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sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIII - EXTRAÑOS



GRAN JOHN






Una fuerte sensación a asfixia hizo despertarse de un sobresalto, postrado en una camilla alta y acolchada, inmovilizado por unos aros magnéticos que le retenían a su voluntad. << ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo dormido?>>
El robot que le acompañaba había desaparecido, no notaba los collarines que días antes Pececito, le había puesto en los pies para evitar su huida. Una fuerte y blanca luz iluminaba aquella sala, un cubículo de cristal trasparente, más allá de los cristales estaba todo oscuro, en la más absoluta soledad.
<< ¿Como he llegado hasta aquí?>>
Recordaba sus últimos movimientos, caminando por aquel desértico lugar, con el veneno de un escorpión gigante corriendo por sus venas y su regreso a la gasolinera abandonada.
-¿Hola?-gritó-¿Hay alguien ahí?-no obtuvo respuesta alguna.
Alguien le estaba observando desde el exterior del cristal, notaba su presencia. Momentos después un sonido similar al producido por la apertura de una lata de refresco hizo entender que alguien estaba accediendo al interior de la sala.
Observaba a Gran John en silencio, se trataba de una mujer, aunque carecía de pelo, tanto en la cabeza como en pestañas y cejas. Parecía ir vestida con un traje blanco, aunque el color podría ser fácilmente confundible con la influencia de aquella cegadora luz que incidía en sus ojos de izquierda a derecha.
-Ha faltado poco grandullón- su voz era aguda y dulce a la vez.
-¿Donde cojones estoy? ¿Que es este sitio?- preguntó Gran John, desconcertado, aquella mujer no parecía humana y tampoco recordaba haber visto un sitio así, ni siquiera en revistas desechas del antiguo mundo.
-¿Que es cojones?
-¿Me estas vacilando?- si no sabía que eran los cojones no debía ser de este planeta.
-¿Que es vacilando? no estamos familiarizados con el lenguaje vulgar del mundo exterior.
<< ¿De dónde demonios has salido?>> Las palabras de aquella extraña mujer daban a entender que había más gente en aquel lugar.
-¿Puedes liberarme de estos campos de fuerza?- quería salir de allí, los aros magnéticos apenas le dejaban mover las manos y el cuello, pero lo que más le molestaba era no poder rascarse.
-Cuando sea el momento te liberaremos-la mujer desapareció de su vista, notó unas manos frías como el hielo en su torso, Gran John contuvo la respiración-Nunca había visto un hombre con pelos en ninguna parte del cuerpo. Tú por el contrario tienes casi todo el cuerpo cubierto.
-¿Quién eres?- preguntó esta vez sin lenguaje soez con la esperanza de saber más de aquel lugar.
-¡Soy Monique!- respondió la mujer con tono alegre.
-Y dime Monique ¿qué sitio es este?
-Te encuentras en el refugio Ghenova- las manos le apretaron fuertemente la tripa-Al comienzo de la Gran Guerra unos pocos elegidos fueron puestos a salvo debajo de estas paredes de acero. Matemáticos, médicos, científicos, ingenieros... la puerta fue cerrada y nadie ha vuelto a entrar o salir.
-¿Y qué hago yo aquí?- había oído historias de refugios cerrados a cal y canto desde la guerra, pero pensaba que eran todo patrañas de viejos.
-Desde entonces la única vida aquí es el estudio de la civilización más allá de estas paredes. Tu viniste por casualidad- por su tono de voz Monique parecía triste-El Zondabot es el único con autorización para entrar o salir del búnker. Te trajo inconsciente fruto del veneno de escorpión Si no fuera por el ahora mismo serias comida para los depredadores.
-¿Quieres decir que el robot que me acompañaba me trajo aquí?
-Perdimos su señal hace unos meses, alguien desactivó su frecuencia y dejamos de controlarlo, pero anoche alguien activo su radio, suponemos que fuiste tú, eso nos ayudó a controlarlo de nuevo. Para nuestra sorpresa venia con un paquete inesperado.
-¿Y ahora qué?-Gran John agradecía que aquella gente le hubiera salvado la vida, pero no tenía intención de quedarse en aquel sitio hasta el fin de sus días
-Te obligarán a quedarte o cuando acaben de estudiarte te matarán, quien sabe. Una influencia del exterior sin duda alteraría el status quo de esta comunidad, y eso no creo que sea del agrado de los de arriba.
-Me niego en rotundo a quedarme aquí y servir de cobaya ¡Tienes que ayudarme a salir de aquí!- protesto Gran John al oír aquellas palabras.
-Ojalá pudiera. No creas que eres el único que quiere salir de aquí La vida en el refugio es muy tranquila y cómoda, pero es una vida vacía, sin amor, sin sentimientos-notaba la mejilla de aquella mujer apoyada sobre el pecho, suave como el culito de un recién nacido, las tibias lagrimas resbalaban poco a poco hasta acabar mojándole-No te imaginas lo que es no tener amor durante toda tu existencia.
Aunque Gran John había estado con muchas mujeres a lo largo de su vida, la mayoría prostitutas, pero nunca había encontrado el verdadero amor. Comprendía en gran parte lo que Monique quería decirle, no estaba seguro de que ella se refiriera a lo mismo.
-¡Libérame de esta camilla a la que me tienes preso y te ayudare a salir de aquí si eso es lo que quieres!- tenía la esperanza de convencerla, estaba harto de hablarle al techo.
-¿Hablarías con el gran jefe para que nos dejara marchar?- era muy ilusa si pensaba que Gran John podría convencer a quien fuera con sus palabras, el tenia otros métodos más drásticos. Decidió mantenerlo en secreto y mentirle para conseguir su propósito
-Ehh... sí, yo puedo hablar con él-una mentira piadosa que luego la mujer agradecería cuando viera el mundo por primera vez con sus ojos.
-Está bien, te soltaré-parecía desconfiada-Pero si me haces daño activaré la alarma y serás hombre muerto.
Inmediatamente los campos de fuerza dejaron de actuar y Gran John pudo incorporarse sobre la camilla. Estaba totalmente desnudo, se miró los brazos, las piernas, el torso... aun tenía el cerco de lágrimas de Monique sobre su pecho, pero lo que más le sorprendía es que ya no tenía ninguna herida, ninguna cicatriz... la piel parecía más tersa y elástica que cuando era un niño.
-¿Que me habéis hecho?-preguntó asombrado por el cambio en su físico
-Una reconstrucción total. Tenías muchas cicatrices producidas por heridas de bala, incluso restos de plomo en algunas zonas de tu piel. También reconstruimos gran parte de tus órganos internos, como el hígado y los pulmones. Fumabas y bebías en exceso y eso estaba pasando una gran factura a tu salud, aunque tú no te dieras cuenta-la chica era hermosa incluso cuando hablaba. Tenía la piel tan blanca y pálida como el traje que llevaba, ceñido a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase dibujaba una silueta llena de curvas que a Gran John le resultaban de lo más excitantes.
-¡Eres la criatura más hermosa que he visto jamás!
-¡Tu pene parece opinar lo mismo o le ha dado un ataque de rigor mortis!-respondió Monique dejando escapar una tímida sonrisa. En efecto la tenia dura como un bate de béisbol, la vergüenza le subió como un fuego ardiendo pero para su mala suerte no tenía nada cerca con que taparse, solo sus manos.
-Yo no me había dado cuenta que...-quiso excusarse avergonzado de la situación
-Soy un humano igual que tu. Del sexo femenino, hemos evolucionado de forma distinta. Nosotros hemos sido modificados genéticamente, creados desde hace generaciones de forma artificial.
-¿Artificial?- cada vez alucinaba más con las historias de aquella mujer.
-No hacemos el amor para procrear como hacéis vosotros, tenemos muestras de ADN almacenadas las cuales son combinadas entre sí para crear nuevos especímenes que sirvan al propósito del búnker. Todos los que vivimos aquí fuimos engendrados con el mismo método- a Gran John le parecía fascinante como había evolucionado la ciencia en aquel lugar, del mismo modo le parecía una técnica horrible con un propósito peor.
-¿Nunca habéis tenido curiosidad?- el hecho de utilizar aquel horroroso método para tener hijos no era motivo para no sentir deseo sexual, al menos Gran John no quería creer en una vida sin sexo.<<¡Esto debe ser el infierno si estoy en lo cierto!>>
-No se nos está permitido tener relaciones sexuales-los miedos eran una realidad-Estamos en constante vigilancia, de hecho hay investigaciones para manipular genéricamente y eliminar el deseo sexual de los nuevos miembros.
Aquello fue la gota que colmó la paciencia de Gran John. La locura se había apoderado de aquel sitio si era verdadero lo que Monique le estaba contando.
-¡Tenemos que salir de aquí ya!-dijo poniéndose bajando de la camilla de un salto-¿Y mis cosas?
-No lo sé, te las quitaron todas al acceder, supongo que estarán guardadas a buen recaudo. Espera aquí, te traeré algo para que te puedas vestir- Monique salió por una puerta imposible de diferenciar a simple vista, ahora Gran John ya sabía la procedencia de aquel característico sonido. Durante la ausencia de la mujer se sintió como un mono de feria, atrapado en aquel cubículo de cristal, desnudo, seguro que alguien le estaba mirando pero él no podía ver nada fuera de los cristales.
La puerta se abrió de nuevo, Monique entró con un traje apoyado en los brazos similar al que llevaba puesto.
-Es el más grande que tenemos, los habitantes de este refugio no son tan grandes como tú, espero que te sirva- dijo ofreciéndole el traje del refugio.
<< ¿Y eso no lo modificáis genéricamente?>>
El traje le estaba pequeño como era de esperar, tuvo que contener la respiración para poder entrar en él, Monique le ayudo a ajustárselo y cuando ya parecía todo en su sitio se desgarró por la zona de la tripa, dejando está parcialmente visible.
-Podría haber sido peor- bromeó- al menos puedo moverme.
Por fin pudo salir de aquella prisión de cristal, seguía a Monique por unos pasillos que le recordaban a otros búnkeres abandonados que había visitado en busca de munición o armas para el ejército. Estos pasillos mostraban un aspecto mucho mejor aunque eran idénticos en aspecto a los otros. No tardaron en toparse con habitantes de Ghenova, todos calvos, sin cejas y con la piel blanca y pálida Gran John se sentía como un gigante al lado de ellos.
-¡La amenaza exterior anda suelta!- todos se quedaban mirándole a su paso, Monique trataba de tranquilizarlos, parecían asustados.
-¿Sabes dónde se encuentra la salida?-susurro a Monique.
-Todos lo sabemos. Pero nadie dispone de los códigos para abrir la puerta- respondió sin dejar de mirar al frente.
-Si tan listos sois podréis hackear un puto código
-La puerta está custodiada por los más tontos de la tierra, darían su vida para evitar que nadie toque el ordenador.
-¡Puedo acabar con ellos!
-No digas tonterías- bufo Monique-Son los únicos que van armados aquí en Ghenova.
No iba a ser tarea fácil salir por la fuerza de aquel lugar, si pudiera recuperar sus cosas o conseguir un arma el camino sería mucho más fácil
-¿Y si no puedo convencer a tus jefes?
-¡Tienes que hacerlo, por los dos!- inconscientemente Monique gritó. A parecer levanto las sospechas entre los habitantes que se encontraban en aquella zona.
-¿Hacer el que?- preguntó uno de ellos, a Gran John le parecían todos iguales, pequeños, pálidos y calvos.
-Nada, estaba pensando en voz alta- respondió Monique con toda tranquilidad, cogió a Gran John de la mano y ambos entraron en una habitación vacía mientras la normalidad volvía a los pasillos del búnker.
-¡Tienes que hablar con el gran jefe! ¡Me lo prometiste!-gritó, esta vez sí parecía alterada y los ojos los tenia empapados en lagrimas.
-Te voy a sacar de este agujero, pero tienes que confiar en mí. No voy a dialogar con tu jefe, porque no conseguiríamos nada- al escuchar las palabras de Gran John, Monique se derrumbó en el suelo en un mar de lágrimas.
-¡Me lo prometiste!-balbuceaba una y otra vez. Gran John se sentía incomodo, no soportaba verla llorar.
-¡Deja de llorar! ¡Juntos saldremos de aquí, ya lo veras!-le dio un beso en la frente, Monique se quedo mirándole perpleja.
-¿Sabes? es la primera vez que alguien me da un beso- no podía creer que hasta ese acto lo tuvieran prohibido, pero su respuesta no tardó en llegar.
-¡Alto en nombre de la autoridad de Ghenova!- un hombre de estatura similar al resto pero vestido con un traje policial de antes de la guerra armado con una porra eléctrica, entró en la habitación dando voces-¡Habéis violado el código dos uno tres...!-el puño de Gran John interrumpió la orden de arresto. Fue un golpe seco y contundente, al retirar el puño los dientes del hombre cayeron al suelo como esquirlas de cristal, acto seguido el hombre siguió el mismo camino, inconsciente después del impacto. El pánico se apodero de todo el búnker en cuestión de segundos, las alarmas empezaron a sonar y los gritos retumbaban en las paredes de los pasillos.
-Ya no hay vuelta atrás, confía en mí- Gran John ofreció su mano a Monique para ayudarla a levantarse. Ambos salieron corriendo de aquella habitación, no sin antes llevarse la porra eléctrica del hombre vestido de policía-¿Estas son las armas que tenéis?- dijo mirando la porra con desprecio.
-Aquí dentro no nos hacen falta las armas- era la primera buena noticia desde que estaba allí dentro.
La gente huía de ellos, excepto el personal de seguridad, estos ofrecían poca resistencia a los puños de Gran John, algunos conseguían alcanzarle con las porras eléctricas, pero acostumbrado a recibir balazos durante toda su vida, las pequeñas descargas eléctricas le causaban más bien cosquillas.
-¿Donde cojones vamos?-le parecía estar dando vueltas por el mismo pasillo una y otra vez.
-No sé que es cojones, pero vamos a la salida. ¡Sígueme!- le hacía gracia que Monique no supiera el significado de aquella palabra. << ¡Cuanto te queda por aprender niña!>>
Su triunfante huida se vio interrumpida por el inconfundible sonido de su cañón Gauss, alguien les había disparado por sus espaldas sin llegar a alcanzarles.
-¡Alto!- Gran John se dio la vuelta lentamente con las manos en alto, por otra parte Monique seguía de espaldas encogida de hombros, con lágrimas en los ojos. Había tres hombres, uno de ellos armado con el cañón Gauss que Gran John llevaba antes de perder el conocimiento en la gasolinera, los otros dos estaban armados con porras eléctricas
<< ¡No puedo fallar ahora!>> con un ágil movimiento de muñeca lanzó la porra eléctrica contra el hombre que le apuntaba con el cañón Gauss, la porra dio de lleno en la frente de este. La descarga eléctrica hizo que el hombre cayera al suelo inconsciente, soltando espumarajos por la boca. Los otros dos intentaron recuperar el arma, pero Gran John fue más rápido que ellos y sus cabezas quedaron aplastadas la una contra la otra.
Había recuperado su fiel arma, ahora nadie les podría parar, aunque no disponía de casi munición.
-Vamos Monique- la mujer al parecer no había visto nada puesto que seguía llorando encogida de hombros, una vez le vio cargado con el arma la cara le cambió por completo.
-¿Como lo has hecho?-preguntó al mismo tiempo que dibujaba una tierna sonrisa en su rostro.
-Manos mágicas nena-bromeó moviendo sus rechonchos dedos grácilmente.
-¡Sígueme la salida esta al subir esas escaleras!- Monique señalaba unas escaleras metálicas al final del pasillo, estaba todo despejado, solo sonaban las alarmas, ni rastro de supervivientes.
La cima de las escaleras daba a una sala con paredes rocosas y suelo de acero similar al de todo el búnker. La puerta de acceso estaba enfrente de él con forma de engranaje perfectamente encajada en la pared, en la mitad un pequeño ordenador incrustado. La sala estaba vacía, las alarmas se oían a lo lejos, se respiraba tranquilidad.
-¿Podrás hacerlo?- preguntó a Monique señalando el ordenador.
-Vigila que no entre nadie- la mujer comenzó a pulsar las teclas del ordenador, era la primera vez que Gran John veía un ordenador en funcionamiento. Los momentos posteriores fueron eternos, solo se escuchaba el sonido de las teclas. De repente la puerta comenzó a moverse lentamente.
-¡Lo conseguimos!-el grito de Monique se escuchaba a lo lejos a causa del fuerte ruido de la puerta al moverse.
Cuando la apertura era lo suficientemente ancha para pasar corrieron a las afueras sin mirar atrás.
La luna redonda inmensa se posaba sobre el cielo estrellado de la noche a las afueras de Ghenova, Monique miraba boquiabierta todo lo que le rodeaba ante la risa alegre de Gran John.
-¡Bienvenida a mi mundo Monique!

CAPÍTULO XXII – SIN SALIDA



HUETER






No dejaba de darle vueltas. Estaba seguro de que había visto a aquella chica antes. ¿Pero dónde? podría tratarse de alguna coincidencia. Muchas eran las personas que había conocido Hueter en su larga vida, quizás se tratase de otra persona con un semblante similar, quizás un familiar.
-Cristine, recoge la máscara de necrófago y póntela de nuevo. James vamos a por el arma que nos han dejado, a ver qué podemos hacer. Jacq quédate aquí con nuestra invitada.- dando órdenes se sentía como el capitán de aquel peculiar pelotón
-¿Tienes tabaco?-le preguntó James Black, mientras se acercaban de nuevo al lugar donde habían dejado el Gatling XM-214 -¡Me muero por un cigarro!
-Jacq siempre suele llevar alguno encima.
El arma seguía en el mismo sitio donde la habían dejado. Hueter la inspeccionó detenidamente para comprobar cuál era el motivo por el que había dejado de funcionar. A siempre vista parecía estar en perfecto estado. No tardó en observar que una bala de diferente calibre a la reglamentaria del arma estaba colapsando el tambor giratorio impidiendo que este realizara su función de carga. << ¡Novatos! >>
-¡Esto es lo que pasa cuando compras munición a granel!
-¿Tiene arreglo?- preguntó James Black.
-Por supuesto. Los cabrones de los comerciantes tienen por costumbre mezclar munición antigua o de armas en desuso entre la munición que más se vende para así darle salida, ya que de otra manera no la venderían Mira esto- dijo comparando la bala extraída con la munición normal del Gatling XM-214 -¿Ves? son parecidas pero no son el mismo tipo de bala, esta es más grande- concluyó levantando la bala de mayor tamaño. Acto seguido la lanzó lejos como si de una piedra se tratase.
Una vez reparado el arma y la munición recogida Hueter se la cedió a James Black.
-¡Esto es un arma de verdad!- agradeció James- Haré lo propio y le prestare mi arma a Cristine para que no vaya desarmada
-¿Arma? querrás decir juguete- bromeó Hueter- Volvamos con el resto.
Jacq sentado en una piedra hablaba con la muchacha, esta llevaba puesta la máscara de necrófago.
-Cuídala bien- James puso en manos de Cristine su vieja escopeta.
-¡Gracias!- la voz de la muchacha sonaba distorsionada por culpa de la máscara.
-¿Tienes un cigarro Jacq?- James parecía tener mono de tabaco.
-¡Y un puro también!- bromeo Jacq, todos rieron a carcajadas a excepción de Cristine que sonreía tímidamente mostrando síntomas de vergüenza-¡Fumemos antes de pasar a la acción!
Jacq repartió un cigarro a cada uno, cuando llegó el turno de Cristine se lo negó con la mano.
-Cuéntanos niña ¿qué tipo de criaturas nos esperan ahí abajo?- Hueter tenía curiosidad, desde que la guerra se diera por finalizada había visto toda clase de abominaciones, sentía curiosidad por saber cual sería esa vez, aunque tenía una ligera idea de a que se iban a enfrentar- ¿Moradores de las Cloacas?
-¿Como lo sabes?- Cristine parecía sorprendida.
-¡Macho pareces una puta enciclopedia con patas!- interrumpió Jacq-Toma enciéndete el cigarro- Jacq le lanzó el Zippo y Hueter lo cogió al vuelo con una mano.
-También hay necrófagos- comentó Cristine.
-Los necrófagos son un mal menor, no sé si te habrás dado cuenta pero yo soy uno de ellos- no se sabía cuál era la causa para que humanos afectados por la "enfermedad" como lo llamaba Hueter, acabaran en aquel estado de locura y depresión que sufrían los necrófagos salvajes. Años y años de investigación en el Notocar sin llegar a descubrir la causa raíz
-¡Esto sabe a gloria!- dijo James Black mientras soltaba bocanadas de humo de tabaco.
-Pues disfrútalo porque ya no quedan más- protestó Jacq mostrando la pitillera vacía
La noche cayó, en el suelo, los cigarros consumidos por completo aun producían humo al consumirse la boquilla de esponja que hacía de filtro. Era un olor bastante desagradable para Hueter. Dejo caer su bota encima y los terminó de apagar.
-Caballeros, es la hora-masculló mientras movía el pie en círculos destrozando por completo las colillas.
La entrada a las alcantarillas estaba a unos metros de donde se encontraban, la tapa estaba medio abierta. Con un fuerte empujón de su mano derecha Jacq la tiró al suelo levantando una polvareda de tierra seca en el impacto, dejando abierta por completo la entrada.

-¡Las damas primero! ¡Mejor los necrófagos primero!- bromeó refiriéndose a Hueter y Cristine.
El primero en acceder fue Hueter, seguido por Cristine, Jacq y por ultimo James Black.
Estaba todo oscuro, por suerte el arma de Hueter disponía de una pequeña linterna para iluminar el camino, aunque debía ir con cuidado puesto que la luz era un buen reclamo para las amenazas que podrían encontrarse en los túneles de las alcantarillas.
El primer necrófago no tardó en aparecer, la luz era de muy poco alcance y cuando llego a iluminarse lo tenían delante de sus narices, acercándose con paso ligero con claras intenciones de atacar. Hueter apretó el gatillo de su rifle láser y la criatura desapareció en una explosión de polvo color purpura. El polvo al caer al suelo formó una pequeña montaña.
-Con la linterna encendida somos un blanco fácil-dijo Jacq de cuclillas mientras inspeccionaba la montaña de polvo.
-A oscuras será más fácil pasar desapercibidos, pero también corremos más peligro de perdernos- a Hueter no le convencía ninguna de las dos posibilidades-¿Tu qué opinas Cristine? ¿El camino es fácil?
-Yo siempre caminé hacia el norte.
-Pues caminemos hacia el sur. Jacq ponte delante conmigo.
Jacq y Hueter iban delante por aquel oscuro túnel, repleto de una sustancia resbaladiza, a unos pocos metros Cristine, James Black cerraba el pelotón, caminaba mirando hacia atrás cubriendo la retaguardia.
-¡No se ve una puta mierda!- protesto James Black.
-¡Cállate cojones! Si te escuchan los atraerás- la razón le vino a Jacq en forma de Moradores de las Cloacas. Un grupo se acercaba por la posición de James.
-¡Mierda!- gritó exaltado. James cargó el Gatling XM-214 y comenzó a disparar a discreción
-¡Aparta niña!- Hueter dio un pequeño empujón a Cristine y se puso a la altura de su compañero. Las pequeñas explosiones que producían las balas de veintidós milímetros del Gatling al ser disparadas, iluminaban intermitentemente la zona.
-¡Estos cabrones no quieren morir!- gritaba James Black mientras retrocedía poco a poco para evitar que los Moradores se acercaran demasiado.
-¡Dispárales a la cabeza!- gritó Cristine.
<<Como si fuera tan fácil>> los Moradores eran muy escurridizos, daban la sensación de estar en su hábitat natural aunque se trataran de criaturas mutantes. Pocos eran los disparos que llegaban a su objetivo, continuaron retrocediendo hasta que finalmente las criaturas perecieron.
-¡Dios mío!- gritó Jacq por detrás, parecía asustado. Al darse la vuelta
Hueter pudo comprender porque Jacq parecía asustado. Retrocediendo habían entrado sin darse cuenta en una sala llena de contenedores, el símbolo que tenían pintados en las paredes daba a entender que se trataba de residuos químicos, aunque el verdadero peligro procedía de una criatura enorme que se acercaba hacia ellos. Se arrastraba sobre sus brazos por encima de los contenedores, parecía un necrófago pero su tamaño era cinco veces mayor, su cabeza era desproporcionadamente grande y abultada. Carecía de piernas pero sus movimientos eran rápidos, en su lugar tenia montones de huevos, algunos estallaban dejando tras de sí pequeños ríos de un liquido verdoso.
-¿Y eso Hueter? ¿Has visto alguna vez alguno de estos?- gritaba Jacq al mismo tiempo que disparaba contra la criatura. La estela luminosa procedente del cañón Gauss impactó certeramente entre los ojos de la abominación. El ataque pareció enfurecer al ser que comenzó a lanzar violentos golpes con la mano abierta, uno de ellos alcanzó a Hueter que voló varios metros.
<< ¡Duele, duele mucho!>>
Se levantó aturdido por el trastazo, el ente estaba de espaldas. Tenía a tiro aquellos bultos en forma de huevo que finalizaban el cuerpo de la criatura como si alguien la hubiera cortado en dos.
-¡No me queda munición!- gritaba a lo lejos James Black. La enorme y fuerte mano de la abominación alcanzó al negro y luego a la muchacha que salieron despedidos como dos pelotas, quedando Jacq frente a frente. Hueter se sentía mareado, con esfuerzo levantó el rifle de plasma y disparó contra los huevos. El monstruo lanzó un rugido ensordecedor y se giró hacia donde estaba Hueter. De la boca le salía un mar de espuma y saliva. Se acercaba con intención de acabar con él, pero esta vez Hueter esquivó el envite tirándose al suelo.
-¡Dispárale a los huevos Jacq! ¡Por dios! ¡Dispárale a los huevos!- la abominación intentó aplastarle de un manotazo, pero Jacq tomó buena nota de las ordenes de Hueter y disparó sin contemplación. El monstruo se retorcía de dolor con el brazo levantado y la mano abierta con el propósito de acabar con Hueter que gateaba para escapar de la amenaza. Finalmente el ser dejó caer el brazo, el impacto contra el suelo hizo saltar una plancha metálica y unos  cuantos tornillos que la sujetaban.
Si no tenían ya suficientes problemas con aquel monstruo, los gritos de dolor  de este atrajeron a los necrófagos. En pocos momentos la sala se inundó, ninguno atacaba a Hueter, solo el ente de medio cuerpo y cabeza gigante que seguía lanzando ataques contra todo lo que tenia al alcance.
Había perdido de vista a Jacq, James y Cristine, solo veía necrófagos volando por los ataques que el engendro lanzaba contra él.
-Jacq ¿me oyes?-pareció escucharle a lo lejos, aunque con los gritos del ente no llegaba a entender nada con claridad-¡Poneos a cubierto! ¡Voy a utilizar uno de los explosivos magnéticos!- utilizar un explosivo de ese tipo en un sitio cerrado era como firmar su sentencia de muerte, aunque era la única posibilidad si quería salir con vida de aquel infierno. La plancha metálica estaba cerca y podría servirle como protección. No lo pensó dos veces, activó el explosivo, lanzándolo con fortuna dentro de la boca del monstruo, Hueter aprovechó la confusión del ser para coger la plancha y ponerse a cubierto. El dispositivo hizo explosión dentro del estomago de la abominación, esparciendo miles de pedazos de este por toda la sala. La cabeza intacta quedó apoyada contra uno de los contenedores. La fortuna le sonrió una vez más al colarse la bomba dentro del estomago de aquel ser, de lo contrario posiblemente ahora estuvieran todos muertos. Hueter comprobó que aun quedaban necrófagos con vida en la sala que caían abatidos por Jacq. El peligro había pasado.
-¿Que cojones era eso? ¿Que cojones era eso?- los necrófagos estaban todos abatidos, Jacq golpeaba con rabia una y otra vez la cabeza sin vida del monstruo con el cañón Gauss-¿Que cojones era eso?
James Black se levantaba tocándose la ceja, tenía una brecha que sangraba a borbotones, por el contrario Cristine seguía tendida en el suelo sin moverse.
-¿La muchacha está bien?- Hueter se interesó por su estado. Jacq dejó de golpear la enorme  cabeza y fue de inmediato donde Cristine.
-¡Respira!- dijo haciendo un movimiento de aprobación con el pulgar de su mano derecha.
Hueter se incorporó, tenía el cuerpo magullado, los músculos le dolían a cada movimiento.
-¡Habrá que cargar con ella!- Jacq cogió a la muchacha como si fuera un saco de patatas y se la cargó sobre el hombro derecho-¡Vámonos no vengan más!
Salieron de aquel sitio sin mirar la vista atrás.
-¿Alguien sabe donde está el sur ahora?- pregunto James Black que parecía aun aturdido y confuso. Llegaron a una intersección de túneles, estrechos, impregnados de sustancia resbaladiza, como la que encontraron al entrar en las alcantarillas. El túnel que daba a su izquierda estaba totalmente oscuro y el de la derecha parecía tener luz a lo lejos.
-Vayamos hacia la luz- ordeno Jacq.
-¿Seguro que puedes con ella tu solo?
-Tranquilo estoy acostumbrado a cargar con mi hermana- viendo a Cristine inconsciente a lomos de Jacq comprendió porque los dos hermanos hicieron lo que hicieron, afloró un sentimiento que él había perdido durante el paso de los años, la empatía.
Caminaron en silencio por aquel oscuro túnel que a cada paso recibía más luz procedente de lo que debía ser el final.
-¿Hola?- se escuchó a lo lejos-¡Se que estáis ahí! ¿Hola?- alguien llamaba a lo lejos-¡No deis un paso más sin decir quién sois o disparamos! ¡Estamos armados!
-¡Venimos en son de paz!-grito Hueter- ¿Sois los que escaparon del Notocar?
El silencio volvió a imperar en el túnel No obtuvo respuesta alguna.
-Son ellos, seguro- Jacq hablaba como si conociera aquella zona, puede ser que la muchacha le contara algo mientras reparaban el arma. Continuaron dirigiéndose hacia la parte iluminada, una vez llegaron se toparon con un cruce de túneles, uno de ellos bloqueado por escombros. No había ni rastro de la persona que les estaba gritando momentos antes, solo cuerpos sin vida de necrófagos tirados en el suelo y en el centro bidones de residuos radiactivos.
-¿Hay alguien aquí?- gritó Hueter esperando la respuesta de aquel desconocido.
-¡Ni se os ocurra mover un pelo!- sin darse cuenta quedaron rodeados por decenas de personas, iban armados con cualquier cosa, palos metálicos, trozos de madera, escombros, un hombre en silla de ruedas les apuntaba con un rifle viejo y oxidado, otro un hombre que parecía ser necrófago hacia lo suyo con una pistola de plasma.
-Hemos venido a...
-...es Cristine-Jacq fue interrumpido por el hombre de la silla de ruedas-¡Soltadla!
-Esta inconsciente, venimos para ayudaros a salir de aquí- las palabras de James parecían no convencer a nadie, pero el hecho de que conocieran a la muchacha confirmaba que se trataba de los fugitivos de la prisión
Varios tiros retumbaron y el caos inundó la sala, un tercer grupo se acercaba por el túnel contrario del que habían salido. Disparaban contra la gente allí presente.
-¡Es la banda de los Trajes Grises! ¡Corred nos han encontrado!- gritó un hombre adulto señalando en dirección al túnel por el cual habían llegado. La cabeza de aquel pobre desgraciado quedó atravesada por un balazo.
Hueter vio como Jacq armaba el cañón con una mano mientras sujetaba a Cristine con el hombro.
<<No hay elección>> los supervivientes a aquel tiroteo corrían en dirección al estrecho y oscuro túnel, a excepción del hombre en silla de ruedas y el necrófago desconocido, que se ponían a cubierto esperando su oportunidad para contraatacar.
Jacq disparaba sin acierto contra los atacantes que permanecían ocultos tras un montón de escombros dentro del enorme túnel
-¡No me seas chulo! ¡Pongámonos a cubierto!- antes de que pudieran salvaguardarse un misil brotó de entre los escombros en su dirección. El tiempo se ralentizó, aunque antes de que todo a su alrededor saltara por los aires, Hueter solo pudo ver como Jacq se precipitaba hacia el suelo rodeando fuertemente a la muchacha con sus brazos para protegerla.