CRISTINE
Soplaba una ligera y fresca ventisca que mecía los
cabellos que tapaban levemente su cara. Notaba el peso de un objeto inmóvil
sobre su cuerpo.
Paulatinamente Cristine abrió los ojos. Estaba tumbada
boca arriba en el suelo. Al frente, el cielo azul estrellado daba paso al
amanecer de un nuevo día.
Intentó incorporarse pero no lo consiguió. El hombre
del pelo largo llamado Jacq estaba tendido encima de ella dejándola con escasas
posibilidades de moverse.
Parecía inconsciente, el extraño traje que le servía
de protección estaba roto por la parte de la espalda que Cristine alcanzaba a
ver levantando levemente la cabeza.
Hizo un nuevo intento para liberarse del peso muerto
de aquel cuerpo, pero sus esfuerzos fueron en vano.
-¡Jacq!-gritó en repetidas ocasiones-¡Jacq, Jacq,
Jacq!-golpeaba las costillas de este con el puño.
-¿Poli?-respondió Jacq con voz tenue. La boca estaba
tan apretujada al su pecho que Cristine notaba las vibraciones de su voz.
-¡Soy Cristine! ¡Levanta! ¡No puedo moverme y me haces
daño con el peso de tu cuerpo!
Muy lentamente Jacq rodo sobre si mismo dejándose caer
al suelo.
Viéndose liberada de aquel peso muerto Cristine
aprovechó para ponerse en pié. Al levantarse un leve mareo le hizo tambalearse
pero finalmente pudo mantener el equilibrio.
No recordaba haber estado en aquel sitio. Una montaña
de escombros se levantaba delante de sus narices. Miró a su alrededor y no vio
más que escombros, restos de extremidades humanas y algún cadáver. Parecía
estar en medio de un agujero gigante, aquel panorama era poco esperanzador.
Observaba como las improvisadas paredes de aquel agujero precipitaban tierra
seca, que al caer al fondo creaban una pequeña nube de polvo.
-¿Que ha pasado aquí?- el fuerte golpe de aquella
enorme criatura en los túneles era lo último que recordaba. ¿Los cadáveres
pertenecerían a los otros dos hombres que la acompañaban?
-No estoy seguro, igual esto es el infierno y nos ha
tocado compartirlo-respondió Jacq incorporándose lentamente. Estaba cubierto de
arena, con el pelo enmarañado y la cara llena de rasguños.
-¿Donde está el monstruo que nos atacó?
-¡Reventado!-dijo Jacq, por el tono de su voz parecía
haber sido el causante de la muerte de aquel ser.
-¡Me dejas más tranquila!-suspiró-Pero sigo sin saber
que ha pasado aquí. ¿Utilizaste una bomba para matar al bicho y reventamos
todos?
-Algo así pero no fui yo. De eso se encargo Hueter.
Aunque el bicho fue lo único que reventó. Quedaste inconsciente después del
golpe, así que te cargue a lomos. Después de caminar por aquel túnel llegamos a
la zona de los refugiados. Al llegar fuimos sorprendidos por soldados de la
Banda de los Trajes Grises. Supongo que esto es lo que queda de aquel lugar.
-¿Y los refugiados?-preguntó Cristine al no ver rastro
alguno de supervivientes.
-Ni idea. Al lanzarnos aquel cohete solo tuve tiempo
de tirarme al suelo para cubrirnos. Del resto no recuerdo nada mas-se encogió
de hombros.
-Me salvaste la vida. Estoy en deuda contigo-en poco más
de dos días había estado a punto de morir en varias veces. Sentía la sensación
de tener un ángel de la guarda.
-No me debes nada. Podríamos haber muerto igual, solo
fue un golpe de suerte. Parece ser que mis acompañantes no tuvieron tanta
suerte como nosotros-lamentó Jacq mirando fijamente al suelo removiendo arena
con su pie derecho-¡Hay que salir de aquí!
-¿No quieres que busquemos a tus compañeros?-pregunto
Cristine al ver la pasividad de Jacq al respecto.
-¡Da igual!-aquella respuesta le extrañó-Si están
vivos sabrán arreglárselas. Solo quiero volver donde está mi hermana.
-¿Y donde es eso?-estaba dispuesta a marcharse a
cualquier lugar lejos del Notocar. Si Jacq no mentía y estaban en la zona de
los refugiados la base debía estar cerca.
-En el Odín junto a la Hermandad del Rayo-había oído
hablar de la Hermandad, pero no conocía a nadie que perteneciera a ella. Quizás
eso explicaba el traje que llevaba Jacq y su compañero el tabernero borracho
llamado Hueter. Aunque le parecía extraño que el necrófago fuera integrante de
aquella organización.
-Está bien salgamos de aquí.
No iba a ser tarea fácil escapar de aquel agujero. La
explosión había dejado la tierra suelta y trepar se hacía complicado a causa de
los desprendimientos.
Finalmente encontraron una zona por donde parecía que
alguien había trepado dejando tras de sí un rastro de gotas de sangre. Una
pared donde una viga de metal había quedado apoyada, dejando así una
improvisada escalera que ascendía hasta un poco más de la mitad de la pared.
Cristine trepaba cuidadosamente para no caer, seguida
de cerca por Jacq que no dejaba de quejarse por haber perdido el arma y tener
el traje roto.
-¡Sin armas, sin chapas, solo con un machete!- repetía
una y otra vez.
El ascenso por la viga fue sencillo, el problema vino
después. Desde donde acababa la viga había una pared de tierra de poco más de
dos metros. Sabía que si intentaban escalar por ahí la tierra cedería y el
peligro de caer y darse un buen golpe era una posibilidad más que certera.
-¿Y ahora qué?-pregunto disgustada al ver el
obstáculo.
-Ven y te aúpo- Jacq se agacho levemente y puso sus
manos con los dedos entrecruzados. Cristine subió su pie derecho y se apoyó con
la mano en el hombro-¡Arriba!-el fuerte empujón la hizo perder el equilibrio,
Jacq consiguió mantenerla para que no cayera.
-¡Me estas tocando el culo!-protesto. Jacq la tenía
suspendida en el aire como si fueran dos acróbatas, una de sus manos la
sujetaba apoyándose en sus partes traseras.
-No me jodas ¿Quieres salir de aquí o caer al agujero?
La tierra suelta dificultaba el ascenso, pero con otro
pequeño empujón logró subir a la superficie. El rastro de gotas de sangre que
había visto abajo había desaparecido por completo.
-¡Ayúdame!-grito Jacq desde los adentros de aquel
agujero. Visto desde fuera parecía un cráter.
De un ágil salto Jacq consiguió agarrarse al borde,
Cristine lo cogió de los brazos y tiró con todas sus fuerzas hacia atrás.
Pesaba demasiado y le dolían los brazos al hacer
fuerza, pero finalmente Jacq con su ayuda consiguió salir a rastras del
agujero.
-¡Ha costado pero al fin libres!-dijo orgulloso de sí
mismo como si nadie le hubiera ayudado a salir.
-¿Y ahora hacia donde nos dirigimos?
-¿Dirigimos? ¿Quieres venir conmigo o qué?-parecía
extrañarle la pregunta.
-No tengo a donde ir-Cristine solo quería escapar del
Notocar le daba igual el destino-Puedo servirte de ayuda.
-Está bien niña-dijo Jacq con un tono más alegre,
parecía gustarle la idea de ir acompañado en su regreso al Odín-Lo primero que
haremos será cazar nuestro desayuno.
-¿Con que lo vamos a cazar?-no tenían armas, y cazar
solo con un machete era arriesgado.
-¡Con esto!-respondió sacando el machete de la
funda-Las presas cazadas con esto saben mucho mejor.
La idea no le fascinaba pero era lo único que podían
hacer si no querían morir de hambre. Solo esperaba no cruzarse con ningún
escorpión gigante o alguna abominación similar, con suerte un mutajabalí para
desayunar no sería mal plato, aunque echaba de menos la carne de los moradores
de las cloacas. <<Al final será verdad y esa carne es adictiva>>
Parecía que los depredadores no tenían hambre aquella
mañana, pasaron horas caminando sin saber muy bien hacia donde se dirigían sin
que ningún animal se cruzara en su camino.
El sol cada vez tomaba más fuerza sobre sus cabezas,
Cristine notaba como se le calentaba la frente y comenzaba a sentir cierto
escozor en la piel de sus brazos.
Finalmente llegaron a un lugar donde las plantas
comenzaban a tomar un color verdoso. Era difícil ver un paisaje así por aquella
región. Un poco más adentro había un lago, al parecer de agua estancada formado
por las lluvias del invierno pasado.
-¡Agua!-gritó Cristine alegre por el descubrimiento.
Corrió hacia la orilla para echar un trago y calmarse su sed. El agua tenía un
sabor nada agradable pero no le importaba, tenía demasiada sed como para
permitirse el lujo de esperar encontrar un sitio con un agua más limpia.
-¡Cabrón tú no te me escapas!-un grito desgarrador
hizo que se estremeciera y dejara de beber. Jacq volvía con un mutajabalí pequeño
cargado sobre su hombro. Llevaba una sonrisa de oreja a oreja-Ya tenemos
desayuno. Ahora te toca a ti preparar una hoguera para asar el trofeo. Nos
vamos a poner las botas.
La carne del mutajabalí no se caracterizaba por ser un
manjar, pero la tripa de dolía horrores por el hambre y agradecía que Jacq
hubiera cazado aquella pieza, no había comido nada desde la mañana anterior
cuando Mosarreta preparó los restos del morador de las cloacas.
Buscó ramas secas entre la maleza, tenía bastante
donde elegir, aquella espesura verde que rodeaba el lago no era más que una
pequeña alfombra de algas secándose al sol.
-¡Ahí te dejo el Zippo! ¡Cuando esté encendido el
fuego avísame!- gritó Jacq a lo lejos caminando hacia el lago.
El mutajabalí yacía muerto al lado del traje y el
machete de Jacq. Cristine levantó la vista y observó como su compañero se
bañaba en el lago. El agua solo le cubría hasta la cintura. << ¡No
mires!>>, pensó, pero no podía dejar de mirar de reojo hacia el lago
mientras cuidadosamente amontonaba la leña para encender la hoguera.
Las ramas resecas hacían que el fuego chisporroteara.
Sin más trabajo que hacer se sentó a unos metros de la hoguera, el calor
apretaba y no le apetecía acabar asada como el mutajabalí.
Jacq continuaba lavándose, Cristine no pudo evitar
mirar. El agua corría por el torso desnudo de aquel hombre, tenía el pelo
mojado echado hacia atrás. No se caracterizaba por tener un cuerpo
extremadamente musculoso, pero tenía bien definidos todos sus músculos, lo que
más le gustaba a Cristine no eran sus marcados abdominales ni sus redondos
bíceps, no, hasta el momento era el único hombre que la había respetado hasta
el punto de salvarle la vida aunque él quisiera negarlo.
-¡Yo no me bañaría tan alegremente en este lago!-una
voz femenina interrumpió aquel momento de fantasía. Cristine asustada giró la
cabeza rápidamente. Una mujer esbelta de pelo largo y liso, alta, con un rostro
tan hermoso que sería la envidia de cualquier mujer y con una armadura metálica
que Cristine había reconocido fácilmente, miraba fijamente a Jacq sin hacerle
mucho caso. Parecía confiada y no era para menos puesto que iba armada con dos
pistolas Magnum del cuarenta y cuatro.
-¿Perdona?-pregunto Cristine extrañada por la
aparición de aquella mujer.
-Disculpa, no me he presentado mi nombre es
Pervert-dijo aquella mujer con tono alegre.
-Vaya eres la primera persona que no me apunta con un
arma antes de conocerme-agregó extrañada.
-Viendo el panorama que tenéis no suponéis ningún
peligro. Tú estas sentada a varios metros de la única arma que tenéis y del
otro... en fin mejor no hablamos. Además la servoarmadura rota que hay ahí-dijo
señalando el armadura de Jacq-me hace pensar que no perteneceis a ninguna banda
de bandidos, dicho lo cual sois bienvenidos-al escuchar las palabras de
Pervert, Cristine se sintió aliviada.
-Mi nombre es Cristine y aquel hombre se llama
Jacq-levantó una mano para hacer sabedor a Jacq que tenían visita. Al salir del
lago Jacq perdió todo su encanto. Llevaba puestos unos calzoncillos horrorosos,
no por la forma sino por la suciedad de estos. Parecía como si no se los
hubiera quitado en la vida.
-¡Dios casi hubiera sido mejor que se hubiera quitado
esos calzoncillos mugrientos! ¡Igual nos alegraba la vista!-Pervert bromeó,
aunque su broma iba cargada de razón. Por otra parte no era tarea fácil
encontrar ropa interior limpia o al menos que estuviera un poco decente.
Cristine hizo ademan de comprobar la suya y observó que no estaba mucho mejor
después de todo lo pasado. <<Mejor me callo un poco>>, pensó al ver
su ropa interior, aunque no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa ante
la broma de Pervert.
Jacq se acercaba con paso firme y el ceño fruncido
hacia ellas. Parecía extrañado por la presencia de la otra chica.
Una vez delante de ellas Cristine no pudo evitar
ruborizarse al tener aquel torso desnudo tan cerca de ella.
-¿Quién eres tú?- preguntó Jacq, su voz sonaba seria.
-¡Tranquilo vengo en son de paz!-quiso quitar tensión
a la situación-Soy una vecina de un pueblecito cercano a este lago. Me llamo
Pervert.
-¡Esta bien Pervert!-se rascó la entrepierna-¡Putos
calzoncillos!- Pervert no pudo contener la risa y Cristine se unió a ella-Pican
un huevo, nunca mejor dicho. Pero tengo que llevarlos puestos si quiero ponerme
la servoarmadura.
-Parece rota, ¿Que paso?-se notaba que Pervert sentía
curiosidad por saber cómo habían acabado en aquel sitio. Cristine quiso
responder pero en última instancia prefirió mantenerse callada.
-Es una larga historia. Si quieres acompáñanos en
nuestro desayuno. Llevo un día sin comer y aquí mi amiga supongo que más de lo
mismo-dijo refiriéndose a ella. Cristine asintió con la cabeza. Tenía tanta
hambre que se mareaba con solo pensarlo.
Jacq tardó poco en preparar el mutajabalí. El primer
bocado supo a gloria y el segundo y el tercero... Quizás fuera por el hambre
pero nunca había probado uno que tuviera tan buen sabor.
Jacq comía y hablaba a la misma vez, contaba la
historia de lo sucedido mientras Pervert prestaba atención en silencio.
Del mutajabalí solo quedaron los huesos.
-¿Fumáis?-preguntó la mujer ofreciendo un paquete de
tabaco abierto.
-¡Por dios si!-se notaba que Jacq tenía mono de fumar
tabaco o lo que fuera que estuviera ofreciendo la muchacha-¿Dónde está ese
famoso pueblo?
-Está cerca, en aquella dirección-dijo mientras fumaba
el cigarro, a cada palabra le salía una bocanada de humo-Hay un mecánico de
armas que puede repararte esa destartalada armadura cuando esta sobrio, aunque
te advierto que es difícil encontrarlo sobrio-dejó escapar una pequeña carcajada.
-No llevo ni una chapa encima-lamentó Jacq-Lo perdimos
todo en la explosión.
-La caza es abundante por esta zona. Trabajad conmigo
os prometo que podréis sacar un buen sueldo con la carne de los bichos que
encontremos por aquí-la idea de Pervert no parecía convencer a Jacq que dudaba
moviendo la cabeza a uno y otro lado. Cristine por el contrario estaba
dispuesta a ir donde fuera, nadie le estaba esperando en ningún sitio y nadie
la echaría de menos-Vámonos al pueblo y terminamos de hablar allí, conozco una
taberna donde ponen muy buenos licores, yo invito.
Llevaban todo el día caminando y lo que menos le
apetecía a Cristine era ponerse de nuevo a andar, por otra parte el sol estaba
en todo su apogeo y no parecía haber ninguna sombra cercana;
-Si no hay que caminar mucho...-se encogió de hombros.
-¡Anda no me seas perra! ¡Vámonos!- bromeó Jacq.
Apagaron el fuego y dejaron los restos del mutajabalí allí donde los habían
tirado después de comérselos. Emprendieron de nuevo la marcha bordeando el
lago, Pervert iba delante, le seguía Jacq que parecía que miraba mas el culo de
la muchacha que a su alrededor y al lado de Jacq, Cristine.
-¡Esperad!-Pervert paró en seco-¡Tenemos caza,
ahí!-desenfundó rápidamente sus dos Magnum. << ¿Qué es eso? >>,
Pensó Cristine atemorizada. A escasos metros una criatura de pelo blanco
parecía estar comiendo los restos de otra. Las garras de tres dedos agarraban
con fuerza el abstracto trozo de carne en que se había transformado el otro
animal o lo que fuera antes de caer en las fauces del depredador. Sus dientes
eran afilados, a cada bocado arrancaba un trozo como si de papel se tratase.
Los ojos pequeños y negros se clavaban con furia en la presa. De la espalda le
salían dos alas del mismo tamaño que el cuerpo, aunque estas en su mayor parte
estaban agujereadas.
Al darse cuenta de la presencia de Cristine y sus
compañeros el animal se giró en un gesto violento mostrando sus fauces,
emitiendo un agudo rugido. La larga cola del animal parecía un látigo
moviéndose de un lado a otro.
Sin pestañear Pervert disparó una vez con el magnum de
su mano derecha y otra con el que sujetaba con la izquierda. Con un movimiento
torpe el monstruo intentó alzar el vuelo con tanta suerte para él que ninguna
bala le alcanzó.
Avanzaba hacia ellos dando pequeños y continuados
saltos.
-¡Dispara cojones!-gritaba Jacq una y otra vez.
Pervert seguía apuntando sin hacer mucho caso a los gritos.
-No puedo desperdiciar el tiro. No me queda mucha
munición- el siguiente tiro impactó directamente en la boca de la abominación.
La bala atravesó por completo el rostro. No pareció afectarle lo mas mínimo, la
criatura seguía avanzando a paso torpe.
Un nuevo disparo procedente del Magnum de Pervert
alcanzó el torso del ser, este cayó de espaldas al suelo.
Pervert se acercó al monstruo que intentaba
levantarse, pero la constitución de su cuerpo hacia que esa tarea fuera
complicada. La mujer de los Magnum puso un pié sobre el torso del animal;
-Amiguito, vas a ser un buen abrigo- disparó por
última vez y el ser dejó de moverse.
-¿Qué era eso?-preguntó Cristine, el miedo que aun
tenia pegado al cuerpo hacia que su voz sonara temblorosa.
-Aquí lo llaman Nasaba, no sé en otros sitios como lo
llamarán-Pervert daba pequeños puntapiés al monstruo-Hemos tenido suerte, tenía
las alas rotas y no podía volar.
-¿Suerte?-el sarcasmo rebosaba en la boca de
Jacq-¡Casi me cago en los pantalones!
-Según dicen son prototipos de armas biológicas del
antiguo mundo-explicó Pervert-¿Quien me ayuda a transportar este bicho al
pueblo?
-¿Pero esto se come?-preguntó Cristine inocentemente.
-¿Estas de broma?-sonrió la muchacha-Un pedacito de
carne como la punta del dedo pequeño es suficiente para que estés una semana
cagando sin parar. Con esto se hacen abrigos para resguardarse del frio en
invierno.
Con algo de esfuerzo Jacq arrancó las alas del Nasaba,
así era mucho más fácil poderlo transportar.
Cristine no se atrevía a tocarlo, solo con pensarlo el
mutajabalí cobraba vida en su estomago dispuesto a salir corriendo por su boca.
Jacq fue el encargado de ayudar a la mujer a
transportar el Nasaba. Él lo cogió por las piernas y ella por los brazos.
La peste a perro mojado se le metía a Cristine en la
nariz hasta tal punto de notar su sabor en la garganta. Era muy desagradable.
La sangre que emanaba del cuerpo de la criatura
dibujaba un fino trazado a cada paso de sus compañeros.
Haciendo esfuerzos por no vomitar llegaron al pueblo
sin darse cuenta. Una alta muralla hecha a base de lo que parecían fuselajes de
un avión caído en combate, rodeaba aquel pueblo. A lo alto de las puertas de
acceso un hombre de barba blanca y piel morena vigilaba el tráfico entrante y
saliente.
-¡Buena caza!-carraspeó el hombre al verles llegar con
el Nasaba. Pervert saludó al vigilante levantando el pulgar en señal de agradecimiento
y dedicándole una tierna sonrisa.
La ciudad estaba edificada en el interior de un enorme
hoyo, al parecer producido por la explosión de una cabeza nuclear durante la
guerra. Allí se levantaban decenas de chabolas construidas con cualquier
material, plásticos, metal, madera, piedra... separadas por estrechos pasillos.
-¡Bienvenidos a Salatiga!-gritó Pervert una vez dentro
del pueblo. Se respiraba tranquilidad aunque el tráfico de personas por las
pequeñas calles fuera constante.
Carteles pintados a mano señalaban la dirección de
varios negocios en la zona, entre ellos el bar. <<Bar Budo>>,
señalaba uno de ellos, <<Bar Racón>> señalaba otro.
-Desde luego los dueños no se calientan mucho la
cabeza poniendo nombres a sus negocios- bromeó Cristine señalando los carteles.
-Aquí nadie se calienta la cabeza con nada-aportó
Pervert. Fueron en la dirección que señalaba el cartel <<Pieles
Ciudadela>>. Cristine no sabía de la existencia de talleres que se
dedicaran a la elaboración de prendas de vestir. Pensaba que toda la ropa era
herencia del antiguo mundo.
-¡Buenas Tito!-dijo Pervert con voz alegre al entrar
en el taller.
Tito estaba sentado detrás de una mesa de metal que
había justo al entrar al local. Aquel sitio olía incluso peor que el Nasaba,
era casi imposible respirar sin que una arcada golpeara su garganta, aunque
parecía que a Tito no le afectara lo más mínimo.
-¡Dios como apesta aquí!-Jacq le quitó las palabras de
la boca, <<Tienes toda la razón chico>>.
-Si pasaras aquí día y noche como yo, lo encontrarías
hasta agradable-bromeó Tito-Dejármelo ahí, mi sobrino esta al llegar. Él se
encargará de tratar la piel. Ya sabes cuál es el trato niña, pásate mañana y te
doy tu parte.
Pervert asintió con la cabeza y sin más palabras
salieron del taller.
Después de pasar por aquel apestoso local parecía que
fuera oliera a rosas, era un gran alivio poder respirar sin sentir arcadas,
<< ¡Que alivio!>>.
-¿Unos tragos?-preguntó Pervert encendiéndose un
cigarro.
-¡Por favor!-suplicó Jacq.
-Después del mal trago que habéis pasado os lo
merecéis-sonrió. Hasta su sonrisa era bonita, poca gente conservaba los dientes
en tan buenas condiciones como aquella mujer.
Bajaron por una empinada escalera de tablones de
madera clavados en el suelo hasta el centro del pueblo. Había una diminuta
plaza donde los niños jugaban dándole patadas a un balón de trapo. La entrada
del bar Budo daba a la plaza principal. El dueño gritaba a los niños intentando
que estos dejaran de darle balonazos a las paredes del bar.
-¡Malditos críos!-maldijo a la vez que abría la
puerta-¡Pasad jóvenes pasad!
Para Cristine todos los bares eran iguales.
Malolientes, con una atmósfera contaminada por el humo del tabaco, hombres
borrachos jugando a las cartas. Aquel sitio no era una excepción, carecía de
ventanas y aunque fuera el sol quemara las piedras, dentro parecía ser de
noche, pero el tener un poco de sombra en aquel día tan caluroso se agradecía.
-¿Que va a ser?-preguntó el dueño acercándose a la
mesa donde se sentaron.
-¡Whisky!
-¡Otro para mí!-pidieron lo mismo tanto Jacq como
Pervert. Cristine por su parte nunca había probado el alcohol, estaba indecisa,
en aquel antro no parecía que tuvieran ninguna bebida que no alcohólica.
-¿Y tu niña?-pregunto el dueño dándose cuenta de su
indecisión. << ¡Solo uno para acompañarles!>>
-Ponme otro a mí también-suspiró.
El dueño volvió al momento con una botella de Whisky
entera y tres vasos. Mirando el vaso que aquel hombre le había dejado delante,
vio un insecto trepando con sus diminutas patitas por las paredes de cristal
del vaso intentando colarse dentro. Sigilosamente Cristine lo cambió por el de
Pervert que hablaba con Jacq sin prestarle atención.
El camarero llenó hasta los bordes cada vaso, cuando
este se disponía a llevarse de nuevo la botella al mostrador Pervert lo
interrumpió;
-¡Deja la botella hombre!-el hombre la miro con el
ceño fruncido, sonrió dejando ver la carencia de dientes que tenía en su boca y
puso la botella en medio de la mesa.
Cristine acercó la nariz al vaso que desbordaba
Whisky. Tenía un olor fuerte parecido a madera húmeda.
-¡Un brindis!-grito Pervert. Levantó el vaso sin poder
evitar mojarse los dedos con el licor-¡Por una nueva amistad!
El trago le supo como un puñetazo en la garganta.
<< ¿Cómo puede gustarles tanto esta porquería? >>, Pensó. Sus
compañeros se habían bebido el vaso de un solo trago como si se tratase de
agua, en cambio ella lo tomaba a pequeños sorbos.
-¡No está mal!-dijo Jacq.
-Discrepo- protesto Cristine haciendo esfuerzos por
recuperar el aliento después de cada trago. Conforme iba bebiendo el Whisky
tomaba un sabor más suave.
-¿Están jugando a lo que yo creo?-preguntó Jacq
mirando hacia una mesa donde unos tipos con claros síntomas de embriaguez
voceaban a la vez que bebían sin control.
-Juegan al más fuerte. Apuestan a ver quien bebe
mas-por la manera en que respondió Pervert parecía sentirse molesta por la
actitud de aquellos hombres.
-¿Cuantas chapas llevas encima?-Jacq parecía
emocionado.
-Unas cien-Pervert puso encima de la mesa un saquito
de tela-esto es todo lo que llevo. No iras a...
-¡Trae eso! ¡Hoy bebemos gratis!-interrumpió cogiendo
el saquito con las chapas. Jacq se levantó y fue directamente a la mesa donde
los tipos se debatían en duelo por ver quién era el más borracho.
<<Todos los hombres son iguales>>
-¡Vamos guapa, esto promete!-dijo Pervert levantándose
a toda velocidad de su asiento. Sin saber porque Cristine lleno de nuevo su
vaso antes de levantarse.
-¿Tu quien eres?-preguntó el mas mayor de los dos
hombres sentados en la mesa. El resto estaba de pie, algunos simplemente
miraban, otros gritaban a cada trago de los contrincantes.
-¿Ya has acabado con este?-el tono desafiante de Jacq
pareció incomodar al borracho.
-¡Soy el campeón! ¡Nadie me vence!- el hedor que
desprendía el aliento de aquel hombre llegaba hasta las fosas nasales de
Cristine, << ¡Qué asco por dios!>>. El hombre miró fijamente a
Jacq-¿Eres un necrófago? ¡No, no lo eres! ¡Siéntate hijo voy a enseñarte como
hay que beber!
-¿Apuesta?-preguntó Jacq sentándose en la silla que el
oponente del viejo había dejado libre.
-¡Apuesta lo que estés dispuesto a perder
hijo!-Cristine observo que el viejo tenía en el suelo al lado de su silla un
cubo lleno de un líquido amarillento que parecía vómito.
-¿Eso es normal?-preguntó dándole un pequeño golpe en
el brazo a Pervert. Sin darse cuenta se había terminado de nuevo el vaso.
-Es el pasatiempo del pueblo-bufó- veremos qué tal se
las apaña nuestro amigo.
Jacq apostó todas las chapas y el viejo respondió con
las mismas. Una pequeña montaña de chapas había crecido en una de las esquinas
de la mesa. A juzgar por la cara de Pervert no estaba muy convencida de que
aquello hubiera sido buena idea. Se arriesgaba a perder sus chapas.
Antes de que comenzara el duelo Cristine fue a por la
botella de Whisky que yacía solitaria en la mesa donde se habían sentado al
entrar en el bar. Comenzaba a sentir cierto mareo pero todo le parecía más
divertido.
A cada trago de Jacq ella respondía con un traguito de
la botella.
-¡Mujer que te la vas a beber tu sola!-protestó Pervert
quitándole la botella de las manos para servirse otro vaso.
Parecía que Jacq había ganado la apuesta aunque
Cristine en lo único que estaba pensando era en no caerse al suelo. Le costaba
articular palabras y el mareo era cada vez más notable, así que decidió
sentarse en la silla y apoyar la cabeza en la mesa. Aquello fue un error, el
suelo se movía a sus pies, la mesa parecía estar poseída, las manos le sudaban
como nunca antes lo habían hecho. No pudo evitar vomitar en el suelo pero no le
importó, volvió a apoyar la cabeza en la mesa e intentó dormirse.
Carcajadas, música, el humo del tabaco, todo había
vuelto a ser molesto. << ¿Quien me mandaría a mi probar esto? >>
Tenía la sensación de estar volando. Inmediatamente
abrió los ojos, Jacq la llevaba en brazos. Ya no estaban en el bar, parecía que
iban de camino a casa de Pervert.
Salir de aquel tugurio sentó bien a Cristine, aun
notaba un ligero mareo pero la tormenta parecía haber pasado. No sabía si era
por los efectos de la bebida, pero visto desde aquel ángulo el aspecto de Jacq
era mucho más atractivo que de costumbre;
-¡Qué guapo eres!-dijo Cristine acariciándole los
pelos de la barba. No sabía si lo había dicho en voz alta o simplemente estaba
pensándolo, Jacq sonrió lo que le hizo suponer que la había escuchado. Nunca
había estado tan segura y a gusto en brazos de ningún hombre. Se incorporó
levemente y dio un beso a Jacq en la comisura de sus labios. << ¿Por qué
he hecho eso?>>, pensó, pero no se arrepentía en absoluto, volvería a
repetirlo pero sentía miedo por la reacción que pudiera tener Jacq. No quería
estropear aquel embriagador momento.
-¡Borracha!-bromeó Jacq que no podía dejar de reír,
aquello la tranquilizó. Una vez pudo dejar de mirar el rostro de Jacq, Cristine
vio como Pervert echaba mano de su bolsillo para posteriormente sacar una llave
con la que abrió la puerta de una de las chabolas.
-¡Dormir donde podáis tortolitos!- bromeo Pervert a la
entrada-¡Yo me voy a la cama que voy borracha!-después de aquellas palabras
desapareció por unas escaleras de metal que al parecer daban acceso a otra
planta donde debía tener su habitación o el sitio donde dormía.
-Yo duermo en el suelo tu quédate aquí en este
sofá-dijo Jacq dejándole caer sobre un viejo sofá que había en medio de la
casa.
Aquel sofá era todo menos cómodo. Estaba destartalado
y los muelles se le clavaban por todo el cuerpo, tenía un fuerte olor a sudor y
el apoyabrazos donde reposaba la cabeza de Cristine tenía unas manchas un tanto
extrañas que le producían repulsión.
No podía pegar ojo aunque ganas de dormir no le
faltaban. Levantó la cabeza y observó como Jacq dormía casi desnudo, tirado en
el suelo con los brazos en forma de cruz.
Cristine se echó al lado de Jacq, el suelo estaba frio
pero no le importaba, la noche era calurosa y parecía estar mucho más limpio
que el mugriento sofá. Apoyó su cabeza en el pecho descubierto del hombre que
la había llevado a aquel sitio en brazos, le rodeó el torso con su brazo
izquierdo y cerró los ojos.