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sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIV - UN VIAJE INESPERADO



 

ROSE


Moscas del tamaño de un dedo pulgar inundaban la plaza del pequeño pueblo. Habían pasado varios días desde que ataran a un palo de pies y manos a los dos matones de la banda de los Trajes Grises. Sus cuerpos yacían sin vida en plena descomposición, achicharrados por el sol. Los rostros de los dos desgraciados aun reflejaban el sufrimiento que habían sentido en sus carnes antes de morir. Las larvas se alimentaban de la carne muerta y centenares de moscas
revoloteaban por las cercanías de los mismos.
El hedor que desprendían los cuerpos había obligado a trasladar el mercadillo a las afueras del pueblo.
Rose esperaba como cada día sentada en uno de los bancos oxidados de la plaza contemplando su obra, esperando a que aparecieran los mercenarios que había enviado en busca de sus hijos. Pero cada día que pasaba tenía menos esperanzas de que estos trajeran de vuelta a sus pequeños. El Notocar estaba a unas horas del pueblo, motivo por el que sufrían un asedio tan constante, aunque desde que la última vez el pueblo saliera victorioso la banda de los Trajes Grises había cesado en su actividad, al menos en el pueblo de Rose.
<<Debería haber ido con ellos-pensaba-Siempre lo pienso pero nunca lo hago y la historia se repite>>.
La noche se cernía sobre el pueblo, una noche clara, de luna llena. La mayoría de habitantes recogía las tiendas del mercadillo y volvía a sus respectivos hogares, algunos con alegría por haber tenido un buen día de ventas otros no tan contentos, pero ninguno reflejaba la cara de tristeza y amargura de Rose.
-¿Continuas esperando a los últimos mercenarios que enviaste al Notocar?-dijo su vieja amiga Gala Macarra sentándose a su lado en el banco. Gala era una mujer alta entrada en carnes, su rostro amable se escondía debajo de una cicatriz que se extendía desde la ceja de su ojo izquierdo, recorría la mitad de su redonda nariz y finalizaba a escasos centímetros de sus pequeños labios. Gala nunca había contado la historia de cómo llegó aquella cicatriz a su rostro, aunque Rose tampoco se había esforzado por saberla.
-Este grupo es el noveno que envío y ninguno ha regresado-lamentaba Rose-Cada vez tengo menos esperanza de volver a ver a mis pequeños.
-¡La esperanza es lo ultimo que tienes que perder!- Gala parecía una madre riñendo a su hija -Envía otro grupo y esta vez acompáñales, si quieres yo voy contigo.
-¡Bah!-bufó Rose-Estorbar es lo único que haríamos
-O morir, pero al menos tendríamos la certeza de lo que hacen los mercenarios.
-Está bien- las palabras de Gala habían convencido a Rose. Tendría que buscar alguien de confianza para que se hiciera cargo de su pensión mientras durara su viaje. No confiaba tanto con nadie en el pueblo para realizar tal tarea, solo con Gala, pero ella no estaría dispuesta a dejarla marchar sola-¿Quien se queda al cargo de mi negocio?
-Ni se te ocurra. Yo tengo mi puesto en el mercado, no voy a dejarlo por hacerme cargo de la pensión. Creo que podrán estar cerrados unos días- Había captado su indirecta, era la reacción que se esperaba de Gala pero tenía que intentarlo.
La pensión Rose fue el primer negocio que se fundó en el pueblo, sus abuelos, luego sus padres y finalmente Rose la habían mantenido abierta desde su fundación, día y noche, no estaba por la labor de ser ella la primera en cerrar sus puertas. Tenía que confiar en alguna persona que no fuera su amiga Gala para dejarla al cargo de la pensión.
-No puedo cerrar la pensión y lo sabes Gala. ¿En quién podría confiar para que se hiciera cargo?
-¿Te preocupa más tu negocio que ir a buscar tus hijos? ¿Que más da si lo cierras unos días?
-Me da igual el dinero, es por principios-suspiró-la pensión ha estado toda su vida abierta, la dejare en manos de cualquiera que me inspire la mitad de confianza que tu.
-¿Peiton?-bromeó Gala.
-¿El borracho del pueblo? No flipes.
-Bueno la taberna del necrófago lleva cerrada desde que lo mandaste junto los otros a por tus hijos, seguro que esta sobrio. Además si le proporcionas suficiente alcohol lo tendrás clavado como un palo día y noche en la recepción de la pensión- aunque sonara a locura las palabras de Gala tenían toda la lógica del mundo. Peiton era conocido por todos como el borracho del pueblo, nadie sabía a qué se dedicaba, pero pasaba la mayor parte de su vida en la taberna de Hueter, bebiendo y jugando a las cartas. Ahora con la taberna cerrada no tendría otro sitio donde ir a emborracharse y lo más importante habría perdido su principal fuente de ingresos. No iba a ser tan tonta de proporcionarle alcohol, pero si un sueldo a cambio de trabajar en la recepción.
-Confiaremos en el, mañana iré a hablar con él para exponerle mis condiciones. A ver si tenemos suerte y encontramos mercenarios en el mercadillo.
-Siempre hay mercenarios en el mercadillo, vienen compran sus armas o hacen una última parada en el prostíbulo antes de ir a fundirse las recompensas a los casinos del Odín- Gala Macarra tenía toda la razón, era el último pueblo por aquella zona antes de llegar a los casinos. Tantas horas y tantos días metida en la posada la habían aislado de los tejemanejes del pueblo. El burdel era un antro en ruinas lleno de basura, pero también abundaban vaqueros de gatillo fácil dispuestos a todo por una buena suma de dinero.
-Me voy Gala, no hay tiempo que perder- dijo al mismo tiempo que se levantaba del banco.
-¿Donde?-preguntó Gala con el ceño fruncido, parecía extrañada por la repentina reacción de Rose.
-Al burdel, a reclutar gente para nuestra expedición.
-¿Ahora? ¿Estás loca?
-No hay tiempo que perder, tú busca a Peiton y hazle la siguiente oferta, doscientas chapas diarias por hacerse cargo de la recepción de la pensión durante mi ausencia. Dile que si no volvemos el negocio es suyo.
-¿Estás segura?- era una apuesta arriesgada, pero la muerte les podría sorprender en cualquier lugar, muerta no le importaría quien se quedara con el negocio, con esta oferta se aseguraba que Peiton aceptara y hiciera su tarea.
-Sí, hazlo. Nos vemos luego Gala- Rose se sacudió una mosca que se había posado sobre su pelo y salió con paso ligero en dirección al prostíbulo.
Era una casa de ladrillo de antes de la guerra medio derrumbada, reconstruida con todo tipo de materiales, maderas, restos de metal. A simple vista parecía una casa normal, pero según había escuchado Rose dentro mujeres y hombres de identidad oculta acataban los caprichos sexuales de sus clientes a cambio de unas cuantas chapas. Los habitantes del pueblo no frecuentaban aquel tugurio o al menos eso decían, Rose siempre pensaba que la mayoría mentía Se rumoreaba que las mujeres tenían prohibida la entrada, en tal caso debería esperar por los alrededores como una furcia mas a que algún pistolero saliera con los huevos vacíos para intentar contratarlos.
No tardó mucho en llegar, el pueblo era pequeño, siempre lo comparaban con los pueblecitos de las películas del oeste, aunque poco a poco iba creciendo tanto en población como en negocios y hogares.
La puerta estaba cerrada, pero había movimiento en el interior, se escuchaban los gritos fingidos de placer de las mujeres y risas masculinas además de una música poco convencional.

-¿Qué coño te crees que estás haciendo?-bufó un hombre viejo sentado en una vieja mecedora de madera sucia cerca de la puerta de entrada. Sujetaba una gran pistola en su mano derecha, mientras que con la izquierda empinaba una botella de Whisky, el licor se le derramaba por la espesa barba blanca al beber amorrado a la botella-¡Vete de aquí si no quieres que te pegue un tiro guarra!- Rose no conocía de nada a aquel hombre, desde luego no era del pueblo, así que decidió retirarse a esperar la salida de algún mercenario escondida entre matorrales, allá donde la borracha vista del viejo no pudiera verla.
Tenía sueño y la oscuridad de la noche no ayudaba en nada a mantenerse despierta. No salía ni entraba nadie de aquella maldita casa, solo el viejo que entraba con la botella de Whisky vacía y salía al momento con otra llena. Esta escena se repitió varias veces ante los ojos de Rose hasta que a la sexta botella el viejo se quedó dormido en la mecedora, dejando caer la botella casi llena en el suelo. Al momento un hombre alto y gordo con apariencia de joven salido del prostíbulo, no sabía si se trataba de un mercenario pero tenía toda la pinta que si, de lo que estaba segura es que era un forastero. Rose salió a toda velocidad de su escondrijo.
-¡Lo siento mujer pero hoy me voy bien servido!- fueron las palabras de aquel hombre al percatarse de la presencia de Rose.
-No vengo por eso-estaba fatigada, la carrera había sido corta pero los años y la vida sedentaria de Rose no pasaban en vano- ¿Eres mercenario?
-¿Quien lo pregunta?- respondió el hombre con el ceño fruncido.
-Mi nombre es lo de menos, lo que tienes que saber es que estoy buscando mercenarios para que me acompañen al Notocar.
-¿Y para que quieres ir al Notocar si se puede saber?- el hombre apestaba a sudor mezclado con colonia barata, con cada palabra emanaba una bocanada de un olor fuerte a Whisky bastante desagradable.
-Quiero recuperar a unos familiares que secuestro la banda de los Trajes Grises- el hombre esbozó una amplia carcajada dejando ver sus sucios dientes.
<<Pobre de aquella a la que bese. Ni por todas las chapas del pueblo lo hago yo>>
-¿Que es lo que te hace tanta gracia?-pregunto Rose enfadada.
-¿Tu quieres ir al Notocar?-el hombre vacilaba a cada pregunta-¿Quieres reunirte con tus seres queridos?-rápidamente desenfundó el arma y apuntó a Rose con ella, esta era idéntica a la del viejo-¡Chiri, Cente, Pargas salid! Tenemos una nueva putilla que llevar al Notocar- gritó hacia el prostíbulo Inmediatamente tres hombres de indumentaria similar salieron por la puerta. Rose no pudo articular ninguna palabra, entre los tres la cogieron, uno de ellos le tapó la boca con la cara otro la sujetó con los brazos y el tercero le ató algo a la cabeza para que no pudiera ver nada.
Estaba oscuro, atada por pies y manos tumbada boca abajo sobre algún animal, por el olor parecía estar a lomos de un burro de carga. Rose Se sentía una estúpida, no tendría que haber ido sola, al menos si la llevaban al Notocar como presa podría buscar allí a sus hijos y una vez los encontrara escapar.
Le dolía la tripa de los vaivenes del animal al caminar, había perdido completamente la noción del tiempo. Sus captores se gritaban unos a otros para decirse cualquier cosa. Las palabras siempre iban acompañadas de expresiones malsonantes
-¡Follémonos a la putilla!- todas las voces le parecían ser la misma voz con aquella cosa en la cabeza.
-¿No has follado ya suficiente esta noche Pargas?- la voz se correspondía con el gordo que la apuntó con la pistola.
-Yo nunca follo lo suficiente y lo sabes. Quítale los pantalones a la putilla.
-¡Hazlo tú mismo si tantas ganas tienes ni que te hubiera parido yo!-protesto. Rose notó como alguien le pellizcaba el culo.
-¡Dejarme en paz cabrones!- gritó. Rose intentaba patalear pero lo único que consiguió fue caer de los lomos del animal al suelo.
-¡La putilla se resiste! Ja...ja...ja...
<< ¡No por favor, no!>>
El sonido de sus pantalones desgarrándose y las carcajadas de aquellos malnacidos hacían presagiar lo peor. Desnuda de cintura hacia abajo empezaron a toquetear sus partes. Las lágrimas le recorrían por sus mejillas como dos pequeños ríos, se sentía impotente.
-La zorra huele bien- se escuchaba la voz del tercero.
-Chiri ya está bien. Acabemos con esto cuanto antes y continuemos- decía el hombre gordo.
-¡Quita de ahí! ¡Yo me la follo primero!- no quería oír hablar a nadie solo que aquello acabara cuanto antes. Inmediatamente notó la polla de aquel cerdo entrando y saliendo a toda velocidad.
En medio de aquel infiero Rose escuchó el filo lo que parecía ser un cuchillo cortando carne, acompañado de los gritos de sus agresores, de todos menos del cabrón que la estaba violando en aquel momento.
<< ¿Que está pasando?>>
Después de todo lo que había sufrido aquella noche estaba cansada y desorientada no sabía si era una pesadilla o aquello estaba pasando de verdad.
-¡Glanius libera a la muchacha!- aquella voz era grave, pero muy clara, nunca antes había escuchado una voz así. El filo de aquel cuchillo sonó de nuevo e  inmediatamente algo salpicó su cuerpo. El violador parecía haber desaparecido, de los gritos se pasó al silencio. Cuando por fin le quitaron el saco que llevaba atado a la cabeza comprobó que estaba manchada de sangre, sangre de sus agresores. Tenía alguien delante mirándola, dos personas, una de ellas con pies enormes.
-¿Estás bien?- preguntó uno de ellos. Rose levantó la cabeza y vio a un hombre de melena muy larga armado con un imponente sable, a este le acompañaba un supermutante con los puños manchados de sangre.

CAPÍTULO XXIII - EXTRAÑOS



GRAN JOHN






Una fuerte sensación a asfixia hizo despertarse de un sobresalto, postrado en una camilla alta y acolchada, inmovilizado por unos aros magnéticos que le retenían a su voluntad. << ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo dormido?>>
El robot que le acompañaba había desaparecido, no notaba los collarines que días antes Pececito, le había puesto en los pies para evitar su huida. Una fuerte y blanca luz iluminaba aquella sala, un cubículo de cristal trasparente, más allá de los cristales estaba todo oscuro, en la más absoluta soledad.
<< ¿Como he llegado hasta aquí?>>
Recordaba sus últimos movimientos, caminando por aquel desértico lugar, con el veneno de un escorpión gigante corriendo por sus venas y su regreso a la gasolinera abandonada.
-¿Hola?-gritó-¿Hay alguien ahí?-no obtuvo respuesta alguna.
Alguien le estaba observando desde el exterior del cristal, notaba su presencia. Momentos después un sonido similar al producido por la apertura de una lata de refresco hizo entender que alguien estaba accediendo al interior de la sala.
Observaba a Gran John en silencio, se trataba de una mujer, aunque carecía de pelo, tanto en la cabeza como en pestañas y cejas. Parecía ir vestida con un traje blanco, aunque el color podría ser fácilmente confundible con la influencia de aquella cegadora luz que incidía en sus ojos de izquierda a derecha.
-Ha faltado poco grandullón- su voz era aguda y dulce a la vez.
-¿Donde cojones estoy? ¿Que es este sitio?- preguntó Gran John, desconcertado, aquella mujer no parecía humana y tampoco recordaba haber visto un sitio así, ni siquiera en revistas desechas del antiguo mundo.
-¿Que es cojones?
-¿Me estas vacilando?- si no sabía que eran los cojones no debía ser de este planeta.
-¿Que es vacilando? no estamos familiarizados con el lenguaje vulgar del mundo exterior.
<< ¿De dónde demonios has salido?>> Las palabras de aquella extraña mujer daban a entender que había más gente en aquel lugar.
-¿Puedes liberarme de estos campos de fuerza?- quería salir de allí, los aros magnéticos apenas le dejaban mover las manos y el cuello, pero lo que más le molestaba era no poder rascarse.
-Cuando sea el momento te liberaremos-la mujer desapareció de su vista, notó unas manos frías como el hielo en su torso, Gran John contuvo la respiración-Nunca había visto un hombre con pelos en ninguna parte del cuerpo. Tú por el contrario tienes casi todo el cuerpo cubierto.
-¿Quién eres?- preguntó esta vez sin lenguaje soez con la esperanza de saber más de aquel lugar.
-¡Soy Monique!- respondió la mujer con tono alegre.
-Y dime Monique ¿qué sitio es este?
-Te encuentras en el refugio Ghenova- las manos le apretaron fuertemente la tripa-Al comienzo de la Gran Guerra unos pocos elegidos fueron puestos a salvo debajo de estas paredes de acero. Matemáticos, médicos, científicos, ingenieros... la puerta fue cerrada y nadie ha vuelto a entrar o salir.
-¿Y qué hago yo aquí?- había oído historias de refugios cerrados a cal y canto desde la guerra, pero pensaba que eran todo patrañas de viejos.
-Desde entonces la única vida aquí es el estudio de la civilización más allá de estas paredes. Tu viniste por casualidad- por su tono de voz Monique parecía triste-El Zondabot es el único con autorización para entrar o salir del búnker. Te trajo inconsciente fruto del veneno de escorpión Si no fuera por el ahora mismo serias comida para los depredadores.
-¿Quieres decir que el robot que me acompañaba me trajo aquí?
-Perdimos su señal hace unos meses, alguien desactivó su frecuencia y dejamos de controlarlo, pero anoche alguien activo su radio, suponemos que fuiste tú, eso nos ayudó a controlarlo de nuevo. Para nuestra sorpresa venia con un paquete inesperado.
-¿Y ahora qué?-Gran John agradecía que aquella gente le hubiera salvado la vida, pero no tenía intención de quedarse en aquel sitio hasta el fin de sus días
-Te obligarán a quedarte o cuando acaben de estudiarte te matarán, quien sabe. Una influencia del exterior sin duda alteraría el status quo de esta comunidad, y eso no creo que sea del agrado de los de arriba.
-Me niego en rotundo a quedarme aquí y servir de cobaya ¡Tienes que ayudarme a salir de aquí!- protesto Gran John al oír aquellas palabras.
-Ojalá pudiera. No creas que eres el único que quiere salir de aquí La vida en el refugio es muy tranquila y cómoda, pero es una vida vacía, sin amor, sin sentimientos-notaba la mejilla de aquella mujer apoyada sobre el pecho, suave como el culito de un recién nacido, las tibias lagrimas resbalaban poco a poco hasta acabar mojándole-No te imaginas lo que es no tener amor durante toda tu existencia.
Aunque Gran John había estado con muchas mujeres a lo largo de su vida, la mayoría prostitutas, pero nunca había encontrado el verdadero amor. Comprendía en gran parte lo que Monique quería decirle, no estaba seguro de que ella se refiriera a lo mismo.
-¡Libérame de esta camilla a la que me tienes preso y te ayudare a salir de aquí si eso es lo que quieres!- tenía la esperanza de convencerla, estaba harto de hablarle al techo.
-¿Hablarías con el gran jefe para que nos dejara marchar?- era muy ilusa si pensaba que Gran John podría convencer a quien fuera con sus palabras, el tenia otros métodos más drásticos. Decidió mantenerlo en secreto y mentirle para conseguir su propósito
-Ehh... sí, yo puedo hablar con él-una mentira piadosa que luego la mujer agradecería cuando viera el mundo por primera vez con sus ojos.
-Está bien, te soltaré-parecía desconfiada-Pero si me haces daño activaré la alarma y serás hombre muerto.
Inmediatamente los campos de fuerza dejaron de actuar y Gran John pudo incorporarse sobre la camilla. Estaba totalmente desnudo, se miró los brazos, las piernas, el torso... aun tenía el cerco de lágrimas de Monique sobre su pecho, pero lo que más le sorprendía es que ya no tenía ninguna herida, ninguna cicatriz... la piel parecía más tersa y elástica que cuando era un niño.
-¿Que me habéis hecho?-preguntó asombrado por el cambio en su físico
-Una reconstrucción total. Tenías muchas cicatrices producidas por heridas de bala, incluso restos de plomo en algunas zonas de tu piel. También reconstruimos gran parte de tus órganos internos, como el hígado y los pulmones. Fumabas y bebías en exceso y eso estaba pasando una gran factura a tu salud, aunque tú no te dieras cuenta-la chica era hermosa incluso cuando hablaba. Tenía la piel tan blanca y pálida como el traje que llevaba, ceñido a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase dibujaba una silueta llena de curvas que a Gran John le resultaban de lo más excitantes.
-¡Eres la criatura más hermosa que he visto jamás!
-¡Tu pene parece opinar lo mismo o le ha dado un ataque de rigor mortis!-respondió Monique dejando escapar una tímida sonrisa. En efecto la tenia dura como un bate de béisbol, la vergüenza le subió como un fuego ardiendo pero para su mala suerte no tenía nada cerca con que taparse, solo sus manos.
-Yo no me había dado cuenta que...-quiso excusarse avergonzado de la situación
-Soy un humano igual que tu. Del sexo femenino, hemos evolucionado de forma distinta. Nosotros hemos sido modificados genéticamente, creados desde hace generaciones de forma artificial.
-¿Artificial?- cada vez alucinaba más con las historias de aquella mujer.
-No hacemos el amor para procrear como hacéis vosotros, tenemos muestras de ADN almacenadas las cuales son combinadas entre sí para crear nuevos especímenes que sirvan al propósito del búnker. Todos los que vivimos aquí fuimos engendrados con el mismo método- a Gran John le parecía fascinante como había evolucionado la ciencia en aquel lugar, del mismo modo le parecía una técnica horrible con un propósito peor.
-¿Nunca habéis tenido curiosidad?- el hecho de utilizar aquel horroroso método para tener hijos no era motivo para no sentir deseo sexual, al menos Gran John no quería creer en una vida sin sexo.<<¡Esto debe ser el infierno si estoy en lo cierto!>>
-No se nos está permitido tener relaciones sexuales-los miedos eran una realidad-Estamos en constante vigilancia, de hecho hay investigaciones para manipular genéricamente y eliminar el deseo sexual de los nuevos miembros.
Aquello fue la gota que colmó la paciencia de Gran John. La locura se había apoderado de aquel sitio si era verdadero lo que Monique le estaba contando.
-¡Tenemos que salir de aquí ya!-dijo poniéndose bajando de la camilla de un salto-¿Y mis cosas?
-No lo sé, te las quitaron todas al acceder, supongo que estarán guardadas a buen recaudo. Espera aquí, te traeré algo para que te puedas vestir- Monique salió por una puerta imposible de diferenciar a simple vista, ahora Gran John ya sabía la procedencia de aquel característico sonido. Durante la ausencia de la mujer se sintió como un mono de feria, atrapado en aquel cubículo de cristal, desnudo, seguro que alguien le estaba mirando pero él no podía ver nada fuera de los cristales.
La puerta se abrió de nuevo, Monique entró con un traje apoyado en los brazos similar al que llevaba puesto.
-Es el más grande que tenemos, los habitantes de este refugio no son tan grandes como tú, espero que te sirva- dijo ofreciéndole el traje del refugio.
<< ¿Y eso no lo modificáis genéricamente?>>
El traje le estaba pequeño como era de esperar, tuvo que contener la respiración para poder entrar en él, Monique le ayudo a ajustárselo y cuando ya parecía todo en su sitio se desgarró por la zona de la tripa, dejando está parcialmente visible.
-Podría haber sido peor- bromeó- al menos puedo moverme.
Por fin pudo salir de aquella prisión de cristal, seguía a Monique por unos pasillos que le recordaban a otros búnkeres abandonados que había visitado en busca de munición o armas para el ejército. Estos pasillos mostraban un aspecto mucho mejor aunque eran idénticos en aspecto a los otros. No tardaron en toparse con habitantes de Ghenova, todos calvos, sin cejas y con la piel blanca y pálida Gran John se sentía como un gigante al lado de ellos.
-¡La amenaza exterior anda suelta!- todos se quedaban mirándole a su paso, Monique trataba de tranquilizarlos, parecían asustados.
-¿Sabes dónde se encuentra la salida?-susurro a Monique.
-Todos lo sabemos. Pero nadie dispone de los códigos para abrir la puerta- respondió sin dejar de mirar al frente.
-Si tan listos sois podréis hackear un puto código
-La puerta está custodiada por los más tontos de la tierra, darían su vida para evitar que nadie toque el ordenador.
-¡Puedo acabar con ellos!
-No digas tonterías- bufo Monique-Son los únicos que van armados aquí en Ghenova.
No iba a ser tarea fácil salir por la fuerza de aquel lugar, si pudiera recuperar sus cosas o conseguir un arma el camino sería mucho más fácil
-¿Y si no puedo convencer a tus jefes?
-¡Tienes que hacerlo, por los dos!- inconscientemente Monique gritó. A parecer levanto las sospechas entre los habitantes que se encontraban en aquella zona.
-¿Hacer el que?- preguntó uno de ellos, a Gran John le parecían todos iguales, pequeños, pálidos y calvos.
-Nada, estaba pensando en voz alta- respondió Monique con toda tranquilidad, cogió a Gran John de la mano y ambos entraron en una habitación vacía mientras la normalidad volvía a los pasillos del búnker.
-¡Tienes que hablar con el gran jefe! ¡Me lo prometiste!-gritó, esta vez sí parecía alterada y los ojos los tenia empapados en lagrimas.
-Te voy a sacar de este agujero, pero tienes que confiar en mí. No voy a dialogar con tu jefe, porque no conseguiríamos nada- al escuchar las palabras de Gran John, Monique se derrumbó en el suelo en un mar de lágrimas.
-¡Me lo prometiste!-balbuceaba una y otra vez. Gran John se sentía incomodo, no soportaba verla llorar.
-¡Deja de llorar! ¡Juntos saldremos de aquí, ya lo veras!-le dio un beso en la frente, Monique se quedo mirándole perpleja.
-¿Sabes? es la primera vez que alguien me da un beso- no podía creer que hasta ese acto lo tuvieran prohibido, pero su respuesta no tardó en llegar.
-¡Alto en nombre de la autoridad de Ghenova!- un hombre de estatura similar al resto pero vestido con un traje policial de antes de la guerra armado con una porra eléctrica, entró en la habitación dando voces-¡Habéis violado el código dos uno tres...!-el puño de Gran John interrumpió la orden de arresto. Fue un golpe seco y contundente, al retirar el puño los dientes del hombre cayeron al suelo como esquirlas de cristal, acto seguido el hombre siguió el mismo camino, inconsciente después del impacto. El pánico se apodero de todo el búnker en cuestión de segundos, las alarmas empezaron a sonar y los gritos retumbaban en las paredes de los pasillos.
-Ya no hay vuelta atrás, confía en mí- Gran John ofreció su mano a Monique para ayudarla a levantarse. Ambos salieron corriendo de aquella habitación, no sin antes llevarse la porra eléctrica del hombre vestido de policía-¿Estas son las armas que tenéis?- dijo mirando la porra con desprecio.
-Aquí dentro no nos hacen falta las armas- era la primera buena noticia desde que estaba allí dentro.
La gente huía de ellos, excepto el personal de seguridad, estos ofrecían poca resistencia a los puños de Gran John, algunos conseguían alcanzarle con las porras eléctricas, pero acostumbrado a recibir balazos durante toda su vida, las pequeñas descargas eléctricas le causaban más bien cosquillas.
-¿Donde cojones vamos?-le parecía estar dando vueltas por el mismo pasillo una y otra vez.
-No sé que es cojones, pero vamos a la salida. ¡Sígueme!- le hacía gracia que Monique no supiera el significado de aquella palabra. << ¡Cuanto te queda por aprender niña!>>
Su triunfante huida se vio interrumpida por el inconfundible sonido de su cañón Gauss, alguien les había disparado por sus espaldas sin llegar a alcanzarles.
-¡Alto!- Gran John se dio la vuelta lentamente con las manos en alto, por otra parte Monique seguía de espaldas encogida de hombros, con lágrimas en los ojos. Había tres hombres, uno de ellos armado con el cañón Gauss que Gran John llevaba antes de perder el conocimiento en la gasolinera, los otros dos estaban armados con porras eléctricas
<< ¡No puedo fallar ahora!>> con un ágil movimiento de muñeca lanzó la porra eléctrica contra el hombre que le apuntaba con el cañón Gauss, la porra dio de lleno en la frente de este. La descarga eléctrica hizo que el hombre cayera al suelo inconsciente, soltando espumarajos por la boca. Los otros dos intentaron recuperar el arma, pero Gran John fue más rápido que ellos y sus cabezas quedaron aplastadas la una contra la otra.
Había recuperado su fiel arma, ahora nadie les podría parar, aunque no disponía de casi munición.
-Vamos Monique- la mujer al parecer no había visto nada puesto que seguía llorando encogida de hombros, una vez le vio cargado con el arma la cara le cambió por completo.
-¿Como lo has hecho?-preguntó al mismo tiempo que dibujaba una tierna sonrisa en su rostro.
-Manos mágicas nena-bromeó moviendo sus rechonchos dedos grácilmente.
-¡Sígueme la salida esta al subir esas escaleras!- Monique señalaba unas escaleras metálicas al final del pasillo, estaba todo despejado, solo sonaban las alarmas, ni rastro de supervivientes.
La cima de las escaleras daba a una sala con paredes rocosas y suelo de acero similar al de todo el búnker. La puerta de acceso estaba enfrente de él con forma de engranaje perfectamente encajada en la pared, en la mitad un pequeño ordenador incrustado. La sala estaba vacía, las alarmas se oían a lo lejos, se respiraba tranquilidad.
-¿Podrás hacerlo?- preguntó a Monique señalando el ordenador.
-Vigila que no entre nadie- la mujer comenzó a pulsar las teclas del ordenador, era la primera vez que Gran John veía un ordenador en funcionamiento. Los momentos posteriores fueron eternos, solo se escuchaba el sonido de las teclas. De repente la puerta comenzó a moverse lentamente.
-¡Lo conseguimos!-el grito de Monique se escuchaba a lo lejos a causa del fuerte ruido de la puerta al moverse.
Cuando la apertura era lo suficientemente ancha para pasar corrieron a las afueras sin mirar atrás.
La luna redonda inmensa se posaba sobre el cielo estrellado de la noche a las afueras de Ghenova, Monique miraba boquiabierta todo lo que le rodeaba ante la risa alegre de Gran John.
-¡Bienvenida a mi mundo Monique!