JACQ
Los primeros rayos de sol de la mañana hicieron acto
de presencia por la ventana de la casucha de Pervert, iluminando el salón donde
Jacq había dormido casi toda la noche.
La resaca martilleaba con contundencia su cabeza y eso
que no llegó a emborracharse, al parecer el Whisky que les habían servido era
de todo menos Whisky.
<< ¡Otro chupito para desayunar y fuera
resaca!>>, trató de incorporarse, pero al abrir los ojos observo como
Cristine dormía plácidamente la mona encima de él.
<< ¿Y esto?-pensó al ver a la muchacha-¡De esto
no me acuerdo yo!>>
Quiso quitársela de encima con mucho cuidado para no
despertarla, pero antes de que pudiera moverse ella ya había abierto los ojos.
-¡Buenos días borrachuza!- vaciló Jacq.
-¡Joder que dolor de cabeza!-dijo Cristine incorporándose-¿Que
paso anoche?
-¿No te acuerdas?
-¡No!-respondió tajantemente.
-¡Follamos como salvajes aquí en el suelo!- Jacq sabía
perfectamente que había pasado la noche anterior, pero parecía que Cristine no
se acordaba de nada. La muchacha quedó petrificada al oír sus palabras, el
rostro tomaba cada vez un tono más rojizo por momentos. Jacq trataba de
contener la risa, pero finalmente no pudo más y estalló en una gran risotada.
-¡Imbécil!-Cristine lo golpeó en un brazo-¡De verdad
cuéntame que pasó!
-Te emborrachaste y tuvimos que llevarte a casa a
rastras, solo eso-Jacq recordaba las palabras de la muchacha cuando la noche
anterior cagaba con ella en brazos hacia la casa de Pervert, pero le restó
importancia al ver su nivel de embriaguez-¡Tengo hambre!
-¡Y yo!
No parecía que en aquella pocilga hubiera rastro
alguno de comida. En una de las esquinas había una vieja nevera, blanca,
abollada, como si le hubieran propinado varios golpes en un momento de ira.
Jacq se acercó para comprobar su interior, pero allí solo encontró telarañas y porquería.
-¿Pervert?-gritó Cristine repetidas veces desde la
escalera, pero nadie respondió-¿Pervert?
-¡Déjalo!-protestó Jacq- ¡Vámonos al bar!- Le rugían
las tripas, lo último que comió fue el mutajabalí que cazó en las cercanías del
lago, así que debía matar dos pájaros de un tiro, por un lado la resaca y por
el otro el hambre.
Tirados en una mesa metálica situada detrás del sofá, había
entre otras cosas, unos pantalones y una camiseta tan sucios que Jacq no quiso
imaginar a quien podrían haber pertenecido, pero era lo único con lo que podía vestirse,
no iba a permitirse el lujo de salir de la casa en calzoncillos.
Una vez vestidos abandonaron la casa en dirección al
bar. Debía ser muy temprano puesto que el sol incidía en posición casi
horizontal al pueblo.
Cristine estaba más callada que de costumbre, durante
el paseo hasta el bar no abrió la boca ni para bostezar. A decir verdad, hacía
un par de días que Jacq la había conocido, aunque la mayor parte la había
pasado encima de él. Quizás sin estar borracha fuera más tímida de lo que
aparentaba a simple vista.
Al entrar al bar volvió a hacerse de noche, parecía
como si no hubiera pasado el tiempo, la misma gente, aquel típico aroma a
tabaco, el suelo igual de pegajoso por culpa del alcohol que derramaban los
borrachos al mover sus copas al andar. Hasta Pervert se encontraba sentada en
la misma mesa. Sujetaba entre sus manos una taza metálica que al parecer
contenía café.
-¡Aquí están los tortolitos!-gritó Pervert cuando les
vio entrar- ¡Estabais tan monos durmiendo abrazaditos que no he querido
despertaros!
-¡Menos guasas!-dijo Jacq. A él no le molestaba en
absoluto, pero no sabía si Cristine se sentiría incómoda con la situación.
-¡Menudo despertar!-Pervert no paraba de sonreír-Anda siéntate
y desayuna que me traes un careto... y de las pintas mejor ni hablamos
je...je...je...
-¡Pues el careto de todos los días llevo!-vaciló Jacq.
Al tomar asiento el camarero se presentó de inmediato. Algo si había cambiado
desde la noche anterior, la persona que estaba sirviendo los desayunos era un
chaval joven con el pelo rizado y pelusilla en la barba.
-¡El menú de hoy es tortilla de huevos de a saber que!-el
tono parecía serio, como si estuviera enfadado, pero la expresión de su rostro
daba a entender todo lo contrario.
-¿No jodas que no sabes de que son los huevos?-Jacq
alucinaba por momentos.
-Los encontramos ayer mientras cazábamos saltamontes,
no sabemos de que son pero están de puta madre-respondió el camarero.
-¡Ponme un par de ellas y una cerveza!-tenía tanta
hambre que comería lo que le echaran.
-¿Y usted señorita?-preguntó al camarero refiriéndose
a Cristine que ponía cara de asco.
-¡Agua por favor!-respondió sin cambiar el gesto de su
rostro.
-¡No seas tonta y come algo, está rico, rico!-dijo
Pervert que parecía haber comido también aquellas tortillas.
-¡Esta bien!-Cristine se encogió de hombros-¡Agua y
tortilla!
-¡Marchando!-se notaba que el chaval había estado
durmiendo toda la noche o que iba puesto de alguna droga, tanta energía
matutina no era muy normal.
-¡Anda que menudos dos fichajes hice!-Pervert no
dejaba de reír, << ¿Habrá fumado algo?>>- ¡Tú!-refiriéndose a Jacq-
Hiciste lo que nadie ha conseguido nunca. Tumbar al viejo Benjamín en una
apuesta de beber. Y tú-esta vez era el turno de Cristine- ¡Parecías modosita,
pero joder como traga la niña!
-¡Tu por lo que se ve te quedaste durmiendo en
casa!-bromeó Jacq-¡Menuda energía llevas de buena mañana!
-¡Tomate uno de estos!-Pervert dio unos toquecitos con
el dedo en la taza de café-¡Mano de santo!
-¡Creo que primero me esperaré a la famosa tortilla!
El camarero sirvió rápidamente la bebida. El primer
trago de cerveza le supo amargo, pero estaba fresca y eso era de agradecer,
Jacq odiaba la cerveza caliente. Momentos después llegó el camarero con dos
platos rebosantes de comida.
-¡Las damas primero!-la primera en ser servida fue
Cristine, luego Jacq. Mas que una tortilla parecía un huevo revuelto con algún condimento
negro extraño mezclado por la masa. Parecía grasa de la sartén pero era mejor
no pensarlo, total tampoco sabían de que eran esos huevos.
La percepción de la tortilla cambió cuando Jacq dio el
primer bocado, no era precisamente un manjar, pero se dejaba comer. Cristine
cogió un puñado con los dedos, pero antes de metérselo en la boca miró a Jacq,
no parecía segura de querer comerse aquel plato, pero al ver como él disfrutaba
comiendo terminó por meterse la comida en la boca.
El resto del desayuno lo pasaron entre risas y bromas,
en el bar comenzaba a respirarse un ambiente diferente al de la noche anterior.
Los borrachos fueron abandonando el antro poco a poco hasta que solo quedaron
Jacq, el camarero y las dos chicas.
-¿Y donde dijiste que podía encontrar a ese tipo que podía
arreglarme la servoarmadura?-preguntó Jacq mientras se limpiaba la boca con la
camisa. Si no estaba lo suficientemente sucia ahora lo estaba aun más.
-¡Sera mejor que vaya yo a tratar con él!-contestó
Pervert-Al viejo Gaspar no le gustan los forasteros y en el caso de que acepte
repararla, intentará cobrar más de lo que cuesta.
-¿Y mientras que hacemos nosotros?
-A cambio hoy podríais ir de caza por mí.
-¿Con que armas?-a Jacq no le importaba ir de caza,
fue lo único que hizo día si día también en su viaje con Poli desde el este,
pero con un palo iba a ser complicado que pudiera cazar nada. Tampoco recordaba
donde había metido el machete que siempre le acompañaba.
-¡De eso me encargo yo!-respondió Pervert-¡Volvamos a
la casa!
Entre los dos pagaron la cuenta ya que Cristine no tenía
ni una chapa encima ni nada con que comerciar. Salieron del bar y se dirigieron
de nuevo a la casucha de Pervert. Al llegar subieron a la planta de arriba
donde se suponía que estaba la habitación de la mujer. Jacq no estaba
equivocado, si era su habitación, pero en ella guardaba un armario con un buen
arsenal de armas.
-¡La hostia!- Jacq alucinaba, en aquel armario había
varias decenas de armas, pistolas, metralletas, cuchillos...
-¡Esta es mi particular colección, elegid la que queráis!-alardeó
Pervert. Jacq se fijó en una en particular, anteriormente nunca había visto
semejante artilugio. Se trataba de una Láncelot de gran calibre, la cual
llevaba incorporada una sierra mecánica. Imaginaba como seria desgarrar la
carne del enemigo y saborear el sufrimiento de su víctima a manos de aquel
artefacto.
-¡Me quedo con esa!-dijo Jacq señalando el arma con el
dedo.
-¿La Elí?-preguntó Pervert-Este bicho lo modifiqué yo
un día que no pude salir a cazar. Parecía que se iba a acabar el mundo, cayó
una fuerte tromba de agua. Las casas más bajas del pueblo quedaron inundadas.
En fin-suspiró-sería una buena arma, el caso es que no tenemos munición. Pero
podrás utilizar la sierra, las células fotovoltaicas hacen que no sea necesario
cargarla. Siempre está cargada.
Pervert desencajó la Láncelot de la base que la
sujetaba, en los brazos de la chica parecía pesada, pero al dársela, Jacq
comprobó que era más ligera de lo que a simple vista aparentaba.
-¡Mola!-sonrió Jacq.
-¿Y para la niña?-preguntó Pervert refiriéndose a
Cristine. Esta parecía indecisa, miraba a un sitio y otro sin decidirse por un
arma en concreto.
-¡No se disparar!-la muchacha se encogió de
hombros-¡Creo que elegiré esta!-señaló un machete con mango de puño americano.
-¿Os vais de caza o de carnicería?-bromeó Pervert-¡Que
sádicos!-sacó el machete y cerró las dos puertas del armario-En fin, conforme salgáis
si vais hacia el este, o sea hacia la derecha del pueblo encontrareis un
cementerio en la cima de una pequeña montaña, allí crecen una especie de
libélulas tan grandes como mi pierna. Intentad no desgarrarlas mucho, la carne
es deliciosa y muy bien pagada, se compra al peso. Jacq yo me encargare de
llevarle tu traje al viejo Gaspar para que lo repare. Luego me reuniré con
vosotros. Que os divirtáis, nos vemos luego.
De camino a las afueras de Salatiga Jacq no dejaba de
pensar. A decir verdad estaba muy a gusto en aquel lugar, buena comida, bebida
abundante, tranquilidad, era cuanto podía desear un ser humano, pero su hermana
seguía lejos, sin poder saber nada de ella. Tenía unas ganas locas de salir de
allí y dirigirse de nuevo a Odín, pero necesitaba chapas y ahora solo tenía las
sobras del desayuno.
<<Si al menos supiera que mi hermana está bien
todo sería mucho más fácil>>
-¿Sabes manejar bien eso que llevas ahí
colgando?-pregunto mirando el machete que Pervert le había dejado a Cristine.
Durante unos momentos la muchacha se quedó mirándole fijamente.
-¡Con uno parecido le rajé el cuello al mandamás del
Notocar, así que ándate con cuidado!-respondió Cristine dejando escapar una
pequeña sonrisa.
-¡No jodas!-Jacq no creía una sola palabra-¿En serio?
-¡Es broma!-la muchacha de pelo negro se sonrojó.
Al cruzar las puertas de las improvisadas murallas del
pueblo fueron hacia el este, tal y conforme les había explicado Pervert
momentos anteriores.
El trajín de comerciantes era constante, en ese
momento llegaban a la entrada dos caravanas comerciales, Jacq pensó en hablar
con los mercaderes para comprar munición, siempre y cuando dispusieran de ese
tipo, pero al ver las pocas chapas que le quedaban cambió de idea, << ¡En
otro momento!>>, pensó.
El cementerio de las famosas comenzaba a divisarse a
lo alto de la montaña, aunque esta no era tan pequeña como había explicado
Pervert. Había decenas de crucecitas hechas con palos, estaba cercano a
Salatiga, por lo que supuso que se trataría del cementerio donde acababan
enterrados los habitantes de aquel lugar. No hizo falta llegar hasta la cima
para toparse con la primera presa.
-¡Mira eso!-dijo Cristine señalando en dirección a
unos matorrales resecos. Un insecto enorme, del tamaño de Elí, buscaba restos
comida entre los matojos. De alas trasparentes con dibujos de colores intensos,
el torso era negro y peludo con un pelo frondoso bastante fino. La más tímida
brisa movía cada pelo del bicho. Los ojos eran saltones de color azul turquesa,
la luz sol se reflejaba en ellos como dos espejos. Se apoyaba sobre cuatro
patas traseras y rebuscaba con las dos delanteras, estas sensiblemente más
pequeñas. Las alas guardaban una enorme cola del mismo color que los ojos. A
simple vista era una criatura hermosa como ninguna, pero si algo le había
enseñado la vida a Jacq era a desconfiar de cualquier animal mutado.
-¡Son las famosas libélulas de las que habla Pervert!
-¡Es hermosa!
-¡Tu lo eres aun más!-Jacq no sabía porque había dicho
eso, pero no le dio importancia, aunque Cristine si pareció darle, o al menos
eso decía su enrojecida cara.
La criatura al darse cuenta de su presencia levantó el
vuelo con claras intenciones de atacar. Una vez alcanzó suficiente altura
comenzó un rápido descenso hacia su posición.
A parte del gatillo para disparar, Elí disponía otro
alargado como un botón, en la zona de sujeción que activaba la sierra
eléctrica. Jacq apretó el mismo con ganas, levantó en posición vertical el arma
y paró el vuelo del animal. Al impactar contra Elí la libélula se partió en
dos, un líquido verde viscoso salpicó llegando a manchar tanto a Jacq como a la
muchacha.
La abominación había perdido todo su encanto, no solo
porque ahora se le vieran sus entrañas, lo peor era que el líquido viscoso que había
salpicado apestaba a mugre.
-¡Brutal!-gritó Jacq emocionado-¡Me encanta esta arma!
-¿Y ahora como cargamos con el insecto?-a Cristine no parecía
gustarle la idea de tener que tocar la libélula como ya había demostrado el día
anterior al no querer tocar el Nasaba.
-Habrá que buscar algún sitio donde esconder los
animales y recogerlos cuando volvamos al pueblo-explicó Jacq mientras recogía
los dos pedazos en que había quedado el animal. Merodearon por la zona en busca
de algún escondrijo donde dejar las presas, finalmente encontraron un viejo
coche abandonado en medio de la montaña. El exterior estaba totalmente oxidado,
aun conservaba la luna delantera pero el resto parecía que las hubieran
desmontado. Las ruedas al igual que los cristales brillaban por su ausencia,
pero tenía algo raro, daba la impresión de que aquel vehículo nunca había
tenido ruedas.
El maletero estaba entreabierto, Jacq intentó abrirlo,
pero el óxido y la suciedad acumulada durante años y años hacían de esta una
tarea un tanto complicada. Con la ayuda de Cristine consiguió abrirlo, la
puerta chirrió violentamente al moverse. Una vez abierto, Jacq depositó el
cadáver de la libélula y de un portazo dejó cerrado de nuevo el maletero.
-¿Continuamos?-preguntó Jacq, pero la muchacha no
respondía-¿Estás ahí?- al girar la vista observó la cara de temor de Cristine,
señalaba con la mano temblorosa. Cercano a su posición un Nasaba lanzaba
zarpazos contra lo que parecía ser un perro. El animal se defendía con
dificultad, intentaba morder el cuello de la abominación pero sin resultado
alguno. Inmediatamente Jacq corrió como un loco con la sierra eléctrica en
marcha hacia la abominación. El primer impacto dio de lleno en el cuello del
Nasaba. El perro al escuchar el desgarrador sonido del arma se alejó de la
zona, quedando en posición defensiva gruñendo y mostrando los dientes.
Jacq sujetaba con contundencia el arma que sesgaba
lentamente el cuello del Nasaba. Este, lanzaba violentos zarpazos a diestro y
siniestro acompañados de un continuo grito ensordecedor. Uno de los golpes
alcanzó el arma de Jacq lanzándola varios metros lejos de él. El impacto hizo
que Jacq perdiera el equilibrio y cayera de espaldas al suelo.
-¡Cristine ayúdame!-pero la muchacha no respondía.
Tirado en el suelo y sin armas Jacq observaba como la abominación se abalanzaba
encima suyo con la cabeza colgando de un pequeño tendón aunque parecía que a
esta no le importara lo más mínimo. La sangre corría por la apertura que la
sierra mecánica había dejado en el cuello de la criatura. Grandes gotas de
aquel líquido caían en la cara de Jacq, que veía como el Nasaba se disponía a
darle el golpe de gracia.
Cuando parecía que todo iba a acabar, el perro se
abalanzó sobre el Nasaba arrancándole de un bocado el único tendón que sujetaba
la cabeza de la criatura. Jacq rápidamente cogió a Elí y la clavó sobre el
pecho del Nasaba que se retorcía patas arriba en el suelo. Rápidamente Jacq
accionó el gatillo y la sierra mecánica desgarro el torso del Nasaba.
-¡Gracias amiguito!-Jacq jadeaba a causa del esfuerzo
realizado y por el miedo que había pasado momentos antes. El perro agachó las
orejas, sacó la lengua y comenzó a mover el rabo de un lado a otro en señal de
felicidad. Tenía el pelo marrón con una gran mancha negra en el lomo, como si
de una capa se tratase. Las orejas eran grandes, puntiagudas, siempre en
posición firme y vertical excepto cuando por voluntad propia las agachaba. El hocico
alargado de color negro, dibujaba una sonrisa amigable, pero momentos antes
frente al Nasaba esos mismos colmillos retrataban un animal feroz. Era gacho de
patas traseras, aunque aquello parecía algo natural en esa clase de perros.
Jacq sabía que en el antiguo mundo los perros tenían
asignadas unas razas en función de su aspecto, pero no tenía ni idea de cuales
eran, para él todos eran iguales.
-¿Tienes dueño?-preguntó, aunque no esperaba a que el
animal hablase. El perro se limitó a ladrar dos veces y a mover el rabo-¡Te voy
a llamar Troy!- aquel nombre pareció gustarle al animal, que movía el rabo con más
velocidad al oír su nuevo nombre- ¡Vamos Troy!
Jacq cogió por una pata el Nasaba sin cabeza y lo
arrastró hacia el coche, donde Cristine lloraba sin consuelo aun atemorizada.
-¡Perdóname!-dijo entre llantos, acurrucada en el
suelo, con las manos resguardadas entre las rodillas.
-¡No te preocupes, no ha sido para tanto!-Jacq
intentaba que la muchacha se calmara, pero sus intentos no parecían dar el
resultado deseado.
-¡Si no fuera por el perro ahora estarías muerto!-Cristine
balbuceaba con la vista perdida en el suelo.
-¡Soy un hombre de recursos!-Jacq dejó escapar una
leve sonrisa-¿Te crees que es tan fácil acabar conmigo?-al ver que la muchacha
no respondía se sentó a su lado y la rodeó con sus brazos, dándole un fuerte y cálido
abrazo. Aquel abrazo le recordó a Poli, en tantos fríos días de invierno cuando
utilizaban sus cuerpos para darse calor mutuamente, pero esta vez era diferente-¡Seca
esos ojitos, son más bonitos cuando están alegres!
La muchacha se sonrojó pero por fin pareció sonreír.
Ella levantó la vista del suelo y miró fijamente a los ojos de Jacq que
continuaba abrazándola. Lentamente y sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos,
Cristine se acercó apoyando la cabeza en su hombro. Al tenerla tan cerca Jacq
observó que los ojos de la muchacha eran preciosos, marrones oscuros, casi
negros.
No sabía muy bien cómo actuar, las únicas mujeres con
las que había estado eran fulanas que trabajaban en prostíbulos, pero ella era
diferente y no podía evitar ser atraído por aquella mirada, aunque aquella
situación lo incomodaba al ser sentimentalmente inexperto.
Finalmente se dejó llevar por la situación y la abrazó
con más fuerza sin dejar de mirarla. Cristine cerró los ojos y le dio un beso
en la boca. << ¿Y esto?-pensó desconcertado-¡Ahora no va
borracha!>>, Jacq con mano temblorosa acarició suavemente el rostro de la
muchacha que al notar el tacto de sus dedos volvió a cerrar los ojos y sonrió.
Esta si era un sonrisa sincera.
El corazón le palpitaba con tanta energía que hasta el
perro pareció darse cuenta de ello.
-¡Troy!-tumbado en el suelo el perro movió las orejas
al escuchar su nombre-Tú no has visto nada ¿vale?
Jacq cogió con fuerza a Cristine y la sentó sobre su
regazo, sujetándola firmemente por la cintura. La muchacha no dejaba de sonreír
y él se sentía cada vez mas cómodo, no podía dejar de mirarla y acariciarla,
notaba como en cada caricia se le erizaba el vello. Suavemente puso la mano en su
espalda para sujetarla mejor, Cristine no dejaba de sonreír tímidamente con los
ojos cerrados. Esta vez fue Jacq quien con sus labios cubrió los de ella.
Pasaron a ser una sola saliva y un solo sabor, el de la tortilla matutina, esta
vez sí era deliciosa, el mejor manjar que jamás había probado. Jacq la sentía
temblar contra su pecho como una luna en el agua.
-¡Auuuuuhhh!- Troy dejó escapar un aullido.