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sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIV - UN VIAJE INESPERADO



 

ROSE


Moscas del tamaño de un dedo pulgar inundaban la plaza del pequeño pueblo. Habían pasado varios días desde que ataran a un palo de pies y manos a los dos matones de la banda de los Trajes Grises. Sus cuerpos yacían sin vida en plena descomposición, achicharrados por el sol. Los rostros de los dos desgraciados aun reflejaban el sufrimiento que habían sentido en sus carnes antes de morir. Las larvas se alimentaban de la carne muerta y centenares de moscas
revoloteaban por las cercanías de los mismos.
El hedor que desprendían los cuerpos había obligado a trasladar el mercadillo a las afueras del pueblo.
Rose esperaba como cada día sentada en uno de los bancos oxidados de la plaza contemplando su obra, esperando a que aparecieran los mercenarios que había enviado en busca de sus hijos. Pero cada día que pasaba tenía menos esperanzas de que estos trajeran de vuelta a sus pequeños. El Notocar estaba a unas horas del pueblo, motivo por el que sufrían un asedio tan constante, aunque desde que la última vez el pueblo saliera victorioso la banda de los Trajes Grises había cesado en su actividad, al menos en el pueblo de Rose.
<<Debería haber ido con ellos-pensaba-Siempre lo pienso pero nunca lo hago y la historia se repite>>.
La noche se cernía sobre el pueblo, una noche clara, de luna llena. La mayoría de habitantes recogía las tiendas del mercadillo y volvía a sus respectivos hogares, algunos con alegría por haber tenido un buen día de ventas otros no tan contentos, pero ninguno reflejaba la cara de tristeza y amargura de Rose.
-¿Continuas esperando a los últimos mercenarios que enviaste al Notocar?-dijo su vieja amiga Gala Macarra sentándose a su lado en el banco. Gala era una mujer alta entrada en carnes, su rostro amable se escondía debajo de una cicatriz que se extendía desde la ceja de su ojo izquierdo, recorría la mitad de su redonda nariz y finalizaba a escasos centímetros de sus pequeños labios. Gala nunca había contado la historia de cómo llegó aquella cicatriz a su rostro, aunque Rose tampoco se había esforzado por saberla.
-Este grupo es el noveno que envío y ninguno ha regresado-lamentaba Rose-Cada vez tengo menos esperanza de volver a ver a mis pequeños.
-¡La esperanza es lo ultimo que tienes que perder!- Gala parecía una madre riñendo a su hija -Envía otro grupo y esta vez acompáñales, si quieres yo voy contigo.
-¡Bah!-bufó Rose-Estorbar es lo único que haríamos
-O morir, pero al menos tendríamos la certeza de lo que hacen los mercenarios.
-Está bien- las palabras de Gala habían convencido a Rose. Tendría que buscar alguien de confianza para que se hiciera cargo de su pensión mientras durara su viaje. No confiaba tanto con nadie en el pueblo para realizar tal tarea, solo con Gala, pero ella no estaría dispuesta a dejarla marchar sola-¿Quien se queda al cargo de mi negocio?
-Ni se te ocurra. Yo tengo mi puesto en el mercado, no voy a dejarlo por hacerme cargo de la pensión. Creo que podrán estar cerrados unos días- Había captado su indirecta, era la reacción que se esperaba de Gala pero tenía que intentarlo.
La pensión Rose fue el primer negocio que se fundó en el pueblo, sus abuelos, luego sus padres y finalmente Rose la habían mantenido abierta desde su fundación, día y noche, no estaba por la labor de ser ella la primera en cerrar sus puertas. Tenía que confiar en alguna persona que no fuera su amiga Gala para dejarla al cargo de la pensión.
-No puedo cerrar la pensión y lo sabes Gala. ¿En quién podría confiar para que se hiciera cargo?
-¿Te preocupa más tu negocio que ir a buscar tus hijos? ¿Que más da si lo cierras unos días?
-Me da igual el dinero, es por principios-suspiró-la pensión ha estado toda su vida abierta, la dejare en manos de cualquiera que me inspire la mitad de confianza que tu.
-¿Peiton?-bromeó Gala.
-¿El borracho del pueblo? No flipes.
-Bueno la taberna del necrófago lleva cerrada desde que lo mandaste junto los otros a por tus hijos, seguro que esta sobrio. Además si le proporcionas suficiente alcohol lo tendrás clavado como un palo día y noche en la recepción de la pensión- aunque sonara a locura las palabras de Gala tenían toda la lógica del mundo. Peiton era conocido por todos como el borracho del pueblo, nadie sabía a qué se dedicaba, pero pasaba la mayor parte de su vida en la taberna de Hueter, bebiendo y jugando a las cartas. Ahora con la taberna cerrada no tendría otro sitio donde ir a emborracharse y lo más importante habría perdido su principal fuente de ingresos. No iba a ser tan tonta de proporcionarle alcohol, pero si un sueldo a cambio de trabajar en la recepción.
-Confiaremos en el, mañana iré a hablar con él para exponerle mis condiciones. A ver si tenemos suerte y encontramos mercenarios en el mercadillo.
-Siempre hay mercenarios en el mercadillo, vienen compran sus armas o hacen una última parada en el prostíbulo antes de ir a fundirse las recompensas a los casinos del Odín- Gala Macarra tenía toda la razón, era el último pueblo por aquella zona antes de llegar a los casinos. Tantas horas y tantos días metida en la posada la habían aislado de los tejemanejes del pueblo. El burdel era un antro en ruinas lleno de basura, pero también abundaban vaqueros de gatillo fácil dispuestos a todo por una buena suma de dinero.
-Me voy Gala, no hay tiempo que perder- dijo al mismo tiempo que se levantaba del banco.
-¿Donde?-preguntó Gala con el ceño fruncido, parecía extrañada por la repentina reacción de Rose.
-Al burdel, a reclutar gente para nuestra expedición.
-¿Ahora? ¿Estás loca?
-No hay tiempo que perder, tú busca a Peiton y hazle la siguiente oferta, doscientas chapas diarias por hacerse cargo de la recepción de la pensión durante mi ausencia. Dile que si no volvemos el negocio es suyo.
-¿Estás segura?- era una apuesta arriesgada, pero la muerte les podría sorprender en cualquier lugar, muerta no le importaría quien se quedara con el negocio, con esta oferta se aseguraba que Peiton aceptara y hiciera su tarea.
-Sí, hazlo. Nos vemos luego Gala- Rose se sacudió una mosca que se había posado sobre su pelo y salió con paso ligero en dirección al prostíbulo.
Era una casa de ladrillo de antes de la guerra medio derrumbada, reconstruida con todo tipo de materiales, maderas, restos de metal. A simple vista parecía una casa normal, pero según había escuchado Rose dentro mujeres y hombres de identidad oculta acataban los caprichos sexuales de sus clientes a cambio de unas cuantas chapas. Los habitantes del pueblo no frecuentaban aquel tugurio o al menos eso decían, Rose siempre pensaba que la mayoría mentía Se rumoreaba que las mujeres tenían prohibida la entrada, en tal caso debería esperar por los alrededores como una furcia mas a que algún pistolero saliera con los huevos vacíos para intentar contratarlos.
No tardó mucho en llegar, el pueblo era pequeño, siempre lo comparaban con los pueblecitos de las películas del oeste, aunque poco a poco iba creciendo tanto en población como en negocios y hogares.
La puerta estaba cerrada, pero había movimiento en el interior, se escuchaban los gritos fingidos de placer de las mujeres y risas masculinas además de una música poco convencional.

-¿Qué coño te crees que estás haciendo?-bufó un hombre viejo sentado en una vieja mecedora de madera sucia cerca de la puerta de entrada. Sujetaba una gran pistola en su mano derecha, mientras que con la izquierda empinaba una botella de Whisky, el licor se le derramaba por la espesa barba blanca al beber amorrado a la botella-¡Vete de aquí si no quieres que te pegue un tiro guarra!- Rose no conocía de nada a aquel hombre, desde luego no era del pueblo, así que decidió retirarse a esperar la salida de algún mercenario escondida entre matorrales, allá donde la borracha vista del viejo no pudiera verla.
Tenía sueño y la oscuridad de la noche no ayudaba en nada a mantenerse despierta. No salía ni entraba nadie de aquella maldita casa, solo el viejo que entraba con la botella de Whisky vacía y salía al momento con otra llena. Esta escena se repitió varias veces ante los ojos de Rose hasta que a la sexta botella el viejo se quedó dormido en la mecedora, dejando caer la botella casi llena en el suelo. Al momento un hombre alto y gordo con apariencia de joven salido del prostíbulo, no sabía si se trataba de un mercenario pero tenía toda la pinta que si, de lo que estaba segura es que era un forastero. Rose salió a toda velocidad de su escondrijo.
-¡Lo siento mujer pero hoy me voy bien servido!- fueron las palabras de aquel hombre al percatarse de la presencia de Rose.
-No vengo por eso-estaba fatigada, la carrera había sido corta pero los años y la vida sedentaria de Rose no pasaban en vano- ¿Eres mercenario?
-¿Quien lo pregunta?- respondió el hombre con el ceño fruncido.
-Mi nombre es lo de menos, lo que tienes que saber es que estoy buscando mercenarios para que me acompañen al Notocar.
-¿Y para que quieres ir al Notocar si se puede saber?- el hombre apestaba a sudor mezclado con colonia barata, con cada palabra emanaba una bocanada de un olor fuerte a Whisky bastante desagradable.
-Quiero recuperar a unos familiares que secuestro la banda de los Trajes Grises- el hombre esbozó una amplia carcajada dejando ver sus sucios dientes.
<<Pobre de aquella a la que bese. Ni por todas las chapas del pueblo lo hago yo>>
-¿Que es lo que te hace tanta gracia?-pregunto Rose enfadada.
-¿Tu quieres ir al Notocar?-el hombre vacilaba a cada pregunta-¿Quieres reunirte con tus seres queridos?-rápidamente desenfundó el arma y apuntó a Rose con ella, esta era idéntica a la del viejo-¡Chiri, Cente, Pargas salid! Tenemos una nueva putilla que llevar al Notocar- gritó hacia el prostíbulo Inmediatamente tres hombres de indumentaria similar salieron por la puerta. Rose no pudo articular ninguna palabra, entre los tres la cogieron, uno de ellos le tapó la boca con la cara otro la sujetó con los brazos y el tercero le ató algo a la cabeza para que no pudiera ver nada.
Estaba oscuro, atada por pies y manos tumbada boca abajo sobre algún animal, por el olor parecía estar a lomos de un burro de carga. Rose Se sentía una estúpida, no tendría que haber ido sola, al menos si la llevaban al Notocar como presa podría buscar allí a sus hijos y una vez los encontrara escapar.
Le dolía la tripa de los vaivenes del animal al caminar, había perdido completamente la noción del tiempo. Sus captores se gritaban unos a otros para decirse cualquier cosa. Las palabras siempre iban acompañadas de expresiones malsonantes
-¡Follémonos a la putilla!- todas las voces le parecían ser la misma voz con aquella cosa en la cabeza.
-¿No has follado ya suficiente esta noche Pargas?- la voz se correspondía con el gordo que la apuntó con la pistola.
-Yo nunca follo lo suficiente y lo sabes. Quítale los pantalones a la putilla.
-¡Hazlo tú mismo si tantas ganas tienes ni que te hubiera parido yo!-protesto. Rose notó como alguien le pellizcaba el culo.
-¡Dejarme en paz cabrones!- gritó. Rose intentaba patalear pero lo único que consiguió fue caer de los lomos del animal al suelo.
-¡La putilla se resiste! Ja...ja...ja...
<< ¡No por favor, no!>>
El sonido de sus pantalones desgarrándose y las carcajadas de aquellos malnacidos hacían presagiar lo peor. Desnuda de cintura hacia abajo empezaron a toquetear sus partes. Las lágrimas le recorrían por sus mejillas como dos pequeños ríos, se sentía impotente.
-La zorra huele bien- se escuchaba la voz del tercero.
-Chiri ya está bien. Acabemos con esto cuanto antes y continuemos- decía el hombre gordo.
-¡Quita de ahí! ¡Yo me la follo primero!- no quería oír hablar a nadie solo que aquello acabara cuanto antes. Inmediatamente notó la polla de aquel cerdo entrando y saliendo a toda velocidad.
En medio de aquel infiero Rose escuchó el filo lo que parecía ser un cuchillo cortando carne, acompañado de los gritos de sus agresores, de todos menos del cabrón que la estaba violando en aquel momento.
<< ¿Que está pasando?>>
Después de todo lo que había sufrido aquella noche estaba cansada y desorientada no sabía si era una pesadilla o aquello estaba pasando de verdad.
-¡Glanius libera a la muchacha!- aquella voz era grave, pero muy clara, nunca antes había escuchado una voz así. El filo de aquel cuchillo sonó de nuevo e  inmediatamente algo salpicó su cuerpo. El violador parecía haber desaparecido, de los gritos se pasó al silencio. Cuando por fin le quitaron el saco que llevaba atado a la cabeza comprobó que estaba manchada de sangre, sangre de sus agresores. Tenía alguien delante mirándola, dos personas, una de ellas con pies enormes.
-¿Estás bien?- preguntó uno de ellos. Rose levantó la cabeza y vio a un hombre de melena muy larga armado con un imponente sable, a este le acompañaba un supermutante con los puños manchados de sangre.

lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VI - RESACA



HUETER




La boca le sabía a madera, sentía como si la cabeza le fuera a estallar. Estaba tirado en el suelo boca abajo, Hueter no sabia cuantas horas había estado durmiendo en esa posición. Recordaba haber tenido antes esas sensaciones, recuerdos borrosos de la noche anterior, dolor de cabeza, acidez de estomago, leves mareos, debilidad corporal. En ese momento lo recordó todo.

La tarde anterior Jacq le había desafiado a beber, la apuesta doble o nada del pago pendiente por la comida del mediodía.

<< ¿Tengo resaca? >> No recordaba la última vez que había tenido esos síntomas, seguramente antes de la guerra, en alguna de sus muchas visitas a los bares del barrio donde vivía.

- ¿Mucha resaca? - Jacq estaba fuera, sentado en unas escaleras destartaladas de madera que daban acceso al porche. En su mano derecha sujetaba una taza de metal con café recién hecho y en la otra un cigarro casi consumido.

- ¿Que cojones paso anoche? - estaba desconcertado. Parecía ser tarde, a esas horas el bar solía estar lleno, pero ese día la gente había desaparecido.

- La apuesta se alargó y al final nos quedamos solos, te caíste yendo a por otra botella y ya no te volviste a levantar. Así que gané la apuesta.

-¡Imposible!- nadie había ganado nunca a Hueter en las competiciones de beber, su condición de necrófago lo hacia invulnerable al alcohol, poca gente lo sabia, por eso siempre ganaba - ¡Hiciste trampa seguro!

-Al igual que tu yo tampoco me puedo emborrachar. Miento si puedo, pero hacen falta cantidades industriales para que eso pase. Tu pensabas que yo soy como el resto y que acabarías emborrachándome, pero mi hígado es como el tuyo- Hueter se extrañó al oír esas palabras, Jacq no era ningún necrófago, de eso estaba bien seguro - Trabajé de pequeño en unas minas con mucha radiación, extrayendo restos de cabezas nucleares utilizadas en la guerra, sin mas protección que unos guantes agujereados y ropa vieja y sucia. La radiación no era muy elevada, la gente mayor murió contaminada, pero la mayoría de los jóvenes desarrollamos una cualidad. Nuestro hígado había sufrido un proceso como el que sufren los necrófagos, ahora son capaces de absorber y eliminar por completo la radiación del cuerpo sin dejar secuelas a parte de otras muchas propiedades como ser mucho mas resistentes a los efectos del alcohol que el resto de humanos.

- O sea un hombre con hígado de necrófago. Todo ventajas- añadió Hueter.

- Exacto, pero todo tiene un limite. Y efectivamente un necrófago se puede emborrachar, eso es lo que te pasó anoche.

Esas palabras hicieron recapacitar a Hueter, después de todo no era tan diferente a los hombres, quizás el también envejecía. Después de mucho tiempo volvía a encontrarle sentido a la vida.

-¡Podemos sacarle tajada a tu virtud!- comentó -La gente me conoce demasiado y ya no quiere jugar conmigo a doble o nada porque siempre pierden pero contigo es diferente, pueden jugar contigo y les cobraremos el doble, luego tu te llevas tu parte del pastel y bebidas gratis.

-Tío, no quiero pudrirme en un antro emborrachando a la gente. Ya se que el mundo esta echo una mierda pero creo que hay mejores cosas que hacer.

-Bueno, no sé si conoces los casinos que hay al oeste, muy bonitos y con mucho vicio.

-La verdad que no- respondió Jacq. El cigarrillo se había consumido y casi se quemó el bigote, así que tuvo que desecharlo, acto seguido sacó otro del paquete que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta y se lo encendió- ¿Quieres? - ofreciéndole uno. Hueter se encendió otro, el humo le salía por el cuello al tener poca piel.

-En estos casinos se hacen todo tipo de competiciones, beber, follar, drogarse... cualquier vicio es suficiente para apostar. A los necrófagos no nos dejan participar, pero tu si puedes, podemos ganar mucha pasta- los ojos de Hueter parecían dos platos blancos a la luz del sol.

- Esa idea me gusta mas ¿Viste si volvió mi compañera?

- Hablando del rey de Roma que por la puerta asoma... - señaló hacia el camino que llevaba al pueblo. Poli volvía al bar después de pasar media tarde y toda la noche en el pueblo.

- ¿Donde cojones te habías metido? - pregunto Jacq a su hermana, dándole una calada al cigarro.

-Si te lo cuento no te lo creerás- Poli se sentó con ellos. No llevaba la misma ropa que el día anterior. Vestía una armadura convencional gris metalizada, salpicada de sangre seca. Durante los siguientes minutos solo hablo ella, narró al detalle lo sucedido la noche anterior ante el desconcierto de Hueter y Jacq.

<<Hoy parece ser que no tendré clientela>> intuía Hueter al escuchar lo acontecido la noche anterior. Suponía una perdida importante de dinero, perder una apuesta y tener el bar vacio durante un día.

-Hay un trabajo que quizás nos interese hermano- concluyó Poli.

-¿De que se trata hermana?

-Es un poco arriesgado, me han pedido rescatar tres niños que tienen retenidos en la prisión de la banda de los Trajes Grises...

-...estas chalada- interrumpió Hueter - ¿Vosotros dos solos pretendéis entrar a pistoletazo limpio y sacarlos de allí sin mas? ¡Suerte entonces!-

-Parece que sabes de lo que hablas colega- respondió Jacq -Suena arriesgado pero puede ser divertido. Hoy parece que vas a tener el día libre ¿Te vienes con nosotros? Eh... ¿como decías que te llamabas?

-Hueter, me llamo Hueter. No esperes ir allí tan pronto - Hueter conocía de sobra la prisión. Tiempo atrás estuvo preso, cuando esta aun no era propiedad de la banda de los Trajes Grises. Antaño la prisión había servido como centro para estudiar los necrófagos. Cada vez que recordaba las torturas sufridas se le erizaban los pocos pelos que le quedaban. Le daba muy mala espina la idea de acompañarles en el rescate, pero había algo que le empujaba a acabar de una vez por todas con aquel lugar de sufrimiento - Esta bien, os acompañare - suspiró - Aunque si queremos salir de allí con vida tendremos que ir muy bien equipados y trazar un plan.

- ¿De cuanta pasta estamos hablando? - preguntó Jacq a su hermana.

- Aun no lo sé, Rose la dueña de la pensión fue quien me lo pidió, me dijo que si estábamos dispuestos que volviéramos a hablar con ella.

-Entonces no hay tiempo que perder cuando de pasta se trata- Hueter se puso en pie - ¡Vamos que hace tiempo que no doy un paseo por el pueblo!

Hacia mucho tiempo que las puertas del bar no permanecían todo el día cerradas de cara al público, era su casa y su negocio a la vez.

Poco tardaron en llegar al pueblo, no había rastro alguno de los muertos en el enfrentamiento de la noche anterior. Solo dos hombres de la banda de los Trajes Grises, atados de pies y manos a un palo en el medio de la plaza principal del pueblo, agonizando. Aunque seguían vestidos con sus trajes grises, tenían el rostro quemado por los rayos del sol. Los cuervos que merodeaban por la zona se habían dado un festín con sus ojos. << Menuda lección - pensaba Hueter al contemplar aquella escena- tendrían que haberles cortado las pelotas también>>.

Llegaron a la entrada de la pensión Rose, la puerta estaba abierta. La fachada era de cemento reparada con tablones de madera por doquier. Se podía diferenciar claramente los agujeros y quemaduras producidas por el impacto de los proyectiles.

La primera en entrar en la pensión fue Poli - Deja de follar...- dijo entre risas burlescas.

- ¡Pasa y cierra petarda! - bufó Rose sentada al fondo en su escritorio - ¿Que ya lo habéis pensado?

- ¡Un momento!- interrumpió Jacq - ¿Estamos hablando de sexo? ¿Follas bien?- dejo escapar una sonora carcajada

- ¡Mejor de lo que tu te crees! ¡Y la chupo de vicio! Pero eso no viene a cuento ahora. ¿Vais a ayudarme o no?- volvió a preguntar Rose

- Lo haremos - respondió Poli - pero primero debemos de hablar de los detalles y la recompensa.

Rose cogió una caja de metal que tenia escondida debajo de una de las viejas baldosas de la sala. La puso encima de la mesa y dejo ver su interior. Estaba llena de billetes de antes de la guerra. << Es mucha pasta - pensó Hueter babeando al ver tal cantidad de dinero - matémosla y huyamos con el dinero. >> Lo pensó pero se mantuvo callado en todo momento.

- Hay dieciocho mil de los antiguos euros, seis mil por cada hijo mío que vuelva con vida. Os puedo proporcionar armas y equipamiento que hemos ido guardando todos estos años con cautela para ocasiones como estas- Rose señaló el mueble de cajones cuadrados metálicos que tenia detrás de su escritorio.

Hueter sabia de sobra que el pueblo no era un buen sitio para buscar armas de gran calibre y mucho menos de energía. Tampoco eran fáciles de encontrar los trajes militares como corazas y armaduras. Viendo el arsenal del cual disponía Rose en secreto lo comprendió todo.

Los comerciantes solo ponían a la venta las armas de pequeño calibre, mas aptas para la caza de pequeños animales que para defenderse de un asalto. Guardaban con recelo todas y cada una de las armas de asalto, calibre pesado y de energía que conseguían con mucho sacrificio a través de comerciantes ambulantes.

Por su pasado militar en la guerra, Hueter sabia de lo que era capaz cada arma. Las armas y corazas que les ofrecía Rose no eran precisamente de la elite militar, pero era mucho mejor que el equipo del cual disponía. De todos modos podrían conseguir un buen precio con otros comerciantes para después obtener armas más acordes para la misión en cuestión.

-¿Tu que opinas hermano?- pregunto Poli, la chica pelirroja a su hermano postizo.

- Seis mil por cada hijo y una mamada por adelantado de la dueña de la pensión - respondió Jacq sin titubear.

- ¿Como? - respondió Rose con asombro. Hueter nunca había visto una negociación similar. << Una mamada de recompensa por adelantado - pensó - ¡Quien tuviera polla en estos momentos! >> Le parecía chistoso y excitante a la vez. Por fuera parecía serio pero internamente sus carcajadas resonaban en su cabeza al ritmo de tambores. Tuvo que contenerse mucho para no explotar en una sonora risa.

-¡Bien la tendrás!- dijo Rose, rompiendo el silencio que se había producido en la sala después de la contra oferta de Jacq -¡Pero mas os vale traerme con vida a mis hijos! ¡De lo contrario os perseguiré para cortaros las pelotas hasta en el mismísimo infierno! ¡Tú conmigo!- señalo a Jacq -¡Vosotros fuera! ¡Nos vemos en un rato! ¡La pensión momentáneamente esta cerrada!

Hueter salió en primer lugar, Poli le seguía con cara de incredulidad.

-Chica roja- comenzó mientras se sentaban en un banco viejo que había enfrente de los dos pilones que servían de tortura a los agonizantes miembros de la banda de los Trajes Grises - Esto va a ser muy complicado. Créeme he estado en esa prisión mucho tiempo y se de lo que estoy hablando. Debemos conseguir más personal, mercenarios quizás y mejor equipamiento. Con el que nos ha proporcionado no saldríamos con vida de allí. Se donde conseguirlo. A ver si acaban pronto y podemos ponernos manos a la obra.