CRISTINE
Recordaba la cara de aquel necrófago al que sus
compañeros llamaban Hueter. Era aquel tabernero borracho, que días antes estuvo
contándole el inicio de una historia en su bar cuando Cristine realizaba una de
sus visitas de incógnito para la Banda de los Trajes Grises. ¿Que hacia en
aquel lugar tan alejado de su hogar? ¿El la reconocería?
Cristine había conseguido escapar momentos antes de
aquellas malditas alcantarillas.
Bárbara Virtuoso, una mujer de avanzada edad le había
facilitado una máscara hecha con el rostro de un necrófago muerto. Decía que
los necrófagos y los Moradores de las cloacas tenían una vista muy
distorsionada, con una simple mascara una podía hacerse pasar por uno de ellos
y evitar ser atacado.
-¿Y porque sigues aquí y no escapaste?- la pregunta de
Cristine hizo sonreír a la mujer.
-¿Tu me has visto bien hija? ¿Donde va a ir una vieja
chiflada como yo?- la señora Virtuoso el estrechó fuertemente la mano-¡Vete!
¡Escapa de este nido de muerte y no mires atrás!
-¿Por qué yo?- Cristine no entendía que aquella mujer
a la que acababa de conocer tuviera tanta amabilidad con ella.
-Mira a tu alrededor, los que no son niños son viejos
que apenas pueden mantenerse de pié. Tu amigo el de la silla de ruedas quizás
levantaría demasiadas sospechas si desapareciera y Neil el necrófago puede
escapar cuando quiera puesto que es uno de ellos. Recemos para que no lo haga,
es el único que mantiene la poca esperanza que queda en este agujero.
-¡Buscaré ayuda en la superficie!
-No te preocupes por nosotros, si no nos matan esos
bichos lo hará el hambre. Ve con cuidado hija.
La amabilidad de la señora Virtuoso dio de lleno en el
corazón de Cristine. No podía dejarles allí sin más. Tenia que conseguir ayuda
como fuera, hombres de algún ejército, mercenarios, alguien que le ayudara a
sacar a todos los fugitivos que había en aquel rincón de las alcantarillas,
pero ¿Como les pagaría?
Aprovechando que Mosarreta hablaba con tres niños al
fondo de la estancia y el resto de personal estaba revuelto, salió
sigilosamente de aquel refugio improvisado. Una vez fuera se puso la máscara,
esta apestaba a podrido, motivo por el que Cristine apunto estuvo de vomitar la
poca comida que aun le quedaba en el estomago después del desayuno.
Llegó de nuevo a la estancia donde se cruzaban los
túneles, donde momentos antes habían sido atacados por una decena de
necrófagos. Los cuerpos inertes de aquellas criaturas yacían en el suelo, uno
de ellos aun estaba vivo. Se arrastraba torpemente con sus manos hacia
Cristine, no mostraba una actitud amenazadora como en el ataque anterior.
<< Esta sufriendo >> Cristine observaba la
expresión de dolor que reflejaba el necrófago en su rostro. Parecía que buscara
ayuda en ella.
<<Solo hay un modo de acabar con tu
sufrimiento>> Cristine rodeo con sus manos la cabeza de la criatura y con
un movimiento seco le retorció el cuello. El necrófago quedó muerto en el suelo
con la cabeza del revés mientras ella se adentraba en aquel oscuro túnel sin
volver la vista atrás.
A pocos metros el paisaje cambió por completo, el
suelo y las paredes del túnel estaban cubiertas de una sustancia azul
fluorescente, bastante resbaladiza. Caminaba entre necrófagos, moradores de las
cloacas, cada criatura que se cruzaba en su camino la miraba fijamente, pero
ninguno descubría el engaño. El corazón le latía a toda velocidad, estaba
perdida, aquel nido de mutantes era inmenso, caminaba y caminaba hacia el norte
conforme le explicó Mosarreta el día anterior, pero cuanto mas caminaba menos
esperanzas tenia de encontrar la salida.
<< ¡Estoy perdida!>>
En ese momento de desesperación escuchó el sonido de
una explosión. Parecía proceder de la superficie, quería creer que procedían de
la superficie. Corrió lo más rápido que pudo por aquel oscuro y resbaladizo
túnel.
El sonido de la explosión desapareció dejando paso a
lo que parecían ser disparos.
<< ¿Que hago corriendo hacia los tiros? >>
Al darse cuenta de su estupidez intentó parar pero el suelo le jugó una mala
pasada y terminó cayéndose arrastrando el culo por el suelo varios metros.
Desde el suelo alzó la vista para ponerse de nuevo de
pie y comprobó que delante de sus narices tenía una escalera que daba a la
superficie. Los disparos habían cesado, el silencio volvía a imperar en aquella
zona.
Lentamente ascendió por aquella escalera de metal
oxidado, algunos peldaños estaban rotos y en uno de ellos Cristine sufrió un pequeño
corte en su brazo izquierdo desgarrando parte de la manga de la camiseta, nada
que le impidiera continuar con su ascenso pero que sin embargo sangraba,
dejándole una mancha roja.
La trampilla estaba a medio cerrar, podía observar
como la pequeña abertura dejaba entrar la luz del sol. Cristine deslizo sus
pequeños y delicados dedos por aquella ranura, el metal de la trampilla estaba
ardiendo producto de todo un día recibiendo el calor de los rayos de sol.
Retiró la mano rápidamente al notar el calor en sus dedos y apunto estuvo de
caer. <<No puedo rendirme ahora por mucho que duela>> Cristine
cogió de nuevo la tapa que cerraba la trampilla, esta vez con mas fuerza y
intentó no pensar en el dolor.
Empujó con todas sus fuerzas, la tapa comenzó a
moverse, esta chirriaba acorde a su movimiento. El dolor vencía por momentos a
sus fuerzas, se estaba quemando la palma de su mano. Dejó escapar un fuerte
grito en un gesto de rabia para acabar de mover la tapa hasta dejar un hueco lo
suficientemente ancho para poder salir.
Antes de realizar el salto definitivo hacia el
exterior Cristine miró fijamente su mano. A simple vista parecía estar intacta,
aunque sentía como si le hubieran echado por encima un cazo de agua hirviendo.
En la superficie el sol agotaba los últimos rayos del
día. La tímida brisa secaba las lagrimas de alegría que corrían por su mejilla,
alegría por volverse a sentir libre.
-¿Que cojones...?- escuchó, Cristine miró a uno y otro
lado pero no vio a nadie, la voz sonaba cerca, tan cerca que parecía tener a
alguien a su lado -¿Quien eres tu?- inmediatamente una luz brillante pasó cerca
de su cabeza perdiéndose en el cielo. Tumbado boca arriba en el suelo había un
hombre de pelo largo, vestido con una abultada coraza apuntándole con un arma.
Cristine mantuvo la respiración y se quito la mascara levantando los brazos en
señal de rendición. Aquel hombre se levantó sin dejar de apuntarla con aquel
extraño fusil y sin mediar palabra.
Momentos después llegaron otros dos hombres que
posiblemente fueran los compañeros de aquel desconocido.
Hablaban entre ellos, debido al miedo que corría por
todo su cuerpo Cristine no llegaba a escuchar nada de lo que decían. Había
estado apunto de ser aniquilada por un disparo del arma de aquel hombre de pelo
largo.

-¡Dinos quien eres!- las palabras del hombre de piel
negra hicieron que Cristine se asustara y dejara caer la mascara al
suelo-¡Tranquila no te vamos a hacer nada! Haz el favor, baja los brazos.
No le quedo mas remedio que hacer caso y lentamente
bajó los brazos hasta su posición natural <<Por fin, me estaban empezando
a doler los brazos>>. Los tres hombres la miraban fijamente con el ceño
fruncido.
-No seas tímida mujer que no mordemos- bromeo el mas
extraño de los tres, parecía ser un necrófago aunque con aquel atuendo era
difícil distinguirlo si no lo mirabas fijamente de cerca.
-Tu igual no pero tú compañero casi me vuela la
cabeza- protestó Cristine.
-¡Te voy a despertar yo con esa mascara a ver si te
gusta!- gruño su agresor.
-Tranquilo hombre tampoco es para tanto. Tendrías que
estar acostumbrado que llevas todo el día viéndole la jeta a Hueter- Cristine
miró fijamente a Hueter, recordaba la cara de aquel necrófago. Era aquel
tabernero borracho, que días antes estuvo contándole el inicio de una historia
en su bar cuando Cristine realizaba una de sus visitas de incógnito para la
Banda de los Trajes Grises.
-¡Oye tu negro! ¡No te pases o te rajo!- las palabras
del necrófago sonaban a indignación. En medio de aquella pequeña discusión
Cristine dejo escapara una pequeña pero tímida sonrisa.
-Disculpad que os interrumpa-los tres hombres se
quedaron mirándola fijamente al escucharle-Me llamo Cristine.
-¡Un momento! ¿De que te conozco yo a ti? tu cara me
suena, pero no recuerdo de que- dijo Hueter. Era mejor que no la recordara, su
pasado en la banda de los Trajes Grises podría traerle graves consecuencias.
-¿Y que mas da eso? La pregunta es de donde cojones ha
salido- aquel hombre de pelo largo no decía tres palabras sin que dos de ellas
fueran mal sonantes.
-Escapaba- respondió Cristine en voz baja- buscando
ayuda- añadió -Estaba presa en el Notocar.
-¿Que es el Notocar?-pregunto el hombre negro.
-¡Es el lugar donde nos dirigimos!- respondió Hueter.
-Mi compañero de celda, un hombre en silla de ruedas y
yo conseguimos escapar por las alcantarillas. Todo iba bien hasta que nos
topamos con un campamento formado por otros presos que también habían
conseguido escapar, pero que no habían logrado salir de las alcantarillas
puesto que la única salida estaba bloqueada por criaturas extrañas.
-¿Y si acabamos con aquellas criaturas podríamos
acceder al Notocar?- preguntó el necrófago.
-Así es- la mentira que Cristine estaba contado a
aquellos desconocidos parecía tener el efecto deseado.
-¿Y por eso te pusiste la mascara? ¿Para hacerte pasar
por uno de ellos?- preguntó su agresor.
-Si. Me la dio una mujer en el campamento.
-Esto cambia por completo la historia, Cristine
llévanos hasta allí. Este será el trato, acabaremos limpiaremos la salida y tu
a cambio nos guiaras para acceder al Notocar por donde tu escapaste- las
palabras de Hueter le producían tranquilidad, había obtenido la ayuda de
aquellos desconocidos, aunque por otra parte tenia que volver al lugar de donde
estaba escapando. Quizás fuera una buena oportunidad para acabar
definitivamente con sus problemas. Si conseguía hacer saltar por los aires
aquel sitio y encargarse de Mosarreta su pasado quedaría borrado por completo.
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