GRAN JOHN
Bien entrada la noche, la mayoría de los soldados dormían
plácidamente en los barracones del campamento, a excepción del personal que
hacia la guardia esa noche. Gran John desde lo alto de una de las torres de
vigilancia contemplaba las estrellas, sentado en una vieja silla de metal
oxidada.
La torre era de madera, construida por soldados muchos
años atrás cuando el "ejército del pueblo libre" decidió levantar un
campamento para asegurar la zona del sur de la gran ciudad en ruinas. Había
varias construidas por todo el campamento, todas de estructura y altura
similar. Esa noche a Gran John, Glanius y Potito les habían asignado la zona de
los barracones. Una tarea tranquila, interrumpida en ocasiones por algún sonoro
ronquido de algún compañero suyo en descanso.
-Me encantan las noches- susurró Gran John mientras recorría
con la mira telescópica en alta definición de su fiel arma las proximidades del
campamento.
Con la mira telescópica podía distinguir claramente el
rostro de una persona cualquiera a una distancia de quinientos metros
aproximadamente.
Alcanzaba el otro lado del rio que había entre el
campamento y la parte poblada de la ciudad en ruinas. Observaba a lo lejos lo
que podrían ser niños jugando a perseguir una rata que parecía un toro en proporción
a los niños. Como la mayoría de niños iban sucios, con ropajes rotos. La
camiseta de alguno de ellos era tan grande que perfectamente podrían caber dos.
Muchos de los borrachos intentaban dormir la mona en cualquier rincón, pero los
gritos y el jaleo de los pequeños no les dejaba pegar ojo. Las palabras no
llegaban a oídos de Gran John pero por las gesticulaciones de los hombres podía
intuir que les estaban llamando de todo menos bonitos. La escena le provocó una
pequeña sonrisa.
Continuó la vigilancia con la mira para asegurarse que
no había ninguna amenaza nocturna en su zona. Sin querer encontró la ventana
que daba al despacho de Pececito, el jefe del "ejercito del pueblo
libre". La luz estaba encendida, Gran John acercó la mira todo lo que
pudo. La cabeza del jefe ocupaba toda la mira, nunca había disfrutado de un
blanco tan fácil, quieto, tan quieto que parecía dormido, podría acertarle de
lleno con los ojos cerrados.
<< Que gustazo me daría desintegrándote la
cabeza en estos momentos >> pensó. Tenia la secuencia en la cabeza, el
tiempo se ralentizaba, la carga de plasma salía disparada de su cañón Gauss
dejando una pequeña estela a su camino y a los pocos segundos impactaba
directamente en la cabeza de Pececito después de romper la ventana en mil pedazos,
una explosión tan blanca que cegaba dejaba un cuerpo sin cabeza, con el cuello
humeante apoyado en la silla.
- ¡Gran John, Gran John! - alguien le estaba llamando
en susurros, conocía esa voz de sobra, era su fiel compañero Glanius desde la
base de la torre -¡Deja de apuntar al jefe o nos buscaras un buen lio!
<<Algún día...>> Gran John no soportaba
las injusticias, menos aun la política que había adoptado el ejercito después
de la muerte del fundador.
Glanius subió a la torre. Era un chico alto, de
complexión normal, aunque no sabía exactamente su edad, debía estar más cerca
de los treinta años que de los cuarenta. Lo más característico era su larga
cabellera atada con una cuerdecita, que le daba forma de cola de caballo, negra
adornada con un mechón de color blanco. Llevaba debajo del brazo dos botellas
grandes de cerveza. Estarían recién sacadas del frigorífico puesto que aun
conservaban una fina capa de escarcha.
-¿Sabes que es lo que le paso al ultimo flipado que
apuntó con un arma al Pececito?- preguntó Glanius entre balbuceos. Intentaba
abrir las botellas de cerveza con los dientes, con un poco de esfuerzo
consiguió abrirlas-¿Sabes lo que es un bukake? Pues eso le hicieron entre todos
los compañeros del campamento. Y luego fue expulsado de la compañía con una
mano delante y otra detrás- Las chapas que cerraban las cervezas le dejaron una
pequeña herida en el labio inferior a causa del forcejeo.
-¡Ehhhh...es Glanius que bien se lo monta! ¡Noche
tranquila, cervecita fresquita y ahora porrito!
La tranquilidad de la noche se vio interrumpida por
gritos de horror procedentes de la ciudad. De un salto Gran John se levantó.
Observó a través de la mira telescópica del cañón como una manada de lo que
ellos denominaban centauros, se acercaba a la zona civil ante la pasividad de
los guardias que vigilaban los aledaños del campamento.
Los centauros eran criaturas que se guiaban por su único
instinto, la comida, les gustaba la carne fresca. Eran moles de carne con
rostro humano que el mayor de ellos superaría por poco el metro de altura. Carecían
de extremidades superiores. Se arrastraban con cuatro pequeñas piernas
deformes, lo que los hacia lentos. El mayor peligro emanaba de su boca, formada
por una especie de tres tentáculos que segregaban un líquido ácido verdoso
capaz de corroer el metal. Eran capaces de lanzar grandes bocanadas de líquido
ácido a una distancia considerable.
- ¡Esos bichos acabaran con la población del exterior
del campamento! ¿Nadie va a hacer nada? - la pregunta de Gran John no tuvo respuesta
alguna -¡Glanius despierta a Potito! ¡Me da igual lo que pase no pienso dejar
que la gente muera a mis ojos!
Glanius asintió con la cabeza y bajo corriendo al
cobertizo donde dormía su compañero supermutante.
Gran John observaba como los civiles que disponían de
armas las utilizaban contra las abominaciones, aunque estas no eran lo
suficientemente potentes para repelerlas y seguían ganando terreno, ya habían
cruzado la zona del rio.
Un espectáculo de luces intermitentes procedentes de
su caños Gauss empezó a abatir centuriones. Gran John observó como sus dos
amigos saltaban la muralla del campamento en socorro de los ciudadanos. Pronto
llegaron a la zona conflictiva.
Los supermutantes eran el arma perfecta contra
aquellas abominaciones, por su condición los centuriones no se veían
amenazados. Potito se dio un festín de golpes y cuellos rotos de centurión. Glanius
por su parte partía en dos con su catana los pocos que dejaba con vida su
compañero.
Gran John vio interrumpido su espectáculo de luces por
un compañero del campamento que le intentaba placar, pero con un fuerte empujón
de su brazo derecho lo tiró escaleras abajo. Una vez quiso volver a la acción
observo como estaban todos los centuriones abatidos. Los civiles gritaban de alegría,
no sabían el nombre de los héroes que les habían salvado la vida, pero todos
aclamaban a aquellos desconocidos.
El júbilo de Gran John se vio interrumpido. Estaba
rodeado por soldados armados del campamento. Todos los rifles apuntaban hacia
su persona, soldado gritó:
-¡Gran John! ¡Baja! ¡No te resistas o morirás!