CRISTINE
Los días pasaban volando en
el pueblo de Salatiga, pero no le importaba. Por primera vez en su vida
Cristine era feliz y aquel sitio se había convertido en su hogar. Tenía todo lo
que una persona podía desear, comida, una casa y alguien que la amara.
Todos los días eran casi
iguales, Jacq se levantaba temprano, nada más salir el sol, para irse de caza
con Pervert. Ella a veces los acompañaba, pero la mayoría del tiempo lo pasaba
realizando tareas que la mujer le pedía. Comerciar con los mercaderes ambulantes
para conseguir munición o piezas para reparar armas, comprar comida en el
mercadillo que instalaban todos los días por la mañana en la plaza central de
Salatiga eran algunas de las tareas que solía realizar, cada vez se le daba
mejor, sobre todo comerciar. Los mercaderes comenzaban a conocerla como la Dama
de Hierro, ya que nunca cedía en sus pretensiones, siempre solía conseguir lo
que quería al mejor precio.
La mañana había sido soleada
y calurosa, pero conforme el día avanzó un nubarrón se instaló en el cielo de
Salatiga. Pervert decidió no salir a cazar esa tarde, el negocio iba bien y podían
permitirse el lujo de una tarde libre, aunque Jacq quiso oponerse porque quería
conseguir rápidamente las suficientes chapas para ir en busca de su hermana.
Finalmente se hizo lo que Pervert dijo, Jacq aceptó a regañadientes.
Cristine había estado
buscando día tras día un momento en el que estar a solas con Jacq, pero cuando
no era Pervert era Troy quien les acompañaba y aquello comenzaba a incomodarla.
Esta vez la tropa entera se dirigía al bar para llenarse la panza y echar unos
cuantos tragos para variar.
-¿Pervert?-llamó a la
muchacha en voz bajita, dejando que Jacq se adelantase al grupo.
-¿Que quieres corazón?- por
muy mal que le fueran las cosas Pervert siempre tenía una palabra amable. Nunca
había conocido una persona tan cariñosa como ella. La gente por norma general
era muy mal hablada y poco hospitalaria.
-Fui esta mañana donde el
viejo Gaspar a por la armadura de Jacq, pero el hombre me dijo que hasta la
tarde no lo tendría-se estaba poniendo nerviosa por momentos-¿Podrías ir tu a
por ella? Quiero estar a solas con Jacq, ya me entiendes...
-Ja...ja...ja...-la risa de
la muchacha hizo girarse a Jacq extrañado.
-¿Que os hace tanta
gracia?-preguntó con el ceño fruncido.
-¡Cosas de
mujeres!-respondió Pervert, haciendo un movimiento con la mano para que
continuara caminando hacia el bar-¡Descuida tonta!-sonrió de nuevo, esta vez
mas disimuladamente-Iré yo a por la armadura, total tenemos la tarde libre ¡Por
fin!
Cada día conocía mejor
Salatiga, cada día los pequeños laberintos que formaban las casas se hacían más
fáciles de atravesar, ya no tenía que recorrerse diez veces el pueblo entero
para llegar a un sitio u otro.
-Quieres estrenar el colchón
que compraste ¿verdad?- aquella pregunta la incomodó. Días atrás uno de los
mercaderes tenía a la venta un viejo colchón del antiguo mundo, Cristine estaba
cansada de dormir en aquel destartalado sofá. Todas las mañanas se levantaba
con dolor de cuello. Muchas noches se acurrucaba en el suelo junto Jacq y
conseguía descansar, aunque el hombre no era de dormir mucho y echarse en el
suelo sin el pecho de este para apoyar su cabeza era incluso más incomodo que
el sofá. Una vez vio el colchón no lo pensó dos veces y fue a por él. El
mercader debió notar su desesperación por conseguirlo, así que aprovechó para
incrementar el precio. Aquello no fue motivo para no comprarlo y finalmente
accedió. Como cortesía los ayudantes del mercader llevaron la compra hasta la
casa de Pervert. A partir de ahí las noches comenzaron a ser mucho más
plácidas.
-¡Ya lo estrené!-respondió
Cristine con voz temblorosa.
-¡Tranquila a mi no tienes
porqué mentirme!-la mujer quiso quitarle importancia al asunto al ver cómo le
incomodaba la conversación.
Poco tiempo tardaron en
llegar a la plaza central, los comerciantes locales comenzaban a recoger las
tiendas a toda velocidad una vez los nubarrones dejaron caer las primeras
gotas. El género se podría estropear y para muchos de ellos, era lo único que tenían
para poder subsistir un día más.
Dentro del bar el panorama
era el de siempre, humo de tabaco, alcohol y más humo. Solo quedaban dos mesas vacías,
una cerca de la entrada y otra al fondo del local, más apartada y con un
ambiente más tenue.
-¿Aquí o al fondo?- pregunto
Pervert moviendo el dedo índice hacia las mesas vacías.
-¡Aquí mismo!-espetó Jacq
que aun parecía cabreado por no salir de caza.
-¡No seas quejica!-bromeó la
muchacha sentándose en uno de los taburetes de la mesa, justamente el más
cercano a la puerta. El otro lado de la mesa daba a la pared, donde había
instalado un banco alargado de madera para poder sentarse -¡Nos merecemos un día
de descanso, en breve podrás regresar a Odín con tu querida hermana!
La idea de que Jacq
abandonara Salatiga aterraba a Cristine, no hubo momento para hablar con él y
preguntarle si podía acompañarlo, aunque tampoco estaba segura de querer
hacerlo. Seguramente que la Banda de los Trajes Grises aun estaría detrás de
ella y no estaba por la labor querer ser descubierta. Salatiga se había
convertido en su nuevo hogar, pero tampoco sabía cuanto duraría la hospitalidad
de Pervert. Estaba hecha un lio y al parecer nadie iba a darle una respuesta en
aquel momento, así que decidió que lo mejor sería disfrutar del momento
mientras pudiera.
Jacq se sentó en la esquina
interior del taburete y ella pegada a su lado, aunque tuviera dudas respecto a
que le depararía el futuro, la atracción hacia aquel hombre no había hecho más
que aumentar a medida que pasaban los días.
Muy sutilmente deslizó su
mano derecha dejándola caer sobre el muslo izquierdo de Jacq, este al notar su
presencia la miró como si estuviera sorprendido de aquello, aunque no pareció
importarle.
El posadero como de
costumbre les atendió de inmediato, hacían tantas horas en aquel antro que ya
les conocía de sobra y siempre les recibía con una sonrisa de oreja a oreja,
aunque esta careciera de muchos dientes y fuera un poco desagradable a la
vista, una sonrisa siempre era de agradecer.
-¡Hombre mis borrachos
preferidos!- siempre los saludaba con aquellas palabras, se habían labrado una
buena fama tantas horas allí metidos- ¡Hoy para comer tenemos hamburguesas de
libélula!
-A mi tráeme un par de ellas
y una...- Cristine deslizó suavemente su mano hacia la entrepierna de Jacq
acariciando tímidamente la zona. Por fortuna días antes Jacq se compró ropa usada
en bastante buen estado y ya no llevaba aquellos sucios pantalones, ni la
mugrienta camiseta que encontró en casa de Pervert. Al notar su mano el
muchacho se quedo callado durante unos momentos, mirando fijamente al camarero,
el cual esperaba a que terminara de pedir-... una... una... cerveza.
-¡Para mí una hamburguesa y
agua!-dijo Cristine.
-¡Yo lo mismo que Jacq!-fue
la elección de Pervert.
Cada día había un menú
diferente en función de la caza obtenida. Manolo, el posadero del bar Budo tenía
sus propios cazadores, los cuales se encargaban de traer la materia prima para
cocinar. Fuera lo que fuera aquello que cazaran, el cocinero tenía el don de
hacer unos platos deliciosos.
La tormenta comenzó a ser
intensa, tanto era así que los relámpagos del exterior se escuchaban como si
hubieran tenido lugar dentro del local.
-¡Bueno cuando acabe la
tormenta tengo que hacer un encargo personal!- dijo Pervert. Cristine sabía
perfectamente a que se refería y no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa.
Jacq por su parte daba un
largo trago de cerveza, ajeno a todo, parecía que no le importaba que ella
estuviera metiéndole mano, aunque Cristine notaba como otra parte de su cuerpo
no opinaba lo mismo. La vergüenza la invadió por completo y rápidamente retiró
la mano, apoyándola sobre la mesa.
-¿Te pasa algo?-preguntó
Jacq en voz bajita, mirándola de reojo, con una pequeña sonrisa en la boca.
Al momento regresó Manolo el
posadero, esta vez con las hamburguesas recién hechas.
Ya no tenía miedo a probar
cualquier comida que le sirviera el dueño de aquel antro, los días anteriores habían
comido casi todo lo comible, Tortilla de a saber que, estofado de rata gigante,
glándulas de escorpión mutante con salsa picante, intestinos de mutajabalí en
salazón y muchas otras comidas que ahora no le venían a la cabeza. Las
hamburguesas de libélula eran lo más normal dentro de aquel estrambótico menú.
Según contaban los borrachos
de las mesas adyacentes, en el antiguo mundo, las hamburguesas venían dentro de
una cosa que se llamaba pan, pero hoy en día nadie había tenido la fortuna de
ver algo similar.
-¡Que buena pinta!-dijo
Pervert que parecía querer comerse la hamburguesa con los ojos. Nadie
respondió, Jacq daba grandes bocados a la carne de libélula, mientras, Cristine
entre mordisco y mordisco, arrancaba pequeños trocitos de hamburguesa tirándoselos
a Troy por debajo de la mesa.
Tanto Jacq como Pervert
acabaron rápidamente con sus platos, al parecer la caza les había abierto el
apetito, mientras ella hacia verdaderos esfuerzos por terminarse el suyo.
Finalmente desistió y terminó por darle el resto al perro.
-¿Un Whiskycito para hacer
la digestión?-preguntó Jacq frotándose la tripa. Era siempre la misma rutina,
comer y emborracharse, cenar y continuar emborrachándose. A Jacq no parecía
afectarle lo más mínimo el alcohol, por el contrario Pervert parecía tener más
dificultades a la hora de seguir el ritmo del hombre.
-¿Y un parchís borracho?-el parchís
era un juego del antiguo mundo que consistía en meter las fichas en una casilla
que se llamaba casa, se jugaba con un dado y cuatro fichas cada uno, pero en
esta modalidad se habían substituido las fichas por vasos de chupito. Al entrar
en casa el propietario del chupito tenía que bebérselo de un trago y cuando un
chupito alcanzaba la posición que ocupaba otro chupito propiedad del rival, había
que beberse los dos.
Jacq era el más tramposo de
todos, movía los chupitos de posición sin que nadie se diera cuenta la mayoría
de veces para beber más que nadie, Cristine por su lado hacía la vista gorda
para no tener que beber tanto. Simplemente dedicaba sus esfuerzos en intentar
excitar al hombre acariciándole la espalda o metiéndole mano por debajo de la
mesa, pero las manos aun le olían a comida y el perro se las chupaba cuando
Cristine intentaba posarlas sobre la pierna de Jacq. Aquello parecía ser una
misión un tanto complicada, pero no iba a perder la esperanza por conseguirlo.
Las partidas solían
alargarse, pero aquella tarde Pervert parecía menos tramposa que de costumbre, así
que la partida terminó pronto resultando Jacq el ganador para variar.
-¡Que sueño me está
entrando!-dijo Cristine apoyando la cabeza sobre el pecho de Jacq. El hombre se
sentó de lado para dejarle una posición más cómoda. << ¡Bien parece que
mis esfuerzos comienzan a dar resultado!-pensó>> Ella no dudó en
aprovechar la invitación y se acomodó sobre el banco de madera. Jacq la rodeó
con los brazos posando las manos en su tripita, ahora Cristine comenzaba a
sentirse a gusto.
-¡Eres un tramposo!- Pervert
recriminaba a Jacq una de las anteriores jugadas del parchís borracho. Al mirar
a la muchacha Cristine observó como un tipo bastante extraño entraba por la
puerta. Llevaba un hábito con capucha que le cubría la cara casi en su
totalidad, pero lo poco que pudo ver le resultaba familiar y no sabía de qué.
Rápidamente aquel tipo ocupó la única mesa que quedaba libre en el bar.
-¡Eres muy mala! ¡Siempre te
gano!- bromeaba Jacq- ¡Y mejor no hablemos de la señorita!- esta vez era su
turno.
-¡Si lo hago aposta!-replicó
Cristine- Siempre te dejo ganar, porque se lo que te gusta beber- mirándolo de
reojo observó la cara de tonto que se le había quedado a Jacq después de escuchar
sus palabras. Pervert no podía disimular las burlas, intentaba taparse la boca
con las manos pero sus ojos la delataban.
-¡Me da igual!- dijo Jacq terminándose
lo poco que quedaba en la botella después de la partida-¡Gané yo!
Al poco la tormenta pareció
calmarse, ya no se escuchaba el golpear de las gotas en las planchas de metal
con las que estaba construido el local y los relámpagos habían mermado su
actividad.
-¡Hora de hacer el
recado!-Pervert se levantó del taburete y dejó caer un puñado de chapas sobre
la mesa-¡El resto lo ponéis vosotros! ¡Nos vemos luego!
-¿Dónde vas tan
deprisa?-preguntó Jacq parando la huida de la mujer.
-¡A recoger un traje!-señaló
a Troy-¡Me llevo al perro para que pasee un poco, que tanto comer y no caminar
no es bueno! ¡Vamos Troy!
Pervert salió a toda
velocidad del local seguida por el perro. Al abrirse la puerta Cristine pudo
comprobar cómo el cielo continuaba igual de oscuro, ya no llovía pero los
relámpagos aun se escuchaban a lo lejos.
-¡Nos hemos quedado solos!-
Jacq aun parecía tener ganas de beber, pero ella ya había tenido suficiente.
-¡Yo ya voy un poco
borracha!- realmente estaba fingiendo su embriaguez, pero quería aprovechar ese
momento para estar asolas con él y no pasarlo emborrachándose.
-¡Te entiendo!- Jacq pareció
captar la indirecta- ¿Nos vamos a la casa?
-Si tu quieres...-<< ¡Pensaba
que nunca me lo pedirías capullo!>>, Cristine se giró y le dio un beso en
la boca.
-¡Me has convencido!-Jacq
respondió con otro beso-¡Yo invito!
Poco duró la tregua que había
dado momentos antes la tormenta y al salir del bar Budo dieron cuenta de ello.
Caminaban a paso ligero, cogidos
de la mano en dirección a la casucha de Pervert cuando Jacq paró en seco.
-¿Qué te pasa?-pregunto
Cristine extrañada.
-La verdad no se qué hago aquí,
ni cuál es mi función en todo esto- respondió Jacq en voz queda.
-¡Yo tampoco lo sabía hasta
que te conocí!
-¡No me vengas con tonterías
si casi te vuelo la cabeza!-espetó el hombre.
-¡No me refiero a esa vez!- ella
continuaba sintiéndose en deuda con él por haberla salvado la vida en el cruce
de túneles-El día en que te conocí fue cuando desperté en medio de aquel cráter.
Tú estabas tumbado encima de mí con la servoarmadura hecha añicos. Casi das tu
vida por salvar la mía, desde ese momento comprendí que aún quedan buenas
personas en este condenado mundo. Por diminuto que sea aun queda un rayo de
esperanza para la humanidad.
-Que poco me conoces ¿Yo una
buena persona?-Jacq no pudo contener la emoción, sus ojos brillaban, no sabía
si era por la intensa lluvia o porque realmente estaba llorando, pero eso daba
igual. El la abrazó contra su pecho, Cristine notaba el palpitar del corazón de
Jacq y posiblemente el también notara el suyo. La tormenta cogía cada vez más
fuerza, ambos estaban empapados de arriba abajo, pero no importaba, nada
importaba a su alrededor. De nuevo sus labios se juntaron dando lugar al beso más
apasionado que Cristine había sentido nunca.
-¡Creo que nos vamos a
mojar!- Jacq la miraba con deseo, y ella le respondía con la sonrisa más pícara
que sus labios podían crear.
<< ¡No quiero que esto
acabe nunca!-pensaba mientras corrían en dirección a la casucha de
Pervert>>
Nada más entrar en la casa
se quitaron la ropa que ya no podía estar más mojada, tanto que parecía pesar
el doble.
Jacq la acostó en el viejo colchón
situado en el salón de la casa, donde antes estaba el destartalado sofá, la
miró, le sonrió, y la volvió a besar. Lentamente bajó hacia sus partes íntimas.
Cristine no sabía muy bien que era lo que el hombre estaba haciendo, pero era
tan asombroso que no podía parar de retorcerse del placer. De pronto paró, dejó
de acariciarla y comenzó a bajarse los empapados calzones al mismo tiempo que
contemplaba su cuerpo semidesnudo, delicadamente entró en ella haciendo
movimientos suaves y pausados que iban aumentando conforme cruzaban sus miradas.
Cada vez más y más fuertes sus movimientos que Cristine quería gritar pero él
no la dio tiempo y le silenció con un fuerte beso. Cristine arañaba la espalda
de Jacq, era muy cálida por el calor que desprendía su cuerpo. Tiraba de sus
cabellos, estrujaba su pequeño pero duro trasero contra ella, llegando al mismo
tiempo a un intenso orgasmo que hizo que sus cuerpos quedasen exhaustos por
aquel acto tan apasionado. Lo más hermoso de aquel momento fue cuando Jacq se
tendió sobre ella y empezó a escuchar el latido de su corazón y su agitada
respiración. Jugaba con los cabellos de Cristine, observaba muy de cerca su
piel y la besaba dulcemente. Y ella, qué podía hacer, sentía satisfacción y
felicidad por haber vivido aquel instante que jamás olvidaría. Nunca antes se
había sentido tan amada, nunca antes ningún hombre la había hecho sentirse
mujer.
Un estrepitoso golpe abrió
la puerta de par en par rompiendo la cálida atmósfera que habían creado entre
los dos. El frio viento tormentoso invadió el salón, al principio pensó que
este era el causante, pero una sombra comenzó a tomar forma en el hueco de la
puerta.
Aquella silueta le resultaba
familiar, era muy similar a la del extraño hombre que Cristine había visto en
el bar. Jacq que parecía haberse percatado de algún peligro se levantó a toda
velocidad en busca de un arma, pero antes de que pudiera hacer nada, la sombra
que entro a toda velocidad en la casa y lo alcanzó golpeándolo con un extraño
puño en el hombro izquierdo. Sin duda se trataba del tipo raro de la túnica que
había visto aquella tarde en el bar.
Un brillo cegador emergió
del impacto y Jacq cayó fulminado al suelo.
-¡Jaaaaacq!-gritó Cristine
que no podía contener las lágrimas. Intentó socorrerle, pero una fuerza se lo impidió.
El hombre la tenía cogida por el brazo. En ese momento pudo ver su cara. Lo
conocía, sabía perfectamente quien era aquel hombre. Aquello no podía estar
pasando, lo que momentos antes era un cuento de hadas y príncipes azules se había
convertido en un abrir y cerrar de ojos una pesadilla.
-¡Otra vez no por favor!-
esta vez no era la lluvia, esta vez eran lágrimas de verdad corriendo por sus
mejillas.
-¡Dichosos los ojos que te
ven de nuevo zorra!