MOSARRETA
Notaba como las puntiagudas piedras se le clavaban en los
músculos de la espalda, tenia frio y le temblaba todo el cuerpo. Lo último que
recordaba era como algunos de los refugiados de las alcantarillas escapaban por
aquel oscuro túnel. Un fuerte zumbido no le dejaba escuchar con claridad,
sentía todo el cuerpo magullado y tenia dificultad abrir los ojos. La boca le
sabía a sangre.
Un pequeño insecto se posó sobre su nariz. Las patitas
le hacían cosquillas al caminar por la superficie como si quisiera estornudar.
Las cosquillas comenzaron a ser molestas, Mosarreta intentó quitárselo con su
mano derecha. Movía el brazo a un lado y a otro repetidas veces, pero el bicho
no parecía sentirse amenazado por lo que continuaba paseándose por su cara.
Cuando por fin reunió fuerzas suficientes para
levantarse, no encontró apoyo en su brazo derecho y volvió a quedar tendido de
espaldas al suelo. El insecto voló de nuevo.
-¡Ahhhhhhh!-gritó. Un fuerte dolor comenzó a
recorrerle el brazo, intentaba mover los dedos de la mano pero no los notaba,
solo un dolor horrible como si le hubieran aplastado el brazo con una piedra
pesada. Abrió los ojos con dificultad y levanto levemente la cabeza para ver
qué pasaba. Observo que le faltaba gran parte de su brazo derecho. No había
nada desde el codo hacia abajo, le faltaba la mitad de su brazo. Allí donde
acababa su extremidad tenía un torniquete fuertemente apretado que evitaba que
se desangrase.
La cabeza le daba vueltas, no tenía fuerzas ni para
volver a gritar, le costaba respirar.
-¡Aguanta amigo!-le dijo alguien, la voz sonaba distorsionada,
casi no le entendía. Las fuerzas le abandonaron por completo.
Cuando volvió a abrir los ojos Llejova estaba con él.
Sentada en una silla de mimbre peinándose su larga y brillante cabellera negra.
Vestía un camisón blanco de seda que le trasparentaba los pechos, los pezones
duros hacían que parecieran dos tiendas de campaña verticales sobre su delicado
torso. Olía a flores, a primavera.
-¿Donde estoy?-pregunto Mosarreta extrañado.
-Estas en casa mi amor- no recordaba su casa así.
Desde la cama donde se encontraba tumbado moviendo los dedos de los pies
observaba un balcón. Este tenía vistas a un gran bosque verde, el espesor de
los arboles cubría por completo la superficie de la tierra. El cantar de los
pájaros era una melodía armoniosa para sus oídos. Los rayos del sol que
entraban por el balcón, incidían directamente sobre el pelo de Llejova dándole
aun más brillo.
La habitación era muy amplia, con cortinas blancas en
las ventanas, muebles de madera buena en perfecto estado y en el techo una
lámpara de araña de cristal con velas apagadas.
-¿Estoy muerto?-preguntó.
-¡No mi amor, estas en casa!
Su mujer nunca le había hablado con tanto cariño, pero
aquella sensación de bienestar le encantaba.
-¡Levántate! ¡Hazme tuya mi amor!-dijo Llejova con voz
suave.
-¡No puedo andar!
-¡Puedes hacer lo que quieras mi amor!- Mosarreta bajó
la vista, tenía el pene erecto, hacía años que no podía poner en marcha su
miembro, pero lo que le realmente le sorprendió es que estaba moviendo las
piernas desplazando las sabanas blancas hacia el fondo de la cama.
Se puso en pié y fue dispuesto a tomarla cono nunca
antes lo había hecho. Se sentía muy excitado.
Cuando la tuvo delante cara con cara, la sujetó con
las dos manos, pero antes de que llegara a rozar sus labios sintió un fuerte
golpe en la cabeza.
De nuevo abrió los ojos, volvía a estar débil, tirado
en el suelo sobre una camilla improvisada con troncos de madera y una sábana
mohosa. Observaba manchas negras que se acercaban a otras rosadas con forma de
persona cerca de su posición.
Parecía una pelea, pero tenía la vista nublada y solo
veía como las manchas chocaban entre sí cual pelotas de goma.
<< ¡Ayudadme!>> quiso decir, pero no tenía
fuerzas para abrir la boca.
Al momento notó como todo su cuerpo se elevaba.
-Vamos Hueter-escuchó de nuevo aquella voz
distorsionada-No tenemos mucho tiempo.
Inmediatamente se encontró de pie en una sala oscura,
tan grande que no alcanzaba a ver pared alguna. Una vieja lámpara colgada del
techo iluminaba un pequeño círculo a su alrededor. De repente las piernas le
fallaron, cayó al suelo dándose un fuerte golpe en la frente haciéndose una
brecha que comenzó a sangrar, la boca de nuevo le sabía a sangre. Mosarreta
intentaba taparse la herida con las manos pero la sangre las atravesaba. Notó un
cuchillo clavado en la espalda. Una fuerte risa burlona comenzó a sonar
retumbando eco en toda la sala. Conocía aquella voz, era la de Cristine.
-¡Zorra!-gritaba-¿Porque lo has vuelto a hacer?-pero
su pregunta no obtuvo respuesta.
La bombilla incandescente de la lámpara que alumbraba
aquella sala reventó sumiéndola en la más absoluta oscuridad. Mosarreta se
arrastraba por el suelo, completamente desorientado sin un rumbo claro. Por más
que avanzara nunca llegaba a ningún sitio. Tenía la sensación de no moverse de
aquel lugar.
La luz volvió a encenderse como por arte de magia. El
brazo derecho se le descomponía como una mecha al consumirse por el fuego hasta
llegar a la parte del codo.
<< ¿Que está pasando? >>
Comenzó a notar ligeros pinchazos allá donde acababa
su brazo derecho, estos cada vez eran más intensos. Llegó a un punto en el cual
fue más doloroso que el cuchillo que le clavó Cristine en la espalda.
-¡Se está despertando! ¡Duérmelo o no sobrevivirá!-
gritaba a lo lejos una voz desconocida. Inmediatamente dejó de sentir los
pinchazos. La sala oscura comenzó a temblar. El suelo donde reposaba su cuerpo
se partía en dos. Las paredes se derrumbaban como un castillo de arena y una
cegadora luz inundaba aquella sala.
No pudo hacer nada para evitar caer al vacío, la
grieta era demasiado grande y le faltaba un brazo con que sujetarse.
<<Es el fin>> pensaba mientras se
precipitaba sin control, dando vueltas sobre sí mismo en el aire.
Antes de estamparse contra el suelo de aquel
improvisado abismo abrió los ojos de nuevo, estaba tumbado sobre una camilla
con una sábana blanca llena de manchas enormes de sangre aún húmeda. La misma
lámpara que había visto en la sala anterior, colgaba del techo alumbrando
aquella pequeña habitación. Una mosca revoloteaba buscando la forma de acceder
a la bombilla incandescente de la lámpara.
-¡Ha faltado poco amigo!- dijo Neil Tarzard mirándole fijamente. Con su cabeza tapaba
parte de aquella molesta luz, cosa que era de agradecer, era tan intensa que le
quemaba las pestañas.
-¿Dónde estoy?- pregunto Mosarreta extrañado. Estaba
desorientado, quizás se tratara de otra pesadilla. Ya no sabía que era verdad y
que era mentira.
-¡Estas en el taller de chapa y pintura Agua Amarga!-
dijo con voz ronca un viejo hombre que por su apariencia parecía un mecánico de
armas.
-¿Agua Amarga?- nunca había oído hablar de aquel
sitio.
-¿Recuerdas el ataque que sufrimos en las alcantarillas?-pregunto
Neil Tarzard con voz triste. Aquellas palabras le hicieron saber que ya no
estaba soñando. Recordaba a sus excompañeros disparando a los refugiados.
-Sí, pero no recuerdo como acabó, ¿qué demonios pasó?
-Un descerebrado disparó un cohete con un
antiaéreo-respondió el necrófago con el ceño fruncido- Yo pude ponerme a salvo
antes de que todo saltara por los aires y el techo se viniera abajo. Una vez
pasó el peligro busqué supervivientes entre las ruinas, encontré al otro
necrófago, aquel que iba vestido con servoarmadura-Mosarreta comenzaba a
recordar más detalles. Era aquel grupo de tres hombres que apareció por
sorpresa, uno de ellos llevaba a lomos a Cristine-Al poco te encontramos a ti.
Estabas inconsciente, tirado en el suelo con el brazo derecho mutilado,
sangrando como un pollo sin cabeza. Te apliqué un torniquete con un trozo de
camisa que encontré entre los escombros y rápidamente te llevamos aquí, al
campamento de la Orden de San Juan de Dios. Mi colega aquí presente, el doctor
Achucarro, con las herramientas adecuadas pudo hacerte algunos apaños-dejó
escapar una pequeña sonrisa-¡Mira tu brazo derecho!
Haciendo caso al necrófago Mosarreta giró levemente la
cabeza hacia la derecha, aun se sentía débil, parecía como si tuviera una
profunda resaca. Posiblemente por la pérdida de sangre que le había comentado Neil
Tarzard o quizás por los fármacos que le hubieran subministrado. Observó su
brazo, por encima del codo allá donde acababa la carne comenzaba un brazo
robótico. Negro metalizado, con muchos mecanismos que no llegaba a comprender.
-¿Puedo moverlo?-pregunto incrédulo al ver semejante
artefacto.
-Prueba a ver-respondió Achucarro, parecía muy seguro
del trabajo realizado.
Mosarreta movió los dedos del brazo robótico, era una
sensación extraña, no tenia tacto pero si notaba el movimiento. Cerró el puño,
giró la muñeca, torció el codo, no daba crédito, aquel aparato respondía a cada
orden como si fuera su brazo verdadero.
-¡Levántate coño!-grito Achucarro.
-¿Acaso no sabes que soy parapléjico?-protestó
Mosarreta.
-¿Seguro?
<< ¡No me jodas que este chalado me ha reparado
las piernas!>>
Hizo una profunda respiración y acto seguido trato de
incorporarse.
<<No me lo puedo creer>>, sus piernas se
movían, aunque el movimiento le dolía horrores. Mirando más detenidamente
comprobó que le habían instalado unos mecanismos que cubrían gran parte de sus
piernas. Los raquíticos palos que se le habían quedado por piernas después de
quedarse parapléjico aun estaban en su lugar, estos al parecer solo servían de
apoyo. Con todos aquellos cachivaches se sentía más un robot que una persona,
pero le encantaba poder volver a caminar.
Se levantó y dio un paseo por aquella pequeña
habitación ante la atenta mirada del necrófago y el doctor. Caminaba con
movimientos torpes, en gran parte por el dolor que sentía en sus huesos al
moverse.
-El cuchillazo en la espalda te dejó las piernas
inservibles. Aunque por lo que pude comprobar no perdiste toda la
sensibilidad-dijo Achucarro. << ¡Ni que lo digas!>> eran muchas las
noches que despertaba a causa de los pinchazos que sentía en sus piernas.
Pasaba noches y noches en vela masajeándoselas cuidadosamente para calmar el
dolor.-Te hemos instalado un chip en la parte trasera de tu cabeza que analiza
las transmisiones sensoriales de tu cerebro y manda la información vía
bluetooth al dispositivo indicado. Yo de tu intentaría no darme muchos cabezazos
porque si se rompe el chip te quedaras tieso como un palo-bromeó- También tu
brazo nuevo tiene un arma, esta se activa al golpear algo con el puño cerrado y
se alimenta de células de energía. Utilízala con cuidado, este botón sirve para
activarla y desactivarla.-señaló la parte exterior del brazo robótico. Tenía un
pequeño botón negro, difícilmente distinguible a simple vista. Al activarse el
arma los bordes del botón se iluminaban con un color azul fluorescente.
Mosarreta alucinaba cada vez más con sus nuevos
juguetes.
-Debes mantener reposo unos cuantos días-comentó el
necrófago-tendrás tiempo de sobra para practicar y caminar bien.
-Pero... no tengo dinero para pagar todo esto-
Mosarreta se encogió de hombros.
-La orden de San Juan de Dios es una institución sin
ánimo de lucro. Solo intentamos ayudar a las personas. Con este gesto esperamos
que tú a partir de ahora, ayudes a la gente en nuestro nombre como nosotros te
ayudamos a ti- explicó Achucarro con los dedos entrecruzados y las manos apoyadas
sobre su enorme tripa.
<< ¡Mamones, con la de chapas que le podríais
haber sacado a esto y lo malgastáis con el primero que pasa!>>
-¡Muchas gracias! ¡Así lo haré!- agradeció Mosarreta
asintiendo con la cabeza.
<<Se que sobreviviste zorra, reza para que no te
encuentre con vida>>