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miércoles, 29 de enero de 2014

CAPÍTULO IX - TODO POR LA PATRIA



ROSE




Echó el cerrojo a la puerta principal de la pensión nada más salir los nuevos mercenarios que había contratado. Solo quedaba por hacer una parte del trato para cerrar definitivamente el acuerdo. Rose estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar a sus hijos.

Muchos eran los mercenarios que se habían ofrecido para la misma tarea en los últimos dos años, pero o acababan muertos o simplemente se fugaban con las armas prestadas. Por esta razón el potencial armamentístico que guardaba Rose era menor que antaño. Debía de confiar en el buen hacer de las personas, pero hasta la fecha no había obtenido resultado. Esta vez tenia sensaciones distintas, aunque sabía de sobra que era una misión muy arriesgada y que muy probablemente sus hijos ya estuvieran lejos del Notocar o quizás muertos. No quería pensar en ello, pero la idea siempre le rondaba por la cabeza.

-Sígueme- dijo a Jacq que esperaba apoyado en el escritorio. Sin mediar palabra subieron a la primera planta, donde se ubicaban las habitaciones del hostal.

Toda la planta estaba restaurada con tablones de madera y trozos metálicos, planchas, trozos de uralitas, cualquier material con unas dimensiones considerables era aprovechado para construir y restaurar. Se notaba que la pensión de Rose había sido restaurada a conciencia.

Había cuatro puertas a la izquierda del pasillo, tres a la derecha y una al fondo. Rose recorrió el pasillo entero, su habitación era la del fondo, Jacq la seguía sin mediar palabra.

La puerta estaba abierta.

-Pasa y ponte cómodo.

La habitación era grande, en el centro una cama con forma de corazón, las sabanas que la cubrían eran color rojo carmesí aterciopeladas. A los pies de la cama un arcón metálico donde Rose guardaba toda su ropa. Al fondo un mueble bar antiguo, con puertas de cristal agrietado, lleno de licor, whisky, ginebras, ron y cervezas. La habitación estaba mucho más limpia que el resto de la posada.

Los rayos de sol de mediodía se colaban por pequeñas ranuras en las paredes exteriores, iluminando la habitación en un ambiente intimo.

-¿Puedo servirme una copa?- fue la pregunta de Jacq al ver las botellas de licor.

-¡Por supuesto sírvete tu mismo!- respondió Rose irónicamente. Jacq no debió entender la ironía puesto que se sirvió una copa de whisky -¿Se encuentra bien el señor?

-¡Por supuesto y mejor que voy a estar!-respondió efusivamente. Jacq se sentó en la cama.

-Acabemos con esto cuanto antes- suspiró Rose. Le desabrochó los pantalones. Notaba como ya tenía el miembro duro. Lo acarició suavemente, una y otra vez. Sentía mucha excitación. Las caricias pasaron de las manos a la boca. No dejaba de succionar a la vez que acariciaba la zona de los testículos con su mano.

Jacq se retorcía de placer. Beber el whisky pero lo único que conseguía era derramar su contenido entre las sabanas.

<< Me encanta - pensaba Rose - pero no se me debe notar >> Recorría una y otra vez el pene con la lengua, sabía que más pronto que tarde acabaría por hacerle llegar al orgasmo.

Pasaron unos minutos cuando Rose notó como Jacq había llegado, los fluidos procedentes del miembro de aquel hombre corrían ahora por sus labios. No le importaba, le encantaba.

- ¿Ya está? - Jacq interrumpió su momento de máximo placer - Hay trato entonces. Espera a nuestro regreso.

Fueron las últimas palabras que Rose escuchó antes de ver desaparecer por la puerta al último mercenario que había estado en sus aposentos. Se quedó extrañada, normalmente todos los hombres pedían repetir, pero él se dedicó a vestirse de nuevo, acabarse la copa y marchase. Algo había cambiado, sentía la esperanza de que esta vez no fuera como las anteriores.

lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VI - RESACA



HUETER




La boca le sabía a madera, sentía como si la cabeza le fuera a estallar. Estaba tirado en el suelo boca abajo, Hueter no sabia cuantas horas había estado durmiendo en esa posición. Recordaba haber tenido antes esas sensaciones, recuerdos borrosos de la noche anterior, dolor de cabeza, acidez de estomago, leves mareos, debilidad corporal. En ese momento lo recordó todo.

La tarde anterior Jacq le había desafiado a beber, la apuesta doble o nada del pago pendiente por la comida del mediodía.

<< ¿Tengo resaca? >> No recordaba la última vez que había tenido esos síntomas, seguramente antes de la guerra, en alguna de sus muchas visitas a los bares del barrio donde vivía.

- ¿Mucha resaca? - Jacq estaba fuera, sentado en unas escaleras destartaladas de madera que daban acceso al porche. En su mano derecha sujetaba una taza de metal con café recién hecho y en la otra un cigarro casi consumido.

- ¿Que cojones paso anoche? - estaba desconcertado. Parecía ser tarde, a esas horas el bar solía estar lleno, pero ese día la gente había desaparecido.

- La apuesta se alargó y al final nos quedamos solos, te caíste yendo a por otra botella y ya no te volviste a levantar. Así que gané la apuesta.

-¡Imposible!- nadie había ganado nunca a Hueter en las competiciones de beber, su condición de necrófago lo hacia invulnerable al alcohol, poca gente lo sabia, por eso siempre ganaba - ¡Hiciste trampa seguro!

-Al igual que tu yo tampoco me puedo emborrachar. Miento si puedo, pero hacen falta cantidades industriales para que eso pase. Tu pensabas que yo soy como el resto y que acabarías emborrachándome, pero mi hígado es como el tuyo- Hueter se extrañó al oír esas palabras, Jacq no era ningún necrófago, de eso estaba bien seguro - Trabajé de pequeño en unas minas con mucha radiación, extrayendo restos de cabezas nucleares utilizadas en la guerra, sin mas protección que unos guantes agujereados y ropa vieja y sucia. La radiación no era muy elevada, la gente mayor murió contaminada, pero la mayoría de los jóvenes desarrollamos una cualidad. Nuestro hígado había sufrido un proceso como el que sufren los necrófagos, ahora son capaces de absorber y eliminar por completo la radiación del cuerpo sin dejar secuelas a parte de otras muchas propiedades como ser mucho mas resistentes a los efectos del alcohol que el resto de humanos.

- O sea un hombre con hígado de necrófago. Todo ventajas- añadió Hueter.

- Exacto, pero todo tiene un limite. Y efectivamente un necrófago se puede emborrachar, eso es lo que te pasó anoche.

Esas palabras hicieron recapacitar a Hueter, después de todo no era tan diferente a los hombres, quizás el también envejecía. Después de mucho tiempo volvía a encontrarle sentido a la vida.

-¡Podemos sacarle tajada a tu virtud!- comentó -La gente me conoce demasiado y ya no quiere jugar conmigo a doble o nada porque siempre pierden pero contigo es diferente, pueden jugar contigo y les cobraremos el doble, luego tu te llevas tu parte del pastel y bebidas gratis.

-Tío, no quiero pudrirme en un antro emborrachando a la gente. Ya se que el mundo esta echo una mierda pero creo que hay mejores cosas que hacer.

-Bueno, no sé si conoces los casinos que hay al oeste, muy bonitos y con mucho vicio.

-La verdad que no- respondió Jacq. El cigarrillo se había consumido y casi se quemó el bigote, así que tuvo que desecharlo, acto seguido sacó otro del paquete que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta y se lo encendió- ¿Quieres? - ofreciéndole uno. Hueter se encendió otro, el humo le salía por el cuello al tener poca piel.

-En estos casinos se hacen todo tipo de competiciones, beber, follar, drogarse... cualquier vicio es suficiente para apostar. A los necrófagos no nos dejan participar, pero tu si puedes, podemos ganar mucha pasta- los ojos de Hueter parecían dos platos blancos a la luz del sol.

- Esa idea me gusta mas ¿Viste si volvió mi compañera?

- Hablando del rey de Roma que por la puerta asoma... - señaló hacia el camino que llevaba al pueblo. Poli volvía al bar después de pasar media tarde y toda la noche en el pueblo.

- ¿Donde cojones te habías metido? - pregunto Jacq a su hermana, dándole una calada al cigarro.

-Si te lo cuento no te lo creerás- Poli se sentó con ellos. No llevaba la misma ropa que el día anterior. Vestía una armadura convencional gris metalizada, salpicada de sangre seca. Durante los siguientes minutos solo hablo ella, narró al detalle lo sucedido la noche anterior ante el desconcierto de Hueter y Jacq.

<<Hoy parece ser que no tendré clientela>> intuía Hueter al escuchar lo acontecido la noche anterior. Suponía una perdida importante de dinero, perder una apuesta y tener el bar vacio durante un día.

-Hay un trabajo que quizás nos interese hermano- concluyó Poli.

-¿De que se trata hermana?

-Es un poco arriesgado, me han pedido rescatar tres niños que tienen retenidos en la prisión de la banda de los Trajes Grises...

-...estas chalada- interrumpió Hueter - ¿Vosotros dos solos pretendéis entrar a pistoletazo limpio y sacarlos de allí sin mas? ¡Suerte entonces!-

-Parece que sabes de lo que hablas colega- respondió Jacq -Suena arriesgado pero puede ser divertido. Hoy parece que vas a tener el día libre ¿Te vienes con nosotros? Eh... ¿como decías que te llamabas?

-Hueter, me llamo Hueter. No esperes ir allí tan pronto - Hueter conocía de sobra la prisión. Tiempo atrás estuvo preso, cuando esta aun no era propiedad de la banda de los Trajes Grises. Antaño la prisión había servido como centro para estudiar los necrófagos. Cada vez que recordaba las torturas sufridas se le erizaban los pocos pelos que le quedaban. Le daba muy mala espina la idea de acompañarles en el rescate, pero había algo que le empujaba a acabar de una vez por todas con aquel lugar de sufrimiento - Esta bien, os acompañare - suspiró - Aunque si queremos salir de allí con vida tendremos que ir muy bien equipados y trazar un plan.

- ¿De cuanta pasta estamos hablando? - preguntó Jacq a su hermana.

- Aun no lo sé, Rose la dueña de la pensión fue quien me lo pidió, me dijo que si estábamos dispuestos que volviéramos a hablar con ella.

-Entonces no hay tiempo que perder cuando de pasta se trata- Hueter se puso en pie - ¡Vamos que hace tiempo que no doy un paseo por el pueblo!

Hacia mucho tiempo que las puertas del bar no permanecían todo el día cerradas de cara al público, era su casa y su negocio a la vez.

Poco tardaron en llegar al pueblo, no había rastro alguno de los muertos en el enfrentamiento de la noche anterior. Solo dos hombres de la banda de los Trajes Grises, atados de pies y manos a un palo en el medio de la plaza principal del pueblo, agonizando. Aunque seguían vestidos con sus trajes grises, tenían el rostro quemado por los rayos del sol. Los cuervos que merodeaban por la zona se habían dado un festín con sus ojos. << Menuda lección - pensaba Hueter al contemplar aquella escena- tendrían que haberles cortado las pelotas también>>.

Llegaron a la entrada de la pensión Rose, la puerta estaba abierta. La fachada era de cemento reparada con tablones de madera por doquier. Se podía diferenciar claramente los agujeros y quemaduras producidas por el impacto de los proyectiles.

La primera en entrar en la pensión fue Poli - Deja de follar...- dijo entre risas burlescas.

- ¡Pasa y cierra petarda! - bufó Rose sentada al fondo en su escritorio - ¿Que ya lo habéis pensado?

- ¡Un momento!- interrumpió Jacq - ¿Estamos hablando de sexo? ¿Follas bien?- dejo escapar una sonora carcajada

- ¡Mejor de lo que tu te crees! ¡Y la chupo de vicio! Pero eso no viene a cuento ahora. ¿Vais a ayudarme o no?- volvió a preguntar Rose

- Lo haremos - respondió Poli - pero primero debemos de hablar de los detalles y la recompensa.

Rose cogió una caja de metal que tenia escondida debajo de una de las viejas baldosas de la sala. La puso encima de la mesa y dejo ver su interior. Estaba llena de billetes de antes de la guerra. << Es mucha pasta - pensó Hueter babeando al ver tal cantidad de dinero - matémosla y huyamos con el dinero. >> Lo pensó pero se mantuvo callado en todo momento.

- Hay dieciocho mil de los antiguos euros, seis mil por cada hijo mío que vuelva con vida. Os puedo proporcionar armas y equipamiento que hemos ido guardando todos estos años con cautela para ocasiones como estas- Rose señaló el mueble de cajones cuadrados metálicos que tenia detrás de su escritorio.

Hueter sabia de sobra que el pueblo no era un buen sitio para buscar armas de gran calibre y mucho menos de energía. Tampoco eran fáciles de encontrar los trajes militares como corazas y armaduras. Viendo el arsenal del cual disponía Rose en secreto lo comprendió todo.

Los comerciantes solo ponían a la venta las armas de pequeño calibre, mas aptas para la caza de pequeños animales que para defenderse de un asalto. Guardaban con recelo todas y cada una de las armas de asalto, calibre pesado y de energía que conseguían con mucho sacrificio a través de comerciantes ambulantes.

Por su pasado militar en la guerra, Hueter sabia de lo que era capaz cada arma. Las armas y corazas que les ofrecía Rose no eran precisamente de la elite militar, pero era mucho mejor que el equipo del cual disponía. De todos modos podrían conseguir un buen precio con otros comerciantes para después obtener armas más acordes para la misión en cuestión.

-¿Tu que opinas hermano?- pregunto Poli, la chica pelirroja a su hermano postizo.

- Seis mil por cada hijo y una mamada por adelantado de la dueña de la pensión - respondió Jacq sin titubear.

- ¿Como? - respondió Rose con asombro. Hueter nunca había visto una negociación similar. << Una mamada de recompensa por adelantado - pensó - ¡Quien tuviera polla en estos momentos! >> Le parecía chistoso y excitante a la vez. Por fuera parecía serio pero internamente sus carcajadas resonaban en su cabeza al ritmo de tambores. Tuvo que contenerse mucho para no explotar en una sonora risa.

-¡Bien la tendrás!- dijo Rose, rompiendo el silencio que se había producido en la sala después de la contra oferta de Jacq -¡Pero mas os vale traerme con vida a mis hijos! ¡De lo contrario os perseguiré para cortaros las pelotas hasta en el mismísimo infierno! ¡Tú conmigo!- señalo a Jacq -¡Vosotros fuera! ¡Nos vemos en un rato! ¡La pensión momentáneamente esta cerrada!

Hueter salió en primer lugar, Poli le seguía con cara de incredulidad.

-Chica roja- comenzó mientras se sentaban en un banco viejo que había enfrente de los dos pilones que servían de tortura a los agonizantes miembros de la banda de los Trajes Grises - Esto va a ser muy complicado. Créeme he estado en esa prisión mucho tiempo y se de lo que estoy hablando. Debemos conseguir más personal, mercenarios quizás y mejor equipamiento. Con el que nos ha proporcionado no saldríamos con vida de allí. Se donde conseguirlo. A ver si acaban pronto y podemos ponernos manos a la obra.  

martes, 21 de enero de 2014

CAPÍTULO IV - TRAJES SÚCIOS



ROSE




Sentada encima de una mesa sucia y llena de papeles desordenados que hacia de mostrador, desnuda de cintura hacia bajo, Rose notaba una y otra vez las embestidas de aquel hombre que había conocido unas horas antes. Sentía el frescor de la mesa metálica en su culo desnudo y el calor que desprendía el desconocido. << ¡La tiene enorme!>> pensaba.

-¡No pares!- decía una y otra vez. En ese momento se escuchó en la sala el abrir de la puerta principal.

-¿Hola?- preguntó una mujer de pelo rojizo -¡Ostras!

<<Mierda pensaba que había cerrado la puerta con llave>> maldijo Rose en sus adentros. El desconocido un hombre alto, moreno con pelo corto se escondió rápidamente debajo de la mesa.

-¡Eh tu!- gritó Rose dirigiéndose al desconocido -¡Venga fuera, así ya no me sirves!- el hombre escondido aun debajo de la mesa se subió los pantalones y salió con la cabeza gacha por la misma puerta que había entrado la mujer de pelo rojizo. Rose aun desnuda de cintura hacia abajo se dirigió a la mujer.

-¿En que puedo ayudarle?- preguntó con toda normalidad, sin dejar que la situación la sonrojase.

-Un tabernero necrotizado de un bar de las afueras, me comentó que aquí teníais habitaciones disponibles-

-¡Efectivamente! ¡Bienvenida a la pensión Rose! ¡Soy Rose Tinmar!- se presentó al mismo tiempo que se volvía a poner la falda. Una falda vieja y lisa de color rojo desgastado.

-¡Encantada! ¿Menudo corte te habré dado no? ¡Lo siento! ¡Soy Poli!-

-Tranquila, los hombres siempre tienen la polla ardiendo. Seguro que vuelve, si no otro vendrá...je...je...je. ¿Solo Poli? ¿No tienes apellidos?- pocos eran los habitantes que aún conservaban sus apellidos, bien porque los padres los desconocían o porque habían sido criados en orfandad. En cualquier caso muchos se inventaban un apellido propio, los afortunados que conservaban un apellido de antes de la guerra solían ser gente adinerada aunque siempre había excepciones.

-No tengo ningún apellido, solo soy Poli.

-Bien Poli en ese caso ¿Cuantas noches quieres?

-Solo una y que sean dos habitaciones debo ir a recoger a mi hermano que se encuentra el bar que te he nombrado. No le dejaran salir si no pagamos la comida.

-¡Mira que le he dicho de veces que siempre el dinero por delante! ¡Pero nada el siempre haciendo amigos!- dió una patada en la mesa metálica que resonó en toda la sala. Una sala oscura, iluminada por dos tubos fluorescentes, uno de ellos parpadeaba señal de que ya le quedaba poca vida. En la entrada había sillas de coche a modo de recibidor y al fondo la mesa con papeles donde se encontraba Rose. Detrás suyo un armario archivador metálico con cajones cuadrados, los cuales no parecían contener nada-¡Son veinte por habitación y noche!

Poli sacó el dinero de una riñonera vieja que llevaba abrochada a la cintura.

-aquí tienes.

Rose recogió el dinero y le entregó dos llaves correspondientes a las habitaciones que había alquilado.

-Bueno un placer, luego nos vemos me voy a buscar a mi hermano. Veremos si aun sigue vivo- suspiro la mujer pelirroja mientras se dirigía hacia la puerta de salida ante la mirada fija de Rose.

Antes de que pudiera abrir la puerta se escucho el tintinear de unas campanas pequeñas.

-¡No abras!- Rose se dirigió rápidamente hacia la puerta y la cerro con llave sin dejar salir a nadie -¿Que pasa?

-Ven conmigo arriba a la terraza y sabrás lo que pasa.

Subieron por unas escaleras de madera que crujían a cada paso. Pasaron el primer piso donde estaban las habitaciones y siguieron subiendo. Rose estaba tensa, sabia de sobra porque habían sonado las campanas. Era un sonido que la ponía enferma.

Una vez en la terraza observaron que en la plaza había dos hombres, vestidos con trajes grises de antes de la guerra. Parecía que no fueran armados, pero se notaba que algo escondían debajo de la americana.

La gente que en esos momentos se encontraba en la plaza del pueblo estaba callada, atendiendo al discurso de uno de los hombres del traje gris.

-¡Si os entregáis y prometéis servir a la banda del traje gris no sufriréis daño alguno! ¡Sino aceptáis estas condiciones volveremos y lo haréis por la fuerza! ¿Ha quedado claro?- gritaba una y otra vez.


Pensión Rose
-¿Poli sabes utilizar esto?- Rose señalaba un viejo rifle que tenia apoyado en una de las esquinas de la terraza. Poli asintió con la cabeza -¡Pues mándale un recadito de mi parte que yo tengo muy mala puntería!-

-¿Que dices? ¡Si nunca he matado a ningún humano!- la muchacha del pelo rojizo estaba alterada al oír esas palabras.

-¡O disparas o nos pasaremos la vida siendo esclavos!- Poli muy nerviosa cogió el rifle -¡Esta cargado no te preocupes! ¡Que no quede ninguno de los dos en pie!- apoyó el rifle en su hombro y apuntó. El primer disparo dió en la pierna derecha del trajeado que exponía sus condiciones al resto de ciudadanos. El pánico se apodero de la plaza y el segundo hombre escapó entre la multitud alborotada.

-¡Bajemos rápido no tenemos mucho tiempo!- Poli dejo caer el rifle y corriendo bajaron a la plaza donde aun yacía el hombre del traje gris herido en la pierna. La bala había impactado de lleno en el muslo de la pierna derecha, sangraba mucho y si no recibía asistencia medica, en cuestión de minutos moriría desangrado.

-¡Habla! ¿Cuando van a venir?- gritaba Rose al mismo tiempo que sacudía con sus manos el cuerpo del hombre contra el suelo. No obtuvo respuesta.

El cuerpo inerte del hombre yacía en el centro de la plaza, Rose se dirigió a los habitantes del pueblo cual alcalde:

-¡Escuchad!- quiso recibir la atención de todos - ¡No se cuanto tiempo tardaran en venir a por nosotros, igual si están preparados en menos de una hora estarán aquí! Nadie va a venir a defendernos,  somos nosotros contra ellos. ¡Si queréis seguir siendo libres y morir libres preparémonos para la batalla, de lo contrario moriremos como esclavos!- al oír esas palabras la plaza estalló en un grito de motivación, no serian mas de veinte personas pero gritaban como cincuenta.

-¡Ven te necesitamos!- apresuró Rose cogiendo a Poli por el brazo.

-¿Y mi hermano? ¡Seguro que puede ayudarnos!-

-¡No hay tiempo vamos!- volvieron a entrar en la pensión.

No pasaron ni tres minutos y la plaza estaba desierta. Todo el mundo había tomado posiciones para luchar contra la amenaza de los Trajes Grises.

-¿Quienes son esos? ¿Que pasa?- Poli no sabia que pasaba. Todo había transcurrido muy deprisa.

-Cada vez que suenan las campanillas, significa que alguna amenaza se acerca al pueblo, últimamente nuestra mayor amenaza son los traficantes de esclavos. Cada vez que vienen se llevan a dos o tres de los nuestros, para luego venderlos como putas, criados o vete tú a saber que. Hoy han ido demasiado lejos y quieren que el pueblo entero sea suyo.

-¿Y con que vamos a defendernos? Las únicas armas que he visto son el rifle de la terraza y mis dos pistolas.

-¡Tranquila esta todo controlado!- respondió Rose en tono confiado, al mismo tiempo que abría uno de los cajones del archivador metálico que había detrás del mostrador de su pensión.

Cada cajón contenía diferentes equipaciones como granadas electromagnéticas, pistolas de plasma, munición de plasma y armaduras convencionales.

La cara de Poli era el reflejo de la incredulidad al ver tal arsenal.

-¡Coge lo que necesites!- dijo Rose, al mismo tiempo que se desnudaba para ponerse una de las armaduras.

Habían pasado unas dos horas desde la reunión en la plaza. La noche estaba al caer y el nerviosismo de la población aumentaba.

Habían dispuesto unas pocas minas antipersona por toda la ciudad.

-¡Atacarán por la noche! ¡Lo se!- los habitantes de aquel pequeño pueblo, levantado sobre los escombros de una ciudad en ruinas esperaban ansiosos. Situados estratégicamente en las alturas mas protegidas de cada edificio. Rose y su huésped pelirroja esperaban en la terraza de su posaba donde tenían una perfecta visión de todo el pueblo y de los exteriores de este.

La noche se cernía sobre un pueblo silencioso. Nadie decía nada. A lo lejos se divisaban las primeras sombras. La noche era oscura, iluminada por las estrellas con la ausencia de la luna, lo que hacia difícil distinguir cualquier cosa a lo lejos.

-Deben ser ellos- dijo Rose en voz baja. Las sombras cada vez eran mas claras. Una de las minas estalló sin previo aviso, un cuerpo mutilado sin pierna vestido de traje gris voló a varios metros de altura. El pueblo estaba rodeado, había hombres de la banda del Traje Gris por todos los frentes del pueblo.

-¡Es vuestra ultima oportunidad! ¡Rendiros o morid!- se escucho a lo lejos. Nadie respondió. El silencio era amo y señor del pueblo. Momentos mas tarde la primera pistola de plasma sonó y acto seguido toda una sinfonía de disparos, granadas y gritos de dolor. En un abrir y cerrar de ojos el pueblo se había convertido en el escenario de una batalla por la supervivencia a la luz de las estrellas. Los rayos de plasma y las explosiones iluminaban intermitentemente las calles. Rose seguía expectante, a cubierto en la terraza, mientras Poli había matado por primera vez una persona con un tiro certero en la cabeza.

-¡Vamos que son pocos y cobardes!- se escuchaba gritar en el edificio de enfrente. Rose observaba como Poli había cogido el gusto por la masacre humana. Disparaba sin contemplación hacia los hombres del traje gris. <<Ya no hay vuelta atrás>> pensó. Apoyada sobre su rodilla izquierda desenfundo su pistola de plasma y abrió fuego hacia la plaza. Había hombres del pueblo atacando a los pocos del Traje Gris que aun quedaban en pie. Poco a poco la banda fue retrocediendo y cuando menos lo esperaban ya habían desaparecido. La banda del Traje Gris había sido derrotada. La alegría momentánea del pueblo se vio truncada rápidamente por la muerte de algunos habitantes.

-¿Que te ha pasado?- pregunto Poli al ver la tardanza de Rose en atacar y apoyar a sus vecinos.

-¡Mis hijos!- respondió con tono triste -Hace un año estos mal nacidos vinieron y se llevaron a mis hijos.

-¿Tienes idea de donde pueden estar?

-Claro, pero yo no puedo ir. No valgo para la guerra-las lagrimas empezaron a correr por sus mejillas- Necesito alguien que me haga ese favor. Un grupo de personas quizá. Estoy dispuesta a pagar una generosa recompensa porque me los devuelvan. A ser posible vivos.

-Eso puede ser muy peligroso...

-Lo sé. ¿Me has dicho que tienes un hermano verdad? Habla con el, y si decidís ayudarme venid a hablar conmigo.