HUETER
<<La guerra, la guerra nunca acabó>>
recapacitó Hueter mientras despertaba con los primeros rayos de sol del día.
Recordaba los viejos tiempos, cuando era uno de los mas famosos comerciantes de
armas. Su antiguo negocio recibía el nombre de "El Necrófago
Errante". Lo tenia todo, munición, armas, comida, bebida, armaduras...
caravanas de burros de carga recorrían la región de norte a sur, de este a
oeste, tenia contratos con la Hermandad del Rayo y con el Ejercito del Pueblo
Libre entre otros. Pero las deudas de juego acabaron de la noche a la mañana
con todo.
Le aterrorizaba el hecho de volver a cruzar aquellas
puertas y que la caja de Pandora se volviera abrir.
Podrían pasar años y años que las habitaciones del
Transtorno seguirían estando igual de sucias. Solían servir como picaderos para
que las prostitutas de la calle hicieran sus servicios o que los jóvenes
enamorados tuvieran algo de intimidad. Eran de todo menos románticas, corridas
secas, colchones con manchas de sangre o agujeros producidos por quemaduras de
cigarro, cristales rotos, muebles viejos y todo tipo de basuras, latas,
botellas de vidrio, ropa usada... décadas habían pasado sin que el dueño del
local Delasno, subiera a limpiar o reparar algún mueble.
A Hueter no le importaba, había dormido en sitios
mucho peores. Sin más demora cogió sus pertenencias y bajó al bar. Las
escaleras de madera carcomida sonaban a cada paso <<Prefería el sonido de
la horrible música que sonaba anoche en el bar>>, las mañanas eran
tranquilas en el Transtorno.
Delasno seguía detrás de la barra, tal y como lo dejó
la noche anterior antes de subir a la habitación que había alquilado. El
alboroto y el continuo desfile de gente bebiendo litros y litros de alcohol había
dejado paso a cuatro hombres de avanzada edad, tomando un café y jugando al
Texas Hold'em Póker en una de las mesas con sus cigarrillos casi consumidos en
un cenicero.
-¡Menuda fiesta tienes montada!-se dirigió a Delasno
mientras se sentaba en uno de los taburetes, este limpiaba la barra del bar con
un trapo viejo.
-¡La fiesta la tuve yo anoche!- Jacq entraba por la
puerta, los rayos de sol procedentes de la calle hacían que fuera difícil
distinguirle.
-¿Y estas que horas son de llegar?
-¡Venga no me jodas, pareces mi padre!- vaciló Jacq.
-Por mi edad podría ser tu taratara... abuelo por lo
menos- replicó Hueter-¡Tu deja de hacer como si limpiaras y sírvete dos cafés
bien cargados de Whisky y algo para comer!- refiriéndose a Delasno que seguía
con su empeño por dejar la barra limpia.
Los cafés llegaron cargados de Whisky tal y como había
exigido, más bien era una gota de café en un mar de Whisky servido en un vaso
de cristal medio agrietado. Para comer dos hamburguesas de carne de vaca
transgénica.
Debido a la escasez de animales supervivientes después
de la guerra, la mayoría de ellos fueron puestos en cautividad en granjas,
mutados con virus transgénicos para conseguir un mayor volumen y acortar el
tiempo de cría. Por esta razón era muy difícil ver animales tal y como eran
antes de la guerra.
-¿Y mi hermana?- preguntó Jacq mientras probaba la
hamburguesa.
-Se la habrán comido las cucarachas- bromeó, el dueño
del Transtorno cogió la indirecta y también dejo escapar una carcajada.
Jacq terminó rápidamente su desayuno y subió en busca
de Poli. Hueter por el contrario se quedó saboreando el Whisky manchado de café
<<No es como el mío pero también vale>>.
-aquí tienes, espero que vuelvas bien cargado de
chapas y pagues tus deudas, de lo contrario ya sabes lo que te espera- susurro
Delasno deslizando sobre la mesa las identificaciones para acceder al Luxury Odín.
Eran rectangulares como una especie de tarjeta, pero más gruesas, en la parte trasera
unos apliques para colgarlas en servoarmaduras o armaduras metálicas. Hueter se
las guardo rápidamente en uno de los bolsillos, era mejor no ir mostrándolas
por las calles de Penélope.
Poco después bajó Jacq con su hermana apoyada en el,
susurraban algo pero Hueter no llegaba a comprender que decían, Poli tenia un
aspecto pálido.
-¿Que le ha pasado? ¿Viste una cucaracha mutante o
que?- quiso averiguar.
-Algo no le ha sentado bien, solo eso- respondió Jacq
con rostro serio- Tabernero ponle una de esas hamburguesas.
Hueter observaba a Poli mientras esta comía lentamente
la hamburguesa, algo no iba bien, lo notaba pero nadie decía nada al respecto, así
que decidió actuar como si nada pasara.
La hamburguesa al parecer le sentó bien, observaba
como después de desayunar Poli había recuperado su color natural.
-¿Jacq?- llamó a su compañero, este hurgaba con sus
dedos un trozo de carne de hamburguesa que se le había quedado enganchado entre
los dientes mientras que con la otra mano sujetaba el cigarrillo a medio
consumir- Hay que trazar el plan- Jacq asintió con la cabeza- Coge estos dos
pases, vosotros dos entrareis primero. Actuar como si fuerais pareja, tu hazte
el borracho y ella que te aguante como tu la aguantabas cuando bajasteis, a ser
posible pon la misma cara. Entrar en el casino la Teta de la Suerte, no te
costará encontrarlo, en su fachada tiene un cartel luminoso con un pecho
dibujado. Una vez estéis dentro busca el bar, creo que esta en la segunda
planta, de todos modos hay carteles que lo indican. Ya en el bar espera a verme
por allí, una vez me veas reta al hombre mas gordo que veas. Los gordos son los
que mas chapas tienen o ¿como iban a estar así de bien alimentados?- hizo una
pausa para reírse de su propio chiste- Sigue estas instrucciones al pie de la
letra y muy importante no dejes de hacerte el borracho. El resto déjamelo a mi.
-Entendido hacerse el borracho y beber. Vámonos al paraíso
hermana- Poli y Jacq salieron por la puerta, ella parecía haberse recuperado
por completo pero Hueter seguía con la mosca detrás de la oreja, algo escondían.
Momentos después se despidió de todos los presentes en
el Transtorno y enfiló el camino rumbo al Luxury Odín. Las calles de Penélope
camino a los casinos seguían llenas de gente, el mercadillo volvía a estar abierto.
Los comerciantes negociaban con los compradores y viceversa. Era como lo
recordaba. Después de tantos años no había cambiado nada, a excepción de la
gente. Cuando el negociaba por la zona conocía a todos los comerciantes, no había
puesto en el que no le saludaran al pasar. Ahora Hueter era un desconocido y la
mayoría de habitantes de aquella ciudad también lo eran para el.
Fumando un gran puro mientras paseaba llegó a las
puertas del Luxury Odín <<aquí me tienes>> se dijo mientras miraba
con rabia los altos casinos que sobresalían por encima de aquellas puertas. Custodiándolas
había seis robots. Cuatro de ellos haciendo un estrecho pasillo al quinto, que
era el encargado de comprobar la autorización o las chapas disponibles. El
sexto estaba situado en la parte superior de la puerta.
-¡Buenas tardes forastero!- dijo el robot del centro
del pasillo. Todos eran iguales, con aspecto de humano, robusto, color blanco
brillante, las articulaciones eran de goma negra, tenia tres dedos en cada
mano, los brazos mas cortos que un hombre finalizaban en unos grandes y
redondos hombros, el torso pequeño y abombado, piernas delgadas con pies en
forma de grandes botas, la cabeza era una seta blanca con dos ojos azules sobre
un fondo vertical negro. A simple vista no iban armados, pero Hueter sabia de
sobra que debajo de aquellas grandes manos de tres dedos guardaban un autentico
arsenal-¿Autorización? ¿Declaración de fondos?- fueron las opciones que dijo el
robot centinela. Su voz sonaba a altavoz metálico.
-Autorización- respondió con toda seguridad Hueter.
Acto seguido sacó la gruesa tarjeta que le había dado anteriormente Delasno, el
robot se acercó a su posición, con un pequeño rayo de luz azul fluorescente
escaneó la autorización.
-Sugo Zaccaro autorización 027692XP64 puede pasar.
¡Que se divierta!- gritó el robot apartándose a un lado.
<<Divertirme... serás hijo de puta>> Las
puertas se abrieron automáticamente, una vez dentro de las murallas que
separaban el Luxury Odín de Penélope estas inmediatamente se cerraron.
Era como antaño, habían pasado muchos años desde su
última visita. Parecía que el tiempo no pasaba en aquel lugar. Putas borrachas
bailando medio desnudas por las calles, traficantes de droga haciendo su agosto
con gordos ricachones ludópatas, jóvenes vestidos de traje a la entrada de cada
casino gritando a los cuatro vientos las maravillas del juego, carteles y mas
carteles luminosos con el símbolo del euro, acompañados todos de la palabra
"suerte" o "fortuna". Lo que mas había llamado la atención
a Hueter era lo limpias que estaban siempre las calles, la basura era el mayor
enemigo del Luxury Odín.
No dió ni dos pasos cuando un robot centinela se
acercó a toda velocidad, llevando en brazos a un hombre adulto. El robot paso
de largo, el hombre pataleaba como un niño pequeño maldiciendo aquel lugar
<<Otro arruinado>>. Como si de un saco de basura se tratase el
robot lo echo fuera del Luxury Odín.
Allí estaba, aquella infernal edificio con la teta de neón
en la fachada <<Que poca imaginación tuvo el propietario de este
casino>>. Los casinos conservaban en su mayoría los nombres originales,
la Teta de la Suerte había sido reconstruido después de la guerra y el nombre
no se correspondía con el original.
-¡Pase caballero! ¡En la Teta de la Suerte tenemos el
mejor topless, los cócteles mas exquisitos y un sinfín de...!-
-...deja de contarme gilipolleces y déjame pasar- interrumpió
Hueter con arrogancia al chico que anunciaba el casino.
-¡Por supuesto señor! ¡Que tenga buena suerte!- respondió
el chico con toda educación sin perder nunca la sonrisa en su rostro.
El sonido de las maquinas tragaperras, el golpeo con
un taco de madrera a las bolas de billar, el chocar de la bolita metálica
contra la ruleta, el sonido de las cartas al barajarse, aquel ambiente le aceleraba
el corazón y lo llenaba de rabia, aunque antaño le producía cierta excitación.
<<Si tuviera una bomba volaría este tugurio sin pestañear>>.
Era una sala enorme, sin pilares. El suelo de mármol marrón
estaba tan reluciente que parecía un espejo. Las paredes revestidas de un verde
pistacho tenían cuadros pintados a modo de cenefa, cuadros de motivos
religiosos con relieves dorados, algunos de los cuadros habían sido seriamente
dañados estos se sustituyeron por pinturas de mujeres desnudas jugando a juegos
de casino. Las ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo amarillas con
figuras hechas en hilo dorado. El techo estaba a gran altura, tenía pintado un
cielo un tanto singular. Los Ángeles eran mujeres castañas con alas blancas y
pechos enormes totalmente desnudas. Del techo colgaban cinco grandes lámparas
doradas de cristal con forma de araña iluminadas por centeranes de bombillas en
forma de vela.

Al fondo de la sala estaban situadas las mesas de Póker,
Black Jack y el Mus, a la derecha dos filas paralelas de maquinas tragaperras
en el centro de la sala mesas de ruleta y un poco mas apartadas mesas de
billar. Finalmente a la izquierda un poco escondidas, las taquillas para poder
realizar el cambio de monedas o chapas a fichas propias del casino, sin fichas
del casino no se podía jugar ni apostar a nada, cada casino disponía de las
suyas propias.
Hueter cambió todas las chapas que disponía por
fichas. El cajero un hombre joven con barba de pocos días y rostro serio muy
amablemente le dió el cambio, un total de dos mil fichas, equivalentes a cuatro
mil chapas que era la suma del dinero que disponían Jacq, Poli y Hueter.
Al dado de las taquillas, a la derecha de Hueter
estaban situados los ascensores, funcionando en perfecto estado. Pocos lugares tenían
el privilegio de disponer tal maquinaria en funcionamiento. <<Mejor no
cansarse>> aunque solo fuera una planta decidió darse un corto viaje en
ascensor.
Lleno de espejos, una pantalla táctil que indicaba que
contenían las diferentes plantas. La primera el salón de juego, la segunda el
bar, de la tercera a la décima el hotel, la undécima el restaurante y las
siguientes nueve plantas estaban encriptadas con lo cual no se podía acceder
sin el código de seguridad.
Ninguno de los presentes subió con Hueter, todos se
quedaron esperando al próximo ascensor. <<Capullos, ni que vosotros
fuerais una obra de arte>>, las puertas se abrieron en la segunda planta.
El decorado era idéntico al salón de juego, a excepción de la barra del bar que
ocupaba la zona central. Las ventanas al carecer de cortinas dejaban entrar los
rayos del sol y en un día como aquel se agradecía ver una sala tan iluminada.
Los rayos del sol reflejaban en las botellas del bar, el licor que mas abundaba
era el whisky, la ginebra, el ron y la cerveza, los colores de las botellas
junto al reflejo de los rayos del sol producían un efecto multicolor que
incitaba a beber.
Las mesas de guerra de bebidas estaban situadas junto
a las ventanas, Hueter pidió un whisky con hielo y acto seguido se dirigió hacia
las mesas para apostar según su plan.
Poli se encontraba sola, sentada en una mesa simulando
estar hasta las narices de su marido borracho << ¡El plan funciona, que
buenos actores!>>.
Hueter comprobó como Jacq le había visto acercarse sin
dejar de hacerse el borracho, diciendo tonterías;
-¡Veeengaaa, te reto a b... b... beber!- enfrente Jacq
tenia un hombre gordo, bastante alto para estar sentado, por su apariencia parecía
que la silla era la de un niño pequeño. El hombre reía a carcajadas dejando ver
las múltiples caries que habían invadido su boca.
-¡Tu lo has querido!- respondió el hombre gordo en
tono burlesco -¡Sitraaannnggg!
<<Menudo suicidio>> pensó Hueter al oír
las palabras de aquel pobre iluso. El Sitrang era una bebida creada después de
la guerra a base de pólvora de cartucho de escopeta, absenta de noventa grados,
orujo y un toque de Hacencola Titanium, un refresco de antes de la guerra con
un color verde fosforescente que con los años se descubrió que era radiactivo y
se dejo de comercializar debido a sus efectos nocivos.
-¡Hagan sus apuestas señores!- voceó uno de los
camareros. Como había previsto todo el mundo apostaba en contra de Jacq.
-¡Estas fichas a favor del pequeño!- Hueter dejó las
fichas sobre la barra donde se encontraba situado el camarero. Este una vez
contadas las fichas le devolvió un papel arrugado, en el cual escribió con un bolígrafo
"pequeño cuatro mil", sellado con el logotipo del casino.
-¡Se acabaron las apuestas!- el camarero salió de la
barra, puso dos vasos y una botella de Sitrang en medio de la mesa donde estaba
sentado Jacq enfrente el hombre gordo- ¡Hay un bote de cincuenta mil doscientas
treinta y cuatro fichas!¡El diez porciento queda para el local en concepto de comisión
y pago por la bebida servida, otro veinte porciento se lo quedara el ganador en
concepto de premio por la victoria, el resto se dividirá en partes
proporcionales al dinero apostado por los acertantes de la apuesta!- hizo una
pausa para beber un trago de agua-¡Las reglas son las siguientes!¡Los participantes
tienen que beber a la vez!¡El primero que vomite o desfallezca pierde!¡Cuando
se acabe una botella se permitirá a los participantes ir al baño acompañados
por el juez!¡A mi derecha Jacq y a mi izquierda Brutoczki!¡Que empiece la competición!
El camarero que hacia de juez sirvió los dos vasos, al
primer trago Jacq hizo una mueca << ¿Esta fuerte colega?>>, por el
contrario Brutoczki ni se inmutó <<No te hagas el fuerte que por dentro
estas ardiendo>>. La gente animaba sin cesar a ritmo de traga, traga,
traga. Aquello parecía un circo romano más que una competición por ver quien
era el más borracho.
La primera botella acabó, tanto Jacq como su
contrincante se quedaron en el asiento. Hueter notaba como el grandullón sudaba
sin parar. La segunda botella también cayó en el gaznate de los dos borrachos,
Jacq bebía mas despacio, su contrincante empezaba a mostrar síntomas de
embriaguez, las manos le temblaban y aunque bebía de un trago le costaba
tragar. Siguieron sin levantarse de la silla.
Brutoczki tenía sus gordas piernas cruzadas, síntoma
de que le costaba aguantarse las ganas de ir al baño, pero la tercera botella
ya estaba servida.
A la mitad de la tercera botella Brutoczki estaba con
los brazos apoyados en la mesa, haciendo verdaderos sacrificios para no caer,
tenia la mirada perdida, empapado en un mar de sudor.
Jacq dejó escapar un fuerte eructo <<No potes
mariquita>> pensó Hueter al oír como retumbaba en la sala. Pero solo fue
eso. El siguiente vaso Brutoczki volvió a beberlo, se quedó inmóvil con la
mirada perdida, con el rostro pálido y sudoroso. Desfalleció encima de la mesa,
rompiéndola y tirando todo lo que había encima al suelo ante la mirada pasiva
de Jacq que terminaba su vaso victorioso. El grandullón tenía los pantalones
empapados y el vómito le salía sin cesar de su boca.
Poli fue en busca de su amado falso, este mostraba también
síntomas de embriaguez pero ni mucho menos como los de su contrincante.
-¡Y el ganador es Jacq!- grito el camarero que hacia
las veces de juez. Todos los apostantes abucheaban y maldecían la perdida de
sus fichas, todos menos Hueter.
Contento con una sonrisa que le dejaba ver hasta las
muelas del juicio fue hasta la barra a cobrar su apuesta.
-¡Que suerte caballero! Es el único que apostó a favor
de aquel pequeñajo. ¡Aquí están sus fichas!
<<Cuanta pasta>> babeaba mientras recibía
el montón de fichas por parte del camarero.
Se sentía poderoso de nuevo, bajó rápidamente al salón
de juego intentando no ser visto por el resto de apostantes, esta vez cogió las
escaleras para no tener que esperar el ascensor.
En el salón de juego todos los sentimientos del pasado
le volvieron a la cabeza. Tenia casi cuarenta mil fichas en los bolsillos y
nadie para controlarle <<Solo el pico para redondear y ya esta>>.
El corazón le palpitaba a gran velocidad, la poca piel que le quedaba sudaba
como el gordo mientras bebía. Las manos le temblaban, inconscientemente estaba acercándose
cada vez mas a las mesas de ruleta.
-¡Basta!- gritó. Todo el mundo se quedó mirándole y al
momento la normalidad volvió a inundar la sala. << ¡Vencí!>>, esta
vez el corazón le palpitaba de emoción. Había conseguido vencer al casino, por
una vez salió de este con las chapas cobradas y lo mas importante con mas
dinero que cuando entró.