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jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXVIII - ÉXODO



PERVERT



Como de costumbre, la arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su casucha.
Al llegar comprobó que la puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió. Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto << ¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq? ¿Cristine?
Mirando más detenidamente Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha, observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para seguir su camino.
No tuvo en cuenta los obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de ella.
-¡Ven conmigo!-gritó Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de energía!
Yelou se quedó pálida y eso que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo, administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera perdido una cantidad importante.

Una vez Yelou terminó de preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta, aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou, Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada. Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba, al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de agradecer.
Abrió la botella y de un trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más tranquila.
Con una cerilla encendió el cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso, Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta, abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla, utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder. El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>, de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en mil pedazos.
El soldado que sujetaba la parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.      
De un golpe abrió la puerta de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder! ¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse firme.
-¡Sus constantes vitales alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a caminar.
Elí estaba encima de la mesa del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?- preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en disparar!
Yelou asintió con la cabeza. Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>> Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq. El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su persona.   
-¿Que tenemos aquí?-pregunto uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?- preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió. <<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los estuviera controlando.
A la otra parte de la muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería un adiós si no un hasta luego.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXVI - ENCAPUCHADO



MOSARRETA



Poder caminar otra vez era lo mejor que le había podido pasar en la vida. Desde entonces pasaba los días andando de un lado a otro del campamento de la Orden de San Juan de Dios. De vez en cuando se permitía el lujo de echar una pequeña carrera, pero el dolor que sentía en las articulaciones era tal, que aquello se convertía en un infierno. Conforme pasaban los días el mal era menor, sentía como si se le metieran un millar de astillas en cada articulación al moverse, pero el sufrimiento no era nada en comparación a la independencia que aquellos pobres desgraciados le habían otorgado sin motivo alguno.
-¡Ya no caminas como un robot!-bromeó Hueter, uno de los necrófagos que le ayudó a sobrevivir.
-¿Y tú? ¿Qué haces aun aquí?- días atrás Hueter comentó que iba a regresar a Mostonia, su pueblo, para poner de nuevo en marcha su negocio, el cual había dejado apartado por un motivo que no quiso contar. Escribía algo sobre un cuaderno con hojas sucias y amarillentas, pero Mosarreta no le dio mayor importancia. Tampoco tenía especial interés por los quehaceres de la gente en aquel deprimente sitio. La mayoría de los refugiados agonizaban en camas improvisadas a la intemperie. Los que más suerte habían tenido lo hacían dentro de unas tiendas de campaña, hechas con tela vieja y palos de madera y metal. Las personas que conseguían sobrevivir solían desaparecer de manera muy extraña, pero nada de eso le interesaba. Mosarreta solo tenía ojos para sus nuevas piernas y el extraño brazo robótico que Neil y el doctor le habían implantado.
-¡Me tome unas vacaciones!- en el campamento había poco alcohol, pero las reservas se las estaba terminado aquel necrófago borracho que no soltaba la botella ni para dormir- Aquí ya no me queda nada, en verdad no me queda nada en ningún sitio- se encogió de hombros- En fin hoy mismo marcho para Mostonia, espero que ningún malnacido halla perpetrado mi bar.
-¡Suerte amigo!- Mosarreta tendió la mano y Hueter se la estrechó, estaba en deuda con aquel necrófago.
-¡Por fin te encuentro!- Neil se acercaba a toda velocidad reclamando su atención- ¿Podrías hacerme un favor?
-¡Depende de lo que se trate!- espetó Mosarreta, parecía que Neil tenía trabajo para él y aquello no le gustaba un pelo, no estaba dispuesto a ser la putilla del necrófago.
-Necesitamos chapas para comprar medicamentos y solo disponemos de esta servoarmadura que tan gentilmente nos ha cedido nuestro compadre Hueter, pero ningún comprador- lamentó Neil- Cercano al campamento se encuentra Salatiga, una pequeña ciudad levantada de la nada, rica en comercio. Busca a Gaspar, un viejo borracho que se encarga de reparar armamento. Él pagará un buen montón de chapas por la coraza.
Salir de aquel deprimente lugar no era tan mala idea, aunque fueran unas horas, le vendría bien caminar y poner a prueba su nuevo brazo.
-¡Está bien!
-Dirígete hacia el sur por la carretera, no te resultará difícil encontrarlo, seguramente toparás con muchos comerciantes camino de Salatiga-dijo Neil alegremente mientras le entregaba una enorme mochila.
<< ¡Sera capullo!-maldijo en su interior al ver aquel bulto-¡Voy a parecer un puto burro de carga!>>
-¡Una última cosa!-intervino Neil de nuevo-Para que Gaspar sepa que vas de mi parte vístete con esta túnica de la orden. Yo en tu lugar no iría luciendo tu nuevo brazo, a los bandidos les suele gustar mucho este tipo de tecnologías y te puedes meter en problemas. La túnica te servirá para disimularlo.
Aquella sotana olía horrores, como si un perro mojado hubiera dormido envuelto en ella, aunque el color negro y la extraña cruz roja que llevaba bordada en el dorsal, le daba un toque un tanto siniestro que a Mosarreta le encantaba. Rápidamente se enfundó el hábito, cubrió su cabeza con la capucha y cargó la mochila a su espalda.
-¡Joder, pareces el puto diablo!-bromeó Hueter que no dejaba de reír a carcajadas.
-Si te digo a lo que te pareces tú...- aquello no pareció molestar al necrófago el cual, no paraba de reírse de él-¡Me voy!
La mañana había sido soleada como casi todos los días de aquel caluroso verano, pero pasado el mediodía un oscuro nubarrón comenzó a formarse en el cielo de la región con claras intenciones de dejar una buena tormenta a su paso.
Mosarreta comenzó su andadura en dirección sur por la carretera, conforme le había indicado Neil. La vía estaba destrozada en su mayor parte, solo quedaban restos del material que antiguamente habían utilizado para construirla. Algunos tramos estaban borrados por completo, decenas de vehículos abandonados se amontonaban en las cunetas, estos eran mejor guía para seguir el camino que la inexistente calzada.
Cargar con la servoarmadura a sus espaldas era como cargar con una roca, pesaban similar, o al menos eso le parecía a Mosarreta.
Llevaba un buen rato caminando cuando divisó a lo lejos un burro de carga, acompañado de cuatro hombres y una mujer. Al parecer la señora era la dueña y el resto por las pintas que llevaban mercenarios a sueldo, contratados para mantener a salvo las mercancías. Circulaban tan lentamente que Mosarreta no tardó en alcanzarles.
-¡Un seguidor de San Juan!-gritó la anciana al verle-Pasa hijo, pasa. Este burro es tan viejo que ya le cuesta mucho andar con el lomo cargado.
Los mercenarios miraban a Mosarreta con cara de pocos amigos, pero la amabilidad de la mujer era suficiente motivo como para que no se sintieran amenazados.
El cielo estaba cada vez mas encapotado, las primeras gotas comenzaban a caer, el olor a tierra mojada era cada vez más notable.
Por suerte Salatiga estaba cercano, Neil tenía razón cuando dijo que a la izquierda de la carretera lo divisaría y así fue. Varios grupos de comerciantes se amontonaban en la puerta haciendo sus negocios. Armas, comida, ropa vieja, intercambiaban cualquier cosa y discutían por el precio. La lluvia era cada vez más intensa pero aquello no parecía importar a los comerciantes ya que continuaban con sus trapicheos como si nada estuviera pasando a su alrededor.
A la entrada del pueblo Mosarreta preguntó a un lugareño por el tal Gaspar.
-¡Continua por esta senda, bordeando la muralla hasta que veas una choza que en la entrada pone "Conde de la torre", allí lo encontraras!-explicó muy amablemente el lugareño. Un joven canijo con una buena mata de pelo en la cabeza.
Las casas parecían amontonarse una encima de otra en aquel pueblo. Se hacia difícil ver donde acababa una y donde comenzaba la otra. Siguiendo la senda descrita llegó finalmente a la choza, donde un cartel hecho con un tablón de madera tenia pintado con bastante mala letra "Arreglos conde de la torre".
Al llegar a la puerta comprobó que estaba cerrada a cal y canto. Con los nudillos golpeó varias veces la madera.
<< ¡Fijo que de un puñetazo reviento esta mierda!-pensó al escuchar el sonido hueco que producía la puerta al golpearla-¡Mejor no levantar sospechas!>>
-¡Ya va cojones!-protestó enérgicamente alguien desde el interior de la vivienda-¡Ya va!
Un hombre de mediana edad, con mirada amenazadora y cuatro pelos colgando de su brillante calva abrió la puerta.
-¡Hombre a ti te esperaba yo!-dijo el hombre al verle. Mosarreta comprendió que lo había reconocido por la túnica de la orden porque no conocía de nada a aquel hombre y dudaba mucho que a él le conociera.

-¡Busco al viejo Gaspar!-un fuerte relámpago cogió desprevenido a Mosarreta que del susto dio un pequeño salto.
-¡Se avecina tormenta!-dijo el hombre mirando hacia el cielo-Gaspar soy yo. Y no soy mucho más viejo que tú. Así me llaman los vecinos de este puto pueblo. Bueno a ti no te importa esta historia. ¿Qué vienes a traerme la servoarmadura?
Mosarreta asintió con la cabeza, dejó la mochila que llevaba colgando de la espalda en el suelo y la abrió para que Gaspar pudiera ver la coraza.
-¡Así me gusta!-dijo Gaspar con una sonrisa en la boca al ver la servoarmadura-¡Rápido y limpio! ¡Aquí tienes lo acordado con quien te manda! ¡Ahora largo de aquí!
Gaspar tiró un saco lleno de chapas y sin darle tiempo a contarlas recogió la mochila y de un portazo cerró la casa.
Una anunciada lluvia cogió fuerza, el cielo había oscurecido, parecía de noche pero aun estaba atardeciendo. El agua penetraba en la tierra reseca formando barrizales y pequeños riachuelos que desembocaban en lo más hondo de Salatiga.
Mosarreta cogió el saco de chapas de Gaspar y buscó algún bar donde refugiarse hasta que pasara la tormenta. Comenzó a sentir miedo porque no sabía si los aparatos que le había instalado Neil y el doctor de la orden serian impermeables al agua, o por el contrario acabarían por electrocutarlo.
Finalmente, buscando entre aquel cumulo de casas en lo más bajo de Salatiga encontró lo que parecía ser un bar. "Bar Budo" era lo que ponía el cartel de la puerta, pintado de forma similar que la casa de Gaspar.
Al entrar en el local, el olor a humo que imperaba en aquel sitio le recordó mucho a las timbas de póker que jugaba cuando servía a la Banda de los Trajes Grises, pero allí no había nadie jugando a las cartas, solo borrachos batiéndose en duelo por ver quién era el mas alcohólico. << ¡Seguro que aquí Hueter se sentiría como en casa!-pensó nada más ver a los viejos beber como posesos>>
Solo había una mesa libre, esta se encontraba al fondo del local, en una de las esquinas. Mosarreta se apresuró a tomar sitio, como si tuviera miedo de que alguien le robara el sitio. Odiaba beber de pié.
El posadero tardó poco en acercarse, Mosarreta pidió una botella del mejor Whisky.
-¡Hijo si consigues bebértela entera y no morir en el intento es que no eres de este mundo!-bromeó el posadero. Poco le importaba el coste en chapas que tuviera aquel capricho, era el justo pago por el recado que le habían mandado.
Al momento, el camarero regresó con una botella llena de lo que parecía ser Whisky y un vaso que al observarlo más detenidamente, parecía que lo hubieran lavado con el agua embarrada que corría por las calles del pueblo.
Mosarreta se sirvió un vaso llenándolo hasta rebosar, primero dio un pequeño sorbo y el resto se lo acabó de un trago. Al probarlo la limpieza del vaso pasó a ser una mera anécdota. Aquel whisky no era el mejor que había probado pero a punto estuvo de serlo, estaba delicioso.
El hábito de la orden estaba empapado de arriba a abajo, en otras condiciones Mosarreta se habría desecho de él, pero allí solo había desconocidos y no sabía como reaccionarían si lo vieran con nueva apariencia.
De entre todo el murmullo de la gente, una tímida risa femenina le resultó familiar. Sin levantarse de la mesa, miró detenidamente a cada una de las personas buscando aquella familiar sonrisa.
<< ¿Que ven mis ojos?-pensó al divisar a la mujer de la sonrisa familiar-¡La zorra ha hecho amigos!>>
Allí estaba, en aquel antro, con la cabeza apoyada sobre pecho de un hombre, el cual la sujetaba firmemente posando las manos en su cintura, acompañada de un gran perro y una atractiva mujer de mechas rubias. Como tanto había deseado Mosarreta, Cristine sobrevivió a la explosión y ahora la tenía a la otra punta del bar, sin que ella se hubiera percatado de su presencia. Gracias a la túnica había pasado desapercibido por delante de aquella zorra, aquella malnacida que le dejó sin poder caminar durante muchos e interminables días de su vida.
Mosarreta tiró de la capucha, ajustándosela para que nadie pudiera ver sus ojos y le tapara la mayor parte posible de su rostro, pero que a la vez le permitiera seguir observando a Cristine.
Concentrado y bebiendo pequeños sorbos de Whisky, Mosarreta imaginaba cientos de modos de acabar con ella, cada uno con más sufrimiento que el anterior. Tanto pensar le estaba produciendo dolor de cabeza, o quizás fuera la media botella que ya se había bebido. Una idea aun más cruel le vino de pronto a la cabeza. Matarla no era suficiente dolor, era mejor hacerla sufrir en vida, quitarle lo que más le podría importar en esos momentos, y al parecer su objetivo, era aquel hombre que tanto la miraba con deseo y la besaba con ternura.
Allí dentro era un suicidio comenzar una pelea, así que decidió esperar a que abandonaran el local, mientras, en aquella larga espera dedicó su tiempo a terminar la botella de un Whisky que cada sorbo hacia aumentar la ira que sentía hacia Cristine.

jueves, 14 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXXI - CONCIENCIA



ZONDABOT



La nave despegó a toda velocidad levantando una gran polvareda tras de sí con los dos supervivientes a bordo. Zondabot estaba configurado para eliminar cualquier amenaza o intento de acceso al búnker. Así lo hizo con un tiro certero en la cabeza de aquel hombre que se desplomó sin oponer resistencia.
Otro cuerpo yacía en el suelo, aparentemente muerto también. Un primer escáner superficial determinó que el sujeto era hembra y estaba inconsciente, en ese estado no se consideraba una amenaza, pero los sensores de alerta continuaron activados por si despertaba aniquilarla inmediatamente. El cerebro del sujeto estaba en perfectas condiciones, el cuerpo inservible, el corazón tenía un fallo irreparable, era necesaria una substitución del órgano pero según los datos registrados no había unidades disponibles en el almacén.
El diagnostico inicial descartaba amenazas por parte del objetivo, moriría en cuestión de horas antes de que despertara. Zondabot acercó su posición a la del cuerpo para realizar un exhaustivo escáner cerebral.
El rayo recorría de arriba a abajo y de izquierda a derecha la cabeza del sujeto, el flujo de datos era constante. El análisis finalizó en pocos minutos, los datos revelaban que el cerebro del objetivo era apto para el proyecto Verne. No presentaba signos de discapacidad, adicciones, esquizofrenias o enfermedades similares registradas en la base de datos de la unidad central. Un cerebro sano en un cuerpo inservible era el lema de la empresa creadora del proyecto Verne y aquel sujeto casaba perfectamente con los parámetros establecidos.
Zondabot abrió la trampilla inferior de su coraza, de ella emergió un brazo extensible con una pinza de tres puntas que emulaba una mano metálica. Aprisionó la pierna del sujeto arrastrándolo hacia el interior del búnker.

Sellado a cal y canto desde el momento en que fue creado el proyecto, el búnker solo tenía permitido tanto el acceso como la salida a Zondabot, siempre en busca de humanos aptos para hacerse cargo con el control del proyecto. El último un varón adulto con una grave picadura de escorpión. El escáner posterior determinó que no sufriría daño alguno con lo que el sujeto sobrevivió despertando dentro del búnker. El protocolo de emergencia se activó creando un mundo de realidad virtual para el sujeto, ayudándole a salir del búnker induciéndole una perspectiva con psicofármacos y hologramas totalmente diferida de la realidad. Esta experiencia acarrearía graves daños mentales en el varón, hasta tal punto en que no distinguiría entre realidad y ficción, pero la integridad del proyecto estaba por encima de cualquier persona, animal o robot.
La gran puerta metálica que mantenía el búnker aislado del mundo exterior se abrió al verificar la autorización de Zondabot. Una vez dentro se desplazó hasta el sector G2, el protocolo de seguridad estaba activado y la puerta de acceso a la sala bloqueada. Extendió el adaptador universal conectándolo a la unidad de control que bloqueaba la puerta. Una vez sincronizados Zondabot transmitió los códigos almacenados en su base de datos para desbloquear el acceso. Momentos más tarde la luz que indicaba el bloqueo de la puerta cambió de posición quedando el indicador de color verde.
La puerta se abrió, Zondabot accedió dejando el cuerpo del sujeto en el centro de la sala. Dos bots especializados en medicina recogieron el cuerpo, lo posaron en una camilla metálica situada a pocos metros y la operación se inició.
Uno de los bots sujetaba firmemente el cuerpo a la camilla mientras el otro comenzaba a cortar por la zona superior de la frente con un disco preparado para este tipo de intervenciones. Conforme el disco se deslizaba por la sien del sujeto, la sangre emanaba del mismo cayendo suavemente al suelo. El charco que las gotas de sangre habían formado aumentaba su tamaño por momentos.
Al finalizar el corte un trozo de cráneo cayó al suelo dejando el cerebro visible. El bot causante del corte guardó el disco en el compartimento y de él emergieron varias jeringuillas conectadas a finos y articulados brazos metálicos. Las jeringas se clavaron en el cerebro descargando todo su contenido en el. Esté tomo un color morado reduciendo considerablemente su tamaño.
La extracción del órgano fue sencilla. Cuidadosamente el bot lo depositó en un habitáculo perfectamente diseñado para su propósito situado en una de las paredes, rodeado de un gigantesco ordenador incrustado en la misma.
El cerebro quedó suspendido dentro del habitáculo, centenares de conectores nerviosos emergieron del interior posándose sobre la superficie del órgano, conectándolo a la unidad central del ordenador. El compartimento comenzó a llenarse de un líquido gelatinoso, una vez finalizado el proceso, el cerebro absorbió parte del líquido recuperando su tamaño original. Una pequeña apertura situada en la parte inferior del ordenador se abrió, el habitáculo fue introducido mecánicamente en su interior. Una vez dentro inmediatamente la apertura quedó sellada.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?- Poli despertó de su letargo, no notaba el constante dolor de pecho que tanto la había martirizado durante los últimos años de su vida. Estaba desorientada, aquel lugar era nuevo para ella. En aquella sala solo observaba ordenadores y dos robots parecidos al Doctor Robot de la Hermandad del Rayo enfrente de ella. Los bots retiraban de una camilla el cuerpo sin vida de una mujer. Tenía la cabeza abierta, allí donde debía estar el cerebro solo quedaba el hueco del cráneo. El rostro cubierto de sangre impedía reconocer la cara del cadáver. Poli intentaba hablar pero nadie respondía, intentaba moverse pero sus esfuerzos no daban resultado, seguía inmóvil.
<< ¿Que me ha pasado?-se decía a sí mismo-¿Estaré muerta?>>
La imagen de la sala se desvaneció, en su lugar el busto de un hombre adulto se dibujaba ante sus ojos con tonalidades verdosas. Tenía un perfecto peinado, pelo corto con la ralla a la izquierda, un bigote pequeño y espeso con una mirada tan seria como si quisiera atravesarla con sus ojos. Aunque Poli intentara mirar hacia otro lado, sus ojos no se lo permitían, la imagen permanecía quieta delante suyo vestido con traje y corbata.
Tenía la sensación de estar soñando, pero aquel extraño busto pese a los colores que lo formaban era demasiado real.
-¡Enhorabuena sujeto dos, tres, uno...!-el busto comenzó a hablar sin mover la boca. Parecía que se estaba refiriendo a Poli, pero ella no se molestó en prestar atención a la numeración que mencionaba-¡Ha sido elegido, elegida para formar parte del proyecto Verne!-sin duda se trataba de una grabación de muy pésima calidad, seguramente de varios lustros antes de la guerra-¡A partir de este momento usted tomará el control de toda nuestra flota de robots!
<< ¿Y cómo voy a manejarlos si no puedo moverme?-pensaba-¡Esto no puede estar pasando de verdad!>>
Una película dio comienzo allí donde estaba el busto de aquel extraño hombre, aparecían secuencias de fotos acompañadas de una música bélica de bastante mal gusto. El hombre había desaparecido pero su voz aun estaba presente. Las imágenes que reflejaban las secuencias de fotografías debían pertenecer al antiguo mundo, edificios enormes con estructuras de lo más variopintas, vehículos surcando los cielos, bosques de color verde, un lago inmenso el cual no parecía tener fin, animales que Poli no había visto en su vida...
<<Que bonito era el mundo antes de la guerra-lamentó-¿Pero qué cojones quiere esta chatarra de mí?>>
-Con tu ayuda evitaremos que nuestro hermoso planeta acabe así-secuencias de fotografías mostrando personas muertas, desgracias humanas, guerras, incendios y otras barbaridades hicieron acto de aparición.
<< ¡Llegas tarde!-pensaba y pensaba era lo único que podía hacer-¡El mundo está mucho peor de lo que tú me muestras!>>
-¡Muchas gracias por su colaboración y suerte con su misión!
De repente se vio en medio de un paraje desértico, enfrente suyo un robot que por su apariencia le resultaba familiar. Era el prototipo que custodiaba las puertas de acceso al Odín en la frontera con Penélope.
<< ¿Se supone que tengo el control sobre eso?-el robot inmóvil apuntaba hacia ella con sus enormes brazos blancos-¡Camina!-el droide comenzó a caminar hacia ella, moviendo lentamente sus grandes piernas blancas-¡Para!>>
Con solo pensarlo Poli conseguía que el robot se moviera a su antojo.
<< ¿Y los otros robots que nombraba el holograma?>>
Sin saber cómo, accedió a una extensa base de datos con la localización y modelo de cada robot disponible. Tenía a su disposición un centenar de estos otros parecían estar fuera del alcance de Poli.
<<Deben estar demasiado lejos, a saber que radio abarcará esto>>
Podía controlar cualquiera de los robots dentro del radio de alcance, viajar hasta su posición y ver a través de sus cámaras de reconocimiento. Cada vez le resultaba más fácil dar órdenes, controlar a varios a la vez, disparar con las armas que incorporaban.
Uno de sus robots parecía estar en alguna base, le resultaba familiar aquel pasillo, había estado antes allí, recordó las servoarmaduras. Sin duda se trataba de la base de la Hermandad del Rayo.
Poli controlaba en primera persona a uno de los robots centinela que custodiaban la base de la Hermandad. Continuó quieta para no levantar sospechas, era la primera vez que se topaba con personas y no sabía como podrían reaccionar al ver un comportamiento del robot fuera de lo común.
Primero debía escanear la unidad central del robot para comprobar la información que este contenía y los parámetros de vigilancia con los cuales había sido configurado. En medio de aquel proceso observó como dos soldados vestidos con servoarmadura llevaban a rastras a una mujer al parecer inconsciente. Uno de ellos parecía ser su hermano Jacq. La melena le sobresalía por la parte trasera del casco. Focalizó todo lo que pudo las cámaras de reconocimiento en el rostro de aquel hombre. El casco le impedía ver quien se escondía debajo de aquella coraza.
-¡Esta zorra la ha liado parda!-dijo el otro soldado. No era la voz del necrófago llamado Hueter.
-¡No me gustaría estar en su pellejo! ¡Secuestró el Pájaro mató a Benito y a un paciente!- Tampoco era la voz de su hermano, esta era femenina. Había confundido el pelo largo de una mujer con el de su hermano.
<< ¿Paciente?-recapacitó-¡A mí no me ha matado nadie!>>
Poli recordó que era el único paciente antes de que Traisa la durmiera. Quizás habrían llegado más enfermos durante su largo sueño.
Esta vez focalizó las cámaras sobre el rostro de la mujer inconsciente. Era su cuidadora. Tenía el rostro sucio y un ojo morado, signo de que le habían propinado un buen golpe. Los soldados la llevaban a rastras cogida por los brazos sin ninguna contemplación, como si de un criminal se tratase. Incluso las manos, las tenía firmemente esposadas.
Cada vez estaban más lejos hasta que finalmente torcieron a la derecha y desaparecieron por aquel iluminado pasillo.
<< ¿Me mataste Traisa?-se preguntó a si misma moviendo el robot centinela lentamente en la ruta que marcaba su configuración-¡Tengo que encontrar a mi hermano!-la ira crecía en su interior como las llamas del fuego al echarle gasolina-¡Ayuda!-activó las armas del robot centinela en posición de disparo-¡Quiero salir de aquí!>>