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jueves, 13 de noviembre de 2014

CAPÍTULO XXXVIII - ÉXODO



PERVERT



Como de costumbre, la arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su casucha.
Al llegar comprobó que la puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió. Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto << ¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq? ¿Cristine?
Mirando más detenidamente Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha, observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para seguir su camino.
No tuvo en cuenta los obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de ella.
-¡Ven conmigo!-gritó Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de energía!
Yelou se quedó pálida y eso que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo, administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera perdido una cantidad importante.

Una vez Yelou terminó de preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta, aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou, Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada. Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba, al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de agradecer.
Abrió la botella y de un trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más tranquila.
Con una cerilla encendió el cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso, Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta, abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla, utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder. El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>, de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en mil pedazos.
El soldado que sujetaba la parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.      
De un golpe abrió la puerta de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder! ¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse firme.
-¡Sus constantes vitales alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a caminar.
Elí estaba encima de la mesa del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?- preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en disparar!
Yelou asintió con la cabeza. Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>> Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq. El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su persona.   
-¿Que tenemos aquí?-pregunto uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?- preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió. <<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los estuviera controlando.
A la otra parte de la muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería un adiós si no un hasta luego.

jueves, 18 de septiembre de 2014

CAPÍTULO XXXV - PROTECTOR




FUENTE






Sentado en el borde, con las piernas colgando hacia el vacio en uno de tantos rascacielos marchitos por el paso del tiempo, el ataque nuclear o guerras posteriores, Fuente miraba con la vista perdida hacia el horizonte desde una de las últimas plantas del edificio. Le habría gustado llegar a lo más alto, pero el resto era inaccesible.

La gran ciudad en ruinas era inmensa, centenares de edificios se elevaban ante sus ojos hasta llegar a difuminarse en el horizonte. Fuente intentaba subirse todos los días a los edificios más altos para ver si la salida de la ciudad estaba cercana, pero era un laberinto descomunal y cada vez estaba más cansado de fracasar en sus intentos por salir de urbe. El día no era lo suficientemente largo para explorar en una dirección u otra y volver de nuevo al asentamiento. La noche era tan peligrosa como el día, pero a pie de calle la exagerada elevación de los rascacielos hacía que la oscuridad más absoluta imperara en toda la metrópoli.

Meses atrás Pececito, el mandamás del Ejército del Pueblo Libre mandó varios pelotones entre los que se encontraba Fuente a rastrear la ciudad en busca de riquezas, armamento y munición. Bien adentrados en las ruinas de la capital, fueron sorprendidos por armas biológicas que los habitantes del antiguo mundo soltaron en la guerra para destruir la ciudad. Criaturas que parecían proceder del inframundo, abominaciones que ninguna persona podría llegar a imaginar, sueltas durante décadas en aquel gigantesco cementerio de cadáveres a su libre albedrío sin control alguno. Desde aquel momento les fue imposible regresar, pasaron los últimos meses intentando sobrevivir, la comida escaseaba y muchos perecieron a causa del hambre o los ataques de las abominaciones. Otros por el contrario quisieron hacer de los engendros muertos su cena, pero el nivel de radiación acabó por destrozarles la tripa.

Fuente había comido de todo lo comible, solo le quedaba cruzar la delgada línea que le separaba entre la cordura y el canibalismo de personas, pero por el momento, no estaba dispuesto a llegar a tal extremo. El alcohol y las drogas que aun quedaban en el campamento calmaban su apetito, pero estaban mermando considerablemente su salud.


-¡Joder Fuente no se que será peor si morir de hambre o reventar como lo estás haciendo de una sobredosis!-espetó Santiago, un buen amigo suyo y de los pocos supervivientes que aun tenían fuerzas para caminar. Los inyectores de meta-codeína vacios, tirados alrededor suyo lo habían delatado. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que estaba poniéndose, Santiago le recriminaba una y otra vez que lo dejara pero él hacía caso omiso a los consejos de su amigo.

-¡Es mejor morir volando que vivir agonizando!-vociferó Fuente. Odiaba el mote que le habían puesto sus compañeros la noche en que estando de fiesta, subió a la azotea del prostíbulo donde habían pasado la mitad de la noche, se bajó los pantalones y comenzó a orinar hacia la calle, con tan mala suerte que acertó de lleno en la cabeza del sargento Salinas que salía del local encendiéndose un cigarro. Como castigo Fuente no cobró en el periodo de siete noches y siete días, pero lo que más le jodió fue el mote que a partir de entonces comenzaron a llamarle todos sus compañeros.

-¡Otro día más sin encontrar una puta salida!- lamentó Santiago sentándose a su lado.

-¡Qué más da!-Fuente sabía que su compañero no tenía la culpa de sus desgracias, pero le hablaba como si realmente lo fuera, aunque Santiago ya estaba acostumbrado a su forma de ser- ¡El mundo está hecho una mierda tanto fuera como dentro de esta maldita ciudad! ¿Que mas da donde vivir?

-¡Fuera al menos viviríamos, aquí dentro solo podemos alargar nuestra agonía!

El cigarro casi consumido comenzaba a quemarle dos dedos, apuró la última calada y lo tiró al vacio.

-¡En fin voy a ver si le doy a algún mutante en la cabeza!- aun con todas las sustancias que llevaba en el cuerpo, Fuente consiguió levantarse, se bajó los pantalones e hizo honores a su mote. Su compañero no podía dejar de reír a carcajadas al ver tal espectáculo.

Aquel chistoso momento se vio interrumpido por un extraño objeto que divisaron a lo lejos, acercándose hacia ellos a gran velocidad, surcando la atmosfera de la gran ciudad. Al principio parecía un pájaro, pero una vez el extraño objeto estuvo lo suficientemente cerca, distinguieron una criatura enorme colgando de lo que parecía ser una pequeña nave tripulada por un cerebro.

-¿Estoy demasiado drogado o eso es lo que parece?-el pánico comenzaba a apoderarse de Fuente, que no daba crédito a lo que estaba viendo.

-¡Creo que estamos viendo lo mismo!-respondió Santiago que no salía de su asombro. Aquel ser debía tener una altura similar a la que tendrían tres plantas de aquel edificio, de piel blanquecina e inexistente en algunas partes de su cuerpo. Era como una mala copia a tamaño ampliado de un cadáver mutante, con deformidades por doquier. La frente brillaba por su ausencia, por muy grande que fuera aquella cosa el cerebro debía ser tan pequeño como un guisante, porque espacio en aquella enorme cabeza no parecía haber para ello, no al menos como debía ser. Ojos pequeños incrustados en profundos y huesudos cuencos. Fosas nasales diminutas y carencia de nariz. La boca parecía estar en posición vertical, de ella sobresalían cuatro colmillos, uno en cada esquina pegados a un músculo que tapaba casi por completo su boca. El cuello era un amasijo abarrotado de músculos que unían la parte superior de la cabeza con los hombros. El cuerpo de aquella criatura parecía el de un hombre que hubiera muerto de hambre, los huesos muy marcados y los músculos casi saliéndose de la piel. Se trataría del ser mas enclenque y débil que Fuente jamás hubiera visto, pero por su tamaño, la realidad resultaba ser bastante diferente. Parecía dormido, las garras entrecruzadas sujetaban sus piernas dándole la forma de una bola gigantesca.

El pequeño artefacto sujetaba la abominación por un tejido que le sobresalía de la espalda a la altura del pescuezo.

-¡Joder vámonos!-gritó Fuente. Cuando quisieron escapar ya era demasiado tarde, la pequeña nave dejó caer la criatura, esta impactó contra el edificio y despertó de inmediato. La sacudida fue tan violenta que por momentos pensaron que la torre de pisos se derrumbaría como un castillo de arena.

La criatura cayó varias plantas por debajo de donde estaba Fuente y su compañero, al acercarse de nuevo al borde comprobó como ascendía clavando sus enormes manos a la marchita estructura del edificio. Cascotes y escombros caían a cada manotazo.

-¡Hay que hacerlo caer o el edificio se vendrá abajo!-gritó Santiago-¡Dispara!

Las células de fusión parecían no afectar en absoluto a la abominación, esta continuaba su ascenso emitiendo un grito tan potente que hacía temblar los cimientos de la torre. Sus fauces expulsaban a varios metros un gran chorro de saliva cada vez que el ser abría la boca.

-¡Mierda! ¡Deja de disparar y corre!- gritó Fuente ante la desesperación de no poder frenar el ascenso de la criatura. Rápidamente se dirigieron hacia el interior del edificio donde se encontraban las escaleras y el hueco por donde se supone que antes se encontraban los ascensores.

Descendieron varias plantas, hasta que finalmente toparon con la feroz mirada de la criatura, esta al verlos no dudó un momento y lanzo un violento golpe que traspasó el bloque entero. En el último momento Fuente pudo esquivar la embestida, pero no así su compañero Santiago que cayó preso por la enorme mano de la abominación.

-¡Santiiii!- gritó Fuente disparando hacia la gigantesca mano para intentar liberar a su compañero, pero sus esfuerzos fueron en vano. La criatura retiró ferozmente el brazo y la estructura cedió. Las plantas superiores del edificio se vinieron abajo en una lluvia de polvo y escombros. Fuente de espaldas al suelo y con su rifle de plasma en las manos retrocedía torpemente viendo como Santiago, aprisionado, se debatía entre la vida y la muerte. Estaba asfixiándose por la enorme presión que la criatura ejercía sobre su cuerpo. Su cara cada vez más violácea, reflejaba el enorme dolor que le estaba produciendo aquella gigantesca mole. Finalmente la criatura se deshizo de Santiago lanzándolo hacia el vacío con tal fuerza que se elevó varios metros antes de precipitarse.

Sin ningún obstáculo que dificultase su acceso la criatura se posó en la cima de lo que quedaba de edificio. Fuente desde el borde opuesto se percató de que la altura aun era considerable, el impacto contra el suelo acabaría con cualquiera, incluso con aquel monstruo, la pregunta era como. Miró el cargador de su rifle de plasma, quedaban apenas diez disparos, en sus bolsillos no había munición de recarga, solo un par de granadas de mano.

La criatura se acercó hacia él con las fauces abiertas como si quisiera comérselo, emitiendo su potente grito. Fuente no se precipitó al vacío por poco, pero quedó impregnado de aquellas viscosas babas. Hábilmente aprovechó el momento de prepotencia del ser, para escapar por debajo de sus enormes piernas. Varios zarpazos a punto estuvieron de alcanzarlo, pero la criatura era tan grande y el espacio en el edificio tan reducido que todos los movimientos de esta eran cuanto menos torpes.

De espaldas a él, la criatura intentaba darse la vuelta para atacar de nuevo, Fuente observó colgando de la blanca espalda de la abominación, el tejido con el que la nave la había transportado hasta allí. Armó el rifle de plasma y disparo un tiro certero hacia el tejido. Al impactar, Fuente observó que esta vez la criatura si sentía dolor, aunque no lo suficiente como para acabar con lo que fuera eso.

Aquella mole con piernas y brazos pesaba demasiado, y así lo hizo saber el suelo que comenzó a ceder a los pies de esta. << ¡Mierda el edificio se nos viene abajo!-pensó al ver como los pies del monstruo destrozaban los pisos inferiores-¿Pero cómo me deshago de él?>>, en ese momento lo vio claro, el punto débil del mutante era aquel extraño tejido que sobresalía de su espalda, el blanco era fácil puesto que la criatura había dejado a un lado su ataque y luchaba por no caerse del edificio.

Fuente lanzó una de las dos granadas que aún le quedaban en los bolsillos, el impacto hizo que la abominación soltara un grito aun más fuerte que los anteriores, aunque la granada solo sirvió para que la criatura recordara porque estaba allí arriba. A causa del derrumbe, el engendro había caído varias plantas y no llegaba a alcanzar a Fuente que miraba ojiplático como esta, con una incontrolable furia, lanzaba un fuerte golpe contra los restos de la estructura, la cual mantenía a Fuente en una posición elevada.

La separación entre la criatura y Fuente se vio reducida a la nada. Montones de escombros se derrumbaban sobre el cuerpo del monstruo que lanzaba manotazos a diestro y siniestro para evitar los impactos. Fuente tuvo suerte de no ser golpeado por ninguna de las dos gigantescas manos, no así su rifle de plasma, que salió disparado perdiéndose casi en el horizonte.

Fuente aterrizó sobre el enorme lomo de la criatura, dándose un fuerte golpe que le dejo aturdido durante unos instantes. Al parecer el monstruo creyó haber acabado con él, ya que dejó de lanzar manotazos. Tenía tan cerca el tejido extraño que casi podía arañarlo con sus uñas aunque si una granada y una célula de fusión no habían causado el más mínimo rasguño de poco serviría que lo arañara. El supuesto punto flaco de la criatura tenía una forma bulbosa, del color de la sangre. De su interior emanaba una especie de líquido trasparente bastante gelatinoso.

De repente el engendro volvió a lanzar violentos manotazos, parecía como si se hubiera percatado de que Fuente estaba a sus espaldas, pero la forma en la que estaban constituidas sus extremidades no le permitían alcanzarlo. Por su parte a Fuente solo le quedaba una granada y un machete guardado en una funda colgada de su cintura.

La lucha con la criatura terminó por mermar sus fuerzas, Fuente estaba agotado, solo podía agarrarse a la espalda para no salir despedido por las intensas sacudidas del ser. Con dificultad deslizó la mano para desenfundar el machete, el líquido gelatinoso que emanaba del tejido bulboso hacia que cada vez fuera más difícil sujetarse a la espalda de la abominación, a decir verdad Fuente ya no sabía ni porque tenía tanto empeño por mantenerse y no caer, si no era el monstruo quien acabara con él, seria la propia gravedad al caer desde una altura como aquella.

<< ¡No me iré sin luchar!-se dijo a si mismo>>, Fuente sacó fuerzas de donde no había y desenfundó el machete, sujetándolo firmemente por la empuñadura lo clavó sobre el tejido de la criatura. Esta gritó con más fuerza, pero a diferencia de las anteriores ocasiones esta vez parecía que el dolor si le afectaba con la suficiente contundencia. El machete por la propia fuera que ejercía Fuente con su peso, rasgaba lentamente la piel del monstruo. La sangre fluía con intensidad por la incisión cada vez más prolongada. Tal era la cantidad de sangre, que las manos de Fuente, que se agarraba con todas sus fuerzas a la empuñadura del machete, se hundían en aquel rio rojo.

El engendro intentaba deshacerse de él arrancando trozos de la estructura que aun quedaba en pie del edificio y tirándolos hacia su espalda. En uno de sus ataques la criatura perdió pié y el edificio cedió, precipitándose al vacio con Fuente aferrado firmemente al machete.

-¡Oh no, mierda!