Menu

sábado, 22 de febrero de 2014

CAPÍTULO XIII - LOS BAJOS FONDOS



JACQ




Bjarme Risa finalizó su actuación conforme la comenzó, sin pena ni gloria. Dos números más la precedieron. El primero un cantante de poca monta con su vieja guitarra española. El siguiente era el número especial de la noche. Jacq miraba babeando como la bailarina que estaba actuando en esos momentos movía los pechos al son de la música.

Morena de pelo largo, piel tersa, caderas estrechas, destacaba por sus voluptuosos pechos. Eran grandes como jamás había visto Jacq. <<Si todos los pechos fueran así no existiría hambre en el mundo - fantaseaba - seguro que con una mano no puedo cubrirlas>>. La excitación aumentaba por momentos, sentía como le apretaban cada vez más los pantalones. La bailarina por su parte seguía contorneándose, ganándose todo tipo de piropos y sandeces de los varones allí presentes sin llegarse a quitar ninguna prenda.

Jacq despertó de su fantasía erótica de golpe.

-¡Deja de mirarle las tetas a la bailarina y atiende que esto es importante!- Poli su hermana le propinó una colleja que sonó en todo el local, pero nadie se percató excepto Jacq que notaba como le picaba el pescuezo.

-El plan es el siguiente- explicaba Hueter-mi amigo Delasno nos ha conseguido tres autorizaciones para entrar en el Luxury Odín, son de tres miembros de la Hermandad del Rayo. Los encontraron muertos a las afueras de la ciudad y les robaron los pases además de las armas y las servoarmaduras. Hoy dormiremos aquí, ya mañana temprano entraremos. Por cierto Jacq ¿quien era el negro que hablaba antes con vosotros?

-Tengo unos asuntillos pendientes con el, si todo sale bien tendremos un nuevo integrante en nuestro grupo sin coste alguno.

-Ve con cuidado amigo estas calles están repletas de indeseables. No me fío un pelo alguien que no conozco- aportó Hueter.

-Ya lo se compadre, me lo dejaste bien claro el día en que nos conocimos- Jacq dejo escapar una carcajada. No dio tiempo ni a acabarse la cuarta cerveza, cuando el show de la morena pechugona termino, con el consiguiente abucheo de los espectadores al comprobar que finalmente no se deshizo de ninguna prenda.

Era la hora, ya no había más actuaciones y la gente comenzaba a abandonar el bar. Jacq salió solo al lugar de encuentro. << ¡Otra noche mas sin dormir!>> Le gustaban los días largos, sobre todo pasar las noches en vela.

Echó mano del paquete de tabaco para encenderse un cigarro, quedaban pocos, debía subministrarlos bien, no sabia donde encontrar tabaco por aquella zona, aunque con tanto antro seguro que alguno de ellos vendería.

La gente parecía no dormir en aquella ciudad, los yonkis del callejón estaban aun mas colocados y el sonido los gritos, conversaciones, disparos era el mismo que el de la tarde anterior.

El cigarro le duro lo justo para llegar al puesto de los guardaespaldas.

-¡Tu!- señalo a James Black al tiempo que dejaba caer el cigarro al suelo dándole la última calada -¿Cual es tu tarifa?

-Cien chapas por viaje y persona- el negro sabia disimular. Hablaba como si no se conocieran.

-Esta bien quedas contratado, voy yo solo. Vamos- la voz de Jacq sonaba un poco forzada, pero a ojos de los compañeros de James Black parecía un viajero cualquiera dispuesto a fundirse el dinero en los casinos.

Caminaron unos metros sin mediar palabra, James Black le seguía cubriendo las espaldas tal y como hacia con sus auténticos clientes.

-¡Dame la pasta o te rajo!- la voz no era la de su compañero, Jacq notaba como algún objeto le pinchaba suavemente la parte lumbar izquierda. Sin tiempo a girarse escuchó un disparo cercano, quedando salpicado de sangre. El cuerpo del presunto atracador, cayó muerto con un agujero en la cabeza del diámetro de una botella de cerveza, creando un charco de sangre en el suelo.

-Un drogadicto menos- bufó James Black.

-¿Como sabes que es drogadicto?- preguntó Jacq desconcertado.

-Si hubiera sido alguien en su sano juicio, no habría atacado tan directamente a una persona que va acompañada por uno de los nuestros. Por aquí- señaló con el dedo una calle a su derecha, de proporciones similares a la que transitaban.

Sea cual fuera la calle en Penélope, todas estaban muy poco iluminadas. Había farolas pero la mitad con las bombillas fundidas o rotas, otras habían corrido peor suerte al encontrarse tiradas en el suelo fruto de reyertas o batallas dentro de la ciudad. Dicho panorama dejaba la ciudad con una iluminación deficiente, hasta tal punto que en algunos rincones estaban completamente a oscuras, rincones aprovechados por ladrones mas especializados que el yonki que había intentado atracar a Jacq anteriormente. James Black esta vez iba delante, siguiendo la ruta más segura para evitar otros posibles altercados. Jacq no podía entender como una ciudad así podía estar rodeando por completo la ciudad más rica de la región.
Esclavitud


-No te equivoques Jacq, esta ciudad esta podrida. El dinero entra en el Luxury Odín y ya no vuelve a salir. Adinerados con los bolsillos llenos de chapas entran creyéndose los dueños del mundo, para salir a las pocas horas en ropa interior y sin una mísera moneda. La mayoría se quedan aquí vagando en pena, buscando algún trabajo que les haga recuperar parte de lo perdido. Pero lo que no absorbe el Odín termina por absorberlo Penélope, drogadicción, alcoholismo, prostitución y ludopatía por doquier tanto en un lugar como en otro hacen que las personas terminen completamente locas esperando a que alguien les meta un tiro en la cabeza en un intento de robar dinero para comer o drogarse o simplemente de una sobredosis de Anexis.

-¡Macho me estas acojonando!- Jacq sintió un fuerte escalofrío al escuchar el relato que sin ton ni son le había contado el guardaespaldas.

-Historias aparte Jacq es el edificio que tienes ahí delante, donde están los dos guardias- señalo haciendo un movimiento con la cabeza- yo les distraeré. Sube escaleras arriba, no hay perdida, encontrarás una habitación grande que da al otro lado de la calle donde me has recogido, Cosmi Turbas esta durmiendo, duerme muy profundamente, aun así se lo mas sigiloso que puedas. El transmisor es como una de las radios del ejército. Solo pulsa el botón reset, una vez lo hayas hecho tira este dado por la ventana y espera a mi regreso-abrió la mano y dejo caer un dado amarillento en la palma de la mano de Jacq- ¿Entendiste?

Jacq asintió con la cabeza. Acto seguido James el guardaespaldas se acercó corriendo hacia los guardias de la puerta, esta estaba abierta, no podía estar de otro modo porque carecía de puerta física. Una mentira muy buena debió contarles puesto que salieron todos corriendo hacia la parte delantera del edificio de inmediato.

Era el turno de Jacq, con paso firme y rápido se adentro en el edificio sin ser visto por nadie. Conforme subía las escaleras por aquel pasillo oscuro escuchaba los ronquidos cada vez más fuertes de Cosmi Turbas.

James Black tenía razón, el señor Turbas dormía a pierna suelta, un hombre calvo de pelo canoso, durmiendo en una cama vieja del antiguo mundo, luciendo su gran barriga con los botones de la camisa desabrochados.

Era una habitación grande y polvorienta, con el suelo lleno de objetos, lo que dificultaba el silencioso avance de Jacq. La cama estaba situada a su izquierda, enfrente una mesa redonda de madera, encima de la mesa estaba el transmisor de frecuencia. Conforme le había informado el James el guardaespaldas era muy parecido a una de las radios del ejército.

Jacq llegó a la mesa no sin antes tropezar un par de veces con botellas de cristal que había tiradas en el suelo. Cosmi Turbas hizo intención de despertarse, para fortuna de Jacq el intento fue fallido.

Siguiendo las órdenes de James pulsó el botón reset, le parecía curioso puesto que era demasiado obvio, pero tampoco le importaba saber más del asunto. Acto seguido tiró el dado por la ventana y se quedo quieto en la habitación como si de una sombra se tratase.

El sonido del dado golpeando el suelo de la calle repetidas veces dio paso a la voz de James Black; - ¡Compañeros somos libres! ¡Podemos quitarnos los collarines que tantos años de esclavitud nos han brindado!- instantes después James entraba en la habitación.

-¿Que coño haces?- preguntó Jacq. El guardaespaldas estaba poniéndole el collarín alrededor del cuello a Cosmi Turbas.

-Jacq hazme un ultimo favor, vuelve a darle otra vez al botón de reset.

Sin poner oposición hizo lo que le pidió y pulsó de nuevo el botón de reset. El collarín esta vez rodeando el cuello del esclavista Cosmi, comenzó a emitir un sonido agudo, bastante molesto. El hombre al escuchar el zumbido se levanto de un sobresalto.

-Pero que...-

-¡Cállate!- interrumpió con toda calma James Black el sobresalto del esclavista- Aunque sea por unos segundos vas a saborear lo que hemos sentido nosotros durante años.

-Si voy a morir ahora no lo haré solo - Cosmi Turbas se abalanzó sobre James Black, intentaba pegarse lo máximo posible al que había sido su esclavo durante muchos años para que así el collarín les hiciera explotar a los dos. Jacq no se lo pensó dos veces, cogió una de las botellas de cristal del suelo y le dio de lleno en todo el rostro al señor Turbas, esté cayó de espaldas sobre la cama y el collarín exploto. El cuerpo sin vida quedo tirado en la cama, sin cabeza y con las sabanas y paredes de los alrededores teñidas de sangre.

-¡Gracias!- James Black le agradeció el oportuno botellazo- Si no llega a ser por ti ahora mismo yo tampoco tendría cabeza. Te debo la vida y la libertad.

-¿Entonces ahora vendrás con nosotros?

-Es lo menos que puedo hacer por ti. Aunque por lo que tengo entendido vais a entrar en el Luxury Odín. Yo por mi parte prefiero quedarme aquí. Ahora con Cosmi Turbas fuera de circulación el negocio es nuestro. Una vez volváis os estaré esperando, mientras me dedicare a lo que he hecho toda mi vida, ser guardaespaldas.

Jacq se sentía alterado y confuso. Aquellas palabras de agradecimiento le hicieron cambiar de perspectiva, después de todo, el mundo aun tenia esperanza, se merecía otra oportunidad. Si el había sido capaz de liberar desinteresadamente de la esclavitud perpetua a una persona que conoció unas pocas horas atrás, cualquier persona era capaz de hacer el bien. Aunque hubieran pasado mas de doscientos años de la guerra, esta nunca finalizó, solo cambió sus enemigos.

martes, 18 de febrero de 2014

CAPÍTULO XII - LIBERTAD



JAMES BLACK






El Luxury Odín era un lugar al cual solo tenían acceso ciertos privilegiados que disponían de autorización o personas con un buen saco de chapas debajo del brazo dispuestos a fundírselas en los casinos.

El caso de Penélope era bien diferente. El hambre y la pobreza gobernaban la ciudad.

James Black trabajaba como mercenario en la compañía "Los Viajes Al Paraíso" o como sus compañeros decían "Los VAP". Su trabajo consistía en proteger y llevar con vida a los futuros pobres a las puertas del Luxury Odín. Futuros pobres porque la mayoría iba con los bolsillos llenos de chapas y volvía por el mismo camino pero con telarañas. Muchas eran las veces que había estado en las puertas de acceso pero nunca las llegó a cruzar.

El camino era peligroso puesto que podían ser asaltados en cualquier momento por ciudadanos de Penélope, si creían que los VAP llevaban encima objetos valiosos o chapas. Muchas eran las vidas que James Black llevaba a sus espaldas. Todo a cambio de un sueldo que le daba para comer una vez al día y dormir en una cama.

La tarde fue tranquila, solo cuatro clientes sin ninguna muerte. Momentos antes un tipo el cual no conocía, de estatura media baja, bastante fornido con pintas de militar salvo por su pelo largo, llamado Jacq, le había propuesto un trabajo fuera de las murallas de Penélope. Pero en su condición no podía permitirse el lujo de abandonar la ciudad.
Mercenario negro


Al finalizar el turno en vez de irse a la pensión de siempre James Black decidió buscar a Jacq. Quizás pudiera ayudarle a salir de la ciudad.

La dirección que había tomado aquel hombre solo tenía un destino posible

El "Transtorno" tal y conforme le comento Jacq antes de seguir su camino.

No fue difícil encontrar aquel antro. Por suerte o por desgracia James Black se conocía Penélope como la palma de su mano.

Una vez dentro observó como Jacq el hombre del pelo largo bebía una cerveza acompañado por una mujer de pelo rojizo. Ambos disfrutaban del pésimo espectáculo que estaba ofreciendo el conocido humorista Bjarme Risa. El apellido no le hacia justicia puesto que generaba pocas risas entre los espectadores.

Entre pisotones y disculpas James Black consiguió llegar a la mesa donde estaban sentados Jacq y la mujer pelirroja, comentaban algo que no tenia nada que ver con el show de Bjarme.

-No lo se hermana, tenemos que actuar con suma cautela como hasta ahora, esto no va a ser fácil- susurraba el hombre de pelo largo.

-¿Jacq?- interrumpió James Black -¡Jacq he venido a hablar de negocios contigo!

-¡Hombre a ti te conozco! ¡El mercenario negro que no sale de la ciudad!- respondió Jacq girándose sobre la silla para ver quien le estaba llamando- Toma asiento hombre y bébete una a nuestra salud.

James Black se sentó a la izquierda de Jacq dejando libre el otro asiento para no tapar el espectáculo de Bjarme con su presencia. No pidió nada para beber, fue directamente al grano, no tenia tiempo que perder.

-¿De que se trata el trabajo que me ofrecías esta tarde en el puesto de los mercenarios?- comenzó James Black.

-Antes de contarte nada tenemos que saber que contamos con tu colaboración- el hombre de pelo largo no le quitaba ojo, por otra parte su compañera no hacia el menor caso, se dedicaba a beber de su cerveza y a entretenerse con los chistes de mal gusto del humorista.

-No es que no quiera salir de esta maldita ciudad. Pero hay un pequeño problema que me retiene aquí- se hizo un pequeño silencio. James Black llevaba un pañuelo de color azul marino bordado con tribales, con el dedo índice lo bajó unos pocos centímetros dejando al descubierto un collarín MK65. Llevaba al cuello un collarín de preso del antiguo mundo.

-¿Y eso?

-Es el motivo por el cual no puedo salir de esta apestosa ciudad- James Black llevaba viviendo en Penélope desde que era un niño de unos pocos años -Cosmi Turbas es el dueño de la compañía "Los Viajes al Paraíso"...

-¿Y que tiene que ver eso con el collar que llevas al cuello? ¿Eres su perro?- interrumpió Jacq.

-Mas o menos- aquello le incomodaba, perros es como llamaba Cosmi Turbas a sus trabajadores- No trabajamos allí por gusto. Nos paga una mísera y nos tiene encadenados como perros. Este collar explotaría si intentara adentrarme en el Luxury Odín o salir de la ciudad.

-¿Y no puedes quitártelo?- por sus preguntas James Black sabia que Jacq no tenia ni idea del funcionamiento de los collarines.

-Si me lo quito soy hombre muerto igual. El único modo es que uno de vosotros me ayude esta noche a apagar el emisor de frecuencia que controla los collarines. Yo no puedo puesto que si me acerco mucho al emisor el collarín explota. Ya sabéis medidas de seguridad para presos.

-Te encargas tu hermano- por primera vez la mujer de pelo rojizo abrió la boca, aunque fuera para dirigirse a su hermano.

-¿Donde se supone que esta ese trasto?- aporto Jacq, parecía dispuesto a ayudarle.

-¿Recuerdas el puesto donde me has hablado esta tarde? Es el edificio trasero. Tengo que volver echando leches para no levantar sospechas. Ven cuando finalice la ultima función del Transtorno, yo estaré esperándote fuera, donde el puesto de contratación, haz como si me contrataras, tranquilo no te cobrare nada. Si me liberas os acompañare gustosa y gratuitamente allá donde os dirigís, al fin y al cabo me estarás dando la libertad.

Jacq asintió con la cabeza. James Black había conseguido alguien que le ayudara a liberarse de aquel collarín, que durante tantos años había llevado al cuello. Acto seguido salio con paso firme y rápido en dirección al puesto de contratación para seguir con su labor.




sábado, 15 de febrero de 2014

CAPÍTULO XI - MÚSICO



GRAN JOHN




Habían pasado muchas horas desde el incidente en la torre, Gran John estaba encarcelado en las celdas del campamento. Era un habitáculo pequeño, casi claustrofóbico, con paredes grises. Los barrotes estaban formados por campos magnéticos, emitían una luz de color azul brillante, en el suelo un colchón viejo sin sabanas y un cubo sucio para hacer sus necesidades. Apestaba a heces, puesto que momentos antes le había dado un apretón y como no sabía cuanto tiempo mas pasaría en aquel agujero, decidió desahogarse en el cubo.

Tampoco había noticias de sus compañeros Potito y Glanius. Desde que los soldados lo arrestaron y desarmaron, Gran John había perdido contacto con el exterior. Nadie le acompañaba en las celdas colindantes, todas estaban vacías.

Horas de soledad, sin comer ni beber, lo único que sabía era porque estaba metido en aquel calabozo. No llegaba a entender como eran capaces de dejar morir a gente inocente. El "ejercito del pueblo libre" ya no era como antaño, había perdido todos los valores de su fundador.

La ira se apodero de su ser y en un arrebato de locura cogió el cubo y lo lanzó contra los barrotes en un gesto de rabia. El cubo se quedó pegado al campo magnético, pero la mierda y la orina rebosaron acabando esparcidas por el pequeño calabozo, siendo Gran John el mas perjudicado.

<< Genial ahora apestare a mierda quemada >> pensó.

-¿A que huele aquí?- unos soldados se acercaban a los calabozos bromeando acerca del olor procedente de estos-¿Eso es mierda quemada?

-¡algún héroe loco se abra peleado con los barrotes a base de pedos!- los soldados se burlaban, desde luego no eran sus compañeros.

-¡Tú!- uno de los soldados estaba enfrente de su celda. Era alto, rubio, cara pecosa, debía ser joven. Se dirigía a Gran John en tono amenazador -Vamos Pececito quiere hablar contigo, la has liado parda. Pórtate bien o te pudrirás en este cuchitril.

El soldado desactivo el campo magnético, los rayos azules desaparecieron y el cubo cayó al suelo echando humo. Antes de salir Gran John se limpió un poco la mierda que tenia esparcida por cara y manos con el colchón.

Como un corderito siguió a los soldados escaleras arriba, en dirección al despacho del jefe. Otros dos soldados iban detrás de el, sin quitarle ojo de encima con sus armas listas para disparar a la más minima señal de resistencia.

El cuartel era pequeño, solo dos plantas y un sótano donde estaban los calabozos. Todas las habitaciones parecían iguales, a izquierda y derecha literas por doquier, en todos los pasillos la misma peste a sudor concentrado. Las únicas estancias diferentes del resto eran la armería, la enfermería y el despacho de Pececito.

Finalmente entraron, los soldados se quedaron atrás, tapando la salida. Gran John estaba enfrente del escritorio de Pececito, el jefe le estaba observando con mirada seria, sin pestañear, sentado en su sillón viejo de piel.

Era un hombre alto, de avanzada edad, hacia mucho tiempo que por el centro de la cabeza no le crecía un solo pelo, los que conservaba a los lados eran canosos, su mirada perdida la escondía de tras de unas gafas de pasta sin cristal, todo el mundo decía que era para parecer mas interesante pero a Gran John le parecían ridículas. El puro siempre acompañaba a pececito, le gustaba mucho fumar, tanto que los soldados bromeaban con la extinción de los puros de antes de la guerra y las nuevas cosechas.

-¡El héroe anónimo del pueblo!-comenzó dándole una calada al puro, llenando la sala de humo -¿Sabes porque estas aquí verdad?

-Me hago una idea. ¿Donde están mis compañeros?- preguntó Gran John.

-¿Estas siendo juzgado y lo único que te importa es saber donde están tus amigos?- hizo una pausa para darle una calada al puro y prosiguió -No fueron tan buenos chicos como tú. Mis soldados intentaron arrestarles, pero lo único que consiguieron fue que tu compañero el bicho verde mandara a diez de ellos a la enfermería- Gran John dejó escapar una sonora carcajada- Yo en tu lugar no reiría tanto. Están en busca y captura. Tú serás el encargado de traerlos de vuelta para que sean juzgados.

-¡Lo llevas claro!- fue la respuesta Gran John.

-Quien lo lleva claro eres tu- añadió Pececito-¡Trucha, Yate, ponerle los collarines!

Dos de los soldados que vigilaban la puerta de salida, cogieron unas pulseras metálicas con un Led rojo apagado. Gran John sabia de que pulseras se trataba. Eran collarines MK65. Se utilizaban antes de la guerra en las prisiones. Los presos dependiendo del grado de seguridad, llevaban dichos collarines para evitar fugas, bien en las muñecas, bien en los tobillos, en cuello o en el peor de los casos el conjunto de todos. El intentar quitárselos o alejarse demasiado del trasmisor de frecuencia que los controlaba provocaba la explosión inminente de estos collarines.

<<Estoy perdido- pensó Gran John- me tienen cogido de pies y manos nunca mejor dicho. No mostró resistencia alguna. Los guardias le pusieron collarines en pies y manos.

-¡Tu ganas! ¡Pero creo que con esto puesto no voy a llegar muy lejos de aquí!

-¿Crees que no lo tengo todo pensado?- ahora era Pececito quien dejaba escapar carcajadas-Mira detrás tuyo.

Gran John se giró ligeramente la cabeza, un robot gris metalizado, esférico del tamaño de un balón de futbol se había posado a sus espaldas sin el darse cuenta. Estaba suspendido en el aire, totalmente silencioso. En la parte frontal tenia una pantalla táctil rota, a los laterales antenas receptoras y pequeños alerones.

-¿Y este balón? ¿Vamos a echar un partidillo o que?- ironizó Gran John.
Robot Balon

-El balón como tu le llamas es tu vida ahora mismo, si el muere tu te quedas sin manos y pies a merced de los depredadores, si te alejas demasiado o intentas escapar de el, correrás la misma suerte. Cuídalo bien, pues de el depende tu vida. Ahora fuera de mi vista.

Antes de abandonar la base, Gran John recogió sus cosas, le permitieron llevarse el cañón Gauss que tenia en régimen de alquiler con el ejército.

Caminaba hacia el sur, los guardias antes de marcharse le informaron en que dirección huyeron sus amigos. Aunque después de tantas horas podrían estar en cualquier sitio. Iba a ser tarea difícil encontrarles. Una cosa tenía clara, debía deshacerse de aquel robot y de los collarines lo antes posible. Seguramente el robot servia de baliza para rastrear su posición en cualquier momento.

Habían pasado varias horas desde su salida del campamento, Gran John estaba un poco desorientado, de noche se hacia difícil seguir una dirección en concreto, durante el trayecto el robot no había dejado de seguirle, sin hacer sonido alguno, totalmente sigiloso aunque notaba su presencia en todo momento.

No veía población o ciudad cercana entre tanta oscuridad. Solo una gasolinera abandonada.

Tenia las persianas echadas y al parecer oxidadas <<Posiblemente este cerrada desde antes de la guerra pero me extraña>> pensó Gran John. Todos los lugares absolutamente todos habían sido saqueados. Bien durante la guerra o después, en busca de comida, ropa munición o simplemente un refugio. Solo algunos Bunkers seguían cerrados a cal y canto.

Gran John dio un pequeño empujón a la persiana que cerraba la puerta, con un sonido chirriante esta se abrió dejando tras de si una nube de polvo.

-Me lo imaginaba, vacío y saqueado, pero servirá de refugio para pasar la noche. ¿Tu que opinas robot?- no obtuvo respuesta, el robot seguía sin emitir sonido alguno -¡Tío que antipático! He visto muchos robots y al menos te dicen "hola" cuando les hablas.

-¡Hola!- el robot respondió, la voz sonaba a grabación de audio.

-Bueno al menos dices hola...

-¡Hola!- interrumpió el robot. Gran John empezó a comprender, el robot respondía con un saludo al escuchar la palabra "hola".

<<No hay comida, solo un poco de agua y un robot que solo sabe decir "hola", vamos bien. A ver cuanto material me queda>>pensó al inspeccionar la gasolinera. Polvo, escombros, latas de conserva vacías y oxidadas, una caja registradora abierta y un colchón viejo y mugriento tirado en el suelo.

Gran John se sentó encima del colchón <<al menos esta blandito>> miró en su saquito, un saquito de reloj de bolsillo que utilizaba para guardar la Marihuana. Aun le quedaba droga suficiente para unas cuantas noches y eso le alegró mucho. Las drogas estaban muy bien pagadas y podía utilizarlas para comerciar por comida u otros objetos, aunque prefería no tener que llegar a eso.

-¡Genial!- esbozó una sonrisa- ¡Oye ponte algo de musiquita! ¿No?-esta vez tampoco tuvo respuesta -¡Radio!- gritó, acto seguido empezó a sonar una emisora de radio. El robot también respondía a la orden "radio", buscaba emisoras de radio dentro del alcance. Después de la guerra no quedó radio ni televisión alguna, con el paso del tiempo gente fascinada por la música anterior a la guerra había conseguido restaurar algunas de las zonas de emisión, y realizaban sus propios programas de música de forma altruista. Se agradecía tener melodías sonando en el ambiente, sobretodo en los muchos días grises de invierno.

Gran John conocía la voz del locutor, había escuchado muchas veces esa sintonía en las largas guardias del campamento.

-¡Y ahora otro viaje al pasado!- la voz del locutor procedía del robot. Facundo Poderoso era el encargado de la Rock Radio. Gran John no le conocía pero su voz era inconfundible -¡En primicia con todos ustedes, venido de la época del televisor en dos dimensiones... Highway to Hell de AC/DC!- la voz del locutor dio paso a la canción.

<<Autopista al infiero- pensó, mientras se liaba un porro- que grande>>.