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sábado, 27 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXVII - FANTASMAS DEL PASADO



CRISTINE



Los días pasaban volando en el pueblo de Salatiga, pero no le importaba. Por primera vez en su vida Cristine era feliz y aquel sitio se había convertido en su hogar. Tenía todo lo que una persona podía desear, comida, una casa y alguien que la amara.
Todos los días eran casi iguales, Jacq se levantaba temprano, nada más salir el sol, para irse de caza con Pervert. Ella a veces los acompañaba, pero la mayoría del tiempo lo pasaba realizando tareas que la mujer le pedía. Comerciar con los mercaderes ambulantes para conseguir munición o piezas para reparar armas, comprar comida en el mercadillo que instalaban todos los días por la mañana en la plaza central de Salatiga eran algunas de las tareas que solía realizar, cada vez se le daba mejor, sobre todo comerciar. Los mercaderes comenzaban a conocerla como la Dama de Hierro, ya que nunca cedía en sus pretensiones, siempre solía conseguir lo que quería al mejor precio.
La mañana había sido soleada y calurosa, pero conforme el día avanzó un nubarrón se instaló en el cielo de Salatiga. Pervert decidió no salir a cazar esa tarde, el negocio iba bien y podían permitirse el lujo de una tarde libre, aunque Jacq quiso oponerse porque quería conseguir rápidamente las suficientes chapas para ir en busca de su hermana. Finalmente se hizo lo que Pervert dijo, Jacq aceptó a regañadientes.
Cristine había estado buscando día tras día un momento en el que estar a solas con Jacq, pero cuando no era Pervert era Troy quien les acompañaba y aquello comenzaba a incomodarla. Esta vez la tropa entera se dirigía al bar para llenarse la panza y echar unos cuantos tragos para variar.
-¿Pervert?-llamó a la muchacha en voz bajita, dejando que Jacq se adelantase al grupo.
-¿Que quieres corazón?- por muy mal que le fueran las cosas Pervert siempre tenía una palabra amable. Nunca había conocido una persona tan cariñosa como ella. La gente por norma general era muy mal hablada y poco hospitalaria.
-Fui esta mañana donde el viejo Gaspar a por la armadura de Jacq, pero el hombre me dijo que hasta la tarde no lo tendría-se estaba poniendo nerviosa por momentos-¿Podrías ir tu a por ella? Quiero estar a solas con Jacq, ya me entiendes...
-Ja...ja...ja...-la risa de la muchacha hizo girarse a Jacq extrañado.
-¿Que os hace tanta gracia?-preguntó con el ceño fruncido.
-¡Cosas de mujeres!-respondió Pervert, haciendo un movimiento con la mano para que continuara caminando hacia el bar-¡Descuida tonta!-sonrió de nuevo, esta vez mas disimuladamente-Iré yo a por la armadura, total tenemos la tarde libre ¡Por fin!
Cada día conocía mejor Salatiga, cada día los pequeños laberintos que formaban las casas se hacían más fáciles de atravesar, ya no tenía que recorrerse diez veces el pueblo entero para llegar a un sitio u otro.
-Quieres estrenar el colchón que compraste ¿verdad?- aquella pregunta la incomodó. Días atrás uno de los mercaderes tenía a la venta un viejo colchón del antiguo mundo, Cristine estaba cansada de dormir en aquel destartalado sofá. Todas las mañanas se levantaba con dolor de cuello. Muchas noches se acurrucaba en el suelo junto Jacq y conseguía descansar, aunque el hombre no era de dormir mucho y echarse en el suelo sin el pecho de este para apoyar su cabeza era incluso más incomodo que el sofá. Una vez vio el colchón no lo pensó dos veces y fue a por él. El mercader debió notar su desesperación por conseguirlo, así que aprovechó para incrementar el precio. Aquello no fue motivo para no comprarlo y finalmente accedió. Como cortesía los ayudantes del mercader llevaron la compra hasta la casa de Pervert. A partir de ahí las noches comenzaron a ser mucho más plácidas.
-¡Ya lo estrené!-respondió Cristine con voz temblorosa.
-¡Tranquila a mi no tienes porqué mentirme!-la mujer quiso quitarle importancia al asunto al ver cómo le incomodaba la conversación.
Poco tiempo tardaron en llegar a la plaza central, los comerciantes locales comenzaban a recoger las tiendas a toda velocidad una vez los nubarrones dejaron caer las primeras gotas. El género se podría estropear y para muchos de ellos, era lo único que tenían para poder subsistir un día más.
Dentro del bar el panorama era el de siempre, humo de tabaco, alcohol y más humo. Solo quedaban dos mesas vacías, una cerca de la entrada y otra al fondo del local, más apartada y con un ambiente más tenue.
-¿Aquí o al fondo?- pregunto Pervert moviendo el dedo índice hacia las mesas vacías.
-¡Aquí mismo!-espetó Jacq que aun parecía cabreado por no salir de caza.
-¡No seas quejica!-bromeó la muchacha sentándose en uno de los taburetes de la mesa, justamente el más cercano a la puerta. El otro lado de la mesa daba a la pared, donde había instalado un banco alargado de madera para poder sentarse -¡Nos merecemos un día de descanso, en breve podrás regresar a Odín con tu querida hermana!
La idea de que Jacq abandonara Salatiga aterraba a Cristine, no hubo momento para hablar con él y preguntarle si podía acompañarlo, aunque tampoco estaba segura de querer hacerlo. Seguramente que la Banda de los Trajes Grises aun estaría detrás de ella y no estaba por la labor querer ser descubierta. Salatiga se había convertido en su nuevo hogar, pero tampoco sabía cuanto duraría la hospitalidad de Pervert. Estaba hecha un lio y al parecer nadie iba a darle una respuesta en aquel momento, así que decidió que lo mejor sería disfrutar del momento mientras pudiera.
Jacq se sentó en la esquina interior del taburete y ella pegada a su lado, aunque tuviera dudas respecto a que le depararía el futuro, la atracción hacia aquel hombre no había hecho más que aumentar a medida que pasaban los días.
Muy sutilmente deslizó su mano derecha dejándola caer sobre el muslo izquierdo de Jacq, este al notar su presencia la miró como si estuviera sorprendido de aquello, aunque no pareció importarle.
El posadero como de costumbre les atendió de inmediato, hacían tantas horas en aquel antro que ya les conocía de sobra y siempre les recibía con una sonrisa de oreja a oreja, aunque esta careciera de muchos dientes y fuera un poco desagradable a la vista, una sonrisa siempre era de agradecer.
-¡Hombre mis borrachos preferidos!- siempre los saludaba con aquellas palabras, se habían labrado una buena fama tantas horas allí metidos- ¡Hoy para comer tenemos hamburguesas de libélula!
-A mi tráeme un par de ellas y una...- Cristine deslizó suavemente su mano hacia la entrepierna de Jacq acariciando tímidamente la zona. Por fortuna días antes Jacq se compró ropa usada en bastante buen estado y ya no llevaba aquellos sucios pantalones, ni la mugrienta camiseta que encontró en casa de Pervert. Al notar su mano el muchacho se quedo callado durante unos momentos, mirando fijamente al camarero, el cual esperaba a que terminara de pedir-... una... una... cerveza.
-¡Para mí una hamburguesa y agua!-dijo Cristine.
-¡Yo lo mismo que Jacq!-fue la elección de Pervert.
Cada día había un menú diferente en función de la caza obtenida. Manolo, el posadero del bar Budo tenía sus propios cazadores, los cuales se encargaban de traer la materia prima para cocinar. Fuera lo que fuera aquello que cazaran, el cocinero tenía el don de hacer unos platos deliciosos.
La tormenta comenzó a ser intensa, tanto era así que los relámpagos del exterior se escuchaban como si hubieran tenido lugar dentro del local.
-¡Bueno cuando acabe la tormenta tengo que hacer un encargo personal!- dijo Pervert. Cristine sabía perfectamente a que se refería y no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa.
Jacq por su parte daba un largo trago de cerveza, ajeno a todo, parecía que no le importaba que ella estuviera metiéndole mano, aunque Cristine notaba como otra parte de su cuerpo no opinaba lo mismo. La vergüenza la invadió por completo y rápidamente retiró la mano, apoyándola sobre la mesa.
-¿Te pasa algo?-preguntó Jacq en voz bajita, mirándola de reojo, con una pequeña sonrisa en la boca.
Al momento regresó Manolo el posadero, esta vez con las hamburguesas recién hechas.
Ya no tenía miedo a probar cualquier comida que le sirviera el dueño de aquel antro, los días anteriores habían comido casi todo lo comible, Tortilla de a saber que, estofado de rata gigante, glándulas de escorpión mutante con salsa picante, intestinos de mutajabalí en salazón y muchas otras comidas que ahora no le venían a la cabeza. Las hamburguesas de libélula eran lo más normal dentro de aquel estrambótico menú.
Según contaban los borrachos de las mesas adyacentes, en el antiguo mundo, las hamburguesas venían dentro de una cosa que se llamaba pan, pero hoy en día nadie había tenido la fortuna de ver algo similar.
-¡Que buena pinta!-dijo Pervert que parecía querer comerse la hamburguesa con los ojos. Nadie respondió, Jacq daba grandes bocados a la carne de libélula, mientras, Cristine entre mordisco y mordisco, arrancaba pequeños trocitos de hamburguesa tirándoselos a Troy por debajo de la mesa.
Tanto Jacq como Pervert acabaron rápidamente con sus platos, al parecer la caza les había abierto el apetito, mientras ella hacia verdaderos esfuerzos por terminarse el suyo. Finalmente desistió y terminó por darle el resto al perro.
-¿Un Whiskycito para hacer la digestión?-preguntó Jacq frotándose la tripa. Era siempre la misma rutina, comer y emborracharse, cenar y continuar emborrachándose. A Jacq no parecía afectarle lo más mínimo el alcohol, por el contrario Pervert parecía tener más dificultades a la hora de seguir el ritmo del hombre.
-¿Y un parchís borracho?-el parchís era un juego del antiguo mundo que consistía en meter las fichas en una casilla que se llamaba casa, se jugaba con un dado y cuatro fichas cada uno, pero en esta modalidad se habían substituido las fichas por vasos de chupito. Al entrar en casa el propietario del chupito tenía que bebérselo de un trago y cuando un chupito alcanzaba la posición que ocupaba otro chupito propiedad del rival, había que beberse los dos.
Jacq era el más tramposo de todos, movía los chupitos de posición sin que nadie se diera cuenta la mayoría de veces para beber más que nadie, Cristine por su lado hacía la vista gorda para no tener que beber tanto. Simplemente dedicaba sus esfuerzos en intentar excitar al hombre acariciándole la espalda o metiéndole mano por debajo de la mesa, pero las manos aun le olían a comida y el perro se las chupaba cuando Cristine intentaba posarlas sobre la pierna de Jacq. Aquello parecía ser una misión un tanto complicada, pero no iba a perder la esperanza por conseguirlo.
Las partidas solían alargarse, pero aquella tarde Pervert parecía menos tramposa que de costumbre, así que la partida terminó pronto resultando Jacq el ganador para variar.
-¡Que sueño me está entrando!-dijo Cristine apoyando la cabeza sobre el pecho de Jacq. El hombre se sentó de lado para dejarle una posición más cómoda. << ¡Bien parece que mis esfuerzos comienzan a dar resultado!-pensó>> Ella no dudó en aprovechar la invitación y se acomodó sobre el banco de madera. Jacq la rodeó con los brazos posando las manos en su tripita, ahora Cristine comenzaba a sentirse a gusto.
-¡Eres un tramposo!- Pervert recriminaba a Jacq una de las anteriores jugadas del parchís borracho. Al mirar a la muchacha Cristine observó como un tipo bastante extraño entraba por la puerta. Llevaba un hábito con capucha que le cubría la cara casi en su totalidad, pero lo poco que pudo ver le resultaba familiar y no sabía de qué. Rápidamente aquel tipo ocupó la única mesa que quedaba libre en el bar.
-¡Eres muy mala! ¡Siempre te gano!- bromeaba Jacq- ¡Y mejor no hablemos de la señorita!- esta vez era su turno.
-¡Si lo hago aposta!-replicó Cristine- Siempre te dejo ganar, porque se lo que te gusta beber- mirándolo de reojo observó la cara de tonto que se le había quedado a Jacq después de escuchar sus palabras. Pervert no podía disimular las burlas, intentaba taparse la boca con las manos pero sus ojos la delataban.
-¡Me da igual!- dijo Jacq terminándose lo poco que quedaba en la botella después de la partida-¡Gané yo!
Al poco la tormenta pareció calmarse, ya no se escuchaba el golpear de las gotas en las planchas de metal con las que estaba construido el local y los relámpagos habían mermado su actividad.
-¡Hora de hacer el recado!-Pervert se levantó del taburete y dejó caer un puñado de chapas sobre la mesa-¡El resto lo ponéis vosotros! ¡Nos vemos luego!
-¿Dónde vas tan deprisa?-preguntó Jacq parando la huida de la mujer.
-¡A recoger un traje!-señaló a Troy-¡Me llevo al perro para que pasee un poco, que tanto comer y no caminar no es bueno! ¡Vamos Troy!
Pervert salió a toda velocidad del local seguida por el perro. Al abrirse la puerta Cristine pudo comprobar cómo el cielo continuaba igual de oscuro, ya no llovía pero los relámpagos aun se escuchaban a lo lejos.
-¡Nos hemos quedado solos!- Jacq aun parecía tener ganas de beber, pero ella ya había tenido suficiente.
-¡Yo ya voy un poco borracha!- realmente estaba fingiendo su embriaguez, pero quería aprovechar ese momento para estar asolas con él y no pasarlo emborrachándose.
-¡Te entiendo!- Jacq pareció captar la indirecta- ¿Nos vamos a la casa?
-Si tu quieres...-<< ¡Pensaba que nunca me lo pedirías capullo!>>, Cristine se giró y le dio un beso en la boca.
-¡Me has convencido!-Jacq respondió con otro beso-¡Yo invito!
Poco duró la tregua que había dado momentos antes la tormenta y al salir del bar Budo dieron cuenta de ello.
Caminaban a paso ligero, cogidos de la mano en dirección a la casucha de Pervert cuando Jacq paró en seco.
-¿Qué te pasa?-pregunto Cristine extrañada.
-La verdad no se qué hago aquí, ni cuál es mi función en todo esto- respondió Jacq en voz queda.
-¡Yo tampoco lo sabía hasta que te conocí!
-¡No me vengas con tonterías si casi te vuelo la cabeza!-espetó el hombre.
-¡No me refiero a esa vez!- ella continuaba sintiéndose en deuda con él por haberla salvado la vida en el cruce de túneles-El día en que te conocí fue cuando desperté en medio de aquel cráter. Tú estabas tumbado encima de mí con la servoarmadura hecha añicos. Casi das tu vida por salvar la mía, desde ese momento comprendí que aún quedan buenas personas en este condenado mundo. Por diminuto que sea aun queda un rayo de esperanza para la humanidad.
-Que poco me conoces ¿Yo una buena persona?-Jacq no pudo contener la emoción, sus ojos brillaban, no sabía si era por la intensa lluvia o porque realmente estaba llorando, pero eso daba igual. El la abrazó contra su pecho, Cristine notaba el palpitar del corazón de Jacq y posiblemente el también notara el suyo. La tormenta cogía cada vez más fuerza, ambos estaban empapados de arriba abajo, pero no importaba, nada importaba a su alrededor. De nuevo sus labios se juntaron dando lugar al beso más apasionado que Cristine había sentido nunca.
-¡Creo que nos vamos a mojar!- Jacq la miraba con deseo, y ella le respondía con la sonrisa más pícara que sus labios podían crear.
<< ¡No quiero que esto acabe nunca!-pensaba mientras corrían en dirección a la casucha de Pervert>>
Nada más entrar en la casa se quitaron la ropa que ya no podía estar más mojada, tanto que parecía pesar el doble.
Jacq la acostó en el viejo colchón situado en el salón de la casa, donde antes estaba el destartalado sofá, la miró, le sonrió, y la volvió a besar. Lentamente bajó hacia sus partes íntimas. Cristine no sabía muy bien que era lo que el hombre estaba haciendo, pero era tan asombroso que no podía parar de retorcerse del placer. De pronto paró, dejó de acariciarla y comenzó a bajarse los empapados calzones al mismo tiempo que contemplaba su cuerpo semidesnudo, delicadamente entró en ella haciendo movimientos suaves y pausados que iban aumentando conforme cruzaban sus miradas. Cada vez más y más fuertes sus movimientos que Cristine quería gritar pero él no la dio tiempo y le silenció con un fuerte beso. Cristine arañaba la espalda de Jacq, era muy cálida por el calor que desprendía su cuerpo. Tiraba de sus cabellos, estrujaba su pequeño pero duro trasero contra ella, llegando al mismo tiempo a un intenso orgasmo que hizo que sus cuerpos quedasen exhaustos por aquel acto tan apasionado. Lo más hermoso de aquel momento fue cuando Jacq se tendió sobre ella y empezó a escuchar el latido de su corazón y su agitada respiración. Jugaba con los cabellos de Cristine, observaba muy de cerca su piel y la besaba dulcemente. Y ella, qué podía hacer, sentía satisfacción y felicidad por haber vivido aquel instante que jamás olvidaría. Nunca antes se había sentido tan amada, nunca antes ningún hombre la había hecho sentirse mujer.
Un estrepitoso golpe abrió la puerta de par en par rompiendo la cálida atmósfera que habían creado entre los dos. El frio viento tormentoso invadió el salón, al principio pensó que este era el causante, pero una sombra comenzó a tomar forma en el hueco de la puerta.
Aquella silueta le resultaba familiar, era muy similar a la del extraño hombre que Cristine había visto en el bar. Jacq que parecía haberse percatado de algún peligro se levantó a toda velocidad en busca de un arma, pero antes de que pudiera hacer nada, la sombra que entro a toda velocidad en la casa y lo alcanzó golpeándolo con un extraño puño en el hombro izquierdo. Sin duda se trataba del tipo raro de la túnica que había visto aquella tarde en el bar.
Un brillo cegador emergió del impacto y Jacq cayó fulminado al suelo.
-¡Jaaaaacq!-gritó Cristine que no podía contener las lágrimas. Intentó socorrerle, pero una fuerza se lo impidió. El hombre la tenía cogida por el brazo. En ese momento pudo ver su cara. Lo conocía, sabía perfectamente quien era aquel hombre. Aquello no podía estar pasando, lo que momentos antes era un cuento de hadas y príncipes azules se había convertido en un abrir y cerrar de ojos una pesadilla.
-¡Otra vez no por favor!- esta vez no era la lluvia, esta vez eran lágrimas de verdad corriendo por sus mejillas.
-¡Dichosos los ojos que te ven de nuevo zorra!

miércoles, 16 de julio de 2014

CAPÍTULO XXX - LOCURA



ROSE



Un golpe de suerte hizo que Rose Tinmar no acabara vilmente violada o como esclava a saber dónde. Daba gracias a aquellos dos desconocidos, el monstruo verde y el hombre de pelo largo que la salvaron de los vándalos que la estaban acosando.
Le escocían sus partes a causa de las múltiples y violentas penetraciones por parte de aquel malnacido. Ahora la cabeza del violador era pasto de las moscas y demás insectos que merodeaban por el suelo. Los compañeros de este no habían corrido mejor suerte, aunque Rose no tenia ánimo ni estómago para mirar a ninguno de ellos a la cara aunque estuvieran muertos.
Por otro lado el hombre de pelo largo y su compañero buscaban entre los restos y los cadáveres haciéndose con la posesión de las pertenencias de sus agresores, cargándolo todo cuidadosamente en el burro de carga donde Rose había sido acosada. El animal estaba totalmente tranquilo como si allí no hubiera pasado nada, ajeno a todo lo que le rodeaba. De todos modos no tenia motivo alguno para preocuparse.
Volvió la cabeza para respirar un poco de aire, aunque estuviera a salvo seguía alterada. Cerró los ojos y se dejo cautivar por la fresca brisa matutina, le encantaban los amaneceres. Siempre trataba de despertar antes de que saliera el sol y salir fuera del pueblo para contemplar el amanecer en aquel paisaje desértico. Desde que la banda de los Trajes Grises secuestrara a sus hijos, estos eran los únicos momentos en los cuales se sentía en paz consigo misma.
-¡Esperad!-gritó al comprobar que se había quedado sola en medio de aquella carnicería humana. Ni el monstruo verde ni su compañero parecieron oírla y mucho menos el burro de carga. Corrió hacia ellos, cada vez estaban más lejos, no sabía dónde estaba y el miedo a quedarse sola comenzaba a invadirle el cuerpo -¡Esperad!-gritaba una y otra vez. Sus rechonchas piernas nunca se caracterizaron por ser veloces, todo lo contrario, la forma de las mismas ralentizaba su paso.
Cuando parecía que ya los había alcanzado Rose tropezó con una puntiaguda piedra que sobresalía del arenoso suelo. El golpe fue lo que hizo girarse al hombre del pelo largo mirándola fijamente. Tenía unos bonitos ojos azules aunque aquella mirada la atemorizaba.
-¿Por qué os marcháis así sin más?- preguntó Rose extrañada, sentada en el suelo mientras se frotaba la herida que el trastazo le había ocasionado en la rodilla.
-¡Aquí el guaperas que viene conmigo se empeñó en ayudarte!-volvió a darse la vuelta y se encogió de hombros-¡Ahora continuamos nuestro camino!
-¿Vuestro camino?-la respuesta del hombre terminó de desconcertarla-¿A dónde os dirigís?
-¡Lejos de este lugar! ¡Aquí ya no nos queda nada por lo que luchar!-respondió el monstruo verde. Rose nunca había visto nada igual, pero por lo que había oído hablar a los mercaderes ambulantes de su pueblo la descripción cuadraba con la de un supermutante. Le extrañaba mucho que fuera tan calmado, la gente solía comentar que eran seres agresivos y muy peligrosos, pero este lo más agresivo que tenia era su apariencia.
-¡Luchad por mi!-seguramente estaría lejos de casa, desesperada por encontrar a sus hijos vio en sus salvadores la oportunidad de al menos acercarse al Notocar.
-¿Tienes chapas?-preguntó el hombre del pelo largo levantando levemente la ceja izquierda.
-¡No!
-¿Tienes armas?-esta vez fue el supermutante quien preguntó, dándole la espalda en todo momento.
-¡Tampoco!-se encogió de hombros.

-¡Entonces no nos hagas perder el tiempo!-dijo el mutante con el ceño fruncido. Intentaron reanudar la marcha pero Rose lo impidió con otra pregunta;
-¿Queréis algo por lo que luchar?-se levantó rápidamente, la herida era solo un pequeño rasguño sin importancia-¡Acompañadme al Notocar y os daré una buena razón por la que luchar!
-¿Y para que quieres ir a ese antro de esclavitud? ¿No tuviste suficiente siendo una esclava sexual de los bandidos?-las palabras de Rose parecieron despertar interés del hombre de pelo largo y su compañero el supermutante.
-Familiares míos están presos, quiero ayudarles a escapar- los dos extraños comenzaron a reír a carcajadas, no entendía el porqué de esa reacción, pero tampoco iba a preguntar por ello, era mejor esperar a ver que respondían ellos.
-¡Perdona bonita!-suspiró el hombre de pelo largo secándose las lágrimas de los ojos-Da la casualidad que el Notocar está cerca, te acompañaremos pero no esperes que entremos contigo. No tenemos ni armas ni personal suficiente como para salir con vida de ese infierno.
Rose asintió con la cabeza. No eran las palabras que le habría gustado oír, pero era mejor que quedarse sola en aquel desierto, con suerte encontraría alguno de los mercenarios que envió tiempo atrás y obligarles a cumplir lo pactado.
-¡Vamos Glanius no hay tiempo que perder!-ordenó el supermutante.
-¿Y tú eres?-preguntó Rose dirigiéndose al monstruo verde.
-¡Todos me llaman Potito!
-Yo soy Rose, gracias de nuevo- la curiosidad le recorría todo el cuerpo, no sabía nada de aquellos desconocidos, no tenían pinta de pertenecer a ningún grupo organizado y tampoco de mercenarios aunque había visto mercenarios que aparentaban ser cualquier cosa menos lo que decían ser. Lo que más le llamaba la atención era aquel ser llamado Potito, quizás anteriormente era una persona de carne y hueso o igual había nacido siendo supermutante, quien sabe. En cualquier caso era mejor mantener la boca cerrada para no estropearlo todo.
Glanius liaba un cigarro al mismo tiempo que caminaban en la supuesta dirección del Notocar. El tabaco que utilizaba tenía un color demasiado verdoso y olía muy fuerte, quizás el olor procedía del burro de carga pero no estaba segura. Al encenderlo Glanius le dio dos caladas e inmediatamente se lo pasó a Potito. La espalda del supermutante se hinchaba como un globo a cada calada.
Nadie decía ni una sola palabra, solo fumaban y caminaban, Rose les seguía de cerca contemplando el nuevo amanecer que presentaban ante sus ojos los primeros rayos de sol de la mañana. No había dormido en toda la noche pero no le importaba, estaba demasiado tensa y nerviosa como para pensar en el cansancio. Ahora no podía rendirse.
-¿Que cojones está pasando ahí abajo?- preguntó Glanius. Habían llegado a lo alto de una pequeña colina donde se observaba un valle. Una hilera de personas desfilaba desde el interior de un edificio antiguo parecido a un almacén enorme, como si estuvieran escapando de allí.
Junto a este había dos edificios más, en estado ruinoso todos rodeados por una muralla reconstruida, con las puertas abiertas por donde las personas salían hasta llegar a otra colina cercana. Allí esperaba otro grupo de personas vestidas con atuendos bastante extraños. Todos parecían iguales, excepto el que parecía el cabecilla que llevaba un casco con un cráneo de vaca pegado a él.
-¿Dónde estamos?-preguntó extrañada por la reacción de Glanius. Algo no iba bien, lo notaba pero le daba miedo preguntar más porque algo en su interior le decía que seguramente no le gustaría la contestación.
-¡Agáchate que no nos vean!-ordenó Glanius moviendo el brazo arriba y abajo con la palma de la mano abierta.
Cuando parecía que todo el mundo estaba fuera de aquel edificio violentas explosiones lo redujeron a escombros, levantando una gran polvareda a su alrededor. Rose asustada por el estruendo se tapó los oídos y miro fijamente al suelo. Aquellos momentos fueron eternos.
Las personas a juzgar por su demacrado aspecto esclavos, caminaban en fila custodiados por aquel extraño grupo. Rose se posicionó para tener una mejor visión y comprobar si sus hijos se encontraban entre el grupo de esclavos. Había pocos niños, con mejor aspecto que los adultos pero entre ellos no estaban sus hijos. En su interior solo esperaba que aquel montón de escombros no fuera el Notocar, no lo soportaría.
-¿Que era ese edificio? ¿Dónde estamos?-estaba cada vez más nerviosa, las manos le temblaban y el corazón parecía salirse de su pecho, creía saber la respuesta, nunca había tenido más ganas de estar equivocada.
-A ver cómo te digo esto-respondió Glanius cruzándose de brazos, mirando fijamente hacia el montón de escombros.
-¡Eso es el puto Notocar! ¡Lo han arrasado!- gritó Potito-¡Ya era hora putos negreros!
-¿Como?- el pánico se apodero de Rose, no quería creer las palabras de Potito, quería estar en una pesadilla -No puede ser, no me digas que...
-...lo siento bonita-interrumpió Glanius-Mi amigo tiene tendencia a ser demasiado bruto, pero tiene razón eso es tu ansiado Notocar.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, corrían por sus mejillas hasta acabar cayendo al vacio. Muchos eran los pensamientos que le venían a la cabeza, pero ninguno esperanzador. Todos conducían a un mismo fin, lo más importante de su vida acababa de esfumarse ante sus ojos, la última gota de esperanza acababa de desaparecer como una lagrima en la lluvia. Las fuerzas le abandonaron y cayó al suelo de rodillas;
-¡Noooo!-gritaba entre sollozos-¡Nooo!
-¡Cálmate, puede ser que escaparan!-Glanius puso una mano sobre su hombro, pero Rose la apartó de un manotazo.
-¡Eran unos niños joder! ¡Unos niños pequeños!- no podía dejar de llorar, no podía dejar de maldecir a los malnacidos que se llevaron a sus hijos.
Rose quiso coger un rifle y acabar con todo el mundo pero lo único que vio fue un machete colgando de uno de los compartimentos del maletón que llevaba el burro de carga. En un arrebato de ira lo cogió sin que nadie se diera cuenta y se lo clavó repetidas veces en su propio vientre gritando; -¿Porque a ellos y no a mi?- la ira de Rose junto a la afilada hoja del machete, hacían que este atravesara sus carnes sin contemplación alguna hasta que finalmente algo la paró y no pudo extraerlo quedando clavado en su cuerpo.
-¿Pero qué has hecho loca?- escuchaba los gritos de Potito a lo lejos-¡Quítale el machete de las manos!
Las múltiples heridas sangraban como un rio desbordado tiñéndolo todo de rojo.
Las leyendas de los comerciantes del pueblo parecían ser ciertas << ¡Cuando estas muriendo toda tu vida pasa ante tus ojos como una estrella fugaz!>>
Recordaba a sus padres construyendo la pensión, la fiesta de apertura del negocio, su primera vez con aquel joven del rostro lleno de granos, el nacimiento de cada uno de sus hijos, cuando se hizo cargo del negocio de sus padres, el día en que se llevaron a sus pequeños sin que ella pudiera hacer nada...
-¡Mama!-escuchaba a lo lejos.
<< ¡Mis pequeños!-pensó al oírlos-¡Tranquilos mama os ha encontrado! ¡Ahora estaremos juntos para siempre!>>
-¡Mama, mama, mama!- tuvo la impresión de estar con sus pequeños, de sentir sus caricias, sus lagrimas...
El tiempo en aquel mundo infernal había acabado para Rose Tinmar, ahora podía reunirse con sus seres queridos allá donde estuvieran.
-¿Rose?-alguien la estaba llamando desde la lejanía-¿Rose estas ahí?-la voz sonaba más cercana por momentos. De repente abrió los ojos, Glanius la abofeteaba levemente, estaba tirada en el suelo, la cabeza le dolía horrores y tenía serias dificultades para ver con claridad a Glanius.
-¿Que ha pasado?-preguntó extrañada, creía estar muerta, miró su tripa pero no encontró rastro de ninguna herida-¿Dónde estoy?
-¡Parece que el humo del porro no te sienta bien!-bromeó Potito-¡Fumadora pasiva y se coloca más que nadie, menudo chollo!
-¡Menuda paranoia cogiste bonita!-dijo Glanius sonriendo, Rose comenzaba a sentirse molesta de tanta mofa.
Trató de ponerse en pie, poco a poco recuperaba la vista pero aun sentía un leve mareo.
-¿Donde están los esclavos?-el recuerdo del Notocar explotando ante sus ojos le parecía tan real que no sabía si era una paranoia o lo había vivido en sus carnes.
-Vimos un grupo de personas bastante numeroso dirigiéndose hacia el sur, decidimos mantenernos ocultos porque no inspiraban demasiada confianza, aunque por culpa de tus gritos casi nos descubren-protestó Glanius dando un pequeño sorbo de la cantimplora de metal que llevaba colgando de su hombro derecho.
-¿Eso es el Notocar?-preguntó señalando unos edificios en estado ruinoso cercanos a su posición.
-¡Así es! Al parecer lo han destruido las mismas personas. Aunque cuando llegamos ya estaba así- Glanius se encogió de hombros.
-¡Mis hijos!-exclamó-¡Seguro que iban en ese grupo! ¡Tenemos que seguirlos!
-¡No tienes pasta zorra!-protestó enérgicamente Potito.
-¡Tengo mucho dinero, billetes del antiguo mundo guardados en mi negocio del pueblo!- Rose aun conservaba todo el dinero que les había prometido al resto de mercenarios, como ninguno había vuelto la recompensa estaba intacta. Decidió que quien llegara primero con sus hijos, sería el que se quedaría el dinero pero Glanius y Potito nunca lo sabrían-¡Acompañadme y el dinero será vuestro!
-¿Tu qué opinas?-preguntó Glanius a su compañero supermutante, los dos parecían dudar de la palabra de Rose.
-Bueno yendo hacia el sur no nos desviamos de nuestro camino, siempre podremos abandonarla a su suerte o meterle un tiro entre ceja y ceja. Puede ser una rica cena, ya sabes colega lo que me gusta la carne fresca...je...je...je...-la malvada risa de aquel ser llamado Potito causo desconfianza en Rose, pero lo único que le quedaba era agarrarse a un clavo ardiendo. La paranoia producida por las drogas le había abierto los ojos, no disponía de mucho tiempo, la situación era insostenible y el Notocar había desaparecido, tenía una remota pista del paradero de sus hijos y no podía desperdiciarla, era el último cartucho que disponía.
-¡Esta bien pongámonos en marcha!