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jueves, 14 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXII - MATAR O MORIR







ACERO



Un calor insoportable que crecía por momentos imperaba en aquella jaula hecha con restos de troncos de madera y piedras.
A simple vista la estructura de la celda parecía endeble, pero después de intentar destruir sin éxito alguno de los barrotes Acero desistió.
Había perdido la noción del tiempo, ya no sabía cuantos días llevaba encerrada en aquel cuchitril.
La comida era escasa y asquerosa. Por la mañana un hombre viejo y calvo, vestido con harapos que apestaba carne de mutajabalí podrida, le llevó un cuenco de comida. << ¡Comida porque lo digan ellos!>>, protestó Acero en su interior al ver la pasta viscosa que contenía el cuenco. Era la misma mierda que le servían todos los días.
Tenía tanta hambre que comería cualquier cosa, pero estuvo a punto de vomitar la poca comida que aún le quedaba en el estómago al acercarse la comida a la nariz y olerla.
-¡Esa basura no se la comen ni los perros!-dijo el hombre en tono burlón al ver la reacción de Acero, los pocos dientes que le quedaban eran de un color amarillo intenso-¡Aunque después de varios días sin comer acabas comiéndote hasta la mierda que cagan los jefes!
Acero le dio una patada al cuenco, la comida acabó desparramada en el exterior de la jaula y el recipiente hecho en mil pedazos.
-¡Eso no les va a gustar a los jefes!-<< ¿Y a mí que me importa lo que le guste o no a tus jefes viejo chiflado?>>
El viejo abandonó la zona maldiciéndose a sí mismo y a todo lo que le rodeaba.
Hasta la fecha siempre se había encargado de traer la comida el carcelero, un hombre alto corpulento de pelo enmarañado y que apestaba bastante a sudor. Siembre mostraba claros síntomas de embriaguez, Acero suponía que ese día la resaca estaría golpeándole con contundencia la cabeza con lo cual, el carcelero habría enviado a aquel pobre desgraciado para hacer sus menesteres, de todos modos independientemente de quien trajera la comida esta continuaba siendo un asco.
<< ¿Como pude dejar que me metieran en este agujero?>>, lamentó mientras apoyaba los brazos sobre los barrotes de madera de su jaula. No era la única prisionera, mirara hacia donde mirara solo veía celdas como la suya, ninguna de ellas vacía. Hombres, mujeres, niños, sin duda sus captores eran negreros, comerciaban con esclavos a cambio de chapas supuestamente para financiarse la tecnología con la que se equipaban la mayoría de ellos. La Hermandad del Rayo o el Ejercito del Pueblo Libre tenían el control de casi toda la tecnología de la región que había sobrevivido a la guerra, a Acero le resultaba muy extraño que estos individuos dispusieran de tal equipamiento.
<< ¡Quizás vengan de alguna otra región!-recapacitó-¡Pero que mas da de donde vengan!>>
Tenía tanta sed que por momentos sintió un leve mareo, cada vez tenía más claro que no saldría de aquel infierno con vida, la idea de ser vendida como esclava la atemorizaba, antes prefería podrirse en aquella jaula.
-¡Levántate!-el carcelero borracho estaba situado enfrente suyo al exterior de la jaula acompañado por un hombre vestido con un traje negro del antiguo mundo. Su pesadilla se levantaba ante sus ojos. Aquel extraño hombre no llevaba ninguna coraza que le cubriera, escondía sus ojos detrás de unas gafas de sol reparadas a mano, iba muy bien peinado, con la piel tan pálida y tan limpia que no parecía ser de este mundo-¡Esta zorra tiene bastante mala leche!-las axilas no eran lo único que le apestaba al carcelero, su aliento a carne podrida mezclada con el alcohol olía incluso peor que la bazofia que le servían para comer.
<< ¡Como siga hablando este tío me acostumbrare rápidamente a la comida!>>
-¿De dónde la habéis sacado?-pregunto el extraño hombre dirigiéndose al carcelero con rostro serio.
-¡Guyomard y sus hombres se la encontraron merodeando a las afueras del Notocar!
-¿Un mercenario?-el hombre sonrió levemente-¿Cuánto vale su cabeza?
Aceró bajó la vista atemorizada, aquella pregunta la hizo estremecerse, no se fiaba un pelo de nadie. Ninguna persona en su sano juicio saldría al desierto con semejante traje de tela si no fuera con un ejército de hombres a su espalda. Este hombre tenía el poder que solo otorgan las chapas, quien sabe de lo que sería capaz de hacerle sin que ella pudiera poner resistencia.
-Es guerrera, o al menos eso parece. El rey Penalba cifró en dos mil chapas su cabeza-la presentación ante el rey como dijo Guyomard cuando él y sus secuaces la tomaron presa, fue en la jaula donde Acero se encontraba encerrada. Penalba se acercó a la celda y le puso precio como esclava. No le permitieron levantar la vista, Acero pasó aquel breve instante con la vista fija en el suelo. Solo alcanzó a ver las botas que el rey vestía, unas botas blancas, relucientes sin una pizca de suciedad.
-¡Me parece justo!-el tono del hombre misterioso cambió por completo, parecía contento con la compra que había realizado-¡Ya tengo campeona!
<< ¿Campeona?-aquellas palabras la desconcertaron>>
El carcelero echó mano de unas llaves que llevaba colgando de un cinturón hecho con una ancha cuerda, con un sencillo movimiento de muñeca abrió el cerrojo de la celda.
Acero vio su oportunidad de escapar. Comenzó a correr embistiendo duramente al carcelero, este cayó al suelo dándose un violento golpe en la cabeza contra una roca que sobresalía del suelo. No había dado ni dos pasos más cuando una fuerte descarga eléctrica la derribó. Desde el suelo Acero observó como su nuevo propietario sujetaba con la mano derecha una porra eléctrica, un arma que no llegaba a ser letal de primeras, pero que varias descargas consecutivas podrían freírle el cerebro a cualquiera.
-¡Levanta esclavo!-gritó su dueño guardando el arma en la pernera derecha del pantalón-¡Me has costado demasiado cara como para freírte la cabeza tan pronto!
De espaldas al suelo Acero dudó entre hacerle caso o arrebatar contra el aunque fuera su vida en ello. Finalmente esa idea desapareció de su cabeza, mirando fijamente a su dueño Acero tímidamente, se puso en pié.
-¡Vamos no me hagas perder más el tiempo!
Su nuevo dueño comenzó a andar a paso ligero, Acero le seguía de cerca. Este caminaba por los caminos de piedra improvisados que los esclavos propiedad del ejército de la Pena del Alba habían construido.
Era un lugar gigantesco, una base construida allí donde antes no había nada. Durante los interminables días que había pasado encerrada en la celda, Acero comprobó como centenares de esclavos trabajaban sin descanso construyendo nuevos edificios. Cuando los que estaban trabajando desfallecían los sustituían por los esclavos recluidos en las jaulas, dejando a los anteriores encerrados en las mismas para volver a ser utilizados una vez recuperaran fuerzas. Acero vio como muchos de ellos acababan muriendo fruto del agotamiento y la mala alimentación. No le extrañaba en absoluto, pues la comida que les daban era la misma bazofia que le servían a ella un día tras otro.
El material utilizado eran piedras enormes talladas en forma rectangular, como los ladrillos que antiguamente usaban los hombres para sus construcciones. Material así solo podría proceder de algún almacén abandonado, era imposible que hubiera alguna cantera funcionando y produciendo dichos ladrillos, aunque eran muchos los bloques que se habían utilizado para construir todo el complejo y sin embargo los recursos parecían no agotarse.
El dueño de Acero se detuvo delante de una tienda de campaña militar, parecía que fuera la habitación privada de este. La puerta era custodiada por un hombre con cara de pocos amigos.
-¿Ves a ese hombre?-señaló al guardia de la puerta-¡Ese será tu puesto!
<< ¿Me ha comprado para ser su guardia personal?>>, pensó extrañada al escuchar las palabras del hombre que era su dueño.
-Soy Llote Copa, primogénito y heredero del imperio de la Familia Copa en las tierras del sur, las cuales nunca has oído hablar, a partir de ahora me llamaras señor Copa-por fin sabía el nombre del hombre que había comprado su cabeza.
-Señor Copa ¿Que se supone que debo hacer?- << ¡La copa me la beberé llena de sangre en cuanto tenga ocasión!>> -¿Voy a ser vuestro guardia personal?
-A los esclavos no se os permite optar al puesto de soldado o similares, solo existe una opción. Aquellos que demuestren su lealtad y valía ganando el torneo del Puño de Sangre, podrán servir con dignidad al ejército de la Pena del Alba. Tú serás mi campeón, ganarás para poder servirme y ser mi guardia personal.
-¿Y si no quiero participar?-la pregunta de Acero quedó sin respuesta, en su lugar Llote levantó el puño con el dedo pulgar señalando hacia arriba, lentamente fue girando la muñeca hasta que el pulgar señaló hacia el suelo.
-¡Ahora lo que tienes que hacer es comer bien y recuperarte!-Llote palmeó sus manos-¡Mañana comienza el torneo!
Se sentaron juntos uno en frente del otro en una mesa instalada al lado de tienda de campaña, bajo una pérgola de tela blanca. El guardia salió de la tienda con dos platos bien cargados de comida. Una vez puestos en la mesa Acero comprobó que era comida de verdad, un estofado de carne de pinza de escorpión gigante.
Con solo olerlo las babas comenzaron a chorrearle por las comisuras de sus labios. Acero estaba hambrienta, le sonaban las tripas, pero decidió esperar a que Llote diera el primer bocado.
-¿Que pasa no se bebe aquí o qué?-protestó Llote al ver que no habían servido nada de beber, el guardia volvió con dos jarras llenas de cerveza fría-¡Maldito inútil!
Una vez servida la bebida Llote dio un trago de cerveza y comenzó a comer. Acero esperó a que este diera dos o tres cucharadas más y se puso manos a la obra con su plato. Aunque comenzó a comer más tarde terminaron casi a la par. Era la comida más sabrosa que Acero había probado en mucho tiempo. Llote al terminar su plato echó mano de una vieja pitillera plateada y se encendió un cigarro.
-¿Quieres?-pregunto ofreciéndole uno. Acero había dejado el hábito del tabaco hacía mucho tiempo, pero aun seguía nerviosa así que decidió aprovechar el ofrecimiento de su dueño y encenderse uno también.
-¿Porque a mí?-preguntó soltando humo al mismo tiempo.
-¿A qué te refieres?
-¿Porque me elegiste a mí para ser tu guardia?-reformuló la pregunta al ver que no le había entendido-Soy una mujer, había hombres más fuertes que yo en las jaulas.
-Tengo tendencia a enamorarme de mis guardias varones-Llote se encogió de hombros-El ejército de la Pena del Alba no permite relaciones entre dos personas del mismo sexo. Si los altos mandos se enteraran de mis prácticas me expropiarían todos mis bienes así que tengo que irme con cuidado. Contigo no voy a tener ese problema.
Acero no sabía si sentirse molesta por las palabras de su dueño o aliviada al no tener que preocuparse de que no intentaría nada raro con ella.
-¡Te entiendo, te entiendo perfectamente!
Esa noche Acero durmió plácidamente en un colchón que pusieron en el lugar de la mesa debajo de la pérgola. Antes de poder dormirse escuchó los gritos de placer tanto de su dueño Llote como el guardia que les había servido la comida, pero aquello no fue razón para que no quedara dormida en pocos minutos, más bien sonaba como una canción de buenas noches.
La mañana siguiente llegó más pronto de lo esperado. El guardia despertó a Acero echándole un cubo de agua fría por encima.
-¡Come!-le dijo en un tono seco aparentemente hostil. El guardia le ofreció un trozo del muslo de un mutajabalí hecho al fuego. Acero aun no tenia apetito, pero como tampoco sabía que le depararía el día no rechazo la carne.
En medio del banquete matutino Llote salió de su tienda, vestía un traje azul marino similar al del día anterior. Lo que más llamaba la atención era que nunca se quitaba las gafas de sol, Acero aun no sabía cómo eran sus ojos.
-¡Andando, hoy es tu gran día!-dijo con una tímida sonrisa que dejaba ver levemente los dientes.
-¿Podrías explicarme al menos en qué consiste dicho torneo?- Acero no tenía ni la más remota idea de cuál sería su cometido, pero el nombre Puño de Sangre no le daba buena espina.
-¡Sígueme te lo contaré por el camino!-respondió Llote haciendo un pequeño movimiento con la mano izquierda para indicarle el camino a seguir-Es sencillo. Consta de cuatro rondas eliminatorias, siendo la cuarta la final. Tendrás que pelear a vida o muerte contra tu contrincante. Si vives ganas, si mueres pierdes. Solo están permitidas las armas cuerpo a cuerpo, puños americanos, guantes o similares, no se pueden usar corazas ni armaduras de ningún tipo. Las armas y el atuendo te lo proporcionará el utillero cuando lleguemos a la arena de combate.
El resto del camino hasta llegar a la arena pasó con el más absoluto silencio. Las palabras de Llote habían sido suficiente conversación para Acero. Estaba conmocionada, matar o morir ese era el macabro juego con el que se divertían allí, al parecer habían construido un lugar donde practicar tan sádico espectáculo. En cualquier caso ella estaba metida en aquel circulo y solo podría salir cobrándose cuatro vidas, cuatro personas inocentes, esclavas como ella en estos momentos.
-¡Ahí está, tu puerta hacia la libertad!-dijo Llote al ver la arena. Una construcción del antiguo mundo se levantaba ante sus ojos. Acero había visto alguna similar en páginas de revistas o carteles de publicidad a medio caer. Sin duda era una plaza de toros, hecha de ladrillo y reconstruida con aquellos característicos bloques con que construían el resto de edificios. Al parecer el ejército de la Pena del Alba lo había restaurado, estaba en muy buen estado de conservación.
Acompañada por Llote Acero llegó a la puerta que daba acceso a los luchadores. Dos hombres vestidos con servoarmadura blanca custodiaban el acceso y al mismo tiempo tomaban nota del nombre y la propiedad del esclavo.
-¿Nombre?-pregunto uno de los guardias, un hombre con un gran lunar en la mejilla derecha.
-¡Acero de Notocar!- gritó Llote a los cuatro vientos, parecía entusiasmado.
-¿Propiedad?
-¿Chico acaso no sabes quién soy?-aquella pregunta parecía no haberle gustado en absoluto al jefe. El soldado quedó perplejo, sin saber que responder.
-¡Es el señor Llote gilipollas!-grito el otro guardia.
-¡Muy bien Acompaña a Acero de Notocar propiedad del señor Llote a la celda cuatro!-exclamó el guardia del lunar.
-¡Suerte mi campeona!-gritó Llote con aquella característica sonrisa suya, mientras Acero se adentraba en la plaza acompañada por uno de los guardias de la entrada.
Era un pasillo oscuro, estrecho y frio, lleno de telarañas por doquier. El material con el que estaban hechas las paredes parecía haber sufrido en exceso el paso del tiempo, con el más mínimo rozamiento una columna de arena se desprendía de ellas.
<< ¡A ver si se derrumba esta mierda y mueren todos!>>
Al llegar a la celda Acero comprobó que aun podía estar más oscuro. Era casi tan pequeña como la jaula donde la habían tenido prisionera días atrás. La poca luz que entraba, procedía de unos pequeños agujeritos, al parecer originados por el impacto de las balas en alguna batalla pasada.
El guardia cerró la puerta de la celda dejándola sola en aquel agujero, al poco tiempo volvió con un pequeño trapo que al desenvolverlo dejó al descubierto unos puños americanos y unos guantes de hierro.

-¡Solo queda esto!-el guardia echó un escupitajo al suelo-¡Elige lo que quieras!
Los guantes protegerían más sus manos, pero eran rígidos y no permitían movilidad alguna, Acero finalmente decidió hacerse con los puños americanos.
-¡Toma!-el guardia lanzó unos trapos en medio de la celda-¡Este es tu atuendo de gladiador, supongo que será de tu talla, si no es así te aguantas y te lo pones igual!
Por imposible que pareciera el guardia tenía razón, le estaba un poco prieto pero le servía. Una camiseta y unos pantalones blancos, llenos de restos de sangre entre otras porquerías y medio agujereados. La camiseta llevaba pintado en la espalda el número cuatro.
Después de darle los puños y el atuendo el guardia se marcho por donde habían venido, esta vez para no volver más.
Al principio todo estaba en la más absoluta calma, conforme pasaba la mañana un pequeño murmuro iba cobrando vida en la parte superior de las celdas, hasta que finalmente el murmuro se convirtió en un constante griterío popular.
Acero no alcanzaba a ver nada por los agujeritos de la celda, pero por el jaleo que se escuchaba la plaza debía estar abarrotada de gente. Gritos, gente caminando de un sitio a otro, aquello se había convertido en el mismo infierno y los demonios estaban esperando fuera con sed de sangre.
<<Turuuuu, turuuuu>>, el sonido de una trompeta hizo callar el griterío de la gente.
-¡Bienvenidos a los juegos del Puño de Sangre!- proclamó una voz joven a través de lo que parecía ser un megáfono, el eco retumbaba en todas las paredes de las celdas-¡En la jaula número uno Gabriel de Virginia propiedad de Madre!-parecía que a todos les ponían un apellido en función del lugar donde habían sido capturados, por ello Acero era Acero de Notocar-¡En la jaula número dos Enrique de Mostonia propiedad de Alexey!-<<Turuuu, turuuu>>, sonó de nuevo la trompeta-¡Que comiencen los juegos!
Acto seguido el griterío de la gente renació con más intensidad.
<< ¿Jaulas uno y dos?-pensó-¡Yo soy la siguiente!>>
El miedo se apodero de su cuerpo, no sabía que estaba pasando, pero el furor de la gente se hacía cada vez más notable.
-¡Mátalo, mátalo, mátalo!-gritaban una y otra vez al unísono. De repente se hizo el silencio más absoluto y al momento otra vez el griterío inundó la arena.
<< ¡Ha muerto!-se dijo a sí misma-¡Que dios nos pille confesados!>>
<<Turuuu, turuuu>>, la trompeta sonó de nuevo, Acero cada vez odiaba mas aquel sonido chillón, tenía ganas de estrangular a alguien y no era precisamente a su oponente.
-¡En la jaula numero tres Siro de Penélope propiedad de Baeza!-<<¿Siro de Penélope?>>, solo esperaba que ese Penélope fuera otro pueblo llamado igual y que ese tal Siro no fuera su amigo de la infancia, el cual desapareció hace años y finalmente se le dio por muerto.
-¡En la jaula número cuatro Acero de Notocar propiedad del señor Llote!-una vez el megáfono terminó de nombrarla, una de las paredes de la celda comenzó a ceder apartándose a un lado, se trataba de una pared de madera.
Un sol cegador comenzó a entrar en la celda conforme la pared se movía, Acero comenzó a caminar a ciegas, cuando quiso darse cuenta estaba dentro de la arena.
El graderío estaba lleno de gente, con razón había tanto griterío. La plaza era circular con el suelo de tierra reseca. Los guardias armados y vestidos con servoarmaduras rodeaban la plaza estableciendo una barrera de seguridad entre los luchadores y el público.
Enfrente de ella se encontraba su oponente con la mirada perdida, observando el graderío. Era un hombre alto y fornido, de piel oscura, su cara le resultaba familiar aunque de todos modos la mayoría de hombres solían ir sin afeitar, podría ser cualquiera. Al parecer no llevaba armas, solo sus dos enormes puños con los que podría acabar fácilmente con ella si la alcanzaba.
-¡Que comience el combate!-anunció el megáfono.
Siro el oponente de Acero permanecía inmóvil como si no estuviera en el combate, mientras ella corría velozmente para pillarle por sorpresa. Cuando Acero estuvo suficientemente cerca de su oponente, saltó encima de el haciéndole perder el equilibrio. Siro cayó de espaldas al suelo, Acero levanto el puño para golpearlo con toda su rabia pero cuando pudo verle bien el rostro todos sus miedos se hicieron realidad. Siro tenía la cara un poco desfigurada por varias cicatrices que antes de desaparecer no tenía.
-¿Siro?- preguntó atemorizada.
-¡Golpéame imbécil, o nos mataran a los dos!-respondió su oponente. Acero lo golpeó pero no con la misma contundencia con la que lo habría hecho momentos antes.
-¡Lucha, sabes que si no lo haces morirás!-Acero comenzaba a tener sentimientos opuestos. Por un lado quería acabar con él para salvar la vida, al fin y al cabo para ella había estado muerto durante muchos años, pero por otro lado no concebía la idea de que un amigo muriera en sus manos.
-¡Estoy cansado de vivir!-se le hacia difícil escuchar a Siro con el griterío de la gente-¡No voy a pelear contigo, haz lo que quieras!
La ira invadió los puños de Acero que comenzó a golpear a su contrincante con todas sus fuerzas.
-¡Pelea!-el golpe del puño americano abrió una brecha en la ceja izquierda de Siro. La sangre emanó tiñendo de rojo su puño y parte del rostro de su amigo.
-¡No permitas que se salgan con la suya!-Siro comenzaba a tener dificultad para articular palabras-¡Quieren arrasarlo todo y esclavizar a la gente! ¡No dejes que lo hagan!
Acero golpeó una y otra vez la cabeza de su amigo, su ira aumentaba a cada golpe que le asestaba, la sangre salpicaba su rostro a cada impacto. Cuando quiso darse cuenta, la cara de Siro estaba completamente destrozada, aplastada, como si le hubiera estallado una granada delante de sus narices. Ya no decía palabra alguna, ya no se movía, había acabado con la vida de su amigo de la infancia. Tenía las manos manchadas de sangre.
El graderío enmudeció y la trompeta volvió a sonar. <<Turuuu, turuuu>> 
-¡Ganadora Acero de Notocar, propiedad del señor Llote!

 




CAPÍTULO XXXI - CONCIENCIA



ZONDABOT



La nave despegó a toda velocidad levantando una gran polvareda tras de sí con los dos supervivientes a bordo. Zondabot estaba configurado para eliminar cualquier amenaza o intento de acceso al búnker. Así lo hizo con un tiro certero en la cabeza de aquel hombre que se desplomó sin oponer resistencia.
Otro cuerpo yacía en el suelo, aparentemente muerto también. Un primer escáner superficial determinó que el sujeto era hembra y estaba inconsciente, en ese estado no se consideraba una amenaza, pero los sensores de alerta continuaron activados por si despertaba aniquilarla inmediatamente. El cerebro del sujeto estaba en perfectas condiciones, el cuerpo inservible, el corazón tenía un fallo irreparable, era necesaria una substitución del órgano pero según los datos registrados no había unidades disponibles en el almacén.
El diagnostico inicial descartaba amenazas por parte del objetivo, moriría en cuestión de horas antes de que despertara. Zondabot acercó su posición a la del cuerpo para realizar un exhaustivo escáner cerebral.
El rayo recorría de arriba a abajo y de izquierda a derecha la cabeza del sujeto, el flujo de datos era constante. El análisis finalizó en pocos minutos, los datos revelaban que el cerebro del objetivo era apto para el proyecto Verne. No presentaba signos de discapacidad, adicciones, esquizofrenias o enfermedades similares registradas en la base de datos de la unidad central. Un cerebro sano en un cuerpo inservible era el lema de la empresa creadora del proyecto Verne y aquel sujeto casaba perfectamente con los parámetros establecidos.
Zondabot abrió la trampilla inferior de su coraza, de ella emergió un brazo extensible con una pinza de tres puntas que emulaba una mano metálica. Aprisionó la pierna del sujeto arrastrándolo hacia el interior del búnker.

Sellado a cal y canto desde el momento en que fue creado el proyecto, el búnker solo tenía permitido tanto el acceso como la salida a Zondabot, siempre en busca de humanos aptos para hacerse cargo con el control del proyecto. El último un varón adulto con una grave picadura de escorpión. El escáner posterior determinó que no sufriría daño alguno con lo que el sujeto sobrevivió despertando dentro del búnker. El protocolo de emergencia se activó creando un mundo de realidad virtual para el sujeto, ayudándole a salir del búnker induciéndole una perspectiva con psicofármacos y hologramas totalmente diferida de la realidad. Esta experiencia acarrearía graves daños mentales en el varón, hasta tal punto en que no distinguiría entre realidad y ficción, pero la integridad del proyecto estaba por encima de cualquier persona, animal o robot.
La gran puerta metálica que mantenía el búnker aislado del mundo exterior se abrió al verificar la autorización de Zondabot. Una vez dentro se desplazó hasta el sector G2, el protocolo de seguridad estaba activado y la puerta de acceso a la sala bloqueada. Extendió el adaptador universal conectándolo a la unidad de control que bloqueaba la puerta. Una vez sincronizados Zondabot transmitió los códigos almacenados en su base de datos para desbloquear el acceso. Momentos más tarde la luz que indicaba el bloqueo de la puerta cambió de posición quedando el indicador de color verde.
La puerta se abrió, Zondabot accedió dejando el cuerpo del sujeto en el centro de la sala. Dos bots especializados en medicina recogieron el cuerpo, lo posaron en una camilla metálica situada a pocos metros y la operación se inició.
Uno de los bots sujetaba firmemente el cuerpo a la camilla mientras el otro comenzaba a cortar por la zona superior de la frente con un disco preparado para este tipo de intervenciones. Conforme el disco se deslizaba por la sien del sujeto, la sangre emanaba del mismo cayendo suavemente al suelo. El charco que las gotas de sangre habían formado aumentaba su tamaño por momentos.
Al finalizar el corte un trozo de cráneo cayó al suelo dejando el cerebro visible. El bot causante del corte guardó el disco en el compartimento y de él emergieron varias jeringuillas conectadas a finos y articulados brazos metálicos. Las jeringas se clavaron en el cerebro descargando todo su contenido en el. Esté tomo un color morado reduciendo considerablemente su tamaño.
La extracción del órgano fue sencilla. Cuidadosamente el bot lo depositó en un habitáculo perfectamente diseñado para su propósito situado en una de las paredes, rodeado de un gigantesco ordenador incrustado en la misma.
El cerebro quedó suspendido dentro del habitáculo, centenares de conectores nerviosos emergieron del interior posándose sobre la superficie del órgano, conectándolo a la unidad central del ordenador. El compartimento comenzó a llenarse de un líquido gelatinoso, una vez finalizado el proceso, el cerebro absorbió parte del líquido recuperando su tamaño original. Una pequeña apertura situada en la parte inferior del ordenador se abrió, el habitáculo fue introducido mecánicamente en su interior. Una vez dentro inmediatamente la apertura quedó sellada.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?- Poli despertó de su letargo, no notaba el constante dolor de pecho que tanto la había martirizado durante los últimos años de su vida. Estaba desorientada, aquel lugar era nuevo para ella. En aquella sala solo observaba ordenadores y dos robots parecidos al Doctor Robot de la Hermandad del Rayo enfrente de ella. Los bots retiraban de una camilla el cuerpo sin vida de una mujer. Tenía la cabeza abierta, allí donde debía estar el cerebro solo quedaba el hueco del cráneo. El rostro cubierto de sangre impedía reconocer la cara del cadáver. Poli intentaba hablar pero nadie respondía, intentaba moverse pero sus esfuerzos no daban resultado, seguía inmóvil.
<< ¿Que me ha pasado?-se decía a sí mismo-¿Estaré muerta?>>
La imagen de la sala se desvaneció, en su lugar el busto de un hombre adulto se dibujaba ante sus ojos con tonalidades verdosas. Tenía un perfecto peinado, pelo corto con la ralla a la izquierda, un bigote pequeño y espeso con una mirada tan seria como si quisiera atravesarla con sus ojos. Aunque Poli intentara mirar hacia otro lado, sus ojos no se lo permitían, la imagen permanecía quieta delante suyo vestido con traje y corbata.
Tenía la sensación de estar soñando, pero aquel extraño busto pese a los colores que lo formaban era demasiado real.
-¡Enhorabuena sujeto dos, tres, uno...!-el busto comenzó a hablar sin mover la boca. Parecía que se estaba refiriendo a Poli, pero ella no se molestó en prestar atención a la numeración que mencionaba-¡Ha sido elegido, elegida para formar parte del proyecto Verne!-sin duda se trataba de una grabación de muy pésima calidad, seguramente de varios lustros antes de la guerra-¡A partir de este momento usted tomará el control de toda nuestra flota de robots!
<< ¿Y cómo voy a manejarlos si no puedo moverme?-pensaba-¡Esto no puede estar pasando de verdad!>>
Una película dio comienzo allí donde estaba el busto de aquel extraño hombre, aparecían secuencias de fotos acompañadas de una música bélica de bastante mal gusto. El hombre había desaparecido pero su voz aun estaba presente. Las imágenes que reflejaban las secuencias de fotografías debían pertenecer al antiguo mundo, edificios enormes con estructuras de lo más variopintas, vehículos surcando los cielos, bosques de color verde, un lago inmenso el cual no parecía tener fin, animales que Poli no había visto en su vida...
<<Que bonito era el mundo antes de la guerra-lamentó-¿Pero qué cojones quiere esta chatarra de mí?>>
-Con tu ayuda evitaremos que nuestro hermoso planeta acabe así-secuencias de fotografías mostrando personas muertas, desgracias humanas, guerras, incendios y otras barbaridades hicieron acto de aparición.
<< ¡Llegas tarde!-pensaba y pensaba era lo único que podía hacer-¡El mundo está mucho peor de lo que tú me muestras!>>
-¡Muchas gracias por su colaboración y suerte con su misión!
De repente se vio en medio de un paraje desértico, enfrente suyo un robot que por su apariencia le resultaba familiar. Era el prototipo que custodiaba las puertas de acceso al Odín en la frontera con Penélope.
<< ¿Se supone que tengo el control sobre eso?-el robot inmóvil apuntaba hacia ella con sus enormes brazos blancos-¡Camina!-el droide comenzó a caminar hacia ella, moviendo lentamente sus grandes piernas blancas-¡Para!>>
Con solo pensarlo Poli conseguía que el robot se moviera a su antojo.
<< ¿Y los otros robots que nombraba el holograma?>>
Sin saber cómo, accedió a una extensa base de datos con la localización y modelo de cada robot disponible. Tenía a su disposición un centenar de estos otros parecían estar fuera del alcance de Poli.
<<Deben estar demasiado lejos, a saber que radio abarcará esto>>
Podía controlar cualquiera de los robots dentro del radio de alcance, viajar hasta su posición y ver a través de sus cámaras de reconocimiento. Cada vez le resultaba más fácil dar órdenes, controlar a varios a la vez, disparar con las armas que incorporaban.
Uno de sus robots parecía estar en alguna base, le resultaba familiar aquel pasillo, había estado antes allí, recordó las servoarmaduras. Sin duda se trataba de la base de la Hermandad del Rayo.
Poli controlaba en primera persona a uno de los robots centinela que custodiaban la base de la Hermandad. Continuó quieta para no levantar sospechas, era la primera vez que se topaba con personas y no sabía como podrían reaccionar al ver un comportamiento del robot fuera de lo común.
Primero debía escanear la unidad central del robot para comprobar la información que este contenía y los parámetros de vigilancia con los cuales había sido configurado. En medio de aquel proceso observó como dos soldados vestidos con servoarmadura llevaban a rastras a una mujer al parecer inconsciente. Uno de ellos parecía ser su hermano Jacq. La melena le sobresalía por la parte trasera del casco. Focalizó todo lo que pudo las cámaras de reconocimiento en el rostro de aquel hombre. El casco le impedía ver quien se escondía debajo de aquella coraza.
-¡Esta zorra la ha liado parda!-dijo el otro soldado. No era la voz del necrófago llamado Hueter.
-¡No me gustaría estar en su pellejo! ¡Secuestró el Pájaro mató a Benito y a un paciente!- Tampoco era la voz de su hermano, esta era femenina. Había confundido el pelo largo de una mujer con el de su hermano.
<< ¿Paciente?-recapacitó-¡A mí no me ha matado nadie!>>
Poli recordó que era el único paciente antes de que Traisa la durmiera. Quizás habrían llegado más enfermos durante su largo sueño.
Esta vez focalizó las cámaras sobre el rostro de la mujer inconsciente. Era su cuidadora. Tenía el rostro sucio y un ojo morado, signo de que le habían propinado un buen golpe. Los soldados la llevaban a rastras cogida por los brazos sin ninguna contemplación, como si de un criminal se tratase. Incluso las manos, las tenía firmemente esposadas.
Cada vez estaban más lejos hasta que finalmente torcieron a la derecha y desaparecieron por aquel iluminado pasillo.
<< ¿Me mataste Traisa?-se preguntó a si misma moviendo el robot centinela lentamente en la ruta que marcaba su configuración-¡Tengo que encontrar a mi hermano!-la ira crecía en su interior como las llamas del fuego al echarle gasolina-¡Ayuda!-activó las armas del robot centinela en posición de disparo-¡Quiero salir de aquí!>>