadas, otros murieron solos, cada coche tenía su propia
historia, historias que cayeron en el olvido, historias con un mismo final.
Muchas eran las ocasiones en las que Jacq había visto similares escenas, pero
no podía dejar de estremecerse cada vez que se topaba con alguna.
-Si la vista
no me engaña debemos de estar cerca, se supone que el camino debe estar limpio,
pero como ya sabréis no es una ciencia cierta- explicó Hueter. Al horizonte los
últimos rayos de sol dejaban paso a la luz artificial de unos edificios
inmensos. Un espectáculo de luces de colores jamás visto por Jacq y su hermana.
-¿Es eso el
Luxury Odín?-
-¡Efectivamente
amigo! ¡Nunca te toparas sitio tan bien conservado, ni con tanto vicio!-
respondió Hueter como si estuviera haciendo un anuncio de los casinos para la
radio.
La llegada a
las puertas de la ciudad que rodeaba los casinos fue de noche. Conforme había
advertido Hueter el camino transcurrió sin ningún sobresalto. Solo una
cucaracha mutada se cruzó se cruzo en su camino, insecto que acabó sirviendo de
aperitivo para el necrófago después de que este acabara con el de un pisotón en
la cabeza.
La ciudad
llamada Penélope había sido construida a las afueras del complejo de casinos.
Cimentada y restaurada por gente pobre la cual se le había denegado la entrada
al Luxury Odín por carecer de autorización o por no tener suficiente caché. La
seguridad era máxima en el complejo. No todo el mundo tenía la libertad de
acceder a los casinos, robots de vigilancia comprobaban si los sujetos que
solicitaban el acceso, disponían de autorización, en caso contrario se
solicitaba una cantidad mínima de cinco mil chapas. Las chapas de las botellas
fueron puestas en circulación como moneda de pago después de la guerra, el
valor de estas residía en el limitado número de las mismas, ya que la
tecnología para fabricar chapas de botellas se perdió en la Gran Guerra, por lo
que las que quedaron mantuvieron su valor hasta cierto punto...
Penélope había
desarrollado su propia sociedad, ajena a la política del Odín. Cualquier
persona solía ser bien recibida, aunque dentro de esta sociedad imperaban
varios clanes, los cuales eran reacios a mantener cualquier tipo de relación
con gente del exterior de la ciudad.
Penélope al
igual que la mayoría de las ciudades de la región, estaba rodeada de murallas
construidas con vehículos abandonados, restos de metal entre otros tipos de
materiales para prevenir posibles amenazas exteriores, tanto humanas como
animales. Disponía de cuatro accesos, Jacq, Hueter y Poli estaban en la puerta
de la zona este. Una caravana comercial formada por dos mercenarios, el
vendedor y un burro de carga de dos cabezas intentaba hacer negocios con un
comerciante local.
-¡Buenas
noches!- se presento Hueter.
-¡Buenas
noches forasteros!- respondió el vendedor, un tipo alto, con barba larga,
semblante serio y con el rostro lleno de pequeños agujeritos fruto de una
pubertad llena de granos.
-¿Saben
ustedes si el "Transtorno" sigue abierto?- Jacq estaba sorprendido,
su compañero necrófago parecía conocer todos los rincones de la región.
-¡Por favor
tuteame! Efectivamente sigue abierto pero ¿para qué queréis ir a ese antro
alejado de la mano de dios?- el comerciante local respondió con otra pregunta.
-Servidor
conoce al dueño, solo estamos de paso- el tono de Hueter era de respeto y trato
cordial.
-En ese caso
no tengo nada que objetar. Pasar, seáis bien recibidos. Si queréis probar el
mejor licor de todo Penélope os espero en la "Taberna Taurina".
Jacq fue el
primero en entrar, las puertas estaban hechas con dos planchas enormes de
metal, a lo alto un pequeño pasillo que unía los dos lados, donde dos hombres
armados permanecían inmóviles vigilando la entrada y alrededores. Dentro una
calle muy ancha daba lugar a un mercadillo entre los habitantes. Comida,
alcohol, agua, ropa, armas... había todo tipo de puestos, se comerciaba con
cualquier cosa. Había niños jugando a tirarse piedras, otros gritaban las
maravillas de los bares y tiendas de la zona a modo de reclamo.
-¡Jamás había
visto un lugar con tanta gente!- exclamo Jacq, su hermana hizo lo mismo con un
gesto de su mano.
-Seguidme, el
"Transtorno" está cerca- sugirió Hueter.
Jacq se quedó
rezagado del grupo, en uno de los puestos había lo que parecían ser mercenarios
-¿Sois mercenarios a sueldo?- preguntó dirigiéndose hacia un hombre alto y delgado,
de piel oscura, pelo negro rizado y canoso, lucía una barba canosa arreglada
con forma de pico.
-James Black
para servirle a un módico precio- respondió-Somos guardaespaldas, para que su
estancia en Penélope sea tranquila y sin percance alguno.
-¿Y no hacéis
servicio fuera de esta ciudad?
-¡No!
-Pues vaya
castaña- Jacq bromeó haciendo un saludo militar-Si lo piensas mejor estaré
hospedado en el "Transtorno" pregunta por Jacq.
No obtuvo
respuesta. James el guardaespaldas se quedó inmóvil.
Con paso
firme intentaba alcanzar al grupo, la charla con el guardaespaldas le había
dejado atrás, pero no estaba lejos. Para hacer el camino más llevadero se encendió
un cigarrillo. Sus compañeros estaban a unos pocos pasos, el mercadillo había
quedado atrás, al girar la esquina por la calle donde se encontraba situado el
"Transtorno", comprendió al comerciante de la entrada. Lo poco que
quedaba de las aceras estaba lleno de personas drogadas hasta los ojos. Adictos
a sustancias estupefacientes, muchos de ellos se debatían entre la vida y la
muerte otros tenían la vista fijada en el infinito. Jacq no se fiaba de la
situación, con un movimiento sutil puso los dedos sobre la empuñadura de su
pistola de plasma.
-Tranquilo,
los pobres no se dan cuenta de nada, están en otra dimensión, son inofensivos-
le dijo Poli- entremos al garito a ver que se cuece.
Dentro el
"Transtorno" estaba abarrotado de gente. El murmullo de los clientes
se vio alterado por el fuerte grito del dueño -¡Hombre calavera! ¡Cuanto tiempo
sin tener noticias tuyas! ¡Ven y tomate una con tu amigo Delasno!- al parecer
el dueño del local conocía a Hueter. Delasno era un hombre bajito y gordo, con
entradas prominentes señal de una calvicie muy próxima y bastante imberbe para
su edad.
-Pensaba que
ya no te acordarías de mí. Ha pasado mucho tiempo- Hueter cogió asiento delante
de la barra. Mientras el necrófago y el tabernero se ponían al día con sus
asuntos, Jacq se sentó en una de las mesas que recientemente había quedado
vacía con su hermana Poli. Enfrente había un pequeño escenario donde un hombre
canijo hacia de humorista, era el espectáculo de la noche. El local estaba
bastante oscuro, los pocos focos que había iluminaban en esos momentos el
escenario y la barra del bar. El pequeño humorista contaba chistes de antes de
la guerra, los espectadores parecían no cogerles la gracia:
-¿Que tienen
en común una mujer y un tornado?- comenzó-¡Que al principio chupa con mucha
fuerza y luego se lleva tu casa!- poca sonaron unas tímidas carcajadas. Jacq
aprovechó el paréntesis para pedir dos cervezas-¡A mi mujer la llamaban Twister!-
el humorista se esforzaba pero pocas risas conseguía.
-¡Bueno
hermana por fin estamos en Penélope!- comentó Jacq mientras ambos brindaban con
su cerveza recién abierta.
-¿Crees que
lo conseguiremos?- pregunto Poli con cierta incertidumbre.
-No lo sé
hermana, tenemos que actuar con suma cautela como hasta ahora, esto no va a ser
fácil- respondió entre susurros.
-¿Jacq?-
escuchó su nombre detrás de él. Esa voz le era familiar-¡Jacq he venido a
hablar de negocios contigo!