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viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVIII - CURANDERA



TRAISA






Caminaba en silencio dirección a la enfermería seguida por aquella chica de pelo rojizo. Muchas personas habían acudido a Traisa en busca de ayuda médica, pero nadie con dinero.

La tecnología propiedad de la Hermandad del Rayo se compraba con tecnología o con dinero, no se caracterizaban por ser una orden benéfica. Los beneficios obtenidos por las ventas eran destinados al pago de científicos para el estudio de nuevas tecnologías además del suministro a los integrantes.

Solo se podía pertenecer a la Hermandad siendo familiar de algún integrante de la misma o realizar algún favor que implicase la obtención de tecnología de gran valor para la Hermandad del Rayo. Los padres de Traisa pertenecieron a la orden, sus abuelos que ella recordara también.

Aun era una niña de teta cuando quedó huérfana a causa de una explosión en una fábrica de robots abandonada, donde sus padres habían accedido con el propósito de obtener piezas de recambio. La explosión fue causada por soldados del ejército del Pueblo Libre, pusieron bombas de control remoto en la sala donde se realizaba el montaje de las células de alimentación energética y el núcleo atómico de estas hizo el resto. La explosión fue tan grande que sacudió los cimientos de las aldeas cercanas dejando reducido aquel sitio a cenizas. Soldados de la Hermandad del Rayo visitaron aquel sitio al poco de enterarse de la noticia, aunque cuando eso pasó ya habían pasado varios días y a su llegada, solo encontraron escombros y una foto de familia medio quemada donde a duras penas se veía a Traisa recién nacida a brazos de su madre acompañada de su padre. Desde aquel momento, la pequeña Traisa fue hija adoptiva de la Hermandad del Rayo, declarándose la guerra con el Ejército del Pueblo Libre.

Habían pasado muchos años de aquel incidente, las fuerzas de la Hermandad habían mermado a causa de su restrictiva política para reclutar nuevos miembros. Aunque la guerra seguía en pie.

-Es aquí- señalando con el dedo la puerta de acceso, arriba en el marco ponía el cartel de enfermería en un cartel luminoso. A la izquierda de la puerta había un lector de huellas dactilares, Traisa puso el dedo índice de la mano derecha sobre el lector y al momento la puerta se abrió.

Era una sala pequeña, con una temperatura más baja que el resto del complejo, a ambos lados camas cubiertas de sabanas blancas dejando en medio un estrecho pasillo. Todas las camas estaban equipadas con monitores, sensores y dispositivos para tener controladas las constantes del paciente en todo momento.

Un robot era el encargado de los diagnósticos y cuidados médicos de la sala. De forma cuadrada y color verde claro, tan claro que en espacios de mucha luz como aquella sala parecía ser blanco. Levitaba a escasos centímetros del suelo. Comprobaba el estado de uno de los soldados de la Hermandad del Rayo, tenía una especie de brazo articulado posado sobre el pecho del hombre.

Una vez el robot notó la presencia de Traisa y Poli interrumpió su labor. Un holograma apareció de una pequeña cámara proyectora situada en el frontal del androide, este dibujaba la imagen de un hombre vestido con atuendo de doctor y tamaño similar al de hombre adulto.
Camilla e instalaciones medicas

-¡Buenas Traisa! ¿Que paciente traes hoy?- el holograma se movía a la vez que la voz. Una voz entrecortada con tono enlatado.

-Aquí mi amiga Poli, según dice tiene problemas de corazón- Traisa hablaba con toda naturalidad con el robot-doctor como si este fuera una persona de carne y hueso.

-Señorita desnúdese si es tan amable- aunque parecía simpática la voz del robot era imperativa.

-¿Pero aquí en medio?- preguntó Poli, tenia la cara roja.

-¡Anda no seas vergonzosa, si solo es un robot! Y no te preocupes por el otro-bromeó Traisa refiriéndose al hombre tumbado en una de las camas, el cual estaba siendo atendido anteriormente por el robot-esta tan puesto de drogas que no ve tres en un burro.

Poli con sumo cuidado se quitó la coraza dejándola en el suelo. Una vez desnuda como su madre la trajo al mundo el robot comenzó a escanearla. De una cámara similar a la del holograma salía un potente haz de luz rojo intenso, el robot daba vueltas e inspeccionaba de arriba a abajo el cuerpo de Poli. El holograma dejó de ser la silueta de un medico para mostrar las imágenes del interior del cuerpo de la chica.

No era la primera vez que Traisa asistía a un chequeo médico, también había sido objeto de unos cuantos a lo largo de su corta vida. El cosquilleo que producía en los órganos al entrar en contacto con el escáner del robot, era placentero y desagradable a la vez, como si alguien estuviera metiendo la mano dentro de su cuerpo y tocando cada rincón del mismo.

Después de un breve periodo el robot apagó el escáner y se dispuso a dar el diagnostico; <<Que dios nos pille confesados>>

El androide narraba los resultados al mismo tiempo que aparecían los órganos escaneados uno a uno en el holograma; -Hembra de edad celular entre treinta y cinco y treinta y siete años- el holograma mostraba una foto tomada en ese instante - Órgano cerebral intacto, el cráneo presenta diferentes hematomas leves - el holograma encogía la imagen de la foto y presentaba el cerebro y cráneo perfectamente detallados, una imagen que nunca dejaba de impactar a Traisa por muchas veces que las hubiera visto -pulmones dañados por una exposición prolongada al tabaco.

-¡Si yo no fumo!- fue la reacción de Poli al comentario.

-No te preocupes- respondió Traisa con calma- si frecuentas bares o la polución del ambiente puede dar lugar a esos resultados.

-Daños irreparables en el corazón- siguió el robot con el diagnostico- necesario trasplante urgente, esperanza de vida del paciente veinte días. Esperanza de vida post operación natural de un humano.

El resto de órganos poco importaron, el diagnostico del robot era preocupante. <<No disponemos corazones para el trasplante, ni humanos ni artificiales>>. Traisa se preguntaba como podría salvarle la vida a aquella muchacha, el robot solo estaba diseñado para trasplantar órganos artificiales diseñados con tecnología biológica y no conocía nadie con conocimiento suficiente en la medicina antigua para realizar tal operación. ¿Donde podría encontrar un corazón artificial? Si aun existían en algún sitio estos debían localizarse en los búnkeres cerrados. Búnkeres que desde el estallido de la guerra no se habían aperturado, quedando dentro generaciones de personas que en su vida habían visto la luz del sol. ¿Seguirían con vida estas extrañas personas? Y si era así ¿Como acogerían la intrusión de la gente de fuera?

-Quédate aquí- dijo a Poli - el doctor Robot estará pendiente de ti mientras preparamos todo lo necesario para la operación, aunque te advierto que un corazón nuevo es caro.

-Mi hermano ha ido en ayuda de una mujer, la cual nos ha prometido una sustanciosa recompensa.

<< Esperemos que vuelva >> En ese momento se le encendió la bombilla. Para no poner en peligro a ningún integrante de la Hermandad podría enviar a su gran amiga Acero en busca del hermano de Poli para que este fuera en busca del corazón, aunque el problema era mayor. No tenía la ubicación exacta de ningún Bunker cerrado. Los pocos que habían explorado estaban abandonados y completamente desvalijados y el robot que debía contener las coordenadas exactas de los mismos, había sido robado días atrás en una emboscada del Ejército del Pueblo Libre, cuando unos compañeros regresaban de una misión de exploración, quedando los tres soldados muertos cerca de Penélope.

-¿Donde decías que había ido tu hermano?

-Se dirige a la base de la Banda de los Trajes Grises para liberar unos niños prisioneros ¿Porque?

-Nada, curiosidad. Quédate aquí luego vengo a verte.

Salió a toda velocidad de la enfermería. Toda respuesta podría obtenerla en el centro de investigación, había en juego dinero y posiblemente nuevos soldados para la Hermandad, además de un valioso botín tecnológico que les serviría de gran ayuda en su particular guerra contra el Ejercito del Pueblo Libre.

Rápidamente llegó al centro de investigación, el comandante Alain Truchement estaba al cargo de la sala.

-¡Comandante tengo algo muy serio entre manos!- el comandante se encontraba revisando un detallado mapa dibujado en una gigantesca pantalla de cristal trasparente situada al centro de la sala. Una sala enorme con una veintena de ordenadores aunque solo estaban siendo utilizados la mitad de ellos.

-Esto es más importante, espera- respondió el comandante, un hombre alto, corpulento con peinado militar y vestido de servoarmadura plateada.

-Eso son...

-Efectivamente Traisa- interrumpió Alain - anoche la radio del bot de reconocimiento que perdimos volvió a funcionar y pudimos localizar su posición y rastrearlo. Pasó la noche en esta gasolinera situada a unos kilómetros de aquí- señalo la gasolinera en el mapa con un largo alfiler con punta de goma - Hace unos instantes perdimos de nuevo su señal en este punto - señaló una montaña cercana a la gasolinera -Solo caben dos posibilidades, o bien que el bot haya sido anulado de nuevo o que se trate de uno de los búnkeres. De inmediato vamos a mandar soldados de incógnito para realizar el reconocimiento de la zona. Perdona Traisa ¿Que querías?

- Hay una chica que ha venido con un montón de chapas buscando ayuda médica, necesita un corazón artificial y bien dios sabe que si no lo encontramos en esos búnkeres no lo encontraremos en otro sitio.

-Esos corazones no valen todas las chapas del mundo- interrumpió el comandante.

-Tengo la solución. Su hermano se encuentra realizando unos trabajillos para una mujer en el Notocar. Podemos enviar a Acero en su busca y juntos que hagan el trabajo sucio- sugirió Traisa.

-¿Acero? ¿Esa chiflada que cogió del cuello a dos hombres enormes y los estranguló antes que tocara el suelo? ¿Acaso no recuerdas que esta en el calabozo bajo sedación?

-Estoy dispuesta a correr el riesgo. Sabes que es mi amiga, y por mí hará lo que sea.

-Esta bien hija... hay mucho en juego. Pero si la misión sale mal todo el peso de los mandos superiores caerá sobre ti. Yo negare haber tenido esta reunión contigo.

No le extrañaban las palabras del comandante, este mentiría hasta a su propia madre el día de su muerte. Traisa salió de la sala con una sonrisa de oreja a oreja. <<De esto me ascienden seguro>>, fue en busca de su amiga Acero. Se preguntaba si esta la perdonaría después de haberla engañado para poder sedarla el día que ocurrió la pelea. <<Puedo hacerlo, la convenceré>>

miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVI - BICHO MALO



GRAN JOHN






Un fuerte y agudo pitido le despertó de su plácido sueño. La tienda de la gasolinera donde había pasado la noche Gran John olía como un invernadero de cannabis, aun quedaban restos de humo debido al porro que se fumó la noche anterior.

-¿Que pasa?- protestó mientras se desperezaba aun tumbado en el colchón. El robot que había permanecido inmóvil toda la noche, estaba enfrente de la puerta, con intención de salir fuera - Espera y saldremos a pasear, no sabia que los robots también tenían que hacer sus necesidades.

Con dificultad Gran John se levantó de la cama improvisada y se dispuso a abrir la puerta. Los rayos del sol comenzaron a inundar la tienda conforme levantaba la persiana metálica que la cerraba. Aun no había alzado ni dos palmos, cuando una pinza de escorpión gigante se coló por el hueco e intentó pellizcarle la pierna.

-¡Mierda!- dió un paso atrás y dejó caer de nuevo la persiana, esta se quedo atrancada con la pinza del animal que lanzaba violentos golpes.
Gasolinera desertica


-¡A las armas!- escuchó, el sonido procedía del robot. Una cegadora luz azul emergió de este impactando en la pinza del escorpión. La persiana volvió a cerrarse dejando la tienda oscuras<< ¡Hay que salir de aquí!>>.

Se percibían sin cesar golpes contra la persiana. Gran John miró a su alrededor, no había otra puerta, pero si dos ventanas cubiertas también por persianas metálicas. Inmediatamente abrió una de ellas de un fuerte empujón, el chirrido oxidado con la claridad del sol acabaron por despertar definitivamente a Gran John.

El robot salió a toda velocidad al exterior y comenzó a disparar contra la manada de escorpiones gigantes que había tomado la gasolinera. Grises, con pinzas enormes y un aguijón letal, amenazaban con echar abajo aquel lugar si nadie les paraba las patas.

Tenia una buena posición desde la ventana, puesto que los alacranes no sabían trepar muros y este le proporcionaba protección y seguridad para disparar contra la amenaza, pero el robot se alejaba cada vez mas de su posición y los collarines que llevaba en los tobillos comenzaron a emitir un sonido intermitente <<¡Mierda, se a alejado demasiado, corre!>>. Saltó por la ventana, sin vestir y sin sus armas, no tenia tiempo, el robot para su sorpresa estaba armado y al parecer cabreado. Disparaba desde las alturas haciendo explotar pedazos de alacrán a cada impacto sin que estos pudieran alcanzarlo. Gran John corría descalzo hacia el autómata perseguido por dos escorpiones que intentaban darle caza con sus aguijones, una vez cerca los collarines dejaron de sonar.

Estaban rodeados, el robot disparaba sin cesar pero no era suficiente, su rayo era demasiado débil para acabar con la amenaza antes de que llegaran a su posición y Gran John se veía seriamente amenazado por los aguijones de una docena de escorpiones gigantes.

Se acercaban con velocidad, amenazantes, el rostro de los alacranes no era expresivo, pero sabia de sobra que no tenían la intención de hacer amigos.

Si no estuviera atado a aquella maquina podría correr y huir de aquel caos, pero en su situación era imposible, Gran John estaba atrapado. <<Si me quedo aquí muero, si voy a por mi arma me quedo sin piernas y muero también>>, sin pensarlo dos veces saltó por encima de dos escorpiones que ocupaban el camino de regreso a la tienda de la gasolinera, al fin y al cabo con un poco de suerte podría llegar a coger el arma sin que los collarines explotaran.

El aguijón de uno de ellos llego a rozarle la pierna dejándole un pequeño rasguño. Seguido por las bestias llegó con rapidez a la ventana de la tienda, los collarines comenzaron de nuevo a sonar << ¡Esto es una puta agonía!>>. El cañón Gauss estaba en el suelo, debajo de la ventana, de un zarpazo consiguió hacerse con el y notó un pellizco en el pie. Uno de los escorpiones lo tenia cogido con la pinza. Inmediatamente le soltó a causa del impacto del arma del robot. El collarín sonaba cada vez con más intensidad, tenia que acercarse urgentemente al androide o se quedaría sin piernas. Corrió de nuevo disparando como un poseso sin mirar muy bien donde disparaba, tenia la mirada fijada en su destino. Los escorpiones que se cruzaban en su camino morían por los impactos del cañón Gauss. Una vez cerca del robot los collarines dejaron de sonar y inesperadamente todos los escorpiones estaban muertos, algunos por los impactos del arma de Gran John otros por los múltiples disparos de los láseres del robot.

Jadeaba cansado por el esfuerzo realizado. Notó un escozor muy intenso en la zona donde el escorpión le había rozado el aguijón. Era mucho peor de lo que imaginaba, aunque fuera un roce, el veneno penetró en su organismo. No era la primera vez que Gran John había sido atacado y picado por escorpiones gigantes, aunque esta vez no tenía el medicamento necesario para contrarrestar el veneno.

Se vistió con dificultad y salió en busca de algún poblado donde poder recibir asistencia, podría cambiar munición o cualquier pertenencia por una dosis que le permitiera expulsar el veneno, estos medicamentos no eran difíciles de encontrar, mucha gente sabia como fabricarlos.

El camino se hacia cada vez mas pesado, no notaba los pies aunque seguía caminando. El sol estaba en pleno apogeo y eso no ayudaba, hacia que sudara como un cerdo y le dieran ganas de beber, le quedaba poca agua en su fiel petaca metalizada.

No sabía si el robot le seguía, Gran John solo miraba al frente, puesto que no le habían estallado las piernas debía estar detrás.

Ningún poblado a la vista, sentía la sensación de estar en medio de un desierto y en gran parte lo estaba, en aquel lugar no había árboles que dieran sombra. Tomó el último sorbo de agua que le quedaba, la petaca le resbalo de su sudorosa mano al suelo sin poder evitarlo. Estaba demasiado cansado para recogerla <<Ya encontrare otra>>.

Observó como dos personas se acercaban hacia el, la vista cada vez era mas borrosa como si estuviera borracho. Aquellas personas le recordaban a sus amigos Glanius y Potito. Quiso llamarles pero no pudo, no tenia fuerzas ni para articular media palabra. Las personas comenzaron a desaparecer como si de humo se tratara y al rato ya no había nadie.

Tenia la vista cada vez mas nublada, cada vez se sentía mas cansado, los brazos, los músculos, los parpados, todo le pesaba << ¡No puede ser que no halla ningún puto pueblo por aquí!>>.

A lo lejos divisó un edificio, parecía abandonado y había cadáveres de grandes animales muertos por el suelo << ¡Mierda!>> en ese momento se percató, había estado caminando en círculos en todo momento, estaba de nuevo en la gasolinera.

Las pocas fuerzas que le quedaban terminaron por agotarse, aquello fue un mazazo enorme para su moral. Cayó de rodillas, durante un momento se tambaleó apoyado sobre sus rodillas con la vista perdida en el horizonte, notaba como su corazón latía cada vez a mayor velocidad, los sentía como si tuviera la oreja apoyada en el pecho y al poco tiempo se desvaneció en el suelo. 

CAPÍTULO XV - CAJA DE PANDORA



HUETER






<<La guerra, la guerra nunca acabó>> recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día. Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras... caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana con todo.

Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.

Podrían pasar años y años que las habitaciones del Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas, botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.

A Hueter no le importaba, había dormido en sitios mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran tranquilas en el Transtorno.

Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en un cenicero.

-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con un trapo viejo.

-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil distinguirle.

-¿Y estas que horas son de llegar?

-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.

-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía con su empeño por dejar la barra limpia.

Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca transgénica.

Debido a la escasez de animales supervivientes después de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas, mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran antes de la guerra.

-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la hamburguesa.

-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.

Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café <<No es como el mío pero también vale>>.

-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín. Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas por las calles de Penélope.

Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el, susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un aspecto pálido.

-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o que?- quiso averiguar.

-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.

Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así que decidió actuar como si nada pasara.

La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.

-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.

-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.

Momentos después se despidió de todos los presentes en el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto. Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.

Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.

-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.

-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter. Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente escaneó la autorización.

-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar. ¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.

<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.

Era como antaño, habían pasado muchos años desde su última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra "suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor enemigo del Luxury Odín.

No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar <<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el robot lo echo fuera del Luxury Odín.

Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales, la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre no se correspondía con el original.

-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-

-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.

-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.

El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación. <<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.

Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en forma de vela. 
ruleta vieja




Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker, Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las suyas propias.

Hueter cambió todas las chapas que disponía por fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.

Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en ascensor.

Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder sin el código de seguridad.

Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta. El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada. Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que incitaba a beber.

Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia las mesas para apostar según su plan.

Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que buenos actores!>>.

Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;

-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver las múltiples caries que habían invadido su boca.

-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en tono burlesco -¡Sitraaannnggg!

<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados, orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.

-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.

-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo "pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.

-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!

El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga, traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien era el más borracho.

La primera botella acabó, tanto Jacq como su contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos, Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.

Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella ya estaba servida.

A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer, tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.

Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa, rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.

Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.

-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de sus fichas, todos menos Hueter.

Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.

-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!

<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía el montón de fichas por parte del camarero.

Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las escaleras para no tener que esperar el ascensor.

En el salón de juego todos los sentimientos del pasado le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose cada vez mas a las mesas de ruleta.

-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas dinero que cuando entró.