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martes, 21 de enero de 2014

CAPÍTULO IV - TRAJES SÚCIOS



ROSE




Sentada encima de una mesa sucia y llena de papeles desordenados que hacia de mostrador, desnuda de cintura hacia bajo, Rose notaba una y otra vez las embestidas de aquel hombre que había conocido unas horas antes. Sentía el frescor de la mesa metálica en su culo desnudo y el calor que desprendía el desconocido. << ¡La tiene enorme!>> pensaba.

-¡No pares!- decía una y otra vez. En ese momento se escuchó en la sala el abrir de la puerta principal.

-¿Hola?- preguntó una mujer de pelo rojizo -¡Ostras!

<<Mierda pensaba que había cerrado la puerta con llave>> maldijo Rose en sus adentros. El desconocido un hombre alto, moreno con pelo corto se escondió rápidamente debajo de la mesa.

-¡Eh tu!- gritó Rose dirigiéndose al desconocido -¡Venga fuera, así ya no me sirves!- el hombre escondido aun debajo de la mesa se subió los pantalones y salió con la cabeza gacha por la misma puerta que había entrado la mujer de pelo rojizo. Rose aun desnuda de cintura hacia abajo se dirigió a la mujer.

-¿En que puedo ayudarle?- preguntó con toda normalidad, sin dejar que la situación la sonrojase.

-Un tabernero necrotizado de un bar de las afueras, me comentó que aquí teníais habitaciones disponibles-

-¡Efectivamente! ¡Bienvenida a la pensión Rose! ¡Soy Rose Tinmar!- se presentó al mismo tiempo que se volvía a poner la falda. Una falda vieja y lisa de color rojo desgastado.

-¡Encantada! ¿Menudo corte te habré dado no? ¡Lo siento! ¡Soy Poli!-

-Tranquila, los hombres siempre tienen la polla ardiendo. Seguro que vuelve, si no otro vendrá...je...je...je. ¿Solo Poli? ¿No tienes apellidos?- pocos eran los habitantes que aún conservaban sus apellidos, bien porque los padres los desconocían o porque habían sido criados en orfandad. En cualquier caso muchos se inventaban un apellido propio, los afortunados que conservaban un apellido de antes de la guerra solían ser gente adinerada aunque siempre había excepciones.

-No tengo ningún apellido, solo soy Poli.

-Bien Poli en ese caso ¿Cuantas noches quieres?

-Solo una y que sean dos habitaciones debo ir a recoger a mi hermano que se encuentra el bar que te he nombrado. No le dejaran salir si no pagamos la comida.

-¡Mira que le he dicho de veces que siempre el dinero por delante! ¡Pero nada el siempre haciendo amigos!- dió una patada en la mesa metálica que resonó en toda la sala. Una sala oscura, iluminada por dos tubos fluorescentes, uno de ellos parpadeaba señal de que ya le quedaba poca vida. En la entrada había sillas de coche a modo de recibidor y al fondo la mesa con papeles donde se encontraba Rose. Detrás suyo un armario archivador metálico con cajones cuadrados, los cuales no parecían contener nada-¡Son veinte por habitación y noche!

Poli sacó el dinero de una riñonera vieja que llevaba abrochada a la cintura.

-aquí tienes.

Rose recogió el dinero y le entregó dos llaves correspondientes a las habitaciones que había alquilado.

-Bueno un placer, luego nos vemos me voy a buscar a mi hermano. Veremos si aun sigue vivo- suspiro la mujer pelirroja mientras se dirigía hacia la puerta de salida ante la mirada fija de Rose.

Antes de que pudiera abrir la puerta se escucho el tintinear de unas campanas pequeñas.

-¡No abras!- Rose se dirigió rápidamente hacia la puerta y la cerro con llave sin dejar salir a nadie -¿Que pasa?

-Ven conmigo arriba a la terraza y sabrás lo que pasa.

Subieron por unas escaleras de madera que crujían a cada paso. Pasaron el primer piso donde estaban las habitaciones y siguieron subiendo. Rose estaba tensa, sabia de sobra porque habían sonado las campanas. Era un sonido que la ponía enferma.

Una vez en la terraza observaron que en la plaza había dos hombres, vestidos con trajes grises de antes de la guerra. Parecía que no fueran armados, pero se notaba que algo escondían debajo de la americana.

La gente que en esos momentos se encontraba en la plaza del pueblo estaba callada, atendiendo al discurso de uno de los hombres del traje gris.

-¡Si os entregáis y prometéis servir a la banda del traje gris no sufriréis daño alguno! ¡Sino aceptáis estas condiciones volveremos y lo haréis por la fuerza! ¿Ha quedado claro?- gritaba una y otra vez.


Pensión Rose
-¿Poli sabes utilizar esto?- Rose señalaba un viejo rifle que tenia apoyado en una de las esquinas de la terraza. Poli asintió con la cabeza -¡Pues mándale un recadito de mi parte que yo tengo muy mala puntería!-

-¿Que dices? ¡Si nunca he matado a ningún humano!- la muchacha del pelo rojizo estaba alterada al oír esas palabras.

-¡O disparas o nos pasaremos la vida siendo esclavos!- Poli muy nerviosa cogió el rifle -¡Esta cargado no te preocupes! ¡Que no quede ninguno de los dos en pie!- apoyó el rifle en su hombro y apuntó. El primer disparo dió en la pierna derecha del trajeado que exponía sus condiciones al resto de ciudadanos. El pánico se apodero de la plaza y el segundo hombre escapó entre la multitud alborotada.

-¡Bajemos rápido no tenemos mucho tiempo!- Poli dejo caer el rifle y corriendo bajaron a la plaza donde aun yacía el hombre del traje gris herido en la pierna. La bala había impactado de lleno en el muslo de la pierna derecha, sangraba mucho y si no recibía asistencia medica, en cuestión de minutos moriría desangrado.

-¡Habla! ¿Cuando van a venir?- gritaba Rose al mismo tiempo que sacudía con sus manos el cuerpo del hombre contra el suelo. No obtuvo respuesta.

El cuerpo inerte del hombre yacía en el centro de la plaza, Rose se dirigió a los habitantes del pueblo cual alcalde:

-¡Escuchad!- quiso recibir la atención de todos - ¡No se cuanto tiempo tardaran en venir a por nosotros, igual si están preparados en menos de una hora estarán aquí! Nadie va a venir a defendernos,  somos nosotros contra ellos. ¡Si queréis seguir siendo libres y morir libres preparémonos para la batalla, de lo contrario moriremos como esclavos!- al oír esas palabras la plaza estalló en un grito de motivación, no serian mas de veinte personas pero gritaban como cincuenta.

-¡Ven te necesitamos!- apresuró Rose cogiendo a Poli por el brazo.

-¿Y mi hermano? ¡Seguro que puede ayudarnos!-

-¡No hay tiempo vamos!- volvieron a entrar en la pensión.

No pasaron ni tres minutos y la plaza estaba desierta. Todo el mundo había tomado posiciones para luchar contra la amenaza de los Trajes Grises.

-¿Quienes son esos? ¿Que pasa?- Poli no sabia que pasaba. Todo había transcurrido muy deprisa.

-Cada vez que suenan las campanillas, significa que alguna amenaza se acerca al pueblo, últimamente nuestra mayor amenaza son los traficantes de esclavos. Cada vez que vienen se llevan a dos o tres de los nuestros, para luego venderlos como putas, criados o vete tú a saber que. Hoy han ido demasiado lejos y quieren que el pueblo entero sea suyo.

-¿Y con que vamos a defendernos? Las únicas armas que he visto son el rifle de la terraza y mis dos pistolas.

-¡Tranquila esta todo controlado!- respondió Rose en tono confiado, al mismo tiempo que abría uno de los cajones del archivador metálico que había detrás del mostrador de su pensión.

Cada cajón contenía diferentes equipaciones como granadas electromagnéticas, pistolas de plasma, munición de plasma y armaduras convencionales.

La cara de Poli era el reflejo de la incredulidad al ver tal arsenal.

-¡Coge lo que necesites!- dijo Rose, al mismo tiempo que se desnudaba para ponerse una de las armaduras.

Habían pasado unas dos horas desde la reunión en la plaza. La noche estaba al caer y el nerviosismo de la población aumentaba.

Habían dispuesto unas pocas minas antipersona por toda la ciudad.

-¡Atacarán por la noche! ¡Lo se!- los habitantes de aquel pequeño pueblo, levantado sobre los escombros de una ciudad en ruinas esperaban ansiosos. Situados estratégicamente en las alturas mas protegidas de cada edificio. Rose y su huésped pelirroja esperaban en la terraza de su posaba donde tenían una perfecta visión de todo el pueblo y de los exteriores de este.

La noche se cernía sobre un pueblo silencioso. Nadie decía nada. A lo lejos se divisaban las primeras sombras. La noche era oscura, iluminada por las estrellas con la ausencia de la luna, lo que hacia difícil distinguir cualquier cosa a lo lejos.

-Deben ser ellos- dijo Rose en voz baja. Las sombras cada vez eran mas claras. Una de las minas estalló sin previo aviso, un cuerpo mutilado sin pierna vestido de traje gris voló a varios metros de altura. El pueblo estaba rodeado, había hombres de la banda del Traje Gris por todos los frentes del pueblo.

-¡Es vuestra ultima oportunidad! ¡Rendiros o morid!- se escucho a lo lejos. Nadie respondió. El silencio era amo y señor del pueblo. Momentos mas tarde la primera pistola de plasma sonó y acto seguido toda una sinfonía de disparos, granadas y gritos de dolor. En un abrir y cerrar de ojos el pueblo se había convertido en el escenario de una batalla por la supervivencia a la luz de las estrellas. Los rayos de plasma y las explosiones iluminaban intermitentemente las calles. Rose seguía expectante, a cubierto en la terraza, mientras Poli había matado por primera vez una persona con un tiro certero en la cabeza.

-¡Vamos que son pocos y cobardes!- se escuchaba gritar en el edificio de enfrente. Rose observaba como Poli había cogido el gusto por la masacre humana. Disparaba sin contemplación hacia los hombres del traje gris. <<Ya no hay vuelta atrás>> pensó. Apoyada sobre su rodilla izquierda desenfundo su pistola de plasma y abrió fuego hacia la plaza. Había hombres del pueblo atacando a los pocos del Traje Gris que aun quedaban en pie. Poco a poco la banda fue retrocediendo y cuando menos lo esperaban ya habían desaparecido. La banda del Traje Gris había sido derrotada. La alegría momentánea del pueblo se vio truncada rápidamente por la muerte de algunos habitantes.

-¿Que te ha pasado?- pregunto Poli al ver la tardanza de Rose en atacar y apoyar a sus vecinos.

-¡Mis hijos!- respondió con tono triste -Hace un año estos mal nacidos vinieron y se llevaron a mis hijos.

-¿Tienes idea de donde pueden estar?

-Claro, pero yo no puedo ir. No valgo para la guerra-las lagrimas empezaron a correr por sus mejillas- Necesito alguien que me haga ese favor. Un grupo de personas quizá. Estoy dispuesta a pagar una generosa recompensa porque me los devuelvan. A ser posible vivos.

-Eso puede ser muy peligroso...

-Lo sé. ¿Me has dicho que tienes un hermano verdad? Habla con el, y si decidís ayudarme venid a hablar conmigo.

sábado, 18 de enero de 2014

CAPÍTULO III - REBELDES





GRAN JOHN


El eco de los disparos no cesaba ante la lenta avalancha de necrófagos salvajes que recorría las calles adyacentes al edificio donde se encontraba Gran John. Situado en la azotea de lo que era la estructura de un edificio de cuatro plantas, sentado en una silla metálica.
Debajo una plaza llena de escombros, siete necrófagos abatidos por su rifle de Plasma de A3-21 y su compañero supermutante Potito.
-¡Déjame alguno!-gritó. Los Supermutantes o meta-humanos eran humanos mutados, producto de la infección con el Virus de Evolución Forzada o V.E.F. Mucho más altos y musculosos que los humanos normales, tenían generalmente una piel verdosa, gris o amarillenta, inmunes a las enfermedades y a la radiación y con una fuerza y resistencia sobrehumanas. Aunque eran estériles, la rápida regeneración de sus células causada por el V.E.F. los hacia biológicamente inmortales, pero no inmunes a la muerte por heridas. Potito a diferencia de sus hermanos era de los pocos que aun no había perdido la razón.
-¡Ja...ja...ja...!- sentado en su silla Gran John tenia una vista perfecta de la plaza. Liándose un porro enorme y bebiendo cerveza veía acercase cualquier amenaza con la tranquilidad de estar bien protegido. Al fondo había un montón de escombros de la misma altura que el edificio. << ¡Lastima ese edificio daría mejor vista!>> lamentaba en su interior. La plaza estaba comunicada por cuatro calles. Era la vista de una ciudad en ruinas, arrasada por numerosas batallas. Lo que pareció ser una ciudad superpoblada y llena de vida, era ahora un montón de escombros inhóspitos.
Muy poca gente había visto en aquel lugar. Y cuanto más se adentraban en la ciudad mas desierta estaba. Por el tamaño de los edificios en ruinas deducía que estaban en el centro o casi en el centro de aquella ciudad fantasma.
-¿Donde esta Glanius?- dijo dándole una calada al porro. Su compañero alzo los hombros, musculados y verdes en señal de no saber nada -Estará echándose la siesta.
En ese momento algo sonó, como un derrumbamiento de escombros. Miró pero no vio nada.
-¿Que cojones es eso?- Potito estaba alterado, no le gustaban los sonidos fuertes. Esta vez fue mas cercano, algo se acercaba pero Gran John no veía nada desde la azotea. Por lo que decidió coger su cañón Gauss y mirar por la mira telescópica de alta definición.
Inspeccionó cada palmo de la plaza con la mira del rifle pero no encontró nada, mientras el sonido era cada vez más fuerte.
-¡Mierda!- escuchó maldecir a Potito. Quitó la mirada del cañón y observó a su izquierda como su compañero luchaba por no ser aplastado por una de las botas del gigantesco mutante que le atacaba.
-¡Es un Behemoth!- El Behemoth era la especie de supermutantes mas difícil de liquidar con diferencia. Doblaba en estatura a Potito, tenía una joroba muy pronunciada y en una de las manos llevaba cogido por los pies el cadáver de un hombre.
-Espera tío ya voy- si algo tenia Gran John era paciencia, no se alteraba por nada. Dió una gran calada al porro y se lo dejo apoyado en sus labios. Apuntó con la mira del cañón al pie que intentaba aplastar a su compañero y disparó.
Impactó de lleno en el pie de la monstruosidad e hizo que cayera de espaldas. Una vez en el suelo Potito fue a golpearlo con su mazo pero la criatura se levantó rápido y le golpeó con el cadáver que tenia en la mano, lanzándolo contra la pared de uno de los edificios de la plaza.
-¡Glaniuuuss! ¿Donde estas?- gritó Gran John, pero su grito se quedó sin respuesta -¡Cago en la hostia!- estaba seguro en la azotea pero su compañero corría serio peligro si no acababa pronto con la criatura.
La criatura dio un salto y intentó trepar hasta la azotea -¡Sube y veras Madrid campeón!- gritó desafiando al behemoth. Gran John tenía tres granadas de plasma colgadas de una cinta alrededor del pecho, cogió una y esperó. Una vez el gigantesco mutante asomo la cabeza por la azotea, le lanzó la granada que impactó de lleno en el rostro, haciéndolo caer los cuatro pisos de altura. Una gran nube de polvo y escombros volando inundó la plaza. El grito de dolor de la bestia retumbaba en las paredes adyacentes, pero no cesaba en su intento por acabar con ellos.
Gran John volvió a cargar el cañón y disparó dos veces mas a la cabeza de la gigantesca mole, esta se quedó aturdida sangrándole la frente y las encías, arrodillada, con las grandes manos apoyadas en una montaña de escombros. En ese momento sonó el filo de una espada y el crujir de la carne. El behemoth cayó muerto al suelo.
-¡Y con una estocada Glanius mata al toro de la tarde!- había aparecido de la nada y con un golpe certero de su catana atravesó la cabeza del mutante. Era fan de las espadas prueba de ello es que siempre llevaba una encima, bien afilada y cuando tenia ocasión no dudaba en ponerla a prueba.
-¿Potito estas bien?- grito Gran John con un tono tranquilo pero potente.
-Tengo dolor de cabeza- respondió su compañero el mutante - ¡Pásate el porro anda a ver si se me pasa!
-¿Donde te habías metido Glanius?- preguntó echándole el porro al mutante.
-Mira esto- llevaba colgando de la espalda un saco viejo de tela color verde pálido. Lo dejo caer en el suelo, el golpe hizo sonar el interior. Era un sonido metálico.
-¡Ostras!- el saco estaba lleno de dinero de antes de la guerra. El dinero de antes de la guerra escaseaba, la mayoría había sido quemado, desgarrado o perdido entre los escombros. Pero era de gran valor y con unos cuantos miles se podía vivir con todo lujo durante unos cuantos años.
-¡Habrá como doscientos pavos en monedas!- exclamó Gran John sorprendido al ver el montón de monedas que dejaba entrever los pliegues del saco.
-¡Doscientas trece para ser exactos!-replico Glanius moviendo las monedas con la punta de la espada-¿Lo declaramos?
-Si lo declaramos al comisionado de economía del ejército nos va a quedar una puta mierda a cada uno.
El comisionado de economía era el órgano encargado de gestionar los presupuestos del Ejército del Pueblo Libre. Presupuestos que obtenían con el pago de impuestos por parte de los ciudadanos, botines de guerra y objetos de valor que encontraban los soldados en misiones aisladas.
El Ejército del Pueblo Libre fue fundado sesenta años atrás. El fundador, el señor Ignacio Delfín, un hombre que dedicó hasta el último suspiro de su vida a la protección de los más débiles. Su idea reunir ciudadanos voluntarios e instruirlos en las artes de la guerra, con el fin de acabar con la injusticia, el vandalismo y restaurar la paz en todo el territorio. El ejército se financiaba a base de donaciones voluntarias por parte de la ciudadanía como comida, agua, munición y dinero en muchos casos.
Este fue el funcionamiento hasta la muerte del fundador. El ejército era idolatrado por todos. Los soldados los héroes de los niños. Niños que al tener suficiente edad se alistaban motivados por sus héroes.
A la muerte del señor Delfín todo cambió. Capitaneado por el hijo del fundador Junior Delfín y un sequito de ciudadanos interesados, cambiaron la política del ejército. Los impuestos se volvieron elevados y obligatorios. Aquel ser humano que no pagara los tributos al organismo económico del ejército no disfrutaría de protección alguna. Eran incontables las veces que se había visto morir a un civil a manos de otro o un insecto mutado, vándalos asaltando bares y tiendas de comercio ante la mirada pasiva de los soldados por no haber pagado los tributos. Soldados castigados por salvar la vida de civiles sin autorización porque estos no estaban al día en el pago de sus cuotas.
-¡Estoy hasta los cojones!- maldecía Gran John -Cuando me aliste Papa Delfín estaba al mando del ejercito- era el mote que le habían puesto los soldados al fundador del ejercito
-Luchábamos por un bien común, pero ahora... lo hacemos para que el cabrón de Junior y sus amigos se llenen los bolsillos a nuestra costa.- Gran John llevaba cerca de una década a los servicios del ejercito. Era un hombre de unos treinta años y desde los diecisiete había servido a la causa. Alto, robusto, pelo largo ondulado y una sonrisa falta de dientes fruto tantos golpes recibidos al servicio del pueblo - ¡Pero ya no más esto se acabo! ¡Cuando lleguemos le diré al pececito que dimito!- concluyó. Pececito era el mote de Delfín Junior. Casi todos en el ejército tenían un mote, este casi siempre lo asignaba un compañero de mayor rango, aunque la mayoría eran soldados por lo que los motes solían cambiar con el paso del tiempo.
-¿Y que vas a hacer? ¿Montar tu propio ejercito?- bromeo Potito dando las ultimas caladas al porro.
-Ya veremos. ¡Vámonos que se hace tarde!
Recogió sus armas en la azotea. Estaba anocheciendo, los últimos rayos de sol rebotaban entre las partículas del polvo que inundaba aquel sitio fruto de la reciente batalla.
Registraron el cuerpo inerte del Behemoth y del pobre hombre que llevaba por arma el engendro. No encontraron más que polvo, restos humanos y un paquete de tabaco manchado de sangre sin estrenar.
Caminaron hacia el sur, en busca del río que cruzaba la antigua ciudad donde se situaba uno de los puestos de vigilancia del ejército. Allí les esperaba comida caliente, Whisky y una cama donde dormir no sin antes realizar la ultima patrulla por los alrededores del complejo para evitar posibles amenazas nocturnas.
La comida y la cama corrían a cargo del presupuesto anual del ejército, pero la munición y el equipamiento tenia un coste por alquiler para los soldados. Gran John lo sabia y también sus compañeros Glanius y Potito. Tenían las monedas para realizar el pago, en ese caso no les quedaba mas remedio que declararlas como botín de guerra para no correr el riesgo de ser descubiertos y ser castigados por ello.
Potito era el único que utilizaba armas propias, sus fuertes puños y una maza que fabricó con un tubo rígido y un bloque de hierro macizo unidos por muchos alambres.
Glanius tenía su fiel katana en propiedad pero el resto de armas eran de alquiler.
Gran John disfrutaba del mejor equipamiento del ejercito excepto de la servoarmadura. Vestía una armadura convencional de antes de la guerra, que recientemente le había quitado al cuerpo sin vida y en plena descomposición de un hombre que encontró sepultado entre los escombros de una gasolinera en ruinas hacia unas semanas. Pese a los múltiples lavados la armadura aun apestaba a podredumbre, y semanas de poca limpieza corporal tampoco ayudaban mucho. Aunque un campamento de veinte o treinta hombres y un supermutante con una higiene similar ayudaba bastante a disimular olores.
-Nos tienen cogidos por los huevos, deberemos declarar y pagar los alquileres sino queremos salir a patrullar en gayumbos- dijo Glanius, mientras fumaba un cigarro camino de regreso.
-Pagaremos, pero estoy arto de alimentar a esta arpía que llamamos Ejercito del Pueblo Libre y que en realidad lucha por ella misma- añadió Gran John.
-Estoy contigo colega y espero que Potito también-Potito asintió la cabeza-Ojalá el pueblo se sublevara como antaño contra estos matones a sueldo, si Papa Delfín levantara la cabeza...
-¿Acaso la humanidad no ha derramado suficiente sangre? Esto hay que iniciarlo desde dentro, como un virus que poco a poco vaya devorando este sistema corrupto que ha creado Pececito y sus secuaces- Gran John era muy fan de las teorías conspiradoras, había leído casi todos los libros de grandes conspiraciones que aun se conservaban de antes de la guerra.
El camino de regreso fue tranquilo, salvo cuatro necrófagos salvajes que Potito se encargo de machacar con sus propios puños. Cuanto más cerca del campamento mas casas en ruinas habitadas había. El centro de la ciudad era lo más castigado por la guerra, sin embargo las periferias se mantenían en bastante mejor estado y actualmente eran los sitios donde más población se podría encontrar. Bares nocturnos, casas de empeño, prostíbulos, armerías, tiendas de alimentación, todo iluminado con luces de todas formas y colores posibles, como si de una feria ambulante se tratara.
Lo mas frecuente a esas horas era ver gente ebria vagando por las calles de bar en bar, tanto civiles como soldados en horas de permiso. Otros durmiendo en el suelo tapados en cartones por no tener casa donde cobijarse, dinero para pagarse una pensión o simplemente estar demasiado borracho para volver a casa por su propio pie.
El alcohol se había convertido en la única vía de escape de mucha gente en aquel mundo de depresión continua.
De entre la multitud Gran John observó sentada en el suelo una niña, no tendría más de ocho o nueve años. Estaba bastante flaca, muy sucia, con la cara llena de barro seco. Vestía ropa vieja y desgarrada. Por el trapo sucio con munición de fuego de poco calibre que tenia en el suelo debía comerciar para ganarse la vida. << ¿A esto hemos llegado?>> pensó Gran John, se dirigió a donde estaba y de cuclillas le pregunto:
-¿Quien eres?-
-¡No soy nadie!- respondió la niña con voz bajita.
-¿Y tus padres?-
-¡Soy huérfana!- para ser una niña tan joven respondía muy segura y sin titubear. Gran John extrañado seguía preguntando.
-¿No tienes casa? ¿Donde vas a pasar la noche?-
-¡Las calles son mi casa!- la ultima respuesta de la niña caló en lo mas hondo del corazón de Gran John.
-Trae eso Glanius- señaló al saco que llevaba su compañero con las monedas, metió la mano dentro y sacó un puñado de monedas -Toma búscate un lugar donde dormir y comer caliente las calles no son la casa de nadie- la niña cogió las monedas y salió corriendo en dirección contraria a donde iban Gran John y sus compañeros, dejándose el trapo con la munición -¡Al menos esas monedas servirán para una buena causa!

lunes, 30 de diciembre de 2013

CAPÍTULO II - UNA APUESTA ARRIESGADA



JACQ




Los primeros rayos de sol despertaron a Jacq, era una mañana soleada, fresca, con un cielo despejado sin una sola nube que diera un poco de sombra. El calor no tardaría en llegar y era mejor empezar a cazar bien temprano para luego buscar algún sitio donde poder comerciar o al menos poder refugiarse a la sombra en esas horas de mayor calor del día, y eso Jacq lo sabia bien.

-¡Despierta Poli! ¡Venga levanta!- Poli era su hermana, bueno al menos eso decían ellos. Aunque la verdad de hermanos no tenían nada, ni siquiera eran primos lejanos, pero tanto tiempo juntos había echo que se quisieran como tal.

-¡Desgraciado! ¿Cuando mejor estaba me despiertas?- Poli era una mujer de unos cuarenta años. Poca gente sabía con exactitud que día nacieron al carecer de papeles o en muchos casos de padres porque estos habían muerto. Muchas veces la gente tampoco sabía en que día vivían. En los tiempos que corrían daba igual que fuera domingo que miércoles.

Poli nunca sabia en que día vivía, solo cuando hacia frío o calor. Era de estatura media, pelo corto, sucio y pelirrojo. Vestía con unos vaqueros y una cazadora de cuero recubierta de trozos de metal a modo de coraza. Se puso sus botas de militar y se incorporo.

-¿Que día es hoy?- pregunto Poli quitándose las legañas pegadas a los ojos.

-¡El día de ir a cazar para comer! ¿Te vale con eso?- respondió Jacq

-¿Y desayunar?

-Luego. Hay que aprovechar que los bichos aun estas medio dormidos para gastar lo menos posible en caza. Ahí queda café que he echo esta mañana por si quieres.

Con dos sorbos Poli se termino el café que sabia a gloria. Pocos días tenían el lujo de levantarse y poder desayunar algo. El café escaseaba, y la leche era radiactiva. Así que la costumbre de desayunar se había perdido un poco y el café con leche era cosa de los libros de historia.

Recogieron todos los cacharros y las armas y volvieron a emprender el camino montaña arriba.

-Según oí el otro día en la posada, al otro lado de la montaña hay un valle infestado de escorpiones gigantes.- dijo Jacq señalando hacia la montaña.

-El veneno de escorpión es una especia que se paga muy bien. Pero tendremos que obtener un buen ángulo para que no nos vean sino seremos hermanos muertos.

-Estoy contigo hermana. Subamos y busquemos un buen hueco. - Los dos hermanos subieron por el monte, el cual carecía de una senda por donde subir, aunque el ascenso no fue nada complicado. Una vez arriba observaron que el valle del otro lado era un agujero inmenso producido por una explosión de la guerra.

-¡Joder! Muy buen sitio para disparar pero... ¿Como cojones bajamos luego a recoger el premio?- maldijo Jacq una vez lo vio.

-¿Como bajamos? Bajaras tú. Luego a ver como subes. - respondió Poli con un tono burlesco hacia su hermano.

-¡A ver si te doy una hostia y bajas tú rodando!- siempre estaban peleando entre ellos como dos hermanos pequeños.

-Bueno tu acierta, gasta las menos balas posibles, mira- señalo con el dedo -Ahí hay un caminito para bajar y vámonos a desayunar que tengo hambre.- su hermana aunque estaba delgada tenia muy buen apetito, y raro era el día en el cual no tuviera hambre. Jacq desenfundo su rifle de francotirador que llevaba colgando en la espalda. Ajustó la mira telescópica. Ese rifle lo tenía desde que participó en una batalla contra un grupo de mercenarios que tenia aterrorizada a la gente de la villa donde vivía de adolescente. Hasta que un buen día se revelaron en armas y el con su rifle francotirador tuvo un papel bastante protagonista.

-¡Hay cinco y son grandes!-dijo entusiasmado Jacq. Los escorpiones gigantes eran mutaciones de los escorpiones producidas por la radiación que dejaron las bombas atómicas que arrasaron el mundo en la guerra. A lo largo del tiempo se habían visto muchos tipos de mutaciones pero solo las especies mas fuertes e inteligentes habían sobrevivido. Podían llegar a medir hasta tres metros de longitud y tenían un exoesqueleto muy fuerte y casi imposible de atravesar con un arma que utilizara balas. Solo las de mayor calibre en algunas ocasiones las atravesaban en el primer intento. Aunque su aguijón era el punto débil y al mismo tiempo el fuerte. Una picada de este mataba en el momento a su victima, en parte por el veneno y en parte por la herida que producía el impacto de este. Un disparo en el aguijón producía la muerte casi instantánea del escorpión precedida por un enloquecimiento del animal el cual atacaba a todos los seres vivos y muertos que tuviera a su alrededor, precedida por la muerte inmediata del escorpión gigante. Era importante estar alejado en ese momento y Jacq lo sabia bien, por eso siempre que podía disparaba a estos animales desde unos doscientos metros con su francotirador.

-¡Son enormes!-

-Venga acaba ya que parece que estén dormidos.- respondió Poli.

Jacq se tomo su tiempo en apuntar y ajustar la mira para no fallar. El primer disparo fue certero en el aguijón de uno de ellos. Desde lo lejos se observo como el aguijón explotaba con el impacto de la bala.

-¡Bien hecho hermano!- el escorpión gigante enloqueció y empezó a atacar a los otros que tenia cercanos, acabo con uno de ellos el mas pequeño del grupo pero murió por el impacto y el ataque de los otros escorpiones.

-¡Quedan tres!- dijo Jacq. Los supervivientes se quedaron expectantes por lo sucedido con las pinzas en alto con clara señal que querer atacar al más mínimo movimiento. Jacq volvió a ajustar la mira y volvió a disparar. Esta vez falló, en el último momento el escorpión movió el aguijón y la bala solamente le rozó. Los animales se dieron cuenta de donde estaba su amenaza, aunque estaban lejos tenían buen sentido de la orientación y un fallo contra estos animales podía suponer la muerte.

-¡Mierda hermana se han dado cuenta!-gritó-¡Saca las minas! ¡Intentare acertarles en movimiento pero ponlas en el camino de subida date prisa!- Poli sacó de su mochila tres minas antipersona y salió corriendo hacia un camino que había de bajada al valle delante de ellos. Puso las tres minas una detrás de otra separadas por unos dos metros aproximadamente bloqueando así el camino. Los escorpiones no sobrevivirían al impacto pero no les quedaban mas minas, y no eran baratas con lo cual Jacq debía ser certero en sus disparos aunque los escorpiones se acercaban a cierta velocidad.

-¡Vamos hermano no me jodas!- Jacq volvió a apuntar y esta vez si acertó en el aguijón del escorpión mas grande del grupo. Volvió a disparar tres veces más y acertó al segundo, el tercero ya no dio tiempo y murió reventado por una de las minas antipersona.

-Seis balas y una mina. Espero que el botín haya valido la pena porque me he cagado en los pantalones- dijo Jacq limpiándose el sudor de la frente. Poli mientras desactivo las otras dos minas y las guardo de nuevo en su mochila.

-Es muy peligrosa esta cacería hermano y mas con un inútil como tu.-dijo en tono burlesco.

-Vamos, ahora toca destripar escorpiones, estate atenta hermana por si hay algún otro escondido y nos toca salir corriendo.- Ambos hermanos tenían colgando de su cintura un machete de unos treinta centímetros colgando de su cintura. Lo llevaban hasta para dormir, así nadie les cogería desarmados. Con el cuchillo empezaron a despedazar los cadáveres de los escorpiones gigantes. Era una tarea dura y agotadora, el exoesqueleto era muy duro incluso para un cuchillo de esas dimensiones tan afilado. Estuvieron media mañana despedazando los cadáveres y cuando ya tuvieron la tarea terminada siguieron descendiendo por la senda que llevaba al valle.

Poco a poco iban dejando el valle atrás. Callados caminaban sin saber muy bien donde iban. Cuando menos se dieron cuenta ya habían perdido el valle de vista.

-Hasta que no consigamos mejores armas ahí no volvemos- dijo Jacq.

-La caza de sapos poco dinero nos va a dar hermano.

-Que graciosa tu. Ya veremos que podemos hacer. Pero esta mierda es demasiado peligrosa.

-Primero vamos a ver que podemos conseguir con todo lo cazado hoy.

-¡Me meo hermana!

-¡Cuanta guerra darás hermano! ¡Venga mea en la pared de esa casa abandonada y sigamos! ¡No tires la punta! Ja...ja...ja...- Poli dio media vuelta y se sentó detrás de un árbol seco que daba un poco de sombra. Ya era mediodía y del frescor de la mañana habían pasado a temperaturas veraniegas por aquel desértico paisaje. Jacq se puso cara a la pared. Una pared de bloques de ladrillo como antaño. Se sacó el miembro y empezó a hacer dibujitos en la pared con su orina. En ese momento noto como el cañón de una pistola se le posaba en la parte trasera de la cabeza.

-¿Que cojones crees que haces meando mi pared? ¡No te gires o te reviento los sesos!- Jacq no conocía esa voz, desde luego no era la de su hermana. Estaban apuntándole con una pistola por la espalda y lo único que tenia en las manos era su polla echando las ultimas gotas de meado.

-¿Te conoz...?-

-¡Cállate!-dijo el extraño sin dejar de apuntar.

-¡Si no bajas esa pistola hago un collage con tus sesos de necrófago putrefacto! ¡Vamos!- esa era la voz de su hermana. Era una situación bastante tensa. Y el que tenia todas las de perder era Jacq.

-¡Vamos a calmarnos!- intentó calmar la situación.

-Está bien, aunque haya vivido mucho no quiero morir apuntando a un tío que esta meando.- dijo el extraño y bajó el arma. Poli hizo lo mismo pero no dejo de mirarlo. Jacq se subió los pantalones de chándal que llevaba y se giró para ver quien le había apuntado con su arma.

-¡Jesús! ¿Ves? Te dije hermana que hacerse muchas pajas era malo. Mira como ha acabado este tío.

-¡Otra broma así y te tragas la pistola!-respondió el extraño dolido por la burla de Jacq.

Era un poco mas alto que el, aunque no mucho. Delgado, apestaba a alcohol, tenia el rostro desfigurado como si se hubiera peleado con un león y le hubiera arrancado la piel. Al carecer de labios siempre llevaba puesta una sonrisa en su cara bastante macabra, aunque en aquella situación no parecía estar riendo, más bien serio. De su cabeza sin piel le colgaba un mechón largo de pelo rubio. Vestía con ropa de antes de la guerra, camisa de botones color rojo de manga corta, pantalones vaqueros decolorados por el paso del tiempo y zapatillas deportivas. La parte de los brazos que dejaba ver la camisa había corrido la misma suerte que su rostro.

-Un necrotizado- dijo Poli -¿De antes o después de la guerra?-

-De antes- respondió el necrotizado con un suspiro.

-¡Yo pensaba que eso no existía!- se sorprendió Jacq.- ¿Quien eres? ¿Que haces aquí?-

-Hueter. Me llamo Hueter y la pared que estabas meando pertenece a mi bar.

-Y dime Hueter, ¿Recibes así a todos tus clientes?

-Ser desconfiado con la gente la cual no conozco me ha ayudado mucho a sobrevivir aquí.

-Pues poca clientela nueva atraerás así a tu garito colega...- intervino Poli.

-¿Tienes algo que valga la pena para llenar la panza?- a Jacq le sonaban las tripas, desde que despertaron solo habían tomado un café.

-Tengo estofado de rata al ajillo... es el menú de hoy.

-Como tenga la misma pinta que tu yo eso no lo pruebo.

-¡Que gracioso tu!-rechisto Hueter-Pasar a mi bar, veras como no has probado nada igual en tu corta vida.

Hueter les invitó a entrar al bar. <<Menudo antro>> fue lo primero que pensó Jacq al abrir la puerta. Estaba oscuro, la poca luz que había era de los rayos de sol que se colaban por las rendijas y los agujeros de las paredes, y unas pocas bombillas de colores colgadas del techo. Sonaba una canción "Cambalache" perteneciente a los años de la guerra civil Española. A la izquierda había cuatro mesas con sofás en forma de media luna que casi rodeaban por completo las mesas. Estaban llenas de gente jugando a las cartas y bebiendo lo que parecía ser Whisky. A la derecha estaba la típica barra de bar, de color plateado un poco polvorienta. Había tres taburetes vacíos tapizados de color rojo bastante bien conservados. Jacq y su hermana tomaron asiento.

-¿Queréis menú o no?- grito Hueter detrás de la barra.- ¡La cazamos anoche!-

-¡Y una mierda! ¡La cacé yo!- intervino uno de los hombres que había sentado en una de las mesas jugando a las cartas.

-Nueve balas te costó, yo no estaría tan contento por esa cacería...je...je...je.- era la primera vez que veía sonreír a aquel extraño hombre necrotizado y su risa era mas macabra aun que cuando estaba serio.-Si os coméis un plato cada uno os invito a un Whisky.

-¡Yo no bebo!- dijo Poli.

-Tranquila hermana yo me bebo el tuyo y el mío. Venga a ver como esta eso, mejor que no comer nada será.

Hueter desapareció un momento por una puerta que había al interior de la barra, y al momento volvió a salir con dos platos de estofado.

-¡Que aproveche!-

-¿No lo habrás hecho tu con esas manos no?-pregunto Jacq en tono burlesco.

-¡Lo he hecho con la poya que no tengo! ¡No te jode!- al hombre necrotizado parecía que ya no le molestaban las burlas de Jacq.-Cuando acabéis me decís si están buenas o no.

El plato era de metal, de los que utilizaban los soldados para comer en las misiones. Era de las pocas cosas limpias que había en aquel bar. Jacq cogió una cuchara vieja y removió el estofado. Sabía que era rata porque lo había dicho Hueter, pero no lo parecía. Estaba acompañada por una salsa color crema espesa y aun estaba caliente como demostraba el vapor que emanaba del plato.

-¡Venga come que esta rico!- dijo Poli. Jacq observo que el plato de su hermana ya estaba vacío.

-¿Que hambre tenías no hermana?-

-Si te parece... me tienes a pan duro y agua.

Probó la primera cucharada. Tenía buen sabor, las siguientes ya no se hicieron esperar. Había comido ratas muchas veces pero aquella era la que mejor sabor tenía.

-¡Abuelo esto esta de muerte!- Hueter sonrió, estaba limpiando dos vasos con un trapo sucio.

-A esta invito yo- y sirvió dos Whiskys en los vasos-¡Son cincuenta!

-¿Aceptas mercancía?- ni Jacq ni su hermana llevaban monedas para hacer el pago, pero la cacería de la mañana era suficiente como para pagar 20 platos como esos.

-¡Enseñarme lo que tenéis!- Poli cogió las dos mochilas y las puso encima de la barra. Dentro había cinco glándulas venenosas y unos cuantos casquillos vacíos procedentes de la escopeta francotiradora de Jacq.

-Los casquillos no me valen, esas glándulas valen su peso en oro.

-¿Tienes munición? ¿Armas? ¿Corazas? ¿Comida?- pregunto Jacq.

-Lo siento vaquero, pero solo dispongo de comida y alcohol. Si quieres negociar por armas o munición, a un kilómetro al norte esta la antigua autovía, que es lugar de paso para mercaderes ambulantes. Pero hasta el sábado no volverán de su ruta.- hizo un alto para beber un trago y siguió- Hay un mercado en el centro del pueblo, aunque la mercaría armamentística que disponen deja mucho que desear. Pero igual puede valerte algo.

-¿Hoy que día es hermano?-

-Ni idea Poli-

-Es jueves vaquero-

-¡No soy vaquero soy Jacq!-

-Lo que tu digas pipiolo, te recomiendo que esperes al sábado la mercancía es mucho mejor aunque también mucho mas cara. Si queréis un sitio donde dormir os recomiendo la pensión Rose, que esta en el centro del pueblo.

-¿Que todo esta en el centro del pueblo?- pregunto Jacq confuso.

-¡No hombre!- sonrió Hueter - Lo que pasa es que el pueblo es tan pequeño que todo es el centro...je...je...je...

La risa de aquel hombre le revolvía las tripas. Cada vez que dejaba escapar una carcajada salía un hedor a alcohol y podrido mezclado.

-¿Puedes darnos comida a cambio de alguna glándula?- preguntó señalando a la puerta de la cocina.

-No comercio con la comida de mi bar, no tengo tanta, solo en el momento y con monedas. Si queréis Whisky, os puedo dar botellas hasta alcanzar el valor de la glándula mas pequeña.

-Entonces habrá que ir al centro del pueblo, buscar monedas para pagarle a este hombre y esperar hasta el sábado. Vamos hermana.-

-¡Ehhh!- dijo Hueter con tono serio -De aquí no se va nadie sin pagar. Que uno de los dos vaya al pueblo y cambie una de esas glándulas por monedas, el otro se queda aquí como fianza hasta que paguéis. De lo contrario seréis el plato del día de mañana. Mis parroquianos están lo suficientemente borrachos y armados como para llenaros el cuerpo de plomo.

-¡Calma calavera andante!- la tensión en el ambiente iba en crescendo -Hermana ve tu yo esperare aquí. Estaré bien.

Poli asintió con la cabeza recogió la mochila y salio en silencio del bar.

-Te propongo un juego- dijo Jacq con voz pausada al hombre necrotizado -He notado que el aliento te huele a podredumbre alcoholizada, apuesto mi deuda doble o nada a que no bebes más que yo.

Al oír esas palabras el bar se convirtió en una sonora carcajada.

-Muy bien vaquero, si pierdes a parte del doble de tu deuda también tendrás que pagar las botellas que bebamos - replicó Hueter con tono confiado -¡Vosotros!- se dirigió al grupo que había en la mesa situada en la entrada del bar -¿Queréis ganaros unas monedas? Pues hoy seréis los bármanes y que no falte el Whisky en esta mesa. ¡Venga levantando el culo!-

Había dos hombres mayores sentados en la mesa que se levantaron para dejarla libre. Uno de ellos tropezó al salir tirando su vaso al suelo.

-¡Ale tu primer encargo limpia eso! ¡Y trae una botella y dos vasos limpios!- parecía un sargento dando ordenes. Jacq se quedo impresionado de ver como los dos hombres cumplían las órdenes de Hueter como si de perros adiestrados se tratase.

Limpiaron el Whisky derramado en el suelo y trajeron una botella entera y dos vasos limpios.

-Esperemos que no tarde mucho tu hermana, no quisiera sacarte de aquí borracho y con un tiro en la cabeza- su tono era amenazador.

-¡Menos hablar y mas tragar!- Jacq cogió el vaso lleno y lo bebió de un solo trago-¡Esto es agua!-

-¡Mas quisieras!- y su rival respondió de la misma manera.

La tarde pasó rápido, ninguno de los dos se daba por vencido. Jacq no vio en ningún momento si su hermana había vuelto con las monedas, aunque tampoco le importaba. Estaba bebiendo gratis. <<Veremos como acaba esto...>> pensaba entre copa y copa. Las amenazas de su rival se convirtieron en carcajadas y relatos de batallas pasadas.

El local se quedo vacío. Solo estaban ellos dos con su particular lucha.

-¡Mierda! Los camareros se han ido y esta botella esta a punto de acabarse. Voy a por otra porque no te veo capaz de levantarte del sitio.- maldijo Hueter. El aliento a alcohol y podrido del hombre necrotizado ahora solo era aliento a podrido ya que todo el bar olía a alcohol, o al menos esa era la impresión de Jacq. Hueter se levantó con dificultad del asiento. Había como diez botellas en el suelo todas ordenadas como si de trofeos se tratase. Observaba desde la oscuridad del sitio, como el tabernero necrotizado se agachaba debajo de la barra y desaparecía de su vista para coger otra botella. Escuchó un fuerte golpe, sonó como un coco hueco al golpear contra una superficie metálica.

-¿Calavera?- no obtenía respuesta -¿Hueter?- era como si se hubiera quedado solo en el bar, pero imaginaba que el otro estaría tirado en el suelo con un buen Chichón.- ¡Gane!

Termino la botella que tenia en la mesa y pensó en marcharse a la pensión donde seguramente estaría su hermana. Pero iba demasiado bebido y la noche era muy oscura, en esas condiciones no llegaría a ningún sitio así que cerró los ojos y se quedó dormido en el sofá de media luna donde había pasado toda la tarde bebiendo con aquel tabernero loco.