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miércoles, 16 de julio de 2014

CAPÍTULO XXX - LOCURA



ROSE



Un golpe de suerte hizo que Rose Tinmar no acabara vilmente violada o como esclava a saber dónde. Daba gracias a aquellos dos desconocidos, el monstruo verde y el hombre de pelo largo que la salvaron de los vándalos que la estaban acosando.
Le escocían sus partes a causa de las múltiples y violentas penetraciones por parte de aquel malnacido. Ahora la cabeza del violador era pasto de las moscas y demás insectos que merodeaban por el suelo. Los compañeros de este no habían corrido mejor suerte, aunque Rose no tenia ánimo ni estómago para mirar a ninguno de ellos a la cara aunque estuvieran muertos.
Por otro lado el hombre de pelo largo y su compañero buscaban entre los restos y los cadáveres haciéndose con la posesión de las pertenencias de sus agresores, cargándolo todo cuidadosamente en el burro de carga donde Rose había sido acosada. El animal estaba totalmente tranquilo como si allí no hubiera pasado nada, ajeno a todo lo que le rodeaba. De todos modos no tenia motivo alguno para preocuparse.
Volvió la cabeza para respirar un poco de aire, aunque estuviera a salvo seguía alterada. Cerró los ojos y se dejo cautivar por la fresca brisa matutina, le encantaban los amaneceres. Siempre trataba de despertar antes de que saliera el sol y salir fuera del pueblo para contemplar el amanecer en aquel paisaje desértico. Desde que la banda de los Trajes Grises secuestrara a sus hijos, estos eran los únicos momentos en los cuales se sentía en paz consigo misma.
-¡Esperad!-gritó al comprobar que se había quedado sola en medio de aquella carnicería humana. Ni el monstruo verde ni su compañero parecieron oírla y mucho menos el burro de carga. Corrió hacia ellos, cada vez estaban más lejos, no sabía dónde estaba y el miedo a quedarse sola comenzaba a invadirle el cuerpo -¡Esperad!-gritaba una y otra vez. Sus rechonchas piernas nunca se caracterizaron por ser veloces, todo lo contrario, la forma de las mismas ralentizaba su paso.
Cuando parecía que ya los había alcanzado Rose tropezó con una puntiaguda piedra que sobresalía del arenoso suelo. El golpe fue lo que hizo girarse al hombre del pelo largo mirándola fijamente. Tenía unos bonitos ojos azules aunque aquella mirada la atemorizaba.
-¿Por qué os marcháis así sin más?- preguntó Rose extrañada, sentada en el suelo mientras se frotaba la herida que el trastazo le había ocasionado en la rodilla.
-¡Aquí el guaperas que viene conmigo se empeñó en ayudarte!-volvió a darse la vuelta y se encogió de hombros-¡Ahora continuamos nuestro camino!
-¿Vuestro camino?-la respuesta del hombre terminó de desconcertarla-¿A dónde os dirigís?
-¡Lejos de este lugar! ¡Aquí ya no nos queda nada por lo que luchar!-respondió el monstruo verde. Rose nunca había visto nada igual, pero por lo que había oído hablar a los mercaderes ambulantes de su pueblo la descripción cuadraba con la de un supermutante. Le extrañaba mucho que fuera tan calmado, la gente solía comentar que eran seres agresivos y muy peligrosos, pero este lo más agresivo que tenia era su apariencia.
-¡Luchad por mi!-seguramente estaría lejos de casa, desesperada por encontrar a sus hijos vio en sus salvadores la oportunidad de al menos acercarse al Notocar.
-¿Tienes chapas?-preguntó el hombre del pelo largo levantando levemente la ceja izquierda.
-¡No!
-¿Tienes armas?-esta vez fue el supermutante quien preguntó, dándole la espalda en todo momento.
-¡Tampoco!-se encogió de hombros.

-¡Entonces no nos hagas perder el tiempo!-dijo el mutante con el ceño fruncido. Intentaron reanudar la marcha pero Rose lo impidió con otra pregunta;
-¿Queréis algo por lo que luchar?-se levantó rápidamente, la herida era solo un pequeño rasguño sin importancia-¡Acompañadme al Notocar y os daré una buena razón por la que luchar!
-¿Y para que quieres ir a ese antro de esclavitud? ¿No tuviste suficiente siendo una esclava sexual de los bandidos?-las palabras de Rose parecieron despertar interés del hombre de pelo largo y su compañero el supermutante.
-Familiares míos están presos, quiero ayudarles a escapar- los dos extraños comenzaron a reír a carcajadas, no entendía el porqué de esa reacción, pero tampoco iba a preguntar por ello, era mejor esperar a ver que respondían ellos.
-¡Perdona bonita!-suspiró el hombre de pelo largo secándose las lágrimas de los ojos-Da la casualidad que el Notocar está cerca, te acompañaremos pero no esperes que entremos contigo. No tenemos ni armas ni personal suficiente como para salir con vida de ese infierno.
Rose asintió con la cabeza. No eran las palabras que le habría gustado oír, pero era mejor que quedarse sola en aquel desierto, con suerte encontraría alguno de los mercenarios que envió tiempo atrás y obligarles a cumplir lo pactado.
-¡Vamos Glanius no hay tiempo que perder!-ordenó el supermutante.
-¿Y tú eres?-preguntó Rose dirigiéndose al monstruo verde.
-¡Todos me llaman Potito!
-Yo soy Rose, gracias de nuevo- la curiosidad le recorría todo el cuerpo, no sabía nada de aquellos desconocidos, no tenían pinta de pertenecer a ningún grupo organizado y tampoco de mercenarios aunque había visto mercenarios que aparentaban ser cualquier cosa menos lo que decían ser. Lo que más le llamaba la atención era aquel ser llamado Potito, quizás anteriormente era una persona de carne y hueso o igual había nacido siendo supermutante, quien sabe. En cualquier caso era mejor mantener la boca cerrada para no estropearlo todo.
Glanius liaba un cigarro al mismo tiempo que caminaban en la supuesta dirección del Notocar. El tabaco que utilizaba tenía un color demasiado verdoso y olía muy fuerte, quizás el olor procedía del burro de carga pero no estaba segura. Al encenderlo Glanius le dio dos caladas e inmediatamente se lo pasó a Potito. La espalda del supermutante se hinchaba como un globo a cada calada.
Nadie decía ni una sola palabra, solo fumaban y caminaban, Rose les seguía de cerca contemplando el nuevo amanecer que presentaban ante sus ojos los primeros rayos de sol de la mañana. No había dormido en toda la noche pero no le importaba, estaba demasiado tensa y nerviosa como para pensar en el cansancio. Ahora no podía rendirse.
-¿Que cojones está pasando ahí abajo?- preguntó Glanius. Habían llegado a lo alto de una pequeña colina donde se observaba un valle. Una hilera de personas desfilaba desde el interior de un edificio antiguo parecido a un almacén enorme, como si estuvieran escapando de allí.
Junto a este había dos edificios más, en estado ruinoso todos rodeados por una muralla reconstruida, con las puertas abiertas por donde las personas salían hasta llegar a otra colina cercana. Allí esperaba otro grupo de personas vestidas con atuendos bastante extraños. Todos parecían iguales, excepto el que parecía el cabecilla que llevaba un casco con un cráneo de vaca pegado a él.
-¿Dónde estamos?-preguntó extrañada por la reacción de Glanius. Algo no iba bien, lo notaba pero le daba miedo preguntar más porque algo en su interior le decía que seguramente no le gustaría la contestación.
-¡Agáchate que no nos vean!-ordenó Glanius moviendo el brazo arriba y abajo con la palma de la mano abierta.
Cuando parecía que todo el mundo estaba fuera de aquel edificio violentas explosiones lo redujeron a escombros, levantando una gran polvareda a su alrededor. Rose asustada por el estruendo se tapó los oídos y miro fijamente al suelo. Aquellos momentos fueron eternos.
Las personas a juzgar por su demacrado aspecto esclavos, caminaban en fila custodiados por aquel extraño grupo. Rose se posicionó para tener una mejor visión y comprobar si sus hijos se encontraban entre el grupo de esclavos. Había pocos niños, con mejor aspecto que los adultos pero entre ellos no estaban sus hijos. En su interior solo esperaba que aquel montón de escombros no fuera el Notocar, no lo soportaría.
-¿Que era ese edificio? ¿Dónde estamos?-estaba cada vez más nerviosa, las manos le temblaban y el corazón parecía salirse de su pecho, creía saber la respuesta, nunca había tenido más ganas de estar equivocada.
-A ver cómo te digo esto-respondió Glanius cruzándose de brazos, mirando fijamente hacia el montón de escombros.
-¡Eso es el puto Notocar! ¡Lo han arrasado!- gritó Potito-¡Ya era hora putos negreros!
-¿Como?- el pánico se apodero de Rose, no quería creer las palabras de Potito, quería estar en una pesadilla -No puede ser, no me digas que...
-...lo siento bonita-interrumpió Glanius-Mi amigo tiene tendencia a ser demasiado bruto, pero tiene razón eso es tu ansiado Notocar.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, corrían por sus mejillas hasta acabar cayendo al vacio. Muchos eran los pensamientos que le venían a la cabeza, pero ninguno esperanzador. Todos conducían a un mismo fin, lo más importante de su vida acababa de esfumarse ante sus ojos, la última gota de esperanza acababa de desaparecer como una lagrima en la lluvia. Las fuerzas le abandonaron y cayó al suelo de rodillas;
-¡Noooo!-gritaba entre sollozos-¡Nooo!
-¡Cálmate, puede ser que escaparan!-Glanius puso una mano sobre su hombro, pero Rose la apartó de un manotazo.
-¡Eran unos niños joder! ¡Unos niños pequeños!- no podía dejar de llorar, no podía dejar de maldecir a los malnacidos que se llevaron a sus hijos.
Rose quiso coger un rifle y acabar con todo el mundo pero lo único que vio fue un machete colgando de uno de los compartimentos del maletón que llevaba el burro de carga. En un arrebato de ira lo cogió sin que nadie se diera cuenta y se lo clavó repetidas veces en su propio vientre gritando; -¿Porque a ellos y no a mi?- la ira de Rose junto a la afilada hoja del machete, hacían que este atravesara sus carnes sin contemplación alguna hasta que finalmente algo la paró y no pudo extraerlo quedando clavado en su cuerpo.
-¿Pero qué has hecho loca?- escuchaba los gritos de Potito a lo lejos-¡Quítale el machete de las manos!
Las múltiples heridas sangraban como un rio desbordado tiñéndolo todo de rojo.
Las leyendas de los comerciantes del pueblo parecían ser ciertas << ¡Cuando estas muriendo toda tu vida pasa ante tus ojos como una estrella fugaz!>>
Recordaba a sus padres construyendo la pensión, la fiesta de apertura del negocio, su primera vez con aquel joven del rostro lleno de granos, el nacimiento de cada uno de sus hijos, cuando se hizo cargo del negocio de sus padres, el día en que se llevaron a sus pequeños sin que ella pudiera hacer nada...
-¡Mama!-escuchaba a lo lejos.
<< ¡Mis pequeños!-pensó al oírlos-¡Tranquilos mama os ha encontrado! ¡Ahora estaremos juntos para siempre!>>
-¡Mama, mama, mama!- tuvo la impresión de estar con sus pequeños, de sentir sus caricias, sus lagrimas...
El tiempo en aquel mundo infernal había acabado para Rose Tinmar, ahora podía reunirse con sus seres queridos allá donde estuvieran.
-¿Rose?-alguien la estaba llamando desde la lejanía-¿Rose estas ahí?-la voz sonaba más cercana por momentos. De repente abrió los ojos, Glanius la abofeteaba levemente, estaba tirada en el suelo, la cabeza le dolía horrores y tenía serias dificultades para ver con claridad a Glanius.
-¿Que ha pasado?-preguntó extrañada, creía estar muerta, miró su tripa pero no encontró rastro de ninguna herida-¿Dónde estoy?
-¡Parece que el humo del porro no te sienta bien!-bromeó Potito-¡Fumadora pasiva y se coloca más que nadie, menudo chollo!
-¡Menuda paranoia cogiste bonita!-dijo Glanius sonriendo, Rose comenzaba a sentirse molesta de tanta mofa.
Trató de ponerse en pie, poco a poco recuperaba la vista pero aun sentía un leve mareo.
-¿Donde están los esclavos?-el recuerdo del Notocar explotando ante sus ojos le parecía tan real que no sabía si era una paranoia o lo había vivido en sus carnes.
-Vimos un grupo de personas bastante numeroso dirigiéndose hacia el sur, decidimos mantenernos ocultos porque no inspiraban demasiada confianza, aunque por culpa de tus gritos casi nos descubren-protestó Glanius dando un pequeño sorbo de la cantimplora de metal que llevaba colgando de su hombro derecho.
-¿Eso es el Notocar?-preguntó señalando unos edificios en estado ruinoso cercanos a su posición.
-¡Así es! Al parecer lo han destruido las mismas personas. Aunque cuando llegamos ya estaba así- Glanius se encogió de hombros.
-¡Mis hijos!-exclamó-¡Seguro que iban en ese grupo! ¡Tenemos que seguirlos!
-¡No tienes pasta zorra!-protestó enérgicamente Potito.
-¡Tengo mucho dinero, billetes del antiguo mundo guardados en mi negocio del pueblo!- Rose aun conservaba todo el dinero que les había prometido al resto de mercenarios, como ninguno había vuelto la recompensa estaba intacta. Decidió que quien llegara primero con sus hijos, sería el que se quedaría el dinero pero Glanius y Potito nunca lo sabrían-¡Acompañadme y el dinero será vuestro!
-¿Tu qué opinas?-preguntó Glanius a su compañero supermutante, los dos parecían dudar de la palabra de Rose.
-Bueno yendo hacia el sur no nos desviamos de nuestro camino, siempre podremos abandonarla a su suerte o meterle un tiro entre ceja y ceja. Puede ser una rica cena, ya sabes colega lo que me gusta la carne fresca...je...je...je...-la malvada risa de aquel ser llamado Potito causo desconfianza en Rose, pero lo único que le quedaba era agarrarse a un clavo ardiendo. La paranoia producida por las drogas le había abierto los ojos, no disponía de mucho tiempo, la situación era insostenible y el Notocar había desaparecido, tenía una remota pista del paradero de sus hijos y no podía desperdiciarla, era el último cartucho que disponía.
-¡Esta bien pongámonos en marcha!

sábado, 3 de mayo de 2014

CAPÍTULO XXIV - UN VIAJE INESPERADO



 

ROSE


Moscas del tamaño de un dedo pulgar inundaban la plaza del pequeño pueblo. Habían pasado varios días desde que ataran a un palo de pies y manos a los dos matones de la banda de los Trajes Grises. Sus cuerpos yacían sin vida en plena descomposición, achicharrados por el sol. Los rostros de los dos desgraciados aun reflejaban el sufrimiento que habían sentido en sus carnes antes de morir. Las larvas se alimentaban de la carne muerta y centenares de moscas
revoloteaban por las cercanías de los mismos.
El hedor que desprendían los cuerpos había obligado a trasladar el mercadillo a las afueras del pueblo.
Rose esperaba como cada día sentada en uno de los bancos oxidados de la plaza contemplando su obra, esperando a que aparecieran los mercenarios que había enviado en busca de sus hijos. Pero cada día que pasaba tenía menos esperanzas de que estos trajeran de vuelta a sus pequeños. El Notocar estaba a unas horas del pueblo, motivo por el que sufrían un asedio tan constante, aunque desde que la última vez el pueblo saliera victorioso la banda de los Trajes Grises había cesado en su actividad, al menos en el pueblo de Rose.
<<Debería haber ido con ellos-pensaba-Siempre lo pienso pero nunca lo hago y la historia se repite>>.
La noche se cernía sobre el pueblo, una noche clara, de luna llena. La mayoría de habitantes recogía las tiendas del mercadillo y volvía a sus respectivos hogares, algunos con alegría por haber tenido un buen día de ventas otros no tan contentos, pero ninguno reflejaba la cara de tristeza y amargura de Rose.
-¿Continuas esperando a los últimos mercenarios que enviaste al Notocar?-dijo su vieja amiga Gala Macarra sentándose a su lado en el banco. Gala era una mujer alta entrada en carnes, su rostro amable se escondía debajo de una cicatriz que se extendía desde la ceja de su ojo izquierdo, recorría la mitad de su redonda nariz y finalizaba a escasos centímetros de sus pequeños labios. Gala nunca había contado la historia de cómo llegó aquella cicatriz a su rostro, aunque Rose tampoco se había esforzado por saberla.
-Este grupo es el noveno que envío y ninguno ha regresado-lamentaba Rose-Cada vez tengo menos esperanza de volver a ver a mis pequeños.
-¡La esperanza es lo ultimo que tienes que perder!- Gala parecía una madre riñendo a su hija -Envía otro grupo y esta vez acompáñales, si quieres yo voy contigo.
-¡Bah!-bufó Rose-Estorbar es lo único que haríamos
-O morir, pero al menos tendríamos la certeza de lo que hacen los mercenarios.
-Está bien- las palabras de Gala habían convencido a Rose. Tendría que buscar alguien de confianza para que se hiciera cargo de su pensión mientras durara su viaje. No confiaba tanto con nadie en el pueblo para realizar tal tarea, solo con Gala, pero ella no estaría dispuesta a dejarla marchar sola-¿Quien se queda al cargo de mi negocio?
-Ni se te ocurra. Yo tengo mi puesto en el mercado, no voy a dejarlo por hacerme cargo de la pensión. Creo que podrán estar cerrados unos días- Había captado su indirecta, era la reacción que se esperaba de Gala pero tenía que intentarlo.
La pensión Rose fue el primer negocio que se fundó en el pueblo, sus abuelos, luego sus padres y finalmente Rose la habían mantenido abierta desde su fundación, día y noche, no estaba por la labor de ser ella la primera en cerrar sus puertas. Tenía que confiar en alguna persona que no fuera su amiga Gala para dejarla al cargo de la pensión.
-No puedo cerrar la pensión y lo sabes Gala. ¿En quién podría confiar para que se hiciera cargo?
-¿Te preocupa más tu negocio que ir a buscar tus hijos? ¿Que más da si lo cierras unos días?
-Me da igual el dinero, es por principios-suspiró-la pensión ha estado toda su vida abierta, la dejare en manos de cualquiera que me inspire la mitad de confianza que tu.
-¿Peiton?-bromeó Gala.
-¿El borracho del pueblo? No flipes.
-Bueno la taberna del necrófago lleva cerrada desde que lo mandaste junto los otros a por tus hijos, seguro que esta sobrio. Además si le proporcionas suficiente alcohol lo tendrás clavado como un palo día y noche en la recepción de la pensión- aunque sonara a locura las palabras de Gala tenían toda la lógica del mundo. Peiton era conocido por todos como el borracho del pueblo, nadie sabía a qué se dedicaba, pero pasaba la mayor parte de su vida en la taberna de Hueter, bebiendo y jugando a las cartas. Ahora con la taberna cerrada no tendría otro sitio donde ir a emborracharse y lo más importante habría perdido su principal fuente de ingresos. No iba a ser tan tonta de proporcionarle alcohol, pero si un sueldo a cambio de trabajar en la recepción.
-Confiaremos en el, mañana iré a hablar con él para exponerle mis condiciones. A ver si tenemos suerte y encontramos mercenarios en el mercadillo.
-Siempre hay mercenarios en el mercadillo, vienen compran sus armas o hacen una última parada en el prostíbulo antes de ir a fundirse las recompensas a los casinos del Odín- Gala Macarra tenía toda la razón, era el último pueblo por aquella zona antes de llegar a los casinos. Tantas horas y tantos días metida en la posada la habían aislado de los tejemanejes del pueblo. El burdel era un antro en ruinas lleno de basura, pero también abundaban vaqueros de gatillo fácil dispuestos a todo por una buena suma de dinero.
-Me voy Gala, no hay tiempo que perder- dijo al mismo tiempo que se levantaba del banco.
-¿Donde?-preguntó Gala con el ceño fruncido, parecía extrañada por la repentina reacción de Rose.
-Al burdel, a reclutar gente para nuestra expedición.
-¿Ahora? ¿Estás loca?
-No hay tiempo que perder, tú busca a Peiton y hazle la siguiente oferta, doscientas chapas diarias por hacerse cargo de la recepción de la pensión durante mi ausencia. Dile que si no volvemos el negocio es suyo.
-¿Estás segura?- era una apuesta arriesgada, pero la muerte les podría sorprender en cualquier lugar, muerta no le importaría quien se quedara con el negocio, con esta oferta se aseguraba que Peiton aceptara y hiciera su tarea.
-Sí, hazlo. Nos vemos luego Gala- Rose se sacudió una mosca que se había posado sobre su pelo y salió con paso ligero en dirección al prostíbulo.
Era una casa de ladrillo de antes de la guerra medio derrumbada, reconstruida con todo tipo de materiales, maderas, restos de metal. A simple vista parecía una casa normal, pero según había escuchado Rose dentro mujeres y hombres de identidad oculta acataban los caprichos sexuales de sus clientes a cambio de unas cuantas chapas. Los habitantes del pueblo no frecuentaban aquel tugurio o al menos eso decían, Rose siempre pensaba que la mayoría mentía Se rumoreaba que las mujeres tenían prohibida la entrada, en tal caso debería esperar por los alrededores como una furcia mas a que algún pistolero saliera con los huevos vacíos para intentar contratarlos.
No tardó mucho en llegar, el pueblo era pequeño, siempre lo comparaban con los pueblecitos de las películas del oeste, aunque poco a poco iba creciendo tanto en población como en negocios y hogares.
La puerta estaba cerrada, pero había movimiento en el interior, se escuchaban los gritos fingidos de placer de las mujeres y risas masculinas además de una música poco convencional.

-¿Qué coño te crees que estás haciendo?-bufó un hombre viejo sentado en una vieja mecedora de madera sucia cerca de la puerta de entrada. Sujetaba una gran pistola en su mano derecha, mientras que con la izquierda empinaba una botella de Whisky, el licor se le derramaba por la espesa barba blanca al beber amorrado a la botella-¡Vete de aquí si no quieres que te pegue un tiro guarra!- Rose no conocía de nada a aquel hombre, desde luego no era del pueblo, así que decidió retirarse a esperar la salida de algún mercenario escondida entre matorrales, allá donde la borracha vista del viejo no pudiera verla.
Tenía sueño y la oscuridad de la noche no ayudaba en nada a mantenerse despierta. No salía ni entraba nadie de aquella maldita casa, solo el viejo que entraba con la botella de Whisky vacía y salía al momento con otra llena. Esta escena se repitió varias veces ante los ojos de Rose hasta que a la sexta botella el viejo se quedó dormido en la mecedora, dejando caer la botella casi llena en el suelo. Al momento un hombre alto y gordo con apariencia de joven salido del prostíbulo, no sabía si se trataba de un mercenario pero tenía toda la pinta que si, de lo que estaba segura es que era un forastero. Rose salió a toda velocidad de su escondrijo.
-¡Lo siento mujer pero hoy me voy bien servido!- fueron las palabras de aquel hombre al percatarse de la presencia de Rose.
-No vengo por eso-estaba fatigada, la carrera había sido corta pero los años y la vida sedentaria de Rose no pasaban en vano- ¿Eres mercenario?
-¿Quien lo pregunta?- respondió el hombre con el ceño fruncido.
-Mi nombre es lo de menos, lo que tienes que saber es que estoy buscando mercenarios para que me acompañen al Notocar.
-¿Y para que quieres ir al Notocar si se puede saber?- el hombre apestaba a sudor mezclado con colonia barata, con cada palabra emanaba una bocanada de un olor fuerte a Whisky bastante desagradable.
-Quiero recuperar a unos familiares que secuestro la banda de los Trajes Grises- el hombre esbozó una amplia carcajada dejando ver sus sucios dientes.
<<Pobre de aquella a la que bese. Ni por todas las chapas del pueblo lo hago yo>>
-¿Que es lo que te hace tanta gracia?-pregunto Rose enfadada.
-¿Tu quieres ir al Notocar?-el hombre vacilaba a cada pregunta-¿Quieres reunirte con tus seres queridos?-rápidamente desenfundó el arma y apuntó a Rose con ella, esta era idéntica a la del viejo-¡Chiri, Cente, Pargas salid! Tenemos una nueva putilla que llevar al Notocar- gritó hacia el prostíbulo Inmediatamente tres hombres de indumentaria similar salieron por la puerta. Rose no pudo articular ninguna palabra, entre los tres la cogieron, uno de ellos le tapó la boca con la cara otro la sujetó con los brazos y el tercero le ató algo a la cabeza para que no pudiera ver nada.
Estaba oscuro, atada por pies y manos tumbada boca abajo sobre algún animal, por el olor parecía estar a lomos de un burro de carga. Rose Se sentía una estúpida, no tendría que haber ido sola, al menos si la llevaban al Notocar como presa podría buscar allí a sus hijos y una vez los encontrara escapar.
Le dolía la tripa de los vaivenes del animal al caminar, había perdido completamente la noción del tiempo. Sus captores se gritaban unos a otros para decirse cualquier cosa. Las palabras siempre iban acompañadas de expresiones malsonantes
-¡Follémonos a la putilla!- todas las voces le parecían ser la misma voz con aquella cosa en la cabeza.
-¿No has follado ya suficiente esta noche Pargas?- la voz se correspondía con el gordo que la apuntó con la pistola.
-Yo nunca follo lo suficiente y lo sabes. Quítale los pantalones a la putilla.
-¡Hazlo tú mismo si tantas ganas tienes ni que te hubiera parido yo!-protesto. Rose notó como alguien le pellizcaba el culo.
-¡Dejarme en paz cabrones!- gritó. Rose intentaba patalear pero lo único que consiguió fue caer de los lomos del animal al suelo.
-¡La putilla se resiste! Ja...ja...ja...
<< ¡No por favor, no!>>
El sonido de sus pantalones desgarrándose y las carcajadas de aquellos malnacidos hacían presagiar lo peor. Desnuda de cintura hacia abajo empezaron a toquetear sus partes. Las lágrimas le recorrían por sus mejillas como dos pequeños ríos, se sentía impotente.
-La zorra huele bien- se escuchaba la voz del tercero.
-Chiri ya está bien. Acabemos con esto cuanto antes y continuemos- decía el hombre gordo.
-¡Quita de ahí! ¡Yo me la follo primero!- no quería oír hablar a nadie solo que aquello acabara cuanto antes. Inmediatamente notó la polla de aquel cerdo entrando y saliendo a toda velocidad.
En medio de aquel infiero Rose escuchó el filo lo que parecía ser un cuchillo cortando carne, acompañado de los gritos de sus agresores, de todos menos del cabrón que la estaba violando en aquel momento.
<< ¿Que está pasando?>>
Después de todo lo que había sufrido aquella noche estaba cansada y desorientada no sabía si era una pesadilla o aquello estaba pasando de verdad.
-¡Glanius libera a la muchacha!- aquella voz era grave, pero muy clara, nunca antes había escuchado una voz así. El filo de aquel cuchillo sonó de nuevo e  inmediatamente algo salpicó su cuerpo. El violador parecía haber desaparecido, de los gritos se pasó al silencio. Cuando por fin le quitaron el saco que llevaba atado a la cabeza comprobó que estaba manchada de sangre, sangre de sus agresores. Tenía alguien delante mirándola, dos personas, una de ellas con pies enormes.
-¿Estás bien?- preguntó uno de ellos. Rose levantó la cabeza y vio a un hombre de melena muy larga armado con un imponente sable, a este le acompañaba un supermutante con los puños manchados de sangre.