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jueves, 14 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXII - MATAR O MORIR







ACERO



Un calor insoportable que crecía por momentos imperaba en aquella jaula hecha con restos de troncos de madera y piedras.
A simple vista la estructura de la celda parecía endeble, pero después de intentar destruir sin éxito alguno de los barrotes Acero desistió.
Había perdido la noción del tiempo, ya no sabía cuantos días llevaba encerrada en aquel cuchitril.
La comida era escasa y asquerosa. Por la mañana un hombre viejo y calvo, vestido con harapos que apestaba carne de mutajabalí podrida, le llevó un cuenco de comida. << ¡Comida porque lo digan ellos!>>, protestó Acero en su interior al ver la pasta viscosa que contenía el cuenco. Era la misma mierda que le servían todos los días.
Tenía tanta hambre que comería cualquier cosa, pero estuvo a punto de vomitar la poca comida que aún le quedaba en el estómago al acercarse la comida a la nariz y olerla.
-¡Esa basura no se la comen ni los perros!-dijo el hombre en tono burlón al ver la reacción de Acero, los pocos dientes que le quedaban eran de un color amarillo intenso-¡Aunque después de varios días sin comer acabas comiéndote hasta la mierda que cagan los jefes!
Acero le dio una patada al cuenco, la comida acabó desparramada en el exterior de la jaula y el recipiente hecho en mil pedazos.
-¡Eso no les va a gustar a los jefes!-<< ¿Y a mí que me importa lo que le guste o no a tus jefes viejo chiflado?>>
El viejo abandonó la zona maldiciéndose a sí mismo y a todo lo que le rodeaba.
Hasta la fecha siempre se había encargado de traer la comida el carcelero, un hombre alto corpulento de pelo enmarañado y que apestaba bastante a sudor. Siembre mostraba claros síntomas de embriaguez, Acero suponía que ese día la resaca estaría golpeándole con contundencia la cabeza con lo cual, el carcelero habría enviado a aquel pobre desgraciado para hacer sus menesteres, de todos modos independientemente de quien trajera la comida esta continuaba siendo un asco.
<< ¿Como pude dejar que me metieran en este agujero?>>, lamentó mientras apoyaba los brazos sobre los barrotes de madera de su jaula. No era la única prisionera, mirara hacia donde mirara solo veía celdas como la suya, ninguna de ellas vacía. Hombres, mujeres, niños, sin duda sus captores eran negreros, comerciaban con esclavos a cambio de chapas supuestamente para financiarse la tecnología con la que se equipaban la mayoría de ellos. La Hermandad del Rayo o el Ejercito del Pueblo Libre tenían el control de casi toda la tecnología de la región que había sobrevivido a la guerra, a Acero le resultaba muy extraño que estos individuos dispusieran de tal equipamiento.
<< ¡Quizás vengan de alguna otra región!-recapacitó-¡Pero que mas da de donde vengan!>>
Tenía tanta sed que por momentos sintió un leve mareo, cada vez tenía más claro que no saldría de aquel infierno con vida, la idea de ser vendida como esclava la atemorizaba, antes prefería podrirse en aquella jaula.
-¡Levántate!-el carcelero borracho estaba situado enfrente suyo al exterior de la jaula acompañado por un hombre vestido con un traje negro del antiguo mundo. Su pesadilla se levantaba ante sus ojos. Aquel extraño hombre no llevaba ninguna coraza que le cubriera, escondía sus ojos detrás de unas gafas de sol reparadas a mano, iba muy bien peinado, con la piel tan pálida y tan limpia que no parecía ser de este mundo-¡Esta zorra tiene bastante mala leche!-las axilas no eran lo único que le apestaba al carcelero, su aliento a carne podrida mezclada con el alcohol olía incluso peor que la bazofia que le servían para comer.
<< ¡Como siga hablando este tío me acostumbrare rápidamente a la comida!>>
-¿De dónde la habéis sacado?-pregunto el extraño hombre dirigiéndose al carcelero con rostro serio.
-¡Guyomard y sus hombres se la encontraron merodeando a las afueras del Notocar!
-¿Un mercenario?-el hombre sonrió levemente-¿Cuánto vale su cabeza?
Aceró bajó la vista atemorizada, aquella pregunta la hizo estremecerse, no se fiaba un pelo de nadie. Ninguna persona en su sano juicio saldría al desierto con semejante traje de tela si no fuera con un ejército de hombres a su espalda. Este hombre tenía el poder que solo otorgan las chapas, quien sabe de lo que sería capaz de hacerle sin que ella pudiera poner resistencia.
-Es guerrera, o al menos eso parece. El rey Penalba cifró en dos mil chapas su cabeza-la presentación ante el rey como dijo Guyomard cuando él y sus secuaces la tomaron presa, fue en la jaula donde Acero se encontraba encerrada. Penalba se acercó a la celda y le puso precio como esclava. No le permitieron levantar la vista, Acero pasó aquel breve instante con la vista fija en el suelo. Solo alcanzó a ver las botas que el rey vestía, unas botas blancas, relucientes sin una pizca de suciedad.
-¡Me parece justo!-el tono del hombre misterioso cambió por completo, parecía contento con la compra que había realizado-¡Ya tengo campeona!
<< ¿Campeona?-aquellas palabras la desconcertaron>>
El carcelero echó mano de unas llaves que llevaba colgando de un cinturón hecho con una ancha cuerda, con un sencillo movimiento de muñeca abrió el cerrojo de la celda.
Acero vio su oportunidad de escapar. Comenzó a correr embistiendo duramente al carcelero, este cayó al suelo dándose un violento golpe en la cabeza contra una roca que sobresalía del suelo. No había dado ni dos pasos más cuando una fuerte descarga eléctrica la derribó. Desde el suelo Acero observó como su nuevo propietario sujetaba con la mano derecha una porra eléctrica, un arma que no llegaba a ser letal de primeras, pero que varias descargas consecutivas podrían freírle el cerebro a cualquiera.
-¡Levanta esclavo!-gritó su dueño guardando el arma en la pernera derecha del pantalón-¡Me has costado demasiado cara como para freírte la cabeza tan pronto!
De espaldas al suelo Acero dudó entre hacerle caso o arrebatar contra el aunque fuera su vida en ello. Finalmente esa idea desapareció de su cabeza, mirando fijamente a su dueño Acero tímidamente, se puso en pié.
-¡Vamos no me hagas perder más el tiempo!
Su nuevo dueño comenzó a andar a paso ligero, Acero le seguía de cerca. Este caminaba por los caminos de piedra improvisados que los esclavos propiedad del ejército de la Pena del Alba habían construido.
Era un lugar gigantesco, una base construida allí donde antes no había nada. Durante los interminables días que había pasado encerrada en la celda, Acero comprobó como centenares de esclavos trabajaban sin descanso construyendo nuevos edificios. Cuando los que estaban trabajando desfallecían los sustituían por los esclavos recluidos en las jaulas, dejando a los anteriores encerrados en las mismas para volver a ser utilizados una vez recuperaran fuerzas. Acero vio como muchos de ellos acababan muriendo fruto del agotamiento y la mala alimentación. No le extrañaba en absoluto, pues la comida que les daban era la misma bazofia que le servían a ella un día tras otro.
El material utilizado eran piedras enormes talladas en forma rectangular, como los ladrillos que antiguamente usaban los hombres para sus construcciones. Material así solo podría proceder de algún almacén abandonado, era imposible que hubiera alguna cantera funcionando y produciendo dichos ladrillos, aunque eran muchos los bloques que se habían utilizado para construir todo el complejo y sin embargo los recursos parecían no agotarse.
El dueño de Acero se detuvo delante de una tienda de campaña militar, parecía que fuera la habitación privada de este. La puerta era custodiada por un hombre con cara de pocos amigos.
-¿Ves a ese hombre?-señaló al guardia de la puerta-¡Ese será tu puesto!
<< ¿Me ha comprado para ser su guardia personal?>>, pensó extrañada al escuchar las palabras del hombre que era su dueño.
-Soy Llote Copa, primogénito y heredero del imperio de la Familia Copa en las tierras del sur, las cuales nunca has oído hablar, a partir de ahora me llamaras señor Copa-por fin sabía el nombre del hombre que había comprado su cabeza.
-Señor Copa ¿Que se supone que debo hacer?- << ¡La copa me la beberé llena de sangre en cuanto tenga ocasión!>> -¿Voy a ser vuestro guardia personal?
-A los esclavos no se os permite optar al puesto de soldado o similares, solo existe una opción. Aquellos que demuestren su lealtad y valía ganando el torneo del Puño de Sangre, podrán servir con dignidad al ejército de la Pena del Alba. Tú serás mi campeón, ganarás para poder servirme y ser mi guardia personal.
-¿Y si no quiero participar?-la pregunta de Acero quedó sin respuesta, en su lugar Llote levantó el puño con el dedo pulgar señalando hacia arriba, lentamente fue girando la muñeca hasta que el pulgar señaló hacia el suelo.
-¡Ahora lo que tienes que hacer es comer bien y recuperarte!-Llote palmeó sus manos-¡Mañana comienza el torneo!
Se sentaron juntos uno en frente del otro en una mesa instalada al lado de tienda de campaña, bajo una pérgola de tela blanca. El guardia salió de la tienda con dos platos bien cargados de comida. Una vez puestos en la mesa Acero comprobó que era comida de verdad, un estofado de carne de pinza de escorpión gigante.
Con solo olerlo las babas comenzaron a chorrearle por las comisuras de sus labios. Acero estaba hambrienta, le sonaban las tripas, pero decidió esperar a que Llote diera el primer bocado.
-¿Que pasa no se bebe aquí o qué?-protestó Llote al ver que no habían servido nada de beber, el guardia volvió con dos jarras llenas de cerveza fría-¡Maldito inútil!
Una vez servida la bebida Llote dio un trago de cerveza y comenzó a comer. Acero esperó a que este diera dos o tres cucharadas más y se puso manos a la obra con su plato. Aunque comenzó a comer más tarde terminaron casi a la par. Era la comida más sabrosa que Acero había probado en mucho tiempo. Llote al terminar su plato echó mano de una vieja pitillera plateada y se encendió un cigarro.
-¿Quieres?-pregunto ofreciéndole uno. Acero había dejado el hábito del tabaco hacía mucho tiempo, pero aun seguía nerviosa así que decidió aprovechar el ofrecimiento de su dueño y encenderse uno también.
-¿Porque a mí?-preguntó soltando humo al mismo tiempo.
-¿A qué te refieres?
-¿Porque me elegiste a mí para ser tu guardia?-reformuló la pregunta al ver que no le había entendido-Soy una mujer, había hombres más fuertes que yo en las jaulas.
-Tengo tendencia a enamorarme de mis guardias varones-Llote se encogió de hombros-El ejército de la Pena del Alba no permite relaciones entre dos personas del mismo sexo. Si los altos mandos se enteraran de mis prácticas me expropiarían todos mis bienes así que tengo que irme con cuidado. Contigo no voy a tener ese problema.
Acero no sabía si sentirse molesta por las palabras de su dueño o aliviada al no tener que preocuparse de que no intentaría nada raro con ella.
-¡Te entiendo, te entiendo perfectamente!
Esa noche Acero durmió plácidamente en un colchón que pusieron en el lugar de la mesa debajo de la pérgola. Antes de poder dormirse escuchó los gritos de placer tanto de su dueño Llote como el guardia que les había servido la comida, pero aquello no fue razón para que no quedara dormida en pocos minutos, más bien sonaba como una canción de buenas noches.
La mañana siguiente llegó más pronto de lo esperado. El guardia despertó a Acero echándole un cubo de agua fría por encima.
-¡Come!-le dijo en un tono seco aparentemente hostil. El guardia le ofreció un trozo del muslo de un mutajabalí hecho al fuego. Acero aun no tenia apetito, pero como tampoco sabía que le depararía el día no rechazo la carne.
En medio del banquete matutino Llote salió de su tienda, vestía un traje azul marino similar al del día anterior. Lo que más llamaba la atención era que nunca se quitaba las gafas de sol, Acero aun no sabía cómo eran sus ojos.
-¡Andando, hoy es tu gran día!-dijo con una tímida sonrisa que dejaba ver levemente los dientes.
-¿Podrías explicarme al menos en qué consiste dicho torneo?- Acero no tenía ni la más remota idea de cuál sería su cometido, pero el nombre Puño de Sangre no le daba buena espina.
-¡Sígueme te lo contaré por el camino!-respondió Llote haciendo un pequeño movimiento con la mano izquierda para indicarle el camino a seguir-Es sencillo. Consta de cuatro rondas eliminatorias, siendo la cuarta la final. Tendrás que pelear a vida o muerte contra tu contrincante. Si vives ganas, si mueres pierdes. Solo están permitidas las armas cuerpo a cuerpo, puños americanos, guantes o similares, no se pueden usar corazas ni armaduras de ningún tipo. Las armas y el atuendo te lo proporcionará el utillero cuando lleguemos a la arena de combate.
El resto del camino hasta llegar a la arena pasó con el más absoluto silencio. Las palabras de Llote habían sido suficiente conversación para Acero. Estaba conmocionada, matar o morir ese era el macabro juego con el que se divertían allí, al parecer habían construido un lugar donde practicar tan sádico espectáculo. En cualquier caso ella estaba metida en aquel circulo y solo podría salir cobrándose cuatro vidas, cuatro personas inocentes, esclavas como ella en estos momentos.
-¡Ahí está, tu puerta hacia la libertad!-dijo Llote al ver la arena. Una construcción del antiguo mundo se levantaba ante sus ojos. Acero había visto alguna similar en páginas de revistas o carteles de publicidad a medio caer. Sin duda era una plaza de toros, hecha de ladrillo y reconstruida con aquellos característicos bloques con que construían el resto de edificios. Al parecer el ejército de la Pena del Alba lo había restaurado, estaba en muy buen estado de conservación.
Acompañada por Llote Acero llegó a la puerta que daba acceso a los luchadores. Dos hombres vestidos con servoarmadura blanca custodiaban el acceso y al mismo tiempo tomaban nota del nombre y la propiedad del esclavo.
-¿Nombre?-pregunto uno de los guardias, un hombre con un gran lunar en la mejilla derecha.
-¡Acero de Notocar!- gritó Llote a los cuatro vientos, parecía entusiasmado.
-¿Propiedad?
-¿Chico acaso no sabes quién soy?-aquella pregunta parecía no haberle gustado en absoluto al jefe. El soldado quedó perplejo, sin saber que responder.
-¡Es el señor Llote gilipollas!-grito el otro guardia.
-¡Muy bien Acompaña a Acero de Notocar propiedad del señor Llote a la celda cuatro!-exclamó el guardia del lunar.
-¡Suerte mi campeona!-gritó Llote con aquella característica sonrisa suya, mientras Acero se adentraba en la plaza acompañada por uno de los guardias de la entrada.
Era un pasillo oscuro, estrecho y frio, lleno de telarañas por doquier. El material con el que estaban hechas las paredes parecía haber sufrido en exceso el paso del tiempo, con el más mínimo rozamiento una columna de arena se desprendía de ellas.
<< ¡A ver si se derrumba esta mierda y mueren todos!>>
Al llegar a la celda Acero comprobó que aun podía estar más oscuro. Era casi tan pequeña como la jaula donde la habían tenido prisionera días atrás. La poca luz que entraba, procedía de unos pequeños agujeritos, al parecer originados por el impacto de las balas en alguna batalla pasada.
El guardia cerró la puerta de la celda dejándola sola en aquel agujero, al poco tiempo volvió con un pequeño trapo que al desenvolverlo dejó al descubierto unos puños americanos y unos guantes de hierro.

-¡Solo queda esto!-el guardia echó un escupitajo al suelo-¡Elige lo que quieras!
Los guantes protegerían más sus manos, pero eran rígidos y no permitían movilidad alguna, Acero finalmente decidió hacerse con los puños americanos.
-¡Toma!-el guardia lanzó unos trapos en medio de la celda-¡Este es tu atuendo de gladiador, supongo que será de tu talla, si no es así te aguantas y te lo pones igual!
Por imposible que pareciera el guardia tenía razón, le estaba un poco prieto pero le servía. Una camiseta y unos pantalones blancos, llenos de restos de sangre entre otras porquerías y medio agujereados. La camiseta llevaba pintado en la espalda el número cuatro.
Después de darle los puños y el atuendo el guardia se marcho por donde habían venido, esta vez para no volver más.
Al principio todo estaba en la más absoluta calma, conforme pasaba la mañana un pequeño murmuro iba cobrando vida en la parte superior de las celdas, hasta que finalmente el murmuro se convirtió en un constante griterío popular.
Acero no alcanzaba a ver nada por los agujeritos de la celda, pero por el jaleo que se escuchaba la plaza debía estar abarrotada de gente. Gritos, gente caminando de un sitio a otro, aquello se había convertido en el mismo infierno y los demonios estaban esperando fuera con sed de sangre.
<<Turuuuu, turuuuu>>, el sonido de una trompeta hizo callar el griterío de la gente.
-¡Bienvenidos a los juegos del Puño de Sangre!- proclamó una voz joven a través de lo que parecía ser un megáfono, el eco retumbaba en todas las paredes de las celdas-¡En la jaula número uno Gabriel de Virginia propiedad de Madre!-parecía que a todos les ponían un apellido en función del lugar donde habían sido capturados, por ello Acero era Acero de Notocar-¡En la jaula número dos Enrique de Mostonia propiedad de Alexey!-<<Turuuu, turuuu>>, sonó de nuevo la trompeta-¡Que comiencen los juegos!
Acto seguido el griterío de la gente renació con más intensidad.
<< ¿Jaulas uno y dos?-pensó-¡Yo soy la siguiente!>>
El miedo se apodero de su cuerpo, no sabía que estaba pasando, pero el furor de la gente se hacía cada vez más notable.
-¡Mátalo, mátalo, mátalo!-gritaban una y otra vez al unísono. De repente se hizo el silencio más absoluto y al momento otra vez el griterío inundó la arena.
<< ¡Ha muerto!-se dijo a sí misma-¡Que dios nos pille confesados!>>
<<Turuuu, turuuu>>, la trompeta sonó de nuevo, Acero cada vez odiaba mas aquel sonido chillón, tenía ganas de estrangular a alguien y no era precisamente a su oponente.
-¡En la jaula numero tres Siro de Penélope propiedad de Baeza!-<<¿Siro de Penélope?>>, solo esperaba que ese Penélope fuera otro pueblo llamado igual y que ese tal Siro no fuera su amigo de la infancia, el cual desapareció hace años y finalmente se le dio por muerto.
-¡En la jaula número cuatro Acero de Notocar propiedad del señor Llote!-una vez el megáfono terminó de nombrarla, una de las paredes de la celda comenzó a ceder apartándose a un lado, se trataba de una pared de madera.
Un sol cegador comenzó a entrar en la celda conforme la pared se movía, Acero comenzó a caminar a ciegas, cuando quiso darse cuenta estaba dentro de la arena.
El graderío estaba lleno de gente, con razón había tanto griterío. La plaza era circular con el suelo de tierra reseca. Los guardias armados y vestidos con servoarmaduras rodeaban la plaza estableciendo una barrera de seguridad entre los luchadores y el público.
Enfrente de ella se encontraba su oponente con la mirada perdida, observando el graderío. Era un hombre alto y fornido, de piel oscura, su cara le resultaba familiar aunque de todos modos la mayoría de hombres solían ir sin afeitar, podría ser cualquiera. Al parecer no llevaba armas, solo sus dos enormes puños con los que podría acabar fácilmente con ella si la alcanzaba.
-¡Que comience el combate!-anunció el megáfono.
Siro el oponente de Acero permanecía inmóvil como si no estuviera en el combate, mientras ella corría velozmente para pillarle por sorpresa. Cuando Acero estuvo suficientemente cerca de su oponente, saltó encima de el haciéndole perder el equilibrio. Siro cayó de espaldas al suelo, Acero levanto el puño para golpearlo con toda su rabia pero cuando pudo verle bien el rostro todos sus miedos se hicieron realidad. Siro tenía la cara un poco desfigurada por varias cicatrices que antes de desaparecer no tenía.
-¿Siro?- preguntó atemorizada.
-¡Golpéame imbécil, o nos mataran a los dos!-respondió su oponente. Acero lo golpeó pero no con la misma contundencia con la que lo habría hecho momentos antes.
-¡Lucha, sabes que si no lo haces morirás!-Acero comenzaba a tener sentimientos opuestos. Por un lado quería acabar con él para salvar la vida, al fin y al cabo para ella había estado muerto durante muchos años, pero por otro lado no concebía la idea de que un amigo muriera en sus manos.
-¡Estoy cansado de vivir!-se le hacia difícil escuchar a Siro con el griterío de la gente-¡No voy a pelear contigo, haz lo que quieras!
La ira invadió los puños de Acero que comenzó a golpear a su contrincante con todas sus fuerzas.
-¡Pelea!-el golpe del puño americano abrió una brecha en la ceja izquierda de Siro. La sangre emanó tiñendo de rojo su puño y parte del rostro de su amigo.
-¡No permitas que se salgan con la suya!-Siro comenzaba a tener dificultad para articular palabras-¡Quieren arrasarlo todo y esclavizar a la gente! ¡No dejes que lo hagan!
Acero golpeó una y otra vez la cabeza de su amigo, su ira aumentaba a cada golpe que le asestaba, la sangre salpicaba su rostro a cada impacto. Cuando quiso darse cuenta, la cara de Siro estaba completamente destrozada, aplastada, como si le hubiera estallado una granada delante de sus narices. Ya no decía palabra alguna, ya no se movía, había acabado con la vida de su amigo de la infancia. Tenía las manos manchadas de sangre.
El graderío enmudeció y la trompeta volvió a sonar. <<Turuuu, turuuu>> 
-¡Ganadora Acero de Notocar, propiedad del señor Llote!

 




lunes, 12 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXV - CAPRICHOS



TRAISA



El capitán general de la Hermandad del Rayo Sejo, convocó a todo el personal a excepción de los guardias en la sala de actos. Traisa había asistido a reuniones similares anteriormente pero no de tanta urgencia. Las reuniones solían convocarse con días de antelación a unas horas prudenciales.
Sejo un hombre alto, con calvicie prominente y barba, esperaba sentado ocupando su asiento en lo alto del escenario, rodeado por todos los altos cargos de la base.
El general del ejercito Andrian Bastao bastante conocido por su afición a la bebida y las prostitutas, hacia honores a su reputación bebiendo un vaso de Whisky. Natan Mano teniente general y el mas veterano de todos miraba fijamente la puerta de entrada, por donde a cuenta gotas, accedían todos los soldados de la división en el Odín, tomando asiento con el  murmullo constante de la sala como sonido ambiente. El general de división Megias y el general de brigada Perales, aun no habían hecho acto de presencia, solían matar el tiempo jugando al ajedrez en un viejo ordenador que Perales guardaba como un tesoro en su habitación privada.
Traisa sentada en primera fila, miraba el escenario donde se encontraban los tres mandamases sentados detrás de una mesa alargada de madera. Desde pequeña siempre quiso llegar a ser uno de ellos, aunque con el paso del tiempo y la política machista de la Hermandad a la hora de elegir a sus generales habían mermado las sus esperanzas de conseguir tal fin, nunca antes una mujer había alcanzado un cargo de semejante responsabilidad.
Conforme se llenaba la sala el murmullo se iba convirtiendo en griterío, Perales y Megias aumentaron más el volumen de la sala al entrar dando voces sobre el resultado de su partida.
-¡Que suerte has tenido! ¡Me has obligado a sacrificar la reina!- protestaba Perales ante la risa burlona de Megias. Tomaron sus respectivos asientos en el escenario y acto seguido la reunión comenzó.
-¡Silencio todo el mundo!- grito Sejo dando un fuerte golpe sobre la mesa. La sala entera enmudeció-Como todos sabréis la guerra con el Ejercito del Pueblo Libre no ha hecho mas que empezar. Hemos recibido una comunicación encriptada por radio del grupo As. El mensaje contenía información acerca del emplazamiento de una base militar abandonada al norte escondida entre las montañas. La base contiene toda clase de tecnología militar- el griterío de se apoderó de nuevo en toda la sala-¡Silencio cojones!
-Bien un nuevo lugar lleno de armamento pre-guerra-interrumpió Natan Mano-No creo que nos hayas convocado de urgencia para decirnos que han encontrado tecnología-su expresión en todo momento era la de una persona seria.
-A parte del armamento la base tenia guardado un pájaro en perfecto estado- Traisa había oído hablar de los pájaros, eran vehículos fabricados antes de la gran guerra utilizados para transportar soldados vía aérea a las zonas conflictivas, con potencia de fuego para ataques desde el aire. Traisa había tenido la suerte ver alguno con sus propios ojos, aunque ninguno de ellos llegó a funcionar. La noticia de Sejo animó la mermada moral de toda la sala, fruto de años y años de batallas perdidas contra sus enemigos. Este hallazgo habría nuevos horizontes en su constante lucha.
-¿Un pájaro que funciona?- Perales parecía no creer la noticia.
-Según la transcripción del mensaje se dirigen hacia nuestra posición. Gracias al simulador de vuelo, el comandante Campos tiene nociones de pilotaje. Él es el encargado de hacer llegar la maquina intacta a nuestra base- Sejo parecía nervioso, tenia la cabeza mojada del constante sudor y se le notaba un pequeño balbuceo al hablar-Debemos asegurar la zona, no sabemos si los agentes del ejercito del Pueblo Libre han interceptado el comunicado.
-¿Que sugieres?- preguntó Andrian Bastao levantando levemente una ceja.
-El plan es el siguiente. Grupo Trébol, grupo Espárrago y grupo Girasol saldréis al exterior- los soldados de la Hermandad del Rayo se agrupaban en diferentes grupos de acción todos con nombres escogidos al azar, Traisa al no ser soldado, no pertenecía a ninguno pero conocía a soldados de casi todos los grupos. Al mando del grupo Trébol estaba el sargento Querol, del Grupo Espárrago el sargento Burroni y del Girasol el sargento Ríos mas conocido como la cosa amarilla por su particular bello rubio.
-¡A la orden general!- dijeron todos los componentes de los grupos nombrados al unísono.
-Para no levantar sospechas vestiros de incógnito, posiblemente haya espías de nuestros enemigos ocultos entre la población del Odín y Penélope- era lógico, los soldados de la Hermandad solían salir a cuentagotas del cuartel y un despliegue tan multitudinario podría hacer saltar todas las alarmas entre los espías del ejercito del Pueblo Libre- Grupo Ron, grupo Vodka y grupo Whisky infiltraos de incógnito entre la población de Penélope, manteneros informados en todo momento si veis algo sospechoso. Grupo Delta y grupo Bravo patrullar por las calles de Penélope con vuestro mejor arsenal asegurando que vuestros compañeros de incógnito estén a salvo. El resto aseguraos que dentro del Odín nadie se acerque a menos de 50 metros de la base bajo ningún concepto. ¡Ahora todo el mundo a sus puestos!- todos los soldados presentes fueron abandonando la sala-¿Traisa?-el general Sejo la llamo justo antes de abandonar la sala-Ven tenemos ordenes especificas para ti.
Traisa nunca había participado en ninguna misión militar, no esperaba tampoco que esta fuera la primera vez. Lentamente subió al escenario donde aun aguardaban sentados todos los generales.
-¿Que se les ofrece?- preguntó, aunque se imaginaba que podría ser. Otra vez esperar en la sala médica junto al doctor Robot a que soldados heridos reclamaran sus servicios médicos.
-Traisa, prevemos que será una operación sencilla. No hemos encontrado rastro alguno de espías peces- peces, así es como llamaban a los integrantes del ejercito del Pueblo Libre-sin embargo necesitamos de tu experiencia médica por si los planes sufren alguna modificación y hay que atender a heridos-<<Genial-el sarcasmo recorría cada rincón de su cabeza>> las palabras del general Sejo confirmaban las sospechas de Traisa-Coge todos los medicamentos que puedas y ve con el grupo Delta. Atiende tanto a soldados como a civiles.
<< ¿Como?>> la Hermandad del Rayo nunca había atendido a civiles, de esa tarea siempre se encargaban los seguidores de la Orden de San Juan de Dios, una institución que luchaba por la salud de toda persona.
Sin mediar palabra Traisa asintió con la cabeza, dio media vuelta y se dirigió rápidamente hacia la sala médica. Poli parecía estar dormida, al encender la luz despertó de un salto.
-¿Que pasa? ¿Ha vuelto ya mi hermano?- preguntó al ver entrar a Traisa por la puerta.
-No cariño, solo vengo a por unos medicamentos. Tú sigue descansando te vendrá bien. Es muy tarde- las palabras de Traisa parecieron tranquilizar a la muchacha pelirroja, esta cerró de nuevo los ojos y continuó durmiendo.
Con un botiquín cargado de estimulantes, vendajes y drogas para el dolor entre otros Traisa salió corriendo de la sala en busca del grupo Delta.
El corazón le latía a toda velocidad, no sabia si era por la emoción de salir al campo de batalla, aunque fuera una misión sencilla, por ir corriendo de un lado a otro o la suma de los dos.
-¡Esperarme!- el grupo Delta se disponía a cruzar las puertas para salir a Penélope. Traisa sentía que le faltaba el aliento de tanto correr, pero el sargento Algaba pareció escucharle y dio la orden de parar al resto del grupo.
-¿Donde vas Traisa?-el sargento parecía extrañado al verla en las afueras de la base.
-Tengo órdenes del general Sejo de acompañaros y proporcionar asistencia médica a todo soldado o civil- respondió. Jadeaba como un perro en celo y le costaba articular las palabras.
-¡Tranquila niña que esto aun no ha empezado!- bromeó Velasco, un hombre bajito y rechoncho. La servoarmadura le quedaba demasiado ajustada y parecía una salchicha embutida en aquel traje.
Cruzaron las puertas de acceso a Penélope, hacia mucho tiempo que no visitaba aquella ciudad de delincuencia y drogadicción. Visto el paisaje no parecía haber cambiado en nada. Gente desnutrida fumando metanfetaminas en pipas improvisadas, otros moribundos con las jeringas de antagoína aun colgando del brazo luchando por no ahogarse con su propio vómito. La antagoína era una droga de diseño mucho más potente que la heroína, esta se diseñó después de la gran guerra por laboratorios clandestinos. A raíz del descubrimiento de la antagoina la heroína dejó de diseñarse, ya que a causa de las fuertes exposiciones a la radiación la heroína ya no hacia el efecto deseado entre los adictos a este tipo de drogas.
-Menudo panorama-lamentó Traisa al ver aquellas personas luchando por no morir- ¿De verdad vale la pena?
-Vivimos constantemente al borde del abismo-respondió el sargento-Esta gente hace lo mismo que tu y yo, escapar de la dura realidad en que vivimos.
-Discrepo sargento. Pero respeto su opinión- Traisa comparaba los drogadictos con los necrófagos, personas sin conciencia alguna buscando un nuevo chute para calmar su adicción un día mas, unos de carne otros de antagoina.
Una luz en el cielo similar a la que reflejaría una estrella se acercaba hacia Penélope a poca velocidad, debía ser el esperado pájaro. Las noches claras aun se podían divisar algunos satélites que no habían sucumbido al paso del tiempo recorriendo la orbita terrestre, pero esta luz era mucho mas grande y la manera en que se movía no era la de un satélite.
-Ya llega- dijo el sargento en voz baja - ¿No te parece lo mas bonito que hayas visto jamás?
-¡Peceeeeesss!- el grito era de algún compañero perteneciente a otro de los grupos de apoyo, parecía estar cerca de su posición. Sin tiempo a reaccionar multitud de explosiones invadieron las calles de Penélope.
Los compañeros del grupo Delta incluido el sargento Algaba habían desaparecido. Traisa estaba desorientada, mirara hacia donde mirara solo veía gente corriendo hacia sus hogares, negocios o estructuras cercanas que sirvieran de cobijo. Otros no habían tenido tanta suerte y yacían muertos en el suelo, algunos de ellos compañeros de la Hermandad del Rayo.
<<¿Que ha pasado aquí?>> uno de sus compañeros muertos tenia el cañón Gauss con el que iba equipado cerca, tirado en el suelo, Traisa se apresuró a cogerlo para poderse defender en caso de amenaza. Registró de arriba a abajo el cadáver en busca de munición para el arma. Finalizado el registro levantó la cabeza y vio a uno de los integrantes de los peces. Estaba de espaldas apuntando, preparado para disparar al sargento Algaba sin que este se diera cuenta de su amenaza. Traisa no dudó ni un minuto y apuntó con dificultad a su enemigo, rápidamente apretó el gatillo del cañón. El retroceso del arma la hizo caer de espaldas a varios metros de su posición, era inexperta utilizando armas, el disparo impactó en el pescuezo de aquel desgraciado acabando de inmediato con su vida, era la primera vez que le quitaba la vida a una persona. El sargento Algaba ni se percató de lo sucedido y salió corriendo en busca de más peces.
Los disparos, las explosiones no cesaban. Los gritos de pánico de la gente se escuchaban por las calles de Penélope.
Una mujer desangrándose a causa de su pierna mutilada lloraba sin consuelo acunando a su bebé entre sus brazos, resguardada entre los escombros de un edifico abandonado.
<<A esto se refería Sejo, el lo sabia desde el principio>>
Traisa corrió hacia la mujer, tenia que ayudarla o moriría en breve. Dejó cuidadosamente el arma en el suelo mientras observaba la pierna de la mujer. No tenia buena pinta pero quizás con un estimulante y unas vendas cortaría la hemorragia.
-¡Tranquila!- intentó calmar a la mujer desconsolada- Estoy aquí para ayudarte.
<<Tendría que haberme traído al doctor Robot>>
Con un gran trozo de venda hizo un torniquete en torno a la pierna de la mujer, con sumo cuidado pinchó en varias partes de la herida conforme le había enseñado la anterior encargada de la sala clínica. El líquido estimulante parecía hacer efecto, notaba como la herida del miembro mutilado se cerraba, formándose la típica costra al aplicar el estimulante.
-Ya está, te pondrás bien- la mujer había dejado de llorar, pero seguía sin decirle una sola palabra- Te vendare la pierna. Tomate esto te aliviara el dolor- le dio una pastilla de Medcodeína, un derivado de la codeína diez veces mas potente-¡Quédate aquí y no te muevas, no te pasara nada!-después de aplicarle el vendaje la mujer le dio las gracias, los ojos de Traisa estaban empañados en lágrimas al ver tanto sufrimiento.
Corrió en busca de más heridos, pero solo encontró cadáveres. El pájaro estaba cerca, había detenido su vuelo. Desde el suelo Traisa distinguía a Mompo y Chavo disparando hacia los enemigos con las armas que llevaba incorporada el pájaro.
La nave era de color negro, con hélices a los lados en posición horizontal que se inclinaban levemente para modificar la dirección de desplazamiento. Los soldados del ejército del Pueblo Libre disparaban con lanzacohetes hacia el pájaro pero por fortuna la oscuridad de la noche y la lejanía de la nave hacían que los intentos de sus enemigos por derribar la nave cayeran en saco roto.
Poco a poco los peces supervivientes fueron en retirada, huyendo del campo de batalla. El pájaro pilotado por el sargento Campos sobrevolaba el Odín para aterrizar en la base de la Hermandad ante el griterío de victoria de los soldados.
Robots en llamas sin control, centenares de personas muertas por las calles de Penélope y el Odín, otros tantos heridos, Traisa nunca se habría imaginado que aquello terminara en semejante masacre.

Mientras curaba a los heridos lo comprendió todo. Aquello no fue más que un pulso entre Pececito y el general Sejo por el dominio del Odín. Sejo sabia de sobra que el ejército del Pueblo Libre había interceptado el mensaje. Las comunicaciones se realizaban por emisora de radio cualquiera podría haberlas escuchado. Aun así Sejo decidió continuar con la adquisición del pájaro por ello, hizo un despliegue tan multitudinario de sus tropas, sabia que los soldados de Delfín Junior les estarían esperando y decidió contraatacar sin pensar en las consecuencias.
Esta vez la estrategia funcionó y la batalla cayó del bando de la Hermandad, pero el preció fue demasiado alto. Civiles que solo buscaban sobrevivir un día más en sus tristes vidas, habían sucumbido en medio de una batalla capricho del general Sejo. Traisa no estaba dispuesta a que aquella artimaña se quedara en el olvido. Aquello le revivió las ganas de ser general, Sejo acababa de ganarse un peligroso enemigo entre sus filas.